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Índice
ÍNDICE
SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1: NACIMIENTO
CAPÍTULO 2: SANGRE Y PIEDRA
CAPÍTULO 3: LA HORA MÁS OSCURA
CAPÍTULO 4: EL CONSEJO DIVIDO
CAPÍTULO 5: DEBAJO
CAPÍTULO 6: RHEA
CAPÍTULO 7: ATENAS
CAPÍTULO 8: REINA
CAPÍTULO 9: MENSAJERO
CAPÍTULO 10: DESTRUCCIÓN
CAPÍTULO 11: HORIZONTE
CAPÍTULO 12: AHOGÁNDOME
CAPÍTULO 13: JUEGOS PERVERSOS
CAPÍTULO 14: CADENAS DE NIEBLA
CAPÍTULO 15: PUNTO DE QUIEBRE
CAPÍTULO 16: LA ÚLTIMA HORA
CAPÍTULO 17: LA ÚLTIMA RESISTENCIA
CAPÍTULO 18: MATANZA
CAPÍTULO 19: LUZ
CAPÍTULO 20: ETERNO
GUÍA DE DIOSES
SOBRE LA AUTORA
AGRADECIMIENTOS
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Sinopsis
Amor o vida.
Henry o su hijo.
El fin de su familia o el fin del mundo.
Kate debe elegir.
Durante nueve meses de cautiverio, Kate Winter ha sobrevivido a una
diosa celosa, un vengativo Titán y un embarazo que nunca pidió. Ahora la
Reina de Dioses quiere a su hijo no nacido y Kate no puede detenerla hasta
que Cronos le ofrece un trato.
A cambio de su lealtad y devoción, el Rey de los Titanes perdonará a la
humanidad y dejará que Kate se quede con su hijo. Sin embargo, aunque
Kate acepte, él destruirá a Henry, a su madre y al resto del Consejo. Y si se
niega, Cronos destrozará el mundo hasta que el último dios y el último
mortal estén muertos.
Con el destino de todos a los que ama descansando en sus hombros, Kate
debe hacer lo imposible: encontrar una manera de derrotar al ser más
poderoso de la existencia, aunque le cueste todo.
Aunque le cueste su eternidad.
Último libro de la trilogía The Goddess Test.
4
Prólogo
Traducido por Flochi
Corregido por BrendaCarpio
A través de su vida eterna, Walter había presenciado incontables veranos,
pero nunca uno tan interminable como este.
Sentado detrás de su escritorio de cristal, cabizbajo mientras leía la petición
delante de él, firmada por casi todos los dioses y diosas menores esparcidos
a través del mundo. Cada uno comprometido a hacerse a un lado y permitir
la supremacía de Cronos por tanto tiempo como significara que no habría
guerra. Ninguno de ellos parecía entender que ya estaban en el medio de
una.
¿Por qué lo harían? Él y los miembros restantes del Consejo habían hecho
su trabajo protegiendo al mundo de la destrucción de Cronos, pero eso no
duraría mucho tiempo. Cuando Cronos finalmente se liberara de su prisión
de la isla del Mar Egeo, la petición sería lo que era: un trozo de pergamino
sin sentido lleno de nombres de aquellos que serían los primeros en morir.
—¿Papi?
Exhaló y se enderezó, preparado para regañar a quien se atrevió a
molestarlo, pero se detuvo en seco. Su hija estaba parada en la puerta, su
cabello dorado como el perpetuo amanecer que se vertía a través de las
ventanas detrás de Walter. Ella era la única persona a la que no rechazaría.
Puso la petición a un costado.
5
—Ava, cariño. No te esperaba hasta mañana. ¿Hay noticias?
Verla deteriorarse desde el solsticio de invierno había sido lo más difícil que
Walter había hecho, pero no tenía alternativa. Era por el bien común, y por
ahora era falsearlo todo, incluso la salud de su hija.
—Iris está muerta —dijo, y Walter se quedó inmóvil. Una gran tristeza que
no había sentido en siglos lo llenó, y la perpetua luz del sol pareció
oscurecerse.
—¿Cómo? —dijo, luchando por mantener su voz inalterable. Había sabido
que enviar a su mensajero para intentar negociar un alto en el fuego con
Cronos era peligroso, como lo había sabido Iris. Era la Guerra, y habría
bajas. Pero ella había estado dispuesta a correr con el riesgo, y él no había
imaginado que Cronos iría tan lejos contra un embajador.
—Nicholas terminó el arma hace una hora —dijo ella—. Calliope quiso
probarla.
Walter apretó los labios. No había pensado que eso fuera posible, pero las
habilidades de su hijo eran más grandes de lo que alguna vez había
estimado.
—¿Hay un cuerpo?
—Calliope la lanzó al océano —dijo Ava—. La traje para un velatorio
apropiado.
Tragando con fuerza, se obligó a asentir.
—Muy bien. Gracias, querida. Sé cuánto riesgo significa para ti. Y debido a
eso, debo insistir en que no hagas semejantes cosas en el futuro.
Ava dudó, pero después de toda su planificación, después de todas sus
apuestas, él sabía que ella no podría negarse a él ahora. Finalmente asintió.
—Lo siento.
6
Walter abrió sus brazos, y Ava cruzó la habitación para acurrucarse en su
regazo. La envolvió, una concha de la hija que conocía, y enterró su nariz en
el cabello de ella.
—Yo soy quien lo lamenta, pero haremos lo que debemos para ganar. ¿Hay
noticias de Kate?
—Calliope dice que pasará mañana.
Por fin, algo iba bien.
—Entonces nuestra espera acaba.
—No importa —murmuró en su hombro—. Ha pasado tanto tiempo. Ha
perdido la esperanza hace mucho.
Nueve meses. Ese era el tiempo que Walter había estado encerrado en un
juego de estrategia y decepción con el ser más poderoso de la tierra. Desde
el solsticio de invierno al equinoccio de otoño, llevaba el peso del mundo
sobre sus hombros mientras ocultaba al mismo tiempo su carga de los
restantes miembros del Consejo. Con la deserción de Henry, eran
conscientes de que toda oportunidad de ganar contra Cronos habían pasado
de escasas a ninguna. Ava era su última esperanza de llevar a Henry a su
lado.
—¿Y tú, querida? —Apartó un mechón de cabello de sus ojos. Ni siquiera el
cansancio del pasado año pudo hacer disminuir su belleza.
Cuando Ava no respondió instantáneamente, confirmó sus sospechas. Él la
había visto marchitarse ante él, pero nunca había mostrado
voluntariamente su desesperación. Conocía los riesgos. Sabía que no podía
fallar.
—Voy a decirle.
Al principio pensó que lo había malentendido, pero cuando ella se alejó, sus
ojos azules acerados, supo que no.
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—Sabes que no debes —dijo él con la suave amonestación de un padre y la
orden de un rey—. Hemos trabajado demasiado tiempo para arriesgarlo
todo ahora.
—Pensé que era sólo por Kate. —Su rostro comenzó a enrojecer como lo
hacía cuando estaba a punto de llorar, y eso removió algo dentro de él. El
deseo paternal de impedir que se lastimara. Pero, ¿qué podía hacer cuando
sus acciones eran totalmente necesarias para evitar un dolor peor que el que
le estaba causando a ella?—. Nunca habría aceptado de haber sabido que
estaba embarazada. Lo sabes.
—Sí, lo sé. —Pasó sus dedos por su cabello para calmarla, pero ella dejó
escapar un sollozo—. Lo siento.
Ella se apartó de él y se tambaleó hasta ponerse de pie.
—En el momento en que Kate dé a luz, Calliope va a matarla, lo sabes. Y
vas a dejar que suceda de todos modos.
—Quizás no —respondió—. Tú misma dijiste que a Cronos le ha agradado.
Quizás eso sea suficiente.
—¿Quizá? —dijo Ava, medio loca de frustración—. ¿Vas a arriesgarlo todo
por un quizá, papi? No sabes a ciencia cierta lo que va ocurrir, y ese pobre
bebé…
—Debemos hacer todo lo que podamos para asegurarnos de ganar esta
Guerra, sin importar lo que cada uno de nosotros deba sacrificar. —Sin
importar cuántos tengan que morir—. Ahora no es el momento para
echarnos atrás.
—No es el momento para riesgos innecesarios y errores descuidados
tampoco. —Se dirigió a la puerta hecha una furia—. Voy a decirle a Henry
todo.
—Ava.
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Su voz retumbó a través de las paredes del palacio, sacudiendo los
cimientos del Olimpo. Cualquier rastro de afecto paternal se había ido. Era
la orden de un rey.
Ava se detuvo en seco. No tenía elección, no después de eones de
obediencia, y Walter sintió una punzada de culpabilidad al hablarle de tal
manera después de todo lo que él la había hecho pasar. Era necesario, sin
embargo. El destino del mundo dependía de eso.
—No le dirás —dijo él—. No hasta que Kate dé a luz.
—¿Cuál es la diferencia entre decírselo ahora y mañana? —dijo Ava
temblorosamente, pero se mantuvo firme. De cualquier modo, contestarle
solo habría enojado a Walter, pero estaba contento de ver que a ella le
quedaba algo de lucha.
—No se detendrá hasta que tenga a Kate de regreso —dijo Walter—. Pero
cuando lo haga, regresará al Inframundo y la protegerá con todas sus
fuerzas, y seguirá sin involucrarse en nuestra Guerra.
Los ojos de ella se agrandaron.
—Espera, ¿vas a usar al bebé como un cebo?
—Haré lo que debo para traer a Henry a la Guerra —dijo Walter—. Una
vida no vale la pena para perderlo todo.
Ava lo miró fijamente como si no lo reconociera. Aunque Walter raras
veces experimentaba temor, corría incómodamente a través de él, como
lodo en vez de sangre inmortal.
—Es un bebé —dijo ella—. No puedes simplemente… es un niño.
—Si Henry no participa en la Guerra, entonces millones de niños morirán
—dijo Walter. Ella tenía que entender; esta Guerra no era una cuestión de
obediencia y orgullo—. Me doy cuenta de lo difícil que es para ti, querida…
—¿En verdad? —El veneno en su voz lo puso mal. Nunca la había
escuchado hablarle a alguien de esa manera antes, mucho menos a él, su
9
padre. Su protector. Su rey—. Es mi culpa que Kate esté allí en primer
lugar. El bebé podría morir por mi culpa.
—Haré todo lo que pueda para asegurarme que eso no suceda —dijo
Walter—. Una vez que esto acabe…
—¿Crees que alguna vez va a acabar? —siseó Ava—. Cuando el Consejo
descubra que estamos arriesgando al hijo de Henry para que él se involucre,
¿a quién van a culpa, papi? ¿A mí o a ti?
—Le informaré al Consejo sobre mi papel —dijo Walter.
—El único papel que el Consejo verá es el que yo interpreté, y eso voy a
arreglarlo antes de que el bebé muera y pierda a todos los que amo.
Walter se irguió en toda su estatura. Podría haber parecido un anciano, pero
junto a los Titanes, él era el ser más poderoso del mundo, y nunca dejaría
que alguien lo olvidara. Incluso su hija.
—Lo prohíbo.
Ava rió, pero no fue la risa de alguien que encuentra alguna alegría en la
vida; en cambio fue una llena de odio hacia sí misma y desesperanza.
—Demasiado tarde.
Antes de que Walter pudiera decir una palabra, un grito desgarrador lleno
de agonía rasgó desde las profundidades de la tierra y resonó a través de
todo el Olimpo.
—Él ya sabe —dijo Ava, y sin decir otra palabra, se deslizó a través de la
puerta y la cerró tras ella.
10
Capítulo 1
NACIMIENTO
Traducido por Maru Belikov y Vanehz
Corregido por BrendaCarpio
enry.
Me senté de golpe en la oscuridad. Mi frente estaba
mojada con sudor mientras el sueño se desvanecía, pero
su grito me envolvió, adhiriéndose a sí mismo en mi
memoria.
Otra visión, una de docenas que había estado teniendo desde que dejé el
Inframundo hace una eternidad. Esta vez, sin embargo, no estaba viendo a
Henry ir sobre su vida como gobernante de la muerte mientras esperaba por
mí a que regresara. No estaba de pie sin poder hacer nada mientras Ava le
daba a Henry falsas noticias sobre que en África se suponía que estábamos
buscando a Rhea.
Finalmente Henry sabía lo que realmente había pasado, y en los minutos
antes de que el amanecer rompiera a través de la noche, me aferré a la
esperanza de que no era demasiado tarde.
—¿Una pesadilla, querida?
Temblé, y las velas esparcidas a lo largo de mi prisión se encendieron.
H
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Cronos se sentó al lado de mi cama, en la misma silla que él ocupaba cada
noche desde el pasado diciembre, cuando desperté con un palpitante dolor
de cabeza y recuerdos que deseaba que fueran pesadillas.
Esto no era una pesadilla, sin embargo. Cronos estaba aquí, trabajando lado
a lado con la Reina de los Dioses, quien no se detendría ante nada para
lastimarme tanto como pudiera.
Él bebé se movió dentro de mí, sin duda descontento con su despertar rudo.
No me atrevía a especular si era niño o niña. Si Calliope se salía con la
suya, quizá nunca lo sabría, y el dolor de cabeza ya era más de lo que podía
soportar. Descansé una mano sobre mi hinchado vientre, tan grande que el
más simple movimiento me era difícil, y mentalmente traté de
tranquilizarlo.
—¿Mi hijo? Por supuesto —dijo Cronos, estirándose hacia mi estómago.
Golpeé su mano lejos, y él se rió—. Parece que los juegos están por empezar.
—¿Qué juegos? —Sabía la respuesta antes de hacer la pregunta. Mi sueño,
mi visión, era el equinoccio de otoño, y finalmente Henry sabía que yo no
estaba.
Un dolor agudo se disparó desde mi espalda hasta mi abdomen, y jadeé.
Cronos estaba a mi lado en un instante, exactamente de la manera en que
Henry habría estado si estuviese aquí. Y me aparté.
—Calliope ha decidido que pase hoy —murmuró, y su voz habría sido
confortante si no viniera de él.
—¿Decidido que hoy pase qué? —Luché para pararme y caminar hasta el
baño, pero mis piernas no lo soportaron. Las frías manos de Cronos estaban
allí para estabilizarme, pero tan pronto como estuve de regreso en la cama,
me alejé de él.
—Que tu hijo nazca.
Todo el aire abandonó mis pulmones, y esta vez no tenía nada que ver con
el dolor físico. Él estaba mintiendo. Ellos estaban tratando de hacer que
12
entrara en labor de parto antes de que Henry me rescatara, o… o hiciera
algo.
Pero mientras me inclinaba hacia atrás mi mano encontró un lugar mojado
sobre el colchón, y mi camisón estaba mojado en la parte de mis muslos. Mi
fuente se había roto en algún momento de la noche. Realmente estaba
pasando.
Nueves meses de espera. Nueves meses de miedo. Nueve meses del tiempo
siendo la única cosa interponiéndose entre Calliope y él bebé que estaba
esperando, y ahora se terminaba.
No estaba lista para ser una madre. Nunca en un millón de años había
imaginado tener niños antes de que cumpliera treinta, mucho menos veinte.
Pero Calliope no me había dado opción, y con cada día que pasaba, el temor
dentro de mí crecía más hasta que casi me ahogaba. Calliope alejaría al bebé
de mí, y no había nada que pudiera hacer al respecto. En cuestión de horas,
perdería a mi hijo, el hijo de Henry, a manos de alguien que quería nada
más que verme sufrir.
Pero ahora él sabía. Ahora había una oportunidad, si solo pudiese aguantar
un poco más hasta que Henry viniera.
Cronos debió leer la mirada en mi rostro, porque se rió y esponjó una
almohada para mí.
—No te preocupes, querida. Calliope no puede matarte al menos que yo se
lo permita, y te aseguro que nunca te lastimaré.
No era sobre mí por quien estaba preocupada.
—No vas a lastimarme, pero vas a dejar que Calliope lo haga —espeté—.
Vas a permitirle que tome al bebé en el momento en que nazca, y nunca
voy a verlo otra vez.
Cronos se me quedó mirando en blanco. Estos eran los momentos en que
recordaba que a pesar de su forma humana, era todo lo contrario. Él no
entendía por qué amaba tanto al bebé. O, cuando le daba a Calliope algo de
actitud y me golpeaba en la boca, porque instintivamente cubría mi vientre.
13
Él no entendía cuanto el pensamiento de ser separada del bebé me hería
antes de que siquiera lo o la conociera.
Pero otra vez, Cronos también era el monstruo que intentaba destruir a sus
propios hijos, así que sospechaba que era tener mucha esperanza esperar
entendimiento.
—Sí quieres mantener a tu hijo, todo lo que necesitas es decir la palabra —
dijo él, como si fuera así de simple. Quizá para él lo era—. Me aseguraré de
que Calliope no se interponga en el camino. A cambio, todo lo que pido es
que gobiernes a mi lado.
No era la primera vez que él hacia esa oferta, y no era la primera vez que,
por un solo momento, pensaba en la posibilidad. Mientras el nacimiento del
bebé se acercaba, decir que no, no se hizo más fácil sino más difícil.
No era ningún secreto que Cronos me quería como su reina mientras
gobernaba todo el mundo, destruyendo a cualquiera que se atreviera a
interponerse en su camino. No tenía idea de por qué… la pequeña muestra
de compasión que le había mostrado en el Inframundo, quizá, o porque no
había peleado con él en la primera guerra, pero no importaba. Estaría a
salvo de la destrucción y, por ende, él bebé también. Henry, sin embargo,
sería la primera persona que Cronos destruiría, y el resto del mundo le
seguiría.
Tanto como amaba a este bebé, tanto como habría hecho lo que sea para
mantenerlo a salvo, no podía permanecer al lado de Cronos mientras él
destruía la humanidad. No podía hacer nada mientras mataba a cada
persona que amaba, y si accedía, él me mantendría viva hasta el final de
todas la cosas. No tendría la opción de morir como Perséfone había tenido,
y no podía vivir con esa culpa sin importar cuán feliz y a salvo mi bebé
estuviera.
Pero el tiempo estaba corriendo. El juego había cambiado ahora que el
Consejo sabía de mi ausencia, y si podía mantener a Cronos suponiendo lo
suficiente para no lastimar a nadie, entonces quizá eso le daría al Consejo la
oportunidad de encontrar a Rhea. Así que mentí.
14
—Promete no matar a nadie, y pensaré en ello.
Él sonrió, mostrando un completo juego de dientes blancos. Cronos tenía la
sonrisa de una estrella de cine con aerógrafo, y solo lo volvía más
perturbador.
—¿Es así? Muy bien. Accede y dejaré a la humanidad tranquila. Mis
disputas no son con ellos, y uno debe tener súbditos cuando gobierna.
—Dije a nadie —señalé—. No sólo la humanidad. No puedes matar al
Consejo tampoco.
Cronos se me quedó mirando, y contuve mi respiración, esperando contra
todo pronóstico ganarle esta a él. Tenía que comprarle más tiempo al
Consejo.
—Seguramente entenderás por qué mis hijos deben ser contenidos, pero
estaré dispuesto a… considerarlo, dependiendo de la naturaleza de nuestra
relación. O cuanto estés dispuesta a dar. —Él paso sus dedos a través de mi
cabello, y suprimí un escalofrío—. Tú y yo, juntos por toda la eternidad.
Imagina, querida, la belleza que creáremos. Y, por supuesto, tu hijo tendrá
tu amor, y nunca tendrás que decir adiós.
Cerré mis ojos e imaginé el momento en que finalmente consiguiera
sostenerlo o sostenerla. Él bebé tendría cabello oscuro, estaba segura de ello,
y ojos claros como Henry y yo. Mejillas rosadas, diez dedos en la mano,
diez dedos en los pies, y lo amaría instantáneamente. Ya lo hacía.
—Serás su madre —murmuró él, su voz como el canto de una sirena—.
Siempre allí para amarlo, para educarlo, para criarlo a tu imagen. Y yo seré
su padre.
El hechizo que tenía sobre mí se rompió, y mis ojos se abrieron.
—Tú no eres el padre de este bebé —dije mientras otra ola de dolor pasaba
sobre mí. Esto estaba pasando muy rápido. Las contracciones se suponía
tenían que venir lentas y en las últimas horas, mi madre había estado en
trabajo de parto por un día cuando yo nací.
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Cronos se inclinó hasta que sus labios estaban a centímetros de los míos.
Arrugué mi nariz aunque su aliento olía como una fría briza de otoño.
—No, no lo soy. Soy mucho más.
La puerta se abrió de golpe, y Calliope entró. Había envejecido
progresivamente por los pasados nueve meses hasta que los ángulos sobre
su rostro se habían vuelto más afilados, y había crecido unos cuantos
centímetros por encima de mí. Mientras Cronos lucía como Henry, con su
largo cabello oscuro y ojos grises que crepitaban con el relámpago y la
niebla, Calliope ahora lucía como mi madre. Como una versión rubia de mí.
Y la odiaba incluso más por ello.
—¿Qué está sucediendo? —dijo ella, y manejé una débil mueca.
Aparentemente ella escuchó algo que no le gustó.
—Nada por lo que tengas que preocuparte —dijo Cronos mientras se
enderezaba, aunque sus ojos no dejaron los míos.
—Cronos me estaba haciendo una interesante oferta —dije, sonando más
valiente de lo que me sentía—. Resulta que él no va a darme de comida a los
peces como tú quieres.
Sus labios se torcieron en una mueca, pero antes de que pudiera decir una
palabra, Ava se apresuró pasando al lado de ella cargando una gran cesta de
sábanas y otras cosas que no pude distinguir en la luz de las velas.
—Lo siento —dijo ella, su rostro sonrojado.
—Ya era hora —espetó Calliope, y se enfocó en mí otra vez—. Yo sería
muy cuidadosa si fuera tú, Kate. Tengo un nuevo juguete, y he estado
ansiosa de probarlo sobre ti.
—¿Qué nuevo juguete? —dije a través de dientes apretados.
Calliope se deslizó al lado de mi cama.
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—¿No te he dicho? Nicholas generosamente donó su tiempo y habilidad
para forjar un arma que me permitirá matar a un dios. Su coordinación de
tiempo no podía ser mejor.
Mi sangre se heló. Nicholas, el esposo de Ava, había sido secuestrado en el
solsticio de invierno durante la batalla. Hasta ahora, nadie me había dicho
una palabra sobre él.
—Eso es imposible —solté. Nadie más que Cronos podía matar a un
inmortal.
—¿Lo es? —dijo Calliope con una maliciosa sonrisa—. ¿Estás dispuesta a
apostar la vida de tu dulce bebé sobre ello?
Mi corazón se hundió. ¿Ella iba a matar a mi bebé?
—¿Ava? —dije, mi lengua pesada en mi boca.
Mordiendo su labio, Ava colocó la cesta abajo al pie de la cama.
—Lo siento.
La habitación dio vueltas alrededor de mí. Esto era sólo otro juego. Calliope
estaba intentando asustarme al usar a las personas que más amaba en contra
de mí, y esta vez mi supuesta mejor amiga estaba en el juego.
¿Aunque, qué si no era un juego? Calliope había jurado que me quitaría la
cosa que más amaba, y en ese momento pensé que se refería a Henry y al
resto de mi familia. Pero ella quería decir al bebé. Estaba a punto de
conseguir todo lo que quería de mí, no había ninguna razón para que
mintiera. Y por la manera en que Ava no podía mirarme…
Mi garganta se hinchó hasta que apenas pude respirar.
—Fuera.
Ava parpadeó.
—Pero alguien necesita estar contigo…
—Prefiero tener a Calliope aquí que a ti, perra traidora —escupí—. Fuera.
17
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y para mi satisfacción, ella huyó,
dejándome sola con Cronos y Calliope. Ava merecía esto. Ella sabía lo que
esto significaba, que Calliope tenía toda la intención de sacrificar a mi bebé.
Y si Calliope realmente había forzado a Nicholas a forjar un arma, si Ava
había distraído al Consejo por los pasados nueve meses para darle suficiente
tiempo…
No me importaba cuán en peligro estuviera Nicholas. Era el hijo de
Calliope, y no importa cuán terrible persona era ella, no podía imaginarla
matando a su propio hijo. Pero ella mataría a mi bebé sin pensarlo dos
veces, y Ava lo había sabido todo el tiempo.
Incluso si nuestras posiciones hubieran sido a la inversa, incluso si Henry
era el único al que Calliope mantenía de rehén, yo nunca le hubiera hecho
esto a Ava. Nunca la habría traicionado y le hubiera permitido a Calliope
matar a su hijo.
—Eso no fue muy bueno —dijo Calliope en una voz cantarina, y mi
estómago se revolvió. Ella no podía matar al bebé. No le dejaría hacerlo.
—Necesito hacer pis —dije, empujándome para levantarme.
Calliope hizo un gesto vago y se entretuvo en desempacar la cesta. Cronos
me ofreció su mano, pero la aparté.
—Creo que puedo llegar al baño por mi cuenta —dije.
Cruzar la habitación no había sido tan fácil desde agosto, y mi cuerpo se
tensaban con cada paso que daba, pero lo hice. Mi prisión no era
exactamente acolchada, sin embargo no era una celda de concreto con un
colchón delgado y una sucia taza de baño. Era una habitación simple con un
baño incluido, y estaba a varios pisos de altura, haciendo de la ventana un
escape imposible. Podría ser inmortal, pero no tenía una pista de si el bebé
lo era o no. Y si Calliope Realmente tenía un arma que podía matar a un
Dios, no importaba, de cualquier forma.
Traté de escaparme varias veces, cuando todavía tenía la suficiente
movilidad para tener una oportunidad, pero entre Cronos, Calliope y Ava,
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alguien había siempre estado allí para detenerme. Lo más lejos que llegué
una vez fue a la playa, pero no podía nadar y ellos lo sabían. El Consejo
había intentado hacer de esta isla la prisión de Cronos, pero ahora era la
mía, también.
