1. FORTUNATA Y JACINTA – BENITO PÉREZ GALDOS
AREA: Comunicación
GRADO: 4°.
NIVEL: Secundaria
PROFESOR: RAFAEL M .LIMA QUISPE
PROGRAMA :
CREATIVE SUMMER
FORTUNATA Y JACINTA (Fragmento)
Juanito Santa Cruz ha contraído matrimonio con Jacinta y
ambos parten de luna de miel. Jacinta le pregunta a su marido
sobre su vida anterior y descubre que Juanito ha mantenido
relaciones con una mujer muy pobre llamada Fortunata. Un
día, Juanito se emborracha y desnuda su alma ante Jacinta.
–¿Por qué no te acuestas?
–¡Acostarme yo, yo… cuando tengo que contarte tantas
cosas, chavala! –añadió Santa Cruz […]–. Perdona que no
haya sido franco contigo. Me daba vergüenza revelarte
ciertas cosas. Pero ya no puedo más: mi conciencia se
vuelca como una urna llena que se cae…, así, así, y fuera
todo… Tú me absolverás cuando me oigas, ¿verdad? Di
que sí… Hay momentos en la vida de los pueblos, quiero
decir, en la vida del hombre, momentos terribles, alma mía.
Tú lo comprendes… Yo no te conocía entonces. Estaba
como la humanidad antes de la venida del Mesías, a
oscuras, apagado el gas… Sí. No me condenes, no, no; no
me condenes sin oírme.
Jacinta no sabía qué hacer. Uno y otro se estuvieron
mirando breve rato, los ojos clavados en los ojos, hasta
que Juan dijo en voz queda:
–¡Si la hubieras visto!… Fortunata tenía los ojos como dos
estrellas, muy semejantes a los de la Virgen del Carmen.
[…] Fortunata tenía las manos bastas, de tanto trabajar; el
corazón lleno de inocencia… Fortunata no tenía educación;
aquella boca tan linda se comía muchas letras y otras las
equivocaba. Decía indilugencias, golver, asín. Pasó su
niñez cuidando el "ganado". ¿Sabes lo que es el "ganado"?
Las gallinas. […] ¡Pobre Fortunata, pobre Pitusa! ¿Te he
dicho que la llamaban Pitusa? ¿No?… Pues te lo digo
ahora. Que conste… Yo la perdí…, sí…; que conste
también; es preciso que cada cual cargue con su
responsabilidad… Yo la perdí, la engañé, le dije mil
mentiras, le hice creer que me iba a casar con ella. ¿Has
visto?… ¡Si seré pillín!… Déjame que me ría un poco… Sí,
todas las papas que yo le decía se las tragaba… El pueblo
es muy inocente, es tonto de remate, todo se lo cree con
tal de que se lo digan con palabras finas… La engañé, le
garfiñé su honor, y tan tranquilo. Los hombres, digo, los
señoritos somos unos miserables; creemos que el honor
de las hijas del pueblo es cosa de juego…
Jacinta estaba alarmadísima, medio muerta de miedo y de
dolor. No sabía qué hacer ni qué decir.
–Hijo mío –exclamó limpiando el sudor de la frente de su
marido–, ¡cómo estás!… Cálmate, por María Santísima.
Estás delirando.
–No, no; esto no es delirio, es arrepentimiento –añadió
Santa Cruz, quien, al volverse, por poco se cae, y tuvo que
apoyar las manos en el suelo–. ¿Crees, acaso, que el
vino…? ¡Oh! No, hija mía; no me hagas ese disfavor. Es
que la conciencia se me ha subido aquí, al cuello, a la
cabeza, y me pesa tanto, que no puedo guardar bien el
equilibrio… Déjame que me prosterne ante ti y ponga a tus
pies todas mis culpas para que las perdones… No te
muevas, no me dejes solo, por Dios… ¿Adónde vas? ¿No
ves mi aflicción? […]
FECHA
Jacinta advirtió que su marido sollozaba. Pero ¿de veras
sollozaba o era broma?
–Juan, ¡por Dios!, me estás atormentando.
–No, niña de mi alma –replicó él sentado en el suelo, sin
descubrir el rostro, que tenía entre las manos–: ¿No ves
que lloro? Compadécete de este infeliz… He sido
perverso… porque la Pitusa me idolatraba… seamos
francos.
Alzó entonces la cabeza y tomó un aire más tranquilo.
–Seamos francos; la verdad ante todo…: me idolatraba.
Creía que yo no era como los demás, que era la
caballerosidad, la hidalguía, la decencia, la nobleza en
persona, el acabose de los hombres… ¡Nobleza! ¡Qué
sarcasmo! Nobleza en la mentira; digo que no puede ser…,
¡y que no y que no! ¡Decencia porque se lleva una ropa
que llaman levita!… ¡Qué humanidad tan farsante! El
pobre, siempre debajo; el rico hace lo que le da la gana.
BENITO PÉREZ GALDÓS
1. La novela desarrolla la relación de Juanito Santa Cruz
con dos mujeres: Jacinta, su esposa, y Fortunata, su
amante.
➜ Contesta. ¿A qué momento de la obra corresponde el
fragmento reproducido?
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2. Aunque el texto tiene forma dialogada, en realidad se
presenta como un monólogo de Juanito, sólo
interrumpido por unas leves acotaciones del narrador y
por pequeñas intervenciones de Jacinta, orientadas a
calmar a su marido.
