1. “Pepe” Sierra
Llegó a ser el hombre más rico de Colombia a principios del siglo XX. De campesino y
cultivador humilde en su natal Girardota pasó a ser comerciante, inversionista, prestamista
y dueño de un vasto número de tierras e inmuebles en Cundinamarca, Valle del Cauca,
Antioquia, Santander, Boyacá, Tolima y Panamá. Su vida y obra han tenido visos de
leyenda. Lo único cierto es que es uno de los negociantes más célebres en la historia
empresarial de Colombia.
El arriero más rico del país DO PEPE SIERRA, prototipo del empresario
antioqueño
José María Sierra Sierra, más conocido como don Pepe Sierra, "El Becerro de oro" o
"El Campesino Millonario'' es junto con Marco A. Restrepo "El Rey de la Leña", Carlos
Coriolano Amador "El Burro de oro", y Gonzalo Mejía "El Fabricante de Sueños', miembro
del selecto grupo de personajes que ha dado vida al mítico prototipo del empresario
antioqueño, pragmático, hábil e ingenioso para traer dinero. Caso único en la historia de
Colombia, se dice que llegó a ser más solvente que todo el gobierno de su época. La
manera sencilla como un campesino de origen humilde acumuló y administró una de las
mayores fortunas del siglo XIX y principios del XX, lo ha convertido en un personaje de
leyenda.
Don Pepe Sierra nació en 1848 en Girardota, bella población situada al norte de Medellín,
famosa por sus trapiches, el aguardiente de contrabando, los gallos de pelea y el santuario
del Señor Caído. A la endogamia entre los Sierra se atribuyeron los desequilibrios mentales
en varios miembros de la familia. La educación de don Pepe no sobrepasó el silabario, la
suma y la resta. Pero eso no importó. Ya anciano y rico, contestó a quien pretendió
enseñarle la ortografía de la palabra "hacienda": "Mire, joven, yo tengo setenta haciendas
sin h, ¿y usted, cuántas tiene con h?".
Según su nieto y biógrafo Bernardo Jaramillo Sierra (Medellín: Bedout, 1947), inició la
acumulación de fortuna en la juventud, trabajando duro en el campo en la cría de ganado,
siembra de caña y fabricación de panela la consolido en la madurez con el remate de las
2. rentas y finalmente la invirtió en bienes raíces. La expansión de su Patrimonio se dio en el
siguiente orden: Valle de Aburrá, Calle Real (Carrera 7a.), Sabana de Bogotá y Valle del
Cauca. Don Pepe siempre tuvo claro que con una economía inflacionaria como la
colombiana, lo único que engordaba eran los lotes de terreno y el ganado que pastaba en
ellos.
A los catorce años tuvo su primera parcela. La araba de día y en las noches de luna.
Sábados y domingos era arriero subía panela a San Pedro, porque en tierra fría la pagaban
mejor, y bajaba papa a Girardota y Copacabana. La yunta fue su único juguete los gallos de
pelea y los bueyes se convirtieron en su símbolo del lucro."Hasta ya viejos los bueyes dan
plata engordándolos", repetía. A los veinte años contrajo matrimonio con Zoraida Cadavid
y a los veintiocho tenia en su haber varios hijos naturales y cuatro legítimos, muchas
haciendas que se extendían entre Itagüí y Barbosa, y el control de los precios de la panela y
de la vara de sierra en el Valle del Aburrá.
En 1886 pasó a residir en Medellín. Allí fundó varías sociedades como "La Cuarta
Compañía", dedicada a la cría de ganado y a la siembra de extensos cañaduzales para
abastecer de melaza a sus fábricas de aguardiente, va prósperas en todo el departamento. La
sobreproducción de los alambiques se evacuaba a través de la organización de
intempestivas fiestas en los pueblos, concertadas con los curas y los alcaldes, quienes
prestaban santo para procesión y plaza para la corrida de toros, a cambio de participación
en las ganancias. El eficiente manejo que hizo de esta compañía le dio renombre a don Pepe
en Antioquia como negociante creativo y habilidoso.
El primer viaje a Bogotá lo realizó en 1888. Fue el principio de una residencia de 26 años
en la capital, donde se inició como apostador y gallero en los bajos fondos de San Victorino
y terminó en la Calle Real, en medio de los bancos y de los opulentos. Casó a su hija Clara
con un hijo del ex presidente Rafael Reyes, pisó con frecuencia las alfombras del Palacio de
San Carlos y llegó a ser el mayor propietario de sierras y ganado de la Sabana.
Rápidamente desapareció la timidez del campesino, convencido de ser el único capaz de
sacar de apuros a los paupérrimos gobiernos de su época. Los presidentes Rafael Núñez,
Miguel Antonio Caro, Carlos y Jorge Holguín, José Manuel Marroquín, Rafael Reyes,
Ramón González Valencia y Carlos E. Restrepo estuvieron en su lista de clientes. Don Pepe
nunca participó abiertamente en la política partidista, pero en la primera página de su
libreta de cuentas y apuntes estampó el lema del régimen nuñista: "Regeneración o
catástrofe".
Inició la conquista de Bogotá con el remate de la renta de degüello de ganado y el cuero de
Cundinamarca, pero luego se sintió casi con derechos perpetuos sobre las rentas, lo cual le
granjeó enemigos y problemas. Don Pepe aprovechó la coyuntura económica de su época,
caracterizada por la permanente crisis que al fisco nacional produjeron las rebeliones
internas. Durante la Regeneración, luego de la guerra civil de 1885, el problema tocó fondo.
