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Sinopsis
Kate Winters se ha ganado la inmortalidad.
Pero si ella quiere una vida junto a Henry en el Inframundo, tendrá que luchar para
conseguirlo.
Volverse inmortal no se suponía que fuese la parte fácil. Aunque Kate está a punto
de ser coronada Reina del Inframundo, está tan aislada como siempre. Y a pesar de
su creciente amor por Henry, el soberano del Inframundo, él se está volviendo más
distante y reservado. Entonces, en medio de la coronación de Kate, Henry es
secuestrado por el único ser lo bastante poderoso para matarlo: el Rey de los
Titanes.
Mientras los otros dioses se preparan para una guerra que podría acabar con todos
ellos, es responsabilidad de Kate salvar a Henry de las profundidades del Tártaro.
Pero para explorar las interminables cavernas del Inframundo, Kate debe contar
con la ayuda de la persona que es la mayor amenaza para su futuro.
La primera esposa de Henry, Perséfone.
Segundo libro de la saga Goddess Test.
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Índice
Prólogo
Capítulo 1: Retorno a Edén
Capítulo 2: Talento
Capítulo 3: Coronación
Capítulo 4: Los Titanes
Capítulo 5: Opciones
Capítulo 6: Lago de Fuego
Capítulo 7: Oasis
Capítulo 8: Perséfone
Capítulo 9: Vínculos que atan
Capítulo 10: Grieta
Capítulo 11: Ingrid
Capítulo 12: Encadenada
Capítulo 13: Sombra
Capítulo 14: Interrogatorio
Capítulo 15: La Mala Hierba y la Rosa
Capítulo 16: Campo de Batalla
Capítulo 17: Ceniza y Sangre
Capítulo 18: Acorralada
Guía de Dioses
Próximo libro
Acerca de la autora
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—¿Aceptas tu papel como Reina del Inframundo? —dijo Henry.
Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. Por el bien de Henry, por el bien de mamá. Por
mi propio bien. Porque al final, sin Henry, no sabía quién era yo.
En el instante en que abrí la boca para aceptar, un estruendo rompió el silencio. Me
di la vuelta para inspeccionar los daños, pero antes de que pudiera mirar bien, Ava
apareció junto a mí y me tomó del codo.
—Tenemos que salir de acá.
Mientras corríamos hacia adelante, otro estrépito se hizo a través de la sala y una
niebla brillante penetró el palacio. La misma niebla de mi visión.
Esta era la cosa que casi había matado a Henry, y ahora nos estaba atacando a
todos. Sin advertencia, se deslizó a través del aire más rápido de lo que los
miembros del consejo podían controlarlo, pero no se estaba dirigiendo a Henry, a
Walter o a Phillip.
Se dirigía directamente hacia mí.
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Prólogo
Traducido por flochi
Corregido por Marina012
alliope caminaba a través del campo soleado mientras ignoraba el parloteo
de la pelirroja caminando detrás suyo. Ingrid fue la primera mortal que
había tratado de pasar la prueba para convertirse en la esposa de Henry, y
quizás si él hubiera pasado más de cinco minutos al día con ella, Henry habría
entendido la razón por la que Calliope la había matado.
—Lo disfrutarás —dijo Ingrid, agarrando un conejo de la alta hierba y abrazándolo
en su pecho—. Todo florecerá al mediodía.
—¿Cómo lo hizo ayer? —dijo Calliope—. ¿Y el día anterior a ese? ¿Y el anterior?
Ingrid sonrió.
—¿No es hermoso? ¿Viste las mariposas?
—Sí, he visto las mariposas —dijo Calliope—. Y el venado. Y cada pieza inútil de tu
otra vida.
Una nube oscura ensombreció el rostro de Ingrid.
—Lamento que creas que es estúpido, pero es mí otra vida, y me gusta así.
Le tomó una enorme cantidad de esfuerzo, pero Calliope luchó contra las ganas de
poner sus ojos en blanco. Disgustar a Ingrid sólo empeoraría las cosas, y a la
velocidad que iba, pasarían años antes de que Calliope saliera de aquí.
—Tienes razón —dijo firmemente—. Es sólo que nunca he pasado nada de tiempo
en este reino, por lo que el proceso me resulta desconocido.
Ingrid se relajó y pasó sus dedos a través de la piel del conejo.
—Por supuesto que no pasas tiempo aquí —dijo con una risita que le puso los
dientes de Calliope en el borde—. Eres una diosa. No puedes morir. A diferencia de
C
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mí —agregó, saltando más allá a unos pocos centímetros de la pradera—. Pero no
es tan malo como pensé que sería.
Si esa chica idiota supiera una maldita cosa, habría sabido que Calliope no era tan
sólo una diosa. Era uno de los seis miembros originales del consejo, antes de que
hubieran tenido hijos y el consejo se expandiera. Antes de que su marido hubiera
decidido que la fidelidad estaba por debajo de él. Antes de que hubieran
empezado a entregar la inmortalidad como si fuera un dulce. Ella era la hija de los
Titanes, y no era una mera diosa. Era una reina.
Y sin importar lo que el consejo y esa perra de Kate hayan decidido, ella no
merecía estar aquí.
—Bueno —dijo Calliope—. La muerte es algo estúpido a lo que temerle.
—Henry se asegura de que me sienta cómoda. Viene de vez en cuando y pasa la
tarde conmigo —dijo Ingrid, y añadió con una sonrisa desdeñosa—. Nunca me
dijiste quién ganó.
Calliope abrió la boca para decir que no era un concurso, pero no era verdad. Cada
parte había sido una competición, y ella se había esforzado por el premio mucho
más que los demás. Se deshizo de los oponentes magistralmente. Incluso Kate
habría muerto si Henry y Diana no hubieran intervenido.
Calliope debería haber ganado, y la sonrisa en el rostro de Ingrid se sentía como
sal en el enorme agujero donde una vez había estado su corazón. Primero había
perdido a su marido, y cuando pensó que había encontrado a alguien que podía
entender su situación y darle el amor que ella deseaba tan fervientemente, y que
alguien —Henry— nunca le dio la oportunidad. Debido a ello, lo había perdido
todo. Su libertad, su dignidad, cada gramo de respeto que había luchado por ganar
a través de los milenios, pero sobre todo, había perdido a Henry.
Habían estado juntos, dos de los seis originales, desde antes del comienzo de la
humanidad. Por eones ella lo había visto, envuelto en misterio y una soledad que
nadie podía penetrar, al menos hasta que Perséfone llegó. Y después de lo que ella
le había hecho…
Si alguien merecía ser castigada, era Perséfone. Todo lo que Calliope siempre había
querido era que Henry fuera feliz, y un día él entendería que la única manera de
que lo fuera sería cuando estuvieran finalmente juntos. Sin importar cuánto tiempo
tomara, ella haría que él lo viera. Y al final, Kate pagaría por robarles un tiempo
precioso de su futuro.
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—¿Calliope? —dijo Ingrid, y Calliope intentó sacudirse esos pensamientos de
encima. Las palabras se escaparon en los huecos de su mente, pero su enojo y la
amargura permanecieron.
—Kate —dijo Calliope, escupiendo el nombre como si fuera venenoso—. Su
nombre es Kate. Ella es la hija de Diana.
Los ojos de Ingrid se agrandaron.
—¿Y la hermana de Perséfone?
Calliope asintió, y detrás de Ingrid, una extraña niebla se formó en la distancia.
Parecía llamarla, pero resistió las ansias de deshacerse de Ingrid y seguirla. En tanto
estuviera cumpliendo su pena pasando tiempo con cada chica que había matado,
no podía irse sin alertar a Henry. Si desobedecía deliberadamente las órdenes del
consejo, sería desterrada definitivamente y su lugar en el consejo sería cubierto por
otra persona.
Sabía exactamente quién sería esa persona, y se juró a sí misma que mientras ella
fuera una diosa, Kate nunca conseguiría estar cerca de su trono.
Calliope miró la niebla.
—¿Alguna vez has atravesado eso?
—¿Atravesado dónde? —dijo Ingrid—. ¿Los árboles? A veces, pero prefiero el
prado. ¿Sabías que los pétalos saben a caramelo? Deberías probarlos.
—No como caramelos —dijo Calliope, todavía distraída por la niebla. Ella no había
visto nada parecido en el Inframundo, y debía significar algo. Tal vez era la manera
de Henry de decirle que podía pasar a la siguiente chica. Tal vez entendió lo
espantosa que era Ingrid después de todo.
—¿Cómo no puedes comer caramelo? —dijo Ingrid—. Todo el mundo come
dulces.
—No soy como todo el mundo —dijo Calliope—. Quédate aquí.
—¿Así que puedes alejarte? —dijo Ingrid—. No lo creo. Necesitas que te perdone
antes de irte, ¿o lo has olvidado ya?
Calliope apretó los dientes. Por supuesto que no lo había olvidado, pero por lo que
a ella respectaba, Ingrid nunca iba a perdonarla. Y aunque lo hiciera, Calliope
dudaba que cada chica que había matado lo hiciera, según la sentencia de Kate, lo
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que significaba que probablemente estaría atrapada aquí en el Inframundo por la
eternidad. Eso mucho más de lo que Calliope estaba dispuesta a esperar.
—A menos que quieras que te sujete los pies al suelo, te quedarás —espetó ella.
—¿Puedes hacer eso?
Calliope no se molestó en responder. En su lugar, se dirigió hacia la niebla y lejos
de Ingrid, quien al menos tuvo la decencia de no seguirla. Mientras más se alejaba
de Ingrid, más tenebrosa se volvía la pradera, hasta que Calliope estuvo rodeada
de rocas… el verdadero rostro del Inframundo ahora que no había un alma muerta
cerca para influenciar su apariencia.
Ahora que estaba más cerca, pudo ver que la niebla no era en absoluto niebla. En
su lugar, parecía brillar en el aire, mil zarcillos de luz extendiéndose hacia ella.
Calliope estiró el brazo, y en el momento en que sus dedos tocaron el extraño
resplandor, entendió por qué la había llamado. Por fin, tras décadas de espera, él
estaba despierto.
Calliope sonrió, y la ráfaga de poder tan antiguo que no tenía nombre se extendió
a través de ella. Con Ingrid siendo nada más que un recuerdo distante, dio un paso
hacia adelante, y la ira que había albergado por tanto tiempo finalmente encontró
su propósito.
—Hola, Padre.
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Capítulo 1
Retorno a Edén
Traducido por ƸӜƷYossƸӜƷ
Corregido por Marina012
uando yo era niña, todos los otoños mis profesores hacían que la clase
escribiera y presentara uno de esos horribles ensayos de “¿Qué hice el
verano pasado?”, con fotos y anécdotas divertidas diseñadas para hacer que
un salón de clases lleno de estudiantes aburridos presten atención.
Cada año me sentaba y escuchaba mientras mis compañeros de la escuela
preparatoria de la ciudad de New York hablaban sobre como pasaron su verano en
Hamptons, o en Florida, o en Europa con sus ricos padres, o au pair1
, o mientras
nos hacíamos mayores, con sus novios o novias. Para el momento en que llegamos
a la secundaria, ya había oído las mismas historias ostentosas una y otra vez:
escapadas en París con supermodelos, toda una noche de fiesta en las playas en las
Bahamas con estrellas de rock… cada estudiante competía por la atención con
hazañas que se volvían más salvajes cada año.
Pero mi historia era siempre la misma. Mi madre trabajaba como florista, y como la
mayor parte de sus ingresos eran para pagar esa escuela, nunca salíamos de la
ciudad de Nueva York. En sus días libres pasábamos nuestras tardes en Central
Park tomando el sol. Después que enfermó, pasaba los veranos en el hospital con
ella, aguantando su pelo mientras la quimioterapia atacaba su sistema o recorría
los canales de televisión en busca de algo para ver.
No eran Los Hamptons. No era Florida. No era Europa. Pero eran mis veranos.
1
Au pair: es una palabra francesa, usada para denominar a la persona acogida temporalmente por
una familia a cambio de un trabajo auxiliar; suele convivir con la familia receptora, y recibe una
pequeña remuneración.
C
10
Sin embargo, el verano después de mis primeros seis meses con Henry, superó
cada uno de los veranos de mis compañeros.
—No puedo creer que no hayas nadado con delfines antes —dijo James mientras
yo manejaba por un sucio camino que no parecía tener mucho uso. Estábamos de
vuelta en la península superior de Michigan y rodeados de árboles más altos que
edificios. Cuanto más nos acercábamos a la Mansión Edén, más amplia se volvía mi
sonrisa.
—No es como que tengamos una tonelada de ellos en el río Hudson —dije,
presionando el acelerador. Estábamos tan lejos de la civilización que no había
ningún aviso de límite de velocidad, y la última vez que había estado en este
camino, mi madre estaba demasiado enferma como para arriesgarme tomando
ventaja de eso. Pero ahora, después de que el consejo me había garantizado la
inmortalidad, la única cosa que arriesgaba era mi viejo y aporreado auto. Hasta
ahora, me gustaban los beneficios—. Estoy más impresionada por la erupción del
volcán.
—No tengo idea de por qué lo hizo —dijo James—. Ha estado inactivo más tiempo
de lo que algunos de nosotros hemos vivido. Podría tener que preguntarle a Henry
de eso cuando volvamos.
—¿Qué tendría que ver él con un volcán? —le dije, y mi corazón dio un vuelco.
Estábamos tan cerca ahora que casi podía sentirlo, y tamborileaba los dedos
nerviosamente contra el volante.
—Los volcanes corren bajo el dominio de Henry. Si uno viejo estalla así, entonces
algo pasa. —James mordió un pedazo de carne seca y me ofreció el resto. Arrugué
la nariz—. Como quieras. Te das cuenta de que vas a tener que contarle todo lo
que hicimos, ¿no?
Lo miré.
—No lo he planeado de otra manera. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo con eso?
James se encogió de hombros.
—Nada. Supongo que no estará muy emocionado con la idea de tú pasando seis
meses en Grecia con un rubio y guapo extraño, eso es todo.
Me reí tan fuerte que casi me salí del camino.
—¿Y quién era ese extraño rubio guapo? No lo recuerdo.
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—Eso es exactamente lo que le debes decirle a Henry, y ambos estaremos a salvo
—dijo James alegremente.
Era una broma, por supuesto. James era mi mejor amigo, y habíamos pasado
juntos todo el verano visitando antiguas ruinas, ciudades gigantes e islas
espectaculares en uno de los lugares más bellos del mundo. Tal vez uno de los más
románticos, también, pero James era James, y estaba casada con Henry.
Casada. Todavía no me acostumbraba. Mantenía mi anillo de bodas con un
diamante negro en un collar alrededor de mi cuello, demasiado preocupada de
perderlo para usarlo apropiadamente, y ahora que estábamos solo a kilómetros de
Edén, era momento de ponérmelo de nuevo. Había luchado para pasar las siete
pruebas que el consejo de los dioses me habían dado para ver si era digna de la
inmortalidad y convertirme en la Reina del Inframundo, y porque había ganado —a
duras penas— Henry y yo éramos ahora técnicamente marido y mujer.
De todos modos, con el silencio entre nosotros por los pasados seis meses no se
sentía así. No se lo admití a James, pero pasé el verano mirando alrededor con la
esperanza de ver a Henry entre la multitud, aunque se suponía que no debía estar
allí. Pero sin importar cuanto me esforzara, no vi ninguna señal de él. Por supuesto,
la mitad de un año era prácticamente un abrir y cerrar de ojos para alguien que
había existido desde antes del nacimiento de la humanidad. Pero sin duda una
señal de que me extrañaba no era demasiado pedir.
Sin embargo, durante mi invierno con él había tenido que luchar por cada
pequeño paso adelante. Cada mirada, cada caricia, cada beso… ¿y si seis meses de
diferencia nos traía de vuelta al punto de partida? Había pasado miles de años
lamentándose por su primera esposa, Perséfone, y él sólo me había conocido por
uno. Nuestra boda no había sido el final perfecto de una maravillosa historia de
amor. Había sido el comienzo de la eternidad, y nada acerca de nuestra nueva vida
juntos iba a ser fácil. Para ninguno de nosotros. Especialmente teniendo en cuenta
que en las prioridades para ajustarse al matrimonio, tendría que aprender a ser la
Reina del Inframundo, también.
Y no importa cuánto tiempo había invertido en cuidar a mi moribunda madre,
tenía una sensación de abatimiento de que nada de eso me ayudaría a la hora de
gobernar a los muertos.
Me saqué mis preocupaciones de la mente mientras la puerta negra de hierro
forjado de la Mansión Edén apareció a la vista. Nueva York, la escuela, la
enfermedad de mi madre, eso era mi pasado. Mi vida mortal. Esto era mi futuro. Sin
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importar lo que haya o no ocurrido durante el verano, iba a tener la oportunidad
de estar con Henry ahora, y no iba a desperdiciar ni un momento.
—Hogar dulce hogar —dije mientras conducía a través de las puertas. Podía hacer
esto. Henry estaría esperando por mí, y estaría emocionado de verme. Mi madre
estaría allí, también, y no tendría que pasar seis meses más sin verla. Después de
casi perderla, pasar mi verano sin mi madre había sido una tortura, pero ella
insistió, el primer verano sería mío, y ni ella ni Henry estarían involucrados. Pero
estaba de vuelta ahora, y todo estaría bien.
James estiró el cuello para mirar los árboles de colores brillantes que se alineaban
en el camino.
—¿Todo bien? —me dijo.
—Yo debería preguntarte eso —dije, viendo la manera como tamborileaba sus
dedos en el apoyabrazos nerviosamente. Se quedó quieto, y después de un
momento añadí antes de que pudiera evitarlo—. Él estará feliz de verme, ¿verdad?
James parpadeó y dijo con frialdad:
—¿Quién? ¿Henry? No puedo decirlo. No soy él.
Esa fue la última respuesta que yo esperaba, pero por supuesto que él no iba a
estar contento por eso. James habría sido es sustituyo de Henry como el
gobernante del Inframundo si yo hubiera fallado, y a pesar de que no lo había
parecido en nuestro viaje, James estaba sin duda dolido al respecto.
—¿Al menos pues pretender estar feliz por mí? —dije—. No puedes pasar toda tu
existencia enojado por eso.
—No estoy enojado. Estoy preocupado —dijo—. No tienes que hacer esto si no
quieres, lo sabes. Nadie te culparía.
—¿Hacer qué? ¿No volver a Edén? —Ya había pasado las pruebas. Le dije a Henry
que volvería. Estábamos casados, por el amor de Dios.
—Todo el mundo está actuando como si fueras el principio y el final de todo para
Henry —dijo James—. No es justo ponerte bajo ese tipo de presión.
Dios mío, realmente estaba hablando acerca de no volver.
—Mira, James, sé que te gustó Grecia, también a mí, pero si crees que me puedes
persuadir de no volver…
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—No te estoy persuadiendo acerca de nada —dijo James con sorprendente
firmeza—. Estoy tratando de asegurarme de que nadie más lo haga. Esta es tu vida.
Nadie va a quitarte a tu madre ahora si decides que no quieres hacer esto después
de todo.
—Eso no… eso no es por lo que voy a regresar en absoluto —farfullé.
—¿Entonces por qué, Kate? Dame una buena razón, y lo dejaré.
—Puedo darte una docena.
—Sólo quiero una.
Resoplé. No era de su incumbencia. Había estado a punto de morir en mis intentos
de salvar a Henry de desvanecerse; no iba a alejarme de él debido a la posibilidad
de que podría no me gustarme el Inframundo.
—No sé cómo haces las cosas, pero quiero a Henry, y no lo voy a dejar solo porque
no crees que sea bueno para mí.
—Muy bien —dijo James—. Pero, ¿qué vas a hacer si Henry no te quiere?
Pisé los frenos y forcé el auto a detenerse con tanta violencia que la palanca de
cambios se desprendió. El auto era un pedazo de mierda de todos modos.
—Eso es imposible. Me dijo que me ama, y confío en que no me miente. A
diferencia de alguien que conozco.
Lo fulminé con la mirada, pero su expresión no cambió. Con un bufido, me bajé del
auto, maldiciendo mientras el cinturón de seguridad quedaba atrapado en mis
jeans. Después de varios intentos fallidos de desenredarme, James se estiró y
suavemente lo deshizo por mí.
—No te enojes —dijo—. Por favor. Después de lo que le pasó a Perséfone, quería
asegurarme de que no pases por lo mismo, ¿está bien? Eso es todo.
Yo no era idiota. Sabía que una parte de Henry siempre estaría enamorado de
Perséfone. Después de todo, había perdido las ganas de seguir después de que ella
había renunciado a su inmortalidad para morir y pasar la eternidad con un mortal,
y él no se habría sentido así si toda su existencia no hubiera girado en torno a ella.
Pero yo podía darle lo que ella nunca le dio: amor correspondido.
—Si realmente eres feliz y ustedes dos se aman el uno al otro, entonces genial —
dijo James—. Buena suerte a ambos. Pero si no… si te despiertas un día y te das
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cuenta que te estás forzando a amarlo porque piensas que es lo correcto, no
porque te hace más feliz de lo que has sido alguna vez… entonces quiero
asegurarme de que sepas que tienes una opción. Y si alguna vez quieres irte, todo
lo que tienes que hacer es decirlo, y me iré contigo.
Irrumpí hacia la puerta principal de la casa, halándola fuertemente.
—Muy bien, así que si alguna vez decido que la vida de Henry no vale la pena, voy
a asegurarme de hacértelo saber. Ayúdame con esto, ¿quieres?
James no dijo nada cuando se unió a mí y abrió las pesadas puertas como si
estuvieran hechas de plumas. Me deslicé dentro y forcé una sonrisa, esperando ver
a Henry esperándome en la magnífica entrada hecha de espejos y mármol. Sin
embargo, el vestíbulo estaba vacío.
—¿Dónde está todo el mundo? —dije, mi sonrisa desvaneciéndose.
—Esperando por ti, sospecho. —James pasó después de mí, y la puerta se cerró
detrás de nosotros, haciendo eco en la entrada—. No pensaste que íbamos a
permanecer aquí, ¿o sí?
—No sabía que había otro sitio donde estar.
Él pasó el brazo por mis hombros, pero cuando me lo sacudí moviendo los
hombros, se metió las manos en los bolsillos en su lugar.
—Por supuesto que hay algún otro lugar. Sígueme.
James me llevó al centro del vestíbulo, donde un círculo de cristal brillaba con un
arcoíris de colores en el centro del piso de mármol blanco. Cuando traté de seguir
al otro lado de la sala, me agarró la mano y me detuvo.
—Esta es nuestra parada —dijo, mirando hacia abajo.
Me quedé viendo los cristales debajo de mis pies, y finalmente lo vi. Un aura
extraña y brillante parecía emanar de donde estábamos, y salté fuera del círculo.
—¿Qué es eso?
—¿Henry no te dijo? —dijo James, y negué con la cabeza—. Es un portal entre la
superficie y el Inframundo. Totalmente seguro, lo prometo. Son como atajos, así no
tenemos que tomar el camino más largo.
—¿El camino más largo?
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—Si sabes dónde buscar, puedes encontrar una abertura al Inframundo y viajar a
través de varias cuevas y ese tipo de cosas —dijo—. Oscuro, sombrío, consume
mucho tiempo, y es difícil si te pone nerviosa tener millones de kilos de roca
presionando sobre ti.
—No hay nada por debajo de la superficie excepto lava y tierra —dije, haciendo
caso omiso de la idea de ser enterrada viva—. Cada niño de ocho años lo sabe.
—Somos dioses. Somos excelentes en cubrir nuestras huellas —dijo James con una
sonrisa infantil, y esta vez, cuando él me ofreció su mano, la tomé y volví a entrar
en el círculo.
—¿Qué más se te da bien? —refunfuñé—. ¿Convertir el agua en vino?
—Esa es la especialidad de Xander —dijo—. Me sorprende que no haya convertido
el Mar Muerto en un gran barril de fiestas a estas alturas. Debe ser demasiado
salado para él. En cuanto a mí, puedo encontrar lo que sea, a quien sea o cualquier
lugar que desees. ¿Notaste que nunca nos perdimos en Grecia?
—Excepto una vez.
—En realidad tampoco estábamos perdidos —señaló.
—De todas maneras —Le di una mirada, y se puso rosado—, pensé que
simplemente conocías bien el área.
—Así es, hace mil años atrás. Han hecho modificaciones desde entonces. Cierra tus
ojos.
Una ráfaga de energía electrizante se arremolinó a nuestro alrededor, y un rugido
llenó mis oídos. Sin previo aviso, la tierra cayó por debajo de nosotros, y grité.
Mi corazón saltó en mi garganta, y mis ojos se abrieron mientras trataba de
alejarme de James, pero su brazo me envolvía como el acero. Estábamos rodeados
por roca, no, estábamos dentro de la roca e íbamos a través de ella como si no
fuera más sustancial que el aire. La expresión de James era tan tranquila como
siempre, como si deslizarse a través de la piedra, la tierra y sólo Dios sabía qué otra
cosa era perfectamente normal.
Pareció durar por años, pero sólo unos pocos segundos más tarde aterricé sobre
mis pies en tierra firme. James soltó su agarre de mis hombros, pero mis piernas
temblaban tanto que me aferré a él a pesar de todo lo que quería hacer era darle
un golpe en la cabeza.
16
—Eso no fue tan malo, ¿verdad? —me dijo alegremente, y yo lo fulminé con la
mirada.
