Este documento explora la diferencia entre tener y vivir, haciendo y vivir. Alienta a las personas a dejar de obsesionarse con acumular posesiones y logros y, en cambio, a apreciar el presente, pasar tiempo con los seres queridos y vivir con un propósito mayor que el lucro personal. También advierte sobre los peligros de la codicia y la ambición desmedida que pueden llevar a las personas a perder el tiempo y el amor de los demás en su búsqueda de riqueza y éxito. En última
1. TENER O VIVIR
18º DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – C
Todas las lecturas de este domingo son preciosas lecciones del arte de vivir: nos invitan a dejar
de obsesionarnos por el tener y a abrazar el ser. Pero no sólo nos afanamos por el tener…
Occidente está enfermo de activismo, también nos aqueja la fiebre del hacer y hacer. Conseguir
objetivos, alcanzar méritos, acumular cargos, medallas, títulos, hazañas. ¿Para qué? El autor del
Eclesiastés es crudo y realista. Para nada, ¡vanidad de vanidades! Todo pasa, nada queda.
El salmo nos invita a ser sabios aprendiendo a contar nuestros años. Gestionar el tiempo es un
paso para aprender a vivir con sentido. No se trata de aprovechar el tiempo con avaricia ni de
atiborrar nuestras agendas, sino de vivir el presente, saboreando cada momento, mirando a los
ojos a quien tenemos delante, poniendo los seis sentidos y toda nuestra pasión en lo que
hacemos. Es gracias a Dios que existimos. Es su amor el que nos da las fuerzas y la inteligencia
para actuar. Nuestras obras deberían ser actos de gratitud y adoración a él. ¡Cómo cambiaría el
mundo si todos trabajáramos con esta consciencia! Adiós chapuzas, adiós trabajos inútiles, adiós
empresas con fines inhumanos, que no favorecen la vida ni la dignidad.
Jesús, en el evangelio, nos previene contra la codicia que rompe familias y amistades. Herencias,
ganancias, lucro fácil… ¡Lo vemos cada día! ¿De qué sirve acumular bienes, dinero, ahorros, casas
y tierras? ¿Ha añadido intensidad, belleza y amor a nuestra vida? Una gran trampa del diablo en
nuestros días es justamente esta: nos quiere convencer de que trabajando a destajo «nos ganamos
la vida», cuando ocurre lo contrario. Si no sabemos poner límites al trabajo y a la ambición
acabaremos perdiendo el tiempo, la salud y lo más valioso: el amor de nuestros seres queridos.
¿Tener o ser? ¿Hacer o vivir? Claro que hay que tener lo necesario para vivir dignamente, y claro
que el trabajo es bueno y edificante. Quien no trabaje, que no coma, dijo San Pablo. Pero el
mismo apóstol nos recuerda que nuestra vida vale más que las pertenencias materiales y los
afanes egoístas. ¿A qué dedicamos nuestra vida? ¿Gastamos más tiempo en ganar dinero que en
estar con Dios, o con los seres amados? ¿Estamos adorando al dinero o a nuestras obras?
Tenéis una vida con Cristo, escondida en Dios, dice Pablo. ¡Qué hermoso! Nuestra vida es semilla
divina y está ahí, acurrucada en el corazón de Dios. Estamos llamados a ser hombres nuevos,
resucitados. Llamados a vivir en plenitud. Desde Dios podemos reenfocar toda nuestra vida, nuestro
trabajo, nuestras posesiones. Entonces viviremos de verdad.