Un padre llevó a su hijo a una granja humilde para que apreciara su riqueza. Al regresar, el hijo le dijo que aunque los campesinos parecían pobres, tenían cosas valiosas como tiempo en familia, conexión con la naturaleza y comida casera. El padre se dio cuenta de que la verdadera riqueza no es el dinero sino las pequeñas cosas de la vida.
1. Un día, un padre de familia rica y muy acomodada, llevó a su hijo de viaje al campo, con el firme
propósito de que el joven valorara lo afortunado que era de poder gozar de tal posición, y se sintiera
orgulloso de él.
Estuvieron fuera todo el fin de semana, y se alojaron en una granja con gente campesina muy
humilde. Al finalizar el viaje, de regreso ya a casa, el padre preguntó a su hijo:
- “¿Qué te pareció la experiencia?”
- “Buena”, contestó el hijo con la mirada puesta en la distancia.
- "¿Te diste cuenta de lo pobre que puede llegar a ser la gente?"
- “Sí, papá”
- “¿Y qué aprendiste, pues?", insistió el padre.
- “Muchas cosas, papá…que nosotros tenemos un perro y ellos tienen cuatro… nosotros tenemos
una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín… y ellos tienen un río sin fin, de agua
cristalina, donde hay pececitos y otras bellezas… que nosotros tenemos lámparas importadas para
alumbrar nuestro jardín, mientras que ellos se alumbran con las estrellas y la luna… que nuestro
patio llega hasta la cerca, y el de ellos abarca el horizonte… que nosotros compramos nuestra
comida... ellos siembran y cosechan la de ellos… nosotros cocinamos en cocina eléctrica... ellos, todo
lo que comen tiene ese glorioso sabor del fogón de leña… para protegernos, nosotros vivimos
rodeados por un muro, con alarmas… ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad
de sus vecinos… nosotros vivimos conectados al móvil, al ordenador y al televisor... ellos, en cambio,
están conectados a la vida, al cielo, al sol, al agua, al verde del monte, a los animales, a sus labores
agrícolas… tú y mamá tenéis que trabajar tanto que casi nunca os veo… ellos tienen tiempo para
hablar y convivir cada día en familia…"
Al terminar el hijo el relato, el padre se quedó mudo. Entonces, su hijo añadió:
- "¡Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos, y lo ricos que podemos llegar a ser!"
2. El dios de la pobreza. Cuento japonés
„Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía una pareja que tenía muchos
hijos.
Ellos a pesar de trabajar mucho vivían en la miseria y un día decidieron dejar de
trabajar, cansados de ver que su situación no mejoraba en nada.
En el invierno ya no había ni arroz ni verdura.
Sus hijos dijeron: “Papá tenemos mucha hambre. Queremos comer algo.”
El les dijo: “Perdón. Yo y mamá hemos trabajado mucho pero no sé por qué somos
pobres. Hablé con mamá y decidimos dejar el pueblo mañana por la mañana.”
Los hijos dijeron: “Sí. Vamos a irnos de aquí.”
Esa noche el padre vió a un hombre en la casa y se sorprendió mucho. “¿Quién
eres?”, preguntó.
El hombre le contestó: “Soy el dios de la pobreza.”
- “¿Eres el dios de la pobreza?”
- “Sí. He vivido mucho tiempo en esta casa.”
- “¿Y qué estás haciendo?”
- “Mañana por la mañana van a salir ¿verdad?. Yo también voy con ustedes. Por
eso estoy haciendo unas sandalias de paja.
El padre preguntó: “¿Tú también vas a ir?”
El dios de la pobreza le contestó: “Sí. También viviremos en armonía en la nueva
casa.”
El padre se sorprendió mucho y exclamó: “¡Vas a venir con nosotros!”
3. En la noche contó atolondradamente a su esposa lo ocurrido y le dijo: “Por eso
somos pobres. Si él viene con nosotros se repetirá lo mismo. Mejor ya no nos
vamos.”
Al amanecer el dios de la pobreza estaba esperándolos.
- “Tardan mucho en venir. Voy a hacer más sandalias de paja mientras espero.”
El dios de la pobreza esperó durante unos días e hizo muchas sandalias de paja.
Disfrutaba mucho en hacerlas.
Al ver eso, se juntaron algunos aldeanos en torno al dios de la pobreza a quienes
les gustaron mucho las sandalias. Este al recibir tantos halagos empezó a
regalarlas.
El padre vió lo ocurrido y pensó en venderlas. Se llevó muchas sandalias al pueblo,
las cuales se vendieron como “pan caliente”. Recibió mucho dinero pero su
situación no cambió – seguía tan pobre como siempre.
En ese momento se dió cuenta que seguiría siendo pobre mientras el dios de la
pobreza viviese en su casa, así que decidió librarse de él.
Para ello llamó al dios y le dijo: “Con la venta de las sandalias he recibido mucho
dinero y por eso te vamos a hacer una comida”.
Esa noche la pasaron muy bien, comieron y bebieron mucho. El dios de la pobreza
al ver todo eso dijo: “Como ustedes ya tienen mucho dinero yo no puedo seguir
aquí en esta casa, así que esta noche me iré.”
Esa noche el dios salió de la casa y los esposos se pusieron muy contentos.
Antes de dormir, el padre decidió ir al baño, y en eso… “¿Aún estás aquí?.”
El dios de la pobreza dijo: “Me fui a otra casa pero, en ésta me siento muy bien
por eso decidí regresar.”
Los esposos se miraron y pensaron – ¡Qué vamos a hacer! ¡Tendremos que vivir
siempre con este dios!.
4. Este se la pasaba todo el día haciendo sandalias y para que continue, los esposos
decidieron sembrar arroz, pues del arroz se obtenía la paja con la que las
elaboraba.
Pasado un tiempo, los esposos se dieron cuenta que al menos no les faltaba arroz
para comer.
Al final, nunca pudieron llegar a ser ricos, pero, vivieron felices para siempre.
¡Y colorín colorado este cuento se ha acabado!”