1. Conducta, pensamiento y lenguaje en la Prehistoria. Behavior, thought and language in
prehistory. La Arqueología no debe limitarse al estudio del dónde y cuándo de los
hechos prehistóricos, sino que también tiene la necesidad de indagar en el cómo y
porqué de su producción. En este sentido, la interrelación entre la conducta, el
pensamiento y el lenguaje adquiere un papel fundamental.
Tras las exposiciones anteriores, teóricas y complejas de entender en todos sus aspectos,
es preciso entrar en la práctica arqueológica. Lo primero es establecer una adecuada
correlación entre los procesos evolutivos que han dado lugar a nuestro linaje y los datos
arqueológicos. Como es lógico, debe existir una plena concordancia entre los
enunciados teóricos de tales disciplinas. Sin embargo hay que preguntarse: ¿existe esta
concordancia disciplinar? Cuesta decirlo, pero no.
La teoría de la evolución de las especies iniciada por Darwin (base de toda explicación
biológica) indica que el mecanismo de producción de los cambios evolutivos se tiene
lugar por medio de las mutaciones producidas al azar, y en la acción de la selección
natural sobre estas nuevas formas morfológicas (fenotipos), favoreciendo aquellas que
presenten un mayor poder adaptativo o de supervivencia. Esta acción evolutiva sobre las
poblaciones que constituyen una especie determinada, producen pequeñas y sucesivas
alteraciones anatómicas que con el paso del tiempo originan nuevas especies con otras
características morfológicas. La evolución de la conducta se derivaría de los
consecutivos cambios anatómicos, estableciéndose una relación directa entre el cambio
anatómico y modificación conductual, quedando en el aire la matización de tal relación.
Siguiendo estas pautas, en la evolución neurológica humana todo aumento cerebral debe
justificarse con alguna mejora adaptativa, para que la selección natural pueda
promocionarlo. En general, tal concepción evolutiva ofrece numerosas ventajas, pues es
fácil de explicar, comprender y aplicar.
Sin embargo, es ampliamente admitido que la evolución de nuestro cerebro fue mucho
más rápida que la cultural, que siempre se produce tras los cambios neuroanatómicos.
La siguiente figura explica, en criterios generales de nuestro árbol evolutivo, tal
proceso.
2. Naturalmente, este ejemplo es una generalidad, por lo que hay que indicar otros con
mayor concreción. Todos conocemos que el origen de los humanos anatómicamente
moderno se produjo en África hace unos 150.000 años (según los restos paleontológicos
y los datos del ADN), lo que no significa que automáticamente o con anterioridad
existieran ventajas adaptativas que favorecieran su selección natural.
Arqueológicamente sólo se aprecian cambios culturales importantes a partir del 80.000
BP en África, mientras que en otras áreas geográficas (Próximo Oriente) ya sobre el
100.000 BP tenemos humanos modernos con la misma cultura que tenían los
Neandertales durante el Paleolítico medio (Musteriense) (Torre y Domínguez-Rodrigo,
2001), que curiosamente está menos desarrollada que la vista en Africa del Sur con las
fechas del final del mismo periodo paleolítico (Mcbreart y Brooks, 2000; Mellars,
1989).
3. El fósil de Skhül V muestra las características modernas de nuestra especie, pero su
cultura es la propia del Paleolítico medio no la del superior, que en definitiva es la que
le caracteriza y le ofrece su enorme poder adaptativo. Es difícil compaginar este
desarrollo neurológico con tan pobres avances culturales. La evolución, en sus
expresiones teóricas más tradicionales no parece que explique esta disfunción
evolutiva7conductual.
La explicación radica fundamentalmente en mayor conocimiento sobre la producción de
las mutaciones, de la genética durante el desarrollo embrionario y de los propios
procesos adaptativos que tienen lugar durante el embriogénesis. Desde luego es un
complejo mecanismo de difícil comprensión, pero si queremos comprender el
mecanismo evolutivo, hay que profundizar en los mecanismos que tienen lugar en su
producción, y aún así en conceptos generales y aún por aplicar en los particulares
cambios anatómicos que se producen en la evolución humana.
Dos son los aspectos que podemos destacar entre los mecanismos del proceso de
cambio morfológico: las heterocronías y la embriogénesis. Su estudio podemos
ampliarlo en los siguientes apartados:
Evolución y conducta (ArqueoWeb 9:1):
http://www.ucm.es/info/arqueoweb/numero9_1/conjunto9_1.htm
Conceptos evolutivos (Arqueología cognitiva):
http://usuarios.lycos.es/arivera52/evolucion.htm
De estas ideas podemos establecer una serie de características sobre la forma de
creación y desarrollo de la conducta simbólica humana:
- La evolución neurológica de nuestra especie es anterior a sus progresos conductuales y
culturales, los cuales se explican mejor dentro del concepto evolutivo de exaptación o
4. psicológico de proceso cognitivo emergente. Es decir, que la evolución no produjo tales
cambios en función de las ventajas selectivas que suponen una conducta simbólica, sino
que se produjo un aumento de las capacidades cognitivas, que por sí solas no ofrecían
en principio mejoras conductuales, pero sí ofrecían una mayor capacidad de obtención
informativa de la naturaleza, así como de su procesamiento, simbolización y
transmisión (lenguaje simbólico).
- Se necesita un tiempo para su desarrollo. Su aparición no tiene por qué ser simultánea
entre las diferentes poblaciones humanas de una misma especie, momento y lugar,
pudiendo unas avanzar en estos procesos y otras quedar estancadas, avanzar más
lentamente o desaparecer.
- Los fundamentos para que tal desarrollo cultural, cognitivo o de conducta se produzca
dependen de diversos factores: primero las capacidades cognitivas, de origen evolutivo,
que posibiliten este cambio; segundo de la existencia de un acervo cultural previo que
pueda facilitar tal desarrollo (tecnología, sociabilidad, alguna forma de lenguaje);
tercero de las necesidades sociales y ambientales del grupo, que actuarán como estímulo
o motivación consciente para superar los problemas sociales y de supervivencia del
momento.
Todo esto nos indica que la evolución confiere capacidades cognitivas, mentales o
intelectuales relacionadas estrechamente con la conducta, pero que necesitan de la
cultura (medio ambiente específico que hay que crear previamente) para que se
desarrollen.
Con estos datos vemos que el registro arqueológico y la información evolutiva
adquieren criterios de concordancia, al menos desde un punto de vista teórico, y mejor
fundamentado que la explicación tradicionalmente mantenida.
* McBrearty, S. y Brooks, A. (2000): “The revolution that wasn’t: a new interpretation
of the origin of modern human behaviour”. Journal of Human Evolution 39: 453-563. .
* MELLARS, P. A. (1989): Major issues in the emergence of modern humans. Current
Anthropology 30 (3): 349-385.
* Torre, I. de la y Domínguez-Rodrigo, M. (2001): “¿Diferencias conductuales entre
neandertales y humanos modernos?: El caso del Paleolítico medio en el Próximo
Oriente”. Trabajos de Prehistoria, 58(1): 29-50.
* Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el paleolítico.
Akal. Madrid.