Cerrando la puerta detrás de mí, me senté sobre el borde de la tina de baño
y sostuve mi cabeza entre mis manos. La frustración se elevaba dentro de
mí, tratando de escapar en un gran sollozo, pero la tragué. Necesitaba un
momento, y llorar solo haría que Calliope viniera detrás de mí.
—Henry. —Cerré mis ojos con fuerza y traté de recordarlo—. Por favor,
ayúdanos.
Al final, salté en la visión. Después de casi un año en este agujero del
infierno, había aprendido cómo controlarlas, pero aún luchaba porque fuera
suficiente para verlo. Tres paredes doradas se formaron alrededor de mí y la
cuarta se convirtió en un largo panel de ventanas bastante parecidas a la
habitación de Henry. Pero a diferencia de la roca negra, vi el interminable
cielo azul a través del vidrio, y la luz del sol derramándose hacia adentro,
iluminándolo todo.
—Tú hiciste esto. —El sonido de la voz de Henry captó mi atención, y me
giré. Tenía a Walter de las solapas, y sus ojos quemaban con rabia y poder
que nunca había visto antes.
—Tenía que hacerse —dijo Walter inestablemente. Incluso lucía asustado—
. Te necesitamos, hermano, y si esto es lo que se necesita para llevarte a
verlo…
Henry lanzó a Walter contra la pared tan fuerte que esta se quebró, dejando
una red de rajaduras detrás.
—Te haré pagar por esto así sea la última cosa que haga —gruñó.
—Suficiente. —La voz de mi madre resonó, y ambos hermanos giraron
hacia ella. Lucía pálida, y unió sus manos en frente de la forma en que hacía
cuando estaba tratando de mantenerse bajo control—. Rescataremos a Kate.
Aún hay tiempo, y entre más desperdiciemos…
19
—No podemos arriesgar nuestras fuerzas para rescatar una sola vida —dijo
Walter.
—Entonces yo lo haré —gruñó Henry.
Walter sacudió su cabeza.
—Es demasiado peligroso para que vayas solo.
—No estaremos solos —dijo mi madre—. Y si valoras tu soporte del
Consejo…
Los músculos de mi espalda y vientre se contrajeron, y el dolor me sacó de
mi visión. De regreso al baño, dejé salir un suave sollozo. Mi madre estaba
equivocada, ya no teníamos tiempo. El bebé estaba llegando sin importar
cuán fuerte tratara de hacerle esperar. Así viniera alguien o no, no había
salida de esto. Incluso si Henry y mi madre atacaban la isla, no había
garantía de que atravesaran las defensas de Cronos, y para entonces sería
demasiado tarde de cualquier forma.
El bebé me dio un codazo desde el interior, y me forcé a mí misma
presionarlo. Tenía que hacerlo, tenía que escapar. La vida del bebé dependía
de ello.
—Lo siento —susurré gentilmente presionando contra el punto donde me
había pateado—. Te amo, ¿bien? No voy a parar de pelear hasta que estés a
salvo. Lo prometo.
Alguien llamó a la puerta y salté.
—No creas que darás a luz en la tina de baño —dijo Calliope—. No tendrás
a ese bebé hasta que diga que lo hagas.
—Solo un minuto —grité, y me puse de pie el tiempo suficiente para abrir el
grifo y ahogar mis susurros en caso de que estuviera escuchando. No haría
mucho bien, pero la ilusión de privacidad tendría que ser suficiente por
ahora.
Volviendo a sentarme sobre el borde de la tina, froté mi vientre.
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—Tu papá es realmente genial, y lo verás pronto, ¿está bien? Él no dejará
que Calliope te haga esto tampoco, y él es más poderoso que yo. Toda la
familia lo es. Hoy probablemente será un día difícil, y dolerá, bien, me
dolerá, no dejaré que te hagan daño, pero al final estarás bien. Lo prometo.
No era una promesa vacía. Incluso si tenía que morir en el proceso,
Calliope no tocaría a mi bebé. No importa lo que costara, me aseguraría de
que no lo hiciera.
* * *
La labor de parto progresaba tan rápidamente que apenas pude salir del
baño.
Calliope no me ayudó para nada, sin medicación o palabras de aliento, y a
pesar que Cronos seguía a mi lado, no dijo nada mientras mis contracciones
se acercaban más y más entre ellas. Tenían que saber que los otros estaban
viniendo. No había otra razón para forzar al bebé a salir de esta forma y no
podía imaginar a Calliope renunciando a la oportunidad de hacerme el
mayor daño posible, no a menos que fuera horrible.
Me negué a gritar. Incluso en los momentos finales de la labor, mientras el
bebé rasgaba mi cuerpo, apreté mi mandíbula y empujé a través del dolor.
Desde que me convertí en inmortal, la única cosa que me había herido, era
Cronos, y aparentemente dar a luz era otra excepción. Mi cuerpo estaba
haciendo esto por sí mismo, y la inmortalidad no iba a detenerlo.
El momento en que el bebé me dejó, sentí como si mi corazón hubiera sido
arrancado de mi pecho y ahora descansara en los brazos de Calliope. Ella se
irguió, y un nudo se formó en mi garganta mientras veía al arrugado y
sangriento infante que sostenía.
—Es un niño —dijo, y sonrió—. Perfecto.
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De alguna forma, a pesar de las palabras que le susurré a él, las horas que
pasé sintiéndolo patear, y los meses que lo cargué, nunca se había sentido
completamente real. Pero ahora…
Ese era mi hijo.
Ese era mi hijo, y Calliope iba a matarlo.
No necesitaba ninguna herramienta para cortar el cordón o terminar el
resto del lío que dejó el nacimiento; en un parpadeo, todo estuvo limpio, y
el bebé estaba envuelto en una manta blanca. Como si lo hubiera hecho
miles de veces antes, lo acunó y se levantó, dejándome sola en la cama.
—Espera —dije en voz ahogada. Estaba exhausta y empapada en sudor, y a
pesar del dolor, luché para levantarme—. No puedes, por favor, haré
cualquier cosa, solo no le hagas daño a mi hijo.
Su llanto, tan diminuto y necesitado, llenó la habitación, y mi corazón se
desmoronó. Cada hueso en mi cuerpo demandaba que me levantara, que
fuera hacia él y lo salvara del dolor que le esperaba, pero no podía moverme.
Mientras más fuerte peleaba, más me congelaba y más dolía mi cuerpo.
Calliope me miró, sus ojos brillantes y llenos de malicia. Estaba disfrutando
de esto. Estaba revelando mi dolor.
—Eso no lo decides tú, mi querida Kate.
Al borde de mi visión, vi a Cronos cambiar.
—No herirás al niño —dijo, su voz baja y llena de truenos—. No es una
petición.
Sus ojos se entornaron. Iba a desafiarlo. Usar a mi hijo para probar su
dominación, que ella era la única que tenía el control. Pero no lo tenía y ella
lo sabía. Y por primera vez desde que oí del Rey de los Titanes, estaba
agradecida por él.
—Bien —dijo con voz afectada, como si solo estuviera dejándolo ganar
porque ella quería. Ambos sabían la verdad—. No lo mataré.
22
El alivio barrió a través de mí como una droga y solté el aliento que había
estado conteniendo. Por Cronos, él viviría.
—Por favor, puedo… ¿Puedo sostener a mi hijo?
—¿Tu hijo? —Sus brazos se apretaron alrededor del bebé, y una mueca de
sonrisa curvó sus labios—. Debes estar en un error. El único niño en esta
habitación me pertenece a mí.
Sin otra palabra, caminó a través de la puerta en una nube de victoria,
dejándome vacía y completamente sola.
Ella no tomaría su vida, eso significaba que aún había tiempo. Pero ¿cuánto
tomaría antes de que se cansara de obedecer a Cronos y matara al bebé solo
para verme sufrir?
Tenía que tomarlo. Tenía que salvarlo. Incluso si Calliope no tocaba un
solo cabello de su cabeza, el pensamiento de él siendo cargado por ese
monstruo, cambiado en algo negro y más allá de reconocimiento, si mi
tiempo en el inframundo me había enseñado algo, era que esa clase de vida
era infinitamente peor que la paz de la muerte.
La desesperación se clavó como garras en mí, rasgándome de adentro hacia
afuera, y lentamente me giré hacia Cronos.
Su reina. Mi vida, mis elecciones, mi libertad por la de mi hijo.
—Por favor —dije, hipando—. Haré cualquier cosa.
Él pasó sus fríos dedos contra mi mejilla con marcas de lágrimas, y esta vez
no me moví.
—¿Cualquier cosa?
Las palabras fueron como cuchillos en mi lengua, pero las dije, de cualquier
forma.
—Cualquier cosa —susurré—. Sálvalo y… soy tuya.
23
Cronos se inclinó hacia mí, deteniéndose cuando sus labios estuvieron a
solo centímetros de los míos.
—Como desees, mi reina.
El fuego se propagó a través de mi cuerpo, fiebre ardiente reemplazando las
heridas de dar a luz mientras Cronos me sanaba. Valía la pena. Henry
entendería y, de alguna forma, de alguna manera, lo reuniría con el bebé.
Mareada con esperanzas, me senté y toqué mi estómago plano. De alguna
forma, Cronos había regresado mi cuerpo a la forma en que estaba antes de
que quedara embarazada, y la pérdida de la hinchazón de mi vientre y mis
pechos, me desorientaba.
¿Por qué no dejarme con la habilidad de alimentar al bebé? ¿Por qué él sabía
que no importaría? Pero antes de que pudiera decir una palabra, el mundo
empezó a sacudirse.
—¿Qué…? —Empecé, aferrando el borde del colchón, pero algo en el borde
de mi visión, captó mi atención. El cielo a través de la ventana estaba
bañado de una antinatural luz dorada, y alrededor de nosotros, la isla entera
tembló violentamente.
—Regresaré, mi querida, y entonces estaremos juntos —dijo Cronos.
Presionó sus labios fríos contra mi mejilla, y en un instante, se había ido,
pero no me importaba.
En la distancia, una nube negra se acercaba, chisporroteando con luz.
A pesar de que Cronos no podía escapar de la isla por sí mismo, esa cosa,
pasó a través de la barra que el Consejo había creado, como si no fuera nada,
y vislumbré la silueta de un hombre en lo alto de ella. La esperanza creció
dentro de mí, y no tuve que ver su rostro para saber a quién pertenecía la
oscura figura.
Henry.
24
Capítulo 2
SANGRE Y PIEDRA
Traducido por Wicca_82 y Lalaemk
Corregido por Val_mar
urante nueve meses, había soñado con este momento. En mis
visiones había visto a Henry hacer sus obligaciones diarias,
inconsciente de lo que estaba pasando mientras esperaba que yo
volviera a casa, y yo había deseado con cada fibra de mi ser que
él se diera cuenta de que algo iba mal y que viniera arrasando las puertas de
mi prisión. Lo había deseado tanto que me dolía la necesidad de dejar la isla,
dejar a Calliope y a Cronos y todos mis grandes miedos atrás.
Ahora finalmente podría tener la oportunidad y no podía irme. Sin
importar lo que estuviera esperando afuera, Henry, mi madre, una familia,
una guerra que ganar, no podía dejar a mi hijo.
Henry voló hacia el palacio y busqué en el cielo detrás de él a los otros
miembros del Consejo. Nada excepto el dorado antinatural. Mi pecho se
tensó. Él no podía venir solo. No era tan descuidado. Él no tenía el poder
para acabar con Cronos en el Inframundo, mucho menos fuera de su
territorio.
¿Dónde estaba mi madre? Incluso si los otros miembros del Consejo no
tenían interés en ayudarme, seguro que ella hubiera venido para proteger a
Henry. ¿Le había insistido él para no lo hiciera, porque era muy peligroso?
D
25
Cuando estaba lo suficientemente cerca para ver la furia de su rostro, me di
cuenta. Estaba solo.
Nosotros estábamos solos.
Esperaba que convirtiera la pared exterior en escombros, pero en vez de eso,
voló por encima de mi habitación hacia otra parte del castillo, como si no
supiera que yo estaba allí. Quizás no lo sabía. Quizás Calliope estaba
intentando alejarlo y…
El arma.
Oh, Dios.
—¡Henry! —grité—. ¡Henry!
—Kate —dijo una voz desde el pasillo—. Kate, soy yo.
Corrí hacia la puerta, agachándome para mirar a través de la cerradura.
—¿Henry? Es eso...
Un ojo azul con largas pestañas me devolvió la mirada y mi corazón se
hundió. Ava.
—Aléjate de la puerta —susurró, mirando por encima del hombro. ¿De qué
estaba tan asustada? ¿Henry arrasando al final del pasillo y volándola en
pedazos? Si solo yo fuera tan afortunada.
—¿Por qué debería creerte? —dije—. Tú sabías que Calliope iba a matar a
mi hijo e hiciste todo lo que pudiste para que eso sucediera.
Parpadeó rápidamente y sus ojos se volvieron rojos y llorosos. Una vez,
hace tiempo, había pensado que Ava era una de las pocas que lucía preciosa
cuando lloraba, pero ahora todo lo que podía ver era la fealdad debajo.
Durante meses había aprendido acerca de las travesuras de los dioses
griegos, la historia que fue la base de su mitología. No todo era correcto,
mucho de ello había sido tergiversado y corrompido a lo largo de la historia
mientras los mortales las contaban. Y debido a eso, hubiera querido creer
26
que los dioses eran básicamente buenos. Que ellos realmente estaban
pendientes de la humanidad, que sus vidas no habían estado llenas de
malicia y traición y egoísmo.
Independientemente de lo que Calliope y Cronos habían hecho, Ava podía
haberme dado la razón.
Una sola palabra ante el Consejo, y esto podía haberse acabado hace meses.
En vez de eso ella había convertido todas las esperanzas en polvo.
—Lo siento —susurró—. Eres mi mejor amiga, Kate. Por favor, nunca quise
que algo de esto pasara. No lo sabía.
—Sabías lo suficiente.
Ella miró sobre su hombro de nuevo.
—Una vez que esto acabe, puedes desgarrarme en pedazos tanto como
quieras. Pero ahora mismo tengo que sacarte de aquí.
Me burlé. Ahora Ava quería rescatarme, ¿después de que Calliope tuviera
exactamente lo que quería?
—Maldita sea, no voy a ir contigo a ningún lado.
—Puedo llevarte hasta tu hijo.
Mi corazón latió con fuerza. En un instante, mi disgusto se convirtió en
desesperación y tomó todo lo que tenía para no desgarrar la puerta abierta
con mis uñas.
—¿Sabes dónde está?
Ava asintió.
—Y si me dejas sacarte de aquí, puedo ayudarlos a salir libres de aquí.
Eso fue todo lo que necesitaba escuchar. Olvidé los pasados nueve meses.
Olvidé su comportamiento. Olvidé la muy probable posibilidad de que esto
fuera otra trampa para asegurarse de que Henry no pudieran encontrarme.
27
Si había una posibilidad de que estuviera diciendo la verdad, si había una
oportunidad para poder salvar a mi hijo, no me importaba.
Di un paso atrás y una brisa llenó la habitación. La cerradura cedió y la
puerta se abrió, dejando ver a Ava. Ahora que estaba iluminado fuera, pude
verla como era debido. Su pelo rubio colgaba en flojos rizos y las sombras
hacían que las ojeras parecieran horribles. Nunca la había visto así antes, ni
siquiera la noche que había conocido a Henry en el río de Edén, la misma
noche que ella había tomado un baño en las furiosas aguas y aplastado su
cráneo contra las rocas.
¿Le habría salvado si hubiese sabido que un año y medio después, me
separaría de todo lo que amaba? ¿Qué se mantendría junto a Calliope
mientras me manipulaba para que quedara embarazada sólo para que
pudiera dañarme tanto como fuera humanamente posible?
¿Le habría salvado si hubiera sabido que Ava había sido totalmente
consciente del plan de Calliope para matar a mi hijo todo el tiempo?
No lo sabía. No me importaba. Si Ava ayudaba a salvarlo, si nos ayudaba a
escapar, los pasados nueve meses no importarían nunca más. Nunca lo
olvidaría, pero con el tiempo podría perdonar.
Corrí hacia la puerta. Ava me ofreció su brazo, pero yo lo aparté. El pensar
en tocarla hacía que mi estómago se sacudiera.
—No te molestes. Cronos me sanó. ¿Hacia dónde?
Ava languideció y dejó caer su mano y una punzada de culpabilidad me
recorrió antes de que lo empujara a un lado. No se merecía mi simpatía.
Nos movimos a un agonizante y lento paso, casi de puntillas a lo largo del
pasillo pavimentado. ¿Estaba en lo cierto? ¿Estaba ella sólo escondiéndome
para que Henry no pudiera encontrarme?
No importaba. Tenía que intentarlo.
Crack.
28
Las paredes que nos rodeaban se sacudieron y Ava se lanzó hacia mí,
cubriendo mi cuerpo con el suyo mientras el techo se vino abajo alrededor
de nosotras. La parte de atrás de mi cabeza golpeó contra la pared, pero a
pesar de que esperaba sentir dolor, nunca llegó. Era inmortal ahora. Incluso
si el mundo entero nos enterraba, nosotras nunca moriríamos.
—¿Estás bien? —dijo Ava, tosiendo. El aire se había convertido en una
gruesa capa de polvo, y aspiré una bocanada de aire, la arenilla me
atragantó.
—Necesitamos seguir adelante —dije, tosiendo. Henry no preguntaría nada,
en el momento en que pusiera sus manos sobre mí, me llevaría de vuelta al
Inframundo. Nosotras teníamos que encontrar al bebé antes de que Henry
me encontrara a mí.
Trepé por los escombros, buscando a tientas mi camino a través del polvo
mientras los bordes afilados intentaban cortar mi piel impermeable. Mi pie
se enganchó en una roca que no podía ver, y me tropecé, lanzando mis
brazos hacia delante para frenar mi caída. Pero en su lugar unas fuertes
manos me cogieron, y miré hacia arriba.
Pelo oscuro, bello rostro, hombros anchos. Henry.
Parpadeé rápidamente, mis ojos lagrimearon hasta eliminar el polvo y su
rostro empezó a enfocarse.
No, no era Henry.
Cronos.
—Vamos, querida —murmuró, tirando de mi pie. Sus palmas de las manos
eran brasas calientes contra mi piel, y la bilis subió por mi garganta.
¿Dónde estaba Henry? ¿Por qué no estaba Cronos tratando de detenerle?
Porque él no tenía por qué. Un dios contra el Rey de los Titanes, no había
dudas. Y con el arma de Calliope, no sería una lucha justa entre hermanos
tampoco. Henry no sabría lo que estaba por venir, y luego.
29
Cerré mis puños. Tenía que encontrar al bebé antes de que Henry me
encontrara, y tenía que encontrar a Henry antes de que fuera demasiado
tarde. No había otra opción.
—Quiero ver a mi hijo —dije, apartando mi brazo de Cronos y luchando
por mantener mi voz firme. A mi izquierda, un enorme agujero en la pared
de piedra abría paso a un dorado cielo y al sonido de las olas golpeando
contra la orilla—. Llévame hasta él.
—Todo a su debido tiempo. —Me condujo por el accidentado pasillo, y los
escombros se separaban hacia los lados para hacer un camino para nosotros.
Para él. Ava venía detrás, arrastrando sus pies y dispersando las piedras
como si estuviera tratando de hacer tanto ruido como fuera posible. ¿Una
advertencia a Calliope de que estábamos llegando? ¿Una señal para decirle a
Henry dónde estábamos?
De repente el aire cambió y el polvo se desvaneció, y el viento impregnado
de sal que soplaba del mar dio paso a los lánguidos lamentos de un recién
nacido. Parpadeé. Había pasado un largo tiempo desde que me había
sumergido en una visión sin quererlo.
Estaba rodeada de paredes pintadas para parecerse a una puesta de sol, y la
habitación estaba vacía excepto por una cuna blanca en el centro. Un nudo
se formó en mi garganta y miré por encima del borde, apenas atreviéndome
a tener esperanza.
Ahí, envuelto en una manta de punto, estaba mi hijo.
Sus sollozos se detuvieron, y abrió sus ojos como si estuviera mirándome
directamente. Pero eso era imposible, no podía verme. Nadie podía verme
en mis visiones. Era una observadora. Menos que un fantasma; no era nada.
El atractivo de sus ojos azules era irresistible, y extendí la mano para
tocarle. Por un segundo imaginé el calor de su suave piel y sus pequeños
dedos, y una sonrisa apareció en mi rostro.
—Hola —susurré—. Eres un pequeño hombre muy guapo.
Miró hacia el espacio que yo ocupada y casi no podía respirar. Era perfecto.
30
Milo, el nombre salió de mi boca antes de que pudiera pensarlo, pero una
vez que lo hizo, parecía envolver al bebé, convirtiéndose en una parte tan
importante de él como su pelo oscuro o lo mucho que lo amaba.
Sí. Milo.
Un grito furioso rompió el hechizo entre nosotros, y los sollozos de Milo
volvieron, incluso más fuertes que antes. Intenté tocarlo de nuevo, para
ofrecerle cualquier pequeña comodidad que pudiera si es que realmente
podía sentir que yo estaba allí, pero mi mano pasó a través de él. Sus gritos
sólo se hicieron más agudos.
—¡Calliope!
Me petrifiqué. Henry.
Dividida entre dejar a Milo y encontrar a Henry, me quedé merodeando
cerca de la cuna. Por mucho que me matara dejar al bebé, tenía que saber
dónde estaba Henry. Si él estaba fuera de la guardería, si el supiera acerca
de Milo y estuviera yendo a salvarlo.
Por favor, por favor, por favor hazle saberlo.
Corrí a través de la puerta abierta y por una sección del palacio que nunca
había visto antes. Las paredes eran de un rico oro, no de piedra como las de
dentro de mi prisión, y la alfombra de color índigo hacia juego con las
cortinas de seda que colgaban cada tres metros en las paredes de afuera. El
pasillo ocupaba casi toda la longitud del palacio, y Calliope estaba parada en
el medio, solo a unos pocos centímetros de distancia de Henry.
Él me había salvado de las garras de la muerte en la orilla del río Edén.
Había luchado por todas nuestras vidas cuando Calliope me amarró con
cadenas en el Tártaro. Era el Señor del Inframundo, Rey de la Muerte, y
uno de los más poderosos dioses de la historia.
Pero nunca lo había visto tan terrorífico con su poder. Salía de él en olas
negras, sacudiendo los cimientos del palacio, e incluso aunque yo no estaba
allí realmente, por primera vez en mi vida estaba realmente asustada de su
persona.
31
Satisfacción mezclada con miedo, pensé, y el desprecio me desgarraba a
medida que me acercaba a Calliope. Henry iba a acabar con ella. Sea cual
fuera el arma que decía poseer, no podía posiblemente competir con la pura
rabia que emanaba de él, alimentando su poder. Solo un Titán podía matar
a un dios, y Calliope era exactamente como yo: inmortal. Nada más.
Una explosión sacudió las paredes, y el pánico me atravesó. Milo. Henry no
tenía ni idea de que él estaba aquí, que Calliope se interponía entre él y su
hijo. Ni siquiera sabía que existía. Y si destruía todo el castillo…
Todo lo que necesitaba era un simple pensamiento, y nuestro hijo moriría.
Corrí hacia la guardería, pero antes de que pudiera ver el rostro de Milo por
encima del borde de la cuna, las paredes con la puesta de sol desaparecieron.
Me tomó varios segundos recuperar mi orientación. Cronos tomó mi brazo,
sus manos aun quemando contra mi piel, y Ava se quedó a mi otro lado.
Nos pusimos de pie en un pasillo de oro e índigo, pero estaba vacío.
¿Había terminado? ¿Nos lo habíamos perdido?
No, imposible. Mis visiones siempre estaban en el presente. No podía ir
hacia el pasado o ver el futuro. Henry y Calliope estaban en algún lugar
cercano. Tenían que estarlo. Por encima de nosotros, por debajo…
—Kate, querida. —La voz de Cronos cortó a través de mí como una daga de
hielo—. ¿Eres mía?
Nunca. Ni en un millón de años, ni si fuéramos los dos últimos seres en el
universo. Aunque la única otra opción que tuviera era vivir la eternidad
enterrada bajo piedras.
Pero sólo unos momentos estaban entre el castillo desgarrándose, y tenía
que salvar a Milo. Si eso significaba hacer una promesa que no pudiera
mantener, entonces lidiaría con las consecuencias después.
—Dame a mi hijo, y soy tuya.
32
Mis pies dejaron el suelo mientras Cronos hacía que flotáramos, dejando a
Ava atrás. Juntos pasamos por el techo como si no estuviera allí,
elevándonos hacia el pasillo por encima de nosotros, y contuve la
respiración.
Nos quedamos sólo unos metros detrás de Calliope, y más allá de ella,
rodeados de poder oscuro… Henry.
Nos miramos el uno al otro por el pasillo, y mis rodillas casi se doblaron
con alivio. Por fin, alguien que me amaba.
Involuntariamente dio un paso hacia mí, pero a pesar de que era la primera
vez que lo veía desde el solsticio de invierno, mi cuerpo tiró en dirección a
la habitación de Milo. A sólo unos metros de distancia, dos puertas detrás
de Calliope, y sería capaz de sostener a mi hijo. Tendría la oportunidad de
salvarnos a todos.
Cronos agarró mi brazo, sus dedos de carne y hueso, ninguna cantidad de
un sutil tironeo o doblez pudo hacer que se aflojaran. Estaba atrapada como
lo había estado en prisión, pero esta vez ambas piezas de mi corazón
colgaban frente a mí, burlándose. Rogándome que hiciera algo.
Era impotente.
En mi mente, las horas pasaron, pero en Realidad sólo le tomó segundos a
Calliope para darse cuenta de lo que estaba pasando. Se volvió y sonrió, sus
ojos brillando con malicia, y algo se deslizó de la manga floja de su vestido
hacia su mano. Una daga.
