Este documento habla sobre las relaciones ministeriales. Resalta que aunque las relaciones en el ministerio pueden ser complejas debido a las diferencias entre las personas, siguiendo el ejemplo de Dios es posible vivir en unidad. Primero, la diversidad debe ser aceptada como una bendición para aprender de los demás. Segundo, construir una relación toma tiempo y esfuerzo de todas las partes involucradas. Finalmente, los procesos deben avanzar de manera natural y no por prisa, ya que es Dios quien decide el curso de las cosas
SESION DE PERSONAL SOCIAL. La convivencia en familia 22-04-24 -.doc
Relación ministerial
1. RELACIÓN MINISTERIAL
Por Teddy Torres Navarro
Relaciones. Todos los seres humanos tenemos la habilidad –y privilegio– de
relacionarnos. Para algunos es sencillo; para otros, toma tiempo. Ante la habilidad
de interactuar, también existe la complejidad debido a la diversidad de
personalidades, de caracteres, intereses, gustos, trasfondos, etc. Así, las relaciones
que se sostienen en el “ministerio” eclesiástico no están exentas de tensiones,
altibajos y más; pero a la vez son uno de los mejores escenarios para madurar.
Este espacio comparte una realidad diaria en el ser y hacer Iglesia. Por la gracia del
Señor, tenemos una guía que nos orienta. Dice así: “… (procuremos) siempre
humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor, esforzarnos por
mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” – Efesios 4:2-3. Es
sorprendente y maravilloso leer cómo Pablo “ruega” que sus lectores –judíos y
gentiles creyentes– vivan consecuentemente como pueblo de Dios, a pesar de sus
complejas y naturales diferencias. Sin embargo en Cristo, y siguiendo el ejemplo de
Dios mencionado en 1:3-14, es posible vivir en unidad gracias al elemento unificador:
Su Espíritu.
Creo, en primer lugar, que es necesario aceptar la diversidad como una bendición
para aprender de los demás. ¿Qué sería de nosotros si fuésemos iguales? ¿Dónde
estaría lo fascinante y formativo si tuviésemos el mismo nombre, el mismo apellido,
la misma habilidad, la misma debilidad, el mismo gozo, la misma adversidad? La
diversidad no amenaza; por el contrario, enriquece. Porque puedo crecer
aprendiendo a ser como el otro, y viceversa. En la relación ministerial, el proceso es
de mutua transformación: soy transformado en la medida que el otro lo es.
En segundo lugar, toma tiempo construir una relación. Aunque al inicio se crea
compatibilidad con algunos, con otros también hay un “rechazo” natural. Y esto no
se debe a la “mala” sangre de alguien. La adaptación a una nueva realidad toma
tiempo; los ajustes aprietan al principio. Por eso, al iniciar una relación ministerial,
algunas personas se identifican más rápidamente que otras, porque tienen la
habilidad de formar relaciones, mientras que a otros les tomará más tiempo hacerlo.
La tarea, pues, de todos los involucrados es hacer su máximo esfuerzo tanto para
adaptarse como de hacer sentir en familia a los que recién llegan. Necesitamos de
tiempo para crecer y de esfuerzo para aprender. De todos.
Finalmente, dejemos que los procesos avancen con naturalidad. Una de las
características humanas es la “desesperación” por ver resultados. Estamos urgidos
por producir, por cosechar, por alcanzar, por tener, por… por jugar a ser dioses.
Creemos estar obligados a que todo funcione por dinero, por estrategia, por
“voluntad” de Dios, y nos olvidamos que es Dios quien decide el querer como el
hacer por su sola voluntad. Será en nuestra debilidad –no en nuestra fortaleza– que
Dios se glorifique. Entenderlo así, toma tiempo. ¿Cuánto? Depende de nosotros.