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La Divina Comedia
Dante Alighieri
EL PARAÍSO
1
El Paraíso: Canto I
Philipp Veit - El Paraíso
La gloria de aquel que todo mueve
penetra el universo, y resplandece
en una parte más y en otra menos.
En el cielo que más de su luz prende
fui yo, y vi cosas que redecir
no sabe ni puede el que de allí desciende;
porque acercándose a su deseo,
nuestro intelecto se ahonda tanto,
que tras él la memoria ir no puede.
En verdad cuanto del reino santo
pudo mi mente acumular tesoro,
será ahora materia de mi canto.
¡O buen Apolo!, al último afán
hazme ser de tu valor tal vaso
como exiges para dar el laurel amado.
Hasta aquí una cumbre del Parnaso
asaz me fue; mas ahora con ambas
me es preciso entrar en la faltante arena.
Entra en mi pecho e inspira tal aliento
como cuando de Marsias arrancaste
2
de los miembros la piel.
¡Oh divina virtud! Si me otorgaras
tanto que la sombra del beato reino
signada en mi cabeza manifieste,
llegar verásme a tu amado leño,
y coronarme entonces de aquellas hojas
de las que el tema y tú me harán digno.
Si raras veces, Padre, se las coge
para triunfar ya césar o poeta,
culpa y vergüenza es del querer humano,
que parir alegría para la alegre
deífica deidad debería la fronda
penea, cuando de sí a alguien asedienta.
A pequeña chispa gran llama secunda:
quizá detrás de mí con mejor voz
se invocará para que Cirra responda.
Surge a los mortales por diversas bocas
la lucerna del mundo; mas de aquella
que cuatro cercos junta con tres cruces,
con mejor curso y con mejor estrella
de ella sale conjunta, y la mundana cera
más a su modo atempera y sella.
Formado había allá la mañana y acá la puesta
aquella boca casi, y allá era todo blanco
el hemisferio, y acá la otra parte negra,
3
cuando a Beatriz a su siniestro lado
vi volverse y mirar al Sol;
un águila así no lo miró tan fijo nunca.
Y así como el segundo royo suele
brotar del primero y rebotar asuso,
como peregrino que retornar quiere,
así su acto, por los ojos infuso
en mi fantasía, mío se hizo,
y clavé los ojos en el Sol allende nuestro uso.
Mucho es permitido allá, que aquí no se permite
a nuestras virtudes, en razón del lugar
que es propio de la humana especie.
No lo sufrí mucho, pero no tan poco
que no lo viera centellear en torno
como del fuego el hierro sale candente;
y de golpe pareció que un día a otro
se uniera, como si Aquel que puede
pusiera al cielo de otro Sol adorno.
Beatriz toda en las eternas ruedas
fijos los ojos tenía; y yo en ella
mis luces puse, de allá arriba depuestas.
En su figura me metí tan adentro,
como en el mar Glauco al gustar la hierba,
que consorte lo hizo de los demás dioses.
4
Transhumanar significar per verba
no se podría; pero el ejemplo baste
a quien vivirlo la gracia otorgue.
Si de mi sólo quedaba aquello que creaste
últimamente, ¡Oh amor que el cielo gobiernas!
tú lo sabes, que con tu luz me elevaste.
Cuando la rueda, que tú eternamente
deseado, a ella mi atención sedujo
con la armonía que tú temperas y disciernes,
mostróseme entonces tan inflamado el cielo
por la llama del Sol, como lluvia o rio
no podrían hinchar algo más un lago.
La novedad del son y la gran lumbre
por sí mismas encendieron en mí tal deseo
como nunca antes hube de sentirlo tan agudo;
y entones ella, que me veía como yo me veo,
para aquietarme el ánimo revuelto,
antes que yo lo pidiera, abrió la boca
y comenzó: Tú mismo te haces grueso
con el falso imaginar, de modo que no ves
lo que verías si mejor lo sacudieras.
No estás en la tierra, como tú crees;
no hay fulgor que huyendo de su sitio,
no corra como tú que a ella vuelves.
Si de la primera duda fui desvestido
5
por las sonrientes palabritas breves,
dentro de otra más nueva fui vestido;
y dije: Antes contento reposé
con gran asombro, mas ahora me admiro
como pueda traspasar por estos cuerpos leves.
Entonces ella, tras un pío suspiro,
los ojos dirigió a mí con el semblante
de una madre ante el delirio de su hijo,
y comenzó: Las cosas todas ellas
guardan entre sí un orden, que es la forma
que a Dios el universo hace semejante.
Aquí las nobles criaturas ven la huella
del eterno valor, que es el fin
para el que fue hecha la indicada norma.
Al orden que yo digo se inclinan
todas las criaturas, de diversas formas,
más a su principio o menos vecinas;
por donde corren a diversos puertos
por el gran mar del ser, y cada una
con el instinto conductor que le fue dado.
Uno arrastra el fuego hacia la Luna;
otro el corazón mortal motora;
otra la tierra restringe en sí y aduna;
y no sólo a las criaturas que son
sin inteligencia este arco saeta,
6
mas a las que tienen intelecto y amor.
La providencia, que todo regula,
con su luz mantiene siempre quieto al cielo,
dentro del cual está el que gira con mayor presteza
y entonces a allí, como a lugar preciso,
conduce la virtud de aquella cuerda
que, lo que dispara, a feliz blanco endereza.
Verdad es que muchas veces la forma
no se ajusta a la intención del arte,
porque a responder la materia es sorda,
así a veces de este curso se aparta
la criatura que tiene el poder
de plegarse, aunque así ordenada, a otra parte,
y, tal como verse puede caer
fuego de nube, así el ímpetu primero
a tierra baja desviado por falso placer.
No debes pues admirarte, si bien estimo,
de tu subida, más que del río que
del alto monte desciende a bajo sitio.
Maravilla sería en ti, si, de impedimento
libre, abajo te quedaras quieto,
como si a tierra se adhiriera el fuego vivo.
Entonces retorné la vista al cielo.
7
Canto II
Primer Cielo
Cielo De La Luna - Cambios Y Mutaciones
¡Eh! Vosotros que en pequeñita barca,
deseosos de escuchar, seguís
tras de mi leño que cantando marcha,
volved a rever vuestras orillas:
no os adentréis en piélago, porqué, tal vez
perdiéndome, os perderíais.
El agua en que me adentro nunca fue surcada:
Minerva inspira, y condúceme Apolo,
y nueve Musas me marcan las Osas.
Vosotros pocos, que pronto alzasteis
el cuello al pan de los ángeles, del cual
aquí se vive sin nunca estar saciado,
podéis meter bien en la alta mar
vuestro navío, siguiendo mi estela
antes que el agua retorne igual.
Aquellos gloriosos que a Colcos fueron
no se admiraron tanto, como lo haréis vosotros,
cuando a Jasón de boyero vieron.
La concreada y perpetua sed
del deiforme reino nos llevaba
tan veloces cual veis el cielo.
Beatriz a arriba, y yo a ella miraba;
8
y quizá en lo que se arma una ballesta
y vuela la flecha y de la nuez se dispara,
junto me vi a donde una admirable cosa
me forzó a mirarla; sin embargo aquella
de quien mi cuita no podía esconderse,
volvióse a mí tan alegre como bella:
Dirige la agradecida mente a Dios, me dijo,
que nos reunió con la primera estrella.
Parecíame que una nube nos cubriera
brillante, espesa, sólida y bruñida,
como diamante al que el Sol hiriera.
Dentro de sí la eterna margarita
nos recibió, como el agua recibe
un rayo de luz y se mantiene unida.
Si yo era cuerpo, y si aquí no se concibe
cómo una dimensión de otra padezca,
que así sería si un cuerpo en otro se metiera,
encender más nos debiera el deseo
de ver aquella esencia en que se ve
como nuestra natura y Dios se unen.
Allí se verá lo que tenemos por fe,
no demostrado, más por sí mismo conocido
como la verdad primera en que el hombre cree.
Yo respondí: Señora, tan devoto
como ser más puedo, agradezco a aquel
9
que del mortal mundo me ha depuesto.
Mas dime: ¿qué son los signos oscuros
de este cuerpo, que allá en la tierra
llevan de Caín fabulando a muchos?
Ella sonrióse un tanto y luego: Si yerra
la opinión, me dijo, de los mortales,
cuando la llave del sentido no descierra,
cierto que no más te deberían herir las flechas
de la admiración, pues sin el sentido
mira que la razón tiene cortas las alas.
Mas dime lo que tú por ti mismo piensas.
Y yo: Lo que aquí arriba se ve diverso
creo que lo hacen los cuerpos raros y densos.
Y ella: Verdad que verás muy hundido
en el error el creer tuyo, si bien escuchas
el argumento que te haré adverso.
La esfera octavo os muestra muchas
luces, las cuales en el cual y en el cuanto
notar se pueden diversos rostros.
Si lo raro y lo denso pudieran hacer tanto,
una sola virtud habría en todos,
más o menos distribuida y graduada.
Diversas virtudes deben ser fruto
de principios formales, y ellos, salvo uno,
sería según tu argumento deshechos.
10
Aún más, si lo raro sería de aquello oscuro
la razón que pides, o bien en parte
estaría de su materia tan ayuno
este planeta, o así como comparte
lo graso y lo magro un cuerpo, así éste
en su volumen alternaría páginas.
Si lo primero fuera, sería manifiesto
en los eclipses de Sol, por traslucir
el rayo como en otro raro inserto.
Ésto no ocurre; más aún queda por ver
lo otro; y si resulta que a éste gane,
falseado quedaría tu parecer.
Si puesto que este raro no traspase,
tiene que haber un término, de donde
su contrario pasar no lo deje;
y que entonces el otro rayo se refleje
como el color vuelve del vidrio,
que detrás de sí plomo encierra.
Ahora dirás que se muestra bruno
allí el rayo más que en las otras partes,
por estar allí reflejado desde más profundo.
De esta instancia puede liberarte
la experiencia, si alguna vez lo pruebas,
que suele ser la fuente del fluir de vuestro arte.
11
Toma tres espejos; dos de ellos remueve
de ti un mismo espacio, y el otro, más aleja,
entre los dos primeros pone tus ojos.
Mirándolos, haz que a tus espaldas
haya una luz que a los tres encienda
y que vuelva a ti por todos redoblada.
Mientras que aun cuando no se enanche
tanto la imagen más lejana, allí verás
que el brillo del mismo modo resplandece.
Pues bien, como al caer los tibios rayos
quedan de la nieve desnudos los objetos
y del color y del frío primeros;
así librado tú en el intelecto
quiero informarlo de luz tan vivaz
que quedará titilando en su aspecto.
Dentro del cielo de la divina paz
gira sobre sí un cuerpo en cuya virtud
el ser de todo lo que contiene yace.
El siguiente cielo, que tiene tantos reflejos,
aquel ser participa por diversas esencias,
de él distintas y en él inclusas.
Los demás giros por variadas diferencias
las distinciones que contienen
disponen a sus fines y a sus simientes.
Estos órganos del mundo así marchan,
12
como tú ves ahora, de grado en grado,
que de arriba reciben y promueven abajo.
Mírame bien a mí que así como yo voy
por este lugar hacia la verdad que buscas,
del mismo modo sin mí tú solo sepas el paso.
El movimiento y la virtud de los santos giros
como del artífice el arte del martillo,
de los beatos motores es necesario que vengan;
y el cielo, al que tantas luces hacen bello,
de la mente profunda que lo agita
toma la imagen y hácese sello.
Y así como el alma en vuestro polvo
por diferentes miembros y conforme
a diversas potencias se resuelve,
así la inteligencia su bondad
multiplicada por las estrellas despliega,
girando ella misma en su unidad.
Virtud diversa de diversas modos se liga
al precioso cuerpo que aviva
con el cual, como en vosotros la vida, se une.
Por la alegre natura de donde deriva,
la virtud mixta por el cuerpo luce,
como alegría por la pupila viva.
De ella viene lo que de luz a luz
parece diferente, no de lo denso o raro;
13
ella es el formal principio que produce,
conforme a su bondad, lo turbio y lo claro.
Canto III
Aquel Sol que antes de amor me escaldó el pecho,
de bella verdad me había descubierto
probando y reprobando, el dulce aspecto;
y yo, por confesarme corregido y cierto
yo mismo, tanto cuanto convenía
alcé la testa a proferirlo más en abierto;
pero una visión advino que me retuvo
a ella tan estrecho, al mostrarse,
que de mi confesión perdí el recuerdo.
Cual de transparentes vidrios y tersos,
o al mirar aguas nítidas y quietas,
no tan profundas que el fondo se pierda,
vienen de nuestro rostro los trazos
tan débiles, como perla en blanca frente
no llega menos clara a nuestras pupilas;
tal vi yo muchas caras a conversar prontas;
por donde yo caí en el error contrario
al que encendió amor entre un varón y una fuente.
Súbito ya cuando me apercibí de ellas,
creyéndolas espejados semblantes,
14
por ver de quiénes fueran, volví la vista;
y no vi a ninguna, y me revolví adelante
recto a la luz de la dulce guía,
que sonriendo ardía en sus ojos santos.
No te maraville que me sonría,
me dijo, de tu pueril pensamiento,
pues en la verdad tu pie aún no se afirma,
mas te revuelves, como sueles, en vacío:
sustancias veras son las que miras,
relegadas aquí por faltar a sus votos.
Mas habla con ellas y oye y cree;
que la veraz luz que los regala
de sí no deja que los pies aparten.
Y yo a la sombra que más dispuesta parecía
a razonar, me acerqué, y comencé
casi como a quien el mucho desear turba:
¡Oh bien creado espíritu, que de los rayos
de vida eterna la dulzura sientes,
que, no gustada, nunca se entiende,
de gracia me dejes tan contento
de tu nombre y de tu suerte.
Por donde ella pronta y con ojos rientes:
Nuestra caridad no cierra puertas
a un justo querer, si bien no como aquella
que quiere semejante a sí toda su corte.
15
Yo fui en el mundo virgen profesa:
y si tu mente bien me contempla,
no te seré extraña por ser más bella,
mas reconocerás que soy Piccarda,
que, puesta aquí con estos otros beatos,
beata soy en la más tarda esfera.
Nuestros afectos que sólo inflamados
están del placer del Espíritu Santo,
se alegran en su orden conformados.
Y esta suerte que parece baja tanto,
empero nos fue dada, por descuidar
nuestros votos, faltos en algún flanco.
Entonces yo: En vuestro aspecto
admirable esplende un no se qué divino
que os trasmuta de vuestro primer diseño:
razón porque no fui en recordaros presto;
mas ahora me ayuda lo que tú me dices,
y tanto que figurarte me es ya más latino.
Mas dime: vosotros que sois aquí felices,
¿deseáis encontraros en más alto sitio
para más ver y más haceros de amigos?
Con las otras sombras sonrió primero un poco:
a partir de ello mes respondió tan placentera
que arder parecía de amor del primer fuego;
16
Hermano, nuestra voluntad aquieta
la virtud de caridad, que nos hace querer
sólo lo que tenemos, y de otra cosa no nos saeta.
Se deseáramos ser más supernas
serían discordes nuestros deseos
del querer de aquel que aquí nos disgrega;
pues verás que no cabe en estos giros,
pues estar en caridad es aquí necesse,
y si su naturaleza bien consideras.
Así es formal a este beato esse
estar conforme a la divina voluntad
por la que se unifican las nuestras;
así que, estar de umbral a umbral
por este reino, a todo el reino place
y al rey que a su querer cada uno pone.
Y en su voluntad está nuestra paz:
ella es aquel mar al cual todo fluye,
lo que ella crea y lo que natura hace.
Claro me fue entonces que todo donde
es paraíso en el cielo, aunque la gracia
del sumo bien de un solo modo allí no llueve.
Pero así como de un manjar se sacia
y de otro todavía queda la gula,
que el uno pedimos y del otro damos gracias,
así hice yo con actos y palabras
17
por saber de ella cual fue la tela
que no tejió de cabo a rabo la aguja.
Perfecta vida y alto mérito pone en el cielo
más alto a una mujer, me dijo, a cuya norma
en vuestro mundo allá se viste y vela,
para que hasta morir vele y duerma
con aquel esposo que todo voto acepta
que la caridad a su placer conforma.
Del mundo, por seguirla, jovencita
huí, y en su hábito me encerré,
y prometí la vida de su secta.
Luego hombres, al mal más que al bien duchos,
fuera me raptaron del dulce claustro:
Dios sí sabe cual luego mi vida fue.
Y este otro esplendor que se te muestra
a mi derecha y que se enciende
con toda la luz de la esfera nuestra,
lo que yo digo de mí, de ella entiende;
hermana fue, y así le fue quitada
de la cabeza la sombra de las sagradas vendas.
Mas luego que al mundo fue devuelta
contra su voluntad y contra buena usanza,
no fue del velo del corazón jamás disuelta.
Esta es la luz de la gran Constanza,
quien del segundo viento de Suevia
18
engendró el tercero y última potencia.
Así me habló, y luego comenzó Ave
Maria cantando, y cantando desvaneció
como en agua profunda una cosa grave.
Mi vista, que tanto la seguía
cuanto posible fue, después de perderla,
volvióse al signo del mayor deseo,
y a Beatriz entera retornóse;
mas ella relumbró sobre mi rostro tanto
que en un primer momento no lo sufría;
lo cual me hizo a preguntar mas tardo.
Canto IV
Ante dos viandas, distantes y atrayentes
por igual, primero moriría de hambre,
un hombre libre antes que a una hincase el diente;
así se estaría un cordero entre dos hambres
de fieros lobos, igualmente temiendo;
así se estaría un perro entre dos gamos:
por lo que, si callaba, no me reprendo,
de mis dudas por igual en suspenso,
pues era inevitable, ni me enaltezco.
Yo me callaba, mas mi deseo pintado
estaba en mi rostro, y su reclamo de ello,
más fuerte era que si en palabras descrito.
19
Hizo Beatriz como hizo Daniel,
a Nabucodonosor librando de la ira,
que contra justicia lo hizo cruel;
y dijo: Veo bien como te tiran
uno y otro deseo, pues lo que procuras
tan atado está que afuera no se espira.
Tú argumentas: Si el buen querer dura,
la violencia ajena ¿por qué razón
del mérito merma la mesura?
Más todavía de dudar te da razón
el parecer de que las almas van a las estrellas
conforme la sentencia de Platón.
Estas son las razones que tu querer
persigue de igual manera; pero primero
trataré de la que más tiene de cruel.
De los Serafines aquel que más se endiosa,
Moisés, Samuel, y aquel Juan,
el que tomar quisieras, digo, y aún María,
no tienen en otro cielo sus sitiales
que estos espíritus que ahora viste,
ni han de permanecer más o menos años;
mas todos embellecen el primer giro,
y diferentemente gozan de dulce vida
por sentir más o menos el eterno espiro.
20
Aquí se mostraron, no porque sorteada
les fuera a ellos esta esfera, mas para señalar
la celestial que menor tiene subida.
Así hay que hablarle a vuestro ingenio,
ya que sólo de lo que siente aprende
lo que después crea entendimiento digno.
Por ello la Escritura condesciende
a vuestra facultad, y pies y manos
atribuye a Dios y otra cosa pretende;
y la Santa Iglesia con aspecto humano
a Gabriel y a Miguel os representa,
y al otro que a Tobías dejó sano.
Lo que el Timea de las almas argumenta
no es de la forma como aquí se ve,
pues tal como lo dice, parece que lo sienta.
Dice que el alma a su estrella retorna,
creyendo que le ha sido establecida
cuando la natura por forma la dio;
y quizá su sentencia es de otra guisa
que la voz tal vez no lo suena, y así tal vez
su intención no fuera ridícula.
Si pretende devolver a estas ruedas
el honor de la influencia y el reproche, tal vez
en alguna verdad su arco acierta.
Este principio, mal entendido, desvió
21
ya casi a todo el mundo, de modo que a Jove,
Mercurio y Marte a invocar fueron.
La otra cuestión que te conmueve
menos veneno tiene, pues su malicia
no podría alejarte de mí a otro espacio.
Que parezca injusta nuestra justicia
a los mortales ojos, es argumento
de fe y no de herética nequicia.
Mas para que pueda vuestro discernimiento
penetrar bien esta verdad
como deseas, te dejaré contento.
Si la violencia es cuando el que padece
en nada asiste a aquel que fuerza,
no estarían estas almas excusadas;
porque la voluntad, si no quiere, no se aquieta,
mas hace como la naturaleza del fuego,
aunque mil veces una violencia lo tuerce.
Porque si ella se pliega mucho o poco,
sigue a la fuerza; y así éstas hicieron,
pudiendo retornar al santo coto.
Si hubiera sido su querer entero,
como el de Lorenzo fue sobre las barras
y como hizo Mucio con su mano severo,
así se habrían vuelto por la estrada
de donde vinieran, cuando estuvieron sueltas,
22
pero una voluntad tan firme es demasiado rara.
Y por estas palabras, si las recibiste
como es debido, se destruye el argumenta,
que te había molestado ya muchas veces.
Pero ahora se te atraviesa otro caso
ante los ojos, del cual por ti mismo
no te saldrías, antes te habrías cansado.
Yo por cierto en la mente te he metido
que un alma beato no podría mentir,
porque está siempre junto a la verdad primera;
y luego pudiste oír de Piccarda
que Constanza el afecto mantuvo al velo;
por lo que parece que me contradice.
Muchas veces ya, hermano, adviene
que, por huir de un peligro, contra lo grato
se hace aquello que hacer no se debe;
como Alcmeón, que, rogado
por su padre, mató a la propia madre;
por no faltar a la piedad, fue despiadado.
En este punto quiero que pienses
que la fuerza con el querer se mezcla, y obran
de modo que excusar no se pueden las ofensas.
La voluntad absoluta no consiente el daño;
mas consiente en tanto cuanto teme,
si se retrae, caer en mayor apremio.
23
Por eso, cuando Piccarda dijo aquello
se refirió a la voluntad absoluta, y yo
a la otra; y así ambas la verdad dijimos.
Tal fue el ondular del santo río nacido
de la fuente de donde toda verdad deriva;
así puso en calma el uno y el otro deseo mío.
¡Oh amada del primer amante, oh divina!
dije enseguida, cuyo parlar me inunda
y escalda tanto que más y más me aviva,
no es mi devoción tan profunda
que baste a devolveros gracia por gracia:
mas aquel que ve y que puede a esto responda.
Bien veo que ya nunca más se sacia
nuestro intelecto, si la verdad no lo ilustra
fuera de la cual ninguna verdad se enancha.
Aquiétase en ella, como fiera en su guarida,
en cuanto junto la tiene; y unírsele puede:
de lo contrario, todo deseo sería vano.
Nace entonces, a guisa de retoño,
al pie de la verdad, la duda; y es natura
que a la cumbre nos lleve de loma en loma.
Esto me invita, esto me asegura
con reverencia, señora, a demandaros
de otra verdad que me es oscura.
24
Quiero saber si el hombre puede satisfacer
los votos faltos con otros bienes,
que a vuestro criterio no sean parvos.
Beatriz me miró con ojos llenos
de chispas de amor tan divinas
que, vencida, mi virtud se vio perdida,
y casi me perdí con los ojos bajos.
Canto V
Si yo te inflamo en el calor de amor
allende el modo que se ve en la tierra,
tanto que de tus ojos venzo el vigor,
no te maravilles; que ello procede
de perfecto ver que, como prende,
así en el bien prendido mueve el pie.
Bien veo como ya esplende
en tu intelecto la eterna luz,
que, vista, sola y siempre amor enciende;
y si otra cosa a vuestro amor seduce,
no es sino de aquella algún vestigio,
mal conocido, que aquí abajo trasluce.
Tú quieres saber si con otro servicio,
por voto falto, se puede obtener tanto
que proteja al alma de litigio.
25
Así comenzó Beatriz este canto;
y como quien su charla en dos no quiebra,
continuó así el proceso santo:
El mayor don que Dios por su largueza
hizo creando, y a su bondad
más conforme, y el que más aprecia,
fue la libertad de la voluntad;
de la cual las criaturas inteligentes,
todas y sólo ellas, fueron y están dotadas.
Ahora se te abrirá, si aquí argumentas,
el alto valor del voto, si es hecho de tal manera
que Dios consienta cuando tú consientes;
que, al afirmarse entre Dios y el hombre el pacto,
víctima se hace de este tesoro,
tal cual lo digo; y se hace con su acto.
Entonces ¿qué puede ofrecerse a cambio?
Si piensas bien usar lo que has donado,
de mal robado quieres hacer buena oferta.
Ahora estás del mayor punto cierto;
pero como la Santa Iglesia dispensa,
al parecer en contra de la verdad que te he abierto,
hay que sentarse un poco más a la mesa,
pues el rígido alimento que has tomado,
requiere aún de ayuda para absorberlo.
Abre la mente a lo que te manifiesto
26
y aférralo adentro; que no se hace ciencia,
sin retención de lo que se ha entendido.
Dos cosas hay necesarias a la esencia
de este sacrificio: la una es aquello
de lo que se hace; la otra es el acuerdo.
Este último nunca jamás se cancela
por no observado; y a este respecto
con precisión arriba se conversa:
pues necesario fue a los Hebreos
ofrecer siempre, aunque cuando alguna ofrenda
se permutara, como saberlo debes.
La otra, que por materia se te muestra,
puede bien ser tal, que no sea falta
si en otra materia se convierta.