La hoja brillaba con la misma esencia que había infundido las cadenas que
ella había envuelto alrededor de mi cuello, el mismo poder opaco que había
pasado a través de la roca que había usado para golpearme hasta la
inconsciencia el día en que me había secuestrado. No había mentido,
después de todo. De alguna manera, a pesar de que Cronos estaba a mi lado,
completo y sólido, ella se las arregló para separar una parte de él del resto. Y
ahora tenía el poder para matar a cada uno de nosotros hasta que fuera libre
de gobernar el universo al lado de Cronos.
33
—Justo a tiempo —dijo ella, con una voz tan femenina como siempre, pero
regiamente saturaba cada sílaba.
—¿Kate? —Rompió la voz de Henry, y las olas de la energía oscura a su
alrededor se tambalearon. No, no, no, no podía parar ahora. Ella atacaría a
la primera oportunidad que le diera.
Di un paso hacia atrás. Olvidando la sutileza. Como el infierno si dejaba
que Cronos me alejara de mi familia.
—No los dejes que me sigan —le dije a Henry, y sin previo aviso, torcí mi
brazo del de Cronos tan fuerte como pude, tirando contra su pulgar. La
parte más débil de su agarre, si es que tenía puntos débiles en absoluto.
Tal vez me las arreglé para tomarlo por sorpresa, o tal vez simplemente
estaba sorprendido y quería ver lo que haría, pero Cronos no luchó
conmigo. Me dejó, y antes de que alguien pudiera decir una palabra, corrí
por el pasillo hacia la guardería.
Milo estaba en la cuna, llorando en silencio, y me moría por tocarlo al fin.
¿Cómo había sido posible que minutos antes, hubiéramos estado
conectados? ¿Cómo le había permitido a mi cuerpo dejarlo ir?
—Todo está bien —susurré, buscando por él. Se calmó, y esta vez, cuando
sus ojos azules se encontraron con los míos, sabía que me había visto—. No
voy a dejar que nada te pase.
El momento en que mis dedos rozaron su suave mejilla, alguien se aclaró la
garganta detrás de mí, y me volví. Calliope se quedó en el marco de la
puerta, y sostuvo la daga en la garganta de Henry.
Todo el aire escapó de mis pulmones. Esto era todo. Él iba a morir. Iba a
perder a mi esposo, mi bebé, mi familia entera a manos de una diosa loca
que no le importaba a quien lastimaba, siempre y cuando se saliera con la
suya. Por tanto tiempo como llegara a torturarme.
—No le hagas daño a él… no puedes, por favor —susurré, apretando el borde
de la cuna. Los ojos de Henry estaban abiertos, y me miraba, no, no a mí.
Más allá de mí. Miró fijamente a Milo. Era un pequeño consuelo, sabiendo
34
que iba a morir con el conocimiento de que tenía un hijo. Al menos, tendría
ese momento.
—Por favor —escupió Calliope, una burla de mi desesperación—. Siempre,
por favor, como si eso fuera suficiente. Sabes que no es así, Kate. ¿Por qué
molestarse?
No importaba si algo de lo que alguna vez había hecho era suficiente, tenía
que intentarlo. No podría vivir conmigo misma si me rendía y la dejaba
tener todo lo que me importaba.
—Tú lo amas. Si lo matas, nunca lo tendrás. Vas a perder.
Se burló, pero una pizca de duda cruzó por su rostro.
—Voy a ser la reina del mundo. Nunca voy a perder otra vez.
—Ser reina no te hará feliz. —Estudié la forma en que sostenía a Henry. Él
podía romper su agarre si ella bajaba el cuchillo. Todo lo que necesitábamos
era una fracción de segundo, y podía distraerla lo suficiente para que Henry
tomara al bebé y desaparecieran—. Seguirás estando sola. Seguirás siendo
miserable.
Los ojos de Calliope se estrecharon.
—Lo que sea que crees que estás haciendo, no va a funcionar. Ya no lo
necesito más.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres?
—Ya tengo exactamente lo que quiero. —Detrás de ella, Cronos se alzaba,
de alguna manera más alto de lo que había estado momentos antes. La
energía que irradiaba de Henry ya se había ido—. Primero voy a matar a
Henry, y luego voy a matar a tu madre y a cada uno de los miembros del
Consejo. Una vez que haya terminado, cuando el mundo se arrodille a mis
pies, sostendré a tu hijo, y me llamará madre y a ti traidora. Y juntos, te
veremos morir.
35
Henry gritó y luchó contra ella, volviendo a la vida, pero lo que sea que lo
encadenaba mantenía su fuerza. Presionó la hoja en su garganta. No se
trataba de ganar más, sabía que me tenía a mí, y sabía que era el final.
Ahora era acerca de causarme el mayor dolor posible.
La burla estaba en ella, sin embargo. Sin Henry, sin mi madre, sin mi hijo,
me gustaría darle la bienvenida a la muerte.
Enfócate. Esto no podía ser todo. Tenía que haber algo que pudiera hacer…
una mágica combinación de palabras que podría decir para conseguir que
bajara la daga. Cualquier cosa.
Detrás de mí, los gritos de Milo se hicieron más fuertes, y tanteé alrededor
hasta que toqué su mano. Esto era todo. Estos eran los únicos momentos
que tendría a su lado. A pesar de la daga en la garganta de Henry, habría
hecho cualquier cosa para hacer que durara para siempre.
—Entonces mátame —espeté—. En este momento, delante de Henry, frente
al bebé, sólo hazlo. Porque te prometo que si le haces daño a alguno de los
dos, me aseguraré de que pases la eternidad ardiendo en el Tártaro.
Calliope inclinó su cabeza, y contuve la respiración. Tenía que estar de
acuerdo. Cualquier cosa para conseguir que bajara la daga, para darle a
Henry esa fracción de segundo de ventaja, algo.
Pero antes de que ella pudiera decir una palabra, Cronos exhaló, y la niebla
se arrastró por el suelo de la guardería.
—No. —La palabra era apenas un susurro, pero se hundió dentro de mí,
negándose a ser ignorado—. No vas a dañar a Kate, hija. Si ella muere, tú
también.
Tras la ráfaga de su excitación, Calliope palideció.
—No puedes mantener a Kate y a su engendro vivos. No ambos. Elige.
—Ya te he dicho lo que harás —dijo Cronos—. Me obedecerás, o tú serás la
que morirá. Es tu elección, no la mía.
36
Apretando la mandíbula, clavó la hoja más profundamente en la piel de
Henry, y él hizo una mueca.
—Olvídate de mí. —Su voz resonó en mi mente con tanta claridad como si él
hubiera hablado—. Haz lo que tengas que hacer para escapar antes de que sea
demasiado tarde.
—No —susurré, y Henry entrecerró los ojos. Podía mirarme todo lo que
quisiera. No me iba a ir, no sin él. No sin el bebé.
A pesar de que todavía estaba pálida, los labios de Calliope se torcieron en
una sonrisa.
—Qué lindo. Puedes intentar todo lo que quieras, pero ella no va a salir de
a… —Se detuvo—. ¿Qué es eso?
La expresión de Cronos se quedó en blanco, y se dio la vuelta, buscando lo
que fuera que le había llamado la atención. ¿Qué era qué?
La mirada de Calliope estaba desenfocada, y su sonrisa vaciló.
—Padre, haz algo —dijo entre dientes, y al final lo escuché.
El estruendo de un trueno lejano, cada vez más fuerte con cada segundo que
pasaba.
El sonido del relámpago que iluminó el cielo más allá de las cortinas de
color índigo en el pasillo.
Una ráfaga de viento tan fuerte que aullaba por los pasillos. Y una docena
de gritos de guerra mezclándose entre sí, formando una armonía temible.
El Consejo había llegado.
El rostro de Calliope palideció como ceniza, y su control sobre Henry se
deslizó. No lo pensé. En ese momento, me aprendí de memoria la sensación
de la pequeña mano de mi hijo en la mía, y la solté.
Tan rápido como pude, me precipité hacia Henry y a Calliope, dejándolo
fuera del camino. Tomando el puño de ella, golpeé sus nudillos contra la
37
pared haciéndola soltar la daga. No era un ser humano, sin embargo, al
igual que yo, no podía sentir dolor. Sin importar la cantidad de fuerza que
había usado, no tenía sentido.
Pero tenía que comprarle a Henry el tiempo suficiente para tomar a Milo e
irse. Juntas luchamos, diosa contra diosa, y dejé escapar un grito enfurecido.
Algo dentro de mí se hizo cargo, algo primitivo. Mientras Calliope luchaba,
yo también lo hacía, con todo lo que tenía.
—¡Cronos! —chilló Calliope, pero se desvaneció en una niebla misteriosa.
Su verdadera forma. Con una docena de dioses gritando, rodeando el
castillo, no importaba lo poderoso que fuera, no tenía más remedio que
luchar. No le sería de ninguna ayuda a ella.
Calliope debió haberse dado cuenta de lo mismo, porque con una oleada de
poder, me empujó, y caímos al suelo. Retorció mi cuello, y arañé su cara,
tratando de sacarle los ojos, pero ninguna podía lastimar a la otra.
—Perra —espetó—. Tú conspiradora, perra inútil.
—No puedes matarme. —Trabajé mis dedos alrededor de la empuñadura de
la daga y luché para quitarla de su agarre—. Muero, tú mueres, ¿recuerdas?
—Padre no tocará un pelo de mi cabeza.
—¿Estás dispuesta a apostar toda su existencia con respecto a eso?
Gritó y me arrancó la daga. No tenía ninguna posibilidad contra su enorme
fuerza, y vi con horror como mis manos se deslizaban y la punta de la hoja
se hundía en mi brazo.
Un dolor ardiente rasgó a través de mí, quemando todo a su paso,
infinitamente peor que el roce de la niebla contra mi pierna durante mi
ceremonia de coronación fallida casi un año atrás. Esto estaba dentro de mí,
fusionada junto con mi propio ser, asfixiándome hasta que sólo unos pocos
suspiros lastimeros quedaron.
Me estaba muriendo. Dos segundos más, y estaría…
38
Un borrón negro se estrelló en su contra. A medida que el peso del cuerpo
de Calliope desaparecía, el agarre del cuello desapareció. La agonía quemaba
dentro de mí, dejándome sin aliento, y el fuego reemplazaba el hielo de la
hoja mientras sangraba profusamente. ¿Qué estaba ocurriendo?
Abrí los ojos, medio esperando ver allí a los dioses morir, pero en su lugar
vi una sonrisa maníaca de Calliope mientras yacía en el suelo a mi lado.
No, eso no era todo. Henry se cernía sobre ella, presionado extrañamente
contra su cuerpo en un ángulo que no entendí. Sus ojos abiertos, su boca
abierta, y sus manos se aferraban a algo contra sus costillas.
—Gané —susurró Calliope. Y mientras ella sacaba la daga ensangrentada
del pecho de Henry, finalmente entendí.
39
Capítulo 3
LA HORA MÁS OSCURA
Traducido por Jessy y Val_mar
Corregido por La BoHeMiK
urante cuatro años, me había quedado al lado de la cama de mi
madre, viéndola desvanecerse. Su cuerpo que una vez había sido
fuerte y saludable, se había marchitado en una pobre imitación
de la mujer que recordaba, y no había pasado una hora sin
imaginarme como sería el día que la muerte la reclamara.
Había vivido con el constante temor de despertar y encontrarla muerta, una
sombra donde había estado una vez mi mamá. Veía el reloj llegar a
medianoche y me preguntaba si esa era la fecha que lloraría cada año por el
resto de mi vida.
Sabía lo que era perder. Sabía lo que era luchar contra lo inevitable.
Pero nada de eso me había preparado para ver a Henry morir.
La sangre brotando de la herida en su pecho. Cayendo de rodillas, con una
mano agarrando sus costillas y la otra tratando de alcanzarme. Nunca había
visto tan genuino temor en sus ojos. Los dioses no debían morir. No a
menos que ellos lo quisieran.
Traté de alcanzarlo con mi mano sana mientras la vida se drenaba de él.
¿Era la cuchilla lo suficientemente fuerte para matarme a mí también? Una
D
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vez que todo hubiera terminado, ¿estaríamos juntos en el otro lado, donde
sea que eso deba llevarnos?
¿Había siquiera otro lado para el Dios de la muerte?
El momento en que nuestros dedos se encontraron, mi cuerpo se sacudió.
Era una sensación familiar, mucho más impactante de lo que jamás había
experimentado, pero en el instante en que sucedió, lo supe. Íbamos a casa.
En un segundo, estaba a solo unos metros de distancia de Milo mientras
lloraba. Al siguiente, yacía en una pila con Henry, y el silencio nos rodeaba.
Ya no estábamos en el palacio de Calliope. Ni siquiera estábamos en la Isla.
Pero tampoco estábamos en el Inframundo, o al menos, en alguna parte de
este que alguna vez hubiera visto.
En cambio, estábamos en medio de una enorme habitación, desprovista de
cualquier cosa menos de un techo azul cielo y un piso de color ocaso. Las
paredes doradas parecían extenderse por siempre, y con el sol en el medio
del techo como si fuera un cielo real, todo brillaba con luz. Me debería
haber quitado el aliento.
Pero Milo había desaparecido. Donde sea que estábamos, supe por instinto
que él no se uniría a nosotros, y un dolor indescriptible se extendió como
ácido en mi interior. Con gusto hubiera sido apuñalada miles de veces en
vez de sentir esto siquiera un instante.
Sin embargo, no había nada que pudiera hacer. Mi madre estaba en la isla
con él, junto con James y el resto del Consejo, y eso debería ser suficiente.
La única persona que podía ayudar, me tenía clavada al piso color ocaso.
—Henry.
A pesar de que la última cosa que quería hacer era herirlo, no tenía más
opción que moverlo suavemente cerca de mí. La sangre empapaba su
camisa, y presioné mis manos contra su pecho en un intento por detener el
flujo, pero era inútil. Después de todo lo que habíamos atravesado juntos,
después de todo lo que él había hecho para protegerme, no podía hacer ni
una maldita cosa para salvarlo. No era justo.
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—¿Kate? —Su voz era densa y ronca, como si estuviera enfermo, pero no lo
estaba. Estaba muriendo—. ¿Estás… estás bien?
—Estoy bien. —Mentí, y mi voz se quebró—. No te sientes. Estás perdiendo
demasiada sangre.
¿Cuánta tienen los dioses en ellos? ¿La misma que los mortales? ¿Cuánto
pueden vivir si ella?
—No lo sabía —susurró—. Creí… Ava dijo…
—No es tu culpa. —Temblorosamente rocé mi boca contra la suya. Él sabía
a lluvia—. Nada de esto es tu culpa. Nunca debería haber confiado en ella.
Nunca debería haberte dejado. Lo siento.
Me besó de vuelta débilmente.
—Ese era… ese bebé era…
Un nudo se formó en mi garganta.
—Sí. Él es tu hijo. —Logré hacer una sonrisa en medio del llanto. Al menos
Henry lo sabría—. Lo llamé Milo. Podemos llamarlo de otra forma si
quieres.
—No. —Tosió, y algunas gotas de sangre mancharon sus labios—. Es
perfecto. Como tú.
Me apoyé en su pecho, colocando tanto peso en la herida como fuera
posible. Me negaba a decir adiós así. No a Henry, no a nuestra vida juntos,
a nada de ello. No estaba lista, y Milo merecía tener un padre. Yo no había
tenido uno al crecer, y cómo diablos iba a dejarlo sufrir el mismo vacío e
incertidumbre. Él merecía más que eso. Merecía tener una familia.
Mi brazo sangraba profusamente, y en unos instantes la habitación empezó
a dar vueltas. Los ojos de Henry, iluminados por la luna, permanecían
abiertos mientras sonreía.
—Nunca pensé que tendría un hijo. —Su voz tembló—. Nunca pensé que te
tendría.
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Apreté mis dientes contra el mareo, con cada segundo mi cuerpo se hacía
cada vez más débil.
—Vas a tenerme por un montón de tiempo más que esto. —Mi visión se
nubló, y me esforcé por mirar a nuestro alrededor. ¿Dónde estaban todos?
¿Por qué no podían sentir que la vida de Henry se agotaba del modo en que
yo lo hacía?
Porque no era su vida la que sentía agotándose. Era la mía.
—¿Kate? ¿Henry?
La voz de mi madre me inundó, y dejé escapar un cansado sollozo.
—¿Mamá?
Se arrodilló a mí lado, irradiando calidez, la esencia de manzanas y fresias.
—Vamos, cariño —murmuró—. Te tengo.
Sin embargo, no podía quitar mis manos de Henry. Ahora estaba frío, sus
ojos muy abiertos, sin parpadear, y su pecho estaba quieto. Los dioses no
necesitaban respirar, pero Henry siempre lo necesitó. Su corazón siempre
tenía latidos, pero ahora no veía ningún indicio de pulso.
Estaba muerto.
No recuerdo que los demás aparecieran. En un momento, mi madre me
sujetaba contra su pecho y envolvía su mano en mi sangrante brazo,
mientras yo gritaba, lloraba y me desvanecía. Al siguiente, Walter se cernía
sobre nosotros, Theo se arrodillaba junto al cuerpo de Henry y sus labios se
movían a un ritmo frenético.
—Sácala de aquí —dijo Walter con su estruendosa voz distante, mientras
yo me encogía en un oscuro rincón del fondo de mi mente. Manos amables
me levantaron, y creí oír la voz de James murmurando palabras de consuelo
que no entendía, pero que aparentemente me azotaban y gritaban. No podía
dejar a Henry. Si lo dejaba, nunca lo vería otra vez, y entonces realmente se
habría ido.
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Aunque, no podía irse. Simplemente no podía irse.
Otro par de manos se nos unió, pero estaba tan completamente sumergida
en mí misma que bien podría haber cerrado mis ojos y desaparecido en la
oscuridad. Aquí, nada podía tocarme. Aquí, Henry estaba en todas partes.
Aquí, era invierno otra vez, y estábamos acurrucados bajo el edredón de
plumas en el inframundo mientras las horas pasaban. Su pecho estaba
cálido bajo mi palma, y su corazón latía contra mis dedos, constante y
eterno. Aquí, nadie murió.
Un quejido llamó mi atención, y abrí mis ojos otra vez. La habitación
dorada había desaparecido, remplazada por la guardería de color atardecer
del palacio de Calliope. Y mi corazón se hundió. Ahí, tumbado en la cuna,
estaba Milo. Después de todo, mi madre no lo había salvado.
Me paré junto a él, pretendiendo que podía tocarlo y mecerlo para dormir.
Pretendiendo que no era sólo cuestión de tiempo antes de que el fuego
Titán en mis venas me consumiera y que Milo quedara huérfano. Nunca
había conocido a mi padre, pero atesoraba el tiempo que había pasado con
mi madre. Milo jamás tendría eso tampoco. El único momento que
tendríamos juntos, eran esos pocos segundos antes de que Calliope hubiera
matado a su padre, y él nunca lo recordaría.
No, teníamos el ahora. Incluso si no sabía que estaba con él, podría estar
allí. Lo estaría.
Acomodándome al lado de su cuna, lo miré sin parpadear, absorbiendo cada
segundo.
Y esperé por lo inevitable.
* * *
Kate.
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La voz de James flotó hacia mí y se abría paso a través de lo que quedaba de
mí corazón.
Parpadeé. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? No,
Calliope podría haber sido un monstruo, pero no dejaría solo a Milo por
tanto tiempo. Él dormía sonoramente en la cuna, su pequeño pecho subía y
bajaba. Me consolaba con cada respiración.
Vuelve, Kate.
Sus palabras eran un susurro en mi oído, pero me quedé donde estaba. No
había nada para mí en la realidad. Mi madre había vivido durante eones
antes de que yo hubiera nacido; podía hacerlo sin mí una vez más. Tenía
que hacerlo.
El aire se hizo fastidiosamente espeso.
Kate, lo juro, si no regresas, le diré a Henry que me besaste. Y que dijiste que tenía
un lindo trasero.
—¿Henry?
Mis ojos se abrieron de golpe. Esta vez mis ojos reales. El dolor de dejar a
Milo me quitó la respiración, como lo había hecho cada vez antes. Y difusas
formas flotaban delante de mí hasta que logré enfocarme. Un techo de color
azul cielo y, sin duda, un piso de color ocaso. Pero a diferencia de la
habitación bañada en luz dorada, esta era diferente. Más pequeña, silenciosa
y de alguna manera más oscura.
Frenéticamente miré alrededor de la habitación por cualquier señal de
Henry, pero él no estaba ahí. Entonces era la enferma idea de una broma de
James, para alejarme de lo único que me daba cierto consuelo en este
momento.
—¿Cómo te estás sintiendo? —Mi madre se cernía sobre la cama, aplicando
una compresa de algo que olía como miel y mandarinas en mi brazo. Al
darse cuenta de mi mirada, peinó mi pelo hacía atrás y me ofreció una
pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos—. Una compresa para detener el
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dolor. Vas a tener que usar un cabestrillo, pero por ahora no se extenderá a
ningún otro lugar.
Sacudí mi cabeza.
—Quítala.
—¿Qué? —Su ceño se frunció—. Cariño, esto está salvándote la vida.
—No la quiero.
Me senté, y mi cuerpo gritó en protesta mientras arrancaba la compresa de
mi brazo. No me importaba. Henry estaba muerto, y nunca sostendría a mi
hijo otra vez. No quería que nadie salvara mi vida.
Mi madre puso su mano sobre mi hombro bueno, con firmeza pero
delicadamente, me guió de vuelta a la cama. No tenía la fuerza para luchar
contra ella.
—Es una lástima. Soy tu madre y ya sea te guste o no, no voy a dejarte
morir en mi presencia.
Lloriqueé, mirando hacia el techo sin nubes.
—No puedo hacer esto, mamá.
No la había llamado así desde segundo grado, cuando la chica más popular
de mi escuela privada en Nueva York casualmente lo escuchó y procedió a
burlarse de mí por los próximos cuatro años.
—¿No puedes hacer qué? —Puso la compresa en mi brazo otra vez, y
aunque dolía como el demonio, el dolor no se propagó.
—Tengo un bebé —susurré.
¿Siquiera sabía que era abuela? ¿Conocía el plan de Calliope? ¿O pensaba
que había escapado con Ava por nueve meses y me había olvidado de ella?
Vaciló, sin mirarme a los ojos.
—Lo sé. Lo siento, Kate.
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Eso fue todo. Simple reconocimiento. Sin ofrecerse a encontrarlo. Ninguna
promesa de robarlo de Calliope a la primera oportunidad que tuviera.
Tragué con fuerza, a casi nada de la histeria.
—Su nombre es Milo. Henry… a Henry le gustó ese nombre.
—Estoy segura que todavía le gusta.
La voz de James se filtró a través de la bruma que me rodeaba, levanté mi
cabeza. James se apoyó contra la puerta abierta, su pelo rubio alborotado y
sus mejillas sonrojadas, como si hubiera corrido una maratón. O tal vez era
porque no lo había visto a la luz del sol en mucho tiempo.
—Él está en otra habitación. Theo lo está atendiendo —dijo.
Theo, el miembro del Consejo con la habilidad de curar heridas causadas
por los Titanes. O si no curaba, al menos lo hacía menos doloroso.
¿Era posible? La forma en que los ojos de Henry se habían quedado
mirando sin ver, la ausencia del latido en su corazón, cualquier esfuerzo en
absoluto para mantener su cuerpo en funcionamiento… no podía ser.
—¿Henry está vivo?
El momento entre mi pregunta y la respuesta de James duró una eternidad.
De repente, quería oírlo, pero no quería saber. Podría haberme aferrado a la
deliciosa esperanza que James me daba por el resto de mi interminable vida.
Henry siempre podría estar en la habitación de al lado, vivo y esperando
por mí.
—Sí —dijo, y dejé escapar un suave sollozo. Mi madre tocó mi mejilla, pero
miré tras ella, concentrándome en mi mejor amigo.
—¿Puedo verlo? Necesito verlo.
Olvidé permanecer quieta. Luché para sentarme de nuevo, pero por segunda
vez, mi madre me retuvo, más insistente que antes.
—Puedes verlo tan pronto como estés lo suficientemente bien —dijo ella,
pero miró hacia James, e intercambiaron una mirada que no entendí.
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—¿Qué? —Mi cuello se tensó por el esfuerzo de mantener mi cabeza
erguida, pero no podía apartar la mirada—. ¿Qué está pasando?
James vaciló, y ese delicado globo de esperanza en mi interior estalló.
—Está inconsciente, y hay una posibilidad de que nunca pueda despertar.
Agarré las sábanas con mi mano buena. No estaba muerto, pero no estaba
vivo tampoco. Atrapado en medio, al igual que mi madre lo había estado
durante el tiempo que pasé en la Mansión Edén cuando el Consejo me había
puesto a prueba. Excepto que Henry era inmortal, y no tendría ninguna
liberación.
No sabía qué era peor, la muerte o esto.
—Theo detuvo la propagación, pero Henry fue apuñalado en el pecho —dijo
James. Se acercó a la cama y tomó mi mano, agarrándola suavemente. Mis
dedos temblaron—. No sabemos cuán malo es el daño. O si Henry siquiera
se recuperará lo suficiente para despertar.
—¿Ha… hay una cura? ¿Una manera de arreglarlo?
—No hay nada que podamos hacer —dijo James, y al otro lado, mi madre
secó las esquinas de sus ojos con un pañuelo—. Solo tenemos que esperar.
Mi garganta se contrajo. Tenía que existir una forma. Siempre la había. Si
Henry podía traerme de vuelta de la muerte, entonces podía encontrar una
manera para hacer lo mismo por él.
—¿Qué hay acerca de Cronos? ¿Él no podría hacer algo?
Silencio mortal. Los segundos pasaron, y sin aviso, mi madre y James
comenzaron a hablar al mismo tiempo.
—No puedo permitir esa posibilidad…
—Incluso si él pudiera, ¿realmente piensas…?
Ambos se detuvieron y se miraron el uno al otro, finalmente mi madre
habló primero.
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—No vas a volver ahí, cariño —dijo—. Es un milagro que Henry te haya
sacado en primer lugar, y arriesgó todo por ti. No querría que regresaras.
Sabes que no lo haría.