—Me las cobraré por eso —gruñí—. No lo vas a ver venir, pero cuando se acabe,
sabrás la razón por la que fue.
—Lo estaré esperando —dijo, y por fin me sentí lo suficientemente estable como
para estar de pie por mi cuenta. Contuve mi respuesta mientras miraba alrededor,
y mis cejas se alzaron.
Estábamos en una caverna enorme, tan grande que no podía ver la parte superior.
La única manera de asegurar que era debajo de la tierra —además del angustioso
viaje al que apenas había sobrevivido— era la falta de luz solar.
Genial. Aparentemente Henry vivía en una cueva.
En lugar del cielo, los ríos de cristal corrían a través de la roca, proporcionando una
luz brillante que iluminaba la caverna entera. Estalagmitas y estalactitas gigantes se
unían en hileras de columnas que no podían haber sido naturales y para mi alivio,
formaban una ruta a un magnífico palacio de roca de color negro brillante que
parecía como si hubiera surgido de un lado de la caverna.
—Si me lo permites —dijo James—. En nombre del consejo, quiero ser el primero
en darte la bienvenida al Inframundo.
Abrí la boca, pero antes de que pudiera decir una palabra, los gritos enfurecidos de
Henry llenaron mis oídos, y caí de rodillas mientras el mundo se volvía negro.
17
Capítulo 2
Talento
Traducido por flochi y Shadowy
Corregido por Marina012
enry apareció a centímetros frente a mí, su rostro retorcido con tal furia
que me encogí. Él estaba en el Inframundo, rodeado de la misma roca de
cristal fundido que reconocí de mi aterrizaje, pero la caverna no era la
misma. Era tan vasta que no podía distinguir el otro lado, y estaba vacía excepto
por la enorme puerta que parecía como si estuviera hecha de la propia pared.
Henry levantó sus temblorosas manos contra una espesa niebla que se filtraba por
entre las barras hechas de roca, su mandíbula tensa. Sus hermanos, Walter y Phillip
lo flanqueaban a ambos lados, pero estaba claro que Henry era el general en esta
batalla.
—No funcionará —dijo una voz de chica que hizo que mis entrañas se volvieran de
hielo. Detrás de Henry estaba parada Calliope, sus ojos brillantes con diversión—.
Ya está despierto.
—¿Por qué? —dijo Henry, su voz tensa por el esfuerzo—. ¿Realmente has llegado
tan lejos que crees que esta es la respuesta?
Pero sea cual fuera la cuestión, no tuve la oportunidad de descubrirlo. Henry y sus
hermanos se desvanecieron, y abrí mis ojos y aspiré aire fresco y húmedo de la
caverna que contenía el palacio. De alguna manera terminé en mis manos y
rodillas, y James estaba arrodillado junto a mí, su ceño fruncido mientras frotaba
mi espalda.
—¿Te encuentras bien? —dijo.
H
18
—¿Qué pasó? —Viendo a dos figuras aproximarse en la distancia, me tensé. No
podían ser Henry y Calliope. Él nunca la dejaría estar cerca de mí.
—Nada —dijo James sin certeza—. ¿Te golpeaste la cabeza?
No respondí, demasiado ocupada analizando las dos siluetas. James no estaba
preocupado, así que no podía ser Calliope… ¿pero él había visto la caverna con la
puerta? ¿Sabía él que ella estaba allá afuera, luchando contra Henry y sus
hermanos?
Finalmente, las dos figuras aparecieron a la vista y el alivio me inundó.
—Mamá —grité, poniéndome de pie sobre unas piernas temblorosas. James me
sujetó, y conseguí dar unos cuantos pasos hacia delante.
Mi madre, quien había pasado años batallando contra el cáncer que finalmente
había matado su forma mortal, caminó hacia mí radiante. Todavía no me había
acostumbrado a la idea de que ella también era una diosa y había omitido
mencionármelo por dieciocho años, pero en ese momento todo lo que me
importaba era llenar el agujero que había crecido dentro de mí durante los seis
meses que me fui.
—Hola cariño —me dijo, abrazándome. Respiré su aroma, manzanas y fresia, y le
devolví el abrazo con fuerza. La había extrañado más de lo que podía haber puesto
en palabras, y por lo que a mí respecta, nadie nunca me persuadiría de dejarla por
cualquier espacio de tiempo otra vez.
—¿Qué fue todo eso? —dijo una segunda voz. Ava. Mi mejor amiga y la razón de
que hubiera conocido a Henry en primer lugar. Otra que me había mentido sobre
ser mortal—. Kate, parecía como si estuviera teniendo un ataque.
—No es nada que no pueda ser controlado con práctica —dijo mi madre, tocando
mi mejilla—. Veo que tomaste mucho sol. ¿Grecia te trató bien?
Ella me soltó, y Ava se abalanzó para darme un abrazo y chillar.
—¡Te ves hermosa! Mira ese bronceado. Estoy tan celosa. ¿Te teñiste el cabello?
Luce más claro.
Busqué sobre mi hombro, pero el camino que llevaba al palacio de obsidiana
estaba vacío. Henry no había venido a saludarme después de todo. Mi corazón dio
un vuelco, y evité la mirada de James. No quería ver su éxito.
—¿Qué quieres decir con algo que puede ser controlado con la práctica?
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—Tu talento, claro. —La sonrisa de mi madre vaciló—. Dime que Henry te explicó
esto el invierno pasado.
Apreté los dientes.
—De aquí en adelante, que tal si todo el mundo asume que si Henry iba a decirme
algo, no lo hizo. ¿Suena como un plan?
—Probablemente no pensaba que podrías sobrevivir el tiempo suficiente para que
importara —murmuró James.
Ava lo ignoró y enganchó su brazo con el mío.
—Estás gruñona hoy.
—También lo estarías si cayeras a través de un hoyo en el suelo y acabaras en el
infierno —dije.
Mi madre tomó mi otro brazo y James se quedó detrás de nosotras mientras nos
dirigíamos al palacio.
—No dejes que Henry escuche que llamas infierno a este lugar —dijo ella—. Es
muy susceptible sobre este tipo de cosas. Es el Inframundo, no el infierno. Es
donde…
—… las personas van tras morir —dije—. Lo sé. Eso me lo dijo. ¿Dónde está?
Aun cuando pregunté, tuve la enferma sensación de que sabía exactamente dónde
se encontraba.
—Él y algunos de los otros tenían un asunto que atender —dijo mi madre—.
Volverán antes de tu ceremonia de coronación esta noche.
—¿El asunto tiene algo que ver con la puerta gigante y Calliope?
Ava se detuvo, y tiré de su brazo, pero sus pies permanecieron plantados en el
suelo.
—¿Cómo sabes eso?
Me encogí de hombros.
—Eso es lo que estaba intentando decir… lo vi, justo ahora.
En la superficie, por ver visiones como esa me habría enviado a una institución
mental, pero mi madre no hizo más que parpadear.
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—Sí, cariño, eso pasará de vez en cuando, y con el tiempo aprenderás a
controlarlo.
—Estupendo —dije irritada—. ¿Podrías al menos explicarme qué es?
—No hay necesidad de enojarse —dijo mi madre, y mi exasperación se disolvió
inmediatamente. Podría no estar muriéndose ya, pero luego de haber pasado
cuatro años viéndola tambalearse al borde entre la vida y la muerte, estaría
cualquier cosa menos enfadada con ella. Seis meses lejos no iban a cambiar eso.
—Lo siento —dije, la culpa corriendo a través de mí. Miré a James, quien
permanecía en el fondo, sus manos metidas en los bolsillos y su mata de cabello
rubio cayendo sobre sus ojos. Pero quería respuestas, no más diatribas sobre cómo
tenía una opción—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué pude ver a Henry?
Mi madre envolvió sus brazos alrededor de mis hombros, y me relajé contra ella.
—¿Por qué no vamos dentro donde es más cómodo, y entonces te contamos
todo?
De alguna manera dudaba que alguna vez realmente aprendería todo lo que
estaba pasando en la ahora mi familia, pero mis jeans estaban húmedos por la
tierra y mientras más pronto llegáramos al palacio, más pronto vería a Henry. Y
entonces…
¿Y entonces qué?
La oferta de James se volvió a filtrar en mi mente, mis pensamientos dando vueltas
hasta que no lo pude ignorar más. Él estaba equivocado. Tenía que estarlo. Había
sobrevivido; había pasado, y Henry me amaba. Tan pronto como nos viéramos,
todo caería en su lugar, y las cosas volverían a ser normales otra vez. Y yo me
sentiría como una idiota por haber cuestionado a Henry.
El camino era más corto de lo que había pensado, inclinándose hacia abajo, hacia
un patio en frente del palacio. En vez de lechos de flores y árboles, el suelo estaba
plagado de magníficas joyas en un arco iris de colores que brillaban en la luz.
Parecidos a la forma en que los jardines de mi madre eran arte, esto era una obra
maestra, y no pude apartar mis ojos.
—Perséfone lo diseñó —dijo Ava a medida que nos aproximábamos a las
intimidantes puertas. Me mordí el interior de la mejilla para evitar una réplica
descortés. Nunca había considerado cuánto estar en Inframundo le recordaría a
Henry a Perséfone, y después de haber pasado milenios juntos, no había manera
21
de que pudiera combatir cada pedazo de ella que perduraba en su vida. Pero no
había sido preparada para enfrentarlo así de pronto.
Respiré profundamente. Todo estaría bien. Tenía jet-lag2
, eso era todo, y tan
pronto como descansara y viera a Henry, todo volvería a la normalidad. Enojarme
por cada cosa no iba a ayudar.
La entrada no era para nada lo que esperaba. A diferencia de la oscuridad del
mundo exterior al palacio, era alegre en el interior, con paredes rojas y espejos
como los que colgaban en la Mansión Edén. Aunque esta habitación era más
pequeña, era más familiar de alguna manera. Por los relieves alrededor de los
espejos a los muebles de cuero marrón dispersos por todo el pasillo, todo era
cálido. El palacio era enorme, pero dentro, no parecía en lo más mínimo
impresionante.
Me gustaba.
—¿Es aquí donde estaré viviendo todo el invierno? —dije, y mi madre asintió.
—Esta es el ala privada del palacio, destinada para ti, Henry y sus invitados.
—¿Hay invitados?
Ava saltó junto a mí, casi arrancando mi brazo fuera de su coyuntura.
—Como nosotros, tontita. Todo el consejo está aquí ahora mismo para tu
coronación.
—¿Lo están? —Mi boca se secó—. Pensé que sólo íbamos a ser Henry y yo. Y
ustedes.
—Claro que todo el consejo está acá. Henry va a coronar a la nueva Reina del
Inframundo esta noche —dijo mi madre, poniendo su mano en mi espalda para
dirigirme por otro pasillo—. Eso no sucede muy a menudo.
Ella parecía saber exactamente a dónde iba, y la ansiedad burbujeó dentro de mí.
Debió haber pasado mucho tiempo aquí con Perséfone, quien había sido su hija —
mi hermana— y su familiaridad con el palacio era un recordatorio de cuán
profundamente arraigada había estado Perséfone a la vida de Henry. Cuán
profundamente arraigado estaba el recuerdo de ella.
2
Jet-lag: Cansancio extremo y otros efectos físicos que siente una persona después de un largo
vuelo a través de varias zonas horarias.
22
—Tu dormitorio —dijo Ava, señalando hacia una puerta elaboradamente decorada
al final del pasillo. Quise preguntarle cómo lo sabía, pero a medida que nos
acercábamos y reconocí las intrincadas tallas de madera, casi me ahogué.
Era exactamente la misma puerta como la que en Edén llevaba a la habitación de
Perséfone. En la mitad superior había una hermosa pradera, y de alguna manera el
artista había conseguido recrear la luz del sol en la madera. Debajo de este se
encontraba el Inframundo con sus pilares de piedra y jardines de joyas, y eso fue
todo lo que pude hacer para poder hablar.
—¿Creen que a Henry le importaría si hiciera algo de redecoración?
Ava y mi madre intercambiaron una mirada confundidas, pero James, quién había
estado callado hasta entonces, se adelantó. Sin embargo, no quería su simpatía. O
su comprensión. Henry estaba ocupado, no ignorándome, y no podía haber sabido
cómo posiblemente una sencilla puerta se sentiría como un puñetazo en el
estómago para mí. No quería que él eligiera entre yo y su esposa muerta; solo
quería ser la parte más importante en su vida ahora. Tal vez tomaría algún tiempo,
pero era tiempo que estaba dispuesta a aceptar si Henry lo estaba también.
Sacudí la cabeza. Por supuesto que Henry querría eso. Él había sido el que se
acercó a mí al lado del río para empezar. Había sido el que me protegió durante mi
tiempo en Edén. Era el que había ayudado a traerme de entre los muertos. Era el
que se había quedado junto a mi cama casi cada hora después. Se preocupaba. Él
tenía que hacerlo.
Aunque eso era antes de que me hubiera sido concedida la inmortalidad por el
consejo, dijo una pequeña voz que sonaba sospechosamente como la de James en
la parte trasera de mi mente. Mi madre era la hermana favorita de Henry. Tal vez él
sólo estaba tratando de protegerme por el bien de ella.
Forcé el pensamiento a un lado. Estaba en pánico por nada. Henry se presentaría
pronto, y no podía evitarme todo el invierno. Incluso si tenía alguna aprensión
sobre todo esto, seríamos capaces de hablar de ello. No era como si yo no
estuviera nerviosa, también.
—Ésta también es tu casa ahora, y deberías hacer lo que te haga sentir cómoda —
dijo James—. Si Henry realmente te ama, entenderá.
—¿Cómo puedes decir algo así? —dijo Ava, horrorizada—. Por supuesto que la
ama. Yo debería saberlo.
23
—Sí —dijo él secamente—. Deberías. Si todas ustedes me disculpan, tengo cosas
que hacer antes de la ceremonia.
Él me besó en la mejilla antes de pasar de largo a Ava y mi madre, y las tres lo
vimos irse. Traté de no dejarlo meterse bajo mi piel, pero la idea de pasar seis
meses sin ver a James después de pasar todo el verano con él era difícil de aceptar.
Sin importar los sentimientos que pudiera tener por mí o no pudiera tener, todavía
era mi amigo.
—Iré a ver qué pasa con él —dijo mi madre una vez que James se perdió de vista.
—Gracias —dije—. Él no fue así mientras estuvimos en Grecia.
Suspiré.
—No, me imagino que no lo era. —Dándome un abrazo, agregó—: Pasaré a verte
antes de la ceremonia. Ava, quédate con ella hasta que Henry regrese.
—Lo planeaba —dijo Ava, y una vez que mi madre había corrido tras James, se
volvió hacía mí con una sonrisa maliciosa—. Así que, ¿quieres ver dónde sucede la
magia?
La mirada en mi rostro le provocó un ataque de risa, y fue sólo cuando amenacé
con seguir a mi madre que se puso seria.
—Lo siento, es sólo… eres tan mojigata.
No dignifiqué eso con una respuesta. La única vez que me había acostado con
Henry había sido después de ser dosificada con un afrodisiaco, gracias a Calliope.
Si bien la idea de fallar una prueba había enfurecido a Henry, parte de mí mantenía
la esperanza de que él lo hubiera disfrutado tanto como yo lo había hecho. No
habíamos dormido juntos desde entonces, pero ahora que estábamos casados,
podría ser algo que él estuviera esperando.
No estaba segura de cuál era peor: la idea de Henry esperándome para dormir con
él, o la idea de Henry no queriendo dormir conmigo en absoluto.
Ava finalmente empujó la puerta abierta, revelando un gran dormitorio suite al
otro lado. La alfombra era suave y de color crema, y las paredes estaban pintadas
del mismo rico rojo que el vestíbulo. En el centro había una enorme cama en una
plataforma elevada, y las sábanas eran doradas. Era perfecto, y me odié a mí misma
por gustarme tanto.
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—Por favor dime que alguien ha cambiado las sábanas desde que Perséfone vivió
aquí —murmuré, y Ava se rió.
—Por supuesto. Incluso hablé con Henry para dejarme redecorar por ti. No creí que
la puerta te molestaría, de lo contrario habría cambiado eso, también.
El nudo en mi estómago se deshizo.
—La próxima vez, comienza con eso —dije, deambulando alrededor de la
habitación para inspeccionarla. Los muebles estaban esparcidos por todas partes,
incluyendo dos sofás para dos, un escritorio y un tocador, y un gran ventanal con
vista al patio y el jardín de joyas. Cerré las cortinas doradas.
Un ladrido agudo llamó mi atención, y me di la vuelta a tiempo para ver a Pogo, el
cachorro que Henry me había regalado el pasado invierno, venir disparado hacia
mí. Sus pequeñas patas apenas podían mantenerlo estable, y su cola se movía tan
entusiastamente que tenía miedo de que la golpeara contra algo.
—Pogo —arrullé, recogiéndolo y acunándolo en mi pecho—. No has crecido ni
poco, ¿verdad? ¿Dónde está Cerberus? —Lamió mi mejilla, y sonreí. Finalmente
algo estaba yendo bien.
—Cerberus tiene su propio trabajo aquí abajo —dijo Ava desde el otro lado de la
habitación—. Me hice cargo de Pogo por ti… le enseñé algunos trucos nuevos y
todo.
Mi sonrisa se desvaneció.
—Pensé que Henry iba a cuidar de él. —Había conseguido a Pogo para mí porque
él quería mostrarme que tenía la intención de que nuestra relación durara, y en
lugar de cuidar de él como había prometido, ¿se lo había entregado a Ava por el
verano? Abracé a Pogo más fuerte.
—Él está ocupado a veces —dijo Ava, y crucé la habitación para unirme a ella—.
Ahora, este es tu armario. Incluso hablé con Henry para que me dejara elegir tus
trajes por ti esta vez en lugar de Ella.
Ella, quien junto a Calliope me había asistido durante toda mi estancia en Edén,
había pasado los primero pocos meses vistiéndome en las más dolorosas modas
de los últimos mil años solamente para hacerme retorcer. Habría preferido pasar
los siguientes seis meses envuelta en una sábana que usar las rígidas faldas con
aros y corsés que Ella habría, sin duda, previsto para mí.
25
Ava abrió una puerta, y mis ojos se ampliaron. Era el armario más grande que
hubiera visto, lleno con filas de jean, pilas de blusas y suéteres, y una pared entera
cubierta con zapatos. También había una fila de vestidos elegantes, pero Ava había
mantenido misericordiosamente aquellos al mínimo.
—Me imaginé que no los querrías, así que robé la mayor parte de ellos para mí —
dijo mientras pasaba mi mano sobre un vestido plateado brillante que casi habría
considerado usar si tuviera algún lugar donde ir con el—. No le digas a Henry.
—No lo haré. —Me senté al lado de la pared de zapatos e inspeccioné el par más
cercano. Talla siete, como yo—. Si te digo algo, ¿prometes no decírselo a nadie
más?
Estuvo a mi lado en un instante, y el hambre en sus ojos de chisme casi me hizo
reconsiderarlo. Pero no tenía a nadie más para hablar aparte de mi madre y James,
y estaba demasiado avergonzada para ir a mi madre por esto, y James… bueno, él
era parte del problema.
—Por supuesto —dijo en un susurro conspirador—. Sabes que puedes decirme
cualquier cosa, y no le diré a un alma.
Quería creerle, pero todavía recordaba la chica en Edén que me había engañado
para irrumpir en la propiedad de Henry, sólo para tenerla tratando de
abandonarme allí. Su maniobra había fracasado, dando lugar a una Ava moribunda
y Henry ofreciendo sanarla si me quedaba con él por seis meses al año. Sin
embargo, desde entonces, ella se había convertido en uno de mis mejores amigos,
y no podía ignorar eso.
—Se trata de James —dije, mirando hacia abajo al tacón que sostenía. Iría
perfectamente con el vestido plateado—. Me dijo que tenía una opción. Que yo no
tenía venir aquí si no quería hacerlo. —Me detuve antes de mencionar la parte
donde él había ofrecido irse conmigo—. Creo que está celoso de Henry.
En lugar de reírse en mi cara, Ava se estableció en el suelo a mi lado.
—Es una posibilidad. Ninguno de nosotros estaba contento con la idea de Henry
desvaneciéndose, pero por lo menos James habría conseguido algo de ello.
Sacudí mi cabeza.
—No quiero decir celoso de él gobernando el Inframundo. Quiero decir… celoso
de que él me tenga a mí.
26
—Oh. —Los ojos de Ava se ampliaron—. Oh. ¿Crees que James…?
Me encogí de hombros.
—En cierto modo parece, ¿no es así? Pasamos el verano entero juntos. Él estaba
tan feliz y relajado y James mientras estábamos en Grecia, pero ahora que estamos
de vuelta aquí, se ha puesto todo malhumorado y correcto y no quiere estar cerca
de mí ya. Y creo que es por Henry.
—Debido a que Henry te tiene y él no. —Ava golpeó su dedo contra su mejilla de
porcelana—. Sabes quién soy yo, ¿verdad?
La miré. ¿Era esa una pregunta con trampa?
—Sí. Eres Ava.
—¿Y de qué soy la diosa? —dijo, moviendo su cabello rubio sobre su hombro.
Nadie nunca me había dicho, pero fuera de los catorce miembros del consejo, Ava
era de lejos la más fácil de combinar con su contraparte olímpica. Junto con Henry,
por supuesto.
—La diosa del amor.
Ella estaba radiante.
—Muy bien, aunque olvidaste la belleza y el sexo.
Sí, definitivamente era Afrodita.
—¿Cuál es tu punto? —La mayor parte del tiempo me las arreglaba para olvidar lo
impresionante que Ava era, pero cuando recordaba, era difícil sentirse como nada
más que una masa poco atractiva a su lado.
—Mi punto es que tengo ciertos dones, y puedo decir que James te ama. Pero
todos nosotros te amamos, Kate. Eres parte de la familia ahora.
—¿Qué clase de amor es? Para James, quiero decir.
Ella suspiró dramáticamente y me dio una palmada en la rodilla.
—Decírtelo sería una terrible invasión de la privacidad de James, y tengo que
soportarlo en el futuro previsible.
Rodé los ojos.
27
—¿Desde cuándo te importa la privacidad?
—Desde que Henry apareció hace diez segundos.
Me puse de pie. Mariposas invadieron mi estómago mientras me lancé fuera del
armario, pero me detuve en seco cuando vi a Henry sentado en el borde de la
cama, con las manos entrelazadas y el rostro glacial. Se veía pálido y agotado, y
creí ver un ligero temblor en sus manos, pero eso no fue lo que captó mi atención.
Una profunda herida corría por su cuello y desparecía debajo de su camisa, pero lo
más notable era la mancha de carmín en su piel.
Estaba sangrando.
28
Capítulo 3
Coronación
Traducido por Simoriah, Areli97 y flochi
Corregido por Nony_Mo
o sabía mucho acerca de ser un dios, pero sí sabía que no se suponía que
los dioses sangraran.
Podían enfermarse o resultar heridos cuando adoptaban cuerpos humanos
por breves períodos de tiempo, como había hecho Ava cuando la conocí en Edén y
como mi madre lo había hecho durante los primeros dieciocho años de mi vida.
Pero uno de los mayores beneficios de ser inmortal era no preocuparse por cosas
molestas como la sangre y la muerte.
—¡Henry! —Volé a su lado, mis dedos flotaron sobre el tajo en su piel. Necesitaba
puntos desesperadamente pero, ¿cómo se suponía que alguien curara a un dios?—
. ¿Qué sucedió?
Se estremeció cuando suavemente bajé el cuello para exponer el resto de la herida.
Su camisa negra estaba mojada con sangre, y sin preguntar comencé a
desabotonarla.
—Iré… iré a buscar a Theo —dijo Ava, y salió corriendo del cuarto, con Pogo en los
talones, dejándome para que atendiera sola a Henry.
—No es nada —dijo Henry, pero la tensión en su mandíbula decía lo contrario. Una
vez que desabotoné su camisa, separé la tela, exponiendo un corte que iba por su
pecho hasta el ombligo.
—Eso no luce como nada —dije—. Recuéstate.
Henry comenzó a protestar, pero le di una mirada firme, y se rindió. Una vez que
estuvo recostado, me cerní sobre él, intentando descifrar algo que pudiera hacer
N
29
para ayudar, pero él no sangraba con tanta gravedad como para aplicarle presión,
y no quería lastimarlo más de lo que ya estaba.
—¿Cómo sucedió esto? Creí que se suponía que los dioses no podían ser heridos
de esta manera.
—Normalmente no. —Las esquinas de sus labios se elevaron con una ligera
sonrisa—. Luces bien, Kate. ¿Cómo estuvo tu verano?
Sangraba por todas partes, y quería saber cómo había estado mi verano.
—¿Comparado hasta ahora con mi otoño? Fantástico. ¿No puedo hacer nada?
Estás sangrando sobre las sábanas.
La cama era la última de mis preocupaciones, pero fue suficiente para distraer a
Henry de hacerme más preguntas.
—Mis disculpas. Me aseguraré de limpiarlo antes de esta noche. Theo estará aquí
en breve, y… ah, aquí estás.
Me di vuelta rápidamente justo a tiempo para ver entrar a Theo. La mayoría del
consejo había actuado como empleados en la Mansión Edén, y Theo había tomado
la posición de Jefe de la Guardia. Seguridad, pensé, pero cuando lo vi atravesar la
puerta, elevándose sobre Ava mientras ella se escabullía detrás de él, me di cuenta
de su papel podría haberse extendido más allá. Henry era capaz de curarme, lo
había probado, pero aparentemente no podía curarse a sí mismo. Claro, no se
suponía que fuera capaz de resultar herido en primer lugar.
