El claustro surgió en los edificios antiguos como un lugar de encuentro en el que confluían y se podían encontrar los miembros de las diferentes comunidades que habitaban el edificio. En los casos elegidos sirven para distintos fines, desde la reunión o la negociación hasta el paseo, celebrar exposiciones o lugares de recepción o de juegos: lugares en los que ver y ser vistos. Algunos están cubiertos con cristaleras que aportan luz y amplían el lugar de estancia permitiendo su uso en cualquier circunstancia climática.