Si sólo se tratase de mí, entonces mi madre habría estado en lo correcto. Sin
embargo, no era únicamente acerca de mí. También era sobre Milo. Podría
haber sido una inútil rescatando a nuestro hijo, pero si Henry pudo
salvarme, entonces él también podía salvarlo. Y si había una forma de que
pudiera salvar a Henry, si había una forma de que pudiera darle a Milo el
padre que se merecía, entonces tendría que intentarlo.
—¿Cronos puede ayudar a Henry? —dije de nuevo en una voz tan firme
como pude reunir.
James se cercó más y apretó mi mano en la suya.
—Sí —admitió—. Él puede. Pero incluso si regresas con Cronos, él podría
no reparar el daño que ya se le ha hecho a Henry. Sabes que no lo haría.
—Correcto —susurré.
James está equivocado, pensé. Si Cronos tenía suficiente incentivo, él podría.
Y no iba a renunciar sólo porque ellos insistían que no tenía caso intentarlo.
Incluso si significaba ir directo a Cronos y darle todo, podría realmente
hacerlo si quería decir que Henry viviría.
* * *
Mientras me encontraba en la cama, planeaba.
Cada palabra que diría, cada argumento que usaría, todo lo que le ofrecería a
Cronos para que salvara a Henry. Capa tras capa de planos que, le
devolverían la vida a Henry y a nuestro hijo un padre. Lo que fuera lo
tomaría.
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Pasé mis horas con Milo, viéndolo dormir, viendo como Ava lo cambiaba,
viendo como Calliope intentó convencerlo para comer de una botella. Para
mi inmensa satisfacción, él se reusaba.
—Debes comer —dijo Calliope severamente mientras le ofrecía otra botella
caliente a mi hijo. Él giró su cabeza hacia otro lado, con su rostro arrugado y
colorado de tanto llorar. Ella estrecho sus ojos—. Callum, debes comer.
Indudablemente para ella sería Callum. Él era Milo, no Callum, y no
importa cuánto tiempo estuviera con esa perra, nunca sería de ella.
Sin embargo, mientras las horas se convirtieron en un día, luego dos, mi
preocupación superó mi odio por Calliope. Milo no estaba comiendo. Se
agitaba en su sueño, y cuando estaba despierto, sus ojos estaban
constantemente llenos de lágrimas. Él era miserable.
No sabía qué hacer. ¿Había alguna otra cosa, aparte de asaltar el palacio y
exigirle a Calliope que me lo devolviera? De todos modos nada funcionaría.
Podría tener al Consejo entero respaldándome, pero sin Henry, no sería
nada más que un inútil esfuerzo. Cronos me tendría retenida, Calliope
ocultaría lejos a mi hijo, y él solo podría debilitarse.
—Vamos, Milo —susurré mientras me apoyaba sobre su cuna. Por enésima
vez, traté de tocarlo, pero una vez más mis dedos traspasaron su mejilla—.
Perdón por no estar aquí. Si tuviera una oportunidad… —Mi voz se quedó
atrapada en mi garganta—. Sé que Calliope es horrible, pero necesitas
comer. Necesitas estar sano y fuerte para cuando finalmente consiga estar
contigo otra vez.
Al menos abrió sus ojos azules, y en ese momento, juré que él me vio.
—Ahí estás. —Le di una llorosa sonrisa—. Eres hermoso, sabes. Pones a
Adonis en vergüenza.
Sus sollozos se calmaron, y alzó sus brazos, como si estuviera tratando de
alcanzarme. Nuevamente traté de tocarlo, pero aún no podía. Sin embargo,
nunca dejaría de intentarlo.
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—¿Crees que podrías hacer eso por mí? —murmuré—. Solo come un poco.
Puedes estar tan infeliz como quieras. No te culpo. No va a durar para
siempre, lo prometo.
No podía. No lo dejaría.
—Tiene tus ojos.
Mi corazón estuvo malditamente cerca de detenerse. Lentamente me di la
vuelta, y a pesar de la escasa luz, pude ver cada rasgo de su rostro.
—¿Henry?
Sonrió sombríamente y abrió sus brazos. No pensé. Fui a él, enterrando mi
rostro en su pecho e inhalando, pero no olía a nada. No estaba aquí
tampoco. Sin embargo, podía tocarlo. Podía sentir su camisa de seda y el
calor emanando de su cuerpo.
¿Cómo?
—Te había extrañado —murmuró, rozando sus labios contra mi mejilla.
Cuando traté de girar mi cabeza para besarlo apropiadamente, se alejó, fuera
del alcance. El rechazo y la duda se apoderaron de mí. ¿Estaba enojado
porque se había quedado atrapado? ¿Por qué no pude salvarlo? ¿Sabía acerca
de mis planes para entregarme a Cronos a cambio de su vida?
Sin embargo, cuando seguí su mirada, me relajé. Milo.
Me escondí debajo de su brazo, y juntos nos acercamos a la base. Cuando el
bebé nos vio, intentó llegar hasta nosotros. Y hasta mí. Una parte del
corazón se me derritió.
Luego, Henry llegó hasta él, y antes de poder advertirle que no funcionaría,
sus dedos hicieron contacto con los de Milo. No es que se desvaneciera en el
desocupado espacio a su lado o se cerniera a un milímetro por encima de su
piel y pretendiera hacerlo.
Él verdaderamente estaba tocando a nuestro hijo.
51
—Hola, hombrecito —dijo Henry solemnemente—. Escuché que no has
estado comiendo.
Produciendo una botella aparentemente de la nada, Henry me dejó y
recogió a Milo. Me quedé atrás, aturdida, mientras Henry le daba la leche.
Varios minutos pasaron, y al último Milo empezó a comer.
—¿Cómo…? —Una ola de mareos me atravesó. Esto no podía estar
sucediendo, no a menos que él estuviera muerto o… o algo que no
entendía—. ¿Cómo es esto posible?
—A veces juzgamos mal lo que es posible y lo que no.
La voz de Henry sonó en mi cabeza, claro como todo, y esperé para que
dijera esas palabras nuevamente. Para insistir en que solo porque no sabía
cómo funcionaba, no podía evitar que sucediera.
En lugar de eso, él sonrió, y Milo comió ávidamente.
—Porque lo es. ¿Qué más explicación necesitas?
Quería saber todo. Quería para saber cómo salvarlo, cómo unir de nuevo a
nuestra familia, cómo detener a Cronos y Calliope de asumir el mundo.
Pero en ese momento, sólo necesitaba escuchar una cosa.
—¿Te quedarás con él?
En sus brazos, Milo balbuceó, y traté una vez más de tocarlo. Pero nada.
—Por supuesto —dijo Henry, y presionó sus labios en mi frente—. Siempre.
Abrí mis ojos, más contenta y relajada de lo que había estado desde el
solsticio de invierno. A pesar del brillante cielo azul sobre mí, este lugar, el
que fuera, estaba tranquilo. Mi madre no me había dejado sola desde que
había regresado del castillo de Calliope, pero mirando alrededor, noté su
asiento vacío.
Finalmente, la oportunidad por la que había estado esperando.
52
Balanceando mis piernas fuera de la cama, comprobé el suelo de color ocaso,
estaba más caliente de lo que esperaba. Y mi brazo quemado ya no estaba
más lastimado, mi madre tenía razón. Lo que estuviera en esa compresa
había detenido la propagación de la agonía hecha por la daga.
Mientras estuve inconsciente, alguien, espero que mi madre y no James, me
había vestido con un camisón blanco de seda, tan suave, que bien podría
haber sido agua contra mi piel. Tomé unos pasos tentativos, y una vez que
estaba segura de que no iba a colapsar, me dirigí a la puerta. No tenía idea
de dónde estaba, pero quería ver a Henry. Tenía que asegurarme que no
estaba muerto. Que mi visión no había sido su último adiós para mí. Para
nuestro hijo.
No. Él había prometido estar con Milo, y lo haría. Los Dioses no se
convertían en fantasmas corpóreos cuando morían, o al menos pensé que no
lo hacían. ¿Había un dios tan poderoso como Henry que nunca antes
murió?
Abrí la puerta de la habitación para revelar del otro lado un corredor, con el
mismo techo azul y piso color ocaso. Los colores debajo de mis pies
cambiaban mientras caminaba, y tuve que apartar mis ojos para revisar las
diversas puertas que estaba a unos seis metros de distancia a través del
pasillo.
Habitación tras habitación vacía. Algunas eran simples, como la mía, pero
otras estaban decoradas, una con detalles en azul claro y seda blanca que
hacía juego con mi camisón; otro con profundos verdes y flores brillantes
que crecían por todos lados. Se veía exactamente como el tipo de habitación
que mi madre podría tener si ella acabara de…
Espera.
Empujé la puerta abriéndola más ampliamente. No era solo un cuarto; era
una suite, con variedad de otras puertas decorando las paredes y mucho más
espacio del permitido por las otras habitaciones que la rodeaban. Avancé
poco a poco hacia la mesita de noche, donde se encontraba una fotografía.
53
No, no una fotografía, un reflejo, como el que Henry había tenido de
Perséfone en la Mansión Edén, uno que capturaba un momento, no una
inmóvil fotografía.
Con una mano temblorosa, recogí el marco de madera y lo miré. Mi madre
y yo devolviendo la mirada. Reíamos en medio de Central Park. No
necesitaba ver los pastelitos o el desorden que quedaba de nuestro picnic
para saber lo que era.
Era el reflejo que Henry me había dado en nuestra primera y única navidad
juntos.
—¿Kate?
El marco se deslizó de mi mano, y el cristal se rompió al tiempo que
golpeaba el suelo. Juré y me agaché para recogerlo.
—Mamá, lo siento, no quería…
—Todo está bien —dijo, arrodillándose junto a mí y agitando mi mano
tratando de alejarme—. ¿Qué estás haciendo fuera de la cama?
Mientras me levantaba, el cristal se reparó a sí mismo bajo su dirección.
¿Cuánto tiempo podría tomarme aprender cómo controlar mis poderes de
esa forma? Había tratado de averiguar de lo que era capaz de hacer mientras
Calliope me tuvo cautiva, pero sin alguien para enseñarme, lo mejor que
manejaba era controlar mis visiones.
—Quería ver a Henry.
—Me parece justo.
Mi madre se irguió y colocó el recién reparado cuadro de vuelta en su
mesita de noche. Y era su mesita de noche; estaba segura sobre eso ahora.
Esta era su suite. Esta era su casa.
Esto era el Olimpo.
—¿Te importaría hacer un viaje conmigo antes de que vayamos a verlo? —
dijo mi madre, poniendo su brazo alrededor de mis hombros.
54
—¿Qué? ¿Por qué? —espeté—. Mamá, quiero ver a Henry. Él estaba en mi
visión, sostenía a Milo y le dio de comer y todo.
Su ceño se frunció, pero en vez de decirme que estaba loca o que era mi
imaginación, ella suavemente dijo.
—Cariño, podemos hablar sobre eso más tarde. Walter llamó a una reunión
de emergencia del Consejo, y yo estaba de camino para ir a buscarte.
¿Para buscarme? ¿Con qué ayudaría al Consejo? Solo había sido inmortal
por un año y medio. Eso no era nada comparado con el resto del Consejo,
algunos de ellos eran más viejos que el albor de la humanidad. Como mi
madre. Como Henry. Como todos los seis originales hermanos, cinco,
ahora que Calliope los abandonó. Cuatro ahora que Henry estaba perdido
en un mundo entre la vida y la muerte.
—¿Qué ocurrió?
Mi madre dudó, y tomando mi brazo bueno, me guió a la puerta.
—No quiero preocuparte, pero…
—¿Pero qué? —Mi interior se congeló. ¿Lo peor había sucedido? ¿Estaba
Henry o Milo muertos?—. ¿Mamá, pero qué?
Sus ojos parpadearon hasta cerrarse.
—Es Cronos —dijo, con su voz quebrándose—. Él declaró la Guerra.
55
Capítulo 4
EL CONSEJO DIVIDO
Traducido por Nanami27, Simoriah y Rihano
Corregido por BrendaCarpio
ólo la mitad del Consejo apareció.
Irene, mi tutora durante mi tiempo en el Edén, lloró mientras
Sofía, enfermera de cuidados en casa de mi madre y otra de los
seis originales, trataba de consolarla. En el lado opuesto del
círculo, Walter y Phillip, hermanos de Henry, se sentaron con sus cabezas
inclinadas juntas, y hablaban en voz baja. James y Dylan, el novio de Ava
de la Preparatoria Edén, permanecieron en silencio en sus respectivos
tronos.
Nadie más apareció.
—¿Dónde está todo el mundo? —le susurré a mi madre, aunque en la sala
sin fin, mi voz gritó.
—Algunos han optado por no unirse a nosotros. No vamos a tenerles rencor
por eso. —Se sentó y me hizo un gesto para que tomara asiento a su lado, en
el trono hecho de diamante blanco directamente desde el Inframundo. El de
Perséfone.
Dudé. Me senté allí un par de veces en el palacio de Henry, pero asumí que
estaba allí porque era su reino. ¿Era simplemente un lugar para sentarme, o
significaba esto que era un miembro del Consejo ahora? A pesar del honor,
S
56
la idea de tener ese tipo de responsabilidad, ese tipo de control sobre las
vidas de los demás me hizo enfermar del estómago. Pero si ellos confiaban
en mí lo suficiente para hacerme uno de ellos, entonces yo haría todo lo
posible para ayudar.
—Estamos esperando por ti, querida —dijo mi madre, y me obligué a salir
de él. Posándome en el borde de la silla, acuné el brazo hacia mi pecho y
esperé. Sabía por qué Nicholas no estaba allí, por supuesto, ya que Calliope
lo mantenía como rehén. Ava estaba ayudándola, para salvar a Nicholas,
me di cuenta, pero eso no hacía más fácil de digerir su traición. Y Henry...
Todos tenían excusas para no estar allí, y después de que Ella había perdido
su brazo el día que Cronos escapó del Inframundo, no la culpaba por no
querer ser parte de ello tampoco. Pero ¿qué pasaba con Theo? ¿Qué pasaba
con Xander? El Consejo sin Calliope había discutido y estado en
desacuerdo, pero nadie había abandonado su posición.
Walter se levantó y se aclaró la garganta. Parecía más viejo de alguna
manera, a pesar de su intemporalidad. Sus hombros se hundieron bajo el
peso de todo lo que había sucedido, y junto a él, Phillip, por lo general tan
brusco e impermeable, no se veía mucho mejor.
—Hermanos y hermanas, hijos e hijas...
¿Hijas? Sólo Irene era su hija. Sofía y mi madre eran sus hermanas. A
menos que se refiriera a mí, también.
No. Fue un desliz de la lengua, nada más. Porque si me contaba a mí,
también, porque jamás nadie había hecho…
—Me entristece enormemente informar que Atenas ha caído.
Todas mis preguntas sobre mi padre volaron de mi cabeza. ¿Atenas había
caído? Irene lloraba, y Sofía la abrazó, frotando su espalda y murmurando
palabras de consuelo que no podía entender. Desconcertada, miré de ellas a
Walter. ¿Cómo podía caer Atenas? Esto no era la Grecia antigua. ¿Qué
quería decir eso?
57
—¿Cómo? —dijo mi madre—. ¿Por qué? No tenemos ejército allí. No hay
soldados que amenazen el agarre de Cronos sobre el Mar Egeo. ¿Por qué
atacaría sin provocación?
No fue provocado, sin embargo. Cronos había prometido que nadie iba a
morir, siempre y cuando me quedara a su lado, y ahora lo había
abandonado. Mis manos comenzaron a temblar, y las metí entre las
rodillas. Al otro lado del círculo, los ojos de Walter se encontraron con los
míos. Él lo sabía.
—No podemos pretender entender cómo piensa Cronos —dijo él, y una
oleada de gratitud atada con culpabilidad me abrumó. Él no lo iba a decir.
—En cuanto a la forma en que atacó —dijo Phillip, llegando a estar al lado
de su hermano—. Él utilizó mi dominio. Fue un ataque calculado con
Atenas señalada específicamente, ninguna otra área fue tocada. Sin
embargo, el daño que hizo...
Irene gritó con más fuerza, y Phillip levantó la voz para que todos lo
oyéramos.
—La marea de la ola quitó casi todo.
Mi cuerpo se congeló, y la habitación de oro giró a mi alrededor hasta que
no pude soportarlo más.
—¿Acaso, alguien murió? —susurré.
Walter no dijo nada por un momento, y me pareció ver un destello de
compasión pasar por su cara.
—Sí. Casi un millón de personas perdieron sus vidas.
Algo dentro de mí se retorció, agudo e implacable, y si pudiera haber
vomitado, lo habría hecho. Casi un millón de personas habían muerto por
mi culpa, porque yo había mentido a Cronos. Había sabido que habría
consecuencias, sin embargo, lo había hecho de todos modos.
58
No, no sabía que iba a ser algo parecido a esto. Esto no era una guerra entre
dos adversarios iguales; era una masacre de personas que ni siquiera sabían
que los dioses y los titanes eran reales.
—Un ataque puramente simbólico entonces —dijo Dylan, con el ceño
fruncido. Un mapa tridimensional de Grecia apareció en el centro del
círculo, completo con montañas, islas y mares, todo a escala y color
exactamente igual que lo serían si se tratara de una toma aérea. Por lo que
sabía, lo era.
El mapa se agrandó hacia Atenas hasta que el daño fue visible. Durante mi
primer verano lejos de Henry, James y yo habíamos visitado Grecia, y
pasamos semanas en la ciudad. Mis recuerdos de calles empedradas, gente
amable y que lo moderno se encontrara junto al antiguo bien podría haber
sido un sueño.
No quedó nada. Los escombros y lodo sustituían lo que había sido una
ciudad vibrante, ahora arrastrada hacia el mar. Las lágrimas se deslizaron
por mi cara, y no era la única que lloraba. A mi lado, mi madre deslizó su
mano en la mía, y hasta los ojos de James se pusieron rojos.
Atenas se había ido realmente.
—Mira —dijo Irene de repente, su voz gruesa—. Más cerca.
El mapa se agrandó, y evité mirar. No podía ver los cuerpos, si quedaba
alguno para empezar. No podía ver las caras de los que habían muerto por
mi culpa.
—El Partenón —dijo Irene—. Lo dejó en pie.
Abrí un ojo. El templo de Atenea —de Irene— estaba de pie, intacto a
excepción de los estragos del tiempo y la historia.
—¿Un mensaje? —dijo James, inclinándose hacia adelante.
—No puedo decirlo —dijo Walter con gravedad—. Tal vez él tiene un poco
de respeto por todo lo que hemos hecho para el mundo.
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—O tal vez quiere decir que va a mantenernos con vida si no nos
interponemos en su camino —dijo Irene, secándose los ojos con un pañuelo.
—No debemos caer como víctimas a la creencia de que la eliminación de
nosotros mismos de esta guerra evitará que suceda —dijo Walter con
sorprendente delicadeza—. Él tiene la intención de matarnos, a todos
nosotros, por mantenerlo encerrado en el Tártaro. La humanidad no es nada
para él, pero no dudará en acabar con ellos también, a sabiendas que nuestra
existencia está ligada a la de ellos. No tenemos más remedio que luchar
hasta que se haya terminado.
—De una forma u otra —susurró Irene.
Walter asintió.
—De una forma u otra.
—¿No hay algo que podamos hacer? —Las palabras salieron antes de que
pudiera detenerlas, y cada miembro del Consejo se centró en mí—. Cronos
debe querer algo.
—Sabes lo que quiere —dijo Walter, y mis mejillas quemaron. Sí. Él me
quería.
—Todos sabemos lo que quiere —interrumpió Dylan—. Muerte.
Destrucción. Violencia. Guerra. Para gobernar el mundo una vez más. Por
lo general, lo apruebo, pero no cuando somos los objetivos.
—Entonces, ¿qué es lo que vamos a hacer al respecto? —dijo James—.
¿Dejar que se salga con la suya?
—Ya he llamado a una reunión entre mis súbditos —dijo Phillip—. Ellos
saben que no deben someterse a su voluntad sin importar el costo.
—Cronos tiene más poder que todos nosotros juntos —dijo Irene, un borde
determinado en su voz ahora—. No podemos defendernos como somos
ahora y esperar lograr alguna medida de éxito.
—¿Qué pasa con los otros dioses? —dijo James—. Podrían ayudar.
60
—Casi todos ellos firmaron una petición insistiendo en que no lo harán —
dijo Walter—. Además, todos podrían unirse a nosotros y poner todo lo que
tienen en esta guerra, pero aun así no sería suficiente. No son lo
suficientemente potentes como para compensar la pérdida de Henry y
Calliope.
Apreté los dientes. Henry no estaba muerto todavía.
—Yo podría hablar con Cronos —dije—. Él… él fue amable conmigo. Podría
escuchar.
—No —dijo mi madre—. Incluso si tuvieras esa clase de alcance sobre él, no
se detendrá ante nada hasta que tenga lo que quiere. Él ha esperado y
planeado durante eones. No vas a hacerlo cambiar de opinión, no importa
cuán encariñado pudiera estar contigo.
Al otro lado del círculo, James se centró en mí. No hice caso de la pregunta
en su mirada y me concentré en la imagen flotante entre nosotros en su
lugar.
—Podría funcionar —dije.
—Ese es un riesgo que no podemos correr —dijo Walter—. Calliope ya ha
demostrado que va a matarte si se le da la oportunidad, y Cronos puede no
estar dispuesto a protegerte más. No, debemos centrar nuestros esfuerzos
en surgir con una manera de equilibrar nuestras posibilidades a pesar de que
nuestros miembros faltan.
Frustración, caliente e inflexible, se levantó dentro de mí. Por supuesto que
me iban a invitar a unirme a ellos sólo para descartar toda idea que yo tenía.
¿Qué más podía esperar?
—¿Qué pasa con Rhea? —dije. Se sentía como años desde que había
decidido dejar el Inframundo para pedir su ayuda. Ella era la única que
podía hacer frente a Cronos en poder, y si alguien podía ganar esta guerra,
era ella—. ¿Qué dijo ella?
Silencio. Walter y Phillip intercambiaron una mirada inquieta, y
finalmente James intervino.
61
—Nadie ha tratado de encontrarla.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—No sabíamos que no estabas… —comenzó Walter, pero mi madre
intervino.
—La mayoría de nosotros no sabía que no estabas buscándola —corrigió, el
fuego en sus ojos. Los labios de Walter se apretaron bajo de su mirada.
—Sí. La mayoría de nosotros no sabíamos que ya no estabas buscándola.
Cierto. Ese momento entre Henry y Walter en la oficina. Henry había
insinuado que Walter podía haber sabido lo que estaba pasando.
—Y todo ese tiempo, ¿no te detuviste a pensar que podría ser una buena
idea enviar a otra persona en su lugar? —dije.
Walter se aclaró la garganta.
—Nuestros esfuerzos se centran en tratar de detener la guerra inminente,
no intensificarla.
—¿Ah, sí? ¿Cómo resultó eso? —dije, y mi madre me apretó la mano, una
orden silenciosa que dejara de hablar.
Esta era mi culpa, sin embargo, hasta el último pedacito de ello. Había
ganado la inmortalidad y robado a Henry de Calliope, o al menos así fue
como ella lo vio. Mi error estúpido había obligado a Henry liberar a Cronos
del Tártaro en primer lugar. Ahora, debido a que había dejado salir Cronos,
casi un millón de personas habían muerto y más indudablemente seguiría.
No, no me iba a callar.
—Mientras que el resto de debate y trata de averiguar qué hacer, voy a
encontrarla —dije—. Y voy a conseguir que nos ayude.
Esperé una discusión, pero en su lugar el Consejo se quedó en silencio.
—Es nuestra más grande oportunidad de obtener un aliado poderoso —dijo
Sofía después de un largo momento—. No podemos esperar influenciar a
62
Calliope para que vuelva a nuestro lado, y sin un balance de poder, más
ciudades se derrumbarán, y más gente morirá. No sé qué opina el resto de
ustedes, pero estoy dispuesta a intentar lo que sea que pueda traernos paz.
Walter suspiró cansadamente.
—Muy bien. Si eres capaz de convencer a Rhea de asistirnos para contener a
Cronos, entonces nos harás un gran servicio, Kate.
Y posiblemente había evitado que millones, quizás billones, murieran. Sí.
Sin duda.
—Lo haré.
—Yo iré con ella —dijo James. Nuestras miradas se volvieron a encontrar, y
esta vez no aparté la vista—. Te guste o no, soy el único que puede
encontrarla, así que no discutas.
—No iba a hacerlo —dije—. Confío en ti. —Si había una persona que yo
sabía que no me traicionaría, era James. No tenía nada que ganar de esta
pelea excepto su propia supervivencia, y su habilidad para encontrar a
cualquiera significaba que no perderíamos tiempo buscando a Rhea. Él
sabría exactamente dónde estaba.
—Todos debemos confiar en los demás ahora —dijo Walter—. Aquellos que
están aquí y aquellos que no. —Se concentró en el trono vacío de concha
marina por un momento antes de volver su mirada hacia mí—. Todos
hemos cometido errores. Todos tenemos una carga que llevar. Pero a menos
que estemos unidos, caeremos, y debemos encontrar el perdón y la
compresión dentro de nosotros. La maldad pura no existe. Incluso Cronos
tiene sus razones para hacer lo que hace, y cuanto mejor nos entendamos
mutuamente, mejor oportunidad tenemos de encontrar una solución antes
de nuestras bases se derrumben.
