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012 Estudio de Caso Etica GCBS. Caso gerente comcel
1. Análisis de la curva de ética y moralidad
(estudio de caso 02-10B. Individual)
El viaje al infierno de Adrián Hernández
La increíble y sorprendente historia del poderoso ex presidente de Comcel
que terminó viviendo en la pobreza.
Como presidente de Comcel, a Adrián Hernández le correspondió poner en
marcha la operación tecnológica más avanzada en su momento en las
telecomunicaciones colombianas, la telefonía 3G. Foto: Guillermo Torres
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En la noche del 31 de enero de 2008, Adrián Hernández destapaba una botella
de Jack Daniel's, su bebida favorita, mientras despachaba un banquete
pantagruélico que ordenó al restaurante de su amigo Harry Sasson y celebraba
con el círculo más íntimo lo que había ocurrido pocas horas antes. Comcel, la
compañía de la que él era presidente, puso en marcha ese día la operación
tecnológica más avanzada en su momento en las telecomunicaciones
colombianas, la telefonía 3G, y él se había encargado de anunciarlo al país. Fue
la hora de mayor gloria en la carrera exitosa de un hombre de origen humilde
que comenzó como albañil y llegó a ser uno de los generales más destacados en
las tropas del hombre más rico del mundo, Carlos Slim. Estaba a la cabeza de la
segunda empresa privada más grande de Colombia, que facturaba cerca de 6
billones de pesos al año y era el anunciante más grande del país. Tenía 23
millones de clientes, más del 60 por ciento del mercado.
Gracias a su ingenio, habilidad para los negocios y su visión, Adrián Hernández,
en cuestión de unos pocos años, convirtió a Comcel en la segunda empresa más
poderosa de Colombia (después de Ecopetrol), era uno de los ejecutivos mejor
2. pagados y podía hablar con el presidente de la República cuando quería. Su
afición por el whisky, los perfumes, las mujeres y los hoteles de lujo era la
recompensa justa para tantos años de dura batalla contra las adversidades que
su origen humilde había puesto en el camino. Nada hacía pensar, aquella noche
de celebración en el norte de Bogotá, que días tan oscuros y sórdidos le
esperaban más adelante, y que terminaría con una cuchilla de afeitar en la
mano, listo para cortarse las venas en una pensión de la calle 26.
El ejecutivo que masificó la telefonía móvil, que llevó teléfonos celulares hasta
remotos rincones en donde jamás había llegado el teléfono fijo, que le ayudó al
multimillonario Slim a construir su imperio global y que coleccionaba relojes
Rolex terminó pidiendo dinero para comer, postrado por una terrible
enfermedad y olvidado para siempre por sus amigos y familia. ¿Cómo pudo
ocurrir todo aquello?. El mexicano Adrián Hernández nació en Delicias, en el
estado de Chihuahua, en donde se come carne seca y se preparan los burritos
más prestigiosos de todo México. Hijo de un albañil y nieto de un soldado que
combatió junto a Pancho Villa, Adrián creció en la pobreza y en ella forjó su
olfato para los negocios. De niño conseguía juguetes viejos, los pintaba y
colocaba en el centro de aros de alambre, y cobraba a sus amigos por dispararles
pelotas de trapo para derribarlos. “A los ocho años yo era el único niño con
crédito en la tienda del barrio”, recuerda. Vendía paletas, alquilaba revistas de
cómics y ayudaba a su padre en la construcción; y encima obtenía las mejores
notas en la escuela. Y así como abrigaba desde entonces sueños de negocios y
prosperidad, había espacio también en su cabeza para leer, desde La Odisea y El
principito, hasta las biografías de Napoléon, Tito y Stalin, de cuya sabiduría
estratégica exprimió lecciones que le serían útiles años después.
