Un joven se quejaba de que Dios había hecho ricos a los demás pero no a él. Un anciano le señaló que Dios le había dado la juventud y la salud, a lo que el joven estuvo de acuerdo. El anciano luego preguntó si estaría dispuesto a perder sus manos o vista a cambio de dinero, a lo que el joven se negó, haciendo que el anciano concluyera que el joven no debería quejarse dado los regalos de Dios de su salud y cuerpo intactos.