Desvié los ojos. Una vez, la primera vez que había enfrentado al Consejo,
había perdonado a Calliope por matarme. Había sido capaz de ver más allá
de sus crímenes y examinar las razones subyacentes, y en una forma, había
63
sido capaz de comprenderla. Pero si Walter realmente me estaba pidiendo
que hiciera lo mismo con Ava…
No era mi vida la que ella había amenazado. Era de la Milo, y algunas cosas
son imperdonables. Pero a pesar de mi ira, quería perdonarla; quería
simpatizar con ella. Quería que estuviera una vez más de nuestro lado. Y
podía entender por qué ella lo había hecho, incluso si no quería admitirlo
para mí misma. Calliope la había chantajeado, usando la vida de Nicholas
para asegurar la cooperación de Ava. El día en que ella y yo abandonamos el
Inframundo, las señales habían sido obvias, y si me hubiera tomado un
momento para pensar en eso, hubiera sabido que algo sucedía. La fuerza de
Ava estaba en cuánto amaba a otros. Yo había sabido que Calliope se había
llevado a Nicholas y que había hablado a solas con Ava, y debería haberme
dado cuenta de que Ava haría lo que fuera para protegerlo. Debería haber
hecho algo para ayudarla antes de ella tuviera que traicionarme.
Sin embargo, eso se había terminado. Ella había cometido sus errores, y yo
había cometido los míos. Haría lo que fuera para arreglarlos, y sólo podía
esperar que ella también hiciera lo mismo.
—Todos haremos lo mejor que podamos —dijo mi madre, y volvió a
apretarme la mano, su mirada fija en mí. Le di un leve asentimiento. Lo
intentaría.
—Entonces está hecho —dijo Walter, y en algún lugar en lo profundo del
palacio, sonó el trueno—. Kate y James intentarán aliar a Rhea con el
Consejo.
—Y nos prepararemos para la guerra —dijo Dylan con un destello en los
ojos.
—No —dijo Walter—. Nos hemos preparado lo suficiente. Ahora
pelearemos.
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(3)saga the goddess test

  • 1. 1
  • 2. 2 Índice ÍNDICE SINOPSIS PRÓLOGO CAPÍTULO 1: NACIMIENTO CAPÍTULO 2: SANGRE Y PIEDRA CAPÍTULO 3: LA HORA MÁS OSCURA CAPÍTULO 4: EL CONSEJO DIVIDO CAPÍTULO 5: DEBAJO CAPÍTULO 6: RHEA CAPÍTULO 7: ATENAS CAPÍTULO 8: REINA CAPÍTULO 9: MENSAJERO CAPÍTULO 10: DESTRUCCIÓN CAPÍTULO 11: HORIZONTE CAPÍTULO 12: AHOGÁNDOME CAPÍTULO 13: JUEGOS PERVERSOS CAPÍTULO 14: CADENAS DE NIEBLA CAPÍTULO 15: PUNTO DE QUIEBRE CAPÍTULO 16: LA ÚLTIMA HORA CAPÍTULO 17: LA ÚLTIMA RESISTENCIA CAPÍTULO 18: MATANZA CAPÍTULO 19: LUZ CAPÍTULO 20: ETERNO GUÍA DE DIOSES SOBRE LA AUTORA AGRADECIMIENTOS
  • 3. 3 Sinopsis Amor o vida. Henry o su hijo. El fin de su familia o el fin del mundo. Kate debe elegir. Durante nueve meses de cautiverio, Kate Winter ha sobrevivido a una diosa celosa, un vengativo Titán y un embarazo que nunca pidió. Ahora la Reina de Dioses quiere a su hijo no nacido y Kate no puede detenerla hasta que Cronos le ofrece un trato. A cambio de su lealtad y devoción, el Rey de los Titanes perdonará a la humanidad y dejará que Kate se quede con su hijo. Sin embargo, aunque Kate acepte, él destruirá a Henry, a su madre y al resto del Consejo. Y si se niega, Cronos destrozará el mundo hasta que el último dios y el último mortal estén muertos. Con el destino de todos a los que ama descansando en sus hombros, Kate debe hacer lo imposible: encontrar una manera de derrotar al ser más poderoso de la existencia, aunque le cueste todo. Aunque le cueste su eternidad. Último libro de la trilogía The Goddess Test.
  • 4. 4 Prólogo Traducido por Flochi Corregido por BrendaCarpio A través de su vida eterna, Walter había presenciado incontables veranos, pero nunca uno tan interminable como este. Sentado detrás de su escritorio de cristal, cabizbajo mientras leía la petición delante de él, firmada por casi todos los dioses y diosas menores esparcidos a través del mundo. Cada uno comprometido a hacerse a un lado y permitir la supremacía de Cronos por tanto tiempo como significara que no habría guerra. Ninguno de ellos parecía entender que ya estaban en el medio de una. ¿Por qué lo harían? Él y los miembros restantes del Consejo habían hecho su trabajo protegiendo al mundo de la destrucción de Cronos, pero eso no duraría mucho tiempo. Cuando Cronos finalmente se liberara de su prisión de la isla del Mar Egeo, la petición sería lo que era: un trozo de pergamino sin sentido lleno de nombres de aquellos que serían los primeros en morir. —¿Papi? Exhaló y se enderezó, preparado para regañar a quien se atrevió a molestarlo, pero se detuvo en seco. Su hija estaba parada en la puerta, su cabello dorado como el perpetuo amanecer que se vertía a través de las ventanas detrás de Walter. Ella era la única persona a la que no rechazaría. Puso la petición a un costado.
  • 5. 5 —Ava, cariño. No te esperaba hasta mañana. ¿Hay noticias? Verla deteriorarse desde el solsticio de invierno había sido lo más difícil que Walter había hecho, pero no tenía alternativa. Era por el bien común, y por ahora era falsearlo todo, incluso la salud de su hija. —Iris está muerta —dijo, y Walter se quedó inmóvil. Una gran tristeza que no había sentido en siglos lo llenó, y la perpetua luz del sol pareció oscurecerse. —¿Cómo? —dijo, luchando por mantener su voz inalterable. Había sabido que enviar a su mensajero para intentar negociar un alto en el fuego con Cronos era peligroso, como lo había sabido Iris. Era la Guerra, y habría bajas. Pero ella había estado dispuesta a correr con el riesgo, y él no había imaginado que Cronos iría tan lejos contra un embajador. —Nicholas terminó el arma hace una hora —dijo ella—. Calliope quiso probarla. Walter apretó los labios. No había pensado que eso fuera posible, pero las habilidades de su hijo eran más grandes de lo que alguna vez había estimado. —¿Hay un cuerpo? —Calliope la lanzó al océano —dijo Ava—. La traje para un velatorio apropiado. Tragando con fuerza, se obligó a asentir. —Muy bien. Gracias, querida. Sé cuánto riesgo significa para ti. Y debido a eso, debo insistir en que no hagas semejantes cosas en el futuro. Ava dudó, pero después de toda su planificación, después de todas sus apuestas, él sabía que ella no podría negarse a él ahora. Finalmente asintió. —Lo siento.
  • 6. 6 Walter abrió sus brazos, y Ava cruzó la habitación para acurrucarse en su regazo. La envolvió, una concha de la hija que conocía, y enterró su nariz en el cabello de ella. —Yo soy quien lo lamenta, pero haremos lo que debemos para ganar. ¿Hay noticias de Kate? —Calliope dice que pasará mañana. Por fin, algo iba bien. —Entonces nuestra espera acaba. —No importa —murmuró en su hombro—. Ha pasado tanto tiempo. Ha perdido la esperanza hace mucho. Nueve meses. Ese era el tiempo que Walter había estado encerrado en un juego de estrategia y decepción con el ser más poderoso de la tierra. Desde el solsticio de invierno al equinoccio de otoño, llevaba el peso del mundo sobre sus hombros mientras ocultaba al mismo tiempo su carga de los restantes miembros del Consejo. Con la deserción de Henry, eran conscientes de que toda oportunidad de ganar contra Cronos habían pasado de escasas a ninguna. Ava era su última esperanza de llevar a Henry a su lado. —¿Y tú, querida? —Apartó un mechón de cabello de sus ojos. Ni siquiera el cansancio del pasado año pudo hacer disminuir su belleza. Cuando Ava no respondió instantáneamente, confirmó sus sospechas. Él la había visto marchitarse ante él, pero nunca había mostrado voluntariamente su desesperación. Conocía los riesgos. Sabía que no podía fallar. —Voy a decirle. Al principio pensó que lo había malentendido, pero cuando ella se alejó, sus ojos azules acerados, supo que no.
  • 7. 7 —Sabes que no debes —dijo él con la suave amonestación de un padre y la orden de un rey—. Hemos trabajado demasiado tiempo para arriesgarlo todo ahora. —Pensé que era sólo por Kate. —Su rostro comenzó a enrojecer como lo hacía cuando estaba a punto de llorar, y eso removió algo dentro de él. El deseo paternal de impedir que se lastimara. Pero, ¿qué podía hacer cuando sus acciones eran totalmente necesarias para evitar un dolor peor que el que le estaba causando a ella?—. Nunca habría aceptado de haber sabido que estaba embarazada. Lo sabes. —Sí, lo sé. —Pasó sus dedos por su cabello para calmarla, pero ella dejó escapar un sollozo—. Lo siento. Ella se apartó de él y se tambaleó hasta ponerse de pie. —En el momento en que Kate dé a luz, Calliope va a matarla, lo sabes. Y vas a dejar que suceda de todos modos. —Quizás no —respondió—. Tú misma dijiste que a Cronos le ha agradado. Quizás eso sea suficiente. —¿Quizá? —dijo Ava, medio loca de frustración—. ¿Vas a arriesgarlo todo por un quizá, papi? No sabes a ciencia cierta lo que va ocurrir, y ese pobre bebé… —Debemos hacer todo lo que podamos para asegurarnos de ganar esta Guerra, sin importar lo que cada uno de nosotros deba sacrificar. —Sin importar cuántos tengan que morir—. Ahora no es el momento para echarnos atrás. —No es el momento para riesgos innecesarios y errores descuidados tampoco. —Se dirigió a la puerta hecha una furia—. Voy a decirle a Henry todo. —Ava.
  • 8. 8 Su voz retumbó a través de las paredes del palacio, sacudiendo los cimientos del Olimpo. Cualquier rastro de afecto paternal se había ido. Era la orden de un rey. Ava se detuvo en seco. No tenía elección, no después de eones de obediencia, y Walter sintió una punzada de culpabilidad al hablarle de tal manera después de todo lo que él la había hecho pasar. Era necesario, sin embargo. El destino del mundo dependía de eso. —No le dirás —dijo él—. No hasta que Kate dé a luz. —¿Cuál es la diferencia entre decírselo ahora y mañana? —dijo Ava temblorosamente, pero se mantuvo firme. De cualquier modo, contestarle solo habría enojado a Walter, pero estaba contento de ver que a ella le quedaba algo de lucha. —No se detendrá hasta que tenga a Kate de regreso —dijo Walter—. Pero cuando lo haga, regresará al Inframundo y la protegerá con todas sus fuerzas, y seguirá sin involucrarse en nuestra Guerra. Los ojos de ella se agrandaron. —Espera, ¿vas a usar al bebé como un cebo? —Haré lo que debo para traer a Henry a la Guerra —dijo Walter—. Una vida no vale la pena para perderlo todo. Ava lo miró fijamente como si no lo reconociera. Aunque Walter raras veces experimentaba temor, corría incómodamente a través de él, como lodo en vez de sangre inmortal. —Es un bebé —dijo ella—. No puedes simplemente… es un niño. —Si Henry no participa en la Guerra, entonces millones de niños morirán —dijo Walter. Ella tenía que entender; esta Guerra no era una cuestión de obediencia y orgullo—. Me doy cuenta de lo difícil que es para ti, querida… —¿En verdad? —El veneno en su voz lo puso mal. Nunca la había escuchado hablarle a alguien de esa manera antes, mucho menos a él, su
  • 9. 9 padre. Su protector. Su rey—. Es mi culpa que Kate esté allí en primer lugar. El bebé podría morir por mi culpa. —Haré todo lo que pueda para asegurarme que eso no suceda —dijo Walter—. Una vez que esto acabe… —¿Crees que alguna vez va a acabar? —siseó Ava—. Cuando el Consejo descubra que estamos arriesgando al hijo de Henry para que él se involucre, ¿a quién van a culpa, papi? ¿A mí o a ti? —Le informaré al Consejo sobre mi papel —dijo Walter. —El único papel que el Consejo verá es el que yo interpreté, y eso voy a arreglarlo antes de que el bebé muera y pierda a todos los que amo. Walter se irguió en toda su estatura. Podría haber parecido un anciano, pero junto a los Titanes, él era el ser más poderoso del mundo, y nunca dejaría que alguien lo olvidara. Incluso su hija. —Lo prohíbo. Ava rió, pero no fue la risa de alguien que encuentra alguna alegría en la vida; en cambio fue una llena de odio hacia sí misma y desesperanza. —Demasiado tarde. Antes de que Walter pudiera decir una palabra, un grito desgarrador lleno de agonía rasgó desde las profundidades de la tierra y resonó a través de todo el Olimpo. —Él ya sabe —dijo Ava, y sin decir otra palabra, se deslizó a través de la puerta y la cerró tras ella.
  • 10. 10 Capítulo 1 NACIMIENTO Traducido por Maru Belikov y Vanehz Corregido por BrendaCarpio enry. Me senté de golpe en la oscuridad. Mi frente estaba mojada con sudor mientras el sueño se desvanecía, pero su grito me envolvió, adhiriéndose a sí mismo en mi memoria. Otra visión, una de docenas que había estado teniendo desde que dejé el Inframundo hace una eternidad. Esta vez, sin embargo, no estaba viendo a Henry ir sobre su vida como gobernante de la muerte mientras esperaba por mí a que regresara. No estaba de pie sin poder hacer nada mientras Ava le daba a Henry falsas noticias sobre que en África se suponía que estábamos buscando a Rhea. Finalmente Henry sabía lo que realmente había pasado, y en los minutos antes de que el amanecer rompiera a través de la noche, me aferré a la esperanza de que no era demasiado tarde. —¿Una pesadilla, querida? Temblé, y las velas esparcidas a lo largo de mi prisión se encendieron. H
  • 11. 11 Cronos se sentó al lado de mi cama, en la misma silla que él ocupaba cada noche desde el pasado diciembre, cuando desperté con un palpitante dolor de cabeza y recuerdos que deseaba que fueran pesadillas. Esto no era una pesadilla, sin embargo. Cronos estaba aquí, trabajando lado a lado con la Reina de los Dioses, quien no se detendría ante nada para lastimarme tanto como pudiera. Él bebé se movió dentro de mí, sin duda descontento con su despertar rudo. No me atrevía a especular si era niño o niña. Si Calliope se salía con la suya, quizá nunca lo sabría, y el dolor de cabeza ya era más de lo que podía soportar. Descansé una mano sobre mi hinchado vientre, tan grande que el más simple movimiento me era difícil, y mentalmente traté de tranquilizarlo. —¿Mi hijo? Por supuesto —dijo Cronos, estirándose hacia mi estómago. Golpeé su mano lejos, y él se rió—. Parece que los juegos están por empezar. —¿Qué juegos? —Sabía la respuesta antes de hacer la pregunta. Mi sueño, mi visión, era el equinoccio de otoño, y finalmente Henry sabía que yo no estaba. Un dolor agudo se disparó desde mi espalda hasta mi abdomen, y jadeé. Cronos estaba a mi lado en un instante, exactamente de la manera en que Henry habría estado si estuviese aquí. Y me aparté. —Calliope ha decidido que pase hoy —murmuró, y su voz habría sido confortante si no viniera de él. —¿Decidido que hoy pase qué? —Luché para pararme y caminar hasta el baño, pero mis piernas no lo soportaron. Las frías manos de Cronos estaban allí para estabilizarme, pero tan pronto como estuve de regreso en la cama, me alejé de él. —Que tu hijo nazca. Todo el aire abandonó mis pulmones, y esta vez no tenía nada que ver con el dolor físico. Él estaba mintiendo. Ellos estaban tratando de hacer que
  • 12. 12 entrara en labor de parto antes de que Henry me rescatara, o… o hiciera algo. Pero mientras me inclinaba hacia atrás mi mano encontró un lugar mojado sobre el colchón, y mi camisón estaba mojado en la parte de mis muslos. Mi fuente se había roto en algún momento de la noche. Realmente estaba pasando. Nueves meses de espera. Nueves meses de miedo. Nueve meses del tiempo siendo la única cosa interponiéndose entre Calliope y él bebé que estaba esperando, y ahora se terminaba. No estaba lista para ser una madre. Nunca en un millón de años había imaginado tener niños antes de que cumpliera treinta, mucho menos veinte. Pero Calliope no me había dado opción, y con cada día que pasaba, el temor dentro de mí crecía más hasta que casi me ahogaba. Calliope alejaría al bebé de mí, y no había nada que pudiera hacer al respecto. En cuestión de horas, perdería a mi hijo, el hijo de Henry, a manos de alguien que quería nada más que verme sufrir. Pero ahora él sabía. Ahora había una oportunidad, si solo pudiese aguantar un poco más hasta que Henry viniera. Cronos debió leer la mirada en mi rostro, porque se rió y esponjó una almohada para mí. —No te preocupes, querida. Calliope no puede matarte al menos que yo se lo permita, y te aseguro que nunca te lastimaré. No era sobre mí por quien estaba preocupada. —No vas a lastimarme, pero vas a dejar que Calliope lo haga —espeté—. Vas a permitirle que tome al bebé en el momento en que nazca, y nunca voy a verlo otra vez. Cronos se me quedó mirando en blanco. Estos eran los momentos en que recordaba que a pesar de su forma humana, era todo lo contrario. Él no entendía por qué amaba tanto al bebé. O, cuando le daba a Calliope algo de actitud y me golpeaba en la boca, porque instintivamente cubría mi vientre.
  • 13. 13 Él no entendía cuanto el pensamiento de ser separada del bebé me hería antes de que siquiera lo o la conociera. Pero otra vez, Cronos también era el monstruo que intentaba destruir a sus propios hijos, así que sospechaba que era tener mucha esperanza esperar entendimiento. —Sí quieres mantener a tu hijo, todo lo que necesitas es decir la palabra — dijo él, como si fuera así de simple. Quizá para él lo era—. Me aseguraré de que Calliope no se interponga en el camino. A cambio, todo lo que pido es que gobiernes a mi lado. No era la primera vez que él hacia esa oferta, y no era la primera vez que, por un solo momento, pensaba en la posibilidad. Mientras el nacimiento del bebé se acercaba, decir que no, no se hizo más fácil sino más difícil. No era ningún secreto que Cronos me quería como su reina mientras gobernaba todo el mundo, destruyendo a cualquiera que se atreviera a interponerse en su camino. No tenía idea de por qué… la pequeña muestra de compasión que le había mostrado en el Inframundo, quizá, o porque no había peleado con él en la primera guerra, pero no importaba. Estaría a salvo de la destrucción y, por ende, él bebé también. Henry, sin embargo, sería la primera persona que Cronos destruiría, y el resto del mundo le seguiría. Tanto como amaba a este bebé, tanto como habría hecho lo que sea para mantenerlo a salvo, no podía permanecer al lado de Cronos mientras él destruía la humanidad. No podía hacer nada mientras mataba a cada persona que amaba, y si accedía, él me mantendría viva hasta el final de todas la cosas. No tendría la opción de morir como Perséfone había tenido, y no podía vivir con esa culpa sin importar cuán feliz y a salvo mi bebé estuviera. Pero el tiempo estaba corriendo. El juego había cambiado ahora que el Consejo sabía de mi ausencia, y si podía mantener a Cronos suponiendo lo suficiente para no lastimar a nadie, entonces quizá eso le daría al Consejo la oportunidad de encontrar a Rhea. Así que mentí.
  • 14. 14 —Promete no matar a nadie, y pensaré en ello. Él sonrió, mostrando un completo juego de dientes blancos. Cronos tenía la sonrisa de una estrella de cine con aerógrafo, y solo lo volvía más perturbador. —¿Es así? Muy bien. Accede y dejaré a la humanidad tranquila. Mis disputas no son con ellos, y uno debe tener súbditos cuando gobierna. —Dije a nadie —señalé—. No sólo la humanidad. No puedes matar al Consejo tampoco. Cronos se me quedó mirando, y contuve mi respiración, esperando contra todo pronóstico ganarle esta a él. Tenía que comprarle más tiempo al Consejo. —Seguramente entenderás por qué mis hijos deben ser contenidos, pero estaré dispuesto a… considerarlo, dependiendo de la naturaleza de nuestra relación. O cuanto estés dispuesta a dar. —Él paso sus dedos a través de mi cabello, y suprimí un escalofrío—. Tú y yo, juntos por toda la eternidad. Imagina, querida, la belleza que creáremos. Y, por supuesto, tu hijo tendrá tu amor, y nunca tendrás que decir adiós. Cerré mis ojos e imaginé el momento en que finalmente consiguiera sostenerlo o sostenerla. Él bebé tendría cabello oscuro, estaba segura de ello, y ojos claros como Henry y yo. Mejillas rosadas, diez dedos en la mano, diez dedos en los pies, y lo amaría instantáneamente. Ya lo hacía. —Serás su madre —murmuró él, su voz como el canto de una sirena—. Siempre allí para amarlo, para educarlo, para criarlo a tu imagen. Y yo seré su padre. El hechizo que tenía sobre mí se rompió, y mis ojos se abrieron. —Tú no eres el padre de este bebé —dije mientras otra ola de dolor pasaba sobre mí. Esto estaba pasando muy rápido. Las contracciones se suponía tenían que venir lentas y en las últimas horas, mi madre había estado en trabajo de parto por un día cuando yo nací.
  • 15. 15 Cronos se inclinó hasta que sus labios estaban a centímetros de los míos. Arrugué mi nariz aunque su aliento olía como una fría briza de otoño. —No, no lo soy. Soy mucho más. La puerta se abrió de golpe, y Calliope entró. Había envejecido progresivamente por los pasados nueve meses hasta que los ángulos sobre su rostro se habían vuelto más afilados, y había crecido unos cuantos centímetros por encima de mí. Mientras Cronos lucía como Henry, con su largo cabello oscuro y ojos grises que crepitaban con el relámpago y la niebla, Calliope ahora lucía como mi madre. Como una versión rubia de mí. Y la odiaba incluso más por ello. —¿Qué está sucediendo? —dijo ella, y manejé una débil mueca. Aparentemente ella escuchó algo que no le gustó. —Nada por lo que tengas que preocuparte —dijo Cronos mientras se enderezaba, aunque sus ojos no dejaron los míos. —Cronos me estaba haciendo una interesante oferta —dije, sonando más valiente de lo que me sentía—. Resulta que él no va a darme de comida a los peces como tú quieres. Sus labios se torcieron en una mueca, pero antes de que pudiera decir una palabra, Ava se apresuró pasando al lado de ella cargando una gran cesta de sábanas y otras cosas que no pude distinguir en la luz de las velas. —Lo siento —dijo ella, su rostro sonrojado. —Ya era hora —espetó Calliope, y se enfocó en mí otra vez—. Yo sería muy cuidadosa si fuera tú, Kate. Tengo un nuevo juguete, y he estado ansiosa de probarlo sobre ti. —¿Qué nuevo juguete? —dije a través de dientes apretados. Calliope se deslizó al lado de mi cama.
  • 16. 16 —¿No te he dicho? Nicholas generosamente donó su tiempo y habilidad para forjar un arma que me permitirá matar a un dios. Su coordinación de tiempo no podía ser mejor. Mi sangre se heló. Nicholas, el esposo de Ava, había sido secuestrado en el solsticio de invierno durante la batalla. Hasta ahora, nadie me había dicho una palabra sobre él. —Eso es imposible —solté. Nadie más que Cronos podía matar a un inmortal. —¿Lo es? —dijo Calliope con una maliciosa sonrisa—. ¿Estás dispuesta a apostar la vida de tu dulce bebé sobre ello? Mi corazón se hundió. ¿Ella iba a matar a mi bebé? —¿Ava? —dije, mi lengua pesada en mi boca. Mordiendo su labio, Ava colocó la cesta abajo al pie de la cama. —Lo siento. La habitación dio vueltas alrededor de mí. Esto era sólo otro juego. Calliope estaba intentando asustarme al usar a las personas que más amaba en contra de mí, y esta vez mi supuesta mejor amiga estaba en el juego. ¿Aunque, qué si no era un juego? Calliope había jurado que me quitaría la cosa que más amaba, y en ese momento pensé que se refería a Henry y al resto de mi familia. Pero ella quería decir al bebé. Estaba a punto de conseguir todo lo que quería de mí, no había ninguna razón para que mintiera. Y por la manera en que Ava no podía mirarme… Mi garganta se hinchó hasta que apenas pude respirar. —Fuera. Ava parpadeó. —Pero alguien necesita estar contigo… —Prefiero tener a Calliope aquí que a ti, perra traidora —escupí—. Fuera.