Sin abandonar el trabajo en la construcción, junto a su padre, Adrián fue a la
Universidad Autónoma de Chihuahua y se graduó como contador público y a
partir de allí todo comenzó a ir mejor. Obtuvo empleo en una empresa local, el
primero en el que no tenía que vérselas con cemento, ladrillos y sujetos rudos y
pendencieros. Después trabajó como profesional independiente, llevando la
contabilidad de pequeñas empresas, hasta que alguien le abrió una puerta que
lo llevaría lejos. Fue reclutado para trabajar en el área administrativa de una
compañía apenas en pañales, Telcel, cuando Carlos Slim hacía los pinitos en el
negocio que lo convertiría años después en el número uno de la lista Forbes. Allí
estaba destinado a permanecer tranquilo en su pequeño escritorio del área
administrativa, pero Adrián podía hacer más que eso; y lo hizo.
La oportunidad llegó cuando, por razones accidentales, ni su jefe ni el jefe de su
jefe pudieron atender una cita con los directivos de más alto nivel, y el joven
Hernández se vio sentado en una enorme sala de juntas, rodeado de yuppies que
habían estudiado en Stanford y Harvard, vestían Armani y apestaban a
arrogancia. Era inevitable sentirse un ‘patito feo’ en medio de tantos dandis,
pero en ese punto se vio quién era Adrián Hernández. Estuvo en desacuerdo con
casi todo y expresó sus opiniones sin titubear. Su franqueza valiente, sus ideas
audaces y su irreverencia llamaron la atención del señor de bigote que presidía
la reunión, el gran Carlos Slim, quien lo encontró ideal para abrir trocha en sus
planes de expansión por el continente. Y lo envió a Guatemala, a dirigir la
primera operación de América Móvil por fuera de territorio mexicano. En
Guatemala hizo maravillas con pocos recursos, porque está en el ADN de Slim
3. invertir poco y ganar bastante. Y mostró a América Móvil que era factible
conquistar las telecomunicaciones latinoamericanas.
En octubre de 2001 llegó a Bogotá, para hacerse cargo de la recién adquirida
Comcel, que América Móvil compró a Bell Canada. Recibió una empresa con
números en rojo y con una penetración del mercado del 6 por ciento, y en pocos
años la convirtió en el operador dominante, en la segunda empresa más grande
de Colombia por rentabilidad y en la compañía emblemática de las
comunicaciones celulares en el país. Para lograrlo debió prácticamente
reinventar la empresa; implementó procesos, modernizó infraestructuras,
revolcó las prácticas corporativas y, especialmente, construyó una red de
distribuidores poderosa que le ayudó en la vertiginosa expansión en el mercado
colombiano.
La caída
Tras dos décadas y media en las filas de Slim, Adrián Hernández, que siempre
se reconoció como un ‘patito negro’, por raza y origen social, había llegado lejos
y tenía por debajo suyo a varios ‘patitos amarillos’ como él llama a ejecutivos de
alcurnia y apellido. Tantos años de férrea carrera por el ascenso le habían
dejado algunos enemigos poderosos y cuando gozaba de los placeres del éxito y
le embriagaba el poder, le llegó su hora. El 24 de agosto de 2009 se le notificó su
despido de América Móvil. Unas horas antes había estallado un escándalo
mediático, en el que se le involucró con operaciones de negocios que afectaban a
la compañía. La red de distribuidores que él promovió y que fue la espada más
poderosa para el crecimiento de Comcel, se convirtió en su talón de Aquiles. Le
acusaron de beneficiarse de ella, aunque él insiste en que le cobraron no haber
manejado a los distribuidores como la empresa quería. Tuvo fuertes
contradicciones con Daniel Hajj, nada menos que presidente de América Móvil
y yerno de Carlos Slim, y ese día se vio ante dos alternativas: pelear contra la
familia más poderosa del planeta o aceptar una atractiva propuesta de
liquidación y hacerse a un lado. Optó por lo segundo. Masticando el duro golpe,
trató de sanar el orgullo herido y emprendió con su esposa un viaje alrededor
del mundo, mientras pasaba el periodo de cuatro años en que no podría volver
al sector de telecomunicaciones, según el acuerdo de retiro que había firmado.