➜ Resume el contenido del fragmento leído.
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3. El texto presenta una estructura caótica. Los
pensamientos se plasman según afloran en la mente
del personaje, sin orden ni lógica interna.
➜ Observa este rasgo en el siguiente pasaje:
–
No, niña de mi alma –replicó él sentado en el suelo,
sin descubrir el rostro que tenía entre las manos–:
¿No ves que lloro? Compadécete de este infeliz…
He sido perverso… porque la Pitusa me
idolatraba… seamos francos.
➜ Identifica en el pasaje citado las expresiones que
reflejan cada uno de los siguientes motivos que se repiten
a lo largo del texto y escríbelas.
Página |1
2. “Año de la Inversión para el Desarrollo Rural y la Seguridad Alimentaria”
LA EVOCACIÓN DE FORTUNATA
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LA AUTOCENSURA MORAL
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LA IMPLORACIÓN DE PERDÓN
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4. Galdós utiliza diferentes recursos para crear situaciones y
transmitir las impresiones que desea.
SINTAXIS
ENTRECORTADA
INTERROGACIONES
RETÓRICAS
Caracterizada por las
Preguntas que no
repeticiones y las ora-
buscan una respuesta.
ciones interrumpidas del
Enfatizan la emotividad
hablante.
del hablante.
➜ Escribe el tipo de recurso que transmiten los efectos
descritos a continuación.
• Refleja la falta de convicciones firmes y la inseguridad de
Juanito.
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• Refleja el desorden mental de Juanito.
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➜ Copia pasajes que ejemplifiquen cada tipo de recurso.
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Lee otro fragmento de Fortunata y Jacinta,
correspondiente al momento en que Juanito Santa Cruz
conoce, por casualidad, a Fortunata.
Al pasar junto a la puerta de una de las habitaciones del
entresuelo, Juanito la vio abierta, y, lo que es natural,
miró hacia dentro, pues todos los accidentes de aquel
recinto despertaban en sumo grado su curiosidad.
Pensó no ver nada, y vio algo que, de pronto, le
impresionó: una mujer bonita, joven, alta… Parecía
estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a
la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios
subía a tales horas por aquella endiablada escalera. La
moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un
mantón sobre los hombros y en el momento de ver al
Delfín se infló con él, quiero decir que hizo ese
característico arqueo de brazos y alzamiento de
hombros con que las madrileñas del pueblo se
agasajan dentro del mantón, movimiento que les da
cierta semejanza con una gallina que esponja su
plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen
natural.
Juanito no pecaba de corto, y al ver a la chica, y al
observar lo linda que era y lo bien calzada que estaba,
diéronle ganas de tomarse confianzas con ella.
–¿Vive aquí –le preguntó– el señor de Estupiñá?
–¿Don Plácido?… En lo más último de arriba –contestó
la joven dando algunos pasos hacia fuera.
Y Juanito pensó: “Tú sales para que te vea el pie.
Buena bota…”. Pensando esto, advirtió que la
muchacha sacaba del mantón una mano con mitón
encarnado y que se la llevaba a la boca. La confianza
se desbordaba del pecho del joven Santa Cruz, y no
pudo menos de decir:
–¿Qué come usted, criatura?
–¿No lo ve usted? –replicó mostrándoselo–. Un huevo.
–¡Un huevo crudo!
Con mucho donaire, la muchacha se llevó a la boca, por
segunda vez, el huevo roto, y se atizó otro sorbo.
–No sé cómo puede usted comer esas babas crudas –
dijo Santa Cruz, no hallando mejor modo de trabar
conversación.
–Mejor que guisadas. ¿Quiere usted? –replicó ella,
ofreciendo al Delfín lo que en el cascarón quedaba.
Por entre los dedos de la chica se escurrían aquellas
babas gelatinosas y transparentes. Tuvo tentaciones
Juanito de aceptar la oferta; pero no: le repugnaban los
huevos crudos.
–No, gracias.
Ella entonces se lo acabó de sorber, y arrojó el cascarón,
que fue a estrellarse contra la pared del tramo inferior.
Estaba limpiándose los dedos con el pañuelo, y Juanito
discurriendo por dónde pegaría la hebra, cuando sonó
abajo una voz terrible que dijo:
–¡Fortunaaá!
Entonces la chica se inclinó en el pasamanos y soltó un yiá
voy, con chillido tan penetrante que Juanito creyó se le
desgarraba el tímpano.
➜ Completa con tus propias palabras las siguientes
oraciones:
• Al ver a la muchacha, Juanito…
• Juan preguntó…
• La muchacha ofreció…
• Después de gritar “yiá voy”, Fortunata…
➜ Contesta a las siguientes preguntas:
a) ¿Para qué salió la muchacha a la escalera?
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b) ¿Por qué no aceptó Juanito la invitación de la
muchacha?
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c) ¿Con qué compara el narrador el movimiento que
hizo Fortunata al ver a Juanito?
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➜ Explica qué ha querido decir el autor con cada una
de las palabras destacadas.
Parecía estar en acecho, […], deseando saber quién
demonios subía a tales horas por aquella endiablada
escalera.
Ejemplo: El autor dice “quién demonios” para indicar que
Fortunata estaba intrigada por saber quién subía.
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