Pero no trasmute la carga de sus espaldas
por su arbitrio alguien, sin la vuelta
de la llave blanca y la dorada;
y cree que toda permutación es insensata,
si la cosa dimitida en la suplente,
como el cuatro en el seis, no está encerrada.
Cualquier cosa que pese tanto
por su valor que incline la balanza,
con otro gasto no podrá satisfacerse.
No tomen los mortales el voto a chanza;
sed fieles, y al hacerlo no yerren,
27
como Jefté en su primera dádiva;
a quién mejor le convenía decir “Mal hice”,
que cumpliendo, hacer peor; y así estulto
juzgarás también al gran duque de los griegos,
cuando Ifigenia lloró su bello rostro,
e hizo llorar por ella a sabios y a locos
que oyeron el cumplimiento de tal culto.
Sed, cristianos, a moveros más formales:
no seáis como pluma al viento,
y no creáis que cualquier agua os lave.
Tenéis el viejo y el nuevo testamento,
y el pastor de la Iglesia que os guía:
que ello a vuestra salvación os baste.
Si mala avidez otra cosa os grita,
sed hombres, y no locas ovejas,
¡que el judío, de vosotros, entre vosotros, no se ría!
No hagáis como el cordero que la leche deja
de su madre, y simple y lascivo
consigo mismo a su placer, combate!
Así Beatriz a mí, como lo escribo;
luego volvióse deseosa toda
a aquella parte donde el mundo es más vivo.
Su callar y su mudar semblante
impuso silencio a mi voraz ingenio,
que ya nuevas cuestiones tenía delante;
28
y así como flecha, que la meta
alcanza antes que la cuerda muera,
así corrimos al segundo reino.
Allí a mi dama vi tan alegre,
que cuando en la luz de aquel cielo se puso,
más luciente se inflamó el planeta.
Y si mudóse y sonrió la estrella,
¡qué no me haría yo que por natura
trasmutable soy de mil maneras!
Como en pecera tranquila y pura
corren los peces a lo que cae de afuera
porque lo creen su pastura;
así más de mil vi esplendores
a nosotros viniendo, y en cada uno se oía:
¡He aquí quien acrecerá nuestros amores!
Y así como todos hacia nosotros venían,
veíanse las sombras llena de alegría
en el claro fulgor que surgía de ellas
Piensa, lector, si lo que aquí se inicia
no prosperara, cómo tendrías
de más saber angustiada carencia;
y por tí entenderás cuánto de ellos
deseaba oír yo las condiciones,
luego que a la vista me fueron manifiestos.
29
¡Oh bien nacido, a quien ver los tronos
del triunfo eterno la gracia otorga
antes que la militancia se abandone,
por la luz que por todo el cielo espacia
estamos encendidos; pero si aún deseas
saber más de nosotros, a tu placer te sacia.
Así por uno de aquellos espíritus píos
me fui dicho; y por Beatriz: Di, di,
con certeza, y créeles como a dioses.
Bien veo cómo te anidas
en tu propia luz, y que de tus ojos irradia,
porque corusca cuando ríes;
mas no sé quien eres ni porqué ocupas,
¡oh alma digna!, el grado de la esfera
que otros rayos a los mortales ocultan.
Esto dije yo directo a la lumbrera
que primero me había hablado; y entonces ella
volvióse aún más brillante de lo que antes era.
Así como el Sol él mismo se cela
por exceso de su luz, una vez que el calor
ha rasgado el velo de la espesa niebla,
feliz en su alegría de mí se escondió
en su rayo la figura santa;
y así encerrada, encerrada me repuso
de la manera como el siguiente canto canta.
30
El Paraíso: Canto VI
Segundo Cielo
Cielo De Mercurio - Honores Y Racionalizaciones
Luego que Constantino al águila llevó
contra el curso del cielo, y que ella fuera
tras el antiguo que tomó a Lavinia,
cien y cien años y más el ave de Dios
en el extremo de Europa se mantuvo,
junto a los montes de donde primero vino;
y a la sombra de las sagradas plumas
gobernó el mundo allí de mano en mano,
y, así pasando, llego a las mías.
César fui y soy Justiniano,
quien, por voluntad del primer amor que siento,
dentro de leyes borré lo de más y lo vano.
Y antes de estar en la obra atento,
una natura en Cristo haber, no más,
creía, y con tal fe estaba contento;
mas el bendito Agapito, que fue
sumo pastor, a la fe sincera
con sus palabras me condujo.
Yo le creí; y lo que en su fe había,
ahora claro lo veo, así como tú ves
en toda contradicción falso y verdadero.
31
Así que con la Iglesia acomodé mis pasos,
a Dios por gracia plugo el inspirarme
el alto oficio, y a él entero me entregué;
y a mi Belisar encomendé las armas,
a quien la derecha del cielo fue tan conjunta,
que señal fue que debía aquietarme.
Pues bien, a la cuestión primera apunta
mi respuesta; pero su condición
me obliga a continuarla con alguna nota,
para que veas con cuánta razón
se obra contra el sacrosanto signo
quien de él se apropia y quien a él se opone.
Mira cuánta virtud lo ha hecho digno
de reverencia; a comenzar de la hora
en que Palanto murió por darle el reino.
Tu sabes que puso en Alba su morada
por trescientos y más años, hasta el fin
cuando tres con tres por él pelearon;
y sabes lo que hizo desde el daño a las Sabinas
hasta el dolor de Lucrecia en siete reyes,
venciendo en torno a las vecinas gentes.
Sabes lo que hizo conducido por los egregios
Romanos en contra de Brenno, en contra de Pirro,
en contra de otros príncipes y colegios;
de donde Torcuato y Quintio, el que de los rizos
32
mal cuidados fue apodado, los Decios y los Fabios
obtuvieron fama que de buen grado admiro.
Él abatió el orgullo de los Árabes
que detrás de Aníbal sobrepasaron
las alpestres rocas, ¡oh Po!, de las que brotas.
Bajo su sombra, jóvenes triunfaron
Escipión y Pompeyo; y a aquellas colinas
bajo las que tú naciste pareció amargo.
Luego, próximo el tiempo cuando todo el cielo quiso
reducir el mundo a su modo sereno,
César por voluntad de Roma tomó el signo:
y lo que hizo desde el Var hasta el Rin,
lo vió Isère y el Loira y lo vió el Sena
y cada valle de donde el Ródano se llena.
Lo que hizo después que salió de Rávena
y cruzó el Rubicón, tuvo tal vuelo,
que no podrían seguirlo ni la pluma ni la lengua.
Hacia España dirigió sus tropas,
luego a Durazzo, y a Farsalia hirió
tanto que hasta el ardiente Nilo se sintió el dolor.
Antandro y el Simois, a donde vino,
revió, y el lugar donde Héctor reposa;
y el mal fue para Tolomeo, y luego se alejó.
De allí como un rayo cayó sobre Juba;
y luego volvióse a vuestro occidente,
33
a donde oía a la pompeyana tuba.
Lo que hizo con el siguiente portador,
Bruto con Casio en el Infierno lo ladran,
y a Módena y Perusa dejó dolientes;
llora todavía la triste Cleopatra,
que, ante él huyendo, del áspid
recibió la muerte súbita y áspera.
Con él corrió aún hasta la roja orilla;
con él al mundo puso en tanta paz,
que de Jano el templo fue cerrado.
Mas lo que el signo que hablar me hace
había hecho antes y habría en el futuro
por el reino mortal que a él subyace,
resulta en apariencia poco y oscuro,
si en manos del tercer César se lo mira
con ojo claro y con afecto puro;
porque la viva justicia que me inspira,
le concedió, en manos de aquel que digo,
la gloria de cumplir la venganza de su ira.
Aquí pues admírate de lo que te repito:
que con Tito corrió luego a cobrar venganza
de la venganza del pecado antiguo;
y cuando el diente longobardo mordió
a la Santa Iglesia, bajo sus alas
Carlomagno, venciendo, la auxilió.
34
Ahora puedes juzgar a aquellos tales
que yo acusé antes y a sus faltas,
que son la causa de todos vuestros males.
Uno al público signo los lirios áureos
opone, el otro lo usurpa en pro de su parte,
y duro es saber quién es el que más falta.
Obren los gibelinos, obren su arte
bajo otro signo; que mal lo sigue
siempre quien de la justicia lo aparta;
y que no lo abata este Carlos nuevo
con sus güelfos; mas tema las garras
que arrancaron a más alto león el vello.
Ya muchas veces lloraron los hijos
por la culpa del padre, y no se crea
que Dios trasmute las armos por sus lirios!
Esta pequeña estrella se viste
de buenos espíritus, que han sido activos
para que honor y fama le suceda:
mas cuando en ello se alzan sus deseos,
desviándose, fatal es que los rayos
del vero amor de lo alto sean menos vivos.
Pero en la concordia de nuestros gajes
y méritos está en parte nuestra dicha,
que no los vemos ni mayores ni menos.
35
Por donde dulcifica la viva justicia
nuestro afecto tanto, que ya nunca puede
torcerse hacia ninguna nequicia.
Diversas voces dan dulces cantos;
así diversos grados en nuestra vida
en estas ruedas dan dulce armonía;
y dentro de la presente margarita
luce la luz de Romeo, cuya obra
grande y bella fue mal agradecida.
Mas los Provenzales que en su contra obraron
ya no ríen; porque mal camina
quien daño toma del bien obrar ajeno.
Cuatro hijas tuvo, y cada una reina,
Raimundo Berenguer, y éso lo hizo
Romeo, persona humilde y peregrina.
Mas luego palabras de envidia lo llevaron
a pedir cuentas a este justo,
que le dio siete y cinco por diez,
por lo que partirse tuvo pobre y vetusto:
Y si supiera el mundo el corazón que tuvo,
cómo mendrugo a mendrugo mendigó su vida,
aunque mucho lo alaba, aún más lo alabaría.
36
Canto VII
¡Ossana, sanctus Deus sabaoth,
superillustrans claritate tua
felices ignes horum malacoth!
Entonces, retornando a sí con la melodía,
vi cantar a esa sustancia,
sobre la que una doble luz se aduna:
y ella y las otras moviéronse a su danza,
y como velocísimas centellas
se velaron en la súbita distancia.
Yo dudaba y decía: ¡Dile, dile,
entre mi, dile, decía, a mi dama
que mi sed aplaque con el dulce estilo!;
mas aquella reverencia que se apodera
de mi entero por el sólo Bea o el sólo triz,
me prosternaba como si me durmiera.
Poco me soportó la tal Beatriz,
y comenzó, radiándome una sonrisa
tal, que en el fuego me haría feliz:
Según mi parecer infalible,
cómo una justa venganza justamente
se castiga, se te ha metido en la frente:
mas yo te resolveré pronto la mente:
37
y tú escucha, porque mis palabras
de una gran verdad te harán presente.
Por no sufrir a la virtud que quiere
ponerle un útil freno, el hombre que no nació,
condenándose, condenó a toda su prole;
y así la humana especia enferma yació
muchos siglos abatida en grande error,
hasta que al Verbo de Dios descender plugo
y a la natura, que de su hacedor
se había alejado, unió a sí en persona,
con el solo acto de su eterno amor.
Ahora álzate a lo que ahora se razona.
Esta natura a su hacedor unida,
cuando fue creada, fue sincera y buena;
mas por sí misma fue expulsada
del paraíso, pues se torció
de la vía de la verdad y de su vida.
La pena pues que la cruz impuso,
si por la asumida natura se juzga,
ninguna otra hubo que fuera más justa;
pero ninguna cometió más injuria,
respecto de la persona que sufría,
con la que estaba unida tal natura.
Así pues de un hecho diversas cosas surgieron:
que a Dios y a los Judíos plugo una muerte;
38
por él tembló la tierra y los cielos se abrieron.
Ya más no debe parecerte por demás fuerte
cuando se dice que una justa venganza
fue luego vengada por una justa corte.
Mas veo yo ahora tu mente encerrada
de pensar en pensar dentro en un nudo.
del cual con gran deseo librarse espera.
Te dices: Discierno bien lo que oigo;
mas porqué Dios quiso, se me oculta,
para nuestra redención sólo este modo.
Este decreto, hermano, está bien oculto
a los ojos de todo aquel a cuyo ingenio
la llama del amor no ha hecho adulto.
Pero en verdad, como a este signo
mucho se mira y poco se discierne,
diré porqué tal modo fue el más digno.
La divina bondad, que de sí desprecia
toda envidia, ardiendo en sí, destella
tanto que derrama las bellezas eternas.
Lo que ella sin intermedio crea
no termina nunca, porque no se mueve
su impronta cuando ella sella.
Lo que de ella sin intermedio llueve
libre es por completo, porque no subyace
a la virtud de las cosas nuevas.
39
Más le es conforme, entonces más le place;
porque el ardor santo, que a toda cosa irradia,
en lo más semejante es más vivaz.
De todas estas donaciones disfruta
la humana criatura, y, si una falla,
de su nobleza es necesario que caiga.
Sólo el pecado la libertad le quita
y la semejanza con el sumo bien,
porque de su luz poco se aclara;
y a su dignidad nunca más vuelve,
si no llena, el vacío de la culpa,
contra mal placer, con justas penas.
Vuestra naturaleza, cuando pecó toda
en su simiente, de esta dignidad,
como del paraíso, quedó remota;
ni recobrarse podría, si tu analizas
bien sutilmente, por alguna vía,
sin pasar por alguno de estos dos vados:
o que Dios solo por su cortesía
perdonado hubiese, o que el hombre
por sí mismo hubiera redimido su locura.
Clava ahora le ojo dentro del abismo
del eterno consejo, cuanto puedas
en mi parlar estrechamente fijo.
40
No podía el hombre en sus términos
satisfacer jamás, por no poder abatirse
con humildad obedeciendo luego,
cuanto desobedeciendo quiso exaltarse;
y esta es la razón por la que el hombre fue
de poder satisfacer por sí mismo privado.
Era preciso pues que Dios por sus vías
reparara al hombre a su vida entera,
digo por una, o en verdad por ambas vías.
Mas como la obra es tanto más agradable
al obrero, cuanto más representa
la bondad del corazón de donde ha salido,
la divina bondad que al mundo impronta,
con proceder por todas sus vías,
para llevaros arriba, se satisfizo.
Ni entre la última noche y el primer día
tan alto y magnífico proceso,
sea por una o por otra, no hubo ni habría;
que más generoso fue Dios al darse a sí mismo,
para capacitar al hombre a levantarse,
que si él lo hubiera sólo por sí dimitido;
y todos los otros modos eran mancos
a la justicia, si el Hijo de Dios
no se hubiera humillado encarnando.
Ahora pues, para cumplir bien todo tu deseo,
41
retrocedo a aclararte algún punto,
para que veas las cosas como yo las veo.
Tú dices: Veo el agua, veo el fuego,
el aire y la tierra y todas sus mixturas,
que se corrompen y duran poco;
y estas cosas también son criaturas;
porque, si lo que ha sido dicho es verdadero,
deberían estar libres de corrupción seguras.
Los ángeles, hermano, y el país sincero
donde te encuentras, se pueden decir creados,
como por cierto lo son, en su ser entero;
mas los elementos que has nombrado,
y las cosas que con ellos se hacen,
de creada virtud son conformados.
Creada fue la materia que tienen;
creada fue la virtud informante
de estas estrellas que entorno les van.
El alma de todo bruto y la de las plantas
de la complexión potencial la saca
el rayo y el movimiento de las luces santas;
mas vuestra vida sin intermedio espira
la suma benignidad, y la enamora
de sí tanto que luego siempre la desea.
Y de aquí puedes argumentar todavía
42
de vuestra resurrección, si repiensas
cómo la humana carne fue creada entonces
cuando los primeros padres ambos lo fueron.
Canto VIII
Tercer Cielo
Cielo De Venus - El Amor Y Los Amantes
Solía creer el mundo en su peligro
que la bella Chipriota loco amor
irradiase, girando en su tercer epiciclo;
pues no sólo honor le daban
de sacrificio y de votivo grito
la gente antigua en el antiguo error;
mas a Dione adoraban y a Cupido,
a ella por madre suya, y a este por hijo,
de quien decían que sedía en el seno de Dido;
y de ella de la cual principio tomo
tomaban el nombre de la estrella
que ya de nuca el Sol admira, ya de cejas.
No me di cuenta de haber subido a ella;
pero de estar dentro me dio certera fe
mi dama, cuando la vi tornarse más bella.
Y como se ve una chispa en la llama,
y como entre voces una voz se discierne,
cuando una se queda y otra va y vuelve,
43
así vi yo en esa luz otras lumbreras
moverse en giro más o menos corriendo,
a la medida, creo, de su visión interna.
De fría nube no descendieron vientos,
visibles o no, tan impetuosos,
que no parecieran torpes o lentos
a quien hubiera visto estas lumbres divinas
venir a nosotros, dejando el giro
comenzado antes en los altos Serafines.
Y entre los que más delante se vieron
sonaba un tal Hosanna que luego
de reoírlo nunca decayó mi deseo.
Entonces se nos acercó uno de ellos
y empezó a decir: Todos estamos prestos
a tu placer, para que de nosotros goces.
Nosotros giramos con los príncipes celestes
con el giro, y el girar y con la sed,
de quienes tú en el mundo ya dijiste:
Vos que entendiendo movéis el tercer cielo;
y estamos tan de amor llenos que, por placerte,
no nos será menos dulce un poco detenernos.
Luego que mis ojos se ofrecieron
a mi dama reverentes, y ella
de ella los dejó contentos y ciertos,
volviéronse a la luz que ofrecido
44
tanto se había, y, ¡Ea!, ¿quién eres? salió
mi voz de mucho afecto empapada.
¡Y con cuánta y cuál mayor luz la vi
por la alegría nueva que incrementaba,
cuando le hablé, sus previas alegrías!
Así adornada me dijo: El mundo abajo
poco tiempo me tuvo; que si más hubiera estado
mucho del mal que será, no hubiera sido.
Mi alegría me guarda velado
pues me irradia entorno y me esconde
como animal en su capullo estrechado.
Mucho me amaste, y tuviste bien de donde;
que si allá abajo estuviera, te mostraría,
de mi amor mucho más allá de la fronda.
Aquella izquierda orilla que lava
el Ródano, luego de unirse al Sorgues,
por su señor a su tiempo me esperaba,
y aquel cuerno de Ausonia que comprende
a Bari, Gaeta, y Crotona,
donde el Tronto y el Verde en el mar se vierten.
Fúlgeme ya en la frente la corona
de aquella tierra que el Danubio riega
luego que las cuestas germanas abandona.
Y la bella Trinacria, que se cubre de niebla
entre Paquino y Peloro, sobre el golfo
45
que recibe del Euro mayor querella,
no por Tifeo mas por el naciente súlfur
serían aún esperados sus reyes
mis nacidos de Carlos y de Rodolfo,
si la mala señoría, que siempre aflige
a los pueblos sometidos, no hubiese
movido a Palermo a gritar ¡Muera, muera!
Y si mi hermano esto anteviera
de la avara pobreza de Cataluña
ya huiría, para que no le ofendiera;
pues en verdad hay que proveer
por él, o por otro, de modo que su barca
cargada, de más carga no se imponga.
Su índole, que de generosa a parca
descendió, habría menester de tal milicia
que no cuidara de llenar arcas.
Sin embargo creo que la gran alegría
que tu palabra me infunde, señor mío,
donde todo bien termina y se inicia,
tú la ves como yo la veo,
grata me es más; y aún esto me es caro
que la disciernes remirando a Dios.
Feliz me has hecho, y ahora hazme claro,
porque, hablando, a dudar me has movido,
cómo salir puede de simiente dulce lo amargo.
46
Así le dije, y él a mí: Si puedo
mostrarte una verdad, a lo que tu demandas
tendrás el rostro como tienes el dorso.
El bien que a todo el reino que tú transitas
gira y contenta, transforma en virtud
su providencia en estos cuerpos grandes.
Y no sólo las naturalezas provistas
están en la mente que de sí es perfecta,
más también ellas mismas y su salud:
porque todo lo que este arco saeta
dispuesto cae a un provisto fin,
como corre a su blanco la flecha.
Si así no fuese, el cielo que tú caminas
produciría ciertamente sus efectos,
que no serían artes, sino ruinas;
lo que es imposible, si los intelectos
que mueven estas estrellas no son mancos,
ni manco el primero, que no los hizo perfectos.
¿Quieres que esta verdad más se te aclare?
Y yo: No ya; porque imposible veo
que la naturaleza, en lo necesario, se canse.
Por donde él: Ahora dime; ¿sería peor
para el hombre en la tierra no ser civil?
Sí, respondí; aquí razón no requiero.
47
¿Y puede serlo, si allá no se vive
diversamente por diversos oficios?
No, si vuestro maestro bien lo escribe.
Así vino deduciendo hasta aquí;
después concluyó: Por tanto han de ser
diversas de vuestros actos las raíces:
porque uno nace Solón y otro Jerjes,
otro Melquisedec y otro aquel
que, por el aire volando, perdió al hijo.
La circular naturaleza, que es sello
de la cera mortal, hace bien su arte,
mas no distingue uno del otro aposento.
Así ocurre que Esaú se aparta
del semen de Jacob; y viene Quirino
de tan vil padre, que se rinde a Marte.
La natura engendrada su camino
símil haría siempre al generante,
si no venciera el proveer divino.
Ahora lo que detrás te estaba, te está adelante:
pero para que sepas que me ayudas,
un corolario quiero que te amante:
Siempre la natura, si fortuna halla
discordante, como toda otra simiente
fuera de su patria, da mal resultado.
Y si el mundo de allá bajo parase mientes
48
al fundamento que la natura pone,
siguiéndolo, habría buena gente.
Mas vosotros torcéis a religión
a quien nacido era para ceñir la espada,
y hacéis rey a quien lo era para sermones:
por donde vuestras huellas van fuera de estrada.
Canto IX
Después que tu Carlos, bella Clemencia,
me hubo esclarecido, me contó los engaños
que recibir debía su simiente;
me dijo: Calla y deja correr los años;
más no puedo decir sino que un llanto
justo vendrá detrás de vuestros daños.
Y ya la vida de aquel luminar santo
tornado se había al Sol que la colma,
como a aquel bien que a toda cosa es tanto.
¡Ay almas engañadas y hechuras impías,
que de semejante bien torcéis el alma,
llevando a vanidad vuestras mentes!
Y entonces otro de aquellos esplendores
vino a mi, y su deseo de placerme
demostraba en su brillar defuera.
Los ojos de Beatriz que estaban firmes
49
en mi, como antes, con amable asenso
a mi deseo certificado dieron.
¡Ven, pon a mi deseo pronta recompensa,
beato espíritu, dije, y dame prueba
de que pueda en ti reflejar lo que yo pienso!
Entonces la luz, que aún me era nueva,
de su profundo, donde antes cantaba,
siguió como a quien el bien hacer presta:
En aquella parte de la tierra prava
itálica, que está entre Rialto
y las fuentes de Brenta y de Piava,
se alza un cerro, que no surge muy alto,
de donde otrora descendió una llama
que causó gran desastre en la comarca.
De una raíz nacimos yo y ella:
Cunizza fui llamada, y aquí refuljo
porque me venció la luz de esta estrella.
Mas alegremente a mi misma indulgo
la razón de mi suerte, y no me pesa;
lo que duro quizá pareciera a vuestro vulgo.
De esta espléndida y clara joya
de nuestro cielo, que más me es propincua,
gran fama quedó; y antes que muera,
de esta centuria pasarán otras cinco:
¡Mira cómo debe hacerse el hombre excelente,
50
para que otra vida confiera la primera!
En ello no piensa la turba presente
que el Tagliamento y el Ádige encierran,
que ni azotada tampoco se arrepiente;
mas pronto será que Padua de la laguna
mudará el agua que a Vincenza baña,
por ser a su deber las gentes crudas;
y donde el Sile y el Cagnano se acompañan,
hay quien señorea y va con testa alta,
cuando ya por atraparlo montan la trampa.
Llorará Feltro aún la falta
de su impío pastor, que será aberración
tal, como ninguna igual jamás hubo en Malta.
Demasiado grade sería la artesa
que contuviera la sangre ferrarense,
y cansado quien la pesase de onza en onza,
que derramará este gentil preste
por mostrarse del partido; y tales ofrendas
son conformes al vivir de la comarca.
Arriba hay espejos, que vos llamáis Tronos,
de donde refulge en nosotros Dios juzgante;
así que tenemos por buenas nuestras palabras.
Aquí se calló; y diome semblante
de haberse vuelto a otra cosa, pues en la rueda
se puso en la que había estado antes.
51
La otra alegría, que me era ya conocida
como cara persona, se me ofreció a la vista
como fino rubí en el que el Sol destella.
El gozar allí arriba fulgor concede
como aquí la risa; mas abajo se oscurece
la sombra, a medida que la mente se contrista.
Dios todo lo ve, y tu mirar en él se interna,
dije yo, ¡oh beato espíritu!, de modo que ningún
deseo de si a ti puede quedar oculto.
Tu voz pues que divierte siempre al cielo
con el canto de aquellas llamas pías
que de seis alas se han hecho túnica,
¿porqué no satisface mis deseos?
Ciertamente no esperaría yo tu pregunta
si te viese en mi como tú en mi te metes.
El mayor valle en donde el agua se expande,
comenzaron entonces sus palabras,
de aquel mar que la tierra enguirnalda,
entre opuestas riberas, contra el Sol
tanto se extiende que es meridiano
allá donde antes era horizonte el Sol.
