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Diva digital
De ceros y unos, sin saberlo, me estaba enamorado;
de aquella imagen alterada que en su perfil había colgado.
Después de largo tiempo, de intercambios de emails, acordamos
encontrarnos. En una plaza, un bulevar o
en el sitio más cercano.
¡Por fin! Le regalaría rosas y bombones en vez de emoticones.
Y, al conocerla, no sentí gran emoción, pues, perseguí
una fantasía, una diva muy distinta… ¡en fin, todo fue desilusión!
Como el rocío
Como el rocío, que se entrega a la flor al alba...
así quiero estar yo, junto a ti, cada mañana.
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Alma marchita
Marchita está la rosa, marchito está el clavel,
marchita está el alma cuando el odio es su sostén.
Muerte de una rosa
Una flor, frondosa y bella, fue cortada de un rosal;
en agonía, al ser herida, fue a morir en soledad.
Fue hermosa, aquella rosa. Tierna y efímera,
rosa fugaz.
Rosa que vive de un engaño, rosa que muere
por vanidad.
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Un momento de inspiración
Un momento de inspiración nace de una
gran emoción, como aquella que
sentí cuando conquisté su corazón.
Corazón conquistado, por los besos de
un amor. Late al unísono, al compás
de un tambor.
Tambor que vibra, al sentir esta pasión;
que palpita en mis sienes, en un momento de inspiración...
Protector de humanos
Prometeo protector de humanos, osado dios
encadenado. Por robar el fuego,
a dioses paganos, el señor del trueno, Zeus,
le ha castigado.
Llamas doradas, encantador regalo.
Del oscurantismo nos ha librado…
¡Qué alto precio el Titán ha pagado!
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Gracias al fuego se erigieron imperios,
al forjar el acero que civilizó a los pueblos.
Ingratos mortales, con el olvidado han pagado.
A su gran benefactor, a un amigo cercano.
Que digan
Que digan que fue poeta,
que escribió versos de amor en primavera,
que fue un soñador de alma buena…
Que declamó sus versos en luna llena.
Que digan que amó y fue amado,
que fue un bohemio enamorado,
que entregó todo sin pedir nada a cambio…
Que hizo feliz al mundo con sus poemas.
Que digan todo lo bueno y lo malo.
Después de todo, fue tan sólo humano…
Que vivió eternamente enamorado.
Que no callen las voces, que reciten sus poemas.
Que el silencio no mate sus creaciones terrenas.
Que digan que en algún lugar del mundo hubo una vez un poeta…
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Ave negra
Un ave muy negra, de infausta apariencia, presagió
el tormento de una esencia en pena. De cuerpo desgarbado, que la parca
espera;
que le acoja en su seno, que lo libere de su atadura terrena.
Fue una mañana, de brisa serena, cuando escuchó decir algo que
estremeció sus venas. – Hoy debo llevarte, entre mis alas negras. A un
lugar sombrío donde sólo
las almas entran. – Fueron las palabras del ave mal agüera.
Efectivamente, el ave fue sincera. En el manto de la muerte encontró la
vida
eterna; aquella alma apesadumbrada había roto sus cadenas… Y, junto al
ave negra,
partió con el alba y despejó sus miserias.
Salto al vacío
Cuando me diste el sí, saltamos al abismo.
Nos arriesgamos; sin saber que pasaría, que
sorpresas nos destinaba la vida.
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Y, aunque saltamos con paracaídas, nunca se sabe. Pero,
tomamos un riesgo, que tarde o temprano se ha de tomar para alcanzar la
felicidad plena… Después de todo: no se puede alcanzar las estrellas
sin antes saltar al vacío.
Inspiración perdida
Gran tristeza siente el alma cuando se va la inspiración. Amargura
y silencio cuando calla el corazón.
¡Ay de mi!, estoy solo, hoy perdí un gran amor.
No hay poemas, no existen versos, que me alivien este dolor.
¡Vuelve a mí, mi dulce amada! Vuelve a mí - ¡por favor!
Si no estás no existen versos; sin ti, vida mía, se esfumó la ilusión.
Pandemónium
Una noche oscura, donde no hubo luna,
salieron a pasear las horribles brujas.
En el místico castillo un vampiro esperaba,
que llegaran las malvadas a la fiesta programada.
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Y, allí en el pandemónium todos se encontraban;
incluidos hombres lobos y espeluznantes alimañas.
A la media noche un sonido se escuchaba,
eran los fantasmas que de sus tumbas regresaban.
Y, en mi cuarto, aterrado, desde lejos observaba
como aquellos seres se divertían y bailaban.
Pero, no me crean mucho, pues, no estuve despierto;
hombres lobos y vampiros pertenecen a un mal sueño.
Dicen
Dicen que “recordar es vivir”, pero, quien se sume en el recuerdo y
se olvida de existir vivirá sólo en un sueño que se repetirá hasta morir.
El rey y el matemático
En un lejano reino de oriente, un rey quiso vivir eternamente.
Preocupado, por saber cuánto viviría, consultó doctos en medicina.
- ¿Qué debo hacer para vivir por siempre? – Preguntó el monarca
a su más sabio sirviente.
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- Mi señor, lamento no ser complaciente. – Dijo el galeno sin dar
aliciente.
- ¡Por tu gran osadía y no servirme de nada, serás ejecutado muy
temprano en la mañana! – Decretó el rey, y su palabra fue ley.
Muchos años pasaron, no lo había alcanzado, el rey desistió de su sueño
dorado. Y, conociendo la amargura, del monarca la pena, un prisionero
clamó
por dar respuesta al problema.