Hasta que una mañana, desayunando en el Ritz en París, notó ese temblor en
sus dos manos y una rigidez inusual en la pierna derecha. El delicioso hotel Ritz
le sirvió en la mesa el primer anuncio de que sus verdaderas desgracias en la
vida estaban apenas por comenzar.
El párkinson lo postró en cama por año y medio. El dinero se acabó, la esposa y
los hijos lo abandonaron, los amigos que descorchaban con él botellas de vino
en las fiestas le dieron la espalda y su vida dio un giro espectacular hacia la
pobreza y la ruina moral. El peso de sus constantes infidelidades, que la esposa
soportó con estoicismo por años, hizo que el matrimonio colapsara. Un acuerdo
de divorcio le arrancó lo poco que le quedaba y él, sumido en la depresión, no
quiso pelear. El hombre que se fajaba con cualquiera en las calles de Delicias en
sus años de adolescencia; el mismo que aceptó sin titubear cualquier reto de
negocios que Carlos Slim le encargó; el que jamás lloró ni se quejó, ni siquiera
cuando recibía algún castigo en la niñez, ya no tenía fuerzas para combatir.
4. Pasó encerrado en su habitación el periodo más duro del párkinson, todavía
bajo el mismo techo con su esposa e hijos, pero sometido, según recuerda, a un
verdadero ‘matoneo’ familiar. Le quitaron sus cuentas bancarias, nadie le dirigía
la palabra y sus días transcurrían en silencio frente al televisor. La esposa fue
implacable; vendió su colección de corbatas y un día le pidió que abandonara la
casa.
Durmió en donde pudo, deambuló de sitio en sitio y conoció personalmente la
ingratitud humana. Un antiguo compañero de trabajo, a quien Adrián le cedió
años atrás su bono navideño para ayudarle a pagar una costosa cirugía, se negó
a tenderle la mano. Empeñó sus relojes de lujo y sus palos de golf, pero todo
aquello apenas le permitió mantenerse unos cuantos meses y terminó viviendo
en una muy modesta pensión en un barrio pobre de Bogotá hasta verse en la
penosa necesidad de pedir dinero para comer. Adrián Hernández caminaba muy
difícilmente apoyado en un bastón, el cuerpo tembloroso y el bolsillo
absolutamente vacío. La mayoría de sus amigos se negaban a recibirlo mientras
los distribuidores de teléfonos móviles que él ayudó a enriquecer con las
franquicias de Comcel se hicieron los de la vista gorda. Sin familia ni casi
amigos, Adrián añoraba los días en Delicias, cuando corría tras una pelota de
goma y cazaba chapulines, y se sentaba a la mesa con sus hermanos en la noche.
La salvación.
La vida no tenía sentido. En el último año fallecieron dos de sus seres más
queridos; su padre y su hermana, cuyas ausencias solo sumaban más dolor a la
tragedia que carga encima desde la muerte de uno de sus hijos en un accidente
de tránsito. No había manera de regresar y el cuerpo pedía a gritos un descanso
definitivo. Y Adrián decidió entonces ponerle fin a su aventura en este planeta.
Consiguió una navaja y se sentó en la ducha, listo para hacer su movida más
trágica. Pero, como buen sibarita, decidió darle una última oportunidad a su
espíritu apasionado. Y en la noche de aquel día le fue enviada la salvación: con
54 años, muy enfermo y muy pobre, había pocas posibilidades de que una mujer
joven y sexy se fijara en él. Pero, como tantas otras cosas asombrosas, ocurrió.