De aquel valle ribereño fui yo,
entre Ebro y Macra, que por breve espacio
separa del Toscano al Genovés.
52
Igual ocaso casi e igual orto
tiene Bugía y la tierra de donde yo era,
que con su sangre ya entibió el puerto.
Folco me llamó aquella gente de quienes
conocido fue mi nombre; y este cielo
de mi se impronta, como yo lo fui de él;
que más no ardió la hija de Belo,
fastidiando a Siqueo y a Creusa,
que yo, mientras lo consistió el pelo;
ni aquella Rodopea que desilusionada
fue por Demofonte, ni Alcides
que a Yole en el pecho tuvo reclusa.
Mas aquí nadie se arrepiente, antes se ríe,
no de la culpa, que a la mente no torna,
más del valor que ordenó y proveyó.
Aquí se contempla al arte que adorna
con tanto afecto, y disciérnese el bien
por el que el mundo de arriba al de abajo entorna.
Mas para que te lleves todos tus deseos
plenos, nacidos en esta esfera,
extenderme un poco más me concierne.
Quieres saber quién está en esta lumbre,
que aquí junto a mí de esta forma reverbera
como rayo de Sol en agua pura.
Ahora sabe que allá adentro tan tranquila
53
está Raab, y a nuestro orden conjunta,
que por ella en superior grado se ilumina.
En este cielo, en el cual la sombra apunta
de vuestro mundo, antes que a otra alma
por el triunfo de Cristo fue asunta.
Bien corresponde dejarla por palma
en algún cielo de la alta victoria
que fue ganada con una y otra palma:
porque ella favoreció la primera gloria
de Josué en Tierra Santa,
que poco toca al Papa la memoria.
Tu ciudad, que de aquel es planta
que primero volvió la espalda a su hacedor
y cuya es la envidia tan llorada,
produce y expande la maldita flor
que ha desviado a ovejas y a borregos,
porque ha hecho un lobo del pastor.
Por ello el Evangelio y los doctores magnos
son desechados, y sólo las Decretales
se estudian, que así se ve por los márgenes.
Preocupa ésto a papas y cardenales:
no van sus pensamientos a Nazaret,
allí donde Gabriel abrió las alas.
Pero el Vaticano y las otras partes selectas
de Roma que han venido a ser cementerio
54
de la milicia que siguió a Pedro,
pronto se verán libres del adulterio.
Canto X
Cuarto Cielo
Cielo Del Sol - Los Sabios Y La Inteligencia
Mirando en su Hijo con el Amor
que uno en el otro eternamente espira,
el primer e inefable Valor,
cuanto por mente y espacio gira
con tal orden hizo, que estar no puede
sin gustar de ello quien lo mira.
Alza entonces, lector, a las altas ruedas
conmigo la vista, derecho a aquella parte
donde un movimiento al otro encuentra;
y comienza allí a admirar la obra de arte
de aquel maestro que dentro de sí la ama,
tanto que nunca de ella el ojo aparta.
Mira cómo de allí se derrama
el oblicuo cerco que a los planetas porta,
para satisfacer al mundo que los llama:
pues si la senda de ellos no fuera tuerta,
mucha virtud del cielo sería en vano,
y casi toda potencia de aquí abajo muerta:
55
y si del recto giro más o menos lejano
se apartase, vendría a ser muy manco
arriba y abajo el orden mundano.
Ahora pues quédate, lector, en tu banco,
ocupado pensando lo que aquí se preliba,
si quieres ser asaz feliz antes que exhausto.
Te lo he puesto delante: ya por ti mismo come;
que reclama para sí todo mi cuidado
la materia de la que me han hecho escriba.
El ministro mayor de la natura
que del valor del cielo el mundo impronta
y el tiempo con su luz mensura,
a la parte que arriba se recuerda
unido, giraba por las espiras
por las que más pronto se presenta siempre;
y yo estaba con él; mas del subir
no me di cuenta, sino como uno se da cuenta
en llegando un pensamiento, de su venida.
Es Beatriz la que así conduce
de bien en mejor tan súbitamente,
que su obrar en el tiempo no transcurre.
¡Cuánto debía ser por sí luciente
lo que había dentro del Sol donde yo entréme,
no por el color, mas por la luz patente!
Por más que yo al ingenio, al arte y al uso clame,
56
aún así no lo diría, ni nadie se lo imaginara;
mas creerse puede, y que de verlo se brame.
Y si nuestras fantasías son bajas
ante tanta excelencia, no es maravilla,
que al Sol no hubo ojo que mirase.
Tal era aquí la cuarta familia
del alto Padre, que siempre la sacia,
mostrándole cómo espira y cómo ahija.
Y comenzó Beatriz: Rinde gracias,
rinde gracias al Sol de los ángeles, que a este
sensible te ha elevado por su gracia.
Corazón mortal no hubo nunca jamás tan dispuesto
a enfervorizarse y rendirse a Dios
con toda gratitud tan presto,
como ante aquellas palabras me hice yo;
y así todo mi amor en él se puso
que a Beatriz eclipsó en el olvido.
No le desagradó, mas sonrióse tanto.
que al esplendor de sus ojos rientes
mi mente unida en más cosas dividióse.
Vi yo más fulgores vivos y triunfantes
que de nos hicieron centro y de ellos corona,
más dulces en la voz que en el aspecto lucientes;
así tan ceñida de un cerco a la hija de Latona
vemos a veces, cuando el aire está preñado,
57
que retiene el hilo que su cintura forma.
En la corte del cielo, de la cual regreso,
hay muchas joyas preciosas y bellas
tales que hallarlas no se puede fuera del reino;
y el canto de aquellas luces era una de ellas;
quien no se arme alas para que allí vuele,
que espere recibir del mudo las nuevas.
Luego, así cantando, aquellos ardientes soles
comenzaron a girarnos en torno tres veces,
como estrellas vecinas de fijos polos,
los vi como a las damas, que sin dejar el baile,
se detienen calladas, en espera y escuchando
hasta comprender cuál es la nueva danza.
Y allí adentro sentí a uno comenzar: Cuando
el rayo de la gracia, del que se enciende
el veraz amor que luego crece amando,
multiplicado en ti tanto esplende,
que te conduce por aquella escala
de la cual sin resubir nadie desciende,
como quien te negase el vino de su redoma
a tu sed, en libertad no estaría
si no como agua que en la mar no desemboca.
Quieres saber tú de cual planta florece
esta guirnalda que en torno explora
la bella dama que al cielo te conforta.
58
Yo fui de los corderos de la santa grey
que Domingo lleva por la senda
que al que no desvaría mucho enriquece.
Este que a mi derecha me es más vecino,
fue hermano y maestro mío, y Alberto
es de Colonia, y yo Tomás de Aquino.
Si de todos los demás quieres estar cierto,
tras mis palabras vuelve la vista
entorno de la diadema bendita.
Aquella otra flámula brota de la risa
de Graciano, que al uno y al otro foro
ayudó tanto que al paraíso place.
El otro que luego adorna nuestro coro,
aquel Pedro fue, que con la pobrecilla
ofreció a la Santa Iglesia su tesoro.
La quinta luz, que es entre nosotros más bella,
espira tal amor, que todo el mundo
allá abajo tiene sed de sus nuevas:
dentro se halla la mente donde tan profundo
saber fue metido, que si lo cierto es cierto,
a tanto ver no surgió jamás segundo.
Después mira la luz de aquel cirio
que abajo, en carne, muy adentro miró
de la angélica natura y del ministerio.
59
En la otra pequeñita luz sonríe
aquel abogado de los cristianos tiempos,
de cuyos latines Agustín se enriqueció.
Ahora bien, si dejas que el ojo de la mente
de luz en luz, vaya siguiendo mis alabanzas,
debes ya quedar con sed de la octava.
De ver el sumo bien mucho se recrea
el alma santa, que el mundo falaz
manifiesta a quien a ella bien escucha;
el cuerpo del que fue separada yace
allá en Cielo de Oro; y del martirio
y del exilio a esta paz vino.
Mira además flamear al espíritu ardiente
de Isidoro, de Beda y de Ricardo
quien a considerar fue más que hombre.
Este de donde a mi retorna tu mirada,
es la luz de un espíritu que en pensares
graves a morir le pareció venir tarde;
esa es la luz eterna de Siger,
quien, enseñando en la calle de las Pajas,
silogizó envidiadas verdades.
De allí, como reloj que llama
en la hora en que la esposa de Dios surge
a cantar maitines al esposo porque lo ama,
cuya una parte a la otra mueve y urge,
60
tin tin sonando con tan dulce canto
que al buen espíritu de amor agranda;
así vi yo moverse a la gloriosa rueda
y pasar una voz a otra voz en armonía
y en dulzura que música así haber no puede
sino allá donde perpetua es la dicha.
Canto XI
¡Oh insensato afán de los mortales,
cuán defectuosos son los silogismos
que os llevan a batir tan bajo las alas!
Quien tras de iura, y quien de aforismos
marcha, y quien siguiendo el sacerdocio,
y quien a reinar por fuerza o sofismas,
y quien a robar, y quien en civil negocio,
y quien en placer de la carne envuelto
se fatiga y quien se da al ocio,
cuando, de todas estas cosas libre,
con Beatriz me hallaba allá en el cielo
tan gloriosamente acogido.
Luego de cada uno volviera al punto
del giro en el que antes era,
se detuvieron, como vela en candelero.
Y oí de adentro de esa lumbrera
que antes me había hablado, sonriendo
61
comenzar, haciéndose más pura:
Así como yo de su rayo esplendo.
así, contemplando en la luz eterna,
tus pensamientos, donde nacen, aprendo.
Tú dudas, y quieres que se reiteren
en tan abierta y tan clara lengua
mis dichos, que a tu sentir se declaren,
donde antes dije: “Mucho enriquece”
y allá donde dije: “No surgió segundo”;
y aquí es menester que bien se distinga.
La providencia, que gobierna el mundo
con aquel consejo donde todo mirar
creado se pierde antes de llegar al fondo,
a fin de que fuera hacia su amado
la esposa de quien con altas voces
la desposó con su sangre bendita,
segura en sí y en él aún más confiada.
dos príncipes ordenó en su ayuda,
que de una y otra forma le fuesen guía.
Uno seráfico fue en el ardor;
el otro por sapiencia fue en la tierra
de querúbica luz un resplandor.
De uno hablaré, porque de ambos
se habla apreciando a uno, cualquiera sea,
porque a un mismo fin sus obras eran.
62
Entre el Tupino y el agua que desciende
del cerro que escogió el beato Ubaldo,
una fértil ladera del alto monte pende,
donde Perusa siente frío y calor
por Porta Sole; y de atrás le llora
bajo pesado yugo Nocera y Gualdo.
De esta cuesta, allá donde abandona
más su rudeza, nació al mundo un sol,
como asoma a veces el del Ganges.
Sin embargo quien de ese lugar hable
no diga Asís, que quedaría corto,
mas Oriente, si con propiedad quiere.
No era aún muy lejano su orto,
que comenzó a dejar sentir a la tierra
de su gran virtud algún consuelo;
pues por tal dama, aun joven, guerra
con su padre tuvo, a la cual, como a la muerte,
la puerta del placer nadie descierra;
y delante de su espiritual corte
et coram patre se unió con ella;
y luego de día en día la amó con más fuerza.
Ella, privada del primer marido,
mil cien años y más, despreciada y oscura
hasta llegar éste vivió sin convite;
63
ni le valió oír que la encontró segura
con Amiclas, al son de su voz,
aquel que a todo el mundo metió en pavura;
ni le valió ser constante y bravía,
tanto que, mientras al pie quedó Maria,
ella con Cristo subió a la cruz.
Mas por no ser demasiado oscuro,
a Francisco y Pobreza por los amantes
desde ya entiende en mi parlar difuso.
Su concordia y alegres semblantes,
amor y maravilla y dulce mirada
fueron razón de pensamientos santos;
tanto que el venerable Bernardo
se descalzó primero, y tras tanta paz
corrió, y, corriendo, le pareció ser tardo.
¡Oh ignota riqueza! ¡Oh bien ferace!
Descálzase Egidio, y también Silvestre,
tras el esposo, tanto la esposa place.
De allí partió, padre y maestro
con su dama y con la familia
que ya ceñía el cordón humilde.
Vileza de corazón no le inclinó la frente,
por ser hijo de Pedro Bernardone,
ni por verse despreciable a maravilla;
mas regiamente su dura intención
64
manifestó a Inocencio, y de él obtuvo
el primer sello de su religión.
Luego que la gente pobrecilla creciera
detrás suyo, cuya admirable vida
mejor en la gloria del cielo se cantara,
de segunda corona redimida
fue por Honorio del Eterno Soplo
la santa voluntad de este archimandrita.
Y luego que, por sed de martirio,
en presencia del Sultán soberbia
predicó a Cristo con quienes le siguieron,
y por hallar a convertirse acerba
por demás la gente, por no estar en vano,
volvióse al fruto de la ítala hierba,
en el áspera piedra entre Tíber y Arno
de Cristo recibió el último sello,
que sus miembros dos años portaron.
Cuando a aquel que a tanto bien lo había elegido,
plugo llevarlo arriba a la merced
que ganó por hacerse diminuto,
a sus hermanos, como a herederos justos,
recomendó su dama más querida,
y mandó que la amaran fielmente;
y de su regazo el alma preclara
salirse quiso, regresando a su reino,
65
y otras andas para su cuerpo no quiso.
Piensa ahora cual fue aquel que digno
su colega fue en mantener la barca
de Pedro en alta mar por recta senda:
y este fue nuestro patriarca;
pues, quien lo sigue, como él comanda,
discernir puede que buenas mercancías carga.
Mas su rebaño de nueva pitanza
se ha hecho tan goloso, que ser no puede
que por varias selvas no se expanda;
y cuando sus pécoras lejanas
y vagabundas más van tras tales pastos,
más tornan al aprisco de leche faltas.
Bien que existen las que temen el daño
y al pastor se apretujan; mas son tan pocas,
que para sus capas basta poco paño.
Pues bien, si mis palabras no son flojas
y si tu audiencia ha estado atenta,
si lo que fue dicho en la mente revocas,
que en parte tu esperanza quede contenta,
porque verás donde la planta se desgaja,
y verás la corrección que argumenta:
”que al que no desvaría mucho enriquece”.
66
Canto XII
Tan pronto como su última palabra
dijera la bendita llama,
a rodar comenzó la santa muela;
y en su giro no giró entera
antes que otra rueda la cercara;
y moción y canto a moción y canto unióse;
canto que tanto vence a nuestras musas,
nuestras sirenas, en esas dulces tubas,
cuanto un primer resplandor a su reflejo.
Como entre tiernas nubes aparecen
dos arcos paralelos en color iguales,
cuando Juno a su sierva envía,
y nace del de adentro el de afuera,
a guisa de la voz de aquella amante
consumida de amor como del Sol vapores;
y que son presagios para el hombre,
por el pacto que Dios con Noé puso,
de que el mundo nunca más inundaría;
así de aquellas sempiternas rosas
nos giraron en torno ambas guirnaldas,
y así la externa a la interna respondía.
Después que el tripudio y la otra fiesta grande,
tanto el canto como el inflamarse
67
luz con luz gozosas y mansas,
simultáneas y unánimes cesaron,
como los ojos que del placer movidos
fatalmente juntos se cierran y se abren;
del centro de una de las luces nuevas
salió una voz, que como brújula a la estrella
así me hizo volverme a su donde,
y comenzó: El amor que me hace bella
me lleva a razonar del otro jefe
por quien del mío tan bien se conversa.
Digno es que, donde está uno, el otro se induzca,
de modo que, así como juntos militaron,
así su mutua gloria juntos luzca.
El ejército de Cristo, que tan caro
costó rearmarlo, tras la insignia
se movía tardo, receloso y raro,
cuando el emperador que siempre reina,
proveyó a la milicia, de destino incierto,
por su sola gracia, no por ser digna;
y como se dijo, a su esposa socorrió
con dos campeones, a cuyo decir y hacer
el pueblo desviado congregóse.
En aquella parte donde surge a abrir
el dulce Céfiro las nuevas frondas
de las que Europa se reviste,
68
no muy lejos del batir de ondas
tras la cuales, fatigado el Sol
suele que de los hombres se esconda,
se asienta la afortunada Calahorra;
bajo la protección del gran escudo
del león que subyuga y es subyugado.
Allí nació el amoroso amante
de la fe cristiana, el santo atleta
benigno a los suyos y con los enemigos duro;
y así que fue creada y fue repleta
tanto su mente de virtud viva,
que ya en la madre, la hizo profeta.
Luego que los esponsales se cumplieron
en la sagrada pila entre él y la fe
donde de mutua salud se dotaron,
la mujer que dio por él asentimiento,
vio en el sueño el admirable fruto
que salir debía de él y de sus herederos.
Y para que se viera lo que era,
movióse el espíritu a nombrarlo
con el posesivo de quien entero era:
Domingo fue llamado: y de él hablo
como del agrícola que Cristo
eligió para ayuda de su huerto.
69
Bien se mostró enviado y familiar de Cristo;
porque el primer amor que en él fue manifiesto,
fue del primer consejo que dio Cristo.
Muchas veces fue, velando en silencio,
hallado en tierra por su niñera,
como si dijera: “He venido para esto”.
¡Oh padre suyo verdaderamente Félix!
¡Oh madre suya verdaderamente Juana,
si como corresponde se lo interpreta!
No por el mundo, por el que muchos se afanan
tras el Ostiense y tras Tadeo,
mas por amor del verdadero maná
en poco tiempo gran doctor se hizo;
tal que se puso a cultivar la viña
que pronto se aja si el viñador es indigno.
Y a la sede que otrora fue benigna
con los pobres justos, no por ella,
mas por el que allí se asienta, y la mancilla,
no dispensar o dos o tres por seis,
no la fortuna del primer beneficio vacante,
no décimas, quae sunt pauperum Dei,
solicitó; antes contra el mundo errante
licencia de combatir por la simiente
de la que se hagan veinticuatro plantas.
Luego con doctrina y voluntad aunadas
70
con el oficio apostólico movióse,
como torrente que de alta fuente mana;
y castigó a los heréticos retoños
su ímpetu, con más viveza allí
donde la resistencia más fuerte era.
De él nacieron luego varios ríos,
con los que el huerto católico se riega,
de modo que sus arbolillos son más vivos.
Si tal fue una de las ruedas del carro
con que se defendió la Santa Iglesia
y venció en el campo su civil contienda,
bien debería serte muy evidente
la excelencia de la otra, con la cual Tomás
antes de mi venida fue tan cortés.
Más la órbita que fue la parte suma
de su circunferencia, está abandonada
tanto que donde hubo tártaro hay mufa.
Su familia, que caminó derecha
los pies tras sus huellas, está tan mudada
que en el de atrás pone el de adelante;
y pronto se verá cual es la cosecha
de mal cultivo, cuando la cizaña
se queje de que el granero le niegan.
Bien digo, que quien buscase hoja a hoja
en nuestro volumen, aún página hallara
71
donde leería: Yo soy el que solía:
pero no será de Casal ni de Acquasparta,
de donde vienen tales a la escritura,
que une la huye, otro la coarta.
Yo soy el alma de Buenaventura
de Bagnoregio, que en los grandes oficios
siempre pospuse la siniestra cura.
Iluminato y Agustín están aquí,
que fueron los primeros descalzos pobrecillos
que en el cordón de Dios fueron amigos.
Hugo de San Víctor está aquí con ellos,
y Pedro Mangiadore y Pedro Hispano,
quien abajo luce en doce libelos.
Natán profeta, y el metropolitano
Crisóstomo, y Anselmo, y aquel Donato
que al primer arte dignóse echar la mano.
Rábano está aquí, y luce a mi lado
el calabrés abad Giovacchino
de espíritu profético dotado.
A envidiar tan gran paladín
me movió la inflamada cortesía
de fray Tomás y el discreto latino:
y conmigo moví esta compañía.
72
Canto XIII
Imagine quien de bien entender arde
lo que entonces vi (y guarde la imagen,
mientras hablo, como firme roca),
quince estrellas que en diversas playas
el cielo ilustren con tan vivo azul,
que vence del aire toda gordura;
imagine aquel carro al cual el seno
basta de nuestro cielo noche y día,
que al mudar el tiempo no se oculta;
imagine la boca de aquel cuerno,
que comienza en la punta de la vara
que la primera rueda ronda,
se hubieran hecho de sí dos signos en el cielo,
como hizo la hija de Minos
al sentir de la muerte el hielo;
y el uno en el otro estar sus rayos
y que ambos giraran de manera
que uno fuera a derecha y el otro volviera,
y tendrá una sombra de la verdadera
constelación y de la doble danza
que circundaba el punto donde yo era;
porque tan lejano está de nuestra usanza,
como lejos del correr del Chiana
se mueve el cielo que a los otros gana.
73
Allí se cantó no a Baco, no al Peán,
mas a tres personas en divina natura
y en persona una ella y la humana.
Cumplió la danza y el girar su mesura;
y atuviéronse a nos aquellas santas luces,
felices de pasar de una a otra cura.
Rompió el silencia de los acordes númenes
luego la luz por quien la sublime vida
del pobrecillo de Dios narrada fuera,
y dijo: Cuando una paja está trillada,
y su semilla ya guardada,
a batir la otra dulce amor me invita.
Tú crees que en el pecho, cuya costilla
sacóse para formar la bella cara
cuyo paladar a todo el mundo cuesta,
y en aquel que, abierto por la lanza,
y luego y antes tanto satisfizo,
que de toda culpa vence a la balanza,
cuanto a la natura humana es lícito
lograr, cumplida luz le fue infundida
por aquel valor que a uno y otro hizo;
y aun así te admira lo que antes dije,
cuando narré que segundo no hubo
del bien que la quinta luz encierra.
74
Abre ahora los ojos a lo que te respondo,
y verás que tu creencia y mis dichos
son veros como el centro a lo redondo.
Lo que no muere y lo que puede morir
sólo es resplandor de aquella idea
que engendra, amando, nuestro Sire;
porque esa viva luz que así brota
de su lucerna, que no se aparta
de él ni del amor que es tres en ellos,
por su bondad su radiar aduna,
cuasi espejándose, en nueve subsistencias,
perdurando eternamente una.
De allí desciende a las últimas potencias
abajo de acto en acto, tanto se haciendo,
que más no hace sino breves contingencias;
y por estas contingencias decir entiendo
las cosas engendradas, que produce,
moviendo, con simiente y sin simiente, el cielo.
La cera de ellas y el que las conduce
no obran de igual modo; por lo que abajo
más o menos trasluce luego el ideal sello;
por donde ocurre que un mismo árbol
según la especie, da mejor o peor fruto;
y vosotros nacéis con diferente ingenio.
Si estuviese a punto la cera dispuesta
75
y ejerciese el cielo su virtud suprema,
la luz del sello se vería perfecta;
mas la natura la da siempre manca,
pues obra como el artista que el hábito
tiene del arte mas le tiembla la mano.
Pero si el cálido amor la visión clara
de la prima virtud dispone y signa.
toda perfección aquí abajo se alcanza.
Así ya fue hecha la tierra digna
de toda perfección animada;
así quedó la Virgen preñada;
tanto que encomio tu opinión:
que la humana natura no fue
ni será tal como en esas dos personas.
Ahora, si adelante más no siguiera
”Entonces ¿cómo fue este sin igual?”
comenzarían tus palabras.
Mas para que bien se vea lo que no aparece,
piensa quien era, y la razón que lo movió,
cuando le fue dicho “Pide”, a demandar.
No he hablado de modo, que tú no puedas
darte cuenta que fue rey, y señal pidió
a fin de que rey suficiente fuera;
no por saber cuentos sean
los motores de aquí arriba, o si necesse
76
con contingente nunca necesse se hiciera;
no, si est dare primum motum esse,
o si del medio cerco hacer se puede
un triángulo tal que recto no tuviese.
Por donde si lo que dije y esto notas,
real prudencia es aquel ver sin par
a donde el rayo de mi intención anota;
y si al “surge” mandas los ojos claros,
verás que sólo se refiere a reyes
que son muchos, y los buenos raros.
Con esta distinción toma mis dichos,
que así pueden estar con lo que crees
del primer padre y de nuestro Amado.
Y que esto te sea plomo en los pies,
para que lento vayas y como exhausto
tras el si y el no que tú no veas;
que se halla entre tontos bien abajo
quien sin distinción afirma o niega
sea en el sí como en contrario paso;
porque sucede que más se dobla
la opinión corriente a falsa parte,
y además el afecto al intelecto enlaza.
Mira que en vano del río al mar parte,
porque no vuelve tal como salido,
quien pesca por la verdad y no tiene el arte:
77
de lo que son en el mundo claras pruebas
Parménides, Meliso y Briso y muchos,
que salieron sin saber a donde;
así hizo Sabelio y Arrio y los estultos
que fueron espadas a la Escritura
torciendo los sentidos rectos.
Tampoco sea la gente por demás tan segura
para juzgar, como quien aprecia
la cosecha del campo antes que madure;
que yo he visto primero todo el invierno
estar la zarza rígida y feroz en sus púas,
mas luego cubrir de rosas su cima;
y barco he visto ya veloz y recto
recorrer del mar todo el camino,
y perecer al fin entrando a puerto.
No crea doña Berta y maese Martín
por ver a uno robar, a otro rezando,
verlos dentro del juicio divino;
porque aquel puede surgir y el otro caer.
