2. LOS FUSILES SE LLAMABAN DE CHISPA
Su funcionamiento dependía en
esencia de un mecanismo llamado
llave de chispa. Diversos elementos
hacían posible su uso; el más
importante era la piedra de sílex o
pedernal, que cuando era golpeada
contra el acero producía chispas.
El proceso de disparo se iniciaba
cuando, al apretar el gatillo, el
pedernal era proyectado contra el
rastrillo y producía unas chispas que
inflamaban en la cazoleta el cebo de
pólvora negra, comunicando el fuego
al interior del cañón a través de un
orificio llamado oído o fogón, y
produciéndose el disparo.
3. EL FUSILERO MORDÍA EL CARTUCHO
Los fusiles y pistolas se cargaban por
la boca (avancarga), lo que hacía
necesario el uso de un cartucho de
papel, que contenía conjuntamente la
pólvora y la bala.
Para cargar, el soldado mordía el
cartucho por la parte contraria a donde
se encontraba la bala y echaba en la
cazoleta una pequeña cantidad de
pólvora negra, vertiendo el resto en el
interior del cañón. A continuación
introducía el cartucho con la bala y
seguidamente atacaba bala y cartucho
a golpe de baqueta.
Era frecuente, en el fragor del
combate, que las tropas novatas
perdieran la baqueta por olvidarse de
retirarla.
4. EN OCASIONES LOS SOLDADOS
ORINABAN POR EL CAÑÓN
Para eliminar los restos de pólvora que
obstruían los cañones de los fusiles
después de unos 50 disparos, los
soldados echaban agua caliente, y
cuando no disponían de ella, la
solución más eficaz era orinar por el
cañón.
BALAS DE FUSIL Y CÁÑÓN
Las balas de fusil eran esféricas y estaban fabricadas con plomo; su
diámetro era diferente en cada ejército: 17,4 mm para los franceses; 18,3
mm para los españoles y 19,3 mm para los británicos. Los británicos
podían disparar munición de los demás, pero los galos sólo la suya.
Algunas balas de fusil o de cañón formaban dos semiesferas encadenadas
que, al abrirse y girar en el aire, aumentaban su efecto y desarbolaban
velámenes de los barcos.
5. LOS SOLDADOS DISPARABAN JUNTOS Y A LA VEZ
La cadencia de fuego de los fusiles era inferior a
tres disparos por minuto (marca que sólo
lograba el ejército napoleónico), dependiendo
del nivel de adiestramiento de la tropa.
La precisión no era muy grande, siendo muy
difícil hacer blanco a más de 70 metros, lo que
obligaba a formaciones cerradas para concentrar
las descargas mediante el fuego conjunto
realizado hombro con hombro o en formaciones
cerradas de dos o tres filas de profundidad.
Así, una fila hacía fuego rodilla en tierra, la
segunda en pie apuntaba y la tercera cargaba.
Para ello era necesario un buen nivel de
entrenamiento.
6. ALGUNOS SOLDADOS NO LUCHABAN EN FORMACIÓN
Además de la infantería de línea, que luchaba en formación, había
elementos de infantería ligera que distinguían por su uniformidad, pero
sobre todo por los cometidos habituales de exploración y seguridad por
parejas o binomios aislados. Sus objetivos principales eran primero los
oficiales, al objeto de privar al enemigo de sus mandos; luego los
abanderados, para dejar a la unidad enemiga sin un punto de referencia y
agrupamiento en el combate; y asimismo los músicos (pífanos y tambores)
para dejar a la unidad enemiga sin medios de transmitir órdenes.
Otro cuerpo del ejército lo constituían los granaderos. Eran la élite de
todos los regimientos, hombres altos y fuertes, que permanecían en
retaguardia e iban armados con explosivos. Después de soltarlos se
integraban en el combate. Algunos además eran gastadores o zapadores,
encargados de las labores de logística para preparar campamentos o
campos de batalla, derribar puertas, destruir puentes, etc.
8. LA TÁCTICA NAPOLEÓNICA
Se iniciaba la batalla con un violento y concentrado fuego de preparación
de la artillería. Seguía la actuación de la infantería ligera: buenos tiradores
que, muy desplegados, hostigaban a las cerradas formaciones enemigas
buscando puntos débiles.
Las formaciones de infantería de línea avanzaban con el arma al brazo y
las bayonetas caladas, llenando los huecos de las bajas. Cuando se
situaban al alcance efectivo de los fusiles, se paraban y hacían fuego sobre
el enemigo. Si las líneas llegaban a alcanzarse, se cargaba a la bayoneta
sobre el enemigo.
Al menos síntoma de debilidad en el despliegue enemigo, entraban en
juego los granaderos y la caballería pesada, que destrozaban la formación
enemiga y trataban de sembrar el pánico para provocar la desbandada.
El remate sería la explotación del éxito por toda la caballería disponible.
9.
10. LA COMIDA DE LOS SOLDADOS
EN CAMPAÑA
La comida del soldado era
escasa y mala; la carne como el
pescado eran secos a base de
salazón, y el pan solía
sustituirse por una dura galleta.
Los alimentos se cocinaban de
forma colectiva para grupos de
12 hombres, que comían
directamente de la misma
marmita (cacerola). Sería
frecuente ver a una docena de
hombres tendidos en el suelo y
metiendo la cuchara en la
misma marmita.
11. LOS UNIFORMES
Los llamativos uniformes tenían
por finalidad diferenciar a los
ejércitos combatientes para no
confundirse en el combate e
intentaban producir el efecto
psicológico de impresionar al
enemigo realzando la
apariencia de un soldado que
combatía en formaciones
cerradas. El soldado debía
sentirse orgulloso de la unidad
a la que servía y el carácter
diferencial se lo proporcionaba
su uniforme.
12. LOS SOMBREROS Y LAS PLUMAS
Los penachos y plumeros o
crines de colores, en unas
prendas de cabeza
excesivamente altas, como los
gorros de piel de oso de los
granaderos de la infantería
francesa, tenían por objeto
presentar una imagen más
temible ante el enemigo y
aparentar mayor estatura. Las
llamativas charreteras
(hombreras con flecos)
ampliaban ostensiblemente el
ancho de los hombros y los
elaborados trabajos de
trenzado que llevaban las
pellizas de los húsares, hacían
que el tórax pareciese más
amplio.
13. LOS ZAPATOS Las órdenes de marcha de
Napoleón solían establecer la
Un elemento esencial para puesta a disposición del soldado
entender el sufrimiento del de tres pares de zapatos, dos de
soldado durante las marchas es repuesto en la mochila y otro para
el calzado: “botín” o “botas”, marchar, que debía ser sustituido
como se le denominaba, porque por uno nuevo a la llegada a su
el calzado militar se utilizaba destino.
indistintamente en los dos pies
para facilitar la reposición, por El ejército español, conocedor del
lo que se les recomendaba terreno y de las condiciones
cambiar periódicamente de pie. climatológicas, utilizó la clásica
alpargata de esparto, cuyo
rendimiento y comodidad eran
superiores al botín reglamentario.