1. Un Velero Lectura: 2 Corintios 5:1-10 "Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor" — 2 Corintios 5:8
2. Doris, una anciana, se encontraba cerca de la muerte. Amaba al Señor y anhelaba estar con Él. La enfermera le dijo a su familia que probablemente Doris se aferraría a la vida hasta que pudiera ver a su hija, que estaba de camino para despedirse de ella. La enfermera dijo: "Es como si Doris estuviera con un pie aquí y el otro en el cielo. Ella quiere dar ese último paso pronto“. Eso me recuerda la siguiente bella descripción de la muerte hecha por Henry van Dyke: "Estoy de pie junto a la orilla del mar. Un barco a mi lado extiende sus blancas velas a la brisa matutina y se hace al mar azul. Me quedo allí y lo observo hasta que, finalmente, se ve como una diminuta nube blanca, justo donde el mar y el cielo se mezclan el uno con el otro...y justo en el instante cuando alguien a mi lado dice: '¡Mira, se fue!' hay otros ojos que lo ven venir, y otras voces listas a dar grito de alegría: '¡Ahí viene!' Y eso es la muerte“. Para los seres queridos de un creyente que muere son algo más consoladoras las palabras del apóstol Pablo: "Si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos" (2 Corintios 5:1). Podemos regocijarnos en nuestro dolor sabiendo que nuestros seres queridos que han partido ahora están presentes con el Señor (v. 8).
4. Lectura Bíblica: 2 Corintios 5 Viviendo por la fe 1 Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3 pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. 4 Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. 6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7 (porque por fe andamos, no por vista); 8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. 9 Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. 10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Reina Valera Revisada (1960). 1998 (electrónica ed.) . Sociedades Bíblicas Unidas: Miami
5. Biblia del diario vivir . 5.1-10 Pablo contrasta nuestro cuerpos terrenales («morada terrestre») y nuestra resurrección futura del cuerpo («un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos»). Pablo afirma con claridad que nuestros cuerpos mortales nos hacen gemir, pero cuando muramos no seremos espíritus sin cuerpo («seremos hallados vestidos, no desnudos»). Tendremos nuevos cuerpos que serán perfectos para nuestra vida eterna.Pablo escribió esto porque la iglesia de Corinto estaba en el corazón de la cultura griega y muchos creyentes tenían dificultad con el concepto de la resurrección del cuerpo. Los griegos no creían en la resurrección corporal. La mayoría consideraba la vida venidera como algo relacionado sólo con el alma, la persona real, presa en un cuerpo físico. Creían que al morir el alma quedaba libre, no había inmortalidad para el cuerpo, en cambio el alma entraba en un estado eterno. Pero la Biblia enseña que el cuerpo y el alma finalmente son inseparables. Pablo describe nuestros cuerpos resucitados con mayores detalles en 1 Corintios 15.46–58 . Tendremos todavía nuestras personalidades e individualidades en nuestros cuerpos resucitados, pero serán mejoradas mucho más de lo que podemos imaginar, por medio de Cristo y su obra. Las Escrituras no dan muchos detalles en relación de cómo serán nuestros cuerpos resucitados, pero lo que sí sabemos es que serán perfectos, sin enfermedades, epidemias o dolor (véanse Filipenses 3.21 ; Apocalipsis 21.4 ).