3. ¿Cómo actuar?
Con mucha frecuencia, los padres se sienten incapaces para actuar acertadamente
con respecto a la educación y el comportamiento de sus hijos, y se preguntan: ¿Tengo
que hacer esto o aquello, o es mejor no hacer nada? ¿Qué debo prohibir y qué puedo
tolerar? ¿Cuándo es conveniente algo, y por cuánto tiempo? En fin, que la serie de
dudas e interrogantes que los padres se formulan es tan extensa como su interés por
ofrecer a sus hijos una educación que los lleve al éxito y a la felicidad.
Bien, pero, ¿a quién recurrir? No es lógico pensar en padres que tengan a un terapeuta
de cabecera que esté a su disposición para aclarar todas sus dudas y contestar todas
sus preguntas.
¿Entonces? La respuesta está en alguien que conoce a su hijo tanto como usted, y a
veces mucho mejor: el profesor. Además, hay que recordar que, en muchos casos, los
chicos muestran un determinado comportamiento en casa y otro muy diferente en la
escuela.
Un maestro bien preparado, con sensibilidad y sufciente amor por su profesión, estará
en condiciones de orientarlo y de proponele la o las soluciones más convenientes para
tratar, juntos, de encausar debidamente a su hijo.
639
4. ¿Cómo actuar?
LA TELEVISIÓN
— Profesor, mi hijo quiere estar mirando la televisión todo el tiempo. ¿Qué tanto puede
perjudicarle? ¿No sería mejor prohibirle que la vea?
— Yo diría que ni mucho ni nada. Si es mucha televisión no podrá realizar otras
actividades importantes y necesarias para su desarrollo, y si es nada, estará privándolo
de un magnífico medio educativo. La televisión, en sí, es un invento maravilloso pero,
con respecto a los chicos, esas mentes que aún están en el proceso de formación, hay
que tener mucho cuidado tanto con el contenido de los programas como con el
tiempo que ésta permanece encendida. Con respecto a los programas, es necesario
determinar cuáles son convenientes, cuáles pueden tolerarse y cuáles son
decididamente perniciosos.
— Pero, ¿cómo le hago para saberlo?
— Hay varios medios; por ejemplo, compre o suscríbase a alguna revista que publique
toda la programación de los diferentes canales, incluida la clasificación de películas y
programas; consulte con personas dignas de confianza que tengan hijos de la misma
edad que el suyo y, en fin, usted mismo o su pareja, al ver la televisión, usarán su criterio
para determinar qué tan aceptables son o no los programas que suele ver su hijo.
— ¿Y qué hay con los noticieros?
— Los chicos no se interesan mucho en ellos, y qué bueno porque, ¿para qué quieren
ver noticias sobre violencia, corrupción y guerras?
— Bien, ¿y cuánto tiempo
puede ver la televisión?
— Considero que dos horas
diarias como máximo,
siempre y cuando haya
terminado sus tareas
escolares y domésticas.
640
5. ¿Cómo actuar?
LA MUERTE
— Profesor, fíjese que la mamá de mi esposa está muy grave en el hospital, y los médicos
predicen un fallecimiento inminente. ¿Cómo manejar el tema de la muerte con mi hijo?
— Antes que nada, debemos saber qué significa la muerte para un niño. Cuando es
muy pequeño, de tres años o menos, no es capaz de captar el concepto “muerte”, y lo
sustituye por el de abandono. A este respecto usted podrá decirle que hay un lugar
—el cielo, por ejemplo— desde el cual, quien se ha ido, un pariente, un amigo o incluso
una mascota, sigue y seguirá queriéndonos. Entre los tres y los nueve años poco a poco
va captando que la muerte es algo definitivo, de la que no hay retorno, y entonces con
la muerte de algún ser querido le asalta el temor no de morir, sino de quedarse solo. Es
entonces cuando, casi invariablemente, viene una pregunta: “¿Por qué?”
— En efecto, ¿qué decirle a un niño cuando pregunta por qué muere la gente?
— ¿Lo sabe usted?
— ¿...?
— No se preocupe. Yo tampoco; sin embargo, podemos decir que alguien
murió porque estaba enfermo de esto o de lo otro, o a consecuencia de
algún accidente, pero, ¿por qué? Simplemente porque se cumplió un ciclo;
a veces largo, a veces muy corto, pero un ciclo al fin y al cabo.
— De acuerdo; pero, ¿qué o quién determina ese ciclo?
— Bueno, contestar a esa pregunta sería meternos en
honduras, y no creo que su hijo la haga.
— ¿Y si la hace?
— En ese caso, tanto usted como su pareja deberán
responderle de acuerdo con su religión, sus creencias o su cultura.
— Y dígame, profesor, ¿es conveniente que el niño asista a un funeral?
— A este respecto, hay psicólogos que lo recomiendan a partir de los cinco años de
edad, supuestamente porque así comprenderán mejor el ciclo de la vida; sin embargo,
yo considero que los niños, cualquiera que sea su edad, no tienen por qué asistir a esos
eventos. El dolor y las lágrimas no les harán ningún bien.
641
6. ¿Cómo actuar?
LA COMUNICACIÓN
— Profesor, cada vez está habiendo menos comunicación entre mi hijo y yo; si, por
ejemplo, le pregunto cómo le fue hoy, me dice que bien y levanta los hombros; si quiero
saber qué hizo en la escuela, me contesta que lo de siempre, y se mete en su cuarto.
Qué puedo hacer para que mi hijo me comunique sus cosas?
— Para empezar, sería conveniente que recordáramos los cuatro elementos
indispensables para una comunicación productiva:
confianza,
aceptación,
comprensión, e
interés.
— Pero, ¿cómo se logra eso?
— La confianza que su hijo tenga hacia usted
no puede darse de la noche a la mañana, ni
porque usted así lo decida. La confianza de
su hijo es algo que usted, como padre, debe ir
ganándose poco a poco.
— Bien, ¿y qué debo hacer?