Canto XIV
Del centro al cerco, y del cerco al centro
muévese al agua en redondo vaso,
si agitada es ya por fuera, ya por dentro.
78
En mi mente fue súbito acaso
esto que digo, cuando se hubo callado
el alma gloriosa de Tomás,
por la semejanza que surgió entonces
entre sus palabras y las de Beatriz,
a quien comenzar, tras él, plugo:
A éste le está faltando, y no lo diz
ni con la voz ni pensando todavía,
de otra verdad llegar a la raíz.
Decidle si la luz con que se adorna
vuestra sustancia, quedará con vos
eternamente así como está ahora:
y si así queda, decidle cómo, luego
que visible seáis hecho de nuevo,
podrá ser que no hiera a la mirada.
Como, de mayor dicha tintos y llevados,
a cada vuelta los que van de ronda,
alzan la voz y alegres gesticulan,
así, a la demanda devota y pronta,
los santos cercos mostraron nuevo gozo
en su danza y en su admirable nota.
Quien se lamenta porque aquí se muera
para vivir allá arriba, no ha visto allí
el refrigerio de la lluvia eterna.
79
Aquel uno y dos y tres que siempre vive
y reina siempre en tres y dos y uno,
no circunscrito y que todo circunscribe,
tres veces era cantado por cada uno
de aquellos espíritus con tal melodía,
la cual de todo mérito sería premio justo.
Y oí yo en la luz más divina
del menor cerco una voz modesta,
tal vez cual la del ángel a María,
responder: Cuan larga sea la fiesta
del paraíso, tanto nuestro amor
radiará así en torno con tal prenda.
Su claridad persigue al ardor;
el ardor a la visión, y es esta tanta
cuanto de gracia se añade a su valor.
Cuando la carne gloriosa y santa
revestida sea, nuestra persona
más feliz será por ser toda entera;
porque crecerá lo que nos dona
de la gratuita luz el bien sumo,
luz que verlo a él nos proporciona;
así pues que crezca la visión se debe,
que crezca el ardor que arde de ella,
que crezca el rayo que de él proviene.
Mas así como el carbón que da llama,
80
en su vivo ardor la doblega,
de modo que su apariencia defiende,
así este fulgor que nos circunda
será vencido cuando se alce la carne
que de tierra estuvo siempre cubierta,
ni podrá tanta luz fatigarnos,
pues los órganos del cuerpo tendrán fuerza
para todo lo que pueda deleitarnos.
Los contemplé tan rápidos y prontos
al uno y otro coro decir “Amen”
que bien mostraron desear los cuerpos muertos;
tal vez no por ellos sólo, más por las madres,
los padres y los otros que les fueron caros
antes que fueran sempiternas llamas.
Y he aquí que en torno, de claridad pareja,
vi nacer una viva luz sobre la que ya había,
como hace el horizonte cuando aclara.
Y así como a las primeras horas de la tarde
asoman en el cielo nuevas signaturas,
tales que a la vista parecen y no veras,
parecióme allí nuevas subsistencias
empezar a ver, haciendo un giro
por fuera de las otros dos circunferencias.
¡Oh vero chispear del Santo Espíritu!
¡Se alzó tan súbito y candente
81
ante mis ojos que, vencidos, no lo sufrieron!
Mas Beatriz tan bella y riente
se me mostró, que entre aquellas vistas
he de dejarla porque no acompaña la mente.
De nuevo pues mis ojos la virtud
recuperaron; y vime trasladado
solo con mi dama a más alta lozanía.
Bien percibí que era más alto llevado,
por el flameante reír de la estrella,
que más enrojecida estaba que de usado.
Con toda mi alma y con aquella chispa
que es una en todos, a Dios hice holocausto;
cual convenía a la nueva gracia.
Y no se había aún en mi pecho agotado
el ardor del sacrificio, cuando supe
que mi holocausto había sido acepto y grato,
pues con tanto brillo y tan encarnado
vi un esplendor dentro de dos rayos
y dije yo: ¡Oh Helios que así los ornas!
Como diversa de menores y mayores
luces albea tanto entre los polos del mundo
la Galaxia, que hace dudar a los sabios,
así constelados formaban en el profundo
Marte aquellos rayos el venerable signo
al unir cuadrantes en un círculo.
82
Aquí vence mi memoria al ingenio:
porque aquella cruz resplandecía Cristo,
de manera que no puedo hallar ejemplo digno;
mas quien su cruz toma y sigue a Cristo,
también me excusará de lo que callo,
viendo en ese albor centellear a Cristo.
De brazo en brazo, de arriba a abajo,
se mueven luces, destellando fuerte
al conjugarse juntas y al apartarse:
así se ven aquí rectas y tuertas,
raudas y tardas, renovando aspectos,
las motillas del polvo, largas y cortas,
moverse por el rayo de luz que irisa
en la sombra que en su resguardo
se procura el hombre con ingenio y arte.
Y como giga y arpa, en tensión templada
de muchas cuerdas, hacen dulce canto
hasta para quien no sabe de notas,
así de las luces que allí aparecieron
cruzaba por la cruz una melodía
que me arrobaba aunque el himno no entendía.
Bien comprendí que eran de alta alabanza
pues hasta mi llegaba “Resurge” y “Vence”
como a quien sin entender escucha.
83
Tanto allí me enamoraba
que hasta entonces no hubo nada
que me ligara con tan dulces trabas.
Tal vez parezca que mi parla mucho osa
posponiendo el placer de los ojos bellos
en los que mirando mi deseo posa;
mas quien advierta que los vivos sellos
de toda belleza cuanto más altos más bellos,
y que yo allí no me era vuelto a ellos,
excusarme podrán de lo que me acuso
para excusarme, y me verán decir lo cierto;
que el placer santo aquí no se excluye,
porque se torna, en subiendo, más sincero.
Canto XV
Quinto Cielo
Cielo De Marte - Los Héroes Y Los Mártires
Benigna voluntad en la que siempre
se resuelve el amor que rectamente inspira,
como codicia lo hace en la inicua,
silencio impuso a la dulce lira,
y aquietó las santas cuerdas,
que la diestra del cielo afloja y tira.
¿Cómo a justos ruegos fueran sordos
aquellos seres que, por darme el gusto
de preguntar, a callar fueron concordes?
84
Bien está que sin término se duela
quien, por amor de cosa que no dura,
eternamente de aquel amor se hurta.
Cuando por el sereno quieto y puro
discurre ya ya súbito fuego
haciendo parpadear los ojos ciertos,
y parece la estrella mudar de puesto,
mas en verdad de la parte donde se enciende
nada se pierde, y todo dura poco;
así del brazo que a diestra se extiende
al pie de aquella cruz corrió un astro
de la constelación que allí esplende.
Pero la gema no se apartó de la banda
sino que por la lista transitó radiante
como foco de luz tras alabastro.
Como piadosa fue de Anquises la sombra,
siendo digna de fe nuestra mayor musa,
cuando en los Elíseos reconoció a su hijo,
”O sanguis meus, o superinfusa
gratia Dei, sicut tibi cui
bis unquam coeli ianua reclusa?”
así la luz; y así en ella atento estuve;
después volví a mi dama el rostro
y de un lado y otro caí en asombro;
85
pues en sus ojos una sonrisa ardía
tal, que yo pensé haber llegado al fondo
de mi dada gracia y del paraíso mío.
Entonces, al oír y al ver jocundo,
aquel espíritu a su empezar agregó cosas,
que no entendí, tanto habló profundo;
no se encubría por voluntad propia,
mas por necesidad, que su concepto
al designio de un mortal desborda.
Y cuando el arco del ardiente afecto
se desahogó tal que su palabra descendió
hasta el designio del intelecto nuestro,
lo primero que entender pude fue
Bendito seas Tú uno y trino,
que en mi simiente tan cortés has sido.
Y enseguida: Grato y largo ayuno,
gastado en leer el gran volumen
del que nunca cambia blanco ni bruno,
satisfecho has, hijo, dentro de esta luz
de donde te hablo, gracias a aquel
que al alto vuelo te vistió plumas.
Tú crees que tu pensamiento se filtra
a mí del que es primero, como irradia
del uno, si se sabe, cinco y seis,
empero no me preguntes cómo es
86
ni porqué te parezco más dichoso,
más que ningún otro en esta tribu gaya.
Crees bien; porque los menores y los grandes
de esta vida miran en el espejo
en donde, antes que pienses, el pensamiento nace.
Mas porque el sagrado amor en el que veo
con visión perpetua y me asaeta
de dulce deseo, mejor se cumpla,
de oír tu voz segura, audaz y alegre
¡resuene la voluntad, resuene el deseo,
al que ya decretada está mi respuesta!.
Me volví a Beatriz, y me oía ella
antes de que hablara, y dióme el ceño
que expandió las alas de mi deseo.
Luego empecé: El afecto y el sentido,
cuando se os mostró la igualdad primera,
de un mismo peso para vos se hicieron;
porque el Sol que os ilumina arde
con un calor y una luz tan iguales
que toda semejanza es poca.
Mas querer y argumentar en los mortales,
por la rozón que a vos es manifiesta,
diversas plumas tienen en las alas;
por donde yo que soy mortal, me veo en esta
desigualdad, y entonces no agradezco
87
sino con el corazón esta paterna fiesta.
Bien te suplico a ti, vivo topacio
que esta preciosa dicha engarzas,
que me hagas de tu nombre sacio.
¡Oh fronda mía en la que me agradara
sólo con esperarte, raíz tuya he sido;
así comenzó a responderme.
Luego me dijo: Aquel de quien se dice
tu apellido y que más de cien años
el monte en la prima cornisa ha girado,
fue hijo mío y bisabuelo tuyo;
mucho necesita que la larga fatiga
abrevies con tus labores.
Florencia dentro de la valla antigua,
donde ella aún toca a tercia y nona,
en paz estaba, sobria y digna.
No había collares, ni coronas,
ni casacas recamadas, ni cinturones
ostentosos más que las personas.
No daba aún, al nacer, pavura
la hija al padre; porque el tiempo y la dote
no excedía aquí y allá la mesura.
No había casas solariegas vacías;
no había aún llegado Sardanápolo
a mostrar lo que en la alcoba se podía.
88
No estaba vencido aún Montemalo
por el vuestro Uccellatojo, que como vencido
al subir fue, así lo será bajando.
Yo vi a Bellincion Berti andar ceñido
de cuero y hueso, y vi volver del espejo
su dama con el rostro sin colorido;
y vi aquel de Nerli y el de Vecchio
contentos solo de pieles cubiertos,
y a la rueca y al huso sus mujeres.
¡Oh afortunadas! Cada una estaba cierta
del lugar de su sepulcro, y todavía ninguna
era por Francia en el lecho abandonada.
Una velaba cuidando de la cuna,
y, arrullando, balbuceaba rumores
que ya a padre y madre alegraran;
otra, el hilo en la rueca rondaba,
parloteando con su familia
de Troyanos, de Fiésole y de Roma.
Sería entonces gran maravilla
una Cianghella, un Lapo Saltarello,
como hoy sería Cincinnato y Corniglia.
Y así con calma, y así de bello
viviendo ciudadanos, en tan fiel
ciudadanía, y bajo tan dulce techo,
89
María me dio, clamada a gritos;
y en vuestro antiguo Baptisterio
a la vez fui cristiano y Cacciaguida.
Moronto fue mi hermano y Eliseo;
mi mujer vino a mi del valle de Pado,
y así fue formado tu apellido.
Luego al emperador seguí Conrado;
y él me ciñó en su milicia,
tanto por bien obrar fui de su agrado.
Lo seguí al encuentro de la nequicia
de aquella ley cuyo pueblo usurpa,
por culpa del pastor, vuestra justicia.
Allí fui por aquella torpe turba
desconectado del mundo falaz,
cuyo amor a muchas almas conturba;
y vine del martirio a esta paz.
Canto XVI
¡Oh nuestra poca nobleza de sangre,
si de ti gloríase la gente
aquí abajo donde el afecto decae,
no me será nunca admirable cosa;
pues donde el apetito no se tuerce,
digo en el cielo, de ello pude gloriarme.
Verdad que eres manto que pronto encoge;
90
pues, si no te acrecen día a día,
con su guadaña el tiempo te carcome.
Con el “Vos” que primero en Roma se ofrecía
y que en familia menos persevera,
recomenzaron las palabras mías;
y Beatriz, algo apartada,
riendo, parecía como aquella que tosía
a la primer falta como se narra de Ginebra.
Yo comencé: Vos mi padre sois;
vos de hablar me dais confianza entera;
vos me alzáis tal que yo soy más que yo.
Por tantos ríos se colma de alegría
mi mente, que de sí se deleita
de no quebrarse por tener tanta.
Decidme pues, amada mía primicia,
quiénes fueron tus antiguos, y cómo los años
fueron los que signaron vuestra puericia;
habladme del aprisco de san Juan
cuántos entonces eran, y quiénes de ellos
dignos fueron de los más altos escaños.
Como se aviva al soplar el viento
un ascua en llamas, así vi a aquella luz
resplandecer a mis requiebros;
y como más se hiciera a mis ojos bella,
así con voz más dulce y suave,
91
mas no con esta lengua moderna,
me dijo: Desde el día en que se dijo “Ave”
al parto en que mi madre, ahora santa,
se alivió de mí, de quien grávida estaba,
a su León quinientas cincuenta
más treinta veces vino este fuego
a reinflamarse a sus plantas.
Mis antiguos y yo nacimos en el sitio
donde se hallaba el último distrito
fin de carrera de vuestro anual juego:
baste de mis mayores saber esto;
quiénes fueron y de donde vinieron,
callar antes que hablar es más cuerdo.
Todos los que allí entonces eran
de portar armas entre Marte y el Bautista,
eran un quinto de los que hoy están vivos;
más la ciudadanía, que ahora es mestiza
de Campi, de Certaldo y de Fegghine,
se veía pura hasta el último artista.
¡Oh cuánto mejor fuera tener vecinas
a estas gentes que digo, y que Galuzzo
y Trespiano fueran vuestros lindes,
que tener adentro y aguantar el tufo
del villano de Aguglion, de aquel de Signa,
que para el cohecho tiene el ojo agudo!
92
Si la gente que al mundo más envicia
no hubiera sido de César madrastra,
mas como madre con su hijo benigna,
un cierto florentino, que trueca y trafica,
se habría vuelto a Simifonti,
donde su abuelo cumplía la ronda;
sería Montemurlo aún de los Condes;
los Cerchi estarían en el curato de Ancona
y quizá en Valdigrieve los Bondelmonti.
Siempre la confusión de las personas
principio fue del mal de la ciudad,
como al cuerpo la vianda que se añade;
y el ciego toro más pronto cae
que el cordero ciego; y muchas veces corta
mejor y más una que cinco espadas.
Si consideras a Luni y a Urbisaglia
cómo se fueron, y cómo le siguen
detrás Chiusi y Sinigaglia,
oír cómo las estirpes se deshacen
no te parecerá cosa nueva ni grave,
desde que acaban hasta las ciudades.
Vuestras cosas todas tienen su muerte,
como vosotros; mas ocúltase en alguna
que dura mucho, y las vidas son cortas.
93
Y como el rodar del cielo de la luna
cubre y descubre sin tregua las riberas,
así hace de Florencia la Fortuna;
porque no ha de parecer pasmosa cosa
lo que diré de los nobles Florentinos
cuya fama en el pasado se halla oculta.
Yo vi los Ughi, y vi los Catellini,
Filippi, Greci, Ormani y Alberichi,
aún en su ocaso, ilustres ciudadanos;
y vi tan grandes como antiguos,
con aquel de la Sanella, el del Arca,
los Soldanieri y los Ardinghi y los Bostichi.
Sobre la puerta que al presente carga
nueva felonía de tal peso
que pronto será desgracia de la barca,
estaban los Ravignani, de donde vino
el conde Guido, y los que han tomado
después del noble Bellicione el apellido.
El de la Pressa sabía ya cómo
regir se debe, y tenía Galigaio
en su casa de oro la guarnición y el pomo.
Ya era grande la franja del Comadreja,
Sachetti, Giuochi, Fifanti y Barucci
y Gallo y los corridos por la medida.
La cepa de do nacieron los Calfucci
94
era ya grande, y ya eran llevados
a las curules Sizii y Arriguci.
¡Oh cuán grandes vi a quienes la soberbia
ha destruido! y las bolas de oro
en sus hazañas florecían Florencia.
Así hacían los padres de aquellos
que, siempre que vaca vuestra iglesia,
engordan estando en consistorio.
La arrogante estirpe que como dragón se lanza
tras el que huye, y ante el que muestra dientes
u ofrece bolsa, como cordero se aplaca,
venía subiendo, pero de humilde casta;
por lo que no agradó a Ubertino Donato
que luego su suegro los hiciera sus parientes.
Ya había Caponsacco en el Mercado
descendido de Fiésole, y ya era
buen ciudadano Giuda e Infangato.
Diré cosa increíble y verdadera:
al pequeño cerco se entraba por la puerta
que se nombraba por los de Pera.
Todo el que la bella enseña porta
del gran barón, cuyo nombre y precio
la fiesta de santo Tomás conforta,
de él hubieron milicia y privilegio;
bien que con el pueblo se aduna
95
hoy quien la dorada faja porta.
Entonces brillaban Gualterotti e Importuni;
y aún sería el Borgo más quieto
si de vecinos nuevos fueran ayunos.
La casa de donde nació vuestro llanto
por el justo desdén que os ha muerto
y puesto fin a vuestra vida dichosa,
era honrada, ella y sus consortes:
¡Oh Buondelmonte, cuán mal huiste
sus nupcias para consuelo de otros!
¡Muchos fueran alegres, que hoy son tristes,
si Dios te hubiera entregado al Ema
la vez primera que a la ciudad viniste!
Mas fue necesario ante aquella rota piedra
que guarda el puente, que Florencia
lo victimase en su paz postrema.
Con estas gentes, y otros con ella,
vi yo a Florencia en tan real reposo,
que razón porqué llorar no tenía:
con estas gentes vi glorioso
y justo a su pueblo, tanto que el lirio
no estaba aún tuerto en el asta,
ni por discordias, rojo.
96
Canto XVII
Como el que vino a Climene a cerciorarse
de aquello que de sí había oído,
razón que hace cautos de los hijos a los padres,
tal estaba yo, y tal era sabido
por Beatriz y por la lámpara
que antes por mí había mudado sitio.
Por lo que mi dama: Manda afuera la llama
de tu deseo, dijo, y que salga
bien signada de la interna estampa;
no que nuestro saber se acreciente
con tu parla, más para que te atrevas
a decir tu sed, a que la calmen.
¡Oh cara planta mía que así te alzas,
que como ven las terrenas mentes
que en un triángulo no caben dos obtusos,
así ves las cosas contingentes
antes que ocurran, mirando el punto
donde los tiempos todos son presentes;
mientras tuve a Virgilio junto
subiendo el monte que a las almas cura
y descendiendo al difunto mundo,
dichas me fueron de mi vida futura
palabras graves, que yo me siento
97
como tetrágono a golpes de ventura;
pues mi voluntad estaría contenta
de entender cuál fortuna me espera;
que saeta prevista viene más lenta.
Así repuse yo a la luz la misma
que antes me había hablado; y como
Beatriz quiso, así mi ansia fue cumplida.
Sin embrollos como en los que la gente necia
se enredaba antes que fuera muerto
el Ángel de Dios que los pecados quita,
mas con palabras claras y en latín
correcto respondió aquel amor paterno,
oculto y patente en su propia dicha:
La contingencia que más allá del cuaderno
de la materia vuestra no se extiende,
está toda trazada en el aspecto eterno;
necesidad por ello no adquiere,
sino a la manera de la mirada que refleja
a una nave que por el curso desciende.
De allí, como viene a la oreja
dulce armonía de órgano, me viene
a la vista el tiempo que se te apareja.
Como partió Hipólito de Atenas
por la impiadosa y pérfida madrastra,
así tendrás que salir de Florencia.
98
Esto se quiere y esto ya se procura,
y pronto será hecho por quien en ello piensa
allá donde todo el día Cristo se comercia.
La culpa seguirá a la vencida parte
como suele decir la fama; mas la venganza
será testimonio del que la dispensa.
Tú dejarás todas las cosas que amas
más entrañablemente; y este es el dardo
que el arco del exilio primero saeta.
Tú probarás cuán amargo
es el pan ajeno, y cuán dura es la calle
de subir y bajar por ajena escala.
Y lo que más te gravará la espalda,
será la compañía estúpida y malvada
en la que caerás en este valle;
pues ingrata toda, loca toda e impía
se pondrá en tu contra; mas, poco luego,
ella, no tú, tendrá la frente roja.
De su bestialidad su proceder
será prueba; de modo que será bueno
haber formado partido de ti mismo.
Tu primer refugio y tu primer posada
será la cortesía del gran Lombardo
quien sobre la escala tiene el ave santa;
99
que en ti pondrá tan benigna mirada,
que entre hacer y pedir, entre ambos,
lo primero será, lo que, en otros, es más tardo.
Con él verás al que signado fue,
al nacer, tan fuerte por esta estrella,
que sus obras serán notables.
Todavía en él las gentes no reparan
por su corta edad, pues sólo nueve años
estas ruedas en torno suyo han girado;
mas antes que el Gascón al gran Enrique engañe,
saldrán destellos de su virtud
pues no se cuidará de dineros ni de afanes.
Sus magnificencias conocidas
serán entonces tales, que sus enemigos
no podrán tener la lengua muda.
En él espera y en sus beneficios;
por él será mudada mucha gente,
cambiando condición ricos y mendigos;
y tendrás escrito en la mente
su recuerdo, y no lo dirás...; y dijo cosas
increíbles al que estuviera presente.
Luego agregó: Hijo, estas son las glosas
de lo que te dijeron; aquí las insidias
que por pocos giros quedarán celadas.
No quiero que a tus vecinos envidies,
100
porque en el futuro de tu vida
llegarás a ver la sanción de sus perfidias.
Luego que, callando, se mostró expedita
el alma santa en meter la trama
en la tela que yo le propuse urdida,
comencé, como el que ansía,
dudando, consejo de persona
que ve y quiere derecho y que ama:
Bien veo, padre mío, cómo se apremia
el tiempo hacia mí, para un golpe darme
tal, que más grave es para quien más confía,
por donde es bueno que de provisión me arme
para que, si se me priva de lugar tan caro,
no pierda a los demás por causa de mi Carmen.
Allá abajo por el mundo sin fin amargo,
y por el monte a cuyo bella cumbre
los ojos de mi dama me llevaron,
y luego por el cielo, de lumbre en lumbre,
he aprendido lo que si redigo
tendrá para muchos sabor amargo;
y si de la verdad fuera tímido amigo,
temo perder vivir entre aquellos
que a este tiempo llamarán antiguo.
La luz en que reía mi tesoro
que allí hallé, volvióse más corusca,
101
como rayo de Sol en espejo de oro;
entonces dijo: Sólo una conciencia fusca
por propia o por vergüenza ajena
sentirá que tu palabra es brusca.
Remueve, sin embargo, toda mentira,
toda tu visión haz manifiesta;
y dejan que rasquen donde está la roña.
Que si tu voz fuera molesta
al primer gusto, vivo alimento
dejará luego, cuando será digesta.
Este tu grito será como viento,
que a las más altas cimas más sacude;
lo que no da de honor poco argumento.
Te han sido mostrados en estas coronas,
en el monte y en el valle doloroso
sólo las almas que son por fama notas,
para que el ánimo del que oye, no se apoque
ni pierda firme fe por ejemplo
que venga de ignorada raíz o baja,
ni por otro argumento que no valga.
102
Canto XVIII
Sexto Cielo
Cielo De Júpiter - Los Jueces Y La Justicia
Ya se gozaba solo de su verbo
aquel espejo beato, y yo gustaba
del mío, atemperando con lo dulce lo acerbo;
y aquella dama que a Dios me conducía
dijo: Cambia de idea: piensa que estoy
cerca de aquel que todo entuerto desgrava.
Me volví al amoroso sonido
de mi consuelo; y cual vi entonces
en los ojos santos amor, aquí lo depongo;
no en verdad que de mi palabra desconfíe,
mas por la mente que redecir no puede
lo que tan alto queda, si otro no la guía.
Sólo puedo en aquel punto redecir
que, remirándola, mi afecto
libre quedó de todo otro deseo,
de modo que el placer eterno, que directo
radiaba en Beatriz, del bello rostro
me contentaba con el segundo aspecto.
Venciéndome con la luz de la sonrisa,
ella me dijo: Vuélvete y escucha;
que no sólo en mis ojos está el paraíso.
103
Como aquí se observa a veces
en el rostro el afecto, que si es grande
en él toda el alma queda presa,
así en el llamear del fulgor santo,
al que me volví, conocí su voluntad
de conversarme aún algún tanto.
Y comenzó: en esta quinta orla
del árbol que de la cima vive
y fruta siempre y no pierde hojas,
hay espíritus beatos, que abajo, antes
de venir al cielo, fueron de gran renombre,
tanto que toda musa de ellos sería opima.
Pero mira los brazos de la cruz:
que aquel que yo nombre, lucirá allí
como el veloz fuego en la nube.
Vi por la cruz un fulgor vivo
cuando Josué fue nombrado;
y distinguir no pude el nombrar del brillo.
Al nombre del gran Macabeo
vi a un otro moverse rotando,
y la alegría era cordel de peonza.