- No hay hombre que perdure más allá de su tiempo, pero puedo hacer
que, al monarca, lo recuerden por siempre. Eso si me conceden el indulto
permanente. – Expresó el prisionero, un matemático encarcelado; por un
amor que una vez había anhelado.
- ¡Guardias!, ejecútenlo ahora. A este embustero que se burla del rey. –
Dijo el carcelero que se negaba a creer.
- ¡No me burlo, centinela! Le digo la verdad y si me lleva ante el rey se
lo he de demostrar, un presente le daré que le ha de gustar y si me
equivoco con mi vida tendré que pagar.
- ¡Un trato justo, me parece! – Expresó el carcelero siendo complaciente.
El prisionero ante el rey, le mostró un teorema que llamaría en su honor
de indultar la condena.
- ¡Maravilla, maravilla! – Exclamó el soberano, al conocer el teorema
que el prisionero le había dado. – Sin lugar a dudas, mi nombre vivirá
por siempre. – Indicó el rey muy entusiasmado y al prisionero liberó,
pues ese fue el trato.
El teorema del rey aún se recuerda, pero también el nombre de aquél que
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resolvió el problema, pues después de todo de tras de un gran teorema
siempre hay un gran matemático. El rey murió, no sin antes cumplir su
sueño. Mientras, el matemático vivió y fue feliz más allá de las rejas del
reino.
Para alcanzar su amor
Así como un árbol se despoja de sus hojas secas en otoño
para poder embellecer la primavera con sus flores, así me despojaré
de las dudas que me impiden alcanzar su amor.
Eso dicen
Dicen que “de poetas y locos todos tenemos un poco”. Será algo de
locos, pues,
de ser todos poetas el mundo sería otro.
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Al amanecer
Y, al amanecer, después de su partida, el Sol volverá a brillar… pero,
mi corazón ya nunca, ya nunca, podrá volver amar.
Un poeta (pensamiento)
Un poeta que no escribe versos de amor es como
un pájaro que no canta al amanecer.
Vida frágil
La vida es frágil y pronto se va, por eso
te ofrezco mi amor y amistad.
De nada nos sirve tanto pelear, la vida es
una y no vuelve más.
No somos felices si elegimos odiar, por eso es
de sabios saber perdonar.
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Por tus besos
No pretendo con mi pluma alcanzar el cielo de inmortales.
No he buscado con mi prosa complacer caprichos que son banales.
Mas he tratado con anhelo ser el dueño de tu amor; por tus besos soy
poeta, por
tu cuerpo un soñador.
Amada tierra
Pies descalzos sobre arena, piel bronceada por el Sol;
sintiendo el calor de esta tierra, que
baña el mar, que besa el Sol.
Aire fresco en primavera; sabor a caña, tierra
de amor; montañas altas, verdes praderas, donde
los ríos ovacionan la creación.
¡Qué linda tierra, amada tierra! Tierra de fuego,
tierra de son; de hermosas playas y gente bella,
qué más le puedo pedir a Dios.
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Cantos de amores
Cantos de amores se escuchan en las praderas,
cuando los ruiseñores, con sus melodiosos silbidos,
nos desvelan.
Alegre ruiseñor que canta en el bosque, trinando
su canción que con el viento
hace acorde.
Canta, canta, en la alborada, mi alegre ruiseñor.
Trina, trina, en las montañas, con tu canto
que es amor.
Silba, silba, pajarito, melodioso ruiseñor.
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José Acevedo Jiménez, nació en la ciudad de La Vega, Rep. Dominicana,
veinticuatro años después de la muerte del poeta alemán Hans Carossa.
Es el mayor de los hijos del Sr. José Acevedo y la Sra. Mercedes María
Jiménez. Sus progenitores ejercieron la docencia por más de 15 años. Su
madre, fue la primera profesora graduada, en ciencias matemáticas, del pueblo
donde Acevedo Jiménez dio sus primeros pasos, El Santo Cerro. En dicho
lugar inició sus estudios primarios en el colegio oficial Nuestras Sra. de las
Mercedes hasta cursar el cuarto año.
A los 8 años de edad se muda junto a sus padres a la ciudad de Santiago de los
Caballeros. Después de permanecer un año en aquella ciudad, retorna al Santo
Cerro; allí vive, durante tres años, en casa de sus abuelos maternos. Luego
regresa a Santiago, ciudad donde se radica de forma permanente.
En 1994 cursa sus estudios secundarios en el liceo Ulises Francisco Espaillat
(UFE) y cinco años más tarde ingresa a la Universidad Tecnológica de
Santiago (UTESA) donde obtiene el título de ingeniero en electrónica.
En el 2010, Acevedo Jiménez contrae nupcias con la Sra. Danilka Hernández.
Fruto de esta unión nacieron sus hijas: Shirley Idhalina y Sherlyn Adele.
En su adolescencia el joven Acevedo Jiménez se interesó por la escritura,
desde entonces ha mantenido viva su pasión que combina con su afición por
los números, de ahí que gran parte de sus poemas y escritos tratan sobre temas
relacionados con las matemáticas.
Entre sus escritos se encuentran: El marfil, Juicio al números cero, Yugo de
bueyes, La pared azul cielo, Regalo de navidad: una larga espera, Mi maestra
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y la genial idea de Babbage, Mi maestra y el polaco que destronó la Tierra,
Esmeralda en el jardín de la fantasía, entre muchos otros.