—¿Dónde están los otros? —dijo Theo. Mientras salía de su camino, abrí la boca
para preguntar quiénes eran los otros, pero luego la cerré rápidamente. Walter y
Phillip, los hermanos de Henry. La misma gente que había visto en mi visión.
—Están viniendo —dijo Henry. Theo apoyó las manos en la herida, y la expresión
adolorida de Henry se relajó—. Insistieron en que me adelantara.
—¿Están heridos? —dijo Theo, y Henry sacudió la cabeza.
—El ataque estuvo mayormente focalizado en mí.
Miré ansiosamente a Theo, buscando cualquier señal de que lo que fuera que
estuviera haciendo funcionaba. Al principio no vi nada, pero luego, después de
varios segundos, un extraño brillo se formó entre sus manos y la piel de Henry.
Mientras pasaba sus palmas sobre la herida, ésta se cerró, dejando atrás una leve
30
línea plateada. Esa fue toda la evidencia que necesitaba para saber que esto no era
algo que ocurriera todos los días. Henry no tenía otras cicatrices.
—Listo —dijo Theo una vez que terminó. Sacó un pañuelo del bolsillo y se limpió
las manos—. Recomendaría que te tomaras las cosas con calma esta tarde, en caso
de que haya algún daño que yo no alcanzara.
—No lo hay —dijo Henry mientras se sentaba. Comenzó a ponerse de nuevo su
camisa, pero debió haber sentido cuán húmeda estaba, porque la dejó a un lado—.
Gracias, Theo. Ava.
Theo no desperdició tiempo yéndose, y Ava se rezagó detrás de él, su ceño
fruncido con preocupación. Ella movió la cabeza hacia Henry, y sacudí la mía. Tanto
como quería que ella estuviera alrededor, ahora que Henry estaba aquí, no había
razón para que se quedara.
Me senté en el borde de la cama y deslicé mis dedos a través del pelo de Pogo
mientras Henry doblaba su camisa arruinada. Una docena de preguntas corrían por
mi mente, pero no sabía por dónde empezar, así que se lo dejé a él. Eventualmente
tendría que hablarme, incluso si no quería contarme lo que realmente había
sucedido.
Casi un minuto pasó antes de que él hablara, y para ese momento yo había metido
mis manos entre las rodillas, demasiado nerviosa para intentar pretender no
estarlo.
—¿Esperas con ansias la ceremonia de esta noche? —dijo, y lo miré con la boca
abierta.
—No nos hemos visto en seis meses, estás cubierto de sangre, ¿y eso es de lo que
quieres hablar?
Se encogió de hombros.
—Es un tema tan bueno como cualquier otro.
—No —dije, hundiendo las uñas en mis jeans—. Realmente no lo es. ¿Por qué no
comenzamos por cómo te las arreglaste para ser herido tan gravemente cuando se
supone que eres inmortal?
Él se puso de pie y se dirigió hacia una puerta junto a mi armario. Cuando la abrió,
vi que tenía un armario propio, sólo que más pequeño y más monocromático. Sacó
31
una camisa negra que era idéntica a la que había descartado, pero antes de
ponérsela, se dirigió hacia otra puerta. El cuarto de baño.
—Te ayudaré —dije, bajándome de un salto de la cama y apresurándome hacia él.
No objetó, y lo seguí hacia el gran cuarto de baño decorado en negro y dorado.
Divisando un paño de lavar, lo tomé y abrí el grifo—. No esperaba que el
Inframundo tuviera cañerías.
Eso al menos provocó una leve sonrisa en él.
—Ava puedes ser muy convincente a veces.
Limpié la sangre que manchaba su piel, con cuidado de evitar la delgada cicatriz
que ahora corría por su pecho. Henry se quedó inmóvil, y cuando levanté la mirada
hacia él, lo vi mirándome con una mirada extrañamente tierna.
—¿Qué? —dije, ruborizándome—. ¿Tengo algo en el rostro?
—No —dijo, y tan rápidamente como la había notado, la expresión desapareció—.
Me preguntaste como me hice esto. Hubo un problema del que me tuve que
encargar, y aunque hay pocas cosas que pueden herir a mi familia, están allá
afuera.
—¿Cómo qué? —dije, enjuagando el paño. El agua se volvió rosa mientras se
arremolinaba por el desagüe.
—Nada de lo que debas preocuparte.
Genial. Aparentemente mientras había estado bronceándome en Grecia, él se había
vuelto a convertir en el mismo Henry que había conocido un año atrás en lugar de
aquel con el que me había casado. Lo fulminé con la mirada.
—¿En serio? ¿Eso es todo lo que vas a decirme? Prometiste que nunca me
mentirías.
—No estoy mintiendo…
—Dijiste que ya no me guardarías secretos —contrataqué—. Así que, ¿cuál es?
¿Vas a tratarme como una niñita frágil a la que necesitas proteger a cualquier costo
o vas a tratarme como a tu compañera? Porque en unas pocas horas, voy a ser la
reina de este lugar, y nunca voy a ser capaz de ayudarte a reinar apropiadamente si
siempre te guardas todo. Tengo el derecho a saber.
Silencio. Suspiré.
32
—¿Esto tiene algo que ver con Calliope?
Henry se tensó.
—¿Cuánto te dijo tu madre?
¿Mi madre sabía de esto?
—Nada —dije, y fue cuando me di cuenta que, tarde o temprano, tendría que
contarle acerca de lo que había sucedido, hice una mueca—. Tuve una visión,
supongo. No sé cómo llamarlo. Cuando James me trajo aquí, de repente te vi a ti, a
Walter y a Phillip peleando con… algo. No sabía qué era, pero estabas frente a esta
puerta, y Calliope apareció detrás de ti y te dijo que no tenía sentido, porque él ya
estaba despierto.
El silencio pareció estirarse por siempre. No fue hasta que levanté el paño una vez
más que contestó, y cuando lo hizo, habló con una inquietante calma.
—Así que este es tu don, entonces. Me lo había preguntado.
—¿Don? —Mi madre había mencionado lo mismo, pero nunca había llegado a
explicármelo.
—Junto con la inmortalidad vienen ciertos talentos —dijo Henry—. Varía de
acuerdo a cada individuo, y a menudo coincide con lo que representamos. Por
ejemplo, curar no es el único talento de Theo. Como el dios de la música y la
poesía, también tiene un tono perfecto.
Estaba intentando hacerme reír. Ésa tenía que ser una buena señal. Me las arreglé
para esbozar una pequeña sonrisa mientras algo de ansiedad abandonaba mi
cuerpo.
—Estoy segura de que es útil todo el tiempo.
—Sí, hace el entretenimiento durante las reuniones familiares más soportable.
Otro momento pasó en silencio. Eso debe haber sido a lo que se refirió James con
no perderse nunca. La habilidad de mi madre de sonsacar vida del terreno más
desatendido, la habilidad de Henry de viajar grandes distancias en un pestañeo…
¿de qué otra manera viajaba a través del Inframundo?
—¿Por qué puedo ver cosas que están sucediendo en otros lugares? —dije—. ¿Qué
utilidad tiene? ¿Se supone que eso me hace mejor al decidir el destino de otras
personas?
33
—Sí, y tendrá otros usos también. Una vez que seas coronada, comenzarás a
desarrollar otros poderes —dijo Henry—. Te ayudaré tanto como sea capaz, y con
el tiempo aprenderás a controlarlos.
Así que además de aprender todo lo demás sobre el Inframundo, tendría que lidiar
con habilidades incontrolables también. No que la idea de ser capaz de hacer
cosas divinas no fuese excitante, pero no me gustaba la idea de tener visiones sin
advertencia. No cuando me daban un palpitante dolor de cabeza después.
—¿Cuáles van a ser mis habilidades?
—No estoy seguro. Las cosas que Perséfone podía hacer no se transferirán
necesariamente a ti.
Mi corazón se hundió. Al paso que iba esto, nunca escaparía de la sombra de
Perséfone.
—¿Qué podía hacer ella? —dije, aun cuando de ella era lo último de lo que quería
hablar—. ¿Podía ver cosas?
—Sí. Sus otras habilidades eran muy parecidas a las mías. —El indicio de una
sonrisa apareció en su rostro, e intenté convencerme de que era porque la sangre
casi había desaparecido. No porque estaba pensando en ella—. Podía viajar.
También tenía un talento para diferenciar una mentira de una verdad, y podía
crear, como todos nosotros podemos.
—¿Crear?
Él extendió su mano, y un momento después, una flor hecha de joyas apareció en
su palma vacía. Exactamente como las del jardín de afuera.
—Para ti.
La tomé y examiné los delicados pétalos hechos de cuarzo rosa. Anidado entre
ellos había pequeñas perlas cremosas, y el tallo estaba hecho de un metal tal ligero
como el aire. Me llevé la flor a la nariz, pero no tenía aroma. Tan hermosa como
era, no era real.
—Mis hermanos, hermanas y yo somos mucho más poderosos que nuestros
descendientes —dijo—. Con cada generación, los dones se hacen menos potentes.
Mi estómago se agitó. Nuestros descendientes, no los de ellos. Claro, Henry
siempre los reunía como si fueran una sola entidad en lugar de seis seres
individuales.
34
—¿Tienes… tienes hijos? —dije tímidamente.
Era humillante darme cuenta que sabía tan poco acerca de él. Después de estudiar
largo y tendido el año pasado, sabía lo que los mitos me habían enseñado y lo que
él mismo me había contado, pero los mitos no siempre eran exactos, y Henry había
sido mucho menos que comunicativo acerca de sí mismo. Calliope me había dicho
una vez que se creía que Henry nunca se había acostado con nadie antes de mí, ni
siquiera con Perséfone, pero Calliope había resultado ser menos que confiable.
—No, no tengo —dijo Henry, y casi me ahogué tratando de tragarme mi suspiro
de alivio.
—¿Tú…? —Me detuve, pero Henry asintió alentadoramente—. ¿Quieres algún día?
¿En unas cuantas décadas o siglos?
Me dio una débil sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Veremos cómo te sientes para entonces. No quiero cargarte con otra
responsabilidad que no pediste. Ahora ven, debemos prepararte.
Fruncí el ceño. ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Él pensaba que yo no quería
esto, casarme con él y todo lo que conllevaba?
Las palabras de James flotaron de vuelta a mí. Esta era la decisión de la que él
había estado hablando, ¿cierto? Sabía que Henry estaba teniendo dudas. Él sabía
que Henry pensaba que era una carga para mí, o que iba a convertir en una
Perséfone y dejarlo. Peor, James había tratado de convencerme de ello.
—Sabes que quiero esto, ¿verdad? —dije—. No importa lo que los demás digan…
—Nadie más me ha dicho una palabra sobre esto —dijo Henry—. Incluso tu madre
ha respetado mis límites. Por primera vez —agregó en voz baja—. Pero este es el
principio de nuestro gobierno juntos. No necesitamos tomar estas decisiones de
inmediato.
Nuestro gobierno juntos, no nuestra vida juntos. Otra distinción, pero esta vez no
fue un desliz de lengua. Mi garganta se apretó.
—No cuando piensas que podría irme de todas maneras, ¿cierto?
Titubeó.
—No soy tu aprehensor. Si deseas irte, puedes hacerlo.
35
—No, no eres mi aprehensor. Se supone que seas mi esposo —espeté—. ¿Quieres
que me vaya? ¿Quieres gobernar solo… o desvanecerte o lo que sea que te pasará
si me voy?
Quería que me gritara. Quería que estuviera furioso. Quería hacerle sentir las
abrumadoras emociones que desencadenaba en mí cuando él era así, cuando
estaba tan desesperada por la aprobación que se negaba a darme que
prácticamente arrancaba mi cabello.
En cambio, me observó con una mirada desesperantemente calmada y dijo de
manera uniforme:
—Me gustaría que nos dieras a ambos algo de tiempo para adaptarnos a esto. Es
una nueva vida para ambos, y deseo crecer juntos en vez de pelear. No hay
necesidad de precipitarnos. Tenemos la eternidad.
Era razonable. Esa era la peor parte; no tenía nada acerca de qué reclamarle. Estaba
siendo el maduro, dándonos a ambos espacio para adaptarnos a esto, y yo estaba
siendo la que se aferraba a él, porque a pesar de que confiaba en él con mi vida,
no confiaba lo suficiente como para que me amara en la manera en la que quería
que lo hiciera. Y en ese momento, una parte de mí lo odiaba por eso.
—Sólo dime si quieres que esté aquí o no —susurré—. Por favor.
Bajó la cabeza, como si quisiera besarme, pero se retiró al último segundo.
—Lo que yo quiera jamás debería dictar lo que haces. Quiero que seas feliz, y
mientras estés contenta, yo también lo seré.
Esa no era una respuesta y él lo sabía, pero me tranquilicé y seguí a Henry al
dormitorio, donde se puso la camisa. Yo tampoco quería pelear. Sabía que las
cosas no iban a ser perfectas, y quizás era culpa de James por hacerme dudar de
Henry para empezar, o tal vez eran los recordatorios de Perséfone donde sea que
mirara, pero lo único que quería era un poco de tranquilidad. Una caricia. Un beso.
Una palabra. Lo que sea.
Cepillé mis dedos contra la flor enjoyada en mi bolsillo. Eso tendría que ser
suficiente por ahora.
—Asumo que Ava te mostró el closet —dijo Henry—. Puedes elegir cualquier cosa
que desees usar, aunque como la ceremonia de esta noche se considera formal,
algo más elegante de lo que preferirías sería más apropiado.
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—De acuerdo —dije suavemente—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Por supuesto.
Vacilé. ¿Me amaba? ¿Seguía enamorado de Perséfone? ¿Tan siquiera quería que
me coronaran como su reina, o era simplemente un sustituto de mi hermana? ¿Por
qué no había venido a verme cuando había estado en Grecia con James?
Pero el coraje que me había tomado para hacer esas preguntas había
desaparecido. Cavé profundo, tratando de encontrar algunos restos mientras
imaginaba los inevitables seis meses de tensión y soledad si no lo hacía, pero me
quedé con las manos vacías. Cada parte de mí estaba empapada con el miedo
enfermizo de que Henry no me quisiera aquí después de todo, que él sólo había
estado de acuerdo con ello porque mi madre y el resto del consejo lo habían
obligado. Que yo sería para Henry lo que él había sido para Perséfone: nada
excepto una obligación. Así que lo evadí.
—¿Qué vestido prefieres?
Mientras Henry me llevaba al armario para recorrer el estante de vestidos formales,
alcancé su mano, pero en el momento en que lo toqué, se alejó. En cambio,
sostuvo en alto un vestido plateado que había admirado antes.
—¿Qué hay de este?
Las náuseas se apoderaron de mí. Quizás él simplemente había estado alcanzando
el vestido y no había notado que yo había estado tratando de tocarlo, pero la
mitad del tiempo parecía que sabía que movimiento iba a hacer antes de que lo
hiciera. No importaba como lo justificara, no podía sacudirme el sentimiento de
que lo había hecho a propósito.
Pero seguir peleando sólo le daría una excusa para empujarme más lejos, y había
tenido suficiente de eso por un día. Esta noche, después de la ceremonia, después
de que todo estuviera en su lugar, entonces podríamos hablar, y no le daría la
opción de alejarse.
—Ese es lindo —dije, forzando una sonrisa. Tomé el vestido, pero antes de que
pudiera moverme hacia el bastidor para cambiarme, una fuerte explosión resonó
en la habitación, y dejé caer la percha.
James irrumpió en el armario, deteniéndose cuando me vio de pie allí con Henry.
Sus hombros se hundieron y todo el aire pareció dejar sus pulmones, y podría
haber jurado que vi un destello de resentimiento en su rostro. Pero antes de que
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pudiera decir una palabra, había desaparecido, remplazado por el mismo vacío que
había estado antes ahí.
—Hubo otro ataque.
Henry se puso rígido, y cualquier esperanza de tener una tarde con él se había ido.
Recogió el vestido y me lo entregó, en un momento estaba a mi lado, y al
siguiente estaba en el dormitorio.
—Diles que continúen con las preparaciones para la ceremonia —dijo Henry
mientras terminaba de abrocharse la camisa—. James y yo regresaremos antes de
que comience.
Lo miré fijamente.
—¿Vas a salir otra vez? ¿Después de casi desangrarte?
Sus labios formaron una línea delgada.
—Es mi deber. No tardaremos demasiado.
—¿Qué si lo que sea que te lastimó esta vez hace las cosas incluso peores?
—No lo hará —dijo Henry planamente—. Haz lo que te digo y no te preocupes por
ello. Regresaremos dentro de poco.
Resoplé indignada. ¿Hacer lo que dice? Durante mi tiempo en Edén, él me había
dado órdenes para mantenerme a salvo, pero se suponía que ahora éramos
compañeros. Dar órdenes a mi alrededor no estaba bien. Si esa era la forma en que
iba a jugar, entonces las cosas iban a tener que cambiar. Ya no era una indefensa
mortal. Y era tiempo de que ambos empezáramos a actuar como tales.
No tenía tiempo de externar mis protestas. James por lo menos tuvo la decencia de
darme una mirada de disculpa, pero la expresión de Henry estaba en blanco
mientras ambos parpadeaban fuera de mi vista, dejándome sola en el dormitorio.
Algo tiró dentro de mí al darme cuenta que estas podrían ser las últimas palabras
que escuchara alguna vez decir a Henry, y aferré el vestido con tanta fuerza que la
tela amenazaba con rasgarse.
—Lo juro —murmuré a Pogo—. Si uno de ellos muere permanentemente, jamás les
hablaré de nuevo.
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
Podría ya no estar en el Edén, pero algunas cosas nunca cambiaban.
Ava me ayudó a prepararme, sentándome en frente del tocador y pasando casi una
hora arreglando mi cabello. La dejé aplicar algo de base y lápiz labial, pero me
levanté cuando trató de atacarme con delineador de ojos y rímel.
—Vamos, Kate —dijo con un puchero—. Esta es una cosa de una vez en la vida. Te
tienes que ver absolutamente deslumbrante, de otra manera jamás me lo
perdonaría.
—¿Estás diciendo que necesito maquillaje para verme hermosa? —dije, y sus ojos
perfectamente hechos se ampliaron.
—¡No, claro que no! Sólo quería decir… no quiero hacerte ver como una persona
diferente. Sólo quiero hacerte la mejor tú que puedes ser.
—¿Hará una diferencia en la ceremonia?
—No —dijo de mala gana, y eso puso fin a aquello.
Me las arreglé para mantener mi pánico moderado durante la siguiente media hora
o así, pero cuando llegó el momento de la ceremonia y Henry y James no habían
vuelto, empezó a crecer hasta que ya no podía ignorarlo. ¿Qué si algo les había
pasado? ¿Cómo alguien podría saber que debían ayudarlos?
—Esto se siente familiar —dijo Ava animadamente mientras me guiaba a través de
los corredores que se extendían desde el ala privada a lo que sólo podría asumir
era la sección pública del palacio. Las paredes cambiaron de rojo a crema y oro, y
por un momento olvidé que estábamos en el Inframundo… por lo menos hasta que
pasamos una ventana encortinada, y cometí el error de echar un vistazo afuera.
Hubiera sido soportable si Henry hubiera estado allí conmigo, pero cuando Ava me
dejó fuera de un conjunto de puertas dobles que me recordaban fuertemente al
salón de baile de la Mansión Edén, aún no había señal de Henry o James. Por el
lado positivo, finalmente entendí a lo que Ava se refería con familiar.
—¿Henry construyó la Mansión Edén como este lugar? —dije, mirando alrededor
mientras esperábamos. Todo, desde el color de la alfombra y las paredes hasta el
camino que Ava había tomado para conducirme aquí, me recordaban a Edén. No
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era exactamente el mismo, pero era lo suficientemente parecido como para que no
pudiera evitar recordar la noche en que había sido presentada al consejo hace casi
exactamente un año.
—Algunas partes —dijo Ava—. El palacio es más grande, por supuesto, pero
mantuvo las pequeñas cosas importantes.
Por lo menos Henry nunca se perdería en su propia casa, no importaba cuántas
tuviera.
—¿Crees que estará de vuelta a tiempo?
—Claro —dijo con una actitud despreocupada y deseé que pudiera cambiar el
nudo en mi estómago—. No puede perdérselo.
—James probablemente logrará que lo maten para no tener que venir. —Fruncí el
ceño—. ¿Por qué crees que salieron así antes de la ceremonia?
Ava se quedó quieta, y ella no se encontró con mis ojos mientras me contestaba.
—Porque es el trabajo de Henry.
—¿No podía esperar?
Sus labios pintados tiraron hacia abajo en una mueca.
—No puedes esperar que Henry sea alguien que no es. No ha estado casado en
cientos de años. Le tomará un tiempo volver a acostumbrarse a ello, pero cuando
suceda, merecerá la pena. Está acostumbrado a poner sus deberes primero, eso es
todo.
Su respuesta me hizo sentir como una idiota, y mis mejillas quemaron por debajo
de la capa de maquillaje que ella había aplicado en mi cara.
—Apenas me toca —dije, peleé por mantener mi voz plana—. Han pasado seis
meses, y ni siquiera me dio un beso de saludo. No quiero que cambie por mí, pero
sería lindo si por lo menos tratara de dejarme saber que está feliz de verme. No
puedo… —Las palabras se atascaron en mi garganta, y me tomó un momento
hacer mi camino alrededor del bulto que se estaba formando—. No puedo pasar la
mitad de mi vida con alguien que no me ama.
—Oh, Kate. —Ava me abrazó, teniendo cuidado de no estropear mi cabello o
maquillaje—. Claro que te ama. Nunca ha sido bueno con el afecto físico eso es
todo, y es un hombre. Nunca son buenos en darse cuenta de lo que queremos y
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actuar en base a ello, en especial cuando han estado solos por tanto tiempo como
Henry. ¿Realmente tengo que pasar los siguientes seis meses asegurándote cuánto
te ama?
Sorbí las lágrimas.
—No, pero sería lindo que él lo hiciera.
—Dale tiempo —dijo—. Probablemente sólo está nervioso con todo lo que está
pasando.
—¿Qué está pasando? —dije, intentando apartarme lo suficiente para mirarla, pero
mientras ella estaba siendo gentil, su agarre era inquebrantable—. ¿Qué está
pasando con Calliope?
Ava se tensó.
—¿No te lo dijo Henry? —dijo con una voz tímida.
—No, y si tú tampoco lo haces, me voy a frotar el lápiz labial sobre toda mi cara. Y
la tuya.
Ella se alejó de un salto y alzó sus manos, como para protegerse de mí.
—No te atrevas, aplazaré la ceremonia si es necesario.
—Creo que Henry y James ya lo están haciendo por ti. —Me crucé de brazos—.
Dime lo que está pasando. Tengo derecho a saberlo.
Ella suspiró.
—Lo tienes, pero Henry me matará si averigua que te lo he dicho.
—Entonces no le diré que fuiste tú.
Ava miró en alrededor nerviosamente y tiró de uno de sus rizos rubios.
—Sólo voy a decirte esto porque Henry no está aquí para hacerlo, porque de
verdad deberías escucharlo de él —dijo en voz baja, pero estaba segura de que iba
a decírmelo porque sabía que Henry no me lo diría—. Calliope escapó. Henry, Papi
y Phillip no dicen mucho sobre lo que está sucediendo, pero… bueno, viste la
condición en la que Henry entró. Obviamente algo malo está pasando.
Algo lo bastante malo para causarle una cicatriz a un dios.
—¿Cómo se lastimó Henry, te dijeron algo?
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—¿Decir algo sobre qué?
Me di la vuelta. James se dirigía hacia nosotras, su cabello hecho un desastre y su
chaqueta rasgada en el hombro, pero al menos no parecía tener sangre esta vez.
—¡James! —Salí volando hacia él, sin importarme el cabello y maquillaje. Me tomó
en sus brazos y me estrechó con fuerza, escuché un estrangulado grito de protesta
por parte de Ava. Por el bien de ella, no lo besaría en la mejilla—. ¿Estás bien?
¿Qué pasó?
—No fue nada —dijo—. Un incidente menor. Todo está bien.
—¿Quieres decir que no tuvo que ver con Calliope? —dije, y James abrió la boca
para responder cuando una segunda voz lo interrumpió.
—Sí, tuvo que ver.
James hizo una mueca, e inmediatamente me soltó y dio un paso al costado. Henry
cruzó el pasillo hacia mí, y a diferencia de James, él lucía impecable.
—¿Estás sangrando mortalmente de nuevo? —dije, incapaz de evitar la frialdad de
mi voz. Henry fingió no notarlo o estaba muy distraído para que le importara.
—Estoy bien. —Asintió hacia las puertas dobles detrás de mí—. Te escoltaré al
entrar. No debemos mantener al resto del consejo esperando.
Eso era lo último que me preocupaba, pero cuando Henry me ofreció su brazo, lo
tomé. A este ritmo, ese era el mayor contacto que tendría con él por todo el
invierno.
Ava y James entraron por la puerta, y Henry miró fijamente hacia delante mientras
esperábamos. Lo miré por el rabillo del ojo, buscando señales de que había sido
atacado nuevamente, pero estaba tan compuesto como siempre. Como si tener a
su nueva esposa dedicando su vida a ayudarlo a reinar el Inframundo fuera algo de
todos los días.