  • 17. 17 Sus ojos se llenaron de lágrimas, y para mi satisfacción, ella huyó, dejándome sola con Cronos y Calliope. Ava merecía esto. Ella sabía lo que esto significaba, que Calliope tenía toda la intención de sacrificar a mi bebé. Y si Calliope realmente había forzado a Nicholas a forjar un arma, si Ava había distraído al Consejo por los pasados nueve meses para darle suficiente tiempo… No me importaba cuán en peligro estuviera Nicholas. Era el hijo de Calliope, y no importa cuán terrible persona era ella, no podía imaginarla matando a su propio hijo. Pero ella mataría a mi bebé sin pensarlo dos veces, y Ava lo había sabido todo el tiempo. Incluso si nuestras posiciones hubieran sido a la inversa, incluso si Henry era el único al que Calliope mantenía de rehén, yo nunca le hubiera hecho esto a Ava. Nunca la habría traicionado y le hubiera permitido a Calliope matar a su hijo. —Eso no fue muy bueno —dijo Calliope en una voz cantarina, y mi estómago se revolvió. Ella no podía matar al bebé. No le dejaría hacerlo. —Necesito hacer pis —dije, empujándome para levantarme. Calliope hizo un gesto vago y se entretuvo en desempacar la cesta. Cronos me ofreció su mano, pero la aparté. —Creo que puedo llegar al baño por mi cuenta —dije. Cruzar la habitación no había sido tan fácil desde agosto, y mi cuerpo se tensaban con cada paso que daba, pero lo hice. Mi prisión no era exactamente acolchada, sin embargo no era una celda de concreto con un colchón delgado y una sucia taza de baño. Era una habitación simple con un baño incluido, y estaba a varios pisos de altura, haciendo de la ventana un escape imposible. Podría ser inmortal, pero no tenía una pista de si el bebé lo era o no. Y si Calliope Realmente tenía un arma que podía matar a un Dios, no importaba, de cualquier forma. Traté de escaparme varias veces, cuando todavía tenía la suficiente movilidad para tener una oportunidad, pero entre Cronos, Calliope y Ava,
  • 18. 18 alguien había siempre estado allí para detenerme. Lo más lejos que llegué una vez fue a la playa, pero no podía nadar y ellos lo sabían. El Consejo había intentado hacer de esta isla la prisión de Cronos, pero ahora era la mía, también. Cerrando la puerta detrás de mí, me senté sobre el borde de la tina de baño y sostuve mi cabeza entre mis manos. La frustración se elevaba dentro de mí, tratando de escapar en un gran sollozo, pero la tragué. Necesitaba un momento, y llorar solo haría que Calliope viniera detrás de mí. —Henry. —Cerré mis ojos con fuerza y traté de recordarlo—. Por favor, ayúdanos. Al final, salté en la visión. Después de casi un año en este agujero del infierno, había aprendido cómo controlarlas, pero aún luchaba porque fuera suficiente para verlo. Tres paredes doradas se formaron alrededor de mí y la cuarta se convirtió en un largo panel de ventanas bastante parecidas a la habitación de Henry. Pero a diferencia de la roca negra, vi el interminable cielo azul a través del vidrio, y la luz del sol derramándose hacia adentro, iluminándolo todo. —Tú hiciste esto. —El sonido de la voz de Henry captó mi atención, y me giré. Tenía a Walter de las solapas, y sus ojos quemaban con rabia y poder que nunca había visto antes. —Tenía que hacerse —dijo Walter inestablemente. Incluso lucía asustado— . Te necesitamos, hermano, y si esto es lo que se necesita para llevarte a verlo… Henry lanzó a Walter contra la pared tan fuerte que esta se quebró, dejando una red de rajaduras detrás. —Te haré pagar por esto así sea la última cosa que haga —gruñó. —Suficiente. —La voz de mi madre resonó, y ambos hermanos giraron hacia ella. Lucía pálida, y unió sus manos en frente de la forma en que hacía cuando estaba tratando de mantenerse bajo control—. Rescataremos a Kate. Aún hay tiempo, y entre más desperdiciemos…
  • 19. 19 —No podemos arriesgar nuestras fuerzas para rescatar una sola vida —dijo Walter. —Entonces yo lo haré —gruñó Henry. Walter sacudió su cabeza. —Es demasiado peligroso para que vayas solo. —No estaremos solos —dijo mi madre—. Y si valoras tu soporte del Consejo… Los músculos de mi espalda y vientre se contrajeron, y el dolor me sacó de mi visión. De regreso al baño, dejé salir un suave sollozo. Mi madre estaba equivocada, ya no teníamos tiempo. El bebé estaba llegando sin importar cuán fuerte tratara de hacerle esperar. Así viniera alguien o no, no había salida de esto. Incluso si Henry y mi madre atacaban la isla, no había garantía de que atravesaran las defensas de Cronos, y para entonces sería demasiado tarde de cualquier forma. El bebé me dio un codazo desde el interior, y me forcé a mí misma presionarlo. Tenía que hacerlo, tenía que escapar. La vida del bebé dependía de ello. —Lo siento —susurré gentilmente presionando contra el punto donde me había pateado—. Te amo, ¿bien? No voy a parar de pelear hasta que estés a salvo. Lo prometo. Alguien llamó a la puerta y salté. —No creas que darás a luz en la tina de baño —dijo Calliope—. No tendrás a ese bebé hasta que diga que lo hagas. —Solo un minuto —grité, y me puse de pie el tiempo suficiente para abrir el grifo y ahogar mis susurros en caso de que estuviera escuchando. No haría mucho bien, pero la ilusión de privacidad tendría que ser suficiente por ahora. Volviendo a sentarme sobre el borde de la tina, froté mi vientre.
  • 20. 20 —Tu papá es realmente genial, y lo verás pronto, ¿está bien? Él no dejará que Calliope te haga esto tampoco, y él es más poderoso que yo. Toda la familia lo es. Hoy probablemente será un día difícil, y dolerá, bien, me dolerá, no dejaré que te hagan daño, pero al final estarás bien. Lo prometo. No era una promesa vacía. Incluso si tenía que morir en el proceso, Calliope no tocaría a mi bebé. No importa lo que costara, me aseguraría de que no lo hiciera. * * * La labor de parto progresaba tan rápidamente que apenas pude salir del baño. Calliope no me ayudó para nada, sin medicación o palabras de aliento, y a pesar que Cronos seguía a mi lado, no dijo nada mientras mis contracciones se acercaban más y más entre ellas. Tenían que saber que los otros estaban viniendo. No había otra razón para forzar al bebé a salir de esta forma y no podía imaginar a Calliope renunciando a la oportunidad de hacerme el mayor daño posible, no a menos que fuera horrible. Me negué a gritar. Incluso en los momentos finales de la labor, mientras el bebé rasgaba mi cuerpo, apreté mi mandíbula y empujé a través del dolor. Desde que me convertí en inmortal, la única cosa que me había herido, era Cronos, y aparentemente dar a luz era otra excepción. Mi cuerpo estaba haciendo esto por sí mismo, y la inmortalidad no iba a detenerlo. El momento en que el bebé me dejó, sentí como si mi corazón hubiera sido arrancado de mi pecho y ahora descansara en los brazos de Calliope. Ella se irguió, y un nudo se formó en mi garganta mientras veía al arrugado y sangriento infante que sostenía. —Es un niño —dijo, y sonrió—. Perfecto.
  • 21. 21 De alguna forma, a pesar de las palabras que le susurré a él, las horas que pasé sintiéndolo patear, y los meses que lo cargué, nunca se había sentido completamente real. Pero ahora… Ese era mi hijo. Ese era mi hijo, y Calliope iba a matarlo. No necesitaba ninguna herramienta para cortar el cordón o terminar el resto del lío que dejó el nacimiento; en un parpadeo, todo estuvo limpio, y el bebé estaba envuelto en una manta blanca. Como si lo hubiera hecho miles de veces antes, lo acunó y se levantó, dejándome sola en la cama. —Espera —dije en voz ahogada. Estaba exhausta y empapada en sudor, y a pesar del dolor, luché para levantarme—. No puedes, por favor, haré cualquier cosa, solo no le hagas daño a mi hijo. Su llanto, tan diminuto y necesitado, llenó la habitación, y mi corazón se desmoronó. Cada hueso en mi cuerpo demandaba que me levantara, que fuera hacia él y lo salvara del dolor que le esperaba, pero no podía moverme. Mientras más fuerte peleaba, más me congelaba y más dolía mi cuerpo. Calliope me miró, sus ojos brillantes y llenos de malicia. Estaba disfrutando de esto. Estaba revelando mi dolor. —Eso no lo decides tú, mi querida Kate. Al borde de mi visión, vi a Cronos cambiar. —No herirás al niño —dijo, su voz baja y llena de truenos—. No es una petición. Sus ojos se entornaron. Iba a desafiarlo. Usar a mi hijo para probar su dominación, que ella era la única que tenía el control. Pero no lo tenía y ella lo sabía. Y por primera vez desde que oí del Rey de los Titanes, estaba agradecida por él. —Bien —dijo con voz afectada, como si solo estuviera dejándolo ganar porque ella quería. Ambos sabían la verdad—. No lo mataré.
  • 22. 22 El alivio barrió a través de mí como una droga y solté el aliento que había estado conteniendo. Por Cronos, él viviría. —Por favor, puedo… ¿Puedo sostener a mi hijo? —¿Tu hijo? —Sus brazos se apretaron alrededor del bebé, y una mueca de sonrisa curvó sus labios—. Debes estar en un error. El único niño en esta habitación me pertenece a mí. Sin otra palabra, caminó a través de la puerta en una nube de victoria, dejándome vacía y completamente sola. Ella no tomaría su vida, eso significaba que aún había tiempo. Pero ¿cuánto tomaría antes de que se cansara de obedecer a Cronos y matara al bebé solo para verme sufrir? Tenía que tomarlo. Tenía que salvarlo. Incluso si Calliope no tocaba un solo cabello de su cabeza, el pensamiento de él siendo cargado por ese monstruo, cambiado en algo negro y más allá de reconocimiento, si mi tiempo en el inframundo me había enseñado algo, era que esa clase de vida era infinitamente peor que la paz de la muerte. La desesperación se clavó como garras en mí, rasgándome de adentro hacia afuera, y lentamente me giré hacia Cronos. Su reina. Mi vida, mis elecciones, mi libertad por la de mi hijo. —Por favor —dije, hipando—. Haré cualquier cosa. Él pasó sus fríos dedos contra mi mejilla con marcas de lágrimas, y esta vez no me moví. —¿Cualquier cosa? Las palabras fueron como cuchillos en mi lengua, pero las dije, de cualquier forma. —Cualquier cosa —susurré—. Sálvalo y… soy tuya.
  • 23. 23 Cronos se inclinó hacia mí, deteniéndose cuando sus labios estuvieron a solo centímetros de los míos. —Como desees, mi reina. El fuego se propagó a través de mi cuerpo, fiebre ardiente reemplazando las heridas de dar a luz mientras Cronos me sanaba. Valía la pena. Henry entendería y, de alguna forma, de alguna manera, lo reuniría con el bebé. Mareada con esperanzas, me senté y toqué mi estómago plano. De alguna forma, Cronos había regresado mi cuerpo a la forma en que estaba antes de que quedara embarazada, y la pérdida de la hinchazón de mi vientre y mis pechos, me desorientaba. ¿Por qué no dejarme con la habilidad de alimentar al bebé? ¿Por qué él sabía que no importaría? Pero antes de que pudiera decir una palabra, el mundo empezó a sacudirse. —¿Qué…? —Empecé, aferrando el borde del colchón, pero algo en el borde de mi visión, captó mi atención. El cielo a través de la ventana estaba bañado de una antinatural luz dorada, y alrededor de nosotros, la isla entera tembló violentamente. —Regresaré, mi querida, y entonces estaremos juntos —dijo Cronos. Presionó sus labios fríos contra mi mejilla, y en un instante, se había ido, pero no me importaba. En la distancia, una nube negra se acercaba, chisporroteando con luz. A pesar de que Cronos no podía escapar de la isla por sí mismo, esa cosa, pasó a través de la barra que el Consejo había creado, como si no fuera nada, y vislumbré la silueta de un hombre en lo alto de ella. La esperanza creció dentro de mí, y no tuve que ver su rostro para saber a quién pertenecía la oscura figura. Henry.
  • 24. 24 Capítulo 2 SANGRE Y PIEDRA Traducido por Wicca_82 y Lalaemk Corregido por Val_mar urante nueve meses, había soñado con este momento. En mis visiones había visto a Henry hacer sus obligaciones diarias, inconsciente de lo que estaba pasando mientras esperaba que yo volviera a casa, y yo había deseado con cada fibra de mi ser que él se diera cuenta de que algo iba mal y que viniera arrasando las puertas de mi prisión. Lo había deseado tanto que me dolía la necesidad de dejar la isla, dejar a Calliope y a Cronos y todos mis grandes miedos atrás. Ahora finalmente podría tener la oportunidad y no podía irme. Sin importar lo que estuviera esperando afuera, Henry, mi madre, una familia, una guerra que ganar, no podía dejar a mi hijo. Henry voló hacia el palacio y busqué en el cielo detrás de él a los otros miembros del Consejo. Nada excepto el dorado antinatural. Mi pecho se tensó. Él no podía venir solo. No era tan descuidado. Él no tenía el poder para acabar con Cronos en el Inframundo, mucho menos fuera de su territorio. ¿Dónde estaba mi madre? Incluso si los otros miembros del Consejo no tenían interés en ayudarme, seguro que ella hubiera venido para proteger a Henry. ¿Le había insistido él para no lo hiciera, porque era muy peligroso? D
  • 25. 25 Cuando estaba lo suficientemente cerca para ver la furia de su rostro, me di cuenta. Estaba solo. Nosotros estábamos solos. Esperaba que convirtiera la pared exterior en escombros, pero en vez de eso, voló por encima de mi habitación hacia otra parte del castillo, como si no supiera que yo estaba allí. Quizás no lo sabía. Quizás Calliope estaba intentando alejarlo y… El arma. Oh, Dios. —¡Henry! —grité—. ¡Henry! —Kate —dijo una voz desde el pasillo—. Kate, soy yo. Corrí hacia la puerta, agachándome para mirar a través de la cerradura. —¿Henry? Es eso... Un ojo azul con largas pestañas me devolvió la mirada y mi corazón se hundió. Ava. —Aléjate de la puerta —susurró, mirando por encima del hombro. ¿De qué estaba tan asustada? ¿Henry arrasando al final del pasillo y volándola en pedazos? Si solo yo fuera tan afortunada. —¿Por qué debería creerte? —dije—. Tú sabías que Calliope iba a matar a mi hijo e hiciste todo lo que pudiste para que eso sucediera. Parpadeó rápidamente y sus ojos se volvieron rojos y llorosos. Una vez, hace tiempo, había pensado que Ava era una de las pocas que lucía preciosa cuando lloraba, pero ahora todo lo que podía ver era la fealdad debajo. Durante meses había aprendido acerca de las travesuras de los dioses griegos, la historia que fue la base de su mitología. No todo era correcto, mucho de ello había sido tergiversado y corrompido a lo largo de la historia mientras los mortales las contaban. Y debido a eso, hubiera querido creer
  • 26. 26 que los dioses eran básicamente buenos. Que ellos realmente estaban pendientes de la humanidad, que sus vidas no habían estado llenas de malicia y traición y egoísmo. Independientemente de lo que Calliope y Cronos habían hecho, Ava podía haberme dado la razón. Una sola palabra ante el Consejo, y esto podía haberse acabado hace meses. En vez de eso ella había convertido todas las esperanzas en polvo. —Lo siento —susurró—. Eres mi mejor amiga, Kate. Por favor, nunca quise que algo de esto pasara. No lo sabía. —Sabías lo suficiente. Ella miró sobre su hombro de nuevo. —Una vez que esto acabe, puedes desgarrarme en pedazos tanto como quieras. Pero ahora mismo tengo que sacarte de aquí. Me burlé. Ahora Ava quería rescatarme, ¿después de que Calliope tuviera exactamente lo que quería? —Maldita sea, no voy a ir contigo a ningún lado. —Puedo llevarte hasta tu hijo. Mi corazón latió con fuerza. En un instante, mi disgusto se convirtió en desesperación y tomó todo lo que tenía para no desgarrar la puerta abierta con mis uñas. —¿Sabes dónde está? Ava asintió. —Y si me dejas sacarte de aquí, puedo ayudarlos a salir libres de aquí. Eso fue todo lo que necesitaba escuchar. Olvidé los pasados nueve meses. Olvidé su comportamiento. Olvidé la muy probable posibilidad de que esto fuera otra trampa para asegurarse de que Henry no pudieran encontrarme.
  • 27. 27 Si había una posibilidad de que estuviera diciendo la verdad, si había una oportunidad para poder salvar a mi hijo, no me importaba. Di un paso atrás y una brisa llenó la habitación. La cerradura cedió y la puerta se abrió, dejando ver a Ava. Ahora que estaba iluminado fuera, pude verla como era debido. Su pelo rubio colgaba en flojos rizos y las sombras hacían que las ojeras parecieran horribles. Nunca la había visto así antes, ni siquiera la noche que había conocido a Henry en el río de Edén, la misma noche que ella había tomado un baño en las furiosas aguas y aplastado su cráneo contra las rocas. ¿Le habría salvado si hubiese sabido que un año y medio después, me separaría de todo lo que amaba? ¿Qué se mantendría junto a Calliope mientras me manipulaba para que quedara embarazada sólo para que pudiera dañarme tanto como fuera humanamente posible? ¿Le habría salvado si hubiera sabido que Ava había sido totalmente consciente del plan de Calliope para matar a mi hijo todo el tiempo? No lo sabía. No me importaba. Si Ava ayudaba a salvarlo, si nos ayudaba a escapar, los pasados nueve meses no importarían nunca más. Nunca lo olvidaría, pero con el tiempo podría perdonar. Corrí hacia la puerta. Ava me ofreció su brazo, pero yo lo aparté. El pensar en tocarla hacía que mi estómago se sacudiera. —No te molestes. Cronos me sanó. ¿Hacia dónde? Ava languideció y dejó caer su mano y una punzada de culpabilidad me recorrió antes de que lo empujara a un lado. No se merecía mi simpatía. Nos movimos a un agonizante y lento paso, casi de puntillas a lo largo del pasillo pavimentado. ¿Estaba en lo cierto? ¿Estaba ella sólo escondiéndome para que Henry no pudiera encontrarme? No importaba. Tenía que intentarlo. Crack.
  • 28. 28 Las paredes que nos rodeaban se sacudieron y Ava se lanzó hacia mí, cubriendo mi cuerpo con el suyo mientras el techo se vino abajo alrededor de nosotras. La parte de atrás de mi cabeza golpeó contra la pared, pero a pesar de que esperaba sentir dolor, nunca llegó. Era inmortal ahora. Incluso si el mundo entero nos enterraba, nosotras nunca moriríamos. —¿Estás bien? —dijo Ava, tosiendo. El aire se había convertido en una gruesa capa de polvo, y aspiré una bocanada de aire, la arenilla me atragantó. —Necesitamos seguir adelante —dije, tosiendo. Henry no preguntaría nada, en el momento en que pusiera sus manos sobre mí, me llevaría de vuelta al Inframundo. Nosotras teníamos que encontrar al bebé antes de que Henry me encontrara a mí. Trepé por los escombros, buscando a tientas mi camino a través del polvo mientras los bordes afilados intentaban cortar mi piel impermeable. Mi pie se enganchó en una roca que no podía ver, y me tropecé, lanzando mis brazos hacia delante para frenar mi caída. Pero en su lugar unas fuertes manos me cogieron, y miré hacia arriba. Pelo oscuro, bello rostro, hombros anchos. Henry. Parpadeé rápidamente, mis ojos lagrimearon hasta eliminar el polvo y su rostro empezó a enfocarse. No, no era Henry. Cronos. —Vamos, querida —murmuró, tirando de mi pie. Sus palmas de las manos eran brasas calientes contra mi piel, y la bilis subió por mi garganta. ¿Dónde estaba Henry? ¿Por qué no estaba Cronos tratando de detenerle? Porque él no tenía por qué. Un dios contra el Rey de los Titanes, no había dudas. Y con el arma de Calliope, no sería una lucha justa entre hermanos tampoco. Henry no sabría lo que estaba por venir, y luego.
  • 29. 29 Cerré mis puños. Tenía que encontrar al bebé antes de que Henry me encontrara, y tenía que encontrar a Henry antes de que fuera demasiado tarde. No había otra opción. —Quiero ver a mi hijo —dije, apartando mi brazo de Cronos y luchando por mantener mi voz firme. A mi izquierda, un enorme agujero en la pared de piedra abría paso a un dorado cielo y al sonido de las olas golpeando contra la orilla—. Llévame hasta él. —Todo a su debido tiempo. —Me condujo por el accidentado pasillo, y los escombros se separaban hacia los lados para hacer un camino para nosotros. Para él. Ava venía detrás, arrastrando sus pies y dispersando las piedras como si estuviera tratando de hacer tanto ruido como fuera posible. ¿Una advertencia a Calliope de que estábamos llegando? ¿Una señal para decirle a Henry dónde estábamos? De repente el aire cambió y el polvo se desvaneció, y el viento impregnado de sal que soplaba del mar dio paso a los lánguidos lamentos de un recién nacido. Parpadeé. Había pasado un largo tiempo desde que me había sumergido en una visión sin quererlo. Estaba rodeada de paredes pintadas para parecerse a una puesta de sol, y la habitación estaba vacía excepto por una cuna blanca en el centro. Un nudo se formó en mi garganta y miré por encima del borde, apenas atreviéndome a tener esperanza. Ahí, envuelto en una manta de punto, estaba mi hijo. Sus sollozos se detuvieron, y abrió sus ojos como si estuviera mirándome directamente. Pero eso era imposible, no podía verme. Nadie podía verme en mis visiones. Era una observadora. Menos que un fantasma; no era nada. El atractivo de sus ojos azules era irresistible, y extendí la mano para tocarle. Por un segundo imaginé el calor de su suave piel y sus pequeños dedos, y una sonrisa apareció en mi rostro. —Hola —susurré—. Eres un pequeño hombre muy guapo. Miró hacia el espacio que yo ocupada y casi no podía respirar. Era perfecto.
  • 30. 30 Milo, el nombre salió de mi boca antes de que pudiera pensarlo, pero una vez que lo hizo, parecía envolver al bebé, convirtiéndose en una parte tan importante de él como su pelo oscuro o lo mucho que lo amaba. Sí. Milo. Un grito furioso rompió el hechizo entre nosotros, y los sollozos de Milo volvieron, incluso más fuertes que antes. Intenté tocarlo de nuevo, para ofrecerle cualquier pequeña comodidad que pudiera si es que realmente podía sentir que yo estaba allí, pero mi mano pasó a través de él. Sus gritos sólo se hicieron más agudos. —¡Calliope! Me petrifiqué. Henry. Dividida entre dejar a Milo y encontrar a Henry, me quedé merodeando cerca de la cuna. Por mucho que me matara dejar al bebé, tenía que saber dónde estaba Henry. Si él estaba fuera de la guardería, si el supiera acerca de Milo y estuviera yendo a salvarlo. Por favor, por favor, por favor hazle saberlo. Corrí a través de la puerta abierta y por una sección del palacio que nunca había visto antes. Las paredes eran de un rico oro, no de piedra como las de dentro de mi prisión, y la alfombra de color índigo hacia juego con las cortinas de seda que colgaban cada tres metros en las paredes de afuera. El pasillo ocupaba casi toda la longitud del palacio, y Calliope estaba parada en el medio, solo a unos pocos centímetros de distancia de Henry. Él me había salvado de las garras de la muerte en la orilla del río Edén. Había luchado por todas nuestras vidas cuando Calliope me amarró con cadenas en el Tártaro. Era el Señor del Inframundo, Rey de la Muerte, y uno de los más poderosos dioses de la historia. Pero nunca lo había visto tan terrorífico con su poder. Salía de él en olas negras, sacudiendo los cimientos del palacio, e incluso aunque yo no estaba allí realmente, por primera vez en mi vida estaba realmente asustada de su persona.
  • 31. 31 Satisfacción mezclada con miedo, pensé, y el desprecio me desgarraba a medida que me acercaba a Calliope. Henry iba a acabar con ella. Sea cual fuera el arma que decía poseer, no podía posiblemente competir con la pura rabia que emanaba de él, alimentando su poder. Solo un Titán podía matar a un dios, y Calliope era exactamente como yo: inmortal. Nada más. Una explosión sacudió las paredes, y el pánico me atravesó. Milo. Henry no tenía ni idea de que él estaba aquí, que Calliope se interponía entre él y su hijo. Ni siquiera sabía que existía. Y si destruía todo el castillo… Todo lo que necesitaba era un simple pensamiento, y nuestro hijo moriría. Corrí hacia la guardería, pero antes de que pudiera ver el rostro de Milo por encima del borde de la cuna, las paredes con la puesta de sol desaparecieron. Me tomó varios segundos recuperar mi orientación. Cronos tomó mi brazo, sus manos aun quemando contra mi piel, y Ava se quedó a mi otro lado. Nos pusimos de pie en un pasillo de oro e índigo, pero estaba vacío. ¿Había terminado? ¿Nos lo habíamos perdido? No, imposible. Mis visiones siempre estaban en el presente. No podía ir hacia el pasado o ver el futuro. Henry y Calliope estaban en algún lugar cercano. Tenían que estarlo. Por encima de nosotros, por debajo… —Kate, querida. —La voz de Cronos cortó a través de mí como una daga de hielo—. ¿Eres mía? Nunca. Ni en un millón de años, ni si fuéramos los dos últimos seres en el universo. Aunque la única otra opción que tuviera era vivir la eternidad enterrada bajo piedras. Pero sólo unos momentos estaban entre el castillo desgarrándose, y tenía que salvar a Milo. Si eso significaba hacer una promesa que no pudiera mantener, entonces lidiaría con las consecuencias después. —Dame a mi hijo, y soy tuya.
  • 32. 32 Mis pies dejaron el suelo mientras Cronos hacía que flotáramos, dejando a Ava atrás. Juntos pasamos por el techo como si no estuviera allí, elevándonos hacia el pasillo por encima de nosotros, y contuve la respiración. Nos quedamos sólo unos metros detrás de Calliope, y más allá de ella, rodeados de poder oscuro… Henry. Nos miramos el uno al otro por el pasillo, y mis rodillas casi se doblaron con alivio. Por fin, alguien que me amaba. Involuntariamente dio un paso hacia mí, pero a pesar de que era la primera vez que lo veía desde el solsticio de invierno, mi cuerpo tiró en dirección a la habitación de Milo. A sólo unos metros de distancia, dos puertas detrás de Calliope, y sería capaz de sostener a mi hijo. Tendría la oportunidad de salvarnos a todos. Cronos agarró mi brazo, sus dedos de carne y hueso, ninguna cantidad de un sutil tironeo o doblez pudo hacer que se aflojaran. Estaba atrapada como lo había estado en prisión, pero esta vez ambas piezas de mi corazón colgaban frente a mí, burlándose. Rogándome que hiciera algo. Era impotente. En mi mente, las horas pasaron, pero en Realidad sólo le tomó segundos a Calliope para darse cuenta de lo que estaba pasando. Se volvió y sonrió, sus ojos brillando con malicia, y algo se deslizó de la manga floja de su vestido hacia su mano. Una daga. La hoja brillaba con la misma esencia que había infundido las cadenas que ella había envuelto alrededor de mi cuello, el mismo poder opaco que había pasado a través de la roca que había usado para golpearme hasta la inconsciencia el día en que me había secuestrado. No había mentido, después de todo. De alguna manera, a pesar de que Cronos estaba a mi lado, completo y sólido, ella se las arregló para separar una parte de él del resto. Y ahora tenía el poder para matar a cada uno de nosotros hasta que fuera libre de gobernar el universo al lado de Cronos.
