1. PUERTA AL INFIERNO, SANGRE EN EL CIELO
Estaban sentados sobre la roca, juntos. Se besaron con ternura. Desde
lo alto de la colina dominaban toda la extensión del valle; sus campos de
cultivo, los estrechos senderos que conectaban casas aisladas, sus pequeños
oasis flanqueados por palmeras y, al fondo, su querida ciudad, ancestral, bajo
la protección de las montañas. Contemplaban abrazados la lenta caída del sol
tras el horizonte, que reflejaba sobre las escasas nubes la profunda gama del
rojo; el lienzo de un pintor magistral, inhumano.
–Qué bonito…¿verdad? –dijo ella.
–Sí… –susurró él.
Las primeras luces artificiales decoraron el valle, las diminutas ventanas
y calles de la ciudad. Las nubes habían aumentado, conformando un manto
anaranjado que tornaba, inexplicablemente, hacia un rojo cada vez más
brillante. El sol se había retirado, pero la luminosidad crecía tras las nubes. En
silencio se miraron y volvieron a alzar la vista, sin comprender porqué este
atardecer era tan diferente a cualquier otro que recordaran. Distantes truenos
recorrían la cúpula; resplandores eléctricos iluminaban el rojo creciente desde
dentro, como en una digestión de luz pura.
Comenzó a llover.
Sangre.
Los rostros desencajados, goteantes, se miraron aterrorizados,
extendiendo las palmas de las manos en medio de la tempestad, sin poder
creer lo que estaba ocurriendo ¿Cómo podía Alá permitir que las pesadillas
abandonasen su cárcel del sueño? El viento golpeaba con su cortina carmesí,
arrastrando el orgánico olor del óxido, dulzón, sofocante. Los relámpagos eran
venas blancas, momentáneamente visibles entre estallidos ensordecedores.
Ciclópeos pilares quebrados y fragmentos de mampostería caían, desde las
2. alturas, sobre el cuerpo postrado de su ciudad, bañada en sangre. Un inmenso
torbellino de negrura horadaba el cielo, engullendo las nubes en voraz espiral.
Y desde sus entrañas, vomitados entre chillidos monstruosos, escaparon
cientos de bestias aladas formando una plaga negra, que se precipitó sobre el
mundo de los inocentes. Y con ellas, la certeza de muerte. Despiadada.
Absurda. Cruel.
¿Quién aseguró que el infierno enclavaba sus raíces en las
profundidades de la tierra?
* * *
La puerta al infierno estaba abierta.
Oleadas de horrores sin nombre escapaban por ella, libres a su sed de
muerte. Cada boca escuchó su propio grito de agonía antes de morir; el dolor
se experimentó en todas sus magnitudes. Los ríos de sangre que fueron calles
arrastraban restos humanos. La ciudad que era carne abierta, huesos rotos,
clamó por un auxilio que nunca llegó. El mundo no luchó contra el horror; miró
hacia otro lado. Avergonzado. Aterrorizado.
Cuando la lluvia de sangre cesó, el fuego comenzó a torturar el cuerpo
que aún vivía sin vida. Y un cuerpo sin cabeza ya no puede gritar.
En lo alto de la colina, a él lo mataron rápido; sólo le abrieron el
abdomen para obligarlo a comer sus vísceras. Ella no tuvo tanta suerte. Las
palabras no deben intentar la recuperación de aquello que no pueden
transmitir.
Para los artesanos del dolor, la carne guarda infinitas formas.
* * *
La puerta al infierno sigue abierta.
3. Nicaragua, Corea, Vietnam…ahora Irak. Ellos siempre han tenido la llave que
abre la puerta. Ellos siempre han sido valientes para abrir la puerta. Ellos
siempre han sabido cuál es el momento justo para abrir la puerta. Pero nunca
supieron como cerrarla.
No existe llave para cerrarla.
Y la puerta al infierno sigue abierta.
Cuentos de terror de Luis Bermer