Mi pechó se tensó. No podía hacer este tipo de compromiso si las cosas no iban a
cambiar. Si él no iba a confiar en mí, si no me quería como su reina, entonces no
quería esto.
—Lo que sea que esté pasando con Calliope, tengo derecho a saberlo.
—Sí —dijo—. Te lo aseguro, tan pronto como tengamos un momento, te lo diré
todo.
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—Tenemos un momento ahora —dije. No quería pelear, no en la cúspide del
momento que irrevocablemente iba a cambiar para siempre mi vida. Pero esa era
la razón por la que tenía que hacer esto—. No se siente como que confiaras en
mí… o que me quisieras aquí, y tengo que saber que sí quieres. Y si no es así,
entonces no tenemos que hacer esto.
Henry dudó. Lo miré buscando alguna señal de lo que estaba pensando, pero su
expresión no me dio ninguna pista.
—Si no quieres…
—Quiero —dije, la desesperación arañando en mi interior—. Quiero quedarme.
Quiero hacer esto. Quiero estar junto a ti. No sé cómo hacer para que quede claro.
Pero necesito que tú lo quieras, también, ¿sí? Por favor, tan solo dime que me
quieres aquí para poder hacerlo.
Esperaba silencio como respuesta, y cuando no respondió, empecé a darme la
vuelta de espaldas a la puerta.
La mano de Henry me detuvo.
—Kate —dijo suavemente—. Ha sido un día difícil, y lamento la preocupación que
te he hecho atravesar esta tarde. Sin embargo, no importa cuán duras se pongan
las cosas, no importa cuánto tiempo nos tome ajustarnos a esta nueva vida, nunca
dudes que te quiero aquí. Eres capaz y perspicaz, y eres más adecuada para
permanecer a mi lado que cualquier mortal que haya conocido.
Mi corazón dio un vuelco. Sus razones eran racionales, pero no del corazón. Si
Henry tenía su modo de actuar, y estaba segura de que su reina iba a ser todo lo
que yo sería para él, pero no tenía sentido presionar en el asunto. Él me había
respondido.
—Gracias —dije mientras mi voz temblaba. No era suficiente, pero él necesitaba
tiempo, y se lo daría. La ceremonia era ahora. ¿Qué pasaba si decidía que nunca
podría amarme como algo más que una amiga después de todo?
No tienes que hacer esto si no quieres, lo sabes.
Aparte de mi cabeza la voz de James. Ahora no. No cuando estaba a punto de
hacer la cosa más importante que haría en mi vida.
Y no cuando estábamos entrando en la sala más sorprendente que haya visto
jamás.
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Dejaba el salón de baile de la Mansión Edén en vergüenza. Pilares de piedra
cincelada sostenían el techo alto, el cual estaba hecho del mismo cuarzo que corría
a través de la caverna del exterior, e iluminaba cada centímetro de la gran sala.
Ventanas con pesadas cortinas doradas y negras se elevaban por encima de mi
cabeza, y una magnífica araña colgaba en el medio del techo. Al menos ahora
sabía la razón de que el palacio fuera tan grande. Tenía que ser con el fin de
albergar una sala como esta.
El sonido de mis tacones hacía eco con cada paso que daba a través del reluciente
suelo de mármol. Fila tras fila de bancas se encontraban de frente, como si Henry
esperara una multitud, y al final del solitario pasillo de pilares había dos tronos.
Uno estaba hecho de diamante negro y el otro blanco.
Este era el salón del trono del Inframundo.
Los demás miembros del consejo estaban sentados en la primera fila de bancos, y
afortunadamente todos menos James estaban vistiendo ropas tan extravagantes
como el vestido que Henry había escogido para mí. Al menos no tendría que
soportar la vergüenza de estar vestida demasiado bien a comparación de los
demás.
—Recuerda exhalar —dijo Henry, su aliento cálido contra mi oído, y me estremecí.
Aunque estaba en lo cierto; en algún momento entre entrando a la sala del trono y
alcanzando el final del pasillo, había olvidado respirar.
Henry nos dio la vuelta así que enfrentamos al consejo, y él asintió una vez
saludando. Hice lo mismo e intenté enfocarme en el frente, segura de que si
captaba la mirada de alguien, mis nervios me superarían, pero finalmente tuve que
mirar.
Mi madre estaba sentada en el centro, la espalda recta y sus ojos brillantes
mientras miraba. James se sentaba al final, y por la forma en que se removía en su
silla, supe que no quería estar aquí. No lo culpaba.
Todos los demás parecían al menos moderadamente interesados, pero antes de
poder asimilarlo, Henry se puso frente a mí y puso las palmas de sus manos hacia
arriba. Dudé, pero me hizo un asentimiento con la cabeza para darme fuerzas, y
temblorosamente puse mis manos sobre las suyas.
—Kate. —Habló con una voz normal, pero resonó a través de la sala, amplificada
por el poder de Henry o la estructura de la sala o ambos—. Como mi esposa, has
aceptado tomar las responsabilidades de la Reina del Inframundo. Decidirás con
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imparcialidad y sin prejuicios sobre las almas de aquellos que han partido del
mundo superior, y desde el equinoccio de otoño al de primavera de cada año,
deberás dedicarte a la tarea de guiar a aquellos que están perdidos y proteger a
todos de daños más allá de sus vidas eternas.
Ni siquiera pude convencer a Henry de no ir a misiones suicidas. ¿Cómo se suponía
que ayudara a proteger cada alma de este lugar?
Las manos de Henry empezaron a hacerse increíblemente más cálidas. Una cálida
luz amarilla brilló entre nosotros, y me mordí el interior de la mejilla, apenas capaz
de evitar apartarme. Me tomaría más de unas pocas horas acostumbrarme a esa
muestra casual de poder.
—¿Aceptas tu papel como Reina del Inframundo, y te comprometes a respetar las
responsabilidades y expectativas que el puesto conlleva? —dijo Henry.
Dudé. Esto no era por un año o incluso diez; esto era para siempre. Ni siquiera
había decidido aún en qué quería especializarme en la universidad, y mucho
menos lo que quería hacer con el resto de mi vida, pero aquí estaba Henry,
dándome una opción. Y por una fracción de segundo, su mirada se encontró con la
mía, y vi a mi Henry debajo del distante dios frente a mí. Sus ojos de luz de luna
brillaban, las esquinas de sus labios se curvaban hacia arriba en la más débil
sonrisa y él pareció brillar con calidez desde el interior hacia el exterior. Me estaba
mirando como si estuviera de regreso en Edén, como si fuera la única persona en
el mundo, y en ese momento, habría desgarrado el cielo y el infierno con tal de
asegurarme de nunca perderlo.
Pero luego él desapareció sumido en sí mismo, detrás de la máscara que llevaba
para proteger el lado que Perséfone había arrancado a trozos, y la realidad se
estrelló a mi alrededor. ¿No era una verdadera elección, no? Todo lo que había
hecho desde que me mudé a Edén me había dirigido a este momento. Henry no se
había casado conmigo por amor, y yo lo había sabido desde el comienzo. Se había
casado conmigo porque pasé las pruebas que nadie más pasó, y porque el consejo
me había concedido la inmortalidad. Era la única chica que había vivido lo
suficiente para volverse su reina. ¿Y si él permanecía de esta manera por el resto de
la eternidad? ¿Y si todo lo que yo sería para él era una amiga y una compañera? La
manera que había sido en Edén, como me había hablado hasta las primeras horas
de la mañana, como había visto en mí de una manera que nadie más había hecho,
como había arriesgado su propia existencia para salvar la mía. ¿Y si nunca volvía a
ver ese lado otra vez?
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Entonces, ¿y si esta era la prueba que él necesitaba para asegurarse de que no iba
a dejarlo? ¿Y si éste era el último empujón para mostrarle que era seguro
enamorarse de mí completamente?
Tragué saliva. Ya había tomado la decisión en el momento en que me había casado
con él. Lo amaba, y alejarme y dejar que se desvaneciera no era una opción, sin
importar el costo que me supusiera.
Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. Por el bien de Henry, por el bien de mi madre.
Por mí. Porque al final, sin Henry, no sabía ya quién era yo, y cada noche durante
mi verano en Grecia, había soñado sobre lo que sería pasar el resto de mi
existencia amándolo y siendo amada a cambio. Siempre y cuando le diera esta
oportunidad, esto podría ser todo lo que yo esperaba que fuera. Henry valía el
riego.
Cuando abrí la boca para decir sí, un estrépito rompió el silencio, y las altas
ventanas explotaron, enviando fragmentos de vidrio directamente hacia nosotros.
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Capítulo 4
Los Titanes
Traducido por Akanet y rihano
Corregido por Nony_Mo
ientras vidrios volaban por el aire, me cubrí la cabeza instintivamente,
pero los bordes dentados rebotaron en mi piel como si estuviera hecha
de Kevlar.
Cierto. Inmortal. Seguía olvidando esa parte.
—¿Qué de…? —Giré alrededor para inspeccionar el daño, pero antes de que
pudiera ver bien, Henry me empujó detrás de él. Caí al suelo en medio de los
fragmentos de vidrio, y mientras me ponía de pie, Henry y sus hermanos avanzaron
hacia las ventanas rotas.
Ava apareció a mi lado y me agarró del codo.
—Vamos —dijo con voz temblorosa mientras su rostro se puso lívido—. Tenemos
que salir de aquí.
—¿Por qué? —le dije, pero un enfermo sentido de miedo me llenó mientras
avanzaba dando tropezones a su lado. Los otros se apartaron para dejarnos pasar,
cada uno posicionado como si estuvieran listos para atacar. Sin importar lo reacios
que estuvieran a hablar de ella, sabía que esto tenía que ver con Calliope y la fresca
cicatriz bajando por el pecho de Henry.
Ava no me respondió. Ella prácticamente me arrastró por el pasillo, mis tacones
arrastrándose contra el piso mientras trataba de recuperar mi equilibrio, pero no
estaba funcionando.
Me caí por segunda vez, tirando de Ava conmigo. Aterrizamos en un montón, pero
ella no perdió el tiempo arrastrándome para ponerme de pie otra vez. Mientras nos
M
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tambaleábamos hacia adelante, otro estruendo se hizo eco a través de la sala, y
una niebla brillante se filtró dentro del palacio. La misma niebla de mi visión.
En las últimas horas, parecía haberse vuelto más fuerte. Crepitaba con extraños
tentáculos de luz, y por un momento, la niebla se cernió delante de Henry, como si
lo reconociera. Henry alzó sus manos otra vez, exactamente como había hecho en
mi visión, y los demás miembros del consejo formaron un semicírculo detrás de él
y sus hermanos.
Mi corazón latía contra mi caja torácica, y junto a mí, Ava se congeló. Esta era la
cosa que casi había matado a Henry, y ahora nos estaba atacando a todos. El
instinto de protección se levantó dentro de mí mientras eso se acercaba a Henry, a
mi madre y a todos los que amaba, pero ¿qué podía hacer yo para ayudar a
detenerlo?
Sin previo aviso, cortó a través del aire más rápido de lo que los miembros del
consejo podían controlarlo, pero no estaba dirigida a Henry o Walter o Phillip.
Se dirigió directamente a Ava y a mí.
No tuve tiempo para pensar. Empujé a Ava detrás del pilar más cercano, me lancé
tras ella, pero no lo suficientemente rápido.
Un dolor increíble azotó mi rodilla como un relámpago, disparándose a través de
mi cuerpo hasta que me rodeó, pulsando con cada latido de mi corazón. Grité, y
eso fue todo lo que pude hacer para mantenerme de pie.
—Ava —jadeé, apoyándome contra el pilar mientras los gritos del consejo se
hacían eco a través de la sala—. Sal de aquí.
Me miró sin comprender. Apretando mis dientes contra el dolor, tomé su brazo y
me obligué a avanzar, medio cojeando, medio saltando hacia la salida. Un rastro de
sangre manchaba el suelo detrás de mí, pero la niebla no trató de atacar de nuevo.
Alguien gritó detrás de mí, y me pareció oír a Henry decir mi nombre, pero todo
sonaba lejano mientras mi corazón daba un vuelco. Iba a morir. Todos íbamos a
morir. De alguna manera, esa cosa podía matar dioses, y esta vez no habría un más
allá. No para los inmortales.
No estaba lista para irme. Todavía no. Nunca.
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Una eternidad más tarde, por fin llegamos a la puerta, y empujé a Ava a través de
ella. Mareada con terror y agonía, agarré la manija para mantenerme erguida y
observé la batalla que se libraba en el extremo opuesto de la sala.
Doce miembros de mi nueva familia luchaban, con Henry y James bloqueando el
pasillo a una fuerza que no podía ver. Sin embargo, la podía sentir, en lo profundo
de mis huesos y en cada nervio de mi cuerpo. Fuera lo que fuera, parecía sacudir
los cimientos mismos del Inframundo.
La sangre goteaba por el brazo expuesto de James mientras se esforzaba por
mantener a raya al monstruo con su mano sana. Henry estaba junto a él, una fuerza
inamovible, y yo no podía separarme.
—¡Hermanos! —exclamó Henry—. ¡A mi cuenta!
Los tres hermanos se trasladaron en dirección a la niebla, y los demás se movieron
detrás de ellos en una formación triangular, inconmensurable poder irradiaba de
cada uno de ellos. Dylan y la pelirroja Irene tomaron la delantera, pero no tuvieron
la oportunidad de atacar.
En un abrir y cerrar de ojos, Henry y sus hermanos volaron hacia arriba y fuera de la
ventana, tomando la niebla con ellos.
Después de la explosión de la batalla, el silencio sonó en mis oídos, y finalmente
me dejé desplomarme en el suelo. La mayoría de los miembros restantes del
consejo se amontonaron juntos cerca de los tronos, pero James y mi madre se
apresuraron hacia nosotros.
James llegó a mí primero, y se dejó caer de rodillas a varios metros de distancia, su
impulso deslizándolo hacia mí.
—Te atrapó, ¿no? ¡Theo! —gritó por encima de su hombro, y me estremecí.
—Ya basta —dije—. Tú también fuiste golpeado.
—Sí, pero la diferencia es que si yo muero, Henry no desgarrará el mundo. —Su
mano buena se cernía sobre mi rodilla lesionada, sin atreverse a tocarme todavía.
No lo culpaba. La sangre goteaba por mi pierna, haciendo un charco en mi talón, y
ahora que la amenaza había desaparecido, aunque fuera temporalmente, cada
nervio de mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas. Nunca antes había
tenido tanto dolor en mi vida, ni siquiera cuando Calliope me había matado y
arrojado mi cuerpo en un río.
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Mi madre nos alcanzó y observó el daño, pero no dijo nada. En cambio, se deslizó
detrás de mí y tomó a Ava por el codo. Ahora que la pelea había terminado, un
poco de color había regresado a las mejillas de Ava, y cuando mi madre trató de
llevársela, Ava se quedó plantado delante de mí.
—Me salvaste —dijo ella, temblando como si estuviera descalza en la nieve—. Él
me habría matado si no me hubieras empujado fuera del camino.
—No fue nada —le dije—. Tú hubieras hecho lo mismo por mí.
Ava estaba en silencio. Mi madre se movió para empujarla más allá de mí otra vez,
pero esta vez Ava se dejó caer a mi lado, frente a James.
—No lo entiendes —dijo, sus ojos azules muy abiertos y serios—. Son las únicas
cosas que pueden matarnos, y salvaste mi vida.
Atrapada entre la ardiente curiosidad y la agonía, dije firmemente:
—¿Por qué nos atacó? ¿Por qué no fue tras Henry y Walter y Phillip en su lugar?
—Porque Calliope lo envió —dijo James, aun preocupándose por mi pierna. Gritó
por encima de su hombro—. Theo, ella te necesita ahora, no la semana que viene.
Theo arrastró los pies por el pasillo hacia nosotros, su cabello rizado cayendo en
sus ojos. Ella igualó su ritmo, pero se centró en el suelo, y su frente estaba surcada
profundamente. La única vez que la había visto lucir así era cuando Theo había
sido atacado en la Navidad del año pasado. Era chocante ver a la siempre confiada
Ella lucir como si no conociera el arriba y abajo, y mi estómago se retorció.
—Él la atrapó —dijo James, haciendo un gesto hacia mi pierna. Theo se arrodilló a
mi lado y puso sus manos sobre mi rodilla. Había sido sanada por Henry antes, y
esperaba que el mismo calor reconfortante viniera de Theo.
Una luz ardiente se extendió a través de la herida, sacando un profundo y
agonizante dolor. Calor ardiente lo reemplazó, y jadeé, segura de que mi pierna se
iba a convertir en cenizas y caerse. No me atrevía a abrir mis ojos, e incluso cuando
sus manos se apartaron, el dolor permaneció.
—Hecho —dijo Theo, y lo oí colocarse sobre sus pies—. No hay nada que pueda
hacer por la cicatriz.
Encontrando lo que quedaba de mi valor, abrí mis ojos, aliviada cuando vi que mi
pierna todavía estaba unida, y considerando todo, parecía perfectamente normal.
Pero cuando traté de mover los dedos de mis pies, el fuego comenzó de nuevo.
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—Si está curado, entonces ¿por qué todavía duele? —dije, presa del pánico. ¿Qué
pasaba si el dolor nunca se iba? ¿Cómo se suponía viviera con eso? ¿Había Henry
experimentado lo mismo en su pecho? ¿Cómo podría luchar contra esa cosa otra
vez si lo hubiera hecho?
—Debido a que no hay poder en el mundo capaz de hacer desaparecer el dolor
hasta que esté listo para irse —dijo Theo—. No es una herida común. No durará
más que unos pocos días, porque él sigue estando muy débil, pero no hay nada
que pueda hacer por ti hasta entonces.
—¿Él? —Toqué con cautela la línea fina plateada que corría a través de mi rodilla—
. Estás llamando a eso él.
Theo asintió con la cabeza hacia mi madre.
—Voy a dejar esto en tus capaces manos para que lo expliques. Si nos disculpan.
Él deslizó su brazo alrededor de la cintura de Ella y se dirigió de nuevo hacia el
grupo restantes de miembros del consejo. Todos estabas sentados en las bancas
de nuevo, con sus cabezas inclinadas juntas mientras hablaban entre ellos.
Mientras Theo y Ella se acercaban, Dylan, el ex de Ava de la Escuela Secundaria
Edén, se levantó para hacer sitio para ellos. Incluso desde el otro lado del enorme
pasillo, podía sentir sus ojos sobre nosotros.
—¿Mamá? —dije, frotándome la rodilla ahora que sabía que no haría peor el
daño—. ¿De qué están hablando todos?
Me ofreció su mano. La tomé, sorprendida por lo fuerte que se sentía en
comparación con los años de fragilidad, y con esfuerzo me puse de pie. Ava se
quedó pegada a mi lado mientras mi madre me llevaba a un banco en la
antecámara, y me senté. No era posible que Henry hubiera tenido todo este dolor
y yo no hubiera sabido. Debe de haber tenido algo que ver con que el consejo me
concediera la inmortalidad sólo seis meses antes. O tal vez Henry era inmune.
Ava se sentó a mi lado y me agarró la mano. James se quedó en la puerta, apoyado
contra ella casualmente, pero una mirada a él y pude ver el miedo bajo su máscara
de neutralidad. Primero Ella, ahora él… sea lo que esto fuera, no era bueno.
—¿Te acuerdas de los Titanes de tus lecciones con Irene? —dijo mi madre con una
voz tan suave que fui sacudida de regreso a los días de estancia en un hospital,
inclinada sobre ella para poder entender sus murmullos secos y rotos.
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Negué con la cabeza. Irene parecía haber tratado sólo los puntos más
sobresalientes en esos mitos, y no me molesté en retener la mayor parte de esa
información más allá del primer examen de todos modos. En ese momento, no me
había parecido importante.
—¿Ellos eran tus padres? —le dije. Mi madre era la hermana de Walter, pero no por
sangre, como habían insistido una y otra vez. Como Henry me había dicho hace
casi un año, familia era la única palabra que los humanos tenían para describir algo
que se acercara al lazo que compartían, pero era mucho más profundo que eso.
—En cierto modo —dijo mi madre. Localizando unas cuantas gotas de sangre en
su manga, agitó su mano y desaparecieron—. Los Titanes eran los gobernantes
originales de este mundo, y con el tiempo se aburrieron y nos crearon. Había seis
de nosotros en el principio, Walter, Henry, Phillip, Sofía, Calliope y yo.
—Ellos eran esclavos —dijo James.
—Juguetes —lo corrigió mi madre. Con la forma sencilla en que hablaba, estaba
claro que había contado esta historia antes—. Ese era nuestro propósito. Ser los
juguetes de los Titanes. Ellos nos amaban, y nosotros los amábamos en respuesta.
Pero entonces decidieron que no éramos suficiente, así que hicieron una nueva
raza que, a diferencia de nosotros, podría dejar de existir si luchaban entre sí.
—Crearon la guerra.
Ava sonaba tan pequeña y humilde que apenas creía que era ella hablando. Sus
ojos azules estaban enrojecidos, sus mejillas habían perdido su color, y el dolor en
su rostro era tan palpable que casi no podía soportar mirarla.
—Los Titanes hicieron que los humanos hicieran cosas terribles para entretenerlos.
—Ava se limpió los ojos con el dorso de la mano e inhaló—. Les fueron negados
los derechos más básicos y las libertades fundamentales.
—Los humanos eran soldados que nunca vieron el final de la batalla —dijo
James—. Estaban a merced de los Titanes, pero a diferencia de los seis hermanos…
—No tenían poder para detenerlos. —Mi madre se sentó a mi lado y puso su mano
sobre la mía—. Las cosas que los mortales hacen el uno al otro no son nada
comparado con lo que los Titanes hicieron. Tortura mental y física. Sin señales de
alivio. Ninguna voz que pudiera influir en los seres más poderosos del universo.
—Así que los seis se rebelaron —dijo Ava. Se quedó mirando el espacio entre
nosotras, aparentemente estudiando el cojín de terciopelo del banco, pero un hilo
52
de resistencia pasaba por su voz ahora—. Ellos se unieron y utilizaron los poderes
que los Titanes les habían dado para luchar contra ellos.
—Y ganamos. —Mi madre sonrió. Ella era la persona más gentil que conocía, ni
siquiera mataba a las arañas y serpientes que se colaban en su jardín. No me la
podía imaginar yendo a la guerra, incontables eones atrás, con una fuerza que no
acababa de entender—. La mayor debilidad de los Titanes era su creencia de que
no había poder más grande en el mundo, y no podían imaginarnos pensando por
nosotros mismos. Tal vez si no hubieran creado mortales o nos hubieran dado
habilidades para su propia diversión, todavía seríamos de ellos después de todo
este tiempo. Su error no estuvo en crearnos, sino en crear algo para que
protegiéramos.
Pasó los dedos a través de su cabello, y era un gesto tan familiar que mi ansiedad
comenzó a desaparecer, sustituida por el calor que me recorrió y fundió el helado
temor que se había formado.
—Estuvimos a punto de perder tantas veces, y hubo momentos en los que
queríamos rendirnos, pero todo lo que bastaba a cada uno de nosotros era el
recuerdo de lo que los Titanes estaban haciéndole a los indefensos, y seguíamos
adelante. Mientras existiéramos, no lo toleraríamos.
Con una claridad sorprendente, vi por fin el equilibrio entre los dioses y los
mortales: los dioses eran, de un modo extraño, los que estaban encadenados a
causa de una guerra que los seis hermanos habían ganado cantidades incalculables
de tiempo atrás. Ellos, nosotros, dependíamos de la humanidad para nuestra
supervivencia tanto como la humanidad había dependido de Walter y los otros,
todos esos eones atrás. Era por eso que James tenía tanto miedo del día en que la
humanidad finalmente muriera y no quedara nada, excepto los muertos y aquellos
que los gobernaban. Una vez que los seres humanos no lo necesitaran más, se
desvanecería. Todos ellos lo harían, a excepción de Henry y de mí. Porque sin los
seres humanos, los dioses no eran nada.
—¿Es eso lo que eso era? —le dije—. ¿Un… titán?
—Se llamaba Cronos, y una vez fue el rey de los Titanes —dijo mi madre—. Ha
estado durmiendo desde el final de la guerra, atrapado en el Tártaro con Nyx
velando por él y los otros titanes encarcelados.
Ava se estremeció, pero no dijo nada. Me inquieté.
53
—¿Nyx? —dije, odiando lo poco que sabía sobre esto. Mis lecciones del año
anterior se habían centrado en los mitos griegos, no en su verdadera herencia, y
ninguna cantidad de estudio siquiera compensaría el hecho de que no había vivido
a través de esto como el resto de ellos. O por lo menos no había escuchado las
historias por miles de años.
—Ella es la mejor guardiana que tenemos —dijo mi madre—. Henry se ofreció a
mantener a Cronos y al resto de los titanes que ponían en riesgo a la humanidad
encerrados en el Inframundo para que no hubiera ningún ser humano alrededor
para tentarlos, pero sabíamos que si permitíamos a Cronos permanecer consciente,
encontraría una salida. Así que la única solución que teníamos era mantenerlo
atrapado en sus sueños, que es la especialidad de Nyx.
—Entonces, ¿cómo se despertó? —dije—. ¿Cómo llegó al palacio?
James se metió las manos en los bolsillos.