Así por Carlomagno y por Orlando
a los dos siguió mi atenta mirada,
como sigue el ojo al halcón volando.
Luego atrajeron Guillermo y Rinoardo,
104
y el duque Godofredo mi mirada
hacia aquella cruz, y Roberto Guiscardo.
De allí, entre las luces ágil y mixta,
me mostró el alma que me había hablado
cuán entre cantores del cielo era artista.
Me volví a mi derecho lado
para saber de Beatriz cuál deber,
por palabra o por seña, me tenía asignado;
y vi sus luces tan serenas,
tan jocundas, que su apariencia
vencía a la habitual y a otras.
Y como, al sentir más holganza
bien obrando, el hombre día a día
comprueba que su virtud avanza,
así me di cuenta que de mi giro redondo
junto al cielo había crecido el arco,
viendo más hermoso aquel milagro.
Y como el transmutarse en poco espacio
de tiempo en blanca dama, cuando su rostro
depone de la vergüenza la carga,
tal fue en mis ojos, cuando vuelto me hube
al candor de la templada estrella
sexta, que dentro de sí me había aceptado.
Yo vi en aquella jovial lumbrera
chispas del amor que allí había,
105
signar ante mis ojos nuestras letras.
Y como avecillas que se alzan de ribera
como felicitándose de su pastura,
forman ya redonda, ya larga hilera,
así en aquella luz las santas criaturas
volando cantaban, haciendo
una D o una I o una L en sus figuras.
Primero, cantando, al compás iban;
luego, formando alguno de estos signos,
un poco guardando silencio se tenían.
¡Oh divina Pegásea que a los ingenios
haces gloriosos y los rindes longevos,
y ellos contigo las ciudades y los reinos,
ilústrame de ti, para que yo describa
sus figuras cual las he visto:
venga tu poder a estos versos breves!
Mostraron pues en cinco vueltas siete
vocales y consonantes: y yo anoté
las partes tal como me parecieron dichas.
DILIGITE IUSTITIAM, fue el primer
verbo y nombre de todo lo presentado;
QUI IUDICATIS TERRAM, fue el final.
Luego en la eme del vocablo quinto
quedaron formadas; de modo que Jove
parecía plata con listas de oro teñido.
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La Divina Comedia de Dante Alighieri-Cántico III-El Paraiso

  • 1. La Divina Comedia Dante Alighieri EL PARAÍSO
  • 2. 1 El Paraíso: Canto I Philipp Veit - El Paraíso La gloria de aquel que todo mueve penetra el universo, y resplandece en una parte más y en otra menos. En el cielo que más de su luz prende fui yo, y vi cosas que redecir no sabe ni puede el que de allí desciende; porque acercándose a su deseo, nuestro intelecto se ahonda tanto, que tras él la memoria ir no puede. En verdad cuanto del reino santo pudo mi mente acumular tesoro, será ahora materia de mi canto. ¡O buen Apolo!, al último afán hazme ser de tu valor tal vaso como exiges para dar el laurel amado. Hasta aquí una cumbre del Parnaso asaz me fue; mas ahora con ambas me es preciso entrar en la faltante arena. Entra en mi pecho e inspira tal aliento como cuando de Marsias arrancaste
  • 3. 2 de los miembros la piel. ¡Oh divina virtud! Si me otorgaras tanto que la sombra del beato reino signada en mi cabeza manifieste, llegar verásme a tu amado leño, y coronarme entonces de aquellas hojas de las que el tema y tú me harán digno. Si raras veces, Padre, se las coge para triunfar ya césar o poeta, culpa y vergüenza es del querer humano, que parir alegría para la alegre deífica deidad debería la fronda penea, cuando de sí a alguien asedienta. A pequeña chispa gran llama secunda: quizá detrás de mí con mejor voz se invocará para que Cirra responda. Surge a los mortales por diversas bocas la lucerna del mundo; mas de aquella que cuatro cercos junta con tres cruces, con mejor curso y con mejor estrella de ella sale conjunta, y la mundana cera más a su modo atempera y sella. Formado había allá la mañana y acá la puesta aquella boca casi, y allá era todo blanco el hemisferio, y acá la otra parte negra,
  • 4. 3 cuando a Beatriz a su siniestro lado vi volverse y mirar al Sol; un águila así no lo miró tan fijo nunca. Y así como el segundo royo suele brotar del primero y rebotar asuso, como peregrino que retornar quiere, así su acto, por los ojos infuso en mi fantasía, mío se hizo, y clavé los ojos en el Sol allende nuestro uso. Mucho es permitido allá, que aquí no se permite a nuestras virtudes, en razón del lugar que es propio de la humana especie. No lo sufrí mucho, pero no tan poco que no lo viera centellear en torno como del fuego el hierro sale candente; y de golpe pareció que un día a otro se uniera, como si Aquel que puede pusiera al cielo de otro Sol adorno. Beatriz toda en las eternas ruedas fijos los ojos tenía; y yo en ella mis luces puse, de allá arriba depuestas. En su figura me metí tan adentro, como en el mar Glauco al gustar la hierba, que consorte lo hizo de los demás dioses.
  • 5. 4 Transhumanar significar per verba no se podría; pero el ejemplo baste a quien vivirlo la gracia otorgue. Si de mi sólo quedaba aquello que creaste últimamente, ¡Oh amor que el cielo gobiernas! tú lo sabes, que con tu luz me elevaste. Cuando la rueda, que tú eternamente deseado, a ella mi atención sedujo con la armonía que tú temperas y disciernes, mostróseme entonces tan inflamado el cielo por la llama del Sol, como lluvia o rio no podrían hinchar algo más un lago. La novedad del son y la gran lumbre por sí mismas encendieron en mí tal deseo como nunca antes hube de sentirlo tan agudo; y entones ella, que me veía como yo me veo, para aquietarme el ánimo revuelto, antes que yo lo pidiera, abrió la boca y comenzó: Tú mismo te haces grueso con el falso imaginar, de modo que no ves lo que verías si mejor lo sacudieras. No estás en la tierra, como tú crees; no hay fulgor que huyendo de su sitio, no corra como tú que a ella vuelves. Si de la primera duda fui desvestido
  • 6. 5 por las sonrientes palabritas breves, dentro de otra más nueva fui vestido; y dije: Antes contento reposé con gran asombro, mas ahora me admiro como pueda traspasar por estos cuerpos leves. Entonces ella, tras un pío suspiro, los ojos dirigió a mí con el semblante de una madre ante el delirio de su hijo, y comenzó: Las cosas todas ellas guardan entre sí un orden, que es la forma que a Dios el universo hace semejante. Aquí las nobles criaturas ven la huella del eterno valor, que es el fin para el que fue hecha la indicada norma. Al orden que yo digo se inclinan todas las criaturas, de diversas formas, más a su principio o menos vecinas; por donde corren a diversos puertos por el gran mar del ser, y cada una con el instinto conductor que le fue dado. Uno arrastra el fuego hacia la Luna; otro el corazón mortal motora; otra la tierra restringe en sí y aduna; y no sólo a las criaturas que son sin inteligencia este arco saeta,
  • 7. 6 mas a las que tienen intelecto y amor. La providencia, que todo regula, con su luz mantiene siempre quieto al cielo, dentro del cual está el que gira con mayor presteza y entonces a allí, como a lugar preciso, conduce la virtud de aquella cuerda que, lo que dispara, a feliz blanco endereza. Verdad es que muchas veces la forma no se ajusta a la intención del arte, porque a responder la materia es sorda, así a veces de este curso se aparta la criatura que tiene el poder de plegarse, aunque así ordenada, a otra parte, y, tal como verse puede caer fuego de nube, así el ímpetu primero a tierra baja desviado por falso placer. No debes pues admirarte, si bien estimo, de tu subida, más que del río que del alto monte desciende a bajo sitio. Maravilla sería en ti, si, de impedimento libre, abajo te quedaras quieto, como si a tierra se adhiriera el fuego vivo. Entonces retorné la vista al cielo.
  • 8. 7 Canto II Primer Cielo Cielo De La Luna - Cambios Y Mutaciones ¡Eh! Vosotros que en pequeñita barca, deseosos de escuchar, seguís tras de mi leño que cantando marcha, volved a rever vuestras orillas: no os adentréis en piélago, porqué, tal vez perdiéndome, os perderíais. El agua en que me adentro nunca fue surcada: Minerva inspira, y condúceme Apolo, y nueve Musas me marcan las Osas. Vosotros pocos, que pronto alzasteis el cuello al pan de los ángeles, del cual aquí se vive sin nunca estar saciado, podéis meter bien en la alta mar vuestro navío, siguiendo mi estela antes que el agua retorne igual. Aquellos gloriosos que a Colcos fueron no se admiraron tanto, como lo haréis vosotros, cuando a Jasón de boyero vieron. La concreada y perpetua sed del deiforme reino nos llevaba tan veloces cual veis el cielo. Beatriz a arriba, y yo a ella miraba;
  • 9. 8 y quizá en lo que se arma una ballesta y vuela la flecha y de la nuez se dispara, junto me vi a donde una admirable cosa me forzó a mirarla; sin embargo aquella de quien mi cuita no podía esconderse, volvióse a mí tan alegre como bella: Dirige la agradecida mente a Dios, me dijo, que nos reunió con la primera estrella. Parecíame que una nube nos cubriera brillante, espesa, sólida y bruñida, como diamante al que el Sol hiriera. Dentro de sí la eterna margarita nos recibió, como el agua recibe un rayo de luz y se mantiene unida. Si yo era cuerpo, y si aquí no se concibe cómo una dimensión de otra padezca, que así sería si un cuerpo en otro se metiera, encender más nos debiera el deseo de ver aquella esencia en que se ve como nuestra natura y Dios se unen. Allí se verá lo que tenemos por fe, no demostrado, más por sí mismo conocido como la verdad primera en que el hombre cree. Yo respondí: Señora, tan devoto como ser más puedo, agradezco a aquel
  • 10. 9 que del mortal mundo me ha depuesto. Mas dime: ¿qué son los signos oscuros de este cuerpo, que allá en la tierra llevan de Caín fabulando a muchos? Ella sonrióse un tanto y luego: Si yerra la opinión, me dijo, de los mortales, cuando la llave del sentido no descierra, cierto que no más te deberían herir las flechas de la admiración, pues sin el sentido mira que la razón tiene cortas las alas. Mas dime lo que tú por ti mismo piensas. Y yo: Lo que aquí arriba se ve diverso creo que lo hacen los cuerpos raros y densos. Y ella: Verdad que verás muy hundido en el error el creer tuyo, si bien escuchas el argumento que te haré adverso. La esfera octavo os muestra muchas luces, las cuales en el cual y en el cuanto notar se pueden diversos rostros. Si lo raro y lo denso pudieran hacer tanto, una sola virtud habría en todos, más o menos distribuida y graduada. Diversas virtudes deben ser fruto de principios formales, y ellos, salvo uno, sería según tu argumento deshechos.
  • 11. 10 Aún más, si lo raro sería de aquello oscuro la razón que pides, o bien en parte estaría de su materia tan ayuno este planeta, o así como comparte lo graso y lo magro un cuerpo, así éste en su volumen alternaría páginas. Si lo primero fuera, sería manifiesto en los eclipses de Sol, por traslucir el rayo como en otro raro inserto. Ésto no ocurre; más aún queda por ver lo otro; y si resulta que a éste gane, falseado quedaría tu parecer. Si puesto que este raro no traspase, tiene que haber un término, de donde su contrario pasar no lo deje; y que entonces el otro rayo se refleje como el color vuelve del vidrio, que detrás de sí plomo encierra. Ahora dirás que se muestra bruno allí el rayo más que en las otras partes, por estar allí reflejado desde más profundo. De esta instancia puede liberarte la experiencia, si alguna vez lo pruebas, que suele ser la fuente del fluir de vuestro arte.
  • 12. 11 Toma tres espejos; dos de ellos remueve de ti un mismo espacio, y el otro, más aleja, entre los dos primeros pone tus ojos. Mirándolos, haz que a tus espaldas haya una luz que a los tres encienda y que vuelva a ti por todos redoblada. Mientras que aun cuando no se enanche tanto la imagen más lejana, allí verás que el brillo del mismo modo resplandece. Pues bien, como al caer los tibios rayos quedan de la nieve desnudos los objetos y del color y del frío primeros; así librado tú en el intelecto quiero informarlo de luz tan vivaz que quedará titilando en su aspecto. Dentro del cielo de la divina paz gira sobre sí un cuerpo en cuya virtud el ser de todo lo que contiene yace. El siguiente cielo, que tiene tantos reflejos, aquel ser participa por diversas esencias, de él distintas y en él inclusas. Los demás giros por variadas diferencias las distinciones que contienen disponen a sus fines y a sus simientes. Estos órganos del mundo así marchan,
  • 13. 12 como tú ves ahora, de grado en grado, que de arriba reciben y promueven abajo. Mírame bien a mí que así como yo voy por este lugar hacia la verdad que buscas, del mismo modo sin mí tú solo sepas el paso. El movimiento y la virtud de los santos giros como del artífice el arte del martillo, de los beatos motores es necesario que vengan; y el cielo, al que tantas luces hacen bello, de la mente profunda que lo agita toma la imagen y hácese sello. Y así como el alma en vuestro polvo por diferentes miembros y conforme a diversas potencias se resuelve, así la inteligencia su bondad multiplicada por las estrellas despliega, girando ella misma en su unidad. Virtud diversa de diversas modos se liga al precioso cuerpo que aviva con el cual, como en vosotros la vida, se une. Por la alegre natura de donde deriva, la virtud mixta por el cuerpo luce, como alegría por la pupila viva. De ella viene lo que de luz a luz parece diferente, no de lo denso o raro;
  • 14. 13 ella es el formal principio que produce, conforme a su bondad, lo turbio y lo claro. Canto III Aquel Sol que antes de amor me escaldó el pecho, de bella verdad me había descubierto probando y reprobando, el dulce aspecto; y yo, por confesarme corregido y cierto yo mismo, tanto cuanto convenía alcé la testa a proferirlo más en abierto; pero una visión advino que me retuvo a ella tan estrecho, al mostrarse, que de mi confesión perdí el recuerdo. Cual de transparentes vidrios y tersos, o al mirar aguas nítidas y quietas, no tan profundas que el fondo se pierda, vienen de nuestro rostro los trazos tan débiles, como perla en blanca frente no llega menos clara a nuestras pupilas; tal vi yo muchas caras a conversar prontas; por donde yo caí en el error contrario al que encendió amor entre un varón y una fuente. Súbito ya cuando me apercibí de ellas, creyéndolas espejados semblantes,
  • 15. 14 por ver de quiénes fueran, volví la vista; y no vi a ninguna, y me revolví adelante recto a la luz de la dulce guía, que sonriendo ardía en sus ojos santos. No te maraville que me sonría, me dijo, de tu pueril pensamiento, pues en la verdad tu pie aún no se afirma, mas te revuelves, como sueles, en vacío: sustancias veras son las que miras, relegadas aquí por faltar a sus votos. Mas habla con ellas y oye y cree; que la veraz luz que los regala de sí no deja que los pies aparten. Y yo a la sombra que más dispuesta parecía a razonar, me acerqué, y comencé casi como a quien el mucho desear turba: ¡Oh bien creado espíritu, que de los rayos de vida eterna la dulzura sientes, que, no gustada, nunca se entiende, de gracia me dejes tan contento de tu nombre y de tu suerte. Por donde ella pronta y con ojos rientes: Nuestra caridad no cierra puertas a un justo querer, si bien no como aquella que quiere semejante a sí toda su corte.
  • 16. 15 Yo fui en el mundo virgen profesa: y si tu mente bien me contempla, no te seré extraña por ser más bella, mas reconocerás que soy Piccarda, que, puesta aquí con estos otros beatos, beata soy en la más tarda esfera. Nuestros afectos que sólo inflamados están del placer del Espíritu Santo, se alegran en su orden conformados. Y esta suerte que parece baja tanto, empero nos fue dada, por descuidar nuestros votos, faltos en algún flanco. Entonces yo: En vuestro aspecto admirable esplende un no se qué divino que os trasmuta de vuestro primer diseño: razón porque no fui en recordaros presto; mas ahora me ayuda lo que tú me dices, y tanto que figurarte me es ya más latino. Mas dime: vosotros que sois aquí felices, ¿deseáis encontraros en más alto sitio para más ver y más haceros de amigos? Con las otras sombras sonrió primero un poco: a partir de ello mes respondió tan placentera que arder parecía de amor del primer fuego;
  • 17. 16 Hermano, nuestra voluntad aquieta la virtud de caridad, que nos hace querer sólo lo que tenemos, y de otra cosa no nos saeta. Se deseáramos ser más supernas serían discordes nuestros deseos del querer de aquel que aquí nos disgrega; pues verás que no cabe en estos giros, pues estar en caridad es aquí necesse, y si su naturaleza bien consideras. Así es formal a este beato esse estar conforme a la divina voluntad por la que se unifican las nuestras; así que, estar de umbral a umbral por este reino, a todo el reino place y al rey que a su querer cada uno pone. Y en su voluntad está nuestra paz: ella es aquel mar al cual todo fluye, lo que ella crea y lo que natura hace. Claro me fue entonces que todo donde es paraíso en el cielo, aunque la gracia del sumo bien de un solo modo allí no llueve. Pero así como de un manjar se sacia y de otro todavía queda la gula, que el uno pedimos y del otro damos gracias, así hice yo con actos y palabras
  • 18. 17 por saber de ella cual fue la tela que no tejió de cabo a rabo la aguja. Perfecta vida y alto mérito pone en el cielo más alto a una mujer, me dijo, a cuya norma en vuestro mundo allá se viste y vela, para que hasta morir vele y duerma con aquel esposo que todo voto acepta que la caridad a su placer conforma. Del mundo, por seguirla, jovencita huí, y en su hábito me encerré, y prometí la vida de su secta. Luego hombres, al mal más que al bien duchos, fuera me raptaron del dulce claustro: Dios sí sabe cual luego mi vida fue. Y este otro esplendor que se te muestra a mi derecha y que se enciende con toda la luz de la esfera nuestra, lo que yo digo de mí, de ella entiende; hermana fue, y así le fue quitada de la cabeza la sombra de las sagradas vendas. Mas luego que al mundo fue devuelta contra su voluntad y contra buena usanza, no fue del velo del corazón jamás disuelta. Esta es la luz de la gran Constanza, quien del segundo viento de Suevia
  • 19. 18 engendró el tercero y última potencia. Así me habló, y luego comenzó Ave Maria cantando, y cantando desvaneció como en agua profunda una cosa grave. Mi vista, que tanto la seguía cuanto posible fue, después de perderla, volvióse al signo del mayor deseo, y a Beatriz entera retornóse; mas ella relumbró sobre mi rostro tanto que en un primer momento no lo sufría; lo cual me hizo a preguntar mas tardo. Canto IV Ante dos viandas, distantes y atrayentes por igual, primero moriría de hambre, un hombre libre antes que a una hincase el diente; así se estaría un cordero entre dos hambres de fieros lobos, igualmente temiendo; así se estaría un perro entre dos gamos: por lo que, si callaba, no me reprendo, de mis dudas por igual en suspenso, pues era inevitable, ni me enaltezco. Yo me callaba, mas mi deseo pintado estaba en mi rostro, y su reclamo de ello, más fuerte era que si en palabras descrito.
  • 20. 19 Hizo Beatriz como hizo Daniel, a Nabucodonosor librando de la ira, que contra justicia lo hizo cruel; y dijo: Veo bien como te tiran uno y otro deseo, pues lo que procuras tan atado está que afuera no se espira. Tú argumentas: Si el buen querer dura, la violencia ajena ¿por qué razón del mérito merma la mesura? Más todavía de dudar te da razón el parecer de que las almas van a las estrellas conforme la sentencia de Platón. Estas son las razones que tu querer persigue de igual manera; pero primero trataré de la que más tiene de cruel. De los Serafines aquel que más se endiosa, Moisés, Samuel, y aquel Juan, el que tomar quisieras, digo, y aún María, no tienen en otro cielo sus sitiales que estos espíritus que ahora viste, ni han de permanecer más o menos años; mas todos embellecen el primer giro, y diferentemente gozan de dulce vida por sentir más o menos el eterno espiro.
  • 21. 20 Aquí se mostraron, no porque sorteada les fuera a ellos esta esfera, mas para señalar la celestial que menor tiene subida. Así hay que hablarle a vuestro ingenio, ya que sólo de lo que siente aprende lo que después crea entendimiento digno. Por ello la Escritura condesciende a vuestra facultad, y pies y manos atribuye a Dios y otra cosa pretende; y la Santa Iglesia con aspecto humano a Gabriel y a Miguel os representa, y al otro que a Tobías dejó sano. Lo que el Timea de las almas argumenta no es de la forma como aquí se ve, pues tal como lo dice, parece que lo sienta. Dice que el alma a su estrella retorna, creyendo que le ha sido establecida cuando la natura por forma la dio; y quizá su sentencia es de otra guisa que la voz tal vez no lo suena, y así tal vez su intención no fuera ridícula. Si pretende devolver a estas ruedas el honor de la influencia y el reproche, tal vez en alguna verdad su arco acierta. Este principio, mal entendido, desvió
  • 22. 21 ya casi a todo el mundo, de modo que a Jove, Mercurio y Marte a invocar fueron. La otra cuestión que te conmueve menos veneno tiene, pues su malicia no podría alejarte de mí a otro espacio. Que parezca injusta nuestra justicia a los mortales ojos, es argumento de fe y no de herética nequicia. Mas para que pueda vuestro discernimiento penetrar bien esta verdad como deseas, te dejaré contento. Si la violencia es cuando el que padece en nada asiste a aquel que fuerza, no estarían estas almas excusadas; porque la voluntad, si no quiere, no se aquieta, mas hace como la naturaleza del fuego, aunque mil veces una violencia lo tuerce. Porque si ella se pliega mucho o poco, sigue a la fuerza; y así éstas hicieron, pudiendo retornar al santo coto. Si hubiera sido su querer entero, como el de Lorenzo fue sobre las barras y como hizo Mucio con su mano severo, así se habrían vuelto por la estrada de donde vinieran, cuando estuvieron sueltas,
  • 23. 22 pero una voluntad tan firme es demasiado rara. Y por estas palabras, si las recibiste como es debido, se destruye el argumenta, que te había molestado ya muchas veces. Pero ahora se te atraviesa otro caso ante los ojos, del cual por ti mismo no te saldrías, antes te habrías cansado. Yo por cierto en la mente te he metido que un alma beato no podría mentir, porque está siempre junto a la verdad primera; y luego pudiste oír de Piccarda que Constanza el afecto mantuvo al velo; por lo que parece que me contradice. Muchas veces ya, hermano, adviene que, por huir de un peligro, contra lo grato se hace aquello que hacer no se debe; como Alcmeón, que, rogado por su padre, mató a la propia madre; por no faltar a la piedad, fue despiadado. En este punto quiero que pienses que la fuerza con el querer se mezcla, y obran de modo que excusar no se pueden las ofensas. La voluntad absoluta no consiente el daño; mas consiente en tanto cuanto teme, si se retrae, caer en mayor apremio.
  • 24. 23 Por eso, cuando Piccarda dijo aquello se refirió a la voluntad absoluta, y yo a la otra; y así ambas la verdad dijimos. Tal fue el ondular del santo río nacido de la fuente de donde toda verdad deriva; así puso en calma el uno y el otro deseo mío. ¡Oh amada del primer amante, oh divina! dije enseguida, cuyo parlar me inunda y escalda tanto que más y más me aviva, no es mi devoción tan profunda que baste a devolveros gracia por gracia: mas aquel que ve y que puede a esto responda. Bien veo que ya nunca más se sacia nuestro intelecto, si la verdad no lo ilustra fuera de la cual ninguna verdad se enancha. Aquiétase en ella, como fiera en su guarida, en cuanto junto la tiene; y unírsele puede: de lo contrario, todo deseo sería vano. Nace entonces, a guisa de retoño, al pie de la verdad, la duda; y es natura que a la cumbre nos lleve de loma en loma. Esto me invita, esto me asegura con reverencia, señora, a demandaros de otra verdad que me es oscura.
  • 25. 24 Quiero saber si el hombre puede satisfacer los votos faltos con otros bienes, que a vuestro criterio no sean parvos. Beatriz me miró con ojos llenos de chispas de amor tan divinas que, vencida, mi virtud se vio perdida, y casi me perdí con los ojos bajos. Canto V Si yo te inflamo en el calor de amor allende el modo que se ve en la tierra, tanto que de tus ojos venzo el vigor, no te maravilles; que ello procede de perfecto ver que, como prende, así en el bien prendido mueve el pie. Bien veo como ya esplende en tu intelecto la eterna luz, que, vista, sola y siempre amor enciende; y si otra cosa a vuestro amor seduce, no es sino de aquella algún vestigio, mal conocido, que aquí abajo trasluce. Tú quieres saber si con otro servicio, por voto falto, se puede obtener tanto que proteja al alma de litigio.