Rafael Núñez intentó solventar las finanzas públicas a través de la reactivación del remate y
monopolios estatales, de abundante emisión de papel moneda de curso forzoso y de la
colocación de bonos y libranzas en el mercado. Los remates eran el medio para procurarse
anticipos de individuos particulares. Estos generalmente eran muy solventes, dado que se
les exigían garantías económicas (hipotecas, fianzas, depósitos monetarios anticipados) a
3. cambio del privilegio de gozar de las seguras utilidades producidas por tales monopolios.
Vertiginosamente él se convirtió en el más fuerte rematador y prestamista a nivel nacional,
con base en un simple sistema administrativo de negocios, pero con una intrincada red de
agentes diseminada por todo el país, encargados de negociar con especuladores particulares
y gobiernos locales la adjudicación de las apetecidas, jugosas y hasta insólitas rentas, como
aquella del monopolio del hielo en Panamá, establecida en el gobierno de Reyes.
Extendió el negocio del aguardiente al Valle del Cauca junto con Apolinar, uno de sus
hermanos esquizderénicos. En la hacienda San José de Palmira y en otras de Cali y Yumbo,
creó uno de los imperios agroindustriales de la región, comparable sólo con los de la
familia Eder. Las siembras tecnificadas de caña y la maquinaria francesa "Egrot"
produjeron por muchos años el mejor licor del país. También en el Cauca remató la
hacienda Salento y otros bienes del ciudadano italiano Ernesto Cerruti, puestos en subasta
por el gobierno de Popayán (ello dio origen al célebre conflicto Cerruti durante las décadas
de 1880 -90, que trajo como consecuencia un escándalo internacional, el bloqueo de la
costa norte colombiana por parte de la armada de Italia y una fuerte multa para resarcir los
perjuicios a ese empresario extranjero).
Parece que su parecido fisco con Bismarck era asombroso. Sin embargo, a causa de un
accidente de coche cerca a San Victorino, quedó descaderado de por vida y ligeramente
desfigurado. Gustaba de los paseos a caballo por Medellín y los potreros de las fincas, y en
carroza por la capital. Las contrariedades diarias de la administración de los negocios, junto
con los cotidianos problemas de la casa, acentuaban su acostumbrado mal humor. Desde su
juventud fue un apostador empedernido en las galleras de Girardota, Itagüí, Medellín y
Bogotá. Se enojaba con los hijos, no porque jugaban mucho sino porque siempre perdían.
El hombre más rico de Colombia vivía de manera franciscana: nada de lujos ni cosas
superfluas su fama de mujeriego iba acompañada por la de egoísta y tacaño consideraba el
ahorro como el valor fundamental. Cuando arribó a las altas esferas bogotanas, no aumentó
en lo más mínimo los gastos de representación social de su familia. Las residencias en
Medellín y Bogotá, hoy desaparecidas, eran amplias y austeras, más dispuestas para tratar
negocios que para ostentar. Su despacho constaba de sólida mesa de varios puestos,
cómodos sofá para la siesta y una desvencijada máquina de escribir. Esa era la escenografía
donde don Pepe, apoyado en sus altas dotes histriónicas, representaba al desesperado e
incauto auditorio de vendedores de inmuebles, magistrales libretos escritos por él mismo en
los papeles de cuentas. Tratándose de negocios, era implacable su rigidez y fingido
desinterés no tenían consideración: el cliente era un enemigo que, en la farsa, siempre
llevaba la peor parte.
Don Pepe fue empresario financista de la última etapa de los ferrocarriles en Colombia. A
él se debió la terminación del Ferrocarril de Amagá y parte del Ferrocarril del Pacifico. Fue
fundador del Banco de Sucre, del Banco Central y de la Compañía del Hielo en Panamá.
Pero en todos fracasó: así comprobó su principio de que sólo la propiedad raíz era la única
y verdadera generadora de riqueza segura.
Al final de sus días, fue atacado por crisis nerviosas y fuerte arteriosclerosis, acompañada
de crónico desinterés por los negocios. La familia empeoró la situación: gastaba a manos
4. llenas en Europa, sin prestar atención a la administración de las fincas, en muchas de las
cuales se construyeron lujosos palacetes, como el del Chicó, al norte de Bogotá, convertido
hoy en museo.
En la biografía sobre su abuelo, Bernardo Jaramillo anotó que las negociaciones de Pepe
Sierra serian vistas hoy como irregulares pero fue el débil sistema económico colombiano
lo que dejó al Estado en manos de prestamistas como única forma de garantizar su
funcionamiento. Entonces no existían medios como el control de cambios, ni un emisor
sistemático y acreditado, y si graves problemas como una tasa de cambio entre el diez mil y
el quince mil por ciento y fuerte inestabilidad política. La comercialización anticipada de
los ingresos fiscales del Estado se mantuvo a disposición del mejor postor.
Pepe Sierra murió en 1921 en su casa de la plazuela de San Ignacio de Medellín y la fortuna
que creó, a pesar de las múltiples subdivisiones, sigue siendo sólida. Su nombre es
recordado por uno de los más ricos y jocosos anecdotarios populares, y su vida y obra son
temas de trabajo de los especialistas, como que resulta básico para comprender muchos
aspectos de la historia social y empresarial del país. Banco de la Republica
Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de
Lectores, tomo de biografías.