—Henry y yo creemos que ha estado despierto durante algún tiempo, por lo
menos unas cuantas décadas. Ha guardado silencio hasta ahora, ganando fuerza,
pero no hay manera de comprobarlo y ver cuán despierto realmente está sin poner
en riesgo nuestras vidas.
—Los Titanes nos crearon —dijo mi madre—. Y ellos pueden matarnos, también.
Eso era lo último en lo que quería pensar, Henry corriendo a luchar contra ese
monstruo de nuevo, mientras podría muy bien estar en agonía.
—Todavía no me has dicho cómo se despertó en primer lugar —le dije, tratando
de evitar que mi voz temblara.
—No lo sabemos —dijo James—. Creemos que Calliope lo hizo.
—Pero… —Fruncí el ceño—. Dijeron que él ha estado despierto por eras.
—Décadas —corrigió.
Rodé mis ojos. Lo que era una vida para la mayoría de la gente era un abrir y cerrar
de ojos para el consejo. Llegaría allí con el tiempo, supongo —si Cronos no me
mataba primero— pero hasta entonces, estaba a tiempo mortal. Seis meses eran
seis meses, no una siesta agradable.
—Hay una fuerte posibilidad de que Calliope lo planeara con anticipación, e
iniciara el proceso cuando Henry dejó en claro que nunca le correspondería sus
sentimientos —dijo James—. Cuando él comenzó a traer chicas a casa para
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(2)saga the goddess test aimee carter

  • 1. 1
  • 2. 2 Sinopsis Kate Winters se ha ganado la inmortalidad. Pero si ella quiere una vida junto a Henry en el Inframundo, tendrá que luchar para conseguirlo. Volverse inmortal no se suponía que fuese la parte fácil. Aunque Kate está a punto de ser coronada Reina del Inframundo, está tan aislada como siempre. Y a pesar de su creciente amor por Henry, el soberano del Inframundo, él se está volviendo más distante y reservado. Entonces, en medio de la coronación de Kate, Henry es secuestrado por el único ser lo bastante poderoso para matarlo: el Rey de los Titanes. Mientras los otros dioses se preparan para una guerra que podría acabar con todos ellos, es responsabilidad de Kate salvar a Henry de las profundidades del Tártaro. Pero para explorar las interminables cavernas del Inframundo, Kate debe contar con la ayuda de la persona que es la mayor amenaza para su futuro. La primera esposa de Henry, Perséfone. Segundo libro de la saga Goddess Test.
  • 3. 3 Índice Prólogo Capítulo 1: Retorno a Edén Capítulo 2: Talento Capítulo 3: Coronación Capítulo 4: Los Titanes Capítulo 5: Opciones Capítulo 6: Lago de Fuego Capítulo 7: Oasis Capítulo 8: Perséfone Capítulo 9: Vínculos que atan Capítulo 10: Grieta Capítulo 11: Ingrid Capítulo 12: Encadenada Capítulo 13: Sombra Capítulo 14: Interrogatorio Capítulo 15: La Mala Hierba y la Rosa Capítulo 16: Campo de Batalla Capítulo 17: Ceniza y Sangre Capítulo 18: Acorralada Guía de Dioses Próximo libro Acerca de la autora
  • 4. 4 —¿Aceptas tu papel como Reina del Inframundo? —dijo Henry. Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. Por el bien de Henry, por el bien de mamá. Por mi propio bien. Porque al final, sin Henry, no sabía quién era yo. En el instante en que abrí la boca para aceptar, un estruendo rompió el silencio. Me di la vuelta para inspeccionar los daños, pero antes de que pudiera mirar bien, Ava apareció junto a mí y me tomó del codo. —Tenemos que salir de acá. Mientras corríamos hacia adelante, otro estrépito se hizo a través de la sala y una niebla brillante penetró el palacio. La misma niebla de mi visión. Esta era la cosa que casi había matado a Henry, y ahora nos estaba atacando a todos. Sin advertencia, se deslizó a través del aire más rápido de lo que los miembros del consejo podían controlarlo, pero no se estaba dirigiendo a Henry, a Walter o a Phillip. Se dirigía directamente hacia mí.
  • 5. 5 Prólogo Traducido por flochi Corregido por Marina012 alliope caminaba a través del campo soleado mientras ignoraba el parloteo de la pelirroja caminando detrás suyo. Ingrid fue la primera mortal que había tratado de pasar la prueba para convertirse en la esposa de Henry, y quizás si él hubiera pasado más de cinco minutos al día con ella, Henry habría entendido la razón por la que Calliope la había matado. —Lo disfrutarás —dijo Ingrid, agarrando un conejo de la alta hierba y abrazándolo en su pecho—. Todo florecerá al mediodía. —¿Cómo lo hizo ayer? —dijo Calliope—. ¿Y el día anterior a ese? ¿Y el anterior? Ingrid sonrió. —¿No es hermoso? ¿Viste las mariposas? —Sí, he visto las mariposas —dijo Calliope—. Y el venado. Y cada pieza inútil de tu otra vida. Una nube oscura ensombreció el rostro de Ingrid. —Lamento que creas que es estúpido, pero es mí otra vida, y me gusta así. Le tomó una enorme cantidad de esfuerzo, pero Calliope luchó contra las ganas de poner sus ojos en blanco. Disgustar a Ingrid sólo empeoraría las cosas, y a la velocidad que iba, pasarían años antes de que Calliope saliera de aquí. —Tienes razón —dijo firmemente—. Es sólo que nunca he pasado nada de tiempo en este reino, por lo que el proceso me resulta desconocido. Ingrid se relajó y pasó sus dedos a través de la piel del conejo. —Por supuesto que no pasas tiempo aquí —dijo con una risita que le puso los dientes de Calliope en el borde—. Eres una diosa. No puedes morir. A diferencia de C
  • 6. 6 mí —agregó, saltando más allá a unos pocos centímetros de la pradera—. Pero no es tan malo como pensé que sería. Si esa chica idiota supiera una maldita cosa, habría sabido que Calliope no era tan sólo una diosa. Era uno de los seis miembros originales del consejo, antes de que hubieran tenido hijos y el consejo se expandiera. Antes de que su marido hubiera decidido que la fidelidad estaba por debajo de él. Antes de que hubieran empezado a entregar la inmortalidad como si fuera un dulce. Ella era la hija de los Titanes, y no era una mera diosa. Era una reina. Y sin importar lo que el consejo y esa perra de Kate hayan decidido, ella no merecía estar aquí. —Bueno —dijo Calliope—. La muerte es algo estúpido a lo que temerle. —Henry se asegura de que me sienta cómoda. Viene de vez en cuando y pasa la tarde conmigo —dijo Ingrid, y añadió con una sonrisa desdeñosa—. Nunca me dijiste quién ganó. Calliope abrió la boca para decir que no era un concurso, pero no era verdad. Cada parte había sido una competición, y ella se había esforzado por el premio mucho más que los demás. Se deshizo de los oponentes magistralmente. Incluso Kate habría muerto si Henry y Diana no hubieran intervenido. Calliope debería haber ganado, y la sonrisa en el rostro de Ingrid se sentía como sal en el enorme agujero donde una vez había estado su corazón. Primero había perdido a su marido, y cuando pensó que había encontrado a alguien que podía entender su situación y darle el amor que ella deseaba tan fervientemente, y que alguien —Henry— nunca le dio la oportunidad. Debido a ello, lo había perdido todo. Su libertad, su dignidad, cada gramo de respeto que había luchado por ganar a través de los milenios, pero sobre todo, había perdido a Henry. Habían estado juntos, dos de los seis originales, desde antes del comienzo de la humanidad. Por eones ella lo había visto, envuelto en misterio y una soledad que nadie podía penetrar, al menos hasta que Perséfone llegó. Y después de lo que ella le había hecho… Si alguien merecía ser castigada, era Perséfone. Todo lo que Calliope siempre había querido era que Henry fuera feliz, y un día él entendería que la única manera de que lo fuera sería cuando estuvieran finalmente juntos. Sin importar cuánto tiempo tomara, ella haría que él lo viera. Y al final, Kate pagaría por robarles un tiempo precioso de su futuro.
  • 7. 7 —¿Calliope? —dijo Ingrid, y Calliope intentó sacudirse esos pensamientos de encima. Las palabras se escaparon en los huecos de su mente, pero su enojo y la amargura permanecieron. —Kate —dijo Calliope, escupiendo el nombre como si fuera venenoso—. Su nombre es Kate. Ella es la hija de Diana. Los ojos de Ingrid se agrandaron. —¿Y la hermana de Perséfone? Calliope asintió, y detrás de Ingrid, una extraña niebla se formó en la distancia. Parecía llamarla, pero resistió las ansias de deshacerse de Ingrid y seguirla. En tanto estuviera cumpliendo su pena pasando tiempo con cada chica que había matado, no podía irse sin alertar a Henry. Si desobedecía deliberadamente las órdenes del consejo, sería desterrada definitivamente y su lugar en el consejo sería cubierto por otra persona. Sabía exactamente quién sería esa persona, y se juró a sí misma que mientras ella fuera una diosa, Kate nunca conseguiría estar cerca de su trono. Calliope miró la niebla. —¿Alguna vez has atravesado eso? —¿Atravesado dónde? —dijo Ingrid—. ¿Los árboles? A veces, pero prefiero el prado. ¿Sabías que los pétalos saben a caramelo? Deberías probarlos. —No como caramelos —dijo Calliope, todavía distraída por la niebla. Ella no había visto nada parecido en el Inframundo, y debía significar algo. Tal vez era la manera de Henry de decirle que podía pasar a la siguiente chica. Tal vez entendió lo espantosa que era Ingrid después de todo. —¿Cómo no puedes comer caramelo? —dijo Ingrid—. Todo el mundo come dulces. —No soy como todo el mundo —dijo Calliope—. Quédate aquí. —¿Así que puedes alejarte? —dijo Ingrid—. No lo creo. Necesitas que te perdone antes de irte, ¿o lo has olvidado ya? Calliope apretó los dientes. Por supuesto que no lo había olvidado, pero por lo que a ella respectaba, Ingrid nunca iba a perdonarla. Y aunque lo hiciera, Calliope dudaba que cada chica que había matado lo hiciera, según la sentencia de Kate, lo
  • 8. 8 que significaba que probablemente estaría atrapada aquí en el Inframundo por la eternidad. Eso mucho más de lo que Calliope estaba dispuesta a esperar. —A menos que quieras que te sujete los pies al suelo, te quedarás —espetó ella. —¿Puedes hacer eso? Calliope no se molestó en responder. En su lugar, se dirigió hacia la niebla y lejos de Ingrid, quien al menos tuvo la decencia de no seguirla. Mientras más se alejaba de Ingrid, más tenebrosa se volvía la pradera, hasta que Calliope estuvo rodeada de rocas… el verdadero rostro del Inframundo ahora que no había un alma muerta cerca para influenciar su apariencia. Ahora que estaba más cerca, pudo ver que la niebla no era en absoluto niebla. En su lugar, parecía brillar en el aire, mil zarcillos de luz extendiéndose hacia ella. Calliope estiró el brazo, y en el momento en que sus dedos tocaron el extraño resplandor, entendió por qué la había llamado. Por fin, tras décadas de espera, él estaba despierto. Calliope sonrió, y la ráfaga de poder tan antiguo que no tenía nombre se extendió a través de ella. Con Ingrid siendo nada más que un recuerdo distante, dio un paso hacia adelante, y la ira que había albergado por tanto tiempo finalmente encontró su propósito. —Hola, Padre.
  • 9. 9 Capítulo 1 Retorno a Edén Traducido por ƸӜƷYossƸӜƷ Corregido por Marina012 uando yo era niña, todos los otoños mis profesores hacían que la clase escribiera y presentara uno de esos horribles ensayos de “¿Qué hice el verano pasado?”, con fotos y anécdotas divertidas diseñadas para hacer que un salón de clases lleno de estudiantes aburridos presten atención. Cada año me sentaba y escuchaba mientras mis compañeros de la escuela preparatoria de la ciudad de New York hablaban sobre como pasaron su verano en Hamptons, o en Florida, o en Europa con sus ricos padres, o au pair1 , o mientras nos hacíamos mayores, con sus novios o novias. Para el momento en que llegamos a la secundaria, ya había oído las mismas historias ostentosas una y otra vez: escapadas en París con supermodelos, toda una noche de fiesta en las playas en las Bahamas con estrellas de rock… cada estudiante competía por la atención con hazañas que se volvían más salvajes cada año. Pero mi historia era siempre la misma. Mi madre trabajaba como florista, y como la mayor parte de sus ingresos eran para pagar esa escuela, nunca salíamos de la ciudad de Nueva York. En sus días libres pasábamos nuestras tardes en Central Park tomando el sol. Después que enfermó, pasaba los veranos en el hospital con ella, aguantando su pelo mientras la quimioterapia atacaba su sistema o recorría los canales de televisión en busca de algo para ver. No eran Los Hamptons. No era Florida. No era Europa. Pero eran mis veranos. 1 Au pair: es una palabra francesa, usada para denominar a la persona acogida temporalmente por una familia a cambio de un trabajo auxiliar; suele convivir con la familia receptora, y recibe una pequeña remuneración. C
  • 10. 10 Sin embargo, el verano después de mis primeros seis meses con Henry, superó cada uno de los veranos de mis compañeros. —No puedo creer que no hayas nadado con delfines antes —dijo James mientras yo manejaba por un sucio camino que no parecía tener mucho uso. Estábamos de vuelta en la península superior de Michigan y rodeados de árboles más altos que edificios. Cuanto más nos acercábamos a la Mansión Edén, más amplia se volvía mi sonrisa. —No es como que tengamos una tonelada de ellos en el río Hudson —dije, presionando el acelerador. Estábamos tan lejos de la civilización que no había ningún aviso de límite de velocidad, y la última vez que había estado en este camino, mi madre estaba demasiado enferma como para arriesgarme tomando ventaja de eso. Pero ahora, después de que el consejo me había garantizado la inmortalidad, la única cosa que arriesgaba era mi viejo y aporreado auto. Hasta ahora, me gustaban los beneficios—. Estoy más impresionada por la erupción del volcán. —No tengo idea de por qué lo hizo —dijo James—. Ha estado inactivo más tiempo de lo que algunos de nosotros hemos vivido. Podría tener que preguntarle a Henry de eso cuando volvamos. —¿Qué tendría que ver él con un volcán? —le dije, y mi corazón dio un vuelco. Estábamos tan cerca ahora que casi podía sentirlo, y tamborileaba los dedos nerviosamente contra el volante. —Los volcanes corren bajo el dominio de Henry. Si uno viejo estalla así, entonces algo pasa. —James mordió un pedazo de carne seca y me ofreció el resto. Arrugué la nariz—. Como quieras. Te das cuenta de que vas a tener que contarle todo lo que hicimos, ¿no? Lo miré. —No lo he planeado de otra manera. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo con eso? James se encogió de hombros. —Nada. Supongo que no estará muy emocionado con la idea de tú pasando seis meses en Grecia con un rubio y guapo extraño, eso es todo. Me reí tan fuerte que casi me salí del camino. —¿Y quién era ese extraño rubio guapo? No lo recuerdo.
  • 11. 11 —Eso es exactamente lo que le debes decirle a Henry, y ambos estaremos a salvo —dijo James alegremente. Era una broma, por supuesto. James era mi mejor amigo, y habíamos pasado juntos todo el verano visitando antiguas ruinas, ciudades gigantes e islas espectaculares en uno de los lugares más bellos del mundo. Tal vez uno de los más románticos, también, pero James era James, y estaba casada con Henry. Casada. Todavía no me acostumbraba. Mantenía mi anillo de bodas con un diamante negro en un collar alrededor de mi cuello, demasiado preocupada de perderlo para usarlo apropiadamente, y ahora que estábamos solo a kilómetros de Edén, era momento de ponérmelo de nuevo. Había luchado para pasar las siete pruebas que el consejo de los dioses me habían dado para ver si era digna de la inmortalidad y convertirme en la Reina del Inframundo, y porque había ganado —a duras penas— Henry y yo éramos ahora técnicamente marido y mujer. De todos modos, con el silencio entre nosotros por los pasados seis meses no se sentía así. No se lo admití a James, pero pasé el verano mirando alrededor con la esperanza de ver a Henry entre la multitud, aunque se suponía que no debía estar allí. Pero sin importar cuanto me esforzara, no vi ninguna señal de él. Por supuesto, la mitad de un año era prácticamente un abrir y cerrar de ojos para alguien que había existido desde antes del nacimiento de la humanidad. Pero sin duda una señal de que me extrañaba no era demasiado pedir. Sin embargo, durante mi invierno con él había tenido que luchar por cada pequeño paso adelante. Cada mirada, cada caricia, cada beso… ¿y si seis meses de diferencia nos traía de vuelta al punto de partida? Había pasado miles de años lamentándose por su primera esposa, Perséfone, y él sólo me había conocido por uno. Nuestra boda no había sido el final perfecto de una maravillosa historia de amor. Había sido el comienzo de la eternidad, y nada acerca de nuestra nueva vida juntos iba a ser fácil. Para ninguno de nosotros. Especialmente teniendo en cuenta que en las prioridades para ajustarse al matrimonio, tendría que aprender a ser la Reina del Inframundo, también. Y no importa cuánto tiempo había invertido en cuidar a mi moribunda madre, tenía una sensación de abatimiento de que nada de eso me ayudaría a la hora de gobernar a los muertos. Me saqué mis preocupaciones de la mente mientras la puerta negra de hierro forjado de la Mansión Edén apareció a la vista. Nueva York, la escuela, la enfermedad de mi madre, eso era mi pasado. Mi vida mortal. Esto era mi futuro. Sin
  • 12. 12 importar lo que haya o no ocurrido durante el verano, iba a tener la oportunidad de estar con Henry ahora, y no iba a desperdiciar ni un momento. —Hogar dulce hogar —dije mientras conducía a través de las puertas. Podía hacer esto. Henry estaría esperando por mí, y estaría emocionado de verme. Mi madre estaría allí, también, y no tendría que pasar seis meses más sin verla. Después de casi perderla, pasar mi verano sin mi madre había sido una tortura, pero ella insistió, el primer verano sería mío, y ni ella ni Henry estarían involucrados. Pero estaba de vuelta ahora, y todo estaría bien. James estiró el cuello para mirar los árboles de colores brillantes que se alineaban en el camino. —¿Todo bien? —me dijo. —Yo debería preguntarte eso —dije, viendo la manera como tamborileaba sus dedos en el apoyabrazos nerviosamente. Se quedó quieto, y después de un momento añadí antes de que pudiera evitarlo—. Él estará feliz de verme, ¿verdad? James parpadeó y dijo con frialdad: —¿Quién? ¿Henry? No puedo decirlo. No soy él. Esa fue la última respuesta que yo esperaba, pero por supuesto que él no iba a estar contento por eso. James habría sido es sustituyo de Henry como el gobernante del Inframundo si yo hubiera fallado, y a pesar de que no lo había parecido en nuestro viaje, James estaba sin duda dolido al respecto. —¿Al menos pues pretender estar feliz por mí? —dije—. No puedes pasar toda tu existencia enojado por eso. —No estoy enojado. Estoy preocupado —dijo—. No tienes que hacer esto si no quieres, lo sabes. Nadie te culparía. —¿Hacer qué? ¿No volver a Edén? —Ya había pasado las pruebas. Le dije a Henry que volvería. Estábamos casados, por el amor de Dios. —Todo el mundo está actuando como si fueras el principio y el final de todo para Henry —dijo James—. No es justo ponerte bajo ese tipo de presión. Dios mío, realmente estaba hablando acerca de no volver. —Mira, James, sé que te gustó Grecia, también a mí, pero si crees que me puedes persuadir de no volver…
  • 13. 13 —No te estoy persuadiendo acerca de nada —dijo James con sorprendente firmeza—. Estoy tratando de asegurarme de que nadie más lo haga. Esta es tu vida. Nadie va a quitarte a tu madre ahora si decides que no quieres hacer esto después de todo. —Eso no… eso no es por lo que voy a regresar en absoluto —farfullé. —¿Entonces por qué, Kate? Dame una buena razón, y lo dejaré. —Puedo darte una docena. —Sólo quiero una. Resoplé. No era de su incumbencia. Había estado a punto de morir en mis intentos de salvar a Henry de desvanecerse; no iba a alejarme de él debido a la posibilidad de que podría no me gustarme el Inframundo. —No sé cómo haces las cosas, pero quiero a Henry, y no lo voy a dejar solo porque no crees que sea bueno para mí. —Muy bien —dijo James—. Pero, ¿qué vas a hacer si Henry no te quiere? Pisé los frenos y forcé el auto a detenerse con tanta violencia que la palanca de cambios se desprendió. El auto era un pedazo de mierda de todos modos. —Eso es imposible. Me dijo que me ama, y confío en que no me miente. A diferencia de alguien que conozco. Lo fulminé con la mirada, pero su expresión no cambió. Con un bufido, me bajé del auto, maldiciendo mientras el cinturón de seguridad quedaba atrapado en mis jeans. Después de varios intentos fallidos de desenredarme, James se estiró y suavemente lo deshizo por mí. —No te enojes —dijo—. Por favor. Después de lo que le pasó a Perséfone, quería asegurarme de que no pases por lo mismo, ¿está bien? Eso es todo. Yo no era idiota. Sabía que una parte de Henry siempre estaría enamorado de Perséfone. Después de todo, había perdido las ganas de seguir después de que ella había renunciado a su inmortalidad para morir y pasar la eternidad con un mortal, y él no se habría sentido así si toda su existencia no hubiera girado en torno a ella. Pero yo podía darle lo que ella nunca le dio: amor correspondido. —Si realmente eres feliz y ustedes dos se aman el uno al otro, entonces genial — dijo James—. Buena suerte a ambos. Pero si no… si te despiertas un día y te das
  • 14. 14 cuenta que te estás forzando a amarlo porque piensas que es lo correcto, no porque te hace más feliz de lo que has sido alguna vez… entonces quiero asegurarme de que sepas que tienes una opción. Y si alguna vez quieres irte, todo lo que tienes que hacer es decirlo, y me iré contigo. Irrumpí hacia la puerta principal de la casa, halándola fuertemente. —Muy bien, así que si alguna vez decido que la vida de Henry no vale la pena, voy a asegurarme de hacértelo saber. Ayúdame con esto, ¿quieres? James no dijo nada cuando se unió a mí y abrió las pesadas puertas como si estuvieran hechas de plumas. Me deslicé dentro y forcé una sonrisa, esperando ver a Henry esperándome en la magnífica entrada hecha de espejos y mármol. Sin embargo, el vestíbulo estaba vacío. —¿Dónde está todo el mundo? —dije, mi sonrisa desvaneciéndose. —Esperando por ti, sospecho. —James pasó después de mí, y la puerta se cerró detrás de nosotros, haciendo eco en la entrada—. No pensaste que íbamos a permanecer aquí, ¿o sí? —No sabía que había otro sitio donde estar. Él pasó el brazo por mis hombros, pero cuando me lo sacudí moviendo los hombros, se metió las manos en los bolsillos en su lugar. —Por supuesto que hay algún otro lugar. Sígueme. James me llevó al centro del vestíbulo, donde un círculo de cristal brillaba con un arcoíris de colores en el centro del piso de mármol blanco. Cuando traté de seguir al otro lado de la sala, me agarró la mano y me detuvo. —Esta es nuestra parada —dijo, mirando hacia abajo. Me quedé viendo los cristales debajo de mis pies, y finalmente lo vi. Un aura extraña y brillante parecía emanar de donde estábamos, y salté fuera del círculo. —¿Qué es eso? —¿Henry no te dijo? —dijo James, y negué con la cabeza—. Es un portal entre la superficie y el Inframundo. Totalmente seguro, lo prometo. Son como atajos, así no tenemos que tomar el camino más largo. —¿El camino más largo?
  • 15. 15 —Si sabes dónde buscar, puedes encontrar una abertura al Inframundo y viajar a través de varias cuevas y ese tipo de cosas —dijo—. Oscuro, sombrío, consume mucho tiempo, y es difícil si te pone nerviosa tener millones de kilos de roca presionando sobre ti. —No hay nada por debajo de la superficie excepto lava y tierra —dije, haciendo caso omiso de la idea de ser enterrada viva—. Cada niño de ocho años lo sabe. —Somos dioses. Somos excelentes en cubrir nuestras huellas —dijo James con una sonrisa infantil, y esta vez, cuando él me ofreció su mano, la tomé y volví a entrar en el círculo. —¿Qué más se te da bien? —refunfuñé—. ¿Convertir el agua en vino? —Esa es la especialidad de Xander —dijo—. Me sorprende que no haya convertido el Mar Muerto en un gran barril de fiestas a estas alturas. Debe ser demasiado salado para él. En cuanto a mí, puedo encontrar lo que sea, a quien sea o cualquier lugar que desees. ¿Notaste que nunca nos perdimos en Grecia? —Excepto una vez. —En realidad tampoco estábamos perdidos —señaló. —De todas maneras —Le di una mirada, y se puso rosado—, pensé que simplemente conocías bien el área. —Así es, hace mil años atrás. Han hecho modificaciones desde entonces. Cierra tus ojos. Una ráfaga de energía electrizante se arremolinó a nuestro alrededor, y un rugido llenó mis oídos. Sin previo aviso, la tierra cayó por debajo de nosotros, y grité. Mi corazón saltó en mi garganta, y mis ojos se abrieron mientras trataba de alejarme de James, pero su brazo me envolvía como el acero. Estábamos rodeados por roca, no, estábamos dentro de la roca e íbamos a través de ella como si no fuera más sustancial que el aire. La expresión de James era tan tranquila como siempre, como si deslizarse a través de la piedra, la tierra y sólo Dios sabía qué otra cosa era perfectamente normal. Pareció durar por años, pero sólo unos pocos segundos más tarde aterricé sobre mis pies en tierra firme. James soltó su agarre de mis hombros, pero mis piernas temblaban tanto que me aferré a él a pesar de todo lo que quería hacer era darle un golpe en la cabeza.
