(may.2015) La ciudad escondida es un proyecto del fotógrafo español Rubén Navarro, sobre una quimera de singularidades que a veces surgen como microhistorias entre bambalinas, mudos monólogos visuales, huidizos y esquivos en que la ciudad y sus habitantes parecen mimetizarse; todo se detiene y aflora la poesía visual. Sólo hay que estar atento a ese instante mágico, efímero, irrepetible.
Producción original: Carlos Rangel
2. A veces la ciudad se descubre como un retal de decorados improvisados, donde sus
habitantes son partícipes inconscientes de las paradojas de la imagen ocurriendo en lugares
precisos y de manera espontánea y fugaz.
La ciudad escondida es un proyecto sobre una quimera de singularidades que a veces surgen
sin más. Enfocado a mostrar escenas a modo de microhistorias que ocurren entre bambalinas;
mudos monólogos visuales que pudieran aparecer como huidizos y esquivos.
Y es que la ciudad tiene esa tendencia a mimetizarse con sus habitantes y viceversa. De
repente algo distinto ha ocurrido desapareciendo como un espejismo. Todo se detiene y se
disecciona en la mirada del espectador en milésimas de segundos.
Entonces es cuando aflora un sucedáneo de poesía visual, hiriendo de muerte la rutina del
trasiego de la gente. Lo extraordinario, es que esta sutil simbiosis continuamente está
ocurriendo y que sólo hay que estar atento al momento adecuado porque no se repite jamás.
Rubén Navarro
3. A veces la ciudad se descubre como un retal de decorados improvisados, donde sus
habitantes son partícipes inconscientes de las paradojas de la imagen ocurriendo en lugares
precisos y de manera espontánea y fugaz.
La ciudad escondida es un proyecto sobre una quimera de singularidades que a veces surgen
sin más. Enfocado a mostrar escenas a modo de microhistorias que ocurren entre bambalinas;
mudos monólogos visuales que pudieran aparecer como huidizos y esquivos.
Y es que la ciudad tiene esa tendencia a mimetizarse con sus habitantes y viceversa. De
repente algo distinto ha ocurrido desapareciendo como un espejismo. Todo se detiene y se
disecciona en la mirada del espectador en milésimas de segundos.
Entonces es cuando aflora un sucedáneo de poesía visual, hiriendo de muerte la rutina del
trasiego de la gente. Lo extraordinario, es que esta sutil simbiosis continuamente está
ocurriendo y que sólo hay que estar atento al momento adecuado porque no se repite jamás.
Rubén Navarro