— Yo pensaría mejor en lo que no debe hacer. Reflexionemos. ¿Por qué su hijo se
muestra tan poco comunicativo? Sencillamente porque ha aprendido que casi
cualquier cosa que él diga será motivo de críticas, reconvenciones o desacuerdos por
parte de usted. Por eso contesta con inofensivos y ambiguos monosílabos que no lo
comprometen. En pocas palabras: su hijo no le tiene confianza..., y tiene razón.
— Bueno, esto en cuanto a la confianza, ¿y qué hay con respecto a la aceptación?
— Aceptar es escuchar sin juzgar. Es asombrosa la rapidez con la que algunos padres
emiten su punto de vista ante cualquier opinión, comentario o parecer de sus hijos, por
eso es aconsejable que usted reprima sus juicios, observaciones y consejos.
— ¿Está pidiéndome que no le diga a mi hijo lo que está bien y lo que está mal?
642
7. ¿Cómo actuar?
— De ninguna manera. Usted, como padre, debe guiarlo, pero en el momento
adecuado. Cuando su hijo le comente algo que a usted le parezca inconveniente,
hágaselo saber, pero deje pasar unas horas o incluso algunos días, y elija una ocasión
en la que puedan conversar a solas.
— ¿Y si es algo urgente?
— A menos de que se trate de un problema que no le permita perder ni un segundo,
todo lo demás que su hijo le confíe puede esperar. Así que espere. Si usted escucha sin
juzgar, su hijo irá sintiéndose más aceptado, y crecerá la comunicación entre ambos.
— ¿Y qué hay con la comprensión?
— Éste es el tercer punto de la comunicación. Para que usted comprenda mejor a su
hijo, simplemente póngase en sus zapatos y recuerde cómo pensaba y qué sentía a
esa edad. Comprender es apoyar, y si usted realmente apoya a su hijo, él se sentirá más
fuerte, más confiado y más seguro, tanto de usted como de sí mismo. Comprender a su
hijo no necesariamente significa estar de acuerdo con él, pero sí escucharlo, y
escucharlo con cuidado, lo que nos lleva al último punto de la comunicación: el
interés. Muéstrese interesado por lo que su hijo está compartiendo con usted, pero
interesado de veras; de lo contrario su hijo lo notará y comprenderá que usted está
fingiendo. Escúchelo y evite darle consejos. Recuerde que un consejo no solicitado es
un consejo mal recibido. Claro, hay sus excepciones cuando, por ejemplo, existe el
riesgo de consecuencias lamentables. En resumen, que sus preguntas no sean tan
abstractas: “¿Cómo te fue hoy?”,“¿qué tal el colegio?”,“¿has aprendido mucho?”.
Cámbielas por algo más concreto: “¿Quién es el más exigente de tus maestros?”,“¿a
qué jugaste hoy en el recreo?”,“¿quiénes de tus compañeros son realmente tus
amigos?” Si su hijo es parco en contestar, no trate de sacarle las palabras con tirabuzón
y déjelo para otro día.
643
8. ¿Cómo actuar?
LA PERFECCIÓN
— Profesor, como todos los padres, yo deseo lo mejor para mis hijos, pero a veces me
deprimo porque siento que no soy un padre perfecto. ¿Cómo puedo llegar a serlo?
— Lo primero que necesita es olvidarse de que quiere ser un padre perfecto, ya que el
padre perfecto no existe. ¿Por qué?, sencillamente porque cuando usted estudió no
había —ni hay— una asignatura que le enseñara a ser un padre perfecto; vamos, ni
siquiera a ser un padre, punto. Por otra parte, hay muchos libros que tratan sobre cómo
educar más adecuadamente a los hijos, pero no
hay ninguno que se llame algo así como Sea
un padre perfecto en 10 fáciles lecciones.
— En efecto, pero, ¿por qué?
— Porque nadie puede ofrecerle algo que
no existe, por lo menos acá, en este mundo
temporal. Una vez aceptada esta realidad, le
será más fácil hacerse a la idea de que usted es
un ser humano y, como tal, tiene virtudes, pero
también defectos. Con esta convicción, alégrese por
sus virtudes e increméntelas, y corrija sus defectos y
elimínelos.
— Entonces, ¿no puedo ser un padre perfecto?
— Confórmese con ser un buen padre... que ya es
mucho.
— Debo confesarle que tengo mis defectos, y eso hace
que me sienta culpable.
— Si usted tiene defectos, es algo negativo, pero si
además se siente culpable por ello, es doblemente
negativo. No somos perfectos. Acepte esta verdad y así le será más
sencillo aceptarse a usted mismo y aceptar más plenamente a sus hijos.
644
9. ¿Cómo actuar?
EL EXCESO DE AYUDA
— Profesor, estoy preocupado porque mi hijo no es muy independiente para su edad...,
como que no tiene confianza en sí mismo.
— Vamos a ver, ¿usted ayuda a su hijo a hacer las cosas?
— Por supuesto que sí.
—¿Y le permite hacer cosas por sí mismo?
— Bueno, no todo, porque lo siento muy inmaduro.
— Ahí está el problema. Usted necesita tener
más confianza en las posibilidades de su hijo.
Dele la oportunidad de que aprenda por sí
mismo.
— ¿Y si no hace bien las cosas?
— Al principio no las hará bien porque
usted se ha ocupado de hacérselas:
pero, además, ¿qué pasa si, por ejemplo,
se abotona mal el suéter?, ¿se abrirá por
ello la tierra y nos tragará a todos? No,
¿verdad? Déjelo con el suéter mal
abotonado y, por favor, no se lo abotone
bien.
— ¿Por qué?
— Porque tal acción implicaría su desaprobación, y de manera implícita estaría
diciéndole: “No eres lo suficientemente listo ni para abrocharte bien el suéter. Tengo
que hacerlo todo por ti”.
— ¡Yo nunca le diría eso a mi hijo!
645
10. ¿Cómo actuar?
— Estoy seguro que no; pero su actitud se encargaría de hacerlo. Insisto, hágale sentir
que usted confía en él. Comprenda que en su hijo, al igual de que en todo ser
humano, está presente el deseo de independencia. Permítale que exprese esa
independencia y verá cómo, en poco tiempo, adquirirá la confianza
necesaria en sí mismo para hacer las cosas. Y hacerlas bien.