  • 16. 16 —Eso no fue tan malo, ¿verdad? —me dijo alegremente, y yo lo fulminé con la mirada. —Me las cobraré por eso —gruñí—. No lo vas a ver venir, pero cuando se acabe, sabrás la razón por la que fue. —Lo estaré esperando —dijo, y por fin me sentí lo suficientemente estable como para estar de pie por mi cuenta. Contuve mi respuesta mientras miraba alrededor, y mis cejas se alzaron. Estábamos en una caverna enorme, tan grande que no podía ver la parte superior. La única manera de asegurar que era debajo de la tierra —además del angustioso viaje al que apenas había sobrevivido— era la falta de luz solar. Genial. Aparentemente Henry vivía en una cueva. En lugar del cielo, los ríos de cristal corrían a través de la roca, proporcionando una luz brillante que iluminaba la caverna entera. Estalagmitas y estalactitas gigantes se unían en hileras de columnas que no podían haber sido naturales y para mi alivio, formaban una ruta a un magnífico palacio de roca de color negro brillante que parecía como si hubiera surgido de un lado de la caverna. —Si me lo permites —dijo James—. En nombre del consejo, quiero ser el primero en darte la bienvenida al Inframundo. Abrí la boca, pero antes de que pudiera decir una palabra, los gritos enfurecidos de Henry llenaron mis oídos, y caí de rodillas mientras el mundo se volvía negro.
  • 17. 17 Capítulo 2 Talento Traducido por flochi y Shadowy Corregido por Marina012 enry apareció a centímetros frente a mí, su rostro retorcido con tal furia que me encogí. Él estaba en el Inframundo, rodeado de la misma roca de cristal fundido que reconocí de mi aterrizaje, pero la caverna no era la misma. Era tan vasta que no podía distinguir el otro lado, y estaba vacía excepto por la enorme puerta que parecía como si estuviera hecha de la propia pared. Henry levantó sus temblorosas manos contra una espesa niebla que se filtraba por entre las barras hechas de roca, su mandíbula tensa. Sus hermanos, Walter y Phillip lo flanqueaban a ambos lados, pero estaba claro que Henry era el general en esta batalla. —No funcionará —dijo una voz de chica que hizo que mis entrañas se volvieran de hielo. Detrás de Henry estaba parada Calliope, sus ojos brillantes con diversión—. Ya está despierto. —¿Por qué? —dijo Henry, su voz tensa por el esfuerzo—. ¿Realmente has llegado tan lejos que crees que esta es la respuesta? Pero sea cual fuera la cuestión, no tuve la oportunidad de descubrirlo. Henry y sus hermanos se desvanecieron, y abrí mis ojos y aspiré aire fresco y húmedo de la caverna que contenía el palacio. De alguna manera terminé en mis manos y rodillas, y James estaba arrodillado junto a mí, su ceño fruncido mientras frotaba mi espalda. —¿Te encuentras bien? —dijo. H
  • 18. 18 —¿Qué pasó? —Viendo a dos figuras aproximarse en la distancia, me tensé. No podían ser Henry y Calliope. Él nunca la dejaría estar cerca de mí. —Nada —dijo James sin certeza—. ¿Te golpeaste la cabeza? No respondí, demasiado ocupada analizando las dos siluetas. James no estaba preocupado, así que no podía ser Calliope… ¿pero él había visto la caverna con la puerta? ¿Sabía él que ella estaba allá afuera, luchando contra Henry y sus hermanos? Finalmente, las dos figuras aparecieron a la vista y el alivio me inundó. —Mamá —grité, poniéndome de pie sobre unas piernas temblorosas. James me sujetó, y conseguí dar unos cuantos pasos hacia delante. Mi madre, quien había pasado años batallando contra el cáncer que finalmente había matado su forma mortal, caminó hacia mí radiante. Todavía no me había acostumbrado a la idea de que ella también era una diosa y había omitido mencionármelo por dieciocho años, pero en ese momento todo lo que me importaba era llenar el agujero que había crecido dentro de mí durante los seis meses que me fui. —Hola cariño —me dijo, abrazándome. Respiré su aroma, manzanas y fresia, y le devolví el abrazo con fuerza. La había extrañado más de lo que podía haber puesto en palabras, y por lo que a mí respecta, nadie nunca me persuadiría de dejarla por cualquier espacio de tiempo otra vez. —¿Qué fue todo eso? —dijo una segunda voz. Ava. Mi mejor amiga y la razón de que hubiera conocido a Henry en primer lugar. Otra que me había mentido sobre ser mortal—. Kate, parecía como si estuviera teniendo un ataque. —No es nada que no pueda ser controlado con práctica —dijo mi madre, tocando mi mejilla—. Veo que tomaste mucho sol. ¿Grecia te trató bien? Ella me soltó, y Ava se abalanzó para darme un abrazo y chillar. —¡Te ves hermosa! Mira ese bronceado. Estoy tan celosa. ¿Te teñiste el cabello? Luce más claro. Busqué sobre mi hombro, pero el camino que llevaba al palacio de obsidiana estaba vacío. Henry no había venido a saludarme después de todo. Mi corazón dio un vuelco, y evité la mirada de James. No quería ver su éxito. —¿Qué quieres decir con algo que puede ser controlado con la práctica?
  • 19. 19 —Tu talento, claro. —La sonrisa de mi madre vaciló—. Dime que Henry te explicó esto el invierno pasado. Apreté los dientes. —De aquí en adelante, que tal si todo el mundo asume que si Henry iba a decirme algo, no lo hizo. ¿Suena como un plan? —Probablemente no pensaba que podrías sobrevivir el tiempo suficiente para que importara —murmuró James. Ava lo ignoró y enganchó su brazo con el mío. —Estás gruñona hoy. —También lo estarías si cayeras a través de un hoyo en el suelo y acabaras en el infierno —dije. Mi madre tomó mi otro brazo y James se quedó detrás de nosotras mientras nos dirigíamos al palacio. —No dejes que Henry escuche que llamas infierno a este lugar —dijo ella—. Es muy susceptible sobre este tipo de cosas. Es el Inframundo, no el infierno. Es donde… —… las personas van tras morir —dije—. Lo sé. Eso me lo dijo. ¿Dónde está? Aun cuando pregunté, tuve la enferma sensación de que sabía exactamente dónde se encontraba. —Él y algunos de los otros tenían un asunto que atender —dijo mi madre—. Volverán antes de tu ceremonia de coronación esta noche. —¿El asunto tiene algo que ver con la puerta gigante y Calliope? Ava se detuvo, y tiré de su brazo, pero sus pies permanecieron plantados en el suelo. —¿Cómo sabes eso? Me encogí de hombros. —Eso es lo que estaba intentando decir… lo vi, justo ahora. En la superficie, por ver visiones como esa me habría enviado a una institución mental, pero mi madre no hizo más que parpadear.
  • 20. 20 —Sí, cariño, eso pasará de vez en cuando, y con el tiempo aprenderás a controlarlo. —Estupendo —dije irritada—. ¿Podrías al menos explicarme qué es? —No hay necesidad de enojarse —dijo mi madre, y mi exasperación se disolvió inmediatamente. Podría no estar muriéndose ya, pero luego de haber pasado cuatro años viéndola tambalearse al borde entre la vida y la muerte, estaría cualquier cosa menos enfadada con ella. Seis meses lejos no iban a cambiar eso. —Lo siento —dije, la culpa corriendo a través de mí. Miré a James, quien permanecía en el fondo, sus manos metidas en los bolsillos y su mata de cabello rubio cayendo sobre sus ojos. Pero quería respuestas, no más diatribas sobre cómo tenía una opción—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué pude ver a Henry? Mi madre envolvió sus brazos alrededor de mis hombros, y me relajé contra ella. —¿Por qué no vamos dentro donde es más cómodo, y entonces te contamos todo? De alguna manera dudaba que alguna vez realmente aprendería todo lo que estaba pasando en la ahora mi familia, pero mis jeans estaban húmedos por la tierra y mientras más pronto llegáramos al palacio, más pronto vería a Henry. Y entonces… ¿Y entonces qué? La oferta de James se volvió a filtrar en mi mente, mis pensamientos dando vueltas hasta que no lo pude ignorar más. Él estaba equivocado. Tenía que estarlo. Había sobrevivido; había pasado, y Henry me amaba. Tan pronto como nos viéramos, todo caería en su lugar, y las cosas volverían a ser normales otra vez. Y yo me sentiría como una idiota por haber cuestionado a Henry. El camino era más corto de lo que había pensado, inclinándose hacia abajo, hacia un patio en frente del palacio. En vez de lechos de flores y árboles, el suelo estaba plagado de magníficas joyas en un arco iris de colores que brillaban en la luz. Parecidos a la forma en que los jardines de mi madre eran arte, esto era una obra maestra, y no pude apartar mis ojos. —Perséfone lo diseñó —dijo Ava a medida que nos aproximábamos a las intimidantes puertas. Me mordí el interior de la mejilla para evitar una réplica descortés. Nunca había considerado cuánto estar en Inframundo le recordaría a Henry a Perséfone, y después de haber pasado milenios juntos, no había manera
  • 21. 21 de que pudiera combatir cada pedazo de ella que perduraba en su vida. Pero no había sido preparada para enfrentarlo así de pronto. Respiré profundamente. Todo estaría bien. Tenía jet-lag2 , eso era todo, y tan pronto como descansara y viera a Henry, todo volvería a la normalidad. Enojarme por cada cosa no iba a ayudar. La entrada no era para nada lo que esperaba. A diferencia de la oscuridad del mundo exterior al palacio, era alegre en el interior, con paredes rojas y espejos como los que colgaban en la Mansión Edén. Aunque esta habitación era más pequeña, era más familiar de alguna manera. Por los relieves alrededor de los espejos a los muebles de cuero marrón dispersos por todo el pasillo, todo era cálido. El palacio era enorme, pero dentro, no parecía en lo más mínimo impresionante. Me gustaba. —¿Es aquí donde estaré viviendo todo el invierno? —dije, y mi madre asintió. —Esta es el ala privada del palacio, destinada para ti, Henry y sus invitados. —¿Hay invitados? Ava saltó junto a mí, casi arrancando mi brazo fuera de su coyuntura. —Como nosotros, tontita. Todo el consejo está aquí ahora mismo para tu coronación. —¿Lo están? —Mi boca se secó—. Pensé que sólo íbamos a ser Henry y yo. Y ustedes. —Claro que todo el consejo está acá. Henry va a coronar a la nueva Reina del Inframundo esta noche —dijo mi madre, poniendo su mano en mi espalda para dirigirme por otro pasillo—. Eso no sucede muy a menudo. Ella parecía saber exactamente a dónde iba, y la ansiedad burbujeó dentro de mí. Debió haber pasado mucho tiempo aquí con Perséfone, quien había sido su hija — mi hermana— y su familiaridad con el palacio era un recordatorio de cuán profundamente arraigada había estado Perséfone a la vida de Henry. Cuán profundamente arraigado estaba el recuerdo de ella. 2 Jet-lag: Cansancio extremo y otros efectos físicos que siente una persona después de un largo vuelo a través de varias zonas horarias.
  • 22. 22 —Tu dormitorio —dijo Ava, señalando hacia una puerta elaboradamente decorada al final del pasillo. Quise preguntarle cómo lo sabía, pero a medida que nos acercábamos y reconocí las intrincadas tallas de madera, casi me ahogué. Era exactamente la misma puerta como la que en Edén llevaba a la habitación de Perséfone. En la mitad superior había una hermosa pradera, y de alguna manera el artista había conseguido recrear la luz del sol en la madera. Debajo de este se encontraba el Inframundo con sus pilares de piedra y jardines de joyas, y eso fue todo lo que pude hacer para poder hablar. —¿Creen que a Henry le importaría si hiciera algo de redecoración? Ava y mi madre intercambiaron una mirada confundidas, pero James, quién había estado callado hasta entonces, se adelantó. Sin embargo, no quería su simpatía. O su comprensión. Henry estaba ocupado, no ignorándome, y no podía haber sabido cómo posiblemente una sencilla puerta se sentiría como un puñetazo en el estómago para mí. No quería que él eligiera entre yo y su esposa muerta; solo quería ser la parte más importante en su vida ahora. Tal vez tomaría algún tiempo, pero era tiempo que estaba dispuesta a aceptar si Henry lo estaba también. Sacudí la cabeza. Por supuesto que Henry querría eso. Él había sido el que se acercó a mí al lado del río para empezar. Había sido el que me protegió durante mi tiempo en Edén. Era el que había ayudado a traerme de entre los muertos. Era el que se había quedado junto a mi cama casi cada hora después. Se preocupaba. Él tenía que hacerlo. Aunque eso era antes de que me hubiera sido concedida la inmortalidad por el consejo, dijo una pequeña voz que sonaba sospechosamente como la de James en la parte trasera de mi mente. Mi madre era la hermana favorita de Henry. Tal vez él sólo estaba tratando de protegerme por el bien de ella. Forcé el pensamiento a un lado. Estaba en pánico por nada. Henry se presentaría pronto, y no podía evitarme todo el invierno. Incluso si tenía alguna aprensión sobre todo esto, seríamos capaces de hablar de ello. No era como si yo no estuviera nerviosa, también. —Ésta también es tu casa ahora, y deberías hacer lo que te haga sentir cómoda — dijo James—. Si Henry realmente te ama, entenderá. —¿Cómo puedes decir algo así? —dijo Ava, horrorizada—. Por supuesto que la ama. Yo debería saberlo.
  • 23. 23 —Sí —dijo él secamente—. Deberías. Si todas ustedes me disculpan, tengo cosas que hacer antes de la ceremonia. Él me besó en la mejilla antes de pasar de largo a Ava y mi madre, y las tres lo vimos irse. Traté de no dejarlo meterse bajo mi piel, pero la idea de pasar seis meses sin ver a James después de pasar todo el verano con él era difícil de aceptar. Sin importar los sentimientos que pudiera tener por mí o no pudiera tener, todavía era mi amigo. —Iré a ver qué pasa con él —dijo mi madre una vez que James se perdió de vista. —Gracias —dije—. Él no fue así mientras estuvimos en Grecia. Suspiré. —No, me imagino que no lo era. —Dándome un abrazo, agregó—: Pasaré a verte antes de la ceremonia. Ava, quédate con ella hasta que Henry regrese. —Lo planeaba —dijo Ava, y una vez que mi madre había corrido tras James, se volvió hacía mí con una sonrisa maliciosa—. Así que, ¿quieres ver dónde sucede la magia? La mirada en mi rostro le provocó un ataque de risa, y fue sólo cuando amenacé con seguir a mi madre que se puso seria. —Lo siento, es sólo… eres tan mojigata. No dignifiqué eso con una respuesta. La única vez que me había acostado con Henry había sido después de ser dosificada con un afrodisiaco, gracias a Calliope. Si bien la idea de fallar una prueba había enfurecido a Henry, parte de mí mantenía la esperanza de que él lo hubiera disfrutado tanto como yo lo había hecho. No habíamos dormido juntos desde entonces, pero ahora que estábamos casados, podría ser algo que él estuviera esperando. No estaba segura de cuál era peor: la idea de Henry esperándome para dormir con él, o la idea de Henry no queriendo dormir conmigo en absoluto. Ava finalmente empujó la puerta abierta, revelando un gran dormitorio suite al otro lado. La alfombra era suave y de color crema, y las paredes estaban pintadas del mismo rico rojo que el vestíbulo. En el centro había una enorme cama en una plataforma elevada, y las sábanas eran doradas. Era perfecto, y me odié a mí misma por gustarme tanto.
  • 24. 24 —Por favor dime que alguien ha cambiado las sábanas desde que Perséfone vivió aquí —murmuré, y Ava se rió. —Por supuesto. Incluso hablé con Henry para dejarme redecorar por ti. No creí que la puerta te molestaría, de lo contrario habría cambiado eso, también. El nudo en mi estómago se deshizo. —La próxima vez, comienza con eso —dije, deambulando alrededor de la habitación para inspeccionarla. Los muebles estaban esparcidos por todas partes, incluyendo dos sofás para dos, un escritorio y un tocador, y un gran ventanal con vista al patio y el jardín de joyas. Cerré las cortinas doradas. Un ladrido agudo llamó mi atención, y me di la vuelta a tiempo para ver a Pogo, el cachorro que Henry me había regalado el pasado invierno, venir disparado hacia mí. Sus pequeñas patas apenas podían mantenerlo estable, y su cola se movía tan entusiastamente que tenía miedo de que la golpeara contra algo. —Pogo —arrullé, recogiéndolo y acunándolo en mi pecho—. No has crecido ni poco, ¿verdad? ¿Dónde está Cerberus? —Lamió mi mejilla, y sonreí. Finalmente algo estaba yendo bien. —Cerberus tiene su propio trabajo aquí abajo —dijo Ava desde el otro lado de la habitación—. Me hice cargo de Pogo por ti… le enseñé algunos trucos nuevos y todo. Mi sonrisa se desvaneció. —Pensé que Henry iba a cuidar de él. —Había conseguido a Pogo para mí porque él quería mostrarme que tenía la intención de que nuestra relación durara, y en lugar de cuidar de él como había prometido, ¿se lo había entregado a Ava por el verano? Abracé a Pogo más fuerte. —Él está ocupado a veces —dijo Ava, y crucé la habitación para unirme a ella—. Ahora, este es tu armario. Incluso hablé con Henry para que me dejara elegir tus trajes por ti esta vez en lugar de Ella. Ella, quien junto a Calliope me había asistido durante toda mi estancia en Edén, había pasado los primero pocos meses vistiéndome en las más dolorosas modas de los últimos mil años solamente para hacerme retorcer. Habría preferido pasar los siguientes seis meses envuelta en una sábana que usar las rígidas faldas con aros y corsés que Ella habría, sin duda, previsto para mí.
  • 25. 25 Ava abrió una puerta, y mis ojos se ampliaron. Era el armario más grande que hubiera visto, lleno con filas de jean, pilas de blusas y suéteres, y una pared entera cubierta con zapatos. También había una fila de vestidos elegantes, pero Ava había mantenido misericordiosamente aquellos al mínimo. —Me imaginé que no los querrías, así que robé la mayor parte de ellos para mí — dijo mientras pasaba mi mano sobre un vestido plateado brillante que casi habría considerado usar si tuviera algún lugar donde ir con el—. No le digas a Henry. —No lo haré. —Me senté al lado de la pared de zapatos e inspeccioné el par más cercano. Talla siete, como yo—. Si te digo algo, ¿prometes no decírselo a nadie más? Estuvo a mi lado en un instante, y el hambre en sus ojos de chisme casi me hizo reconsiderarlo. Pero no tenía a nadie más para hablar aparte de mi madre y James, y estaba demasiado avergonzada para ir a mi madre por esto, y James… bueno, él era parte del problema. —Por supuesto —dijo en un susurro conspirador—. Sabes que puedes decirme cualquier cosa, y no le diré a un alma. Quería creerle, pero todavía recordaba la chica en Edén que me había engañado para irrumpir en la propiedad de Henry, sólo para tenerla tratando de abandonarme allí. Su maniobra había fracasado, dando lugar a una Ava moribunda y Henry ofreciendo sanarla si me quedaba con él por seis meses al año. Sin embargo, desde entonces, ella se había convertido en uno de mis mejores amigos, y no podía ignorar eso. —Se trata de James —dije, mirando hacia abajo al tacón que sostenía. Iría perfectamente con el vestido plateado—. Me dijo que tenía una opción. Que yo no tenía venir aquí si no quería hacerlo. —Me detuve antes de mencionar la parte donde él había ofrecido irse conmigo—. Creo que está celoso de Henry. En lugar de reírse en mi cara, Ava se estableció en el suelo a mi lado. —Es una posibilidad. Ninguno de nosotros estaba contento con la idea de Henry desvaneciéndose, pero por lo menos James habría conseguido algo de ello. Sacudí mi cabeza. —No quiero decir celoso de él gobernando el Inframundo. Quiero decir… celoso de que él me tenga a mí.
  • 26. 26 —Oh. —Los ojos de Ava se ampliaron—. Oh. ¿Crees que James…? Me encogí de hombros. —En cierto modo parece, ¿no es así? Pasamos el verano entero juntos. Él estaba tan feliz y relajado y James mientras estábamos en Grecia, pero ahora que estamos de vuelta aquí, se ha puesto todo malhumorado y correcto y no quiere estar cerca de mí ya. Y creo que es por Henry. —Debido a que Henry te tiene y él no. —Ava golpeó su dedo contra su mejilla de porcelana—. Sabes quién soy yo, ¿verdad? La miré. ¿Era esa una pregunta con trampa? —Sí. Eres Ava. —¿Y de qué soy la diosa? —dijo, moviendo su cabello rubio sobre su hombro. Nadie nunca me había dicho, pero fuera de los catorce miembros del consejo, Ava era de lejos la más fácil de combinar con su contraparte olímpica. Junto con Henry, por supuesto. —La diosa del amor. Ella estaba radiante. —Muy bien, aunque olvidaste la belleza y el sexo. Sí, definitivamente era Afrodita. —¿Cuál es tu punto? —La mayor parte del tiempo me las arreglaba para olvidar lo impresionante que Ava era, pero cuando recordaba, era difícil sentirse como nada más que una masa poco atractiva a su lado. —Mi punto es que tengo ciertos dones, y puedo decir que James te ama. Pero todos nosotros te amamos, Kate. Eres parte de la familia ahora. —¿Qué clase de amor es? Para James, quiero decir. Ella suspiró dramáticamente y me dio una palmada en la rodilla. —Decírtelo sería una terrible invasión de la privacidad de James, y tengo que soportarlo en el futuro previsible. Rodé los ojos.
  • 27. 27 —¿Desde cuándo te importa la privacidad? —Desde que Henry apareció hace diez segundos. Me puse de pie. Mariposas invadieron mi estómago mientras me lancé fuera del armario, pero me detuve en seco cuando vi a Henry sentado en el borde de la cama, con las manos entrelazadas y el rostro glacial. Se veía pálido y agotado, y creí ver un ligero temblor en sus manos, pero eso no fue lo que captó mi atención. Una profunda herida corría por su cuello y desparecía debajo de su camisa, pero lo más notable era la mancha de carmín en su piel. Estaba sangrando.
