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20.11.2012 | DISCIPLINA Y CRIANZA
Testeate: 10 errores de los
padres
Los límites son las columnas del templo de la crianza. El niño se encargará de
patearlas a diario esperando ver qué tan sólidas son. ¿Qué hacés (mal) para
que tus hijos se porten bien? ¿Todo vale? Seguí leyendo y evaluate.
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1 – Dar órdenes por demás.
“Lavate los dientes”. “Ordená los juguetes”. “Ponete los zapatos”. Estas son algunas de
las indicaciones que pueden rodear a un niño. Sin embargo, especialistas indican que si
obligás a tu hijo a hacer algo, su cerebro enviará un mensaje de resistencia. “Hacer
preguntas invita al niño a pensar por sí mismo y le ayuda a sentirse más capaz, conectado
y dispuesto a cooperar”, explica Jane Nelsen, Doctor en Educación y autor de la serie de
Disciplina Positiva a iVillage. Entonces, recomienda preguntar “¿Cómo podés hacer para
que tus dientes estén limpios?” o “¿Cómo podemos hacer para disfrutar más de la
habitación?”
2 - Siempre contar hasta tres.
Son padres que quieren resultados inmediatos: “Dejás de golpear la pared a la una... A
las dos, dos y medio, dos y tres cuartos…” Pero, ¿ocurre la “magia”? ¿Los niños dejan de
portarse mal después de esa cuenta rápida? Lo cierto es que ellos les toman el tiempo a
los papás, y saben que tienen algunas chances más de continuar con su conducta. “Contar
hasta tres puede reforzar que un niño no preste atención la primera vez, sino que le da
varias oportunidades antes de que tenga que tomar medidas”, comenta Amy McCready,
especialista en crianza. “Para conseguir que hagan las cosas por ellos mismos, y no como
respuesta a nuestros enfados o amenazas, debemos demostrarles que si no hacen las
cosas, los resultados dependerán de ellos. Para enseñarlo es muy importante nuestra
actitud: sin enfados, sin chillidos, ni amenazas y, sobre todo, sin echarnos atrás y
cumpliendo lo que decís”, explica Cristina García en su libro “¿Dónde está el manual de
instrucciones? 100 consultas sobre educación infantil”.
3 - Dejar de lado la lección de aprendizaje.
“¡No hagas eso!” “¡Salí de ahí!” “¡No toques!” ¿Cuál es el valor educativo de estos
imperativos? Ninguno. En lugar de decirle “no corras en casa”, pedile “por favor, en casa
caminá, porque si no podés lastimarte”. La idea es que las indicaciones vayan
acompañadas de una explicación, para que los chicos puedan entender por qué un
comportamiento es inapropiado o peligroso y puedan aplicar otras alternativas a
situaciones diferentes.
4 - Olvidar los límites.
“Cuando se corre el límite, los chicos en lugar de amoldarse a la nueva situación buscan
modificarla nuevamente”, dice la psicopedagoga Alejandra Libenson, autora del libro
"Criando hijos, creando personas" en una nota de Clarín Mujer. ¿La clave? Apelar siempre
al diálogo: en la cena, camino al colegio, o durante el juego. Además, no hay que ver sólo
lo que hacen mal: se los tiene que reconocer y felicitar por sus aciertos. En cuanto a los
límites, tienen que ser equilibrados: no se debe permitir ni prohibir todo.
4. 5 - Abusar del “no”.
Es una labor educativa importante, pero el “no” constante termina siendo muy aburrido,
además de ineficaz. Cristina García, en su libro “¿Dónde está el manual de instrucciones?
100 consultas sobre educación infantil”, recomienda limitar el uso del “no” para
momentos necesarios de ejercer autoridad, ya que así será más atendido por los niños y
cobrará más sentido.
6 - “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.
Muchos padres no practican lo que predican: se la pasan gritando por toda la casa para
decirles a los chicos, justamente, que no griten. ¿Cómo pueden ellos aprender? “Imitar el
comportamiento de sus padres es la primera forma de aprendizaje de los niños”,
recuerda el doctor Nelsen. Por eso, si querés que los chicos no se asomen a la baranda
del balcón o no abran la heladera descalzos, empezá vos por cumplir tus reglas.
7 - Usar el soborno.
Es una técnica que puede funcionar a corto plazo, por ejemplo, para que tu hijo se porte
bien en la sala de espera del médico. Pero su principal motivación será conseguir la
recompensa, no hacer lo correcto. “El peligro es que los niños pueden convertirse en
adicto a recibir premios y elogios y no a limpiar su habitación o ir a la escuela si no
comprenden por qué lo hacen”, explica el doctor Nelsen a iVillage. La clave: cambiar el
“estoy muy orgullosa de vos” por “tenés que estar muy orgulloso de vos mismo”.
8 - Hacer los retos demasiado personales.
“Sos un mal hijo”. Esta frase claramente envía un mensaje equivocado. Así, estarías
atacando a tu hijo como persona, en lugar de marcar como inadecuado determinado
comportamiento. “A veces no es suficiente con saber que queremos a nuestros hijos,
tenemos que aprender a comunicarnos con ellos con amor, a hablar con ellos sin críticas,
sermones, castigos, amenazas y chantajes, porque esta forma de hablar (de
relacionarnos) con los niños puede producir que nos desafíen, nos ignoren o, en el peor de
los casos, seamos nosotros quienes dañemos, sin querer, su autoestima y sus
sentimientos”, comenta Cristina García en su libro “¿Dónde está el manual de
instrucciones? 100 consultas sobre educación infantil”.
9 - Jugar al policía bueno y policía malo.
“Esperá a que tu papá llegue a casa” es una amenaza bastante escuchada en las familias.
¿Esto logra que los chicos se porten bien? Cuando sientas la necesidad de consultar con tu
pareja podés decirle que, cuando él llegue a casa, discutirán la forma de manejar una
situación. Él aprenderá que ustedes, mamá y papá, son un equipo. Lo importante es que
no se genere una situación en la que uno de los padres personifica la disciplina y el otro
padre, no.
10 - No cumplir con lo que decís.
Si le decís a tu hijo que no vea televisión si no limpia su cuarto, pero luego cedés y dejás
ver su programa favorito de todos modos. Esto sólo confundirá al niño y le enviará un
doble mensaje. Sin embargo, si mantenés tu palabra él comprenderá que hablás en serio.
5. “Los límites son las columnas del templo de la crianza. El niño se encargará de patearlas
a diario esperando ver qué tan sólidas son. Sus golpes irán cambiando en estilo y fuerza
con su crecimiento, pero será constante en el intento hasta adulto. El padre es el
arquitecto del templo que se encarga de mantener en pie esas columnas para que
transiten la agresión de manera inalterable”, explica Flavia Tomaello, autora de “Qué
animales somos como padres” (Editorial Grijalbo), en una nota para Entremujeres.