— Otra pregunta, profesor; yo siempre ayudo a mi hijo con sus tareas. ¿También está
mal?
— Es lo mismo que con los botones del suéter. Las tareas escolares son responsabilidad
de su hijo, no de usted. Si siempre le ayuda, estará impidiéndole que aprenda por sí
mismo y usted se verá obligado a hacerle los trabajos aun cuando esté en la facultad.
— Eso quiere decir que nunca debo ayudarlo?
— Yo no dije tal cosa. Ayúdelo, pero siempre y cuando él solicite esa ayuda. Si no es así,
déjelo tranquilo.
— ¿Y si entrega mal el trabajo?
— Ya se encargarán en la escuela de hacérselo saber.
646
11. ¿Cómo actuar?
LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS
— Profesor, tengo dos hijos, un niño y una niña. Sé que son diferentes, pero quisiera
saber más acerca de estas diferencias y cómo manejarlas en su educación.
— En efecto, niños y niñas son diferentes. Además de los atributos biológicos propios de
su sexo, son distintos en la forma como manejan la comunicación y la capacidad para
relacionarse. Por ejemplo, cuando un grupo de niños se reúne para jugar, determina
ciertas reglas que hay que seguir, y si alguno no respeta esas reglas, es eliminado del
grupo. En sus juegos, las niñas también establecen reglas, pero si hay una que no las
siga, el juego se interrumpe para proponer nuevas reglas, y todas continúan jugando.
— ¡Qué curioso! Y esto, ¿qué significa?
— Significa que los niños son más estrictos en cuanto al cumplimiento de las reglas; en
cambio, las niñas prefieren seguir en contacto con el grupo, aunque las reglas no se
respeten. Así, cuando los niños llegan a ser adultos, preferirán ser eficientes y cumplir
con los lineamientos establecidos; y las niñas, convertidas en mujeres, darán
preferencia a las relaciones interpersonales.
— ¿Y siempre es así?
— La conducta humana no es como las matemáticas, en las que dos más dos siempre
son cuatro. Para empezar, nadie es cien por ciento masculino o femenino. Los hombres,
en su masculinidad, tienen atributos femeninos, y las mujeres presentan cualidades
masculinas. Por ello hay que evitar los estereotipos.
647
12. ¿Cómo actuar?
— ¿Y qué me dice con respecto a los juguetes para niños y para niñas? A este
respecto, es común que los niños jueguen con armas y cochecitos que les ayudan a
tener su cuerpo en movimiento. Los juguetes de las niñas, como muñecas o
implementos de cocina, son más pasivos que activos, y con ellos imitan las acciones
maternas; sin embargo, ésta es una generalidad, no una regla estricta, por eso
debemos evitar el poner límites y permitir que cada niño o niña juegue como mejor
se sienta, porque si imponemos roles preconcebidos, estaremos encasillando a nuestros
hijos a que se comporten como nosotros desearíamos que se comportaran y no como
a ellos les gustaría.
— Otra cosa, ¿los niños se comunican igual que las niñas?
— Interesante pregunta. No hace
mucho se llevó a cabo un
experimento en el que se utilizó una
barrera de plástico que delimitaba
un determinado espacio; dentro del
mismo estaba un bebé varón y, tras la
barrera, su madre. Al verla, el bebé
gateó hacia ella y trató de trepar
por la barrera. Cuando el pequeño
fue sustituido por una niña, ésta se
limitó a llorar y a llamar a su mamá,
pero no se movió.
El experimento continuó con varios niños y niñas, y sus conductas fueron las mismas que
la de los dos primeros casos. Esto quiere decir que los niños prefieren comunicarse
físicamente, mientras que las niñas eligen la comunicación verbal. El experimento que
acabo de describirle nos permite comprender mejor las necesidades de nuestros hijos
aunque, una vez más, le recuerdo que la educación no es una ciencia exacta.
— Pero, volviendo al tema de los juguetes, yo quiero que mi hijo sea muy masculino y mi
hija muy femenina.
— Lo entiendo, pero no comparto su idea. En esta caso, lo que mejor funciona es tratar
a los chicos no como niño o niña, sino como individuos. De esta forma evitará que sus
hijos se comporten de acuerdo con los deseos de usted. Permítales que se desarrollen
de acuerdo con sus gustos e inclinaciones.
648
13. ¿Cómo actuar?
LA HOMOSEXUALIDAD
— ¿Y qué tal si se inclinan por alguien de su mismo sexo? Me siento aterrado al sólo
pensarlo.
— Bien, pues hablemos ahora acerca de la homosexualidad. Antes que
nada, ¿qué la provoca?, ¿es un problema genético o de educación?
— Eso. ¿El homosexual nace o se hace?
— Hasta ahora, médico y psicólogos no han podido dar una
respuesta categórica con respecto a la homosexualidad. De
acuerdo con la medicina, esta tendencia podría ubicarse
en el hipotálamo; esto es, en la base del cerebro; de
acuerdo con la psicología, pudiera ser que si un padre
es rígidamente masculino y la madre extremadamente
femenina, sería factible que el chico presentara
tendencias homosexuales; pero ésta sólo son hipótesis.
— ¿Hay alguna forma de prevenir la homosexualidad?
— No; no la hay. Usted puede prohibir que su hijo o hija manifiesten de alguna manera
su homosexualidad, pero las consecuencias serían desastrosas.
— Pero un psicólogo podría curar la homosexualidad, ¿no?
— Permítame contestarle con otra pregunta: ¿A usted le gustan las mujeres?
— Bueno, sí; aunque soy un esposo fiel, admito que me gustan las mujeres.
— Lógico; y dígame, ¿cuántas sesiones de psicoterapia necesitaría para que, en lugar
de que le gustaran las mujeres prefiriera a los hombres?
— ¿...?
— De acuerdo: ningún psicólogo, ni aunque usted se pasara el resto de su vida en
sesiones de terapia, podría cambiar esta situación.
649
14. ¿Cómo actuar?
— No; no podría. Así soy y así seguiré.