  • 28. 28 Capítulo 3 Coronación Traducido por Simoriah, Areli97 y flochi Corregido por Nony_Mo o sabía mucho acerca de ser un dios, pero sí sabía que no se suponía que los dioses sangraran. Podían enfermarse o resultar heridos cuando adoptaban cuerpos humanos por breves períodos de tiempo, como había hecho Ava cuando la conocí en Edén y como mi madre lo había hecho durante los primeros dieciocho años de mi vida. Pero uno de los mayores beneficios de ser inmortal era no preocuparse por cosas molestas como la sangre y la muerte. —¡Henry! —Volé a su lado, mis dedos flotaron sobre el tajo en su piel. Necesitaba puntos desesperadamente pero, ¿cómo se suponía que alguien curara a un dios?— . ¿Qué sucedió? Se estremeció cuando suavemente bajé el cuello para exponer el resto de la herida. Su camisa negra estaba mojada con sangre, y sin preguntar comencé a desabotonarla. —Iré… iré a buscar a Theo —dijo Ava, y salió corriendo del cuarto, con Pogo en los talones, dejándome para que atendiera sola a Henry. —No es nada —dijo Henry, pero la tensión en su mandíbula decía lo contrario. Una vez que desabotoné su camisa, separé la tela, exponiendo un corte que iba por su pecho hasta el ombligo. —Eso no luce como nada —dije—. Recuéstate. Henry comenzó a protestar, pero le di una mirada firme, y se rindió. Una vez que estuvo recostado, me cerní sobre él, intentando descifrar algo que pudiera hacer N
  • 29. 29 para ayudar, pero él no sangraba con tanta gravedad como para aplicarle presión, y no quería lastimarlo más de lo que ya estaba. —¿Cómo sucedió esto? Creí que se suponía que los dioses no podían ser heridos de esta manera. —Normalmente no. —Las esquinas de sus labios se elevaron con una ligera sonrisa—. Luces bien, Kate. ¿Cómo estuvo tu verano? Sangraba por todas partes, y quería saber cómo había estado mi verano. —¿Comparado hasta ahora con mi otoño? Fantástico. ¿No puedo hacer nada? Estás sangrando sobre las sábanas. La cama era la última de mis preocupaciones, pero fue suficiente para distraer a Henry de hacerme más preguntas. —Mis disculpas. Me aseguraré de limpiarlo antes de esta noche. Theo estará aquí en breve, y… ah, aquí estás. Me di vuelta rápidamente justo a tiempo para ver entrar a Theo. La mayoría del consejo había actuado como empleados en la Mansión Edén, y Theo había tomado la posición de Jefe de la Guardia. Seguridad, pensé, pero cuando lo vi atravesar la puerta, elevándose sobre Ava mientras ella se escabullía detrás de él, me di cuenta de su papel podría haberse extendido más allá. Henry era capaz de curarme, lo había probado, pero aparentemente no podía curarse a sí mismo. Claro, no se suponía que fuera capaz de resultar herido en primer lugar. —¿Dónde están los otros? —dijo Theo. Mientras salía de su camino, abrí la boca para preguntar quiénes eran los otros, pero luego la cerré rápidamente. Walter y Phillip, los hermanos de Henry. La misma gente que había visto en mi visión. —Están viniendo —dijo Henry. Theo apoyó las manos en la herida, y la expresión adolorida de Henry se relajó—. Insistieron en que me adelantara. —¿Están heridos? —dijo Theo, y Henry sacudió la cabeza. —El ataque estuvo mayormente focalizado en mí. Miré ansiosamente a Theo, buscando cualquier señal de que lo que fuera que estuviera haciendo funcionaba. Al principio no vi nada, pero luego, después de varios segundos, un extraño brillo se formó entre sus manos y la piel de Henry. Mientras pasaba sus palmas sobre la herida, ésta se cerró, dejando atrás una leve
  • 30. 30 línea plateada. Esa fue toda la evidencia que necesitaba para saber que esto no era algo que ocurriera todos los días. Henry no tenía otras cicatrices. —Listo —dijo Theo una vez que terminó. Sacó un pañuelo del bolsillo y se limpió las manos—. Recomendaría que te tomaras las cosas con calma esta tarde, en caso de que haya algún daño que yo no alcanzara. —No lo hay —dijo Henry mientras se sentaba. Comenzó a ponerse de nuevo su camisa, pero debió haber sentido cuán húmeda estaba, porque la dejó a un lado—. Gracias, Theo. Ava. Theo no desperdició tiempo yéndose, y Ava se rezagó detrás de él, su ceño fruncido con preocupación. Ella movió la cabeza hacia Henry, y sacudí la mía. Tanto como quería que ella estuviera alrededor, ahora que Henry estaba aquí, no había razón para que se quedara. Me senté en el borde de la cama y deslicé mis dedos a través del pelo de Pogo mientras Henry doblaba su camisa arruinada. Una docena de preguntas corrían por mi mente, pero no sabía por dónde empezar, así que se lo dejé a él. Eventualmente tendría que hablarme, incluso si no quería contarme lo que realmente había sucedido. Casi un minuto pasó antes de que él hablara, y para ese momento yo había metido mis manos entre las rodillas, demasiado nerviosa para intentar pretender no estarlo. —¿Esperas con ansias la ceremonia de esta noche? —dijo, y lo miré con la boca abierta. —No nos hemos visto en seis meses, estás cubierto de sangre, ¿y eso es de lo que quieres hablar? Se encogió de hombros. —Es un tema tan bueno como cualquier otro. —No —dije, hundiendo las uñas en mis jeans—. Realmente no lo es. ¿Por qué no comenzamos por cómo te las arreglaste para ser herido tan gravemente cuando se supone que eres inmortal? Él se puso de pie y se dirigió hacia una puerta junto a mi armario. Cuando la abrió, vi que tenía un armario propio, sólo que más pequeño y más monocromático. Sacó
  • 31. 31 una camisa negra que era idéntica a la que había descartado, pero antes de ponérsela, se dirigió hacia otra puerta. El cuarto de baño. —Te ayudaré —dije, bajándome de un salto de la cama y apresurándome hacia él. No objetó, y lo seguí hacia el gran cuarto de baño decorado en negro y dorado. Divisando un paño de lavar, lo tomé y abrí el grifo—. No esperaba que el Inframundo tuviera cañerías. Eso al menos provocó una leve sonrisa en él. —Ava puedes ser muy convincente a veces. Limpié la sangre que manchaba su piel, con cuidado de evitar la delgada cicatriz que ahora corría por su pecho. Henry se quedó inmóvil, y cuando levanté la mirada hacia él, lo vi mirándome con una mirada extrañamente tierna. —¿Qué? —dije, ruborizándome—. ¿Tengo algo en el rostro? —No —dijo, y tan rápidamente como la había notado, la expresión desapareció—. Me preguntaste como me hice esto. Hubo un problema del que me tuve que encargar, y aunque hay pocas cosas que pueden herir a mi familia, están allá afuera. —¿Cómo qué? —dije, enjuagando el paño. El agua se volvió rosa mientras se arremolinaba por el desagüe. —Nada de lo que debas preocuparte. Genial. Aparentemente mientras había estado bronceándome en Grecia, él se había vuelto a convertir en el mismo Henry que había conocido un año atrás en lugar de aquel con el que me había casado. Lo fulminé con la mirada. —¿En serio? ¿Eso es todo lo que vas a decirme? Prometiste que nunca me mentirías. —No estoy mintiendo… —Dijiste que ya no me guardarías secretos —contrataqué—. Así que, ¿cuál es? ¿Vas a tratarme como una niñita frágil a la que necesitas proteger a cualquier costo o vas a tratarme como a tu compañera? Porque en unas pocas horas, voy a ser la reina de este lugar, y nunca voy a ser capaz de ayudarte a reinar apropiadamente si siempre te guardas todo. Tengo el derecho a saber. Silencio. Suspiré.
  • 32. 32 —¿Esto tiene algo que ver con Calliope? Henry se tensó. —¿Cuánto te dijo tu madre? ¿Mi madre sabía de esto? —Nada —dije, y fue cuando me di cuenta que, tarde o temprano, tendría que contarle acerca de lo que había sucedido, hice una mueca—. Tuve una visión, supongo. No sé cómo llamarlo. Cuando James me trajo aquí, de repente te vi a ti, a Walter y a Phillip peleando con… algo. No sabía qué era, pero estabas frente a esta puerta, y Calliope apareció detrás de ti y te dijo que no tenía sentido, porque él ya estaba despierto. El silencio pareció estirarse por siempre. No fue hasta que levanté el paño una vez más que contestó, y cuando lo hizo, habló con una inquietante calma. —Así que este es tu don, entonces. Me lo había preguntado. —¿Don? —Mi madre había mencionado lo mismo, pero nunca había llegado a explicármelo. —Junto con la inmortalidad vienen ciertos talentos —dijo Henry—. Varía de acuerdo a cada individuo, y a menudo coincide con lo que representamos. Por ejemplo, curar no es el único talento de Theo. Como el dios de la música y la poesía, también tiene un tono perfecto. Estaba intentando hacerme reír. Ésa tenía que ser una buena señal. Me las arreglé para esbozar una pequeña sonrisa mientras algo de ansiedad abandonaba mi cuerpo. —Estoy segura de que es útil todo el tiempo. —Sí, hace el entretenimiento durante las reuniones familiares más soportable. Otro momento pasó en silencio. Eso debe haber sido a lo que se refirió James con no perderse nunca. La habilidad de mi madre de sonsacar vida del terreno más desatendido, la habilidad de Henry de viajar grandes distancias en un pestañeo… ¿de qué otra manera viajaba a través del Inframundo? —¿Por qué puedo ver cosas que están sucediendo en otros lugares? —dije—. ¿Qué utilidad tiene? ¿Se supone que eso me hace mejor al decidir el destino de otras personas?
  • 33. 33 —Sí, y tendrá otros usos también. Una vez que seas coronada, comenzarás a desarrollar otros poderes —dijo Henry—. Te ayudaré tanto como sea capaz, y con el tiempo aprenderás a controlarlos. Así que además de aprender todo lo demás sobre el Inframundo, tendría que lidiar con habilidades incontrolables también. No que la idea de ser capaz de hacer cosas divinas no fuese excitante, pero no me gustaba la idea de tener visiones sin advertencia. No cuando me daban un palpitante dolor de cabeza después. —¿Cuáles van a ser mis habilidades? —No estoy seguro. Las cosas que Perséfone podía hacer no se transferirán necesariamente a ti. Mi corazón se hundió. Al paso que iba esto, nunca escaparía de la sombra de Perséfone. —¿Qué podía hacer ella? —dije, aun cuando de ella era lo último de lo que quería hablar—. ¿Podía ver cosas? —Sí. Sus otras habilidades eran muy parecidas a las mías. —El indicio de una sonrisa apareció en su rostro, e intenté convencerme de que era porque la sangre casi había desaparecido. No porque estaba pensando en ella—. Podía viajar. También tenía un talento para diferenciar una mentira de una verdad, y podía crear, como todos nosotros podemos. —¿Crear? Él extendió su mano, y un momento después, una flor hecha de joyas apareció en su palma vacía. Exactamente como las del jardín de afuera. —Para ti. La tomé y examiné los delicados pétalos hechos de cuarzo rosa. Anidado entre ellos había pequeñas perlas cremosas, y el tallo estaba hecho de un metal tal ligero como el aire. Me llevé la flor a la nariz, pero no tenía aroma. Tan hermosa como era, no era real. —Mis hermanos, hermanas y yo somos mucho más poderosos que nuestros descendientes —dijo—. Con cada generación, los dones se hacen menos potentes. Mi estómago se agitó. Nuestros descendientes, no los de ellos. Claro, Henry siempre los reunía como si fueran una sola entidad en lugar de seis seres individuales.
  • 34. 34 —¿Tienes… tienes hijos? —dije tímidamente. Era humillante darme cuenta que sabía tan poco acerca de él. Después de estudiar largo y tendido el año pasado, sabía lo que los mitos me habían enseñado y lo que él mismo me había contado, pero los mitos no siempre eran exactos, y Henry había sido mucho menos que comunicativo acerca de sí mismo. Calliope me había dicho una vez que se creía que Henry nunca se había acostado con nadie antes de mí, ni siquiera con Perséfone, pero Calliope había resultado ser menos que confiable. —No, no tengo —dijo Henry, y casi me ahogué tratando de tragarme mi suspiro de alivio. —¿Tú…? —Me detuve, pero Henry asintió alentadoramente—. ¿Quieres algún día? ¿En unas cuantas décadas o siglos? Me dio una débil sonrisa que no llegó a sus ojos. —Veremos cómo te sientes para entonces. No quiero cargarte con otra responsabilidad que no pediste. Ahora ven, debemos prepararte. Fruncí el ceño. ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Él pensaba que yo no quería esto, casarme con él y todo lo que conllevaba? Las palabras de James flotaron de vuelta a mí. Esta era la decisión de la que él había estado hablando, ¿cierto? Sabía que Henry estaba teniendo dudas. Él sabía que Henry pensaba que era una carga para mí, o que iba a convertir en una Perséfone y dejarlo. Peor, James había tratado de convencerme de ello. —Sabes que quiero esto, ¿verdad? —dije—. No importa lo que los demás digan… —Nadie más me ha dicho una palabra sobre esto —dijo Henry—. Incluso tu madre ha respetado mis límites. Por primera vez —agregó en voz baja—. Pero este es el principio de nuestro gobierno juntos. No necesitamos tomar estas decisiones de inmediato. Nuestro gobierno juntos, no nuestra vida juntos. Otra distinción, pero esta vez no fue un desliz de lengua. Mi garganta se apretó. —No cuando piensas que podría irme de todas maneras, ¿cierto? Titubeó. —No soy tu aprehensor. Si deseas irte, puedes hacerlo.
  • 35. 35 —No, no eres mi aprehensor. Se supone que seas mi esposo —espeté—. ¿Quieres que me vaya? ¿Quieres gobernar solo… o desvanecerte o lo que sea que te pasará si me voy? Quería que me gritara. Quería que estuviera furioso. Quería hacerle sentir las abrumadoras emociones que desencadenaba en mí cuando él era así, cuando estaba tan desesperada por la aprobación que se negaba a darme que prácticamente arrancaba mi cabello. En cambio, me observó con una mirada desesperantemente calmada y dijo de manera uniforme: —Me gustaría que nos dieras a ambos algo de tiempo para adaptarnos a esto. Es una nueva vida para ambos, y deseo crecer juntos en vez de pelear. No hay necesidad de precipitarnos. Tenemos la eternidad. Era razonable. Esa era la peor parte; no tenía nada acerca de qué reclamarle. Estaba siendo el maduro, dándonos a ambos espacio para adaptarnos a esto, y yo estaba siendo la que se aferraba a él, porque a pesar de que confiaba en él con mi vida, no confiaba lo suficiente como para que me amara en la manera en la que quería que lo hiciera. Y en ese momento, una parte de mí lo odiaba por eso. —Sólo dime si quieres que esté aquí o no —susurré—. Por favor. Bajó la cabeza, como si quisiera besarme, pero se retiró al último segundo. —Lo que yo quiera jamás debería dictar lo que haces. Quiero que seas feliz, y mientras estés contenta, yo también lo seré. Esa no era una respuesta y él lo sabía, pero me tranquilicé y seguí a Henry al dormitorio, donde se puso la camisa. Yo tampoco quería pelear. Sabía que las cosas no iban a ser perfectas, y quizás era culpa de James por hacerme dudar de Henry para empezar, o tal vez eran los recordatorios de Perséfone donde sea que mirara, pero lo único que quería era un poco de tranquilidad. Una caricia. Un beso. Una palabra. Lo que sea. Cepillé mis dedos contra la flor enjoyada en mi bolsillo. Eso tendría que ser suficiente por ahora. —Asumo que Ava te mostró el closet —dijo Henry—. Puedes elegir cualquier cosa que desees usar, aunque como la ceremonia de esta noche se considera formal, algo más elegante de lo que preferirías sería más apropiado.
  • 36. 36 —De acuerdo —dije suavemente—. ¿Puedo preguntarte algo? —Por supuesto. Vacilé. ¿Me amaba? ¿Seguía enamorado de Perséfone? ¿Tan siquiera quería que me coronaran como su reina, o era simplemente un sustituto de mi hermana? ¿Por qué no había venido a verme cuando había estado en Grecia con James? Pero el coraje que me había tomado para hacer esas preguntas había desaparecido. Cavé profundo, tratando de encontrar algunos restos mientras imaginaba los inevitables seis meses de tensión y soledad si no lo hacía, pero me quedé con las manos vacías. Cada parte de mí estaba empapada con el miedo enfermizo de que Henry no me quisiera aquí después de todo, que él sólo había estado de acuerdo con ello porque mi madre y el resto del consejo lo habían obligado. Que yo sería para Henry lo que él había sido para Perséfone: nada excepto una obligación. Así que lo evadí. —¿Qué vestido prefieres? Mientras Henry me llevaba al armario para recorrer el estante de vestidos formales, alcancé su mano, pero en el momento en que lo toqué, se alejó. En cambio, sostuvo en alto un vestido plateado que había admirado antes. —¿Qué hay de este? Las náuseas se apoderaron de mí. Quizás él simplemente había estado alcanzando el vestido y no había notado que yo había estado tratando de tocarlo, pero la mitad del tiempo parecía que sabía que movimiento iba a hacer antes de que lo hiciera. No importaba como lo justificara, no podía sacudirme el sentimiento de que lo había hecho a propósito. Pero seguir peleando sólo le daría una excusa para empujarme más lejos, y había tenido suficiente de eso por un día. Esta noche, después de la ceremonia, después de que todo estuviera en su lugar, entonces podríamos hablar, y no le daría la opción de alejarse. —Ese es lindo —dije, forzando una sonrisa. Tomé el vestido, pero antes de que pudiera moverme hacia el bastidor para cambiarme, una fuerte explosión resonó en la habitación, y dejé caer la percha. James irrumpió en el armario, deteniéndose cuando me vio de pie allí con Henry. Sus hombros se hundieron y todo el aire pareció dejar sus pulmones, y podría haber jurado que vi un destello de resentimiento en su rostro. Pero antes de que
  • 37. 37 pudiera decir una palabra, había desaparecido, remplazado por el mismo vacío que había estado antes ahí. —Hubo otro ataque. Henry se puso rígido, y cualquier esperanza de tener una tarde con él se había ido. Recogió el vestido y me lo entregó, en un momento estaba a mi lado, y al siguiente estaba en el dormitorio. —Diles que continúen con las preparaciones para la ceremonia —dijo Henry mientras terminaba de abrocharse la camisa—. James y yo regresaremos antes de que comience. Lo miré fijamente. —¿Vas a salir otra vez? ¿Después de casi desangrarte? Sus labios formaron una línea delgada. —Es mi deber. No tardaremos demasiado. —¿Qué si lo que sea que te lastimó esta vez hace las cosas incluso peores? —No lo hará —dijo Henry planamente—. Haz lo que te digo y no te preocupes por ello. Regresaremos dentro de poco. Resoplé indignada. ¿Hacer lo que dice? Durante mi tiempo en Edén, él me había dado órdenes para mantenerme a salvo, pero se suponía que ahora éramos compañeros. Dar órdenes a mi alrededor no estaba bien. Si esa era la forma en que iba a jugar, entonces las cosas iban a tener que cambiar. Ya no era una indefensa mortal. Y era tiempo de que ambos empezáramos a actuar como tales. No tenía tiempo de externar mis protestas. James por lo menos tuvo la decencia de darme una mirada de disculpa, pero la expresión de Henry estaba en blanco mientras ambos parpadeaban fuera de mi vista, dejándome sola en el dormitorio. Algo tiró dentro de mí al darme cuenta que estas podrían ser las últimas palabras que escuchara alguna vez decir a Henry, y aferré el vestido con tanta fuerza que la tela amenazaba con rasgarse. —Lo juro —murmuré a Pogo—. Si uno de ellos muere permanentemente, jamás les hablaré de nuevo.
  • 38. 38  Podría ya no estar en el Edén, pero algunas cosas nunca cambiaban. Ava me ayudó a prepararme, sentándome en frente del tocador y pasando casi una hora arreglando mi cabello. La dejé aplicar algo de base y lápiz labial, pero me levanté cuando trató de atacarme con delineador de ojos y rímel. —Vamos, Kate —dijo con un puchero—. Esta es una cosa de una vez en la vida. Te tienes que ver absolutamente deslumbrante, de otra manera jamás me lo perdonaría. —¿Estás diciendo que necesito maquillaje para verme hermosa? —dije, y sus ojos perfectamente hechos se ampliaron. —¡No, claro que no! Sólo quería decir… no quiero hacerte ver como una persona diferente. Sólo quiero hacerte la mejor tú que puedes ser. —¿Hará una diferencia en la ceremonia? —No —dijo de mala gana, y eso puso fin a aquello. Me las arreglé para mantener mi pánico moderado durante la siguiente media hora o así, pero cuando llegó el momento de la ceremonia y Henry y James no habían vuelto, empezó a crecer hasta que ya no podía ignorarlo. ¿Qué si algo les había pasado? ¿Cómo alguien podría saber que debían ayudarlos? —Esto se siente familiar —dijo Ava animadamente mientras me guiaba a través de los corredores que se extendían desde el ala privada a lo que sólo podría asumir era la sección pública del palacio. Las paredes cambiaron de rojo a crema y oro, y por un momento olvidé que estábamos en el Inframundo… por lo menos hasta que pasamos una ventana encortinada, y cometí el error de echar un vistazo afuera. Hubiera sido soportable si Henry hubiera estado allí conmigo, pero cuando Ava me dejó fuera de un conjunto de puertas dobles que me recordaban fuertemente al salón de baile de la Mansión Edén, aún no había señal de Henry o James. Por el lado positivo, finalmente entendí a lo que Ava se refería con familiar. —¿Henry construyó la Mansión Edén como este lugar? —dije, mirando alrededor mientras esperábamos. Todo, desde el color de la alfombra y las paredes hasta el camino que Ava había tomado para conducirme aquí, me recordaban a Edén. No
  • 39. 39 era exactamente el mismo, pero era lo suficientemente parecido como para que no pudiera evitar recordar la noche en que había sido presentada al consejo hace casi exactamente un año. —Algunas partes —dijo Ava—. El palacio es más grande, por supuesto, pero mantuvo las pequeñas cosas importantes. Por lo menos Henry nunca se perdería en su propia casa, no importaba cuántas tuviera. —¿Crees que estará de vuelta a tiempo? —Claro —dijo con una actitud despreocupada y deseé que pudiera cambiar el nudo en mi estómago—. No puede perdérselo. —James probablemente logrará que lo maten para no tener que venir. —Fruncí el ceño—. ¿Por qué crees que salieron así antes de la ceremonia? Ava se quedó quieta, y ella no se encontró con mis ojos mientras me contestaba. —Porque es el trabajo de Henry. —¿No podía esperar? Sus labios pintados tiraron hacia abajo en una mueca. —No puedes esperar que Henry sea alguien que no es. No ha estado casado en cientos de años. Le tomará un tiempo volver a acostumbrarse a ello, pero cuando suceda, merecerá la pena. Está acostumbrado a poner sus deberes primero, eso es todo. Su respuesta me hizo sentir como una idiota, y mis mejillas quemaron por debajo de la capa de maquillaje que ella había aplicado en mi cara. —Apenas me toca —dije, peleé por mantener mi voz plana—. Han pasado seis meses, y ni siquiera me dio un beso de saludo. No quiero que cambie por mí, pero sería lindo si por lo menos tratara de dejarme saber que está feliz de verme. No puedo… —Las palabras se atascaron en mi garganta, y me tomó un momento hacer mi camino alrededor del bulto que se estaba formando—. No puedo pasar la mitad de mi vida con alguien que no me ama. —Oh, Kate. —Ava me abrazó, teniendo cuidado de no estropear mi cabello o maquillaje—. Claro que te ama. Nunca ha sido bueno con el afecto físico eso es todo, y es un hombre. Nunca son buenos en darse cuenta de lo que queremos y
  • 40. 40 actuar en base a ello, en especial cuando han estado solos por tanto tiempo como Henry. ¿Realmente tengo que pasar los siguientes seis meses asegurándote cuánto te ama? Sorbí las lágrimas. —No, pero sería lindo que él lo hiciera. —Dale tiempo —dijo—. Probablemente sólo está nervioso con todo lo que está pasando. —¿Qué está pasando? —dije, intentando apartarme lo suficiente para mirarla, pero mientras ella estaba siendo gentil, su agarre era inquebrantable—. ¿Qué está pasando con Calliope? Ava se tensó. —¿No te lo dijo Henry? —dijo con una voz tímida. —No, y si tú tampoco lo haces, me voy a frotar el lápiz labial sobre toda mi cara. Y la tuya. Ella se alejó de un salto y alzó sus manos, como para protegerse de mí. —No te atrevas, aplazaré la ceremonia si es necesario. —Creo que Henry y James ya lo están haciendo por ti. —Me crucé de brazos—. Dime lo que está pasando. Tengo derecho a saberlo. Ella suspiró. —Lo tienes, pero Henry me matará si averigua que te lo he dicho. —Entonces no le diré que fuiste tú. Ava miró en alrededor nerviosamente y tiró de uno de sus rizos rubios. —Sólo voy a decirte esto porque Henry no está aquí para hacerlo, porque de verdad deberías escucharlo de él —dijo en voz baja, pero estaba segura de que iba a decírmelo porque sabía que Henry no me lo diría—. Calliope escapó. Henry, Papi y Phillip no dicen mucho sobre lo que está sucediendo, pero… bueno, viste la condición en la que Henry entró. Obviamente algo malo está pasando. Algo lo bastante malo para causarle una cicatriz a un dios. —¿Cómo se lastimó Henry, te dijeron algo?
  • 41. 41 —¿Decir algo sobre qué? Me di la vuelta. James se dirigía hacia nosotras, su cabello hecho un desastre y su chaqueta rasgada en el hombro, pero al menos no parecía tener sangre esta vez. —¡James! —Salí volando hacia él, sin importarme el cabello y maquillaje. Me tomó en sus brazos y me estrechó con fuerza, escuché un estrangulado grito de protesta por parte de Ava. Por el bien de ella, no lo besaría en la mejilla—. ¿Estás bien? ¿Qué pasó? —No fue nada —dijo—. Un incidente menor. Todo está bien. —¿Quieres decir que no tuvo que ver con Calliope? —dije, y James abrió la boca para responder cuando una segunda voz lo interrumpió. —Sí, tuvo que ver. James hizo una mueca, e inmediatamente me soltó y dio un paso al costado. Henry cruzó el pasillo hacia mí, y a diferencia de James, él lucía impecable. —¿Estás sangrando mortalmente de nuevo? —dije, incapaz de evitar la frialdad de mi voz. Henry fingió no notarlo o estaba muy distraído para que le importara. —Estoy bien. —Asintió hacia las puertas dobles detrás de mí—. Te escoltaré al entrar. No debemos mantener al resto del consejo esperando. Eso era lo último que me preocupaba, pero cuando Henry me ofreció su brazo, lo tomé. A este ritmo, ese era el mayor contacto que tendría con él por todo el invierno. Ava y James entraron por la puerta, y Henry miró fijamente hacia delante mientras esperábamos. Lo miré por el rabillo del ojo, buscando señales de que había sido atacado nuevamente, pero estaba tan compuesto como siempre. Como si tener a su nueva esposa dedicando su vida a ayudarlo a reinar el Inframundo fuera algo de todos los días. Mi pechó se tensó. No podía hacer este tipo de compromiso si las cosas no iban a cambiar. Si él no iba a confiar en mí, si no me quería como su reina, entonces no quería esto. —Lo que sea que esté pasando con Calliope, tengo derecho a saberlo. —Sí —dijo—. Te lo aseguro, tan pronto como tengamos un momento, te lo diré todo.
