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CAPÍTULO 2
EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN
La dinámica de un proceso de investigación es el camino que
conduce desde la recepción de un rumor hasta la publicación de
un hecho probado. Por ello, antes de iniciar un trabajo hay que
definir el campo de investigación, buscar, analizar y estructurar
las posibles fuentes, confeccionar una base de datos, confirmar cada
uno de los elementos que se incorporan a la investigación, etc.
La investigación periodística se concreta siempre a partir de
un proceso, más o menos laborioso, en el que el periodista se
afana por descubrir pistas, hechos, relaciones y cualesquiera otros
retazos de realidad conducentes a demostrar el objetivo motor
de la investigación puntual que se haya emprendido, y este pro-
ceso, a su vez, se concretará mediante el uso de una serie de téc-
nicas y estrategias —genéricas o específicas, ortodoxas o hetero-
doxas—, que permitirán bucear, con más o menos fortuna, en
la realidad escondida que el periodista pretende hacer aflorar con
su trabajo.
Tal como hemos sintetizado en el esquema 2, la mayoría de
las veces el periodista no tiene más punto de partida que un sim-
ple rumor o confidencia. Y este flash básico, en función de sus
características y de las posibilidades profesionales de quien lo re-
ciba, será, por sí mismo, todo cuanto se precisa para desencade-
nar un proceso de investigación —no necesariamente inmediato
dentro de la secuencia temporal, ya que un rumor puede ser ar-
chivado y no motivar una investigación hasta meses o años
después— habitualmente arduo y laborioso.
En primer lugar habrá que analizar el rumor base, diseccio-
narlo, sazonarlo con la lógica y conocimientos que, hasta ese
momento, tenga el periodista y preparar con todo ello un plato
fundamental para el futuro: la definición del campo de inves-
tigación. Del aspecto que presente este primer guiso va a de-
pender, en buena medida, el que se inicie o no el proceso de
investigación. En función de las respuestas que demos a cuestio-
nes tales como el grado de credibilidad del rumor, las posibili-
dades de ser investigado y/o confirmado, los riesgos que pueden
derivarse del proceso a iniciar, el valor noticiable de los diversos
aspectos que configuran el rumor, el marco más o menos defi-
EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN 47
nido en el que habrá que moverse, etcétera, encontraremos las
primeras fuerzas que nos impulsarán al trabajo o a olvidarnos,
al menos momentáneamente, del rumor o confidencia analizado.
Si el balance es positivo, es decir, si se le ven posibilidades
de investigación al tema en cuestión, deberemos pasar a uno de
los aspectos más fáciles de definir y más difíciles de localizar,
nos referimos a la búsqueda de fuentes de información.
Aunque más adelante le dedicaremos un amplio apartado, no
estará de más apuntar tres pasos básicos para poder abordar co-
herentemente la búsqueda de fuentes informativas.
En primer lugar, conviene elaborar una relación inicial de
posibles fuentes que sea lo más amplia posible (y sin descartar po-
sibilidades que, en este primer momento, se nos puedan antojar
peregrinas). El hacer esta relación puede ayudar a estructurar
la estrategia general con la que abordar el tema de investigación
y, aunque parezca una perogrullada, servirá para decirnos a no-
sotros mismos cosas de las que no somos conscientes en ese mo-
mento. El pequeño esfuerzo de anotar este listado inicial nos
recompensará con creces, ya que siempre relacionaremos mu-
chas más fuentes posibles de las que en un principio «habíamos
imaginado».
Seguidamente será muy útil hacer un análisis aproximativo
de cada una de las fuentes. Medir posibilidades, relaciones, va-
lor, situación, riesgos, credibilidad, etc., nos permitirá encarar
el futuro contacto con muchas más garantías de éxito y rentabi-
lidad para nuestro proyecto.
Por último, y éste es un aspecto tan delicado como descuida-
do por la mayoría de los periodistas, será muy útil estudiar una
gradación temporal, es decir, diseñar el modelo que vamos a
seguir para establecer un contacto ordenado con las posibles fuen-
tes. Muy a menudo se pierden grandes posibilidades informati-
vas por no haber tenido en cuenta esta previsión.
Hay ocasiones en las que una posible fuente se nos puede
quedar muda tan sólo por el hecho de haber tocado, con ante-
rioridad, a otra fuente de menor importancia, pero relacionada
46 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
48 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
con ella, que la ha puesto sobre aviso. En otras, no podremos
exprimir suficiente información de una fuente determinada ya
que los datos que lo posibilitarían los tiene otra fuente con la que
aún