— Además, no le interesa cambiar.
— Entonces, ¿con un hijo homosexual no puede hacerse nada?
— Puede hacerse mucho. Los padres de un homosexual, hombre o mujer, pueden y
deben respetarlo, aceptarlo y amarlo tal como es, sin tratar de cambiarlo; y además
ofrecerle el apoyo emocional que tanto necesita.
— Es difícil, ¿no?
— Sí, es difícil. Mire usted, hasta hace poco, la homosexualidad se consideraba una
vergüenza, un pecado que había de reprimirse y ocultar. Por fortuna, la sociedad está
abriéndose cada vez más a esta realidad; sin embargo, en muchos sectores de la
sociedad subsiste un marcado rechazo hacia esta situación. Sin ir más lejos, hoy en día
la Iglesia católica tolera la homosexualidad, pero prohíbe terminantemente las
relaciones homosexuales.
— De acuerdo con la Iglesia, ¿qué puede hacer un homosexual?
— Aguantarse.
— ¿No le parece injusto?
— Justo o injusto, no es mi papel juzgarlo, aunque
acepto que si un homosexual se ve obligado a
cumplir con este precepto, está negándose a sí
mismo. No es posible ocultar el Sol con un dedo. La
homosexualidad es un hecho de la vida y, como tal,
tenemos que aceptarlo.
— ¿Cómo saber si alguien manifiesta tendencias homosexuales?
— Los síntomas en un chico son una sensibilidad femenina y un amaneramiento en su
voz y en sus actitudes; en una chica, su preferencia por actividades masculinas aunada
al desaliño y a la falta de coquetería. Pero ésta no es una regla inflexible, ya que hay
hombres muy masculinos y mujeres muy femeninas que, no obstante, son homosexuales.
650
15. ¿Cómo actuar?
— Al hijo de un vecino lo sorprendieron en la escuela besándose con otro niño. Esto es
homosexualidad, no?
— Puede serlo, pero no necesariamente.
— ¿Cómo es eso?
— Hay experiencias homosexuales que se suscitan por curiosidad, por necesidad de
afecto o a causa de una libido precoz, por eso es muy importante diferenciar los actos
homosexuales de la homosexualidad misma.
LA DISLEXIA
— Estoy a sus órdenes, profesor, ¿para qué me mandó llamar?
— Para hablar con usted acerca de un problema que presenta su hijo.
— ¡Ah, caray! No me asuste.
— No es algo por lo que deba asustarse. Dígame, ¿ha notado que el chico tiene
dificultad para leer?
— En efecto. Es más; pienso que, para su edad, tendría que hacerlo mejor. ¿No será un
niño de lento aprendizaje?
— Desde luego que no. Su hijo es inteligente, pero presenta una disfunción que se
conoce como dislexia.
— Ya había escuchado esa palabra, pero, ¿qué significa en realidad?
— Hay padres que califican ambiguamente con la palabra dislexia
cualquier problema de aprendizaje; sin embargo, la dislexia es
algo muy específico: consiste en una dificultad para
entender correctamente las palabras escritas.
— ¿Debo entender que no es culpa del niño?
651
16. ¿Cómo actuar?
— Exactamente, ya que no se trata de falta de motivación por parte del chico ni de
que los padres no le presten suficiente atención, no es la manifestación de desajustes
emocionales y tampoco debe atribuirse a pereza, falta de interés o desgano. Los
problemas que acabo de mencionarle pueden ser la causa de una lectura deficiente,
pero no de la dislexia.
— ¿Y hay muchos niños con este problema?
— Más o menos quince de cada cien alumnos presentan
problemas de aprendizaje, mientras que los disléxicos son
únicamente el cuatro por ciento.
— Y mi hijo está dentro de ese cuatro por ciento.
— Así es.
— Pero la dislexia también se presenta en la escritura,
¿verdad?
— Desde luego, porque la dificultad para leer hace que el alumno escriba mal. Es muy
común, por ejemplo, que los disléxicos cambien la "b" por la "d" y la "p" por la "q"; de
igual manera, tendrán problemas con las sílabas compuestas.
— Y dígame, ¿dónde se origina la dislexia?
— Se sabe que en el cerebro, pero se ignora en qué parte del cerebro se sitúa. Ahora
bien, en la mayoría de los casos, la dislexia es hereditaria, o sea que si alguno de los
padres es disléxico, cabe la posibilidad de que su hijo también lo sea.
— ¿Cuáles son las consecuencias de la dislexia?
— Para empezar, gran dificultad en el momento de articular la palabra escrita y
convertirla en una idea coherente, además de una dificultad visual para establecer el
orden correcto de las letras y las palabras. También hay casos en los que un disléxico, al
escuchar una palabra, omita algunos de los sonidos o los cambie por otros, con lo que
percibirá una palabra muy distinta.
— Además de la herencia, ¿hay otros factores que originen la dislexia?
652
17. ¿Cómo actuar?
— Sí, los hay; por ejemplo, cuando la madre, durante el embarazo, utiliza ciertos
medicamentos no recetados por el ginecólogo, o que perjudique neurológicamente al
feto con alcohol, drogas o nicotina; y, en el momento de nacer el bebé, una
oxigenación deficiente o el empleo inadecuado del fórceps.
— ¿Cómo puede determinarse si un niño es disléxico?
— Hay una serie de indicadores, por ejemplo:
dificultad para saber cómo se llaman exactamente las letras, dificultad para
aprender el nombre de los colores,
cambiar el orden de las letras al leer o escribir una palabra, como “tapelo” en
lugar de pelota”, o “metasa” en vez de “maceta”,
alterar el orden de los números en cantidades de dos dígitos o más,
saltarse renglones, dificultad al momento de deletrear, y
dificultad de coordinación, como abotonarse mal el suéter o no
saber atarse las cintas de los zapatos.
— ¿Todos estos ejemplos son signos de dislexia?
— Aisladamente, no; pero la suma de todos,
o de casi todos,nos estará indicando la
presencia del problema.
— ¿Es curable la dislexia?
— Si se detecta a tiempo y se toman las
medidas necesarias, existe la posibilidad
de que desaparezca.
