1. LA ESCUELA DEL SUR
"He dicho Escuela del Sur; porque en realidad nuestro norte es el Sur.
No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur."
La denominación "Escuela del Sur", que el maestro plasmó en su libro Universalismo constructivo de 1941, ha servido para englobar todo el legado artístico
de Torres-García; esto es, tanto su propia obra constructivista como asimismo la extensa producción de sus discípulos: los que recibieron su enseñanza de
primera mano y los que siguieron sus preceptos sin haberlo conocido personalmente.

2. Esta denominación, cuyo correlato gráfico -verdadero símbolo- es el famoso dibujo con el mapa de América del Sur invertido, ha sido utilizada más bien a
modo de terminología formal, en el ambiente académico y/o en el exterior, ya que los alumnos y allegados siempre prefirieron mencionar a la escuela
constructivista como "Taller Torres", una expresión más de entrecasa que aún se usa de manera corriente en Uruguay.
Desde que pisó suelo uruguayo el 30 de abril de 1934, después de 43 años, quedó muy claro que el viejo maestro volvía con la firme voluntad de propagar
una doctrina con la misma fuerza de quien se cree poseedor de una verdad absoluta alcanzada luego de una vida de búsqueda incesante. Así, al poco
tiempo de haber llegado a una tierra prometida que en realidad poco conocía, se puso en campaña para cumplir con un propósito que él sentía como un
deber superior, dictando su primera conferencia a los pocos días de establecido, organizando en junio su primera exposición, y comenzando en noviembre a
colaborar con notas para el diario La Nación de Buenos Aires. Y de inmediato se puso a escribir su autobiografía en tercera persona y otros ensayos sobre
arte que se editarían años después.
El próximo paso era lograr un soporte 'institucional', cierta mínima infraestructura para centralizar y organizar la difusión del Universalismo Constructivo. De
esta forma, en enero de 1935 fundó la Asociación de Arte Constructivo (AAC) en donde lo rodearon algunas personalidades locales de cierto renombre y
pintores que ya tenían una sólida formación.
Pero tanto su postura intransigente como su bagaje cultural muy superior a la media de los artistas e intelectuales uruguayos -sobre todo respecto al arte
moderno- provocaron que, luego de una bienvenida efusiva y de unas primeras actividades colectivas promisorias, Torres se fuera quedando bastante solo y
comprendiera que sus ideas necesariamente iban a estar destinadas a los más jóvenes, a quienes debería formar desde cero.
Esta fue, esquemáticamente, la razón por la cual en 1942 el maestro decidió iniciar otra etapa 'institucional' y crear el Taller Torres-García (TTG). Desde
entonces la Asociación de Arte Constructivo sólo tendría como cometido sostener la existencia de un taller en el cual se enseñara pintura constructivista. Allí,
los primeros alumnos fueron en realidad amigos de los hijos de Torres y hasta vecinos llamados para aprender a pintar: el promedio etario del primer grupo
de alumnos no superaba los 20 años.
El propio Torres, en el libro La recuperación del objeto, definió de manera esencialista a aquel primer taller que con el paso del tiempo entraría en la mejor
historia: "... el Taller es la pintura y nada más. Y el Taller es construcción, y el Taller es la pintura abstracta, a tres dimensiones, naturalista pero no imitativa,
y el taller es la pintura mural, planista, a base de los cinco tonos puros, y el Taller es la pintura pura, elemental [...] y es el grafismo en lo universal [..] todo
esto y nada más".
El Taller Torres-García fue creciendo a paso firme y su incidencia en la cultura uruguaya se fue haciendo sentir cada vez con más fuerza, por lo que también
las fuertes reacciones en contra pueden verse como una señal inequívoca de este avance. Las exposiciones se multiplicaban, e incluso en el invierno de

3. 1944 el grupo constructivista llevó a cabo su obra colectiva más trascendente, cuando pintó una importante serie de murales en el Hospital Saint- Bois,
ubicado en las afueras de Montevideo. A partir de 1945 el Taller editó su propia revista -Removedor- que, como el taller, continuó su marcha luego de la
muerte del maestro, producida en agosto de 1949.
Aunque hay controversia al respecto, 1962 parece el año más indicado para datar el cierre definitivo del Taller Torres-García, que venía siendo dirigido por
algunos de los alumnos más destacados. Por su parte, la última publicación oficial del Taller vio la luz en enero de 1961: se trató del tercer número de la
revista Escuela del Sur (que había sustituido a Removedor, cuyo número 28, final era de julio-agosto de 1953).
A esta altura de los acontecimientos, varios de los principales alumnos de Torres ya habían dejado Uruguay rumbo a Europa o Estados Unidos: la Escuela
del Sur comenzaba a mudarse hacia el Norte... donde por otra parte en los últimos tiempos se han hecho sus exposiciones retrospectivas más importantes,
como la que tuvo lugar en el Museo Reina Sofía de Madrid, en 1991, por citar un ejemplo emblemático.
Para finalizar, se hace necesario nombrar, entre los numerosos artistas que pasaron por el Taller Torres, a los alumnos directos que hasta el momento han
sido más valorados por la crítica y cuyas obras han logrado mejor cotización en el mercado de arte mundial. Se trata de Francisco Matto (1911-1996),
Augusto Torres (1913-1992), Manuel Pailós (1918), Julio Alpuy (1919), Gonzalo Fonseca (1922-2000), Horacio Torres (1924-1974) y José Gurvich (1927-
1974). Aunque, con seguridad, el futuro nos depare otras sorpresas.
EDUARDO ROLAND
Webgrafía: http://www.montevideo.gub.uy/jtg/esp_escuela.html