HOMILIA DEL DOMINGO XXXII DEL TO. CICLO A. DIA 9 DE NOVIEMBRE DEL 2012
1. DOMINGO XXXII DEL TO. CICLO A. DIA 9 DE NOVIEMBRE DEL 2014
Si se agota la gasolina, el coche no anda. Cuando se agota el vino, ya no hay fiesta.
Cuando se agota el aceite, se apagan las lámparas. Cuando se agota la experiencia del
Evangelio, se apaga nuestra fe.
Muchos se suelen quejar de que están perdiendo la fe. Y es cierto. La fe se puede
perder, pero no como un paquete que dejas olvidado en el taxi. La fe se pierde cuando
no se la vive, pero más que lamentarnos de que hemos perdido la fe, mejor
debiéramos decir que estoy dejando de vivir mi fe y por eso mismo ya no me alumbra
el camino.
Las lámparas eran buenas. Sólo que unas llevan reserva de aceite, mientras que otras
llevan solo el que cabía en la lámpara.
En el Bautismo Dios enciende en nuestra vida la lámpara de la fe, simbolizada en la
vela que encendemos en el Cirio Pascual. Pero luego somos nosotros los que tenemos
que proveer el aceite que la mantiene encendida. Es decir, la fe es una vida que si no
se vive se muere. La fe necesita ser vivida, de lo contrario, queda como una lámpara
que encendemos y a la que no le reponemos luego el aceite.
La fe no se mide por las ideas que tenemos sobre Dios, tampoco por la buena nota que
sacamos en religión. La fe se mantiene viva y encendida cuando la convertimos en la
luz que ilumina nuestra vida y vivimos a la luz de la misma. Con la fe nos sucede como
con las plantas, que si uno no las riega y las abona se van poco a poco secando.
Muchos padres bautizan a sus hijos. Estos vuelven con su lámpara de la fe encendida
en su corazón, pero luego, los mismos padres que encendieron la vela en el Cirio
Pascual, se olvidan de hablarle de Dios, rezar con ellos y llevarlos a la Misa.
Otros, puede que se bauticen para tener unos papeles, por si luego los necesitan, y
viven al margen de su fe o incluso viven avergonzados de ella.
Ni faltan quienes no regresan más a la Iglesia. El chiste del cómico Garisa tiene mucho
de filosofía: “Conozco un católico perfecto. En su vida fue tres veces a la Iglesia. En la
primera le echaron agua. En la segunda, le echaron arroz. Y en la tercera, le echaron
tierra.” Bautismo, matrimonio y muerte.
Aquí Jesús nos pone de sobre aviso. No basta encender por un momento nuestras
lámparas, hay que llevar siempre aceite de repuesto para cuando se gaste el primero.
El mejor aceite para mantener viva la luz de nuestra fe será, ante todo, la oración y
luego el testimonio de la vida. Vivir en coherencia con nuestra fe y conocer nuestra fe.
Un conocimiento intelectual que puede darse en los Colegios y Catequesis, pero sobre
todo el conocimiento que nace de la experiencia de Dios en nuestras vidas.