— ¿Cuáles son las medidas que debo tomar?
— Llevar al chico con un especialista en problemas de lenguaje o inscribirlo en una
institución, oficial o particular, que incluya algún programa especializado en el
tratamiento de la dislexia. Ahora, en cuanto a lo que pueden hacer tanto usted como
su pareja, es no impacientarse con el chico ni forzarlo, sino comprenderlo y apoyarlo
con todo el amor que sean capaces de ofrecerle.
653
18. ¿Cómo actuar?
LA VÍCTIMA DEL BRAVUCÓN
— Profesor, hay un niño que molesta constantemente a un sobrino mío que está en otra
escuela. ¿Usted cree que el padre deba intervenir?
— Antes de contestar con un sí o un no, sería conveniente que examináramos más a
fondo el problema. Es raro el colegio que no cuente, por lo menos, con un bravucón, el
cual suele rodearse de otros chicos que celebran sus chistes y sus valentonadas, y que
corean las burlas dirigidas a los niños que no forman parte de su pandilla. El abusivo se
ensaña apoyándose en algún defecto o diferencia de su víctima, y lo molesta con
apodos hirientes como “Garrochón”, si es muy alto; “Tapón de alberca”, si es bajo;
“Lombriz de agua puerca”, si es muy delgado; “Cuatro ojos”, si usa lentes; o “Barril sin
fondo”, si es obeso. En fin, que cualquier particularidad es fuente inagotable para sus
agresiones.
— ¿Pero cuál es la razón de su comportamiento?
— La razón consciente es su deseo de dominar
apoyándose en el temor de su víctima; la razón
subconsciente es múltiple: inseguridad, debilidad y
ausencia de autoestima; por lo tanto, para que esas
deficiencias no sean descubiertas —ni por él mismo—
se pone una máscara de bravucón y perdonavidas.
— Y mientras más bravucón, más debilidad e
inseguridad estará tratando de esconder, ¿verdad?
— Por eso es muy sabio aquello de que el valiente vive hasta que el cobarde quiere;
en la inteligencia, claro está, de que en este caso el valiente sólo es un abusivo, y que
el cobarde es quien tiene la valentía de ponerle un alto a sus agresiones.
— Las acciones del bravucón pueden ser destructivas, ¿no?
— Naturalmente, sobre todo si las agresiones van más allá de lo tolerable, o si la víctima
es en extremo sensible. El abusivo, cuando excede los límites de la simple broma, puede
dañar seriamente la autoestima de su víctima y producirle heridas emocionales
permanentes muy difíciles de cicatrizar.
654
19. ¿Cómo actuar?
— ¿Qué puede hacer mi sobrino?
— Hay varios caminos:
1. No hacer caso del bravucón. Lo que éste trata de hacer es provocar una
respuesta de su víctima para apoyarse en ella y seguir molestando. Si no hay
respuesta, ya no tiene chiste molestar.
2. Distanciarse de quien lo está molestando. A veces el poner espacio de por
medio puede funcionar.
3. Enfrentarse al bravucón y decirle, con decisión y firmeza, que deje de
agredirlo.
4. Contestar la agresión hablando de otro tema, incluso, invitando al agresor a
realizar alguna actividad divertida para ambos.
5. Amenazar al bravucón con acusarlo con el maestro. Este punto tiene sus
bemoles porque, para empezar, la víctima puede quedar como chivato y
recibir más burlas por ello, con el agravante de que los maestros prefieren no
intervenir; sin embargo, la víctima puede decirle algo así como: “Profesor,
Bermúdez está burlándose de mí todo el tiempo. He procurado ignorarlo,
pero él sigue con sus agresiones. Me fui al otro patio,pero él me siguió. Le
dije que podíamos jugar a algo divertido, pero sus burlas aumentaron. Lo
amenacé con acusarlo con usted, pero me dijo que yo era un mariquita. Por
favor, profesor; si usted no me ayuda, no sé qué voy a hacer”.
6. Pero tal vez la estrategia que da mejores resultados consiste en hacerse eco
del agresor:
— ¿Qué te traes,“Lombriz de agua puerca”?... ¡Ja, ja, ja!
— Sí, ¿verdad? ¡Estoy tan flaco que hasta
parezco fideo!... ¡Ji, ji! Oye, ¿cómo le haré
para engordar?
655
20. ¿Cómo actuar?
Casi nunca falla; primero, porque se está convirtiendo la agresión en un chiste,
y después, porque se está colocando al provocador en plan de consejero, y un
consejero siempre es alguien importante, atributo del cual carece el bravucón,
así que dejará de molestar a su víctima y, ¿por qué no?, hasta puede
convertirse en su amigo.
7. En caso de que a su sobrino no le hayan funcionado las estrategias
propuestas, ha llegado el momento de que actúe el papá del chico,
hablando con el maestro o, si es preciso, con el director de la escuela.
— ¿Y qué hacer con los niños peleoneros?
— Básicamente, los chicos se pelean con palabras o con golpes.
— ¿Cuál es la diferencia?
— Si se pelean con palabras, las consecuencias no son alarmantes, pero los golpes
pueden acarrear graves problemas. Hay padres que recomiendan responder
físicamente a la agresión; sin embargo, yo no estoy de acuerdo, porque toda agresión
genera más agresión y alguno de los chicos, o ambos, pueden resultar con serias
lesiones. Por tal motivo, el maestro o el padre deben detener de inmediato el pleito,
aunque sólo sea verbal; reconvenir a los infractores con razones y
aplicarles, además, un castigo ejemplar. Ante un pedido así,
generalmente hay respuesta por parte del maestro.
656
21. ¿Cómo actuar?
LAS AMISTADES
— ¿Qué puedo hacer para que mi hijo tenga los amigos que le convienen?