  • 42. 42 —Tenemos un momento ahora —dije. No quería pelear, no en la cúspide del momento que irrevocablemente iba a cambiar para siempre mi vida. Pero esa era la razón por la que tenía que hacer esto—. No se siente como que confiaras en mí… o que me quisieras aquí, y tengo que saber que sí quieres. Y si no es así, entonces no tenemos que hacer esto. Henry dudó. Lo miré buscando alguna señal de lo que estaba pensando, pero su expresión no me dio ninguna pista. —Si no quieres… —Quiero —dije, la desesperación arañando en mi interior—. Quiero quedarme. Quiero hacer esto. Quiero estar junto a ti. No sé cómo hacer para que quede claro. Pero necesito que tú lo quieras, también, ¿sí? Por favor, tan solo dime que me quieres aquí para poder hacerlo. Esperaba silencio como respuesta, y cuando no respondió, empecé a darme la vuelta de espaldas a la puerta. La mano de Henry me detuvo. —Kate —dijo suavemente—. Ha sido un día difícil, y lamento la preocupación que te he hecho atravesar esta tarde. Sin embargo, no importa cuán duras se pongan las cosas, no importa cuánto tiempo nos tome ajustarnos a esta nueva vida, nunca dudes que te quiero aquí. Eres capaz y perspicaz, y eres más adecuada para permanecer a mi lado que cualquier mortal que haya conocido. Mi corazón dio un vuelco. Sus razones eran racionales, pero no del corazón. Si Henry tenía su modo de actuar, y estaba segura de que su reina iba a ser todo lo que yo sería para él, pero no tenía sentido presionar en el asunto. Él me había respondido. —Gracias —dije mientras mi voz temblaba. No era suficiente, pero él necesitaba tiempo, y se lo daría. La ceremonia era ahora. ¿Qué pasaba si decidía que nunca podría amarme como algo más que una amiga después de todo? No tienes que hacer esto si no quieres, lo sabes. Aparte de mi cabeza la voz de James. Ahora no. No cuando estaba a punto de hacer la cosa más importante que haría en mi vida. Y no cuando estábamos entrando en la sala más sorprendente que haya visto jamás.
  • 43. 43 Dejaba el salón de baile de la Mansión Edén en vergüenza. Pilares de piedra cincelada sostenían el techo alto, el cual estaba hecho del mismo cuarzo que corría a través de la caverna del exterior, e iluminaba cada centímetro de la gran sala. Ventanas con pesadas cortinas doradas y negras se elevaban por encima de mi cabeza, y una magnífica araña colgaba en el medio del techo. Al menos ahora sabía la razón de que el palacio fuera tan grande. Tenía que ser con el fin de albergar una sala como esta. El sonido de mis tacones hacía eco con cada paso que daba a través del reluciente suelo de mármol. Fila tras fila de bancas se encontraban de frente, como si Henry esperara una multitud, y al final del solitario pasillo de pilares había dos tronos. Uno estaba hecho de diamante negro y el otro blanco. Este era el salón del trono del Inframundo. Los demás miembros del consejo estaban sentados en la primera fila de bancos, y afortunadamente todos menos James estaban vistiendo ropas tan extravagantes como el vestido que Henry había escogido para mí. Al menos no tendría que soportar la vergüenza de estar vestida demasiado bien a comparación de los demás. —Recuerda exhalar —dijo Henry, su aliento cálido contra mi oído, y me estremecí. Aunque estaba en lo cierto; en algún momento entre entrando a la sala del trono y alcanzando el final del pasillo, había olvidado respirar. Henry nos dio la vuelta así que enfrentamos al consejo, y él asintió una vez saludando. Hice lo mismo e intenté enfocarme en el frente, segura de que si captaba la mirada de alguien, mis nervios me superarían, pero finalmente tuve que mirar. Mi madre estaba sentada en el centro, la espalda recta y sus ojos brillantes mientras miraba. James se sentaba al final, y por la forma en que se removía en su silla, supe que no quería estar aquí. No lo culpaba. Todos los demás parecían al menos moderadamente interesados, pero antes de poder asimilarlo, Henry se puso frente a mí y puso las palmas de sus manos hacia arriba. Dudé, pero me hizo un asentimiento con la cabeza para darme fuerzas, y temblorosamente puse mis manos sobre las suyas. —Kate. —Habló con una voz normal, pero resonó a través de la sala, amplificada por el poder de Henry o la estructura de la sala o ambos—. Como mi esposa, has aceptado tomar las responsabilidades de la Reina del Inframundo. Decidirás con
  • 44. 44 imparcialidad y sin prejuicios sobre las almas de aquellos que han partido del mundo superior, y desde el equinoccio de otoño al de primavera de cada año, deberás dedicarte a la tarea de guiar a aquellos que están perdidos y proteger a todos de daños más allá de sus vidas eternas. Ni siquiera pude convencer a Henry de no ir a misiones suicidas. ¿Cómo se suponía que ayudara a proteger cada alma de este lugar? Las manos de Henry empezaron a hacerse increíblemente más cálidas. Una cálida luz amarilla brilló entre nosotros, y me mordí el interior de la mejilla, apenas capaz de evitar apartarme. Me tomaría más de unas pocas horas acostumbrarme a esa muestra casual de poder. —¿Aceptas tu papel como Reina del Inframundo, y te comprometes a respetar las responsabilidades y expectativas que el puesto conlleva? —dijo Henry. Dudé. Esto no era por un año o incluso diez; esto era para siempre. Ni siquiera había decidido aún en qué quería especializarme en la universidad, y mucho menos lo que quería hacer con el resto de mi vida, pero aquí estaba Henry, dándome una opción. Y por una fracción de segundo, su mirada se encontró con la mía, y vi a mi Henry debajo del distante dios frente a mí. Sus ojos de luz de luna brillaban, las esquinas de sus labios se curvaban hacia arriba en la más débil sonrisa y él pareció brillar con calidez desde el interior hacia el exterior. Me estaba mirando como si estuviera de regreso en Edén, como si fuera la única persona en el mundo, y en ese momento, habría desgarrado el cielo y el infierno con tal de asegurarme de nunca perderlo. Pero luego él desapareció sumido en sí mismo, detrás de la máscara que llevaba para proteger el lado que Perséfone había arrancado a trozos, y la realidad se estrelló a mi alrededor. ¿No era una verdadera elección, no? Todo lo que había hecho desde que me mudé a Edén me había dirigido a este momento. Henry no se había casado conmigo por amor, y yo lo había sabido desde el comienzo. Se había casado conmigo porque pasé las pruebas que nadie más pasó, y porque el consejo me había concedido la inmortalidad. Era la única chica que había vivido lo suficiente para volverse su reina. ¿Y si él permanecía de esta manera por el resto de la eternidad? ¿Y si todo lo que yo sería para él era una amiga y una compañera? La manera que había sido en Edén, como me había hablado hasta las primeras horas de la mañana, como había visto en mí de una manera que nadie más había hecho, como había arriesgado su propia existencia para salvar la mía. ¿Y si nunca volvía a ver ese lado otra vez?
  • 45. 45 Entonces, ¿y si esta era la prueba que él necesitaba para asegurarse de que no iba a dejarlo? ¿Y si éste era el último empujón para mostrarle que era seguro enamorarse de mí completamente? Tragué saliva. Ya había tomado la decisión en el momento en que me había casado con él. Lo amaba, y alejarme y dejar que se desvaneciera no era una opción, sin importar el costo que me supusiera. Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. Por el bien de Henry, por el bien de mi madre. Por mí. Porque al final, sin Henry, no sabía ya quién era yo, y cada noche durante mi verano en Grecia, había soñado sobre lo que sería pasar el resto de mi existencia amándolo y siendo amada a cambio. Siempre y cuando le diera esta oportunidad, esto podría ser todo lo que yo esperaba que fuera. Henry valía el riego. Cuando abrí la boca para decir sí, un estrépito rompió el silencio, y las altas ventanas explotaron, enviando fragmentos de vidrio directamente hacia nosotros.
  • 46. 46 Capítulo 4 Los Titanes Traducido por Akanet y rihano Corregido por Nony_Mo ientras vidrios volaban por el aire, me cubrí la cabeza instintivamente, pero los bordes dentados rebotaron en mi piel como si estuviera hecha de Kevlar. Cierto. Inmortal. Seguía olvidando esa parte. —¿Qué de…? —Giré alrededor para inspeccionar el daño, pero antes de que pudiera ver bien, Henry me empujó detrás de él. Caí al suelo en medio de los fragmentos de vidrio, y mientras me ponía de pie, Henry y sus hermanos avanzaron hacia las ventanas rotas. Ava apareció a mi lado y me agarró del codo. —Vamos —dijo con voz temblorosa mientras su rostro se puso lívido—. Tenemos que salir de aquí. —¿Por qué? —le dije, pero un enfermo sentido de miedo me llenó mientras avanzaba dando tropezones a su lado. Los otros se apartaron para dejarnos pasar, cada uno posicionado como si estuvieran listos para atacar. Sin importar lo reacios que estuvieran a hablar de ella, sabía que esto tenía que ver con Calliope y la fresca cicatriz bajando por el pecho de Henry. Ava no me respondió. Ella prácticamente me arrastró por el pasillo, mis tacones arrastrándose contra el piso mientras trataba de recuperar mi equilibrio, pero no estaba funcionando. Me caí por segunda vez, tirando de Ava conmigo. Aterrizamos en un montón, pero ella no perdió el tiempo arrastrándome para ponerme de pie otra vez. Mientras nos M
  • 47. 47 tambaleábamos hacia adelante, otro estruendo se hizo eco a través de la sala, y una niebla brillante se filtró dentro del palacio. La misma niebla de mi visión. En las últimas horas, parecía haberse vuelto más fuerte. Crepitaba con extraños tentáculos de luz, y por un momento, la niebla se cernió delante de Henry, como si lo reconociera. Henry alzó sus manos otra vez, exactamente como había hecho en mi visión, y los demás miembros del consejo formaron un semicírculo detrás de él y sus hermanos. Mi corazón latía contra mi caja torácica, y junto a mí, Ava se congeló. Esta era la cosa que casi había matado a Henry, y ahora nos estaba atacando a todos. El instinto de protección se levantó dentro de mí mientras eso se acercaba a Henry, a mi madre y a todos los que amaba, pero ¿qué podía hacer yo para ayudar a detenerlo? Sin previo aviso, cortó a través del aire más rápido de lo que los miembros del consejo podían controlarlo, pero no estaba dirigida a Henry o Walter o Phillip. Se dirigió directamente a Ava y a mí. No tuve tiempo para pensar. Empujé a Ava detrás del pilar más cercano, me lancé tras ella, pero no lo suficientemente rápido. Un dolor increíble azotó mi rodilla como un relámpago, disparándose a través de mi cuerpo hasta que me rodeó, pulsando con cada latido de mi corazón. Grité, y eso fue todo lo que pude hacer para mantenerme de pie. —Ava —jadeé, apoyándome contra el pilar mientras los gritos del consejo se hacían eco a través de la sala—. Sal de aquí. Me miró sin comprender. Apretando mis dientes contra el dolor, tomé su brazo y me obligué a avanzar, medio cojeando, medio saltando hacia la salida. Un rastro de sangre manchaba el suelo detrás de mí, pero la niebla no trató de atacar de nuevo. Alguien gritó detrás de mí, y me pareció oír a Henry decir mi nombre, pero todo sonaba lejano mientras mi corazón daba un vuelco. Iba a morir. Todos íbamos a morir. De alguna manera, esa cosa podía matar dioses, y esta vez no habría un más allá. No para los inmortales. No estaba lista para irme. Todavía no. Nunca.
  • 48. 48 Una eternidad más tarde, por fin llegamos a la puerta, y empujé a Ava a través de ella. Mareada con terror y agonía, agarré la manija para mantenerme erguida y observé la batalla que se libraba en el extremo opuesto de la sala. Doce miembros de mi nueva familia luchaban, con Henry y James bloqueando el pasillo a una fuerza que no podía ver. Sin embargo, la podía sentir, en lo profundo de mis huesos y en cada nervio de mi cuerpo. Fuera lo que fuera, parecía sacudir los cimientos mismos del Inframundo. La sangre goteaba por el brazo expuesto de James mientras se esforzaba por mantener a raya al monstruo con su mano sana. Henry estaba junto a él, una fuerza inamovible, y yo no podía separarme. —¡Hermanos! —exclamó Henry—. ¡A mi cuenta! Los tres hermanos se trasladaron en dirección a la niebla, y los demás se movieron detrás de ellos en una formación triangular, inconmensurable poder irradiaba de cada uno de ellos. Dylan y la pelirroja Irene tomaron la delantera, pero no tuvieron la oportunidad de atacar. En un abrir y cerrar de ojos, Henry y sus hermanos volaron hacia arriba y fuera de la ventana, tomando la niebla con ellos. Después de la explosión de la batalla, el silencio sonó en mis oídos, y finalmente me dejé desplomarme en el suelo. La mayoría de los miembros restantes del consejo se amontonaron juntos cerca de los tronos, pero James y mi madre se apresuraron hacia nosotros. James llegó a mí primero, y se dejó caer de rodillas a varios metros de distancia, su impulso deslizándolo hacia mí. —Te atrapó, ¿no? ¡Theo! —gritó por encima de su hombro, y me estremecí. —Ya basta —dije—. Tú también fuiste golpeado. —Sí, pero la diferencia es que si yo muero, Henry no desgarrará el mundo. —Su mano buena se cernía sobre mi rodilla lesionada, sin atreverse a tocarme todavía. No lo culpaba. La sangre goteaba por mi pierna, haciendo un charco en mi talón, y ahora que la amenaza había desaparecido, aunque fuera temporalmente, cada nervio de mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas. Nunca antes había tenido tanto dolor en mi vida, ni siquiera cuando Calliope me había matado y arrojado mi cuerpo en un río.
  • 49. 49 Mi madre nos alcanzó y observó el daño, pero no dijo nada. En cambio, se deslizó detrás de mí y tomó a Ava por el codo. Ahora que la pelea había terminado, un poco de color había regresado a las mejillas de Ava, y cuando mi madre trató de llevársela, Ava se quedó plantado delante de mí. —Me salvaste —dijo ella, temblando como si estuviera descalza en la nieve—. Él me habría matado si no me hubieras empujado fuera del camino. —No fue nada —le dije—. Tú hubieras hecho lo mismo por mí. Ava estaba en silencio. Mi madre se movió para empujarla más allá de mí otra vez, pero esta vez Ava se dejó caer a mi lado, frente a James. —No lo entiendes —dijo, sus ojos azules muy abiertos y serios—. Son las únicas cosas que pueden matarnos, y salvaste mi vida. Atrapada entre la ardiente curiosidad y la agonía, dije firmemente: —¿Por qué nos atacó? ¿Por qué no fue tras Henry y Walter y Phillip en su lugar? —Porque Calliope lo envió —dijo James, aun preocupándose por mi pierna. Gritó por encima de su hombro—. Theo, ella te necesita ahora, no la semana que viene. Theo arrastró los pies por el pasillo hacia nosotros, su cabello rizado cayendo en sus ojos. Ella igualó su ritmo, pero se centró en el suelo, y su frente estaba surcada profundamente. La única vez que la había visto lucir así era cuando Theo había sido atacado en la Navidad del año pasado. Era chocante ver a la siempre confiada Ella lucir como si no conociera el arriba y abajo, y mi estómago se retorció. —Él la atrapó —dijo James, haciendo un gesto hacia mi pierna. Theo se arrodilló a mi lado y puso sus manos sobre mi rodilla. Había sido sanada por Henry antes, y esperaba que el mismo calor reconfortante viniera de Theo. Una luz ardiente se extendió a través de la herida, sacando un profundo y agonizante dolor. Calor ardiente lo reemplazó, y jadeé, segura de que mi pierna se iba a convertir en cenizas y caerse. No me atrevía a abrir mis ojos, e incluso cuando sus manos se apartaron, el dolor permaneció. —Hecho —dijo Theo, y lo oí colocarse sobre sus pies—. No hay nada que pueda hacer por la cicatriz. Encontrando lo que quedaba de mi valor, abrí mis ojos, aliviada cuando vi que mi pierna todavía estaba unida, y considerando todo, parecía perfectamente normal. Pero cuando traté de mover los dedos de mis pies, el fuego comenzó de nuevo.
  • 50. 50 —Si está curado, entonces ¿por qué todavía duele? —dije, presa del pánico. ¿Qué pasaba si el dolor nunca se iba? ¿Cómo se suponía viviera con eso? ¿Había Henry experimentado lo mismo en su pecho? ¿Cómo podría luchar contra esa cosa otra vez si lo hubiera hecho? —Debido a que no hay poder en el mundo capaz de hacer desaparecer el dolor hasta que esté listo para irse —dijo Theo—. No es una herida común. No durará más que unos pocos días, porque él sigue estando muy débil, pero no hay nada que pueda hacer por ti hasta entonces. —¿Él? —Toqué con cautela la línea fina plateada que corría a través de mi rodilla— . Estás llamando a eso él. Theo asintió con la cabeza hacia mi madre. —Voy a dejar esto en tus capaces manos para que lo expliques. Si nos disculpan. Él deslizó su brazo alrededor de la cintura de Ella y se dirigió de nuevo hacia el grupo restantes de miembros del consejo. Todos estabas sentados en las bancas de nuevo, con sus cabezas inclinadas juntas mientras hablaban entre ellos. Mientras Theo y Ella se acercaban, Dylan, el ex de Ava de la Escuela Secundaria Edén, se levantó para hacer sitio para ellos. Incluso desde el otro lado del enorme pasillo, podía sentir sus ojos sobre nosotros. —¿Mamá? —dije, frotándome la rodilla ahora que sabía que no haría peor el daño—. ¿De qué están hablando todos? Me ofreció su mano. La tomé, sorprendida por lo fuerte que se sentía en comparación con los años de fragilidad, y con esfuerzo me puse de pie. Ava se quedó pegada a mi lado mientras mi madre me llevaba a un banco en la antecámara, y me senté. No era posible que Henry hubiera tenido todo este dolor y yo no hubiera sabido. Debe de haber tenido algo que ver con que el consejo me concediera la inmortalidad sólo seis meses antes. O tal vez Henry era inmune. Ava se sentó a mi lado y me agarró la mano. James se quedó en la puerta, apoyado contra ella casualmente, pero una mirada a él y pude ver el miedo bajo su máscara de neutralidad. Primero Ella, ahora él… sea lo que esto fuera, no era bueno. —¿Te acuerdas de los Titanes de tus lecciones con Irene? —dijo mi madre con una voz tan suave que fui sacudida de regreso a los días de estancia en un hospital, inclinada sobre ella para poder entender sus murmullos secos y rotos.
  • 51. 51 Negué con la cabeza. Irene parecía haber tratado sólo los puntos más sobresalientes en esos mitos, y no me molesté en retener la mayor parte de esa información más allá del primer examen de todos modos. En ese momento, no me había parecido importante. —¿Ellos eran tus padres? —le dije. Mi madre era la hermana de Walter, pero no por sangre, como habían insistido una y otra vez. Como Henry me había dicho hace casi un año, familia era la única palabra que los humanos tenían para describir algo que se acercara al lazo que compartían, pero era mucho más profundo que eso. —En cierto modo —dijo mi madre. Localizando unas cuantas gotas de sangre en su manga, agitó su mano y desaparecieron—. Los Titanes eran los gobernantes originales de este mundo, y con el tiempo se aburrieron y nos crearon. Había seis de nosotros en el principio, Walter, Henry, Phillip, Sofía, Calliope y yo. —Ellos eran esclavos —dijo James. —Juguetes —lo corrigió mi madre. Con la forma sencilla en que hablaba, estaba claro que había contado esta historia antes—. Ese era nuestro propósito. Ser los juguetes de los Titanes. Ellos nos amaban, y nosotros los amábamos en respuesta. Pero entonces decidieron que no éramos suficiente, así que hicieron una nueva raza que, a diferencia de nosotros, podría dejar de existir si luchaban entre sí. —Crearon la guerra. Ava sonaba tan pequeña y humilde que apenas creía que era ella hablando. Sus ojos azules estaban enrojecidos, sus mejillas habían perdido su color, y el dolor en su rostro era tan palpable que casi no podía soportar mirarla. —Los Titanes hicieron que los humanos hicieran cosas terribles para entretenerlos. —Ava se limpió los ojos con el dorso de la mano e inhaló—. Les fueron negados los derechos más básicos y las libertades fundamentales. —Los humanos eran soldados que nunca vieron el final de la batalla —dijo James—. Estaban a merced de los Titanes, pero a diferencia de los seis hermanos… —No tenían poder para detenerlos. —Mi madre se sentó a mi lado y puso su mano sobre la mía—. Las cosas que los mortales hacen el uno al otro no son nada comparado con lo que los Titanes hicieron. Tortura mental y física. Sin señales de alivio. Ninguna voz que pudiera influir en los seres más poderosos del universo. —Así que los seis se rebelaron —dijo Ava. Se quedó mirando el espacio entre nosotras, aparentemente estudiando el cojín de terciopelo del banco, pero un hilo
  • 52. 52 de resistencia pasaba por su voz ahora—. Ellos se unieron y utilizaron los poderes que los Titanes les habían dado para luchar contra ellos. —Y ganamos. —Mi madre sonrió. Ella era la persona más gentil que conocía, ni siquiera mataba a las arañas y serpientes que se colaban en su jardín. No me la podía imaginar yendo a la guerra, incontables eones atrás, con una fuerza que no acababa de entender—. La mayor debilidad de los Titanes era su creencia de que no había poder más grande en el mundo, y no podían imaginarnos pensando por nosotros mismos. Tal vez si no hubieran creado mortales o nos hubieran dado habilidades para su propia diversión, todavía seríamos de ellos después de todo este tiempo. Su error no estuvo en crearnos, sino en crear algo para que protegiéramos. Pasó los dedos a través de su cabello, y era un gesto tan familiar que mi ansiedad comenzó a desaparecer, sustituida por el calor que me recorrió y fundió el helado temor que se había formado. —Estuvimos a punto de perder tantas veces, y hubo momentos en los que queríamos rendirnos, pero todo lo que bastaba a cada uno de nosotros era el recuerdo de lo que los Titanes estaban haciéndole a los indefensos, y seguíamos adelante. Mientras existiéramos, no lo toleraríamos. Con una claridad sorprendente, vi por fin el equilibrio entre los dioses y los mortales: los dioses eran, de un modo extraño, los que estaban encadenados a causa de una guerra que los seis hermanos habían ganado cantidades incalculables de tiempo atrás. Ellos, nosotros, dependíamos de la humanidad para nuestra supervivencia tanto como la humanidad había dependido de Walter y los otros, todos esos eones atrás. Era por eso que James tenía tanto miedo del día en que la humanidad finalmente muriera y no quedara nada, excepto los muertos y aquellos que los gobernaban. Una vez que los seres humanos no lo necesitaran más, se desvanecería. Todos ellos lo harían, a excepción de Henry y de mí. Porque sin los seres humanos, los dioses no eran nada. —¿Es eso lo que eso era? —le dije—. ¿Un… titán? —Se llamaba Cronos, y una vez fue el rey de los Titanes —dijo mi madre—. Ha estado durmiendo desde el final de la guerra, atrapado en el Tártaro con Nyx velando por él y los otros titanes encarcelados. Ava se estremeció, pero no dijo nada. Me inquieté.
  • 53. 53 —¿Nyx? —dije, odiando lo poco que sabía sobre esto. Mis lecciones del año anterior se habían centrado en los mitos griegos, no en su verdadera herencia, y ninguna cantidad de estudio siquiera compensaría el hecho de que no había vivido a través de esto como el resto de ellos. O por lo menos no había escuchado las historias por miles de años. —Ella es la mejor guardiana que tenemos —dijo mi madre—. Henry se ofreció a mantener a Cronos y al resto de los titanes que ponían en riesgo a la humanidad encerrados en el Inframundo para que no hubiera ningún ser humano alrededor para tentarlos, pero sabíamos que si permitíamos a Cronos permanecer consciente, encontraría una salida. Así que la única solución que teníamos era mantenerlo atrapado en sus sueños, que es la especialidad de Nyx. —Entonces, ¿cómo se despertó? —dije—. ¿Cómo llegó al palacio? James se metió las manos en los bolsillos. —Henry y yo creemos que ha estado despierto durante algún tiempo, por lo menos unas cuantas décadas. Ha guardado silencio hasta ahora, ganando fuerza, pero no hay manera de comprobarlo y ver cuán despierto realmente está sin poner en riesgo nuestras vidas. —Los Titanes nos crearon —dijo mi madre—. Y ellos pueden matarnos, también. Eso era lo último en lo que quería pensar, Henry corriendo a luchar contra ese monstruo de nuevo, mientras podría muy bien estar en agonía. —Todavía no me has dicho cómo se despertó en primer lugar —le dije, tratando de evitar que mi voz temblara. —No lo sabemos —dijo James—. Creemos que Calliope lo hizo. —Pero… —Fruncí el ceño—. Dijeron que él ha estado despierto por eras. —Décadas —corrigió. Rodé mis ojos. Lo que era una vida para la mayoría de la gente era un abrir y cerrar de ojos para el consejo. Llegaría allí con el tiempo, supongo —si Cronos no me mataba primero— pero hasta entonces, estaba a tiempo mortal. Seis meses eran seis meses, no una siesta agradable. —Hay una fuerte posibilidad de que Calliope lo planeara con anticipación, e iniciara el proceso cuando Henry dejó en claro que nunca le correspondería sus sentimientos —dijo James—. Cuando él comenzó a traer chicas a casa para