El autor argumenta que aunque los toros pueden gustar o no, los aficionados deberían admitir que hay aspectos oscuros como el maltrato a los animales. Aunque haya leyes contra el maltrato, existen excepciones como en Guantánamo o los bombardeos en Irak. Señala que es evidente que el toro de lidia sufre maltrato con las banderillas y el estoque, aunque a algunos les guste. Pide a los aficionados que admitan esta "verdad palmaria" en lugar de negar que hay tortura y