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Son intensos los primeros recuerdos de mi vida y
  me trasladan a la época en que vivía con mi
    madre en un pequeño piso de la ciudad.
Yo era su única hija, y mi padre había muerto dos
años después de nacer yo. Estábamos solas en el
      mundo. Éramos pobres. Muy pobres.
Sin embargo, en ocasiones especiales, nunca se olvidaba
  mi madre de sorprenderme con algún regalo. Todavía
 recuerdo la ilusión que sentí cuando, para celebrar mi
     cumpleaños, me dijo que íbamos a ir al teatro.
Yo no había ido jamás al teatro, así que no paré de
 preguntarle a mi madre qué era lo que íbamos a
                       ver.
En lugar de contestarme, ella me contó mi cuento de
hadas favorito, La Bella Durmiente, que, naturalmente, yo
      había oído de sus labios innumerables veces.
Mientras nos dirigíamos al teatro cogidas del brazo, sentí
una felicidad que me resulta imposible describir. “Estás a
  punto de entrar en el reino de la magia”, me dijo ella
 mientras caminábamos por las oscuras calles hacia el
 teatro, aquel lugar desconocido y misterioso para mí.
La música de La Bella Durmiente es de nuestro gran
 Tchaikovsky. Nada más comenzar a tocar la orquesta me
quedé muda, extasiada. Sentía por primera vez en mi vida
                la llamada de la Belleza.
Pero cuando el telón se levantó y dejó ver el gran
salón dorado de un maravilloso palacio, no pude
        contener un grito de admiración.
Recuerdo que me cubrí la cara con las manos cuando
  apareció en escena la vieja bruja montada en un carro
tirado por ratas. Luego, en el segundo acto, un verdadero
    enjambre de donceles y de muchachas bailaron un
                     preciosísimo vals.
“¿No te gusta bailar así?”, me preguntó mi madre
                          sonriendo.
“Sí,” respondí, “pero me gustaría más bailar como la mujer
     tan guapa que hace de princesa. Un día yo seré esa
          princesa y bailaré en este mismo teatro.”
Mi madre sólo murmuró en tono cariñoso que era una
boba. Nunca habría imaginado que yo acababa de concebir
  una ilusión que me serviría de guía el resto de mi vida.
Salimos del teatro, pero yo todavía continuaba en mi
sueño. De regreso a casa seguía imaginándome el día en
  que haría mi primera aparición en escena en La Bella
                       Durmiente.
Aquella noche soñé que era una bailarina y que pasaba el
resto de mi vida bailando como una mariposa alrededor de
  la maravillosa música de Tchaikovsky. Me gusta recordar
                       aquella noche.
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  • 3. Yo era su única hija, y mi padre había muerto dos años después de nacer yo. Estábamos solas en el mundo. Éramos pobres. Muy pobres.
  • 4. Sin embargo, en ocasiones especiales, nunca se olvidaba mi madre de sorprenderme con algún regalo. Todavía recuerdo la ilusión que sentí cuando, para celebrar mi cumpleaños, me dijo que íbamos a ir al teatro.
  • 5. Yo no había ido jamás al teatro, así que no paré de preguntarle a mi madre qué era lo que íbamos a ver.
  • 6. En lugar de contestarme, ella me contó mi cuento de hadas favorito, La Bella Durmiente, que, naturalmente, yo había oído de sus labios innumerables veces.
  • 7. Mientras nos dirigíamos al teatro cogidas del brazo, sentí una felicidad que me resulta imposible describir. “Estás a punto de entrar en el reino de la magia”, me dijo ella mientras caminábamos por las oscuras calles hacia el teatro, aquel lugar desconocido y misterioso para mí.
  • 8. La música de La Bella Durmiente es de nuestro gran Tchaikovsky. Nada más comenzar a tocar la orquesta me quedé muda, extasiada. Sentía por primera vez en mi vida la llamada de la Belleza.
  • 9. Pero cuando el telón se levantó y dejó ver el gran salón dorado de un maravilloso palacio, no pude contener un grito de admiración.
  • 10. Recuerdo que me cubrí la cara con las manos cuando apareció en escena la vieja bruja montada en un carro tirado por ratas. Luego, en el segundo acto, un verdadero enjambre de donceles y de muchachas bailaron un preciosísimo vals.
  • 11. “¿No te gusta bailar así?”, me preguntó mi madre sonriendo. “Sí,” respondí, “pero me gustaría más bailar como la mujer tan guapa que hace de princesa. Un día yo seré esa princesa y bailaré en este mismo teatro.”
  • 12. Mi madre sólo murmuró en tono cariñoso que era una boba. Nunca habría imaginado que yo acababa de concebir una ilusión que me serviría de guía el resto de mi vida.
  • 13.
  • 14. Salimos del teatro, pero yo todavía continuaba en mi sueño. De regreso a casa seguía imaginándome el día en que haría mi primera aparición en escena en La Bella Durmiente.
  • 15. Aquella noche soñé que era una bailarina y que pasaba el resto de mi vida bailando como una mariposa alrededor de la maravillosa música de Tchaikovsky. Me gusta recordar aquella noche.