— Lo primero es determinar qué es lo que usted entiende por amigos convenientes, y
después, si no está de acuerdo con ellos, tómese el tiempo necesario para observarlos
y determinar por qué está aceptando o no a determinados amigos que su hijo ha
elegido. Tenga en cuenta que el chico buscará amistades de dos tipos: las que son
similares a él, y las que difieren de su forma de pensar y actuar. Con los amigos que se
le parecen incrementará su personalidad, aumentará la confianza en sí mismo y se
sentirá seguro. Con los amigos diferentes a él, su hijo tendrá la oportunidad de conocer
distintas formas de pensar y aprenderá habilidades que ignoraba.
— ¿Y es posible que tenga los dos tipos de amigos?
— No sólo es posible, sino conveniente. Otro aspecto del
tema se presenta cuando el chico prefiere la amistad de
niños menores que él, lo cual puede indicarnos un
signo de inmadurez o de hacer sentir su
superioridad. Como quiera que sea, los amigos
constituyen una valiosa aportación que enseña
y apoya.
— ¿Qué es lo que hace que un niño elija determinados amigos?
— Es frecuente que su hijo prefiera la amistad de niños que tengan distintos valores
morales, o que pertenezcan a un diferente estrato socioeconómico o a otra religión.
Esto quiere decir que su hijo está buscando algo que no tiene en el hogar. En este
caso, investigue qué es lo que su hijo requiere, y determine si esos atributos son dignos
de integrarse a la familia.
— ¿Y cómo hacer si mi hijo se junta con amistades que no le convienen?
— Antes que nada, recuerde que los chicos cambian constantemente de amigos y
que, a la larga, esta amistad nociva desaparecerá, pero no se la prohíba, porque
entonces su hijo se aferrará más a ella. Tenga paciencia. Además, si él ha recibido
firmes valores morales en el hogar, difícilmente elegirá amistades inconvenientes.
657
22. ¿Cómo actuar?
LA FALTA DE AMISTADES
— No sé qué hacer, profesor. Mi hijo no tiene amigos y prefiere estar solo, pero pienso
que eso no es lo más conveniente para él.
— Mire usted, cuando una persona llega a la edad adulta, puede tener muchos
amigos o preferir la soledad. Eso depende de los gustos de cada quien. Los niños, por
su parte, requieren estar en sociedad con otros chicos para
desarrollarse adecuadamente, ya que buena parte de su
aprendizaje se basa en la observación y la imitación
de los demás.
— ¿Quiere decir que mi hijo es insociable?
— Así parece. Recuerde que todos, niños y adultos, formamos parte de una sociedad, y
que es precisamente esta sociedad, con sus ventajas y desventajas, la que nos hace
cooperar con nuestros semejantes y que despierta en nosotros el reto de la
competencia, atributos que deben inculcarse al niño desde los primeros años de edad.
Ahora bien, si los padres no invierten suficiente tiempo con el niño, o no le prestan la
suficiente atención, el chico puede optar por estar aislado, jugar solo y evitar el
contacto con otros muchachos. En este caso, estaremos frente a un problema de
insociabilidad.
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23. ¿Cómo actuar?
— ¿Por qué un niño es insociable?
— Porque se siente rechazado por los demás, incluyendo a sus padres. Por otro lado, el
chico insociable por lo común está triste o algo deprimido, y rechaza la idea de
integrarse con otros compañeros en actividades de grupo a pesar de que, en su
interior, está deseándolo desesperadamente.
— En este aspecto, ¿cómo puedo ayudar a mi hijo?
— A pesar de lo que acabo de decirle en cuanto a que el niño rechaza la idea de
alternar con otros compañeros, invítelo, pero no lo obligue, a participar en ciertas
actividades a las que asistan otros niños, como grupos corales, de danza o de artes
marciales. Trate de integrarlo a asociaciones como la de los Boys Scouts, o que tome un
curso de computación o de idiomas; inscríbalo en algún deporte que le permita
alternar y competir con otros niños. También puede sugerirle que invite a algún
compañero a dormir en su casa, o que sea él quien duerma en la casa de otro chico.
Puede hacer todo esto, pero lo más importante es que, tanto usted como su pareja, se
integren de una forma más presente y activa en los juegos y actividades del niño.
659
24. ¿Cómo actuar?
LAS EMOCIONES
— Creo, profesor, que mi hijo tiene problemas emocionales, y quisiera saber con
exactitud qué es un problema emocional.
— Pues, sencillamente, es un sentimiento, cualquiera que sea, que no ha podido
resolverse y que nos conduce a conductas improductivas o destructivas. Todas las
personas pueden presentar problemas emocionales, pero esta disfunción se convierte
en una situación preocupante cuando afecta nuestro comportamiento laboral, escolar
o social, y en tanto el problema se prolongue por más tiempo, irá adquiriendo mayor
magnitud con catastróficas consecuencias.
— ¿De qué forma puedo tener la seguridad de que mi hijo presenta problemas
emocionales?
— Básicamente, por la manifestación o represión de sus sentimientos, y por la manera
como se comporta.
— ¿Podría ser más específico?
— Si un niño puede manifestar abiertamente sus sentimientos, como tener miedo,
enojarse, sentirse triste o contento, nos está indicando que no tiene problemas
emocionales, ya que cuando éstos se presentan, guarda sus sentimientos para sí mismo
y no es capaz de comunicarlos, por lo que en general está triste, desanimado y muy
susceptible. Por otro lado, los indicadores de que existe un problema emocional son la
insensibilidad ante sentimientos tales como la culpa, los miedos, el enojo, el dolor
emocional o las manifestaciones de cariño. Sin embargo, el diagnóstico más preciso
proviene del propio chico, cuando presenta cambios en su conducta habitual:
Alteración del sueño. Puede dormir mucho más tiempo o padecer
insomnio. Suele tener pesadillas y prefiere refugiarse en la cama
antes que enfrentar sus obligaciones.
Come mucho o demasiado poco y engorda o
adelgaza con facilidad. Prefiere comer solo y, en lugar
de una comida nutritiva, consume alimentos chatarra.
Constantemente se enferma o tiene accidentes.
660
25. ¿Cómo actuar?
Se viste de forma poco usual y es negligente con su higiene.
Suele mostrarse deprimido, angustiado o enojado en exceso.
Es irritable y explosivo, y muestra una alarmante inclinación a mentir o a robar.