Una mujer que se atravesó en su camino lo enamoró perdidamente y le devolvió
las ganas de vivir. Alguien se había acordado de él y le enviaba bendiciones
increíbles. Un viejo conocido le encargó un trabajo de cabildeo por unos cuantos
pesos, y alguien más le ayudó con alguna otra cosa. Y así pequeñas puertas
empezaron a abrirse de un modo milagroso, hasta que, para darle un final feliz a
su historia, fue informado que unas viejas acciones que había adquirido con el
dinero de la liquidación que recibió al salir de Comcel estaban disponibles
finalmente, después de muchas trabas legales ajenas a su voluntad.
El párkinson está más o menos bajo control, pero los medicamentos le causaron
un sobrepeso excepcional. Llegó a pesar 150 kilos, camina y respira con suma
dificultad, apoyado en un bastón y vive todavía muy modestamente. Tiene
planes de emprendimientos pequeños –nada en telecomunicaciones, por
supuesto–, y quiere una nueva familia al lado de la mujer que adora. “Soy una
persona que se equivocó, alguien que erró el camino; pero encontré después la
felicidad en las cosas sencillas”, sostiene. Ya no añora sus noches en el Ritz, ni
sus relojes; ni quiere vivir en el norte de Bogotá. Está convencido que Dios le dio
una segunda oportunidad y no piensa echarla a perder. El hombre que creyó
5. que la felicidad estaba en la fortuna, en la fama y en las fiestas con mucho
whisky planea hoy vivir en una pequeña casa de campo, y preparar buena
comida los domingos para reunir a su familia. Hoy es un hombre renovado. “Mi
concepto de grandeza y felicidad ha cambiado. Tener conocimiento de negocios
no me hace grande. Tener dinero no me hace grande. Ahora quiero tener una
buena relación con Dios, una relación fuerte con mi pareja y llevar una vida
sencilla”, dice Adrián Hernández. Sin duda, se sale siendo otro, después de
semejante odisea.
7. “el camino de regreso no siempre es fácil”
Trabajo personal:
Presentación Prezi
Mapa mental con la lluvia de ideas sobre la moralidad de:
o Interbolsa
o Del empleado en cuestión
Ubicarlo en el blog de c/u
8.
9. RÚBRICA: ELEMENTOS PARA EVALUAR EL DESEMPEÑO DEL ESTUDIANTE
Elementos a evaluar:
1. Capacidad para elaborar planteamiento paralelo
2. Capacidad de retención de entidades y personajes
3. Capacidad de trabajo colaborativo y cooperativo
4. Proyección personal de las moralejas de la historia
5. Competencia del saber compartir
6. Destrezas para integrar con las escrituras la historia
RÚBRICA: TABLA EVALUATIVA
1. La capacidad analítica aguda del estudiante es muy buena (muy mala).
2. Capacidad de observación detallada es suficiente (insuficiente).
3. La habilidad para cooperar y contribuir al logro del objetivo es muy buena (mala).
4. Destreza para integrar e interiorizar la enseñanza central es muy buena (mala).
5. Aplicabilidad y proceso de interiorización moral buena (mala).
6. Tendencia a corregir actos equívocos buena (mala).
GUÍA DE ANÁLISIS DE LA CURVA DE ETICA Y MORALIDAD Y SUS EFECTOS EN LA
VIDA (Estudio de caso 02).
1. Con sus propias palabras elabore una historia similar pero con escenarios y
personajes diferentes
2. Identificar y analizar entidades que intervienen en esta historia y sus
características.
3. Encontrar más palabras claves.
4. Encontrar mas relaciones vinculantes entre los sueños y los efectos fatales de
la vida, entre los sueños y una vida saludable de acuerdo a la historia.
5. Hallar ideas centrales y sus efectos reales en la persona y en la sociedad.
6. Ensayo pequeño aplicativo a su vida personal.
7. Dónde inició y en qué consistió el camino de regreso?
Las conductas morales de nuestra época(contemporaneidad) son:
Peligrosas
Seductivas
Confusas
Impositivas
Agradan al mundo (palabras de Jesús)
Describa algunas conductas morales del texto y expóngalas.