  • 33. 33 —Justo a tiempo —dijo ella, con una voz tan femenina como siempre, pero regiamente saturaba cada sílaba. —¿Kate? —Rompió la voz de Henry, y las olas de la energía oscura a su alrededor se tambalearon. No, no, no, no podía parar ahora. Ella atacaría a la primera oportunidad que le diera. Di un paso hacia atrás. Olvidando la sutileza. Como el infierno si dejaba que Cronos me alejara de mi familia. —No los dejes que me sigan —le dije a Henry, y sin previo aviso, torcí mi brazo del de Cronos tan fuerte como pude, tirando contra su pulgar. La parte más débil de su agarre, si es que tenía puntos débiles en absoluto. Tal vez me las arreglé para tomarlo por sorpresa, o tal vez simplemente estaba sorprendido y quería ver lo que haría, pero Cronos no luchó conmigo. Me dejó, y antes de que alguien pudiera decir una palabra, corrí por el pasillo hacia la guardería. Milo estaba en la cuna, llorando en silencio, y me moría por tocarlo al fin. ¿Cómo había sido posible que minutos antes, hubiéramos estado conectados? ¿Cómo le había permitido a mi cuerpo dejarlo ir? —Todo está bien —susurré, buscando por él. Se calmó, y esta vez, cuando sus ojos azules se encontraron con los míos, sabía que me había visto—. No voy a dejar que nada te pase. El momento en que mis dedos rozaron su suave mejilla, alguien se aclaró la garganta detrás de mí, y me volví. Calliope se quedó en el marco de la puerta, y sostuvo la daga en la garganta de Henry. Todo el aire escapó de mis pulmones. Esto era todo. Él iba a morir. Iba a perder a mi esposo, mi bebé, mi familia entera a manos de una diosa loca que no le importaba a quien lastimaba, siempre y cuando se saliera con la suya. Por tanto tiempo como llegara a torturarme. —No le hagas daño a él… no puedes, por favor —susurré, apretando el borde de la cuna. Los ojos de Henry estaban abiertos, y me miraba, no, no a mí. Más allá de mí. Miró fijamente a Milo. Era un pequeño consuelo, sabiendo
  • 34. 34 que iba a morir con el conocimiento de que tenía un hijo. Al menos, tendría ese momento. —Por favor —escupió Calliope, una burla de mi desesperación—. Siempre, por favor, como si eso fuera suficiente. Sabes que no es así, Kate. ¿Por qué molestarse? No importaba si algo de lo que alguna vez había hecho era suficiente, tenía que intentarlo. No podría vivir conmigo misma si me rendía y la dejaba tener todo lo que me importaba. —Tú lo amas. Si lo matas, nunca lo tendrás. Vas a perder. Se burló, pero una pizca de duda cruzó por su rostro. —Voy a ser la reina del mundo. Nunca voy a perder otra vez. —Ser reina no te hará feliz. —Estudié la forma en que sostenía a Henry. Él podía romper su agarre si ella bajaba el cuchillo. Todo lo que necesitábamos era una fracción de segundo, y podía distraerla lo suficiente para que Henry tomara al bebé y desaparecieran—. Seguirás estando sola. Seguirás siendo miserable. Los ojos de Calliope se estrecharon. —Lo que sea que crees que estás haciendo, no va a funcionar. Ya no lo necesito más. —Entonces, ¿qué es lo que quieres? —Ya tengo exactamente lo que quiero. —Detrás de ella, Cronos se alzaba, de alguna manera más alto de lo que había estado momentos antes. La energía que irradiaba de Henry ya se había ido—. Primero voy a matar a Henry, y luego voy a matar a tu madre y a cada uno de los miembros del Consejo. Una vez que haya terminado, cuando el mundo se arrodille a mis pies, sostendré a tu hijo, y me llamará madre y a ti traidora. Y juntos, te veremos morir.
  • 35. 35 Henry gritó y luchó contra ella, volviendo a la vida, pero lo que sea que lo encadenaba mantenía su fuerza. Presionó la hoja en su garganta. No se trataba de ganar más, sabía que me tenía a mí, y sabía que era el final. Ahora era acerca de causarme el mayor dolor posible. La burla estaba en ella, sin embargo. Sin Henry, sin mi madre, sin mi hijo, me gustaría darle la bienvenida a la muerte. Enfócate. Esto no podía ser todo. Tenía que haber algo que pudiera hacer… una mágica combinación de palabras que podría decir para conseguir que bajara la daga. Cualquier cosa. Detrás de mí, los gritos de Milo se hicieron más fuertes, y tanteé alrededor hasta que toqué su mano. Esto era todo. Estos eran los únicos momentos que tendría a su lado. A pesar de la daga en la garganta de Henry, habría hecho cualquier cosa para hacer que durara para siempre. —Entonces mátame —espeté—. En este momento, delante de Henry, frente al bebé, sólo hazlo. Porque te prometo que si le haces daño a alguno de los dos, me aseguraré de que pases la eternidad ardiendo en el Tártaro. Calliope inclinó su cabeza, y contuve la respiración. Tenía que estar de acuerdo. Cualquier cosa para conseguir que bajara la daga, para darle a Henry esa fracción de segundo de ventaja, algo. Pero antes de que ella pudiera decir una palabra, Cronos exhaló, y la niebla se arrastró por el suelo de la guardería. —No. —La palabra era apenas un susurro, pero se hundió dentro de mí, negándose a ser ignorado—. No vas a dañar a Kate, hija. Si ella muere, tú también. Tras la ráfaga de su excitación, Calliope palideció. —No puedes mantener a Kate y a su engendro vivos. No ambos. Elige. —Ya te he dicho lo que harás —dijo Cronos—. Me obedecerás, o tú serás la que morirá. Es tu elección, no la mía.
  • 36. 36 Apretando la mandíbula, clavó la hoja más profundamente en la piel de Henry, y él hizo una mueca. —Olvídate de mí. —Su voz resonó en mi mente con tanta claridad como si él hubiera hablado—. Haz lo que tengas que hacer para escapar antes de que sea demasiado tarde. —No —susurré, y Henry entrecerró los ojos. Podía mirarme todo lo que quisiera. No me iba a ir, no sin él. No sin el bebé. A pesar de que todavía estaba pálida, los labios de Calliope se torcieron en una sonrisa. —Qué lindo. Puedes intentar todo lo que quieras, pero ella no va a salir de a… —Se detuvo—. ¿Qué es eso? La expresión de Cronos se quedó en blanco, y se dio la vuelta, buscando lo que fuera que le había llamado la atención. ¿Qué era qué? La mirada de Calliope estaba desenfocada, y su sonrisa vaciló. —Padre, haz algo —dijo entre dientes, y al final lo escuché. El estruendo de un trueno lejano, cada vez más fuerte con cada segundo que pasaba. El sonido del relámpago que iluminó el cielo más allá de las cortinas de color índigo en el pasillo. Una ráfaga de viento tan fuerte que aullaba por los pasillos. Y una docena de gritos de guerra mezclándose entre sí, formando una armonía temible. El Consejo había llegado. El rostro de Calliope palideció como ceniza, y su control sobre Henry se deslizó. No lo pensé. En ese momento, me aprendí de memoria la sensación de la pequeña mano de mi hijo en la mía, y la solté. Tan rápido como pude, me precipité hacia Henry y a Calliope, dejándolo fuera del camino. Tomando el puño de ella, golpeé sus nudillos contra la
  • 37. 37 pared haciéndola soltar la daga. No era un ser humano, sin embargo, al igual que yo, no podía sentir dolor. Sin importar la cantidad de fuerza que había usado, no tenía sentido. Pero tenía que comprarle a Henry el tiempo suficiente para tomar a Milo e irse. Juntas luchamos, diosa contra diosa, y dejé escapar un grito enfurecido. Algo dentro de mí se hizo cargo, algo primitivo. Mientras Calliope luchaba, yo también lo hacía, con todo lo que tenía. —¡Cronos! —chilló Calliope, pero se desvaneció en una niebla misteriosa. Su verdadera forma. Con una docena de dioses gritando, rodeando el castillo, no importaba lo poderoso que fuera, no tenía más remedio que luchar. No le sería de ninguna ayuda a ella. Calliope debió haberse dado cuenta de lo mismo, porque con una oleada de poder, me empujó, y caímos al suelo. Retorció mi cuello, y arañé su cara, tratando de sacarle los ojos, pero ninguna podía lastimar a la otra. —Perra —espetó—. Tú conspiradora, perra inútil. —No puedes matarme. —Trabajé mis dedos alrededor de la empuñadura de la daga y luché para quitarla de su agarre—. Muero, tú mueres, ¿recuerdas? —Padre no tocará un pelo de mi cabeza. —¿Estás dispuesta a apostar toda su existencia con respecto a eso? Gritó y me arrancó la daga. No tenía ninguna posibilidad contra su enorme fuerza, y vi con horror como mis manos se deslizaban y la punta de la hoja se hundía en mi brazo. Un dolor ardiente rasgó a través de mí, quemando todo a su paso, infinitamente peor que el roce de la niebla contra mi pierna durante mi ceremonia de coronación fallida casi un año atrás. Esto estaba dentro de mí, fusionada junto con mi propio ser, asfixiándome hasta que sólo unos pocos suspiros lastimeros quedaron. Me estaba muriendo. Dos segundos más, y estaría…
  • 38. 38 Un borrón negro se estrelló en su contra. A medida que el peso del cuerpo de Calliope desaparecía, el agarre del cuello desapareció. La agonía quemaba dentro de mí, dejándome sin aliento, y el fuego reemplazaba el hielo de la hoja mientras sangraba profusamente. ¿Qué estaba ocurriendo? Abrí los ojos, medio esperando ver allí a los dioses morir, pero en su lugar vi una sonrisa maníaca de Calliope mientras yacía en el suelo a mi lado. No, eso no era todo. Henry se cernía sobre ella, presionado extrañamente contra su cuerpo en un ángulo que no entendí. Sus ojos abiertos, su boca abierta, y sus manos se aferraban a algo contra sus costillas. —Gané —susurró Calliope. Y mientras ella sacaba la daga ensangrentada del pecho de Henry, finalmente entendí.
  • 39. 39 Capítulo 3 LA HORA MÁS OSCURA Traducido por Jessy y Val_mar Corregido por La BoHeMiK urante cuatro años, me había quedado al lado de la cama de mi madre, viéndola desvanecerse. Su cuerpo que una vez había sido fuerte y saludable, se había marchitado en una pobre imitación de la mujer que recordaba, y no había pasado una hora sin imaginarme como sería el día que la muerte la reclamara. Había vivido con el constante temor de despertar y encontrarla muerta, una sombra donde había estado una vez mi mamá. Veía el reloj llegar a medianoche y me preguntaba si esa era la fecha que lloraría cada año por el resto de mi vida. Sabía lo que era perder. Sabía lo que era luchar contra lo inevitable. Pero nada de eso me había preparado para ver a Henry morir. La sangre brotando de la herida en su pecho. Cayendo de rodillas, con una mano agarrando sus costillas y la otra tratando de alcanzarme. Nunca había visto tan genuino temor en sus ojos. Los dioses no debían morir. No a menos que ellos lo quisieran. Traté de alcanzarlo con mi mano sana mientras la vida se drenaba de él. ¿Era la cuchilla lo suficientemente fuerte para matarme a mí también? Una D
  • 40. 40 vez que todo hubiera terminado, ¿estaríamos juntos en el otro lado, donde sea que eso deba llevarnos? ¿Había siquiera otro lado para el Dios de la muerte? El momento en que nuestros dedos se encontraron, mi cuerpo se sacudió. Era una sensación familiar, mucho más impactante de lo que jamás había experimentado, pero en el instante en que sucedió, lo supe. Íbamos a casa. En un segundo, estaba a solo unos metros de distancia de Milo mientras lloraba. Al siguiente, yacía en una pila con Henry, y el silencio nos rodeaba. Ya no estábamos en el palacio de Calliope. Ni siquiera estábamos en la Isla. Pero tampoco estábamos en el Inframundo, o al menos, en alguna parte de este que alguna vez hubiera visto. En cambio, estábamos en medio de una enorme habitación, desprovista de cualquier cosa menos de un techo azul cielo y un piso de color ocaso. Las paredes doradas parecían extenderse por siempre, y con el sol en el medio del techo como si fuera un cielo real, todo brillaba con luz. Me debería haber quitado el aliento. Pero Milo había desaparecido. Donde sea que estábamos, supe por instinto que él no se uniría a nosotros, y un dolor indescriptible se extendió como ácido en mi interior. Con gusto hubiera sido apuñalada miles de veces en vez de sentir esto siquiera un instante. Sin embargo, no había nada que pudiera hacer. Mi madre estaba en la isla con él, junto con James y el resto del Consejo, y eso debería ser suficiente. La única persona que podía ayudar, me tenía clavada al piso color ocaso. —Henry. A pesar de que la última cosa que quería hacer era herirlo, no tenía más opción que moverlo suavemente cerca de mí. La sangre empapaba su camisa, y presioné mis manos contra su pecho en un intento por detener el flujo, pero era inútil. Después de todo lo que habíamos atravesado juntos, después de todo lo que él había hecho para protegerme, no podía hacer ni una maldita cosa para salvarlo. No era justo.
  • 41. 41 —¿Kate? —Su voz era densa y ronca, como si estuviera enfermo, pero no lo estaba. Estaba muriendo—. ¿Estás… estás bien? —Estoy bien. —Mentí, y mi voz se quebró—. No te sientes. Estás perdiendo demasiada sangre. ¿Cuánta tienen los dioses en ellos? ¿La misma que los mortales? ¿Cuánto pueden vivir si ella? —No lo sabía —susurró—. Creí… Ava dijo… —No es tu culpa. —Temblorosamente rocé mi boca contra la suya. Él sabía a lluvia—. Nada de esto es tu culpa. Nunca debería haber confiado en ella. Nunca debería haberte dejado. Lo siento. Me besó de vuelta débilmente. —Ese era… ese bebé era… Un nudo se formó en mi garganta. —Sí. Él es tu hijo. —Logré hacer una sonrisa en medio del llanto. Al menos Henry lo sabría—. Lo llamé Milo. Podemos llamarlo de otra forma si quieres. —No. —Tosió, y algunas gotas de sangre mancharon sus labios—. Es perfecto. Como tú. Me apoyé en su pecho, colocando tanto peso en la herida como fuera posible. Me negaba a decir adiós así. No a Henry, no a nuestra vida juntos, a nada de ello. No estaba lista, y Milo merecía tener un padre. Yo no había tenido uno al crecer, y cómo diablos iba a dejarlo sufrir el mismo vacío e incertidumbre. Él merecía más que eso. Merecía tener una familia. Mi brazo sangraba profusamente, y en unos instantes la habitación empezó a dar vueltas. Los ojos de Henry, iluminados por la luna, permanecían abiertos mientras sonreía. —Nunca pensé que tendría un hijo. —Su voz tembló—. Nunca pensé que te tendría.
  • 42. 42 Apreté mis dientes contra el mareo, con cada segundo mi cuerpo se hacía cada vez más débil. —Vas a tenerme por un montón de tiempo más que esto. —Mi visión se nubló, y me esforcé por mirar a nuestro alrededor. ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué no podían sentir que la vida de Henry se agotaba del modo en que yo lo hacía? Porque no era su vida la que sentía agotándose. Era la mía. —¿Kate? ¿Henry? La voz de mi madre me inundó, y dejé escapar un cansado sollozo. —¿Mamá? Se arrodilló a mí lado, irradiando calidez, la esencia de manzanas y fresias. —Vamos, cariño —murmuró—. Te tengo. Sin embargo, no podía quitar mis manos de Henry. Ahora estaba frío, sus ojos muy abiertos, sin parpadear, y su pecho estaba quieto. Los dioses no necesitaban respirar, pero Henry siempre lo necesitó. Su corazón siempre tenía latidos, pero ahora no veía ningún indicio de pulso. Estaba muerto. No recuerdo que los demás aparecieran. En un momento, mi madre me sujetaba contra su pecho y envolvía su mano en mi sangrante brazo, mientras yo gritaba, lloraba y me desvanecía. Al siguiente, Walter se cernía sobre nosotros, Theo se arrodillaba junto al cuerpo de Henry y sus labios se movían a un ritmo frenético. —Sácala de aquí —dijo Walter con su estruendosa voz distante, mientras yo me encogía en un oscuro rincón del fondo de mi mente. Manos amables me levantaron, y creí oír la voz de James murmurando palabras de consuelo que no entendía, pero que aparentemente me azotaban y gritaban. No podía dejar a Henry. Si lo dejaba, nunca lo vería otra vez, y entonces realmente se habría ido.
  • 43. 43 Aunque, no podía irse. Simplemente no podía irse. Otro par de manos se nos unió, pero estaba tan completamente sumergida en mí misma que bien podría haber cerrado mis ojos y desaparecido en la oscuridad. Aquí, nada podía tocarme. Aquí, Henry estaba en todas partes. Aquí, era invierno otra vez, y estábamos acurrucados bajo el edredón de plumas en el inframundo mientras las horas pasaban. Su pecho estaba cálido bajo mi palma, y su corazón latía contra mis dedos, constante y eterno. Aquí, nadie murió. Un quejido llamó mi atención, y abrí mis ojos otra vez. La habitación dorada había desaparecido, remplazada por la guardería de color atardecer del palacio de Calliope. Y mi corazón se hundió. Ahí, tumbado en la cuna, estaba Milo. Después de todo, mi madre no lo había salvado. Me paré junto a él, pretendiendo que podía tocarlo y mecerlo para dormir. Pretendiendo que no era sólo cuestión de tiempo antes de que el fuego Titán en mis venas me consumiera y que Milo quedara huérfano. Nunca había conocido a mi padre, pero atesoraba el tiempo que había pasado con mi madre. Milo jamás tendría eso tampoco. El único momento que tendríamos juntos, eran esos pocos segundos antes de que Calliope hubiera matado a su padre, y él nunca lo recordaría. No, teníamos el ahora. Incluso si no sabía que estaba con él, podría estar allí. Lo estaría. Acomodándome al lado de su cuna, lo miré sin parpadear, absorbiendo cada segundo. Y esperé por lo inevitable. * * * Kate.
  • 44. 44 La voz de James flotó hacia mí y se abría paso a través de lo que quedaba de mí corazón. Parpadeé. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? No, Calliope podría haber sido un monstruo, pero no dejaría solo a Milo por tanto tiempo. Él dormía sonoramente en la cuna, su pequeño pecho subía y bajaba. Me consolaba con cada respiración. Vuelve, Kate. Sus palabras eran un susurro en mi oído, pero me quedé donde estaba. No había nada para mí en la realidad. Mi madre había vivido durante eones antes de que yo hubiera nacido; podía hacerlo sin mí una vez más. Tenía que hacerlo. El aire se hizo fastidiosamente espeso. Kate, lo juro, si no regresas, le diré a Henry que me besaste. Y que dijiste que tenía un lindo trasero. —¿Henry? Mis ojos se abrieron de golpe. Esta vez mis ojos reales. El dolor de dejar a Milo me quitó la respiración, como lo había hecho cada vez antes. Y difusas formas flotaban delante de mí hasta que logré enfocarme. Un techo de color azul cielo y, sin duda, un piso de color ocaso. Pero a diferencia de la habitación bañada en luz dorada, esta era diferente. Más pequeña, silenciosa y de alguna manera más oscura. Frenéticamente miré alrededor de la habitación por cualquier señal de Henry, pero él no estaba ahí. Entonces era la enferma idea de una broma de James, para alejarme de lo único que me daba cierto consuelo en este momento. —¿Cómo te estás sintiendo? —Mi madre se cernía sobre la cama, aplicando una compresa de algo que olía como miel y mandarinas en mi brazo. Al darse cuenta de mi mirada, peinó mi pelo hacía atrás y me ofreció una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos—. Una compresa para detener el
  • 45. 45 dolor. Vas a tener que usar un cabestrillo, pero por ahora no se extenderá a ningún otro lugar. Sacudí mi cabeza. —Quítala. —¿Qué? —Su ceño se frunció—. Cariño, esto está salvándote la vida. —No la quiero. Me senté, y mi cuerpo gritó en protesta mientras arrancaba la compresa de mi brazo. No me importaba. Henry estaba muerto, y nunca sostendría a mi hijo otra vez. No quería que nadie salvara mi vida. Mi madre puso su mano sobre mi hombro bueno, con firmeza pero delicadamente, me guió de vuelta a la cama. No tenía la fuerza para luchar contra ella. —Es una lástima. Soy tu madre y ya sea te guste o no, no voy a dejarte morir en mi presencia. Lloriqueé, mirando hacia el techo sin nubes. —No puedo hacer esto, mamá. No la había llamado así desde segundo grado, cuando la chica más popular de mi escuela privada en Nueva York casualmente lo escuchó y procedió a burlarse de mí por los próximos cuatro años. —¿No puedes hacer qué? —Puso la compresa en mi brazo otra vez, y aunque dolía como el demonio, el dolor no se propagó. —Tengo un bebé —susurré. ¿Siquiera sabía que era abuela? ¿Conocía el plan de Calliope? ¿O pensaba que había escapado con Ava por nueve meses y me había olvidado de ella? Vaciló, sin mirarme a los ojos. —Lo sé. Lo siento, Kate.
  • 46. 46 Eso fue todo. Simple reconocimiento. Sin ofrecerse a encontrarlo. Ninguna promesa de robarlo de Calliope a la primera oportunidad que tuviera. Tragué con fuerza, a casi nada de la histeria. —Su nombre es Milo. Henry… a Henry le gustó ese nombre. —Estoy segura que todavía le gusta. La voz de James se filtró a través de la bruma que me rodeaba, levanté mi cabeza. James se apoyó contra la puerta abierta, su pelo rubio alborotado y sus mejillas sonrojadas, como si hubiera corrido una maratón. O tal vez era porque no lo había visto a la luz del sol en mucho tiempo. —Él está en otra habitación. Theo lo está atendiendo —dijo. Theo, el miembro del Consejo con la habilidad de curar heridas causadas por los Titanes. O si no curaba, al menos lo hacía menos doloroso. ¿Era posible? La forma en que los ojos de Henry se habían quedado mirando sin ver, la ausencia del latido en su corazón, cualquier esfuerzo en absoluto para mantener su cuerpo en funcionamiento… no podía ser. —¿Henry está vivo? El momento entre mi pregunta y la respuesta de James duró una eternidad. De repente, quería oírlo, pero no quería saber. Podría haberme aferrado a la deliciosa esperanza que James me daba por el resto de mi interminable vida. Henry siempre podría estar en la habitación de al lado, vivo y esperando por mí. —Sí —dijo, y dejé escapar un suave sollozo. Mi madre tocó mi mejilla, pero miré tras ella, concentrándome en mi mejor amigo. —¿Puedo verlo? Necesito verlo. Olvidé permanecer quieta. Luché para sentarme de nuevo, pero por segunda vez, mi madre me retuvo, más insistente que antes. —Puedes verlo tan pronto como estés lo suficientemente bien —dijo ella, pero miró hacia James, e intercambiaron una mirada que no entendí.
  • 47. 47 —¿Qué? —Mi cuello se tensó por el esfuerzo de mantener mi cabeza erguida, pero no podía apartar la mirada—. ¿Qué está pasando? James vaciló, y ese delicado globo de esperanza en mi interior estalló. —Está inconsciente, y hay una posibilidad de que nunca pueda despertar. Agarré las sábanas con mi mano buena. No estaba muerto, pero no estaba vivo tampoco. Atrapado en medio, al igual que mi madre lo había estado durante el tiempo que pasé en la Mansión Edén cuando el Consejo me había puesto a prueba. Excepto que Henry era inmortal, y no tendría ninguna liberación. No sabía qué era peor, la muerte o esto. —Theo detuvo la propagación, pero Henry fue apuñalado en el pecho —dijo James. Se acercó a la cama y tomó mi mano, agarrándola suavemente. Mis dedos temblaron—. No sabemos cuán malo es el daño. O si Henry siquiera se recuperará lo suficiente para despertar. —¿Ha… hay una cura? ¿Una manera de arreglarlo? —No hay nada que podamos hacer —dijo James, y al otro lado, mi madre secó las esquinas de sus ojos con un pañuelo—. Solo tenemos que esperar. Mi garganta se contrajo. Tenía que existir una forma. Siempre la había. Si Henry podía traerme de vuelta de la muerte, entonces podía encontrar una manera para hacer lo mismo por él. —¿Qué hay acerca de Cronos? ¿Él no podría hacer algo? Silencio mortal. Los segundos pasaron, y sin aviso, mi madre y James comenzaron a hablar al mismo tiempo. —No puedo permitir esa posibilidad… —Incluso si él pudiera, ¿realmente piensas…? Ambos se detuvieron y se miraron el uno al otro, finalmente mi madre habló primero.
  • 48. 48 —No vas a volver ahí, cariño —dijo—. Es un milagro que Henry te haya sacado en primer lugar, y arriesgó todo por ti. No querría que regresaras. Sabes que no lo haría. Si sólo se tratase de mí, entonces mi madre habría estado en lo correcto. Sin embargo, no era únicamente acerca de mí. También era sobre Milo. Podría haber sido una inútil rescatando a nuestro hijo, pero si Henry pudo salvarme, entonces él también podía salvarlo. Y si había una forma de que pudiera salvar a Henry, si había una forma de que pudiera darle a Milo el padre que se merecía, entonces tendría que intentarlo. —¿Cronos puede ayudar a Henry? —dije de nuevo en una voz tan firme como pude reunir. James se cercó más y apretó mi mano en la suya. —Sí —admitió—. Él puede. Pero incluso si regresas con Cronos, él podría no reparar el daño que ya se le ha hecho a Henry. Sabes que no lo haría. —Correcto —susurré. James está equivocado, pensé. Si Cronos tenía suficiente incentivo, él podría. Y no iba a renunciar sólo porque ellos insistían que no tenía caso intentarlo. Incluso si significaba ir directo a Cronos y darle todo, podría realmente hacerlo si quería decir que Henry viviría. * * * Mientras me encontraba en la cama, planeaba. Cada palabra que diría, cada argumento que usaría, todo lo que le ofrecería a Cronos para que salvara a Henry. Capa tras capa de planos que, le devolverían la vida a Henry y a nuestro hijo un padre. Lo que fuera lo tomaría.