Se aparta de la familia; es retraído y solitario.
Procura faltar a la escuela y evita cumplir con sus tareas; en
consecuencia, sus calificaciones son bajas y, a menudo, reprobatorias.
Se le dificulta el aprendizaje y constantemente lo reportan por sus
problemas disciplinarios.
Por lo común se muestra descontento con todos los que lo rodean en
general y con la vida en particular.
— ¿Eso quiere decir que hay signos de disfunción emocional si un chico
presenta todos estos problemas?
— No necesitan ser todos, pero si por lo menos la mitad se manifiestan, es
imperativo que tanto usted como su pareja tomen medidas al respecto.
— ¿Como cuáles?
— Como éstas, por ejemplo:
Platique con él, pero para ello elija un sitio o un momento en el que no haya
interrupciones. Si esto no es posible en casa, propóngale: “Hijo, se me antojó un
helado. ¿Te gustaría acompañarme?” Ahora, con toda calma, comuníquele
que se siente preocupado por su comportamiento:
“He notado que últimamente te sientes culpable, y me gustaría que me dijeras
por qué. Te aseguro que aceptaré tus razones y que, cualesquiera que sean, no
voy a regañarte ni a castigarte. Puedes tener confianza en mí.
Trate de ser específico: “Oye, ¿qué es lo que ha hecho que te sientas
culpable?”
Pregúntele si hay algo que le haya parecido bien o qué lo hace sentirse
satisfecho y feliz.
Asegúrele que, si hay algo inconveniente, usted prefiere que sea el niño quien
se lo diga, en vez de saberlo por otros medios, e insista en que no habrá
represalias y que juntos podrán resolver el problema.
— Es posible que, gracias a una conversación sincera, su hijo vuelva a ser el niño de
siempre.
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26. ¿Cómo actuar?
ABUSO SEXUAL
— A través de los medios de comunicación con mucha frecuencia nos enteramos de
niños y niñas que han sufrido abuso sexual y, francamente, estoy aterrado. ¿Podría
ampliarme el tema, profesor?
— Visto en su forma general, el abuso hacia los niños puede ser psicológico, como
proferirle insultos, palabras denigrantes o, simplemente, prolongados silencios; físico,
cuando el niño recibe golpes o quemaduras, y sexual, en caso de que el infante sea
víctima de caricias obscenas o de una franca violación. Los dos primeros son
abrumadores, aunque se disfracen diciendo que “son por su bien”; no obstante, son
muy graves las secuelas que dejan en el cuerpo y, sobre todo, en la mente del niño.
Pero el tercer tipo de abuso ni siquiera puede justificarse con el pretexto de que se está
educando al chico; es la acción prepotente y arbitraria de un depravado sobre un
niño o niña indefensos, cuyas acciones dejan en el niño o niña una marca indeleble
que le atormentará toda su vida. Un desconocido puede abusar sexualmente de un
niño; pero lo más aterrador del caso es que quienes cometen con más frecuencia este
delito son miembros de la propia familia de la víctima o son personas que merecían
una absoluta confianza por parte del propio chico y de sus padres.
— ¿Cómo saber si un niño o una niña ha sido víctima de abuso sexual?
— Pregunta difícil de contestar
ya que, como cada chico
piensa, siente y reacciona de
forma diferente a los demás,
no es sencillo averiguar los
síntomas de un determinado
comportamiento. Por regla
general los niños, desde sus
primeros años, se ven
contentos y constantemente
están dando muestras de gran
actividad e insaciable
curiosidad; son amistosos y les
encantan los mimos y las
caricias.
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27. ¿Cómo actuar?
A medida que van creciendo, es comprensible que manifiesten algunos miedos, como
a la oscuridad, a determinados animales o a los fenómenos de la naturaleza, pero estos
miedos se superan y desaparecen.
— Entonces, ¿cuál es su comportamiento cuando han abusado de él?
— Hay varios indicadores, aunque éstos varían de acuerdo con la personalidad de
cada niño; sin embargo, existen algunos signos inequívocos:
Procura evadir el trato -y más aún el contacto- con sus amistades y su propia
familia.
Se vuelve introvertido y pusilánime.
Inexplicablemente rehuye a algún determinado
amigo o a un cierto miembro de la familia.
Llora con facilidad y asume una
actitud de tristeza y depresión.
Sin razón aparente se muestra
tenso, nervioso y angustiado.
Bajan notoriamente sus
calificaciones y con frecuencia
se finge enfermo para no asistir
a la escuela.
— Pero, ¿cómo saber la verdad?
— Otra cuestión difícil de responder,
porque con toda seguridad el niño
evitará tratar el tema. Si, por ejemplo,
se le pregunta cómo se siente,
responderá que bien, y si se insiste
diciéndole: “Últimamente te he sentido triste y
preocupado, ¿qué te pasa?”, él contestará: “Nada”, y se alejará de usted. El chico
preferirá ocultar el problema porque:
como sabe —o intuye— que lo ocurrido es algo malo, tiene miedo de que lo
castiguen, pues es él quien asume la culpa,
se rehúsa a acusar al victimario, porque quizá sea alguien a quien sus
padres quieren y respetan,
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28. ¿Cómo actuar?
teme que, si pone en evidencia a la persona que abusó de él, ésta
podría tomar represalias contra su familia o contra el mismo niño, y
teme ser tachado de mentiroso, y el hecho de que no le crean es
una violación a su autoestima; o sea, sufre una violación psicológica tras
una violación sexual.
— ¿Y si realmente está diciendo mentiras?
— Un niño puede mentir en casi cualquier cosa; pero es difícil, muy difícil que mienta en
algo tan delicado y perverso como es el abuso sexual; así que, por favor, créanle, y si
finalmente se descubre al abusador, sea quien sea, es imperativo cortar toda relación
con él y denunciarlo a las autoridades para que no siga causando más daño. Pero lo
más importante es la prevención. Hay que hablar con el niño antes de que ocurra una
situación tan devastadora. Hablar con el niño no una, sino varias veces, aunque seamos
repetitivos. En estos casos es mejor que sobre a que falte, y alertarlo, una y otra vez,
acerca de los peligros a que puede estar expuesto. Es necesario insistir en que nadie,
absolutamente nadie tiene por qué manosearlo ni
mucho menos tocar sus partes íntimas, y
que si esto llegara a ocurrir, lo
comunique de inmediato a sus padres.