  • 26. 25 Así comenzó Beatriz este canto; y como quien su charla en dos no quiebra, continuó así el proceso santo: El mayor don que Dios por su largueza hizo creando, y a su bondad más conforme, y el que más aprecia, fue la libertad de la voluntad; de la cual las criaturas inteligentes, todas y sólo ellas, fueron y están dotadas. Ahora se te abrirá, si aquí argumentas, el alto valor del voto, si es hecho de tal manera que Dios consienta cuando tú consientes; que, al afirmarse entre Dios y el hombre el pacto, víctima se hace de este tesoro, tal cual lo digo; y se hace con su acto. Entonces ¿qué puede ofrecerse a cambio? Si piensas bien usar lo que has donado, de mal robado quieres hacer buena oferta. Ahora estás del mayor punto cierto; pero como la Santa Iglesia dispensa, al parecer en contra de la verdad que te he abierto, hay que sentarse un poco más a la mesa, pues el rígido alimento que has tomado, requiere aún de ayuda para absorberlo. Abre la mente a lo que te manifiesto
  • 27. 26 y aférralo adentro; que no se hace ciencia, sin retención de lo que se ha entendido. Dos cosas hay necesarias a la esencia de este sacrificio: la una es aquello de lo que se hace; la otra es el acuerdo. Este último nunca jamás se cancela por no observado; y a este respecto con precisión arriba se conversa: pues necesario fue a los Hebreos ofrecer siempre, aunque cuando alguna ofrenda se permutara, como saberlo debes. La otra, que por materia se te muestra, puede bien ser tal, que no sea falta si en otra materia se convierta. Pero no trasmute la carga de sus espaldas por su arbitrio alguien, sin la vuelta de la llave blanca y la dorada; y cree que toda permutación es insensata, si la cosa dimitida en la suplente, como el cuatro en el seis, no está encerrada. Cualquier cosa que pese tanto por su valor que incline la balanza, con otro gasto no podrá satisfacerse. No tomen los mortales el voto a chanza; sed fieles, y al hacerlo no yerren,
  • 28. 27 como Jefté en su primera dádiva; a quién mejor le convenía decir “Mal hice”, que cumpliendo, hacer peor; y así estulto juzgarás también al gran duque de los griegos, cuando Ifigenia lloró su bello rostro, e hizo llorar por ella a sabios y a locos que oyeron el cumplimiento de tal culto. Sed, cristianos, a moveros más formales: no seáis como pluma al viento, y no creáis que cualquier agua os lave. Tenéis el viejo y el nuevo testamento, y el pastor de la Iglesia que os guía: que ello a vuestra salvación os baste. Si mala avidez otra cosa os grita, sed hombres, y no locas ovejas, ¡que el judío, de vosotros, entre vosotros, no se ría! No hagáis como el cordero que la leche deja de su madre, y simple y lascivo consigo mismo a su placer, combate! Así Beatriz a mí, como lo escribo; luego volvióse deseosa toda a aquella parte donde el mundo es más vivo. Su callar y su mudar semblante impuso silencio a mi voraz ingenio, que ya nuevas cuestiones tenía delante;
  • 29. 28 y así como flecha, que la meta alcanza antes que la cuerda muera, así corrimos al segundo reino. Allí a mi dama vi tan alegre, que cuando en la luz de aquel cielo se puso, más luciente se inflamó el planeta. Y si mudóse y sonrió la estrella, ¡qué no me haría yo que por natura trasmutable soy de mil maneras! Como en pecera tranquila y pura corren los peces a lo que cae de afuera porque lo creen su pastura; así más de mil vi esplendores a nosotros viniendo, y en cada uno se oía: ¡He aquí quien acrecerá nuestros amores! Y así como todos hacia nosotros venían, veíanse las sombras llena de alegría en el claro fulgor que surgía de ellas Piensa, lector, si lo que aquí se inicia no prosperara, cómo tendrías de más saber angustiada carencia; y por tí entenderás cuánto de ellos deseaba oír yo las condiciones, luego que a la vista me fueron manifiestos.
  • 30. 29 ¡Oh bien nacido, a quien ver los tronos del triunfo eterno la gracia otorga antes que la militancia se abandone, por la luz que por todo el cielo espacia estamos encendidos; pero si aún deseas saber más de nosotros, a tu placer te sacia. Así por uno de aquellos espíritus píos me fui dicho; y por Beatriz: Di, di, con certeza, y créeles como a dioses. Bien veo cómo te anidas en tu propia luz, y que de tus ojos irradia, porque corusca cuando ríes; mas no sé quien eres ni porqué ocupas, ¡oh alma digna!, el grado de la esfera que otros rayos a los mortales ocultan. Esto dije yo directo a la lumbrera que primero me había hablado; y entonces ella volvióse aún más brillante de lo que antes era. Así como el Sol él mismo se cela por exceso de su luz, una vez que el calor ha rasgado el velo de la espesa niebla, feliz en su alegría de mí se escondió en su rayo la figura santa; y así encerrada, encerrada me repuso de la manera como el siguiente canto canta.
  • 31. 30 El Paraíso: Canto VI Segundo Cielo Cielo De Mercurio - Honores Y Racionalizaciones Luego que Constantino al águila llevó contra el curso del cielo, y que ella fuera tras el antiguo que tomó a Lavinia, cien y cien años y más el ave de Dios en el extremo de Europa se mantuvo, junto a los montes de donde primero vino; y a la sombra de las sagradas plumas gobernó el mundo allí de mano en mano, y, así pasando, llego a las mías. César fui y soy Justiniano, quien, por voluntad del primer amor que siento, dentro de leyes borré lo de más y lo vano. Y antes de estar en la obra atento, una natura en Cristo haber, no más, creía, y con tal fe estaba contento; mas el bendito Agapito, que fue sumo pastor, a la fe sincera con sus palabras me condujo. Yo le creí; y lo que en su fe había, ahora claro lo veo, así como tú ves en toda contradicción falso y verdadero.
  • 32. 31 Así que con la Iglesia acomodé mis pasos, a Dios por gracia plugo el inspirarme el alto oficio, y a él entero me entregué; y a mi Belisar encomendé las armas, a quien la derecha del cielo fue tan conjunta, que señal fue que debía aquietarme. Pues bien, a la cuestión primera apunta mi respuesta; pero su condición me obliga a continuarla con alguna nota, para que veas con cuánta razón se obra contra el sacrosanto signo quien de él se apropia y quien a él se opone. Mira cuánta virtud lo ha hecho digno de reverencia; a comenzar de la hora en que Palanto murió por darle el reino. Tu sabes que puso en Alba su morada por trescientos y más años, hasta el fin cuando tres con tres por él pelearon; y sabes lo que hizo desde el daño a las Sabinas hasta el dolor de Lucrecia en siete reyes, venciendo en torno a las vecinas gentes. Sabes lo que hizo conducido por los egregios Romanos en contra de Brenno, en contra de Pirro, en contra de otros príncipes y colegios; de donde Torcuato y Quintio, el que de los rizos
  • 33. 32 mal cuidados fue apodado, los Decios y los Fabios obtuvieron fama que de buen grado admiro. Él abatió el orgullo de los Árabes que detrás de Aníbal sobrepasaron las alpestres rocas, ¡oh Po!, de las que brotas. Bajo su sombra, jóvenes triunfaron Escipión y Pompeyo; y a aquellas colinas bajo las que tú naciste pareció amargo. Luego, próximo el tiempo cuando todo el cielo quiso reducir el mundo a su modo sereno, César por voluntad de Roma tomó el signo: y lo que hizo desde el Var hasta el Rin, lo vió Isère y el Loira y lo vió el Sena y cada valle de donde el Ródano se llena. Lo que hizo después que salió de Rávena y cruzó el Rubicón, tuvo tal vuelo, que no podrían seguirlo ni la pluma ni la lengua. Hacia España dirigió sus tropas, luego a Durazzo, y a Farsalia hirió tanto que hasta el ardiente Nilo se sintió el dolor. Antandro y el Simois, a donde vino, revió, y el lugar donde Héctor reposa; y el mal fue para Tolomeo, y luego se alejó. De allí como un rayo cayó sobre Juba; y luego volvióse a vuestro occidente,
  • 34. 33 a donde oía a la pompeyana tuba. Lo que hizo con el siguiente portador, Bruto con Casio en el Infierno lo ladran, y a Módena y Perusa dejó dolientes; llora todavía la triste Cleopatra, que, ante él huyendo, del áspid recibió la muerte súbita y áspera. Con él corrió aún hasta la roja orilla; con él al mundo puso en tanta paz, que de Jano el templo fue cerrado. Mas lo que el signo que hablar me hace había hecho antes y habría en el futuro por el reino mortal que a él subyace, resulta en apariencia poco y oscuro, si en manos del tercer César se lo mira con ojo claro y con afecto puro; porque la viva justicia que me inspira, le concedió, en manos de aquel que digo, la gloria de cumplir la venganza de su ira. Aquí pues admírate de lo que te repito: que con Tito corrió luego a cobrar venganza de la venganza del pecado antiguo; y cuando el diente longobardo mordió a la Santa Iglesia, bajo sus alas Carlomagno, venciendo, la auxilió.
  • 35. 34 Ahora puedes juzgar a aquellos tales que yo acusé antes y a sus faltas, que son la causa de todos vuestros males. Uno al público signo los lirios áureos opone, el otro lo usurpa en pro de su parte, y duro es saber quién es el que más falta. Obren los gibelinos, obren su arte bajo otro signo; que mal lo sigue siempre quien de la justicia lo aparta; y que no lo abata este Carlos nuevo con sus güelfos; mas tema las garras que arrancaron a más alto león el vello. Ya muchas veces lloraron los hijos por la culpa del padre, y no se crea que Dios trasmute las armos por sus lirios! Esta pequeña estrella se viste de buenos espíritus, que han sido activos para que honor y fama le suceda: mas cuando en ello se alzan sus deseos, desviándose, fatal es que los rayos del vero amor de lo alto sean menos vivos. Pero en la concordia de nuestros gajes y méritos está en parte nuestra dicha, que no los vemos ni mayores ni menos.
  • 36. 35 Por donde dulcifica la viva justicia nuestro afecto tanto, que ya nunca puede torcerse hacia ninguna nequicia. Diversas voces dan dulces cantos; así diversos grados en nuestra vida en estas ruedas dan dulce armonía; y dentro de la presente margarita luce la luz de Romeo, cuya obra grande y bella fue mal agradecida. Mas los Provenzales que en su contra obraron ya no ríen; porque mal camina quien daño toma del bien obrar ajeno. Cuatro hijas tuvo, y cada una reina, Raimundo Berenguer, y éso lo hizo Romeo, persona humilde y peregrina. Mas luego palabras de envidia lo llevaron a pedir cuentas a este justo, que le dio siete y cinco por diez, por lo que partirse tuvo pobre y vetusto: Y si supiera el mundo el corazón que tuvo, cómo mendrugo a mendrugo mendigó su vida, aunque mucho lo alaba, aún más lo alabaría.
  • 37. 36 Canto VII ¡Ossana, sanctus Deus sabaoth, superillustrans claritate tua felices ignes horum malacoth! Entonces, retornando a sí con la melodía, vi cantar a esa sustancia, sobre la que una doble luz se aduna: y ella y las otras moviéronse a su danza, y como velocísimas centellas se velaron en la súbita distancia. Yo dudaba y decía: ¡Dile, dile, entre mi, dile, decía, a mi dama que mi sed aplaque con el dulce estilo!; mas aquella reverencia que se apodera de mi entero por el sólo Bea o el sólo triz, me prosternaba como si me durmiera. Poco me soportó la tal Beatriz, y comenzó, radiándome una sonrisa tal, que en el fuego me haría feliz: Según mi parecer infalible, cómo una justa venganza justamente se castiga, se te ha metido en la frente: mas yo te resolveré pronto la mente:
  • 38. 37 y tú escucha, porque mis palabras de una gran verdad te harán presente. Por no sufrir a la virtud que quiere ponerle un útil freno, el hombre que no nació, condenándose, condenó a toda su prole; y así la humana especia enferma yació muchos siglos abatida en grande error, hasta que al Verbo de Dios descender plugo y a la natura, que de su hacedor se había alejado, unió a sí en persona, con el solo acto de su eterno amor. Ahora álzate a lo que ahora se razona. Esta natura a su hacedor unida, cuando fue creada, fue sincera y buena; mas por sí misma fue expulsada del paraíso, pues se torció de la vía de la verdad y de su vida. La pena pues que la cruz impuso, si por la asumida natura se juzga, ninguna otra hubo que fuera más justa; pero ninguna cometió más injuria, respecto de la persona que sufría, con la que estaba unida tal natura. Así pues de un hecho diversas cosas surgieron: que a Dios y a los Judíos plugo una muerte;
  • 39. 38 por él tembló la tierra y los cielos se abrieron. Ya más no debe parecerte por demás fuerte cuando se dice que una justa venganza fue luego vengada por una justa corte. Mas veo yo ahora tu mente encerrada de pensar en pensar dentro en un nudo. del cual con gran deseo librarse espera. Te dices: Discierno bien lo que oigo; mas porqué Dios quiso, se me oculta, para nuestra redención sólo este modo. Este decreto, hermano, está bien oculto a los ojos de todo aquel a cuyo ingenio la llama del amor no ha hecho adulto. Pero en verdad, como a este signo mucho se mira y poco se discierne, diré porqué tal modo fue el más digno. La divina bondad, que de sí desprecia toda envidia, ardiendo en sí, destella tanto que derrama las bellezas eternas. Lo que ella sin intermedio crea no termina nunca, porque no se mueve su impronta cuando ella sella. Lo que de ella sin intermedio llueve libre es por completo, porque no subyace a la virtud de las cosas nuevas.
  • 40. 39 Más le es conforme, entonces más le place; porque el ardor santo, que a toda cosa irradia, en lo más semejante es más vivaz. De todas estas donaciones disfruta la humana criatura, y, si una falla, de su nobleza es necesario que caiga. Sólo el pecado la libertad le quita y la semejanza con el sumo bien, porque de su luz poco se aclara; y a su dignidad nunca más vuelve, si no llena, el vacío de la culpa, contra mal placer, con justas penas. Vuestra naturaleza, cuando pecó toda en su simiente, de esta dignidad, como del paraíso, quedó remota; ni recobrarse podría, si tu analizas bien sutilmente, por alguna vía, sin pasar por alguno de estos dos vados: o que Dios solo por su cortesía perdonado hubiese, o que el hombre por sí mismo hubiera redimido su locura. Clava ahora le ojo dentro del abismo del eterno consejo, cuanto puedas en mi parlar estrechamente fijo.
  • 41. 40 No podía el hombre en sus términos satisfacer jamás, por no poder abatirse con humildad obedeciendo luego, cuanto desobedeciendo quiso exaltarse; y esta es la razón por la que el hombre fue de poder satisfacer por sí mismo privado. Era preciso pues que Dios por sus vías reparara al hombre a su vida entera, digo por una, o en verdad por ambas vías. Mas como la obra es tanto más agradable al obrero, cuanto más representa la bondad del corazón de donde ha salido, la divina bondad que al mundo impronta, con proceder por todas sus vías, para llevaros arriba, se satisfizo. Ni entre la última noche y el primer día tan alto y magnífico proceso, sea por una o por otra, no hubo ni habría; que más generoso fue Dios al darse a sí mismo, para capacitar al hombre a levantarse, que si él lo hubiera sólo por sí dimitido; y todos los otros modos eran mancos a la justicia, si el Hijo de Dios no se hubiera humillado encarnando. Ahora pues, para cumplir bien todo tu deseo,
  • 42. 41 retrocedo a aclararte algún punto, para que veas las cosas como yo las veo. Tú dices: Veo el agua, veo el fuego, el aire y la tierra y todas sus mixturas, que se corrompen y duran poco; y estas cosas también son criaturas; porque, si lo que ha sido dicho es verdadero, deberían estar libres de corrupción seguras. Los ángeles, hermano, y el país sincero donde te encuentras, se pueden decir creados, como por cierto lo son, en su ser entero; mas los elementos que has nombrado, y las cosas que con ellos se hacen, de creada virtud son conformados. Creada fue la materia que tienen; creada fue la virtud informante de estas estrellas que entorno les van. El alma de todo bruto y la de las plantas de la complexión potencial la saca el rayo y el movimiento de las luces santas; mas vuestra vida sin intermedio espira la suma benignidad, y la enamora de sí tanto que luego siempre la desea. Y de aquí puedes argumentar todavía
  • 43. 42 de vuestra resurrección, si repiensas cómo la humana carne fue creada entonces cuando los primeros padres ambos lo fueron. Canto VIII Tercer Cielo Cielo De Venus - El Amor Y Los Amantes Solía creer el mundo en su peligro que la bella Chipriota loco amor irradiase, girando en su tercer epiciclo; pues no sólo honor le daban de sacrificio y de votivo grito la gente antigua en el antiguo error; mas a Dione adoraban y a Cupido, a ella por madre suya, y a este por hijo, de quien decían que sedía en el seno de Dido; y de ella de la cual principio tomo tomaban el nombre de la estrella que ya de nuca el Sol admira, ya de cejas. No me di cuenta de haber subido a ella; pero de estar dentro me dio certera fe mi dama, cuando la vi tornarse más bella. Y como se ve una chispa en la llama, y como entre voces una voz se discierne, cuando una se queda y otra va y vuelve,
  • 44. 43 así vi yo en esa luz otras lumbreras moverse en giro más o menos corriendo, a la medida, creo, de su visión interna. De fría nube no descendieron vientos, visibles o no, tan impetuosos, que no parecieran torpes o lentos a quien hubiera visto estas lumbres divinas venir a nosotros, dejando el giro comenzado antes en los altos Serafines. Y entre los que más delante se vieron sonaba un tal Hosanna que luego de reoírlo nunca decayó mi deseo. Entonces se nos acercó uno de ellos y empezó a decir: Todos estamos prestos a tu placer, para que de nosotros goces. Nosotros giramos con los príncipes celestes con el giro, y el girar y con la sed, de quienes tú en el mundo ya dijiste: Vos que entendiendo movéis el tercer cielo; y estamos tan de amor llenos que, por placerte, no nos será menos dulce un poco detenernos. Luego que mis ojos se ofrecieron a mi dama reverentes, y ella de ella los dejó contentos y ciertos, volviéronse a la luz que ofrecido
  • 45. 44 tanto se había, y, ¡Ea!, ¿quién eres? salió mi voz de mucho afecto empapada. ¡Y con cuánta y cuál mayor luz la vi por la alegría nueva que incrementaba, cuando le hablé, sus previas alegrías! Así adornada me dijo: El mundo abajo poco tiempo me tuvo; que si más hubiera estado mucho del mal que será, no hubiera sido. Mi alegría me guarda velado pues me irradia entorno y me esconde como animal en su capullo estrechado. Mucho me amaste, y tuviste bien de donde; que si allá abajo estuviera, te mostraría, de mi amor mucho más allá de la fronda. Aquella izquierda orilla que lava el Ródano, luego de unirse al Sorgues, por su señor a su tiempo me esperaba, y aquel cuerno de Ausonia que comprende a Bari, Gaeta, y Crotona, donde el Tronto y el Verde en el mar se vierten. Fúlgeme ya en la frente la corona de aquella tierra que el Danubio riega luego que las cuestas germanas abandona. Y la bella Trinacria, que se cubre de niebla entre Paquino y Peloro, sobre el golfo
  • 46. 45 que recibe del Euro mayor querella, no por Tifeo mas por el naciente súlfur serían aún esperados sus reyes mis nacidos de Carlos y de Rodolfo, si la mala señoría, que siempre aflige a los pueblos sometidos, no hubiese movido a Palermo a gritar ¡Muera, muera! Y si mi hermano esto anteviera de la avara pobreza de Cataluña ya huiría, para que no le ofendiera; pues en verdad hay que proveer por él, o por otro, de modo que su barca cargada, de más carga no se imponga. Su índole, que de generosa a parca descendió, habría menester de tal milicia que no cuidara de llenar arcas. Sin embargo creo que la gran alegría que tu palabra me infunde, señor mío, donde todo bien termina y se inicia, tú la ves como yo la veo, grata me es más; y aún esto me es caro que la disciernes remirando a Dios. Feliz me has hecho, y ahora hazme claro, porque, hablando, a dudar me has movido, cómo salir puede de simiente dulce lo amargo.
  • 47. 46 Así le dije, y él a mí: Si puedo mostrarte una verdad, a lo que tu demandas tendrás el rostro como tienes el dorso. El bien que a todo el reino que tú transitas gira y contenta, transforma en virtud su providencia en estos cuerpos grandes. Y no sólo las naturalezas provistas están en la mente que de sí es perfecta, más también ellas mismas y su salud: porque todo lo que este arco saeta dispuesto cae a un provisto fin, como corre a su blanco la flecha. Si así no fuese, el cielo que tú caminas produciría ciertamente sus efectos, que no serían artes, sino ruinas; lo que es imposible, si los intelectos que mueven estas estrellas no son mancos, ni manco el primero, que no los hizo perfectos. ¿Quieres que esta verdad más se te aclare? Y yo: No ya; porque imposible veo que la naturaleza, en lo necesario, se canse. Por donde él: Ahora dime; ¿sería peor para el hombre en la tierra no ser civil? Sí, respondí; aquí razón no requiero.
  • 48. 47 ¿Y puede serlo, si allá no se vive diversamente por diversos oficios? No, si vuestro maestro bien lo escribe. Así vino deduciendo hasta aquí; después concluyó: Por tanto han de ser diversas de vuestros actos las raíces: porque uno nace Solón y otro Jerjes, otro Melquisedec y otro aquel que, por el aire volando, perdió al hijo. La circular naturaleza, que es sello de la cera mortal, hace bien su arte, mas no distingue uno del otro aposento. Así ocurre que Esaú se aparta del semen de Jacob; y viene Quirino de tan vil padre, que se rinde a Marte. La natura engendrada su camino símil haría siempre al generante, si no venciera el proveer divino. Ahora lo que detrás te estaba, te está adelante: pero para que sepas que me ayudas, un corolario quiero que te amante: Siempre la natura, si fortuna halla discordante, como toda otra simiente fuera de su patria, da mal resultado. Y si el mundo de allá bajo parase mientes
  • 49. 48 al fundamento que la natura pone, siguiéndolo, habría buena gente. Mas vosotros torcéis a religión a quien nacido era para ceñir la espada, y hacéis rey a quien lo era para sermones: por donde vuestras huellas van fuera de estrada. Canto IX Después que tu Carlos, bella Clemencia, me hubo esclarecido, me contó los engaños que recibir debía su simiente; me dijo: Calla y deja correr los años; más no puedo decir sino que un llanto justo vendrá detrás de vuestros daños. Y ya la vida de aquel luminar santo tornado se había al Sol que la colma, como a aquel bien que a toda cosa es tanto. ¡Ay almas engañadas y hechuras impías, que de semejante bien torcéis el alma, llevando a vanidad vuestras mentes! Y entonces otro de aquellos esplendores vino a mi, y su deseo de placerme demostraba en su brillar defuera. Los ojos de Beatriz que estaban firmes
  • 50. 49 en mi, como antes, con amable asenso a mi deseo certificado dieron. ¡Ven, pon a mi deseo pronta recompensa, beato espíritu, dije, y dame prueba de que pueda en ti reflejar lo que yo pienso! Entonces la luz, que aún me era nueva, de su profundo, donde antes cantaba, siguió como a quien el bien hacer presta: En aquella parte de la tierra prava itálica, que está entre Rialto y las fuentes de Brenta y de Piava, se alza un cerro, que no surge muy alto, de donde otrora descendió una llama que causó gran desastre en la comarca. De una raíz nacimos yo y ella: Cunizza fui llamada, y aquí refuljo porque me venció la luz de esta estrella. Mas alegremente a mi misma indulgo la razón de mi suerte, y no me pesa; lo que duro quizá pareciera a vuestro vulgo. De esta espléndida y clara joya de nuestro cielo, que más me es propincua, gran fama quedó; y antes que muera, de esta centuria pasarán otras cinco: ¡Mira cómo debe hacerse el hombre excelente,
  • 51. 50 para que otra vida confiera la primera! En ello no piensa la turba presente que el Tagliamento y el Ádige encierran, que ni azotada tampoco se arrepiente; mas pronto será que Padua de la laguna mudará el agua que a Vincenza baña, por ser a su deber las gentes crudas; y donde el Sile y el Cagnano se acompañan, hay quien señorea y va con testa alta, cuando ya por atraparlo montan la trampa. Llorará Feltro aún la falta de su impío pastor, que será aberración tal, como ninguna igual jamás hubo en Malta. Demasiado grade sería la artesa que contuviera la sangre ferrarense, y cansado quien la pesase de onza en onza, que derramará este gentil preste por mostrarse del partido; y tales ofrendas son conformes al vivir de la comarca. Arriba hay espejos, que vos llamáis Tronos, de donde refulge en nosotros Dios juzgante; así que tenemos por buenas nuestras palabras. Aquí se calló; y diome semblante de haberse vuelto a otra cosa, pues en la rueda se puso en la que había estado antes.
  • 52. 51 La otra alegría, que me era ya conocida como cara persona, se me ofreció a la vista como fino rubí en el que el Sol destella. El gozar allí arriba fulgor concede como aquí la risa; mas abajo se oscurece la sombra, a medida que la mente se contrista. Dios todo lo ve, y tu mirar en él se interna, dije yo, ¡oh beato espíritu!, de modo que ningún deseo de si a ti puede quedar oculto. Tu voz pues que divierte siempre al cielo con el canto de aquellas llamas pías que de seis alas se han hecho túnica, ¿porqué no satisface mis deseos? Ciertamente no esperaría yo tu pregunta si te viese en mi como tú en mi te metes. El mayor valle en donde el agua se expande, comenzaron entonces sus palabras, de aquel mar que la tierra enguirnalda, entre opuestas riberas, contra el Sol tanto se extiende que es meridiano allá donde antes era horizonte el Sol. De aquel valle ribereño fui yo, entre Ebro y Macra, que por breve espacio separa del Toscano al Genovés.