  • 49. 49 Pasé mis horas con Milo, viéndolo dormir, viendo como Ava lo cambiaba, viendo como Calliope intentó convencerlo para comer de una botella. Para mi inmensa satisfacción, él se reusaba. —Debes comer —dijo Calliope severamente mientras le ofrecía otra botella caliente a mi hijo. Él giró su cabeza hacia otro lado, con su rostro arrugado y colorado de tanto llorar. Ella estrecho sus ojos—. Callum, debes comer. Indudablemente para ella sería Callum. Él era Milo, no Callum, y no importa cuánto tiempo estuviera con esa perra, nunca sería de ella. Sin embargo, mientras las horas se convirtieron en un día, luego dos, mi preocupación superó mi odio por Calliope. Milo no estaba comiendo. Se agitaba en su sueño, y cuando estaba despierto, sus ojos estaban constantemente llenos de lágrimas. Él era miserable. No sabía qué hacer. ¿Había alguna otra cosa, aparte de asaltar el palacio y exigirle a Calliope que me lo devolviera? De todos modos nada funcionaría. Podría tener al Consejo entero respaldándome, pero sin Henry, no sería nada más que un inútil esfuerzo. Cronos me tendría retenida, Calliope ocultaría lejos a mi hijo, y él solo podría debilitarse. —Vamos, Milo —susurré mientras me apoyaba sobre su cuna. Por enésima vez, traté de tocarlo, pero una vez más mis dedos traspasaron su mejilla—. Perdón por no estar aquí. Si tuviera una oportunidad… —Mi voz se quedó atrapada en mi garganta—. Sé que Calliope es horrible, pero necesitas comer. Necesitas estar sano y fuerte para cuando finalmente consiga estar contigo otra vez. Al menos abrió sus ojos azules, y en ese momento, juré que él me vio. —Ahí estás. —Le di una llorosa sonrisa—. Eres hermoso, sabes. Pones a Adonis en vergüenza. Sus sollozos se calmaron, y alzó sus brazos, como si estuviera tratando de alcanzarme. Nuevamente traté de tocarlo, pero aún no podía. Sin embargo, nunca dejaría de intentarlo.
  • 50. 50 —¿Crees que podrías hacer eso por mí? —murmuré—. Solo come un poco. Puedes estar tan infeliz como quieras. No te culpo. No va a durar para siempre, lo prometo. No podía. No lo dejaría. —Tiene tus ojos. Mi corazón estuvo malditamente cerca de detenerse. Lentamente me di la vuelta, y a pesar de la escasa luz, pude ver cada rasgo de su rostro. —¿Henry? Sonrió sombríamente y abrió sus brazos. No pensé. Fui a él, enterrando mi rostro en su pecho e inhalando, pero no olía a nada. No estaba aquí tampoco. Sin embargo, podía tocarlo. Podía sentir su camisa de seda y el calor emanando de su cuerpo. ¿Cómo? —Te había extrañado —murmuró, rozando sus labios contra mi mejilla. Cuando traté de girar mi cabeza para besarlo apropiadamente, se alejó, fuera del alcance. El rechazo y la duda se apoderaron de mí. ¿Estaba enojado porque se había quedado atrapado? ¿Por qué no pude salvarlo? ¿Sabía acerca de mis planes para entregarme a Cronos a cambio de su vida? Sin embargo, cuando seguí su mirada, me relajé. Milo. Me escondí debajo de su brazo, y juntos nos acercamos a la base. Cuando el bebé nos vio, intentó llegar hasta nosotros. Y hasta mí. Una parte del corazón se me derritió. Luego, Henry llegó hasta él, y antes de poder advertirle que no funcionaría, sus dedos hicieron contacto con los de Milo. No es que se desvaneciera en el desocupado espacio a su lado o se cerniera a un milímetro por encima de su piel y pretendiera hacerlo. Él verdaderamente estaba tocando a nuestro hijo.
  • 51. 51 —Hola, hombrecito —dijo Henry solemnemente—. Escuché que no has estado comiendo. Produciendo una botella aparentemente de la nada, Henry me dejó y recogió a Milo. Me quedé atrás, aturdida, mientras Henry le daba la leche. Varios minutos pasaron, y al último Milo empezó a comer. —¿Cómo…? —Una ola de mareos me atravesó. Esto no podía estar sucediendo, no a menos que él estuviera muerto o… o algo que no entendía—. ¿Cómo es esto posible? —A veces juzgamos mal lo que es posible y lo que no. La voz de Henry sonó en mi cabeza, claro como todo, y esperé para que dijera esas palabras nuevamente. Para insistir en que solo porque no sabía cómo funcionaba, no podía evitar que sucediera. En lugar de eso, él sonrió, y Milo comió ávidamente. —Porque lo es. ¿Qué más explicación necesitas? Quería saber todo. Quería para saber cómo salvarlo, cómo unir de nuevo a nuestra familia, cómo detener a Cronos y Calliope de asumir el mundo. Pero en ese momento, sólo necesitaba escuchar una cosa. —¿Te quedarás con él? En sus brazos, Milo balbuceó, y traté una vez más de tocarlo. Pero nada. —Por supuesto —dijo Henry, y presionó sus labios en mi frente—. Siempre. Abrí mis ojos, más contenta y relajada de lo que había estado desde el solsticio de invierno. A pesar del brillante cielo azul sobre mí, este lugar, el que fuera, estaba tranquilo. Mi madre no me había dejado sola desde que había regresado del castillo de Calliope, pero mirando alrededor, noté su asiento vacío. Finalmente, la oportunidad por la que había estado esperando.
  • 52. 52 Balanceando mis piernas fuera de la cama, comprobé el suelo de color ocaso, estaba más caliente de lo que esperaba. Y mi brazo quemado ya no estaba más lastimado, mi madre tenía razón. Lo que estuviera en esa compresa había detenido la propagación de la agonía hecha por la daga. Mientras estuve inconsciente, alguien, espero que mi madre y no James, me había vestido con un camisón blanco de seda, tan suave, que bien podría haber sido agua contra mi piel. Tomé unos pasos tentativos, y una vez que estaba segura de que no iba a colapsar, me dirigí a la puerta. No tenía idea de dónde estaba, pero quería ver a Henry. Tenía que asegurarme que no estaba muerto. Que mi visión no había sido su último adiós para mí. Para nuestro hijo. No. Él había prometido estar con Milo, y lo haría. Los Dioses no se convertían en fantasmas corpóreos cuando morían, o al menos pensé que no lo hacían. ¿Había un dios tan poderoso como Henry que nunca antes murió? Abrí la puerta de la habitación para revelar del otro lado un corredor, con el mismo techo azul y piso color ocaso. Los colores debajo de mis pies cambiaban mientras caminaba, y tuve que apartar mis ojos para revisar las diversas puertas que estaba a unos seis metros de distancia a través del pasillo. Habitación tras habitación vacía. Algunas eran simples, como la mía, pero otras estaban decoradas, una con detalles en azul claro y seda blanca que hacía juego con mi camisón; otro con profundos verdes y flores brillantes que crecían por todos lados. Se veía exactamente como el tipo de habitación que mi madre podría tener si ella acabara de… Espera. Empujé la puerta abriéndola más ampliamente. No era solo un cuarto; era una suite, con variedad de otras puertas decorando las paredes y mucho más espacio del permitido por las otras habitaciones que la rodeaban. Avancé poco a poco hacia la mesita de noche, donde se encontraba una fotografía.
  • 53. 53 No, no una fotografía, un reflejo, como el que Henry había tenido de Perséfone en la Mansión Edén, uno que capturaba un momento, no una inmóvil fotografía. Con una mano temblorosa, recogí el marco de madera y lo miré. Mi madre y yo devolviendo la mirada. Reíamos en medio de Central Park. No necesitaba ver los pastelitos o el desorden que quedaba de nuestro picnic para saber lo que era. Era el reflejo que Henry me había dado en nuestra primera y única navidad juntos. —¿Kate? El marco se deslizó de mi mano, y el cristal se rompió al tiempo que golpeaba el suelo. Juré y me agaché para recogerlo. —Mamá, lo siento, no quería… —Todo está bien —dijo, arrodillándose junto a mí y agitando mi mano tratando de alejarme—. ¿Qué estás haciendo fuera de la cama? Mientras me levantaba, el cristal se reparó a sí mismo bajo su dirección. ¿Cuánto tiempo podría tomarme aprender cómo controlar mis poderes de esa forma? Había tratado de averiguar de lo que era capaz de hacer mientras Calliope me tuvo cautiva, pero sin alguien para enseñarme, lo mejor que manejaba era controlar mis visiones. —Quería ver a Henry. —Me parece justo. Mi madre se irguió y colocó el recién reparado cuadro de vuelta en su mesita de noche. Y era su mesita de noche; estaba segura sobre eso ahora. Esta era su suite. Esta era su casa. Esto era el Olimpo. —¿Te importaría hacer un viaje conmigo antes de que vayamos a verlo? — dijo mi madre, poniendo su brazo alrededor de mis hombros.
  • 54. 54 —¿Qué? ¿Por qué? —espeté—. Mamá, quiero ver a Henry. Él estaba en mi visión, sostenía a Milo y le dio de comer y todo. Su ceño se frunció, pero en vez de decirme que estaba loca o que era mi imaginación, ella suavemente dijo. —Cariño, podemos hablar sobre eso más tarde. Walter llamó a una reunión de emergencia del Consejo, y yo estaba de camino para ir a buscarte. ¿Para buscarme? ¿Con qué ayudaría al Consejo? Solo había sido inmortal por un año y medio. Eso no era nada comparado con el resto del Consejo, algunos de ellos eran más viejos que el albor de la humanidad. Como mi madre. Como Henry. Como todos los seis originales hermanos, cinco, ahora que Calliope los abandonó. Cuatro ahora que Henry estaba perdido en un mundo entre la vida y la muerte. —¿Qué ocurrió? Mi madre dudó, y tomando mi brazo bueno, me guió a la puerta. —No quiero preocuparte, pero… —¿Pero qué? —Mi interior se congeló. ¿Lo peor había sucedido? ¿Estaba Henry o Milo muertos?—. ¿Mamá, pero qué? Sus ojos parpadearon hasta cerrarse. —Es Cronos —dijo, con su voz quebrándose—. Él declaró la Guerra.
  • 55. 55 Capítulo 4 EL CONSEJO DIVIDO Traducido por Nanami27, Simoriah y Rihano Corregido por BrendaCarpio ólo la mitad del Consejo apareció. Irene, mi tutora durante mi tiempo en el Edén, lloró mientras Sofía, enfermera de cuidados en casa de mi madre y otra de los seis originales, trataba de consolarla. En el lado opuesto del círculo, Walter y Phillip, hermanos de Henry, se sentaron con sus cabezas inclinadas juntas, y hablaban en voz baja. James y Dylan, el novio de Ava de la Preparatoria Edén, permanecieron en silencio en sus respectivos tronos. Nadie más apareció. —¿Dónde está todo el mundo? —le susurré a mi madre, aunque en la sala sin fin, mi voz gritó. —Algunos han optado por no unirse a nosotros. No vamos a tenerles rencor por eso. —Se sentó y me hizo un gesto para que tomara asiento a su lado, en el trono hecho de diamante blanco directamente desde el Inframundo. El de Perséfone. Dudé. Me senté allí un par de veces en el palacio de Henry, pero asumí que estaba allí porque era su reino. ¿Era simplemente un lugar para sentarme, o significaba esto que era un miembro del Consejo ahora? A pesar del honor, S
  • 56. 56 la idea de tener ese tipo de responsabilidad, ese tipo de control sobre las vidas de los demás me hizo enfermar del estómago. Pero si ellos confiaban en mí lo suficiente para hacerme uno de ellos, entonces yo haría todo lo posible para ayudar. —Estamos esperando por ti, querida —dijo mi madre, y me obligué a salir de él. Posándome en el borde de la silla, acuné el brazo hacia mi pecho y esperé. Sabía por qué Nicholas no estaba allí, por supuesto, ya que Calliope lo mantenía como rehén. Ava estaba ayudándola, para salvar a Nicholas, me di cuenta, pero eso no hacía más fácil de digerir su traición. Y Henry... Todos tenían excusas para no estar allí, y después de que Ella había perdido su brazo el día que Cronos escapó del Inframundo, no la culpaba por no querer ser parte de ello tampoco. Pero ¿qué pasaba con Theo? ¿Qué pasaba con Xander? El Consejo sin Calliope había discutido y estado en desacuerdo, pero nadie había abandonado su posición. Walter se levantó y se aclaró la garganta. Parecía más viejo de alguna manera, a pesar de su intemporalidad. Sus hombros se hundieron bajo el peso de todo lo que había sucedido, y junto a él, Phillip, por lo general tan brusco e impermeable, no se veía mucho mejor. —Hermanos y hermanas, hijos e hijas... ¿Hijas? Sólo Irene era su hija. Sofía y mi madre eran sus hermanas. A menos que se refiriera a mí, también. No. Fue un desliz de la lengua, nada más. Porque si me contaba a mí, también, porque jamás nadie había hecho… —Me entristece enormemente informar que Atenas ha caído. Todas mis preguntas sobre mi padre volaron de mi cabeza. ¿Atenas había caído? Irene lloraba, y Sofía la abrazó, frotando su espalda y murmurando palabras de consuelo que no podía entender. Desconcertada, miré de ellas a Walter. ¿Cómo podía caer Atenas? Esto no era la Grecia antigua. ¿Qué quería decir eso?
  • 57. 57 —¿Cómo? —dijo mi madre—. ¿Por qué? No tenemos ejército allí. No hay soldados que amenazen el agarre de Cronos sobre el Mar Egeo. ¿Por qué atacaría sin provocación? No fue provocado, sin embargo. Cronos había prometido que nadie iba a morir, siempre y cuando me quedara a su lado, y ahora lo había abandonado. Mis manos comenzaron a temblar, y las metí entre las rodillas. Al otro lado del círculo, los ojos de Walter se encontraron con los míos. Él lo sabía. —No podemos pretender entender cómo piensa Cronos —dijo él, y una oleada de gratitud atada con culpabilidad me abrumó. Él no lo iba a decir. —En cuanto a la forma en que atacó —dijo Phillip, llegando a estar al lado de su hermano—. Él utilizó mi dominio. Fue un ataque calculado con Atenas señalada específicamente, ninguna otra área fue tocada. Sin embargo, el daño que hizo... Irene gritó con más fuerza, y Phillip levantó la voz para que todos lo oyéramos. —La marea de la ola quitó casi todo. Mi cuerpo se congeló, y la habitación de oro giró a mi alrededor hasta que no pude soportarlo más. —¿Acaso, alguien murió? —susurré. Walter no dijo nada por un momento, y me pareció ver un destello de compasión pasar por su cara. —Sí. Casi un millón de personas perdieron sus vidas. Algo dentro de mí se retorció, agudo e implacable, y si pudiera haber vomitado, lo habría hecho. Casi un millón de personas habían muerto por mi culpa, porque yo había mentido a Cronos. Había sabido que habría consecuencias, sin embargo, lo había hecho de todos modos.
  • 58. 58 No, no sabía que iba a ser algo parecido a esto. Esto no era una guerra entre dos adversarios iguales; era una masacre de personas que ni siquiera sabían que los dioses y los titanes eran reales. —Un ataque puramente simbólico entonces —dijo Dylan, con el ceño fruncido. Un mapa tridimensional de Grecia apareció en el centro del círculo, completo con montañas, islas y mares, todo a escala y color exactamente igual que lo serían si se tratara de una toma aérea. Por lo que sabía, lo era. El mapa se agrandó hacia Atenas hasta que el daño fue visible. Durante mi primer verano lejos de Henry, James y yo habíamos visitado Grecia, y pasamos semanas en la ciudad. Mis recuerdos de calles empedradas, gente amable y que lo moderno se encontrara junto al antiguo bien podría haber sido un sueño. No quedó nada. Los escombros y lodo sustituían lo que había sido una ciudad vibrante, ahora arrastrada hacia el mar. Las lágrimas se deslizaron por mi cara, y no era la única que lloraba. A mi lado, mi madre deslizó su mano en la mía, y hasta los ojos de James se pusieron rojos. Atenas se había ido realmente. —Mira —dijo Irene de repente, su voz gruesa—. Más cerca. El mapa se agrandó, y evité mirar. No podía ver los cuerpos, si quedaba alguno para empezar. No podía ver las caras de los que habían muerto por mi culpa. —El Partenón —dijo Irene—. Lo dejó en pie. Abrí un ojo. El templo de Atenea —de Irene— estaba de pie, intacto a excepción de los estragos del tiempo y la historia. —¿Un mensaje? —dijo James, inclinándose hacia adelante. —No puedo decirlo —dijo Walter con gravedad—. Tal vez él tiene un poco de respeto por todo lo que hemos hecho para el mundo.
  • 59. 59 —O tal vez quiere decir que va a mantenernos con vida si no nos interponemos en su camino —dijo Irene, secándose los ojos con un pañuelo. —No debemos caer como víctimas a la creencia de que la eliminación de nosotros mismos de esta guerra evitará que suceda —dijo Walter con sorprendente delicadeza—. Él tiene la intención de matarnos, a todos nosotros, por mantenerlo encerrado en el Tártaro. La humanidad no es nada para él, pero no dudará en acabar con ellos también, a sabiendas que nuestra existencia está ligada a la de ellos. No tenemos más remedio que luchar hasta que se haya terminado. —De una forma u otra —susurró Irene. Walter asintió. —De una forma u otra. —¿No hay algo que podamos hacer? —Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, y cada miembro del Consejo se centró en mí—. Cronos debe querer algo. —Sabes lo que quiere —dijo Walter, y mis mejillas quemaron. Sí. Él me quería. —Todos sabemos lo que quiere —interrumpió Dylan—. Muerte. Destrucción. Violencia. Guerra. Para gobernar el mundo una vez más. Por lo general, lo apruebo, pero no cuando somos los objetivos. —Entonces, ¿qué es lo que vamos a hacer al respecto? —dijo James—. ¿Dejar que se salga con la suya? —Ya he llamado a una reunión entre mis súbditos —dijo Phillip—. Ellos saben que no deben someterse a su voluntad sin importar el costo. —Cronos tiene más poder que todos nosotros juntos —dijo Irene, un borde determinado en su voz ahora—. No podemos defendernos como somos ahora y esperar lograr alguna medida de éxito. —¿Qué pasa con los otros dioses? —dijo James—. Podrían ayudar.
  • 60. 60 —Casi todos ellos firmaron una petición insistiendo en que no lo harán — dijo Walter—. Además, todos podrían unirse a nosotros y poner todo lo que tienen en esta guerra, pero aun así no sería suficiente. No son lo suficientemente potentes como para compensar la pérdida de Henry y Calliope. Apreté los dientes. Henry no estaba muerto todavía. —Yo podría hablar con Cronos —dije—. Él… él fue amable conmigo. Podría escuchar. —No —dijo mi madre—. Incluso si tuvieras esa clase de alcance sobre él, no se detendrá ante nada hasta que tenga lo que quiere. Él ha esperado y planeado durante eones. No vas a hacerlo cambiar de opinión, no importa cuán encariñado pudiera estar contigo. Al otro lado del círculo, James se centró en mí. No hice caso de la pregunta en su mirada y me concentré en la imagen flotante entre nosotros en su lugar. —Podría funcionar —dije. —Ese es un riesgo que no podemos correr —dijo Walter—. Calliope ya ha demostrado que va a matarte si se le da la oportunidad, y Cronos puede no estar dispuesto a protegerte más. No, debemos centrar nuestros esfuerzos en surgir con una manera de equilibrar nuestras posibilidades a pesar de que nuestros miembros faltan. Frustración, caliente e inflexible, se levantó dentro de mí. Por supuesto que me iban a invitar a unirme a ellos sólo para descartar toda idea que yo tenía. ¿Qué más podía esperar? —¿Qué pasa con Rhea? —dije. Se sentía como años desde que había decidido dejar el Inframundo para pedir su ayuda. Ella era la única que podía hacer frente a Cronos en poder, y si alguien podía ganar esta guerra, era ella—. ¿Qué dijo ella? Silencio. Walter y Phillip intercambiaron una mirada inquieta, y finalmente James intervino.
  • 61. 61 —Nadie ha tratado de encontrarla. —¿Qué? ¿Por qué no? —No sabíamos que no estabas… —comenzó Walter, pero mi madre intervino. —La mayoría de nosotros no sabía que no estabas buscándola —corrigió, el fuego en sus ojos. Los labios de Walter se apretaron bajo de su mirada. —Sí. La mayoría de nosotros no sabíamos que ya no estabas buscándola. Cierto. Ese momento entre Henry y Walter en la oficina. Henry había insinuado que Walter podía haber sabido lo que estaba pasando. —Y todo ese tiempo, ¿no te detuviste a pensar que podría ser una buena idea enviar a otra persona en su lugar? —dije. Walter se aclaró la garganta. —Nuestros esfuerzos se centran en tratar de detener la guerra inminente, no intensificarla. —¿Ah, sí? ¿Cómo resultó eso? —dije, y mi madre me apretó la mano, una orden silenciosa que dejara de hablar. Esta era mi culpa, sin embargo, hasta el último pedacito de ello. Había ganado la inmortalidad y robado a Henry de Calliope, o al menos así fue como ella lo vio. Mi error estúpido había obligado a Henry liberar a Cronos del Tártaro en primer lugar. Ahora, debido a que había dejado salir Cronos, casi un millón de personas habían muerto y más indudablemente seguiría. No, no me iba a callar. —Mientras que el resto de debate y trata de averiguar qué hacer, voy a encontrarla —dije—. Y voy a conseguir que nos ayude. Esperé una discusión, pero en su lugar el Consejo se quedó en silencio. —Es nuestra más grande oportunidad de obtener un aliado poderoso —dijo Sofía después de un largo momento—. No podemos esperar influenciar a
  • 62. 62 Calliope para que vuelva a nuestro lado, y sin un balance de poder, más ciudades se derrumbarán, y más gente morirá. No sé qué opina el resto de ustedes, pero estoy dispuesta a intentar lo que sea que pueda traernos paz. Walter suspiró cansadamente. —Muy bien. Si eres capaz de convencer a Rhea de asistirnos para contener a Cronos, entonces nos harás un gran servicio, Kate. Y posiblemente había evitado que millones, quizás billones, murieran. Sí. Sin duda. —Lo haré. —Yo iré con ella —dijo James. Nuestras miradas se volvieron a encontrar, y esta vez no aparté la vista—. Te guste o no, soy el único que puede encontrarla, así que no discutas. —No iba a hacerlo —dije—. Confío en ti. —Si había una persona que yo sabía que no me traicionaría, era James. No tenía nada que ganar de esta pelea excepto su propia supervivencia, y su habilidad para encontrar a cualquiera significaba que no perderíamos tiempo buscando a Rhea. Él sabría exactamente dónde estaba. —Todos debemos confiar en los demás ahora —dijo Walter—. Aquellos que están aquí y aquellos que no. —Se concentró en el trono vacío de concha marina por un momento antes de volver su mirada hacia mí—. Todos hemos cometido errores. Todos tenemos una carga que llevar. Pero a menos que estemos unidos, caeremos, y debemos encontrar el perdón y la compresión dentro de nosotros. La maldad pura no existe. Incluso Cronos tiene sus razones para hacer lo que hace, y cuanto mejor nos entendamos mutuamente, mejor oportunidad tenemos de encontrar una solución antes de nuestras bases se derrumben. Desvié los ojos. Una vez, la primera vez que había enfrentado al Consejo, había perdonado a Calliope por matarme. Había sido capaz de ver más allá de sus crímenes y examinar las razones subyacentes, y en una forma, había
  • 63. 63 sido capaz de comprenderla. Pero si Walter realmente me estaba pidiendo que hiciera lo mismo con Ava… No era mi vida la que ella había amenazado. Era de la Milo, y algunas cosas son imperdonables. Pero a pesar de mi ira, quería perdonarla; quería simpatizar con ella. Quería que estuviera una vez más de nuestro lado. Y podía entender por qué ella lo había hecho, incluso si no quería admitirlo para mí misma. Calliope la había chantajeado, usando la vida de Nicholas para asegurar la cooperación de Ava. El día en que ella y yo abandonamos el Inframundo, las señales habían sido obvias, y si me hubiera tomado un momento para pensar en eso, hubiera sabido que algo sucedía. La fuerza de Ava estaba en cuánto amaba a otros. Yo había sabido que Calliope se había llevado a Nicholas y que había hablado a solas con Ava, y debería haberme dado cuenta de que Ava haría lo que fuera para protegerlo. Debería haber hecho algo para ayudarla antes de ella tuviera que traicionarme. Sin embargo, eso se había terminado. Ella había cometido sus errores, y yo había cometido los míos. Haría lo que fuera para arreglarlos, y sólo podía esperar que ella también hiciera lo mismo. —Todos haremos lo mejor que podamos —dijo mi madre, y volvió a apretarme la mano, su mirada fija en mí. Le di un leve asentimiento. Lo intentaría. —Entonces está hecho —dijo Walter, y en algún lugar en lo profundo del palacio, sonó el trueno—. Kate y James intentarán aliar a Rhea con el Consejo. —Y nos prepararemos para la guerra —dijo Dylan con un destello en los ojos. —No —dijo Walter—. Nos hemos preparado lo suficiente. Ahora pelearemos.