Ellos sabrán cómo arreglar las cosas. Y
que no tema, porque siempre
contará con su comprensión, su
apoyo y su amor.
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29. ¿Cómo actuar?
LA SEXUALIDAD
— Profesor, ¿cómo y cuándo debo hablar a mi hijo acerca del sexo?
— De acuerdo con Freud, el principal motor que impulsa al comportamiento humano
es el sexo, pero hasta hoy, en los inicios del siglo XXI, sigue siendo un tema que los
padres se resisten a tratar con sus hijos, por eso me agrada que usted tenga la
intención de enfrentarlo.
— Sí; me he dado cuenta de que existe ese temor, pero, ¿por qué?
— Porque los temas sexuales continúan considerándose pecaminosos.
— Sin embargo, la actividad sexual es tan natural como comer o dormir, ¿no?
— Así es, pero en ciertos niveles sigue considerándose como algo sucio y vergonzoso.
Ahora, para contestar a su pregunta, le diré que los chicos, en su gran mayoría,
aprenden del sexo por amigos y compañeros, sólo que esta información suele ser
incompleta y muchas veces errónea, por eso es conveniente que
la educación acerca del sexo surja en el hogar.
— Sí, pero, ¿en qué momento?
— No existe una edad precisa. Las respuestas
acerca de la sexualidad deberán darse
cuando el niño las formule, en la inteligencia
de que estas respuestas deben ser precisas
y concisas, sin extenderse sobre el tema. Así,
por ejemplo, si un niño o una niña pregunta
de dónde vienen los bebés, puede
contestársele sencillamente que de la
panza de sus mamás.
— Oiga usted, pero éste es un tema en que
incluso muchos adolescentes están mal
informados, ¿verdad?
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30. ¿Cómo actuar?
— En efecto, y esto se debe a que les da pena preguntar o a que se les conteste algo
así como: “No andes pensando en esas cosas. Tú concéntrate en estudiar, y nada
más”. Afortunadamente, en la actualidad se enseña el tema de la reproducción
humana a partir del quinto grado de primaria. Es un capítulo importante de las ciencias
naturales.
— ¿Y considera usted que la educación sexual que reciben los niños en la escuela es
suficiente para cuando lleguen a la adolescencia?
— En la escuela usted puede aprender, por ejemplo, cómo es un caballo; su estructura,
sus diferentes razas y su forma de correr, no así los sentimientos que pueda albergar por
un determinado caballo. Con la educación sexual que se recibe en la escuela pasa lo
mismo: pueden aprenderse las formas, las diferencias y las funciones del aparato
reproductor, pero no el respeto, los valores, el romanticismo y el amor que debe existir
en una relación sexual armoniosa.
— Esos son los principios que deben inculcarse en el hogar, ¿verdad?
— Totalmente de acuerdo, y no sólo mediante consejos y recomendaciones sino, de
manera preponderante, con el ejemplo. Si un chico ve que sus padres se respetan, se
cuidan mutuamente y a menudo demuestran su amor con palabras, pequeños
regalos o caricias, querrá seguir esa conducta con la pareja que tenga en ese
momento o con la que tendrá eventualmente.
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31. ¿Cómo actuar?
LOS SENTIMIENTOS OCULTOS
— Ya no sé qué hacer, profesor, pero mi hijo se ha vuelto un experto en ocultar sus
sentimientos, como si estuviera sumido en un pozo del cual quiero ayudarlo a salir, pero
no se deja.
— Para empezar, hablemos de los sentimientos básicos. Éstos son, de acuerdo con los
expertos, el enojo, la tristeza, la felicidad y el temor, además de toda una gama de
sentimientos secundarios. Es indispensable que salgan a la luz, porque si se guardan
hacia el interior, en el exterior se manifestarán en un problema en el que la tensión y la
angustia estarán presentes. A un chico que oculta sus sentimientos generalmente le es
difícil utilizar las palabras para comunicarse y, en
consecuencia, va acumulando una serie de
emociones negativas que expresa comiéndose las
uñas, gritando incoherencias y peleándose por
cualquier motivo... o sin motivo.
— ¿Qué medidas me recomienda que lleve a
cabo?
— Lo más importante es establecer
comunicación con su hijo, pero como esto
no es fácil dado que el chico prefiere
quedarse callado, voy a sugerirle algunas
ideas:
Platique con él, pero a solas, y hágalo
diario, cada tercer día o una vez por
semana, con la condición de que sea
constante. Estas reuniones, siempre a la
misma hora, el mismo día y en el mismo
lugar, harán que el chico adquiera un
sentimiento de seguridad y confianza.
Evite formular preguntas abstractas como: “¿Qué tal te va en el colegio?”, o
¿cómo te sientes?”, porque su hijo responderá con un escueto: “Bien”.
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32. ¿Cómo actuar?
Sea más concreto: “Dime, ¿qué es a lo que más le tienes miedo?, o ¿cuáles
son las cosas que te hacen sentir a gusto? Quizá entonces el niño se explaye.
No lo interrumpa, ni lo critique ni lo aconseje (a menos que él se lo pida);
simplemente escúchelo con todo el interés de que sea capaz.
Si no obtiene resultados inmediatos, no se desanime y continúe con esta
estrategia cuyo objetivo es tender un puente entre los sentimientos de su hijo y
los de usted.
CONCLUSIÓN
Desde luego, no se han contestado todas las preguntas que los padres podrían
formular con respecto a la educación de sus hijos, ni se han esclarecido todas las
dudas que surgen cuando lo que queremos es que nuestros hijos sean honestos,
productivos y sobre todo felices. Sin embargo, las preguntas expuestas en este trabajo,
de acuerdo con psicólogos y pedagogos, son las interrogantes más frecuentes en la
formación de nuestros hijos.
Así pues, ¡adelante!.
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