  • 53. 52 Igual ocaso casi e igual orto tiene Bugía y la tierra de donde yo era, que con su sangre ya entibió el puerto. Folco me llamó aquella gente de quienes conocido fue mi nombre; y este cielo de mi se impronta, como yo lo fui de él; que más no ardió la hija de Belo, fastidiando a Siqueo y a Creusa, que yo, mientras lo consistió el pelo; ni aquella Rodopea que desilusionada fue por Demofonte, ni Alcides que a Yole en el pecho tuvo reclusa. Mas aquí nadie se arrepiente, antes se ríe, no de la culpa, que a la mente no torna, más del valor que ordenó y proveyó. Aquí se contempla al arte que adorna con tanto afecto, y disciérnese el bien por el que el mundo de arriba al de abajo entorna. Mas para que te lleves todos tus deseos plenos, nacidos en esta esfera, extenderme un poco más me concierne. Quieres saber quién está en esta lumbre, que aquí junto a mí de esta forma reverbera como rayo de Sol en agua pura. Ahora sabe que allá adentro tan tranquila
  • 54. 53 está Raab, y a nuestro orden conjunta, que por ella en superior grado se ilumina. En este cielo, en el cual la sombra apunta de vuestro mundo, antes que a otra alma por el triunfo de Cristo fue asunta. Bien corresponde dejarla por palma en algún cielo de la alta victoria que fue ganada con una y otra palma: porque ella favoreció la primera gloria de Josué en Tierra Santa, que poco toca al Papa la memoria. Tu ciudad, que de aquel es planta que primero volvió la espalda a su hacedor y cuya es la envidia tan llorada, produce y expande la maldita flor que ha desviado a ovejas y a borregos, porque ha hecho un lobo del pastor. Por ello el Evangelio y los doctores magnos son desechados, y sólo las Decretales se estudian, que así se ve por los márgenes. Preocupa ésto a papas y cardenales: no van sus pensamientos a Nazaret, allí donde Gabriel abrió las alas. Pero el Vaticano y las otras partes selectas de Roma que han venido a ser cementerio
  • 55. 54 de la milicia que siguió a Pedro, pronto se verán libres del adulterio. Canto X Cuarto Cielo Cielo Del Sol - Los Sabios Y La Inteligencia Mirando en su Hijo con el Amor que uno en el otro eternamente espira, el primer e inefable Valor, cuanto por mente y espacio gira con tal orden hizo, que estar no puede sin gustar de ello quien lo mira. Alza entonces, lector, a las altas ruedas conmigo la vista, derecho a aquella parte donde un movimiento al otro encuentra; y comienza allí a admirar la obra de arte de aquel maestro que dentro de sí la ama, tanto que nunca de ella el ojo aparta. Mira cómo de allí se derrama el oblicuo cerco que a los planetas porta, para satisfacer al mundo que los llama: pues si la senda de ellos no fuera tuerta, mucha virtud del cielo sería en vano, y casi toda potencia de aquí abajo muerta:
  • 56. 55 y si del recto giro más o menos lejano se apartase, vendría a ser muy manco arriba y abajo el orden mundano. Ahora pues quédate, lector, en tu banco, ocupado pensando lo que aquí se preliba, si quieres ser asaz feliz antes que exhausto. Te lo he puesto delante: ya por ti mismo come; que reclama para sí todo mi cuidado la materia de la que me han hecho escriba. El ministro mayor de la natura que del valor del cielo el mundo impronta y el tiempo con su luz mensura, a la parte que arriba se recuerda unido, giraba por las espiras por las que más pronto se presenta siempre; y yo estaba con él; mas del subir no me di cuenta, sino como uno se da cuenta en llegando un pensamiento, de su venida. Es Beatriz la que así conduce de bien en mejor tan súbitamente, que su obrar en el tiempo no transcurre. ¡Cuánto debía ser por sí luciente lo que había dentro del Sol donde yo entréme, no por el color, mas por la luz patente! Por más que yo al ingenio, al arte y al uso clame,
  • 57. 56 aún así no lo diría, ni nadie se lo imaginara; mas creerse puede, y que de verlo se brame. Y si nuestras fantasías son bajas ante tanta excelencia, no es maravilla, que al Sol no hubo ojo que mirase. Tal era aquí la cuarta familia del alto Padre, que siempre la sacia, mostrándole cómo espira y cómo ahija. Y comenzó Beatriz: Rinde gracias, rinde gracias al Sol de los ángeles, que a este sensible te ha elevado por su gracia. Corazón mortal no hubo nunca jamás tan dispuesto a enfervorizarse y rendirse a Dios con toda gratitud tan presto, como ante aquellas palabras me hice yo; y así todo mi amor en él se puso que a Beatriz eclipsó en el olvido. No le desagradó, mas sonrióse tanto. que al esplendor de sus ojos rientes mi mente unida en más cosas dividióse. Vi yo más fulgores vivos y triunfantes que de nos hicieron centro y de ellos corona, más dulces en la voz que en el aspecto lucientes; así tan ceñida de un cerco a la hija de Latona vemos a veces, cuando el aire está preñado,
  • 58. 57 que retiene el hilo que su cintura forma. En la corte del cielo, de la cual regreso, hay muchas joyas preciosas y bellas tales que hallarlas no se puede fuera del reino; y el canto de aquellas luces era una de ellas; quien no se arme alas para que allí vuele, que espere recibir del mudo las nuevas. Luego, así cantando, aquellos ardientes soles comenzaron a girarnos en torno tres veces, como estrellas vecinas de fijos polos, los vi como a las damas, que sin dejar el baile, se detienen calladas, en espera y escuchando hasta comprender cuál es la nueva danza. Y allí adentro sentí a uno comenzar: Cuando el rayo de la gracia, del que se enciende el veraz amor que luego crece amando, multiplicado en ti tanto esplende, que te conduce por aquella escala de la cual sin resubir nadie desciende, como quien te negase el vino de su redoma a tu sed, en libertad no estaría si no como agua que en la mar no desemboca. Quieres saber tú de cual planta florece esta guirnalda que en torno explora la bella dama que al cielo te conforta.
  • 59. 58 Yo fui de los corderos de la santa grey que Domingo lleva por la senda que al que no desvaría mucho enriquece. Este que a mi derecha me es más vecino, fue hermano y maestro mío, y Alberto es de Colonia, y yo Tomás de Aquino. Si de todos los demás quieres estar cierto, tras mis palabras vuelve la vista entorno de la diadema bendita. Aquella otra flámula brota de la risa de Graciano, que al uno y al otro foro ayudó tanto que al paraíso place. El otro que luego adorna nuestro coro, aquel Pedro fue, que con la pobrecilla ofreció a la Santa Iglesia su tesoro. La quinta luz, que es entre nosotros más bella, espira tal amor, que todo el mundo allá abajo tiene sed de sus nuevas: dentro se halla la mente donde tan profundo saber fue metido, que si lo cierto es cierto, a tanto ver no surgió jamás segundo. Después mira la luz de aquel cirio que abajo, en carne, muy adentro miró de la angélica natura y del ministerio.
  • 60. 59 En la otra pequeñita luz sonríe aquel abogado de los cristianos tiempos, de cuyos latines Agustín se enriqueció. Ahora bien, si dejas que el ojo de la mente de luz en luz, vaya siguiendo mis alabanzas, debes ya quedar con sed de la octava. De ver el sumo bien mucho se recrea el alma santa, que el mundo falaz manifiesta a quien a ella bien escucha; el cuerpo del que fue separada yace allá en Cielo de Oro; y del martirio y del exilio a esta paz vino. Mira además flamear al espíritu ardiente de Isidoro, de Beda y de Ricardo quien a considerar fue más que hombre. Este de donde a mi retorna tu mirada, es la luz de un espíritu que en pensares graves a morir le pareció venir tarde; esa es la luz eterna de Siger, quien, enseñando en la calle de las Pajas, silogizó envidiadas verdades. De allí, como reloj que llama en la hora en que la esposa de Dios surge a cantar maitines al esposo porque lo ama, cuya una parte a la otra mueve y urge,
  • 61. 60 tin tin sonando con tan dulce canto que al buen espíritu de amor agranda; así vi yo moverse a la gloriosa rueda y pasar una voz a otra voz en armonía y en dulzura que música así haber no puede sino allá donde perpetua es la dicha. Canto XI ¡Oh insensato afán de los mortales, cuán defectuosos son los silogismos que os llevan a batir tan bajo las alas! Quien tras de iura, y quien de aforismos marcha, y quien siguiendo el sacerdocio, y quien a reinar por fuerza o sofismas, y quien a robar, y quien en civil negocio, y quien en placer de la carne envuelto se fatiga y quien se da al ocio, cuando, de todas estas cosas libre, con Beatriz me hallaba allá en el cielo tan gloriosamente acogido. Luego de cada uno volviera al punto del giro en el que antes era, se detuvieron, como vela en candelero. Y oí de adentro de esa lumbrera que antes me había hablado, sonriendo
  • 62. 61 comenzar, haciéndose más pura: Así como yo de su rayo esplendo. así, contemplando en la luz eterna, tus pensamientos, donde nacen, aprendo. Tú dudas, y quieres que se reiteren en tan abierta y tan clara lengua mis dichos, que a tu sentir se declaren, donde antes dije: “Mucho enriquece” y allá donde dije: “No surgió segundo”; y aquí es menester que bien se distinga. La providencia, que gobierna el mundo con aquel consejo donde todo mirar creado se pierde antes de llegar al fondo, a fin de que fuera hacia su amado la esposa de quien con altas voces la desposó con su sangre bendita, segura en sí y en él aún más confiada. dos príncipes ordenó en su ayuda, que de una y otra forma le fuesen guía. Uno seráfico fue en el ardor; el otro por sapiencia fue en la tierra de querúbica luz un resplandor. De uno hablaré, porque de ambos se habla apreciando a uno, cualquiera sea, porque a un mismo fin sus obras eran.
  • 63. 62 Entre el Tupino y el agua que desciende del cerro que escogió el beato Ubaldo, una fértil ladera del alto monte pende, donde Perusa siente frío y calor por Porta Sole; y de atrás le llora bajo pesado yugo Nocera y Gualdo. De esta cuesta, allá donde abandona más su rudeza, nació al mundo un sol, como asoma a veces el del Ganges. Sin embargo quien de ese lugar hable no diga Asís, que quedaría corto, mas Oriente, si con propiedad quiere. No era aún muy lejano su orto, que comenzó a dejar sentir a la tierra de su gran virtud algún consuelo; pues por tal dama, aun joven, guerra con su padre tuvo, a la cual, como a la muerte, la puerta del placer nadie descierra; y delante de su espiritual corte et coram patre se unió con ella; y luego de día en día la amó con más fuerza. Ella, privada del primer marido, mil cien años y más, despreciada y oscura hasta llegar éste vivió sin convite;
  • 64. 63 ni le valió oír que la encontró segura con Amiclas, al son de su voz, aquel que a todo el mundo metió en pavura; ni le valió ser constante y bravía, tanto que, mientras al pie quedó Maria, ella con Cristo subió a la cruz. Mas por no ser demasiado oscuro, a Francisco y Pobreza por los amantes desde ya entiende en mi parlar difuso. Su concordia y alegres semblantes, amor y maravilla y dulce mirada fueron razón de pensamientos santos; tanto que el venerable Bernardo se descalzó primero, y tras tanta paz corrió, y, corriendo, le pareció ser tardo. ¡Oh ignota riqueza! ¡Oh bien ferace! Descálzase Egidio, y también Silvestre, tras el esposo, tanto la esposa place. De allí partió, padre y maestro con su dama y con la familia que ya ceñía el cordón humilde. Vileza de corazón no le inclinó la frente, por ser hijo de Pedro Bernardone, ni por verse despreciable a maravilla; mas regiamente su dura intención
  • 65. 64 manifestó a Inocencio, y de él obtuvo el primer sello de su religión. Luego que la gente pobrecilla creciera detrás suyo, cuya admirable vida mejor en la gloria del cielo se cantara, de segunda corona redimida fue por Honorio del Eterno Soplo la santa voluntad de este archimandrita. Y luego que, por sed de martirio, en presencia del Sultán soberbia predicó a Cristo con quienes le siguieron, y por hallar a convertirse acerba por demás la gente, por no estar en vano, volvióse al fruto de la ítala hierba, en el áspera piedra entre Tíber y Arno de Cristo recibió el último sello, que sus miembros dos años portaron. Cuando a aquel que a tanto bien lo había elegido, plugo llevarlo arriba a la merced que ganó por hacerse diminuto, a sus hermanos, como a herederos justos, recomendó su dama más querida, y mandó que la amaran fielmente; y de su regazo el alma preclara salirse quiso, regresando a su reino,
  • 66. 65 y otras andas para su cuerpo no quiso. Piensa ahora cual fue aquel que digno su colega fue en mantener la barca de Pedro en alta mar por recta senda: y este fue nuestro patriarca; pues, quien lo sigue, como él comanda, discernir puede que buenas mercancías carga. Mas su rebaño de nueva pitanza se ha hecho tan goloso, que ser no puede que por varias selvas no se expanda; y cuando sus pécoras lejanas y vagabundas más van tras tales pastos, más tornan al aprisco de leche faltas. Bien que existen las que temen el daño y al pastor se apretujan; mas son tan pocas, que para sus capas basta poco paño. Pues bien, si mis palabras no son flojas y si tu audiencia ha estado atenta, si lo que fue dicho en la mente revocas, que en parte tu esperanza quede contenta, porque verás donde la planta se desgaja, y verás la corrección que argumenta: ”que al que no desvaría mucho enriquece”.
  • 67. 66 Canto XII Tan pronto como su última palabra dijera la bendita llama, a rodar comenzó la santa muela; y en su giro no giró entera antes que otra rueda la cercara; y moción y canto a moción y canto unióse; canto que tanto vence a nuestras musas, nuestras sirenas, en esas dulces tubas, cuanto un primer resplandor a su reflejo. Como entre tiernas nubes aparecen dos arcos paralelos en color iguales, cuando Juno a su sierva envía, y nace del de adentro el de afuera, a guisa de la voz de aquella amante consumida de amor como del Sol vapores; y que son presagios para el hombre, por el pacto que Dios con Noé puso, de que el mundo nunca más inundaría; así de aquellas sempiternas rosas nos giraron en torno ambas guirnaldas, y así la externa a la interna respondía. Después que el tripudio y la otra fiesta grande, tanto el canto como el inflamarse
  • 68. 67 luz con luz gozosas y mansas, simultáneas y unánimes cesaron, como los ojos que del placer movidos fatalmente juntos se cierran y se abren; del centro de una de las luces nuevas salió una voz, que como brújula a la estrella así me hizo volverme a su donde, y comenzó: El amor que me hace bella me lleva a razonar del otro jefe por quien del mío tan bien se conversa. Digno es que, donde está uno, el otro se induzca, de modo que, así como juntos militaron, así su mutua gloria juntos luzca. El ejército de Cristo, que tan caro costó rearmarlo, tras la insignia se movía tardo, receloso y raro, cuando el emperador que siempre reina, proveyó a la milicia, de destino incierto, por su sola gracia, no por ser digna; y como se dijo, a su esposa socorrió con dos campeones, a cuyo decir y hacer el pueblo desviado congregóse. En aquella parte donde surge a abrir el dulce Céfiro las nuevas frondas de las que Europa se reviste,
  • 69. 68 no muy lejos del batir de ondas tras la cuales, fatigado el Sol suele que de los hombres se esconda, se asienta la afortunada Calahorra; bajo la protección del gran escudo del león que subyuga y es subyugado. Allí nació el amoroso amante de la fe cristiana, el santo atleta benigno a los suyos y con los enemigos duro; y así que fue creada y fue repleta tanto su mente de virtud viva, que ya en la madre, la hizo profeta. Luego que los esponsales se cumplieron en la sagrada pila entre él y la fe donde de mutua salud se dotaron, la mujer que dio por él asentimiento, vio en el sueño el admirable fruto que salir debía de él y de sus herederos. Y para que se viera lo que era, movióse el espíritu a nombrarlo con el posesivo de quien entero era: Domingo fue llamado: y de él hablo como del agrícola que Cristo eligió para ayuda de su huerto.
  • 70. 69 Bien se mostró enviado y familiar de Cristo; porque el primer amor que en él fue manifiesto, fue del primer consejo que dio Cristo. Muchas veces fue, velando en silencio, hallado en tierra por su niñera, como si dijera: “He venido para esto”. ¡Oh padre suyo verdaderamente Félix! ¡Oh madre suya verdaderamente Juana, si como corresponde se lo interpreta! No por el mundo, por el que muchos se afanan tras el Ostiense y tras Tadeo, mas por amor del verdadero maná en poco tiempo gran doctor se hizo; tal que se puso a cultivar la viña que pronto se aja si el viñador es indigno. Y a la sede que otrora fue benigna con los pobres justos, no por ella, mas por el que allí se asienta, y la mancilla, no dispensar o dos o tres por seis, no la fortuna del primer beneficio vacante, no décimas, quae sunt pauperum Dei, solicitó; antes contra el mundo errante licencia de combatir por la simiente de la que se hagan veinticuatro plantas. Luego con doctrina y voluntad aunadas
  • 71. 70 con el oficio apostólico movióse, como torrente que de alta fuente mana; y castigó a los heréticos retoños su ímpetu, con más viveza allí donde la resistencia más fuerte era. De él nacieron luego varios ríos, con los que el huerto católico se riega, de modo que sus arbolillos son más vivos. Si tal fue una de las ruedas del carro con que se defendió la Santa Iglesia y venció en el campo su civil contienda, bien debería serte muy evidente la excelencia de la otra, con la cual Tomás antes de mi venida fue tan cortés. Más la órbita que fue la parte suma de su circunferencia, está abandonada tanto que donde hubo tártaro hay mufa. Su familia, que caminó derecha los pies tras sus huellas, está tan mudada que en el de atrás pone el de adelante; y pronto se verá cual es la cosecha de mal cultivo, cuando la cizaña se queje de que el granero le niegan. Bien digo, que quien buscase hoja a hoja en nuestro volumen, aún página hallara
  • 72. 71 donde leería: Yo soy el que solía: pero no será de Casal ni de Acquasparta, de donde vienen tales a la escritura, que une la huye, otro la coarta. Yo soy el alma de Buenaventura de Bagnoregio, que en los grandes oficios siempre pospuse la siniestra cura. Iluminato y Agustín están aquí, que fueron los primeros descalzos pobrecillos que en el cordón de Dios fueron amigos. Hugo de San Víctor está aquí con ellos, y Pedro Mangiadore y Pedro Hispano, quien abajo luce en doce libelos. Natán profeta, y el metropolitano Crisóstomo, y Anselmo, y aquel Donato que al primer arte dignóse echar la mano. Rábano está aquí, y luce a mi lado el calabrés abad Giovacchino de espíritu profético dotado. A envidiar tan gran paladín me movió la inflamada cortesía de fray Tomás y el discreto latino: y conmigo moví esta compañía.
  • 73. 72 Canto XIII Imagine quien de bien entender arde lo que entonces vi (y guarde la imagen, mientras hablo, como firme roca), quince estrellas que en diversas playas el cielo ilustren con tan vivo azul, que vence del aire toda gordura; imagine aquel carro al cual el seno basta de nuestro cielo noche y día, que al mudar el tiempo no se oculta; imagine la boca de aquel cuerno, que comienza en la punta de la vara que la primera rueda ronda, se hubieran hecho de sí dos signos en el cielo, como hizo la hija de Minos al sentir de la muerte el hielo; y el uno en el otro estar sus rayos y que ambos giraran de manera que uno fuera a derecha y el otro volviera, y tendrá una sombra de la verdadera constelación y de la doble danza que circundaba el punto donde yo era; porque tan lejano está de nuestra usanza, como lejos del correr del Chiana se mueve el cielo que a los otros gana.
  • 74. 73 Allí se cantó no a Baco, no al Peán, mas a tres personas en divina natura y en persona una ella y la humana. Cumplió la danza y el girar su mesura; y atuviéronse a nos aquellas santas luces, felices de pasar de una a otra cura. Rompió el silencia de los acordes númenes luego la luz por quien la sublime vida del pobrecillo de Dios narrada fuera, y dijo: Cuando una paja está trillada, y su semilla ya guardada, a batir la otra dulce amor me invita. Tú crees que en el pecho, cuya costilla sacóse para formar la bella cara cuyo paladar a todo el mundo cuesta, y en aquel que, abierto por la lanza, y luego y antes tanto satisfizo, que de toda culpa vence a la balanza, cuanto a la natura humana es lícito lograr, cumplida luz le fue infundida por aquel valor que a uno y otro hizo; y aun así te admira lo que antes dije, cuando narré que segundo no hubo del bien que la quinta luz encierra.
  • 75. 74 Abre ahora los ojos a lo que te respondo, y verás que tu creencia y mis dichos son veros como el centro a lo redondo. Lo que no muere y lo que puede morir sólo es resplandor de aquella idea que engendra, amando, nuestro Sire; porque esa viva luz que así brota de su lucerna, que no se aparta de él ni del amor que es tres en ellos, por su bondad su radiar aduna, cuasi espejándose, en nueve subsistencias, perdurando eternamente una. De allí desciende a las últimas potencias abajo de acto en acto, tanto se haciendo, que más no hace sino breves contingencias; y por estas contingencias decir entiendo las cosas engendradas, que produce, moviendo, con simiente y sin simiente, el cielo. La cera de ellas y el que las conduce no obran de igual modo; por lo que abajo más o menos trasluce luego el ideal sello; por donde ocurre que un mismo árbol según la especie, da mejor o peor fruto; y vosotros nacéis con diferente ingenio. Si estuviese a punto la cera dispuesta
  • 76. 75 y ejerciese el cielo su virtud suprema, la luz del sello se vería perfecta; mas la natura la da siempre manca, pues obra como el artista que el hábito tiene del arte mas le tiembla la mano. Pero si el cálido amor la visión clara de la prima virtud dispone y signa. toda perfección aquí abajo se alcanza. Así ya fue hecha la tierra digna de toda perfección animada; así quedó la Virgen preñada; tanto que encomio tu opinión: que la humana natura no fue ni será tal como en esas dos personas. Ahora, si adelante más no siguiera ”Entonces ¿cómo fue este sin igual?” comenzarían tus palabras. Mas para que bien se vea lo que no aparece, piensa quien era, y la razón que lo movió, cuando le fue dicho “Pide”, a demandar. No he hablado de modo, que tú no puedas darte cuenta que fue rey, y señal pidió a fin de que rey suficiente fuera; no por saber cuentos sean los motores de aquí arriba, o si necesse
  • 77. 76 con contingente nunca necesse se hiciera; no, si est dare primum motum esse, o si del medio cerco hacer se puede un triángulo tal que recto no tuviese. Por donde si lo que dije y esto notas, real prudencia es aquel ver sin par a donde el rayo de mi intención anota; y si al “surge” mandas los ojos claros, verás que sólo se refiere a reyes que son muchos, y los buenos raros. Con esta distinción toma mis dichos, que así pueden estar con lo que crees del primer padre y de nuestro Amado. Y que esto te sea plomo en los pies, para que lento vayas y como exhausto tras el si y el no que tú no veas; que se halla entre tontos bien abajo quien sin distinción afirma o niega sea en el sí como en contrario paso; porque sucede que más se dobla la opinión corriente a falsa parte, y además el afecto al intelecto enlaza. Mira que en vano del río al mar parte, porque no vuelve tal como salido, quien pesca por la verdad y no tiene el arte:
  • 78. 77 de lo que son en el mundo claras pruebas Parménides, Meliso y Briso y muchos, que salieron sin saber a donde; así hizo Sabelio y Arrio y los estultos que fueron espadas a la Escritura torciendo los sentidos rectos. Tampoco sea la gente por demás tan segura para juzgar, como quien aprecia la cosecha del campo antes que madure; que yo he visto primero todo el invierno estar la zarza rígida y feroz en sus púas, mas luego cubrir de rosas su cima; y barco he visto ya veloz y recto recorrer del mar todo el camino, y perecer al fin entrando a puerto. No crea doña Berta y maese Martín por ver a uno robar, a otro rezando, verlos dentro del juicio divino; porque aquel puede surgir y el otro caer. Canto XIV Del centro al cerco, y del cerco al centro muévese al agua en redondo vaso, si agitada es ya por fuera, ya por dentro.
  • 79. 78 En mi mente fue súbito acaso esto que digo, cuando se hubo callado el alma gloriosa de Tomás, por la semejanza que surgió entonces entre sus palabras y las de Beatriz, a quien comenzar, tras él, plugo: A éste le está faltando, y no lo diz ni con la voz ni pensando todavía, de otra verdad llegar a la raíz. Decidle si la luz con que se adorna vuestra sustancia, quedará con vos eternamente así como está ahora: y si así queda, decidle cómo, luego que visible seáis hecho de nuevo, podrá ser que no hiera a la mirada. Como, de mayor dicha tintos y llevados, a cada vuelta los que van de ronda, alzan la voz y alegres gesticulan, así, a la demanda devota y pronta, los santos cercos mostraron nuevo gozo en su danza y en su admirable nota. Quien se lamenta porque aquí se muera para vivir allá arriba, no ha visto allí el refrigerio de la lluvia eterna.
  • 80. 79 Aquel uno y dos y tres que siempre vive y reina siempre en tres y dos y uno, no circunscrito y que todo circunscribe, tres veces era cantado por cada uno de aquellos espíritus con tal melodía, la cual de todo mérito sería premio justo. Y oí yo en la luz más divina del menor cerco una voz modesta, tal vez cual la del ángel a María, responder: Cuan larga sea la fiesta del paraíso, tanto nuestro amor radiará así en torno con tal prenda. Su claridad persigue al ardor; el ardor a la visión, y es esta tanta cuanto de gracia se añade a su valor. Cuando la carne gloriosa y santa revestida sea, nuestra persona más feliz será por ser toda entera; porque crecerá lo que nos dona de la gratuita luz el bien sumo, luz que verlo a él nos proporciona; así pues que crezca la visión se debe, que crezca el ardor que arde de ella, que crezca el rayo que de él proviene. Mas así como el carbón que da llama,
  • 81. 80 en su vivo ardor la doblega, de modo que su apariencia defiende, así este fulgor que nos circunda será vencido cuando se alce la carne que de tierra estuvo siempre cubierta, ni podrá tanta luz fatigarnos, pues los órganos del cuerpo tendrán fuerza para todo lo que pueda deleitarnos. Los contemplé tan rápidos y prontos al uno y otro coro decir “Amen” que bien mostraron desear los cuerpos muertos; tal vez no por ellos sólo, más por las madres, los padres y los otros que les fueron caros antes que fueran sempiternas llamas. Y he aquí que en torno, de claridad pareja, vi nacer una viva luz sobre la que ya había, como hace el horizonte cuando aclara. Y así como a las primeras horas de la tarde asoman en el cielo nuevas signaturas, tales que a la vista parecen y no veras, parecióme allí nuevas subsistencias empezar a ver, haciendo un giro por fuera de las otros dos circunferencias. ¡Oh vero chispear del Santo Espíritu! ¡Se alzó tan súbito y candente
  • 82. 81 ante mis ojos que, vencidos, no lo sufrieron! Mas Beatriz tan bella y riente se me mostró, que entre aquellas vistas he de dejarla porque no acompaña la mente. De nuevo pues mis ojos la virtud recuperaron; y vime trasladado solo con mi dama a más alta lozanía. Bien percibí que era más alto llevado, por el flameante reír de la estrella, que más enrojecida estaba que de usado. Con toda mi alma y con aquella chispa que es una en todos, a Dios hice holocausto; cual convenía a la nueva gracia. Y no se había aún en mi pecho agotado el ardor del sacrificio, cuando supe que mi holocausto había sido acepto y grato, pues con tanto brillo y tan encarnado vi un esplendor dentro de dos rayos y dije yo: ¡Oh Helios que así los ornas! Como diversa de menores y mayores luces albea tanto entre los polos del mundo la Galaxia, que hace dudar a los sabios, así constelados formaban en el profundo Marte aquellos rayos el venerable signo al unir cuadrantes en un círculo.
  • 83. 82 Aquí vence mi memoria al ingenio: porque aquella cruz resplandecía Cristo, de manera que no puedo hallar ejemplo digno; mas quien su cruz toma y sigue a Cristo, también me excusará de lo que callo, viendo en ese albor centellear a Cristo. De brazo en brazo, de arriba a abajo, se mueven luces, destellando fuerte al conjugarse juntas y al apartarse: así se ven aquí rectas y tuertas, raudas y tardas, renovando aspectos, las motillas del polvo, largas y cortas, moverse por el rayo de luz que irisa en la sombra que en su resguardo se procura el hombre con ingenio y arte. Y como giga y arpa, en tensión templada de muchas cuerdas, hacen dulce canto hasta para quien no sabe de notas, así de las luces que allí aparecieron cruzaba por la cruz una melodía que me arrobaba aunque el himno no entendía. Bien comprendí que eran de alta alabanza pues hasta mi llegaba “Resurge” y “Vence” como a quien sin entender escucha.
  • 84. 83 Tanto allí me enamoraba que hasta entonces no hubo nada que me ligara con tan dulces trabas. Tal vez parezca que mi parla mucho osa posponiendo el placer de los ojos bellos en los que mirando mi deseo posa; mas quien advierta que los vivos sellos de toda belleza cuanto más altos más bellos, y que yo allí no me era vuelto a ellos, excusarme podrán de lo que me acuso para excusarme, y me verán decir lo cierto; que el placer santo aquí no se excluye, porque se torna, en subiendo, más sincero. Canto XV Quinto Cielo Cielo De Marte - Los Héroes Y Los Mártires Benigna voluntad en la que siempre se resuelve el amor que rectamente inspira, como codicia lo hace en la inicua, silencio impuso a la dulce lira, y aquietó las santas cuerdas, que la diestra del cielo afloja y tira. ¿Cómo a justos ruegos fueran sordos aquellos seres que, por darme el gusto de preguntar, a callar fueron concordes?
  • 85. 84 Bien está que sin término se duela quien, por amor de cosa que no dura, eternamente de aquel amor se hurta. Cuando por el sereno quieto y puro discurre ya ya súbito fuego haciendo parpadear los ojos ciertos, y parece la estrella mudar de puesto, mas en verdad de la parte donde se enciende nada se pierde, y todo dura poco; así del brazo que a diestra se extiende al pie de aquella cruz corrió un astro de la constelación que allí esplende. Pero la gema no se apartó de la banda sino que por la lista transitó radiante como foco de luz tras alabastro. Como piadosa fue de Anquises la sombra, siendo digna de fe nuestra mayor musa, cuando en los Elíseos reconoció a su hijo, ”O sanguis meus, o superinfusa gratia Dei, sicut tibi cui bis unquam coeli ianua reclusa?” así la luz; y así en ella atento estuve; después volví a mi dama el rostro y de un lado y otro caí en asombro;
  • 86. 85 pues en sus ojos una sonrisa ardía tal, que yo pensé haber llegado al fondo de mi dada gracia y del paraíso mío. Entonces, al oír y al ver jocundo, aquel espíritu a su empezar agregó cosas, que no entendí, tanto habló profundo; no se encubría por voluntad propia, mas por necesidad, que su concepto al designio de un mortal desborda. Y cuando el arco del ardiente afecto se desahogó tal que su palabra descendió hasta el designio del intelecto nuestro, lo primero que entender pude fue Bendito seas Tú uno y trino, que en mi simiente tan cortés has sido. Y enseguida: Grato y largo ayuno, gastado en leer el gran volumen del que nunca cambia blanco ni bruno, satisfecho has, hijo, dentro de esta luz de donde te hablo, gracias a aquel que al alto vuelo te vistió plumas. Tú crees que tu pensamiento se filtra a mí del que es primero, como irradia del uno, si se sabe, cinco y seis, empero no me preguntes cómo es
  • 87. 86 ni porqué te parezco más dichoso, más que ningún otro en esta tribu gaya. Crees bien; porque los menores y los grandes de esta vida miran en el espejo en donde, antes que pienses, el pensamiento nace. Mas porque el sagrado amor en el que veo con visión perpetua y me asaeta de dulce deseo, mejor se cumpla, de oír tu voz segura, audaz y alegre ¡resuene la voluntad, resuene el deseo, al que ya decretada está mi respuesta!. Me volví a Beatriz, y me oía ella antes de que hablara, y dióme el ceño que expandió las alas de mi deseo. Luego empecé: El afecto y el sentido, cuando se os mostró la igualdad primera, de un mismo peso para vos se hicieron; porque el Sol que os ilumina arde con un calor y una luz tan iguales que toda semejanza es poca. Mas querer y argumentar en los mortales, por la rozón que a vos es manifiesta, diversas plumas tienen en las alas; por donde yo que soy mortal, me veo en esta desigualdad, y entonces no agradezco
  • 88. 87 sino con el corazón esta paterna fiesta. Bien te suplico a ti, vivo topacio que esta preciosa dicha engarzas, que me hagas de tu nombre sacio. ¡Oh fronda mía en la que me agradara sólo con esperarte, raíz tuya he sido; así comenzó a responderme. Luego me dijo: Aquel de quien se dice tu apellido y que más de cien años el monte en la prima cornisa ha girado, fue hijo mío y bisabuelo tuyo; mucho necesita que la larga fatiga abrevies con tus labores. Florencia dentro de la valla antigua, donde ella aún toca a tercia y nona, en paz estaba, sobria y digna. No había collares, ni coronas, ni casacas recamadas, ni cinturones ostentosos más que las personas. No daba aún, al nacer, pavura la hija al padre; porque el tiempo y la dote no excedía aquí y allá la mesura. No había casas solariegas vacías; no había aún llegado Sardanápolo a mostrar lo que en la alcoba se podía.
  • 89. 88 No estaba vencido aún Montemalo por el vuestro Uccellatojo, que como vencido al subir fue, así lo será bajando. Yo vi a Bellincion Berti andar ceñido de cuero y hueso, y vi volver del espejo su dama con el rostro sin colorido; y vi aquel de Nerli y el de Vecchio contentos solo de pieles cubiertos, y a la rueca y al huso sus mujeres. ¡Oh afortunadas! Cada una estaba cierta del lugar de su sepulcro, y todavía ninguna era por Francia en el lecho abandonada. Una velaba cuidando de la cuna, y, arrullando, balbuceaba rumores que ya a padre y madre alegraran; otra, el hilo en la rueca rondaba, parloteando con su familia de Troyanos, de Fiésole y de Roma. Sería entonces gran maravilla una Cianghella, un Lapo Saltarello, como hoy sería Cincinnato y Corniglia. Y así con calma, y así de bello viviendo ciudadanos, en tan fiel ciudadanía, y bajo tan dulce techo,
  • 90. 89 María me dio, clamada a gritos; y en vuestro antiguo Baptisterio a la vez fui cristiano y Cacciaguida. Moronto fue mi hermano y Eliseo; mi mujer vino a mi del valle de Pado, y así fue formado tu apellido. Luego al emperador seguí Conrado; y él me ciñó en su milicia, tanto por bien obrar fui de su agrado. Lo seguí al encuentro de la nequicia de aquella ley cuyo pueblo usurpa, por culpa del pastor, vuestra justicia. Allí fui por aquella torpe turba desconectado del mundo falaz, cuyo amor a muchas almas conturba; y vine del martirio a esta paz. Canto XVI ¡Oh nuestra poca nobleza de sangre, si de ti gloríase la gente aquí abajo donde el afecto decae, no me será nunca admirable cosa; pues donde el apetito no se tuerce, digo en el cielo, de ello pude gloriarme. Verdad que eres manto que pronto encoge;
  • 91. 90 pues, si no te acrecen día a día, con su guadaña el tiempo te carcome. Con el “Vos” que primero en Roma se ofrecía y que en familia menos persevera, recomenzaron las palabras mías; y Beatriz, algo apartada, riendo, parecía como aquella que tosía a la primer falta como se narra de Ginebra. Yo comencé: Vos mi padre sois; vos de hablar me dais confianza entera; vos me alzáis tal que yo soy más que yo. Por tantos ríos se colma de alegría mi mente, que de sí se deleita de no quebrarse por tener tanta. Decidme pues, amada mía primicia, quiénes fueron tus antiguos, y cómo los años fueron los que signaron vuestra puericia; habladme del aprisco de san Juan cuántos entonces eran, y quiénes de ellos dignos fueron de los más altos escaños. Como se aviva al soplar el viento un ascua en llamas, así vi a aquella luz resplandecer a mis requiebros; y como más se hiciera a mis ojos bella, así con voz más dulce y suave,
  • 92. 91 mas no con esta lengua moderna, me dijo: Desde el día en que se dijo “Ave” al parto en que mi madre, ahora santa, se alivió de mí, de quien grávida estaba, a su León quinientas cincuenta más treinta veces vino este fuego a reinflamarse a sus plantas. Mis antiguos y yo nacimos en el sitio donde se hallaba el último distrito fin de carrera de vuestro anual juego: baste de mis mayores saber esto; quiénes fueron y de donde vinieron, callar antes que hablar es más cuerdo. Todos los que allí entonces eran de portar armas entre Marte y el Bautista, eran un quinto de los que hoy están vivos; más la ciudadanía, que ahora es mestiza de Campi, de Certaldo y de Fegghine, se veía pura hasta el último artista. ¡Oh cuánto mejor fuera tener vecinas a estas gentes que digo, y que Galuzzo y Trespiano fueran vuestros lindes, que tener adentro y aguantar el tufo del villano de Aguglion, de aquel de Signa, que para el cohecho tiene el ojo agudo!
  • 93. 92 Si la gente que al mundo más envicia no hubiera sido de César madrastra, mas como madre con su hijo benigna, un cierto florentino, que trueca y trafica, se habría vuelto a Simifonti, donde su abuelo cumplía la ronda; sería Montemurlo aún de los Condes; los Cerchi estarían en el curato de Ancona y quizá en Valdigrieve los Bondelmonti. Siempre la confusión de las personas principio fue del mal de la ciudad, como al cuerpo la vianda que se añade; y el ciego toro más pronto cae que el cordero ciego; y muchas veces corta mejor y más una que cinco espadas. Si consideras a Luni y a Urbisaglia cómo se fueron, y cómo le siguen detrás Chiusi y Sinigaglia, oír cómo las estirpes se deshacen no te parecerá cosa nueva ni grave, desde que acaban hasta las ciudades. Vuestras cosas todas tienen su muerte, como vosotros; mas ocúltase en alguna que dura mucho, y las vidas son cortas.
  • 94. 93 Y como el rodar del cielo de la luna cubre y descubre sin tregua las riberas, así hace de Florencia la Fortuna; porque no ha de parecer pasmosa cosa lo que diré de los nobles Florentinos cuya fama en el pasado se halla oculta. Yo vi los Ughi, y vi los Catellini, Filippi, Greci, Ormani y Alberichi, aún en su ocaso, ilustres ciudadanos; y vi tan grandes como antiguos, con aquel de la Sanella, el del Arca, los Soldanieri y los Ardinghi y los Bostichi. Sobre la puerta que al presente carga nueva felonía de tal peso que pronto será desgracia de la barca, estaban los Ravignani, de donde vino el conde Guido, y los que han tomado después del noble Bellicione el apellido. El de la Pressa sabía ya cómo regir se debe, y tenía Galigaio en su casa de oro la guarnición y el pomo. Ya era grande la franja del Comadreja, Sachetti, Giuochi, Fifanti y Barucci y Gallo y los corridos por la medida. La cepa de do nacieron los Calfucci
  • 95. 94 era ya grande, y ya eran llevados a las curules Sizii y Arriguci. ¡Oh cuán grandes vi a quienes la soberbia ha destruido! y las bolas de oro en sus hazañas florecían Florencia. Así hacían los padres de aquellos que, siempre que vaca vuestra iglesia, engordan estando en consistorio. La arrogante estirpe que como dragón se lanza tras el que huye, y ante el que muestra dientes u ofrece bolsa, como cordero se aplaca, venía subiendo, pero de humilde casta; por lo que no agradó a Ubertino Donato que luego su suegro los hiciera sus parientes. Ya había Caponsacco en el Mercado descendido de Fiésole, y ya era buen ciudadano Giuda e Infangato. Diré cosa increíble y verdadera: al pequeño cerco se entraba por la puerta que se nombraba por los de Pera. Todo el que la bella enseña porta del gran barón, cuyo nombre y precio la fiesta de santo Tomás conforta, de él hubieron milicia y privilegio; bien que con el pueblo se aduna
  • 96. 95 hoy quien la dorada faja porta. Entonces brillaban Gualterotti e Importuni; y aún sería el Borgo más quieto si de vecinos nuevos fueran ayunos. La casa de donde nació vuestro llanto por el justo desdén que os ha muerto y puesto fin a vuestra vida dichosa, era honrada, ella y sus consortes: ¡Oh Buondelmonte, cuán mal huiste sus nupcias para consuelo de otros! ¡Muchos fueran alegres, que hoy son tristes, si Dios te hubiera entregado al Ema la vez primera que a la ciudad viniste! Mas fue necesario ante aquella rota piedra que guarda el puente, que Florencia lo victimase en su paz postrema. Con estas gentes, y otros con ella, vi yo a Florencia en tan real reposo, que razón porqué llorar no tenía: con estas gentes vi glorioso y justo a su pueblo, tanto que el lirio no estaba aún tuerto en el asta, ni por discordias, rojo.
  • 97. 96 Canto XVII Como el que vino a Climene a cerciorarse de aquello que de sí había oído, razón que hace cautos de los hijos a los padres, tal estaba yo, y tal era sabido por Beatriz y por la lámpara que antes por mí había mudado sitio. Por lo que mi dama: Manda afuera la llama de tu deseo, dijo, y que salga bien signada de la interna estampa; no que nuestro saber se acreciente con tu parla, más para que te atrevas a decir tu sed, a que la calmen. ¡Oh cara planta mía que así te alzas, que como ven las terrenas mentes que en un triángulo no caben dos obtusos, así ves las cosas contingentes antes que ocurran, mirando el punto donde los tiempos todos son presentes; mientras tuve a Virgilio junto subiendo el monte que a las almas cura y descendiendo al difunto mundo, dichas me fueron de mi vida futura palabras graves, que yo me siento
  • 98. 97 como tetrágono a golpes de ventura; pues mi voluntad estaría contenta de entender cuál fortuna me espera; que saeta prevista viene más lenta. Así repuse yo a la luz la misma que antes me había hablado; y como Beatriz quiso, así mi ansia fue cumplida. Sin embrollos como en los que la gente necia se enredaba antes que fuera muerto el Ángel de Dios que los pecados quita, mas con palabras claras y en latín correcto respondió aquel amor paterno, oculto y patente en su propia dicha: La contingencia que más allá del cuaderno de la materia vuestra no se extiende, está toda trazada en el aspecto eterno; necesidad por ello no adquiere, sino a la manera de la mirada que refleja a una nave que por el curso desciende. De allí, como viene a la oreja dulce armonía de órgano, me viene a la vista el tiempo que se te apareja. Como partió Hipólito de Atenas por la impiadosa y pérfida madrastra, así tendrás que salir de Florencia.
  • 99. 98 Esto se quiere y esto ya se procura, y pronto será hecho por quien en ello piensa allá donde todo el día Cristo se comercia. La culpa seguirá a la vencida parte como suele decir la fama; mas la venganza será testimonio del que la dispensa. Tú dejarás todas las cosas que amas más entrañablemente; y este es el dardo que el arco del exilio primero saeta. Tú probarás cuán amargo es el pan ajeno, y cuán dura es la calle de subir y bajar por ajena escala. Y lo que más te gravará la espalda, será la compañía estúpida y malvada en la que caerás en este valle; pues ingrata toda, loca toda e impía se pondrá en tu contra; mas, poco luego, ella, no tú, tendrá la frente roja. De su bestialidad su proceder será prueba; de modo que será bueno haber formado partido de ti mismo. Tu primer refugio y tu primer posada será la cortesía del gran Lombardo quien sobre la escala tiene el ave santa;
  • 100. 99 que en ti pondrá tan benigna mirada, que entre hacer y pedir, entre ambos, lo primero será, lo que, en otros, es más tardo. Con él verás al que signado fue, al nacer, tan fuerte por esta estrella, que sus obras serán notables. Todavía en él las gentes no reparan por su corta edad, pues sólo nueve años estas ruedas en torno suyo han girado; mas antes que el Gascón al gran Enrique engañe, saldrán destellos de su virtud pues no se cuidará de dineros ni de afanes. Sus magnificencias conocidas serán entonces tales, que sus enemigos no podrán tener la lengua muda. En él espera y en sus beneficios; por él será mudada mucha gente, cambiando condición ricos y mendigos; y tendrás escrito en la mente su recuerdo, y no lo dirás...; y dijo cosas increíbles al que estuviera presente. Luego agregó: Hijo, estas son las glosas de lo que te dijeron; aquí las insidias que por pocos giros quedarán celadas. No quiero que a tus vecinos envidies,
  • 101. 100 porque en el futuro de tu vida llegarás a ver la sanción de sus perfidias. Luego que, callando, se mostró expedita el alma santa en meter la trama en la tela que yo le propuse urdida, comencé, como el que ansía, dudando, consejo de persona que ve y quiere derecho y que ama: Bien veo, padre mío, cómo se apremia el tiempo hacia mí, para un golpe darme tal, que más grave es para quien más confía, por donde es bueno que de provisión me arme para que, si se me priva de lugar tan caro, no pierda a los demás por causa de mi Carmen. Allá abajo por el mundo sin fin amargo, y por el monte a cuyo bella cumbre los ojos de mi dama me llevaron, y luego por el cielo, de lumbre en lumbre, he aprendido lo que si redigo tendrá para muchos sabor amargo; y si de la verdad fuera tímido amigo, temo perder vivir entre aquellos que a este tiempo llamarán antiguo. La luz en que reía mi tesoro que allí hallé, volvióse más corusca,
  • 102. 101 como rayo de Sol en espejo de oro; entonces dijo: Sólo una conciencia fusca por propia o por vergüenza ajena sentirá que tu palabra es brusca. Remueve, sin embargo, toda mentira, toda tu visión haz manifiesta; y dejan que rasquen donde está la roña. Que si tu voz fuera molesta al primer gusto, vivo alimento dejará luego, cuando será digesta. Este tu grito será como viento, que a las más altas cimas más sacude; lo que no da de honor poco argumento. Te han sido mostrados en estas coronas, en el monte y en el valle doloroso sólo las almas que son por fama notas, para que el ánimo del que oye, no se apoque ni pierda firme fe por ejemplo que venga de ignorada raíz o baja, ni por otro argumento que no valga.
  • 103. 102 Canto XVIII Sexto Cielo Cielo De Júpiter - Los Jueces Y La Justicia Ya se gozaba solo de su verbo aquel espejo beato, y yo gustaba del mío, atemperando con lo dulce lo acerbo; y aquella dama que a Dios me conducía dijo: Cambia de idea: piensa que estoy cerca de aquel que todo entuerto desgrava. Me volví al amoroso sonido de mi consuelo; y cual vi entonces en los ojos santos amor, aquí lo depongo; no en verdad que de mi palabra desconfíe, mas por la mente que redecir no puede lo que tan alto queda, si otro no la guía. Sólo puedo en aquel punto redecir que, remirándola, mi afecto libre quedó de todo otro deseo, de modo que el placer eterno, que directo radiaba en Beatriz, del bello rostro me contentaba con el segundo aspecto. Venciéndome con la luz de la sonrisa, ella me dijo: Vuélvete y escucha; que no sólo en mis ojos está el paraíso.
  • 104. 103 Como aquí se observa a veces en el rostro el afecto, que si es grande en él toda el alma queda presa, así en el llamear del fulgor santo, al que me volví, conocí su voluntad de conversarme aún algún tanto. Y comenzó: en esta quinta orla del árbol que de la cima vive y fruta siempre y no pierde hojas, hay espíritus beatos, que abajo, antes de venir al cielo, fueron de gran renombre, tanto que toda musa de ellos sería opima. Pero mira los brazos de la cruz: que aquel que yo nombre, lucirá allí como el veloz fuego en la nube. Vi por la cruz un fulgor vivo cuando Josué fue nombrado; y distinguir no pude el nombrar del brillo. Al nombre del gran Macabeo vi a un otro moverse rotando, y la alegría era cordel de peonza. Así por Carlomagno y por Orlando a los dos siguió mi atenta mirada, como sigue el ojo al halcón volando. Luego atrajeron Guillermo y Rinoardo,
  • 105. 104 y el duque Godofredo mi mirada hacia aquella cruz, y Roberto Guiscardo. De allí, entre las luces ágil y mixta, me mostró el alma que me había hablado cuán entre cantores del cielo era artista. Me volví a mi derecho lado para saber de Beatriz cuál deber, por palabra o por seña, me tenía asignado; y vi sus luces tan serenas, tan jocundas, que su apariencia vencía a la habitual y a otras. Y como, al sentir más holganza bien obrando, el hombre día a día comprueba que su virtud avanza, así me di cuenta que de mi giro redondo junto al cielo había crecido el arco, viendo más hermoso aquel milagro. Y como el transmutarse en poco espacio de tiempo en blanca dama, cuando su rostro depone de la vergüenza la carga, tal fue en mis ojos, cuando vuelto me hube al candor de la templada estrella sexta, que dentro de sí me había aceptado. Yo vi en aquella jovial lumbrera chispas del amor que allí había,
  • 106. 105 signar ante mis ojos nuestras letras. Y como avecillas que se alzan de ribera como felicitándose de su pastura, forman ya redonda, ya larga hilera, así en aquella luz las santas criaturas volando cantaban, haciendo una D o una I o una L en sus figuras. Primero, cantando, al compás iban; luego, formando alguno de estos signos, un poco guardando silencio se tenían. ¡Oh divina Pegásea que a los ingenios haces gloriosos y los rindes longevos, y ellos contigo las ciudades y los reinos, ilústrame de ti, para que yo describa sus figuras cual las he visto: venga tu poder a estos versos breves! Mostraron pues en cinco vueltas siete vocales y consonantes: y yo anoté las partes tal como me parecieron dichas. DILIGITE IUSTITIAM, fue el primer verbo y nombre de todo lo presentado; QUI IUDICATIS TERRAM, fue el final. Luego en la eme del vocablo quinto quedaron formadas; de modo que Jove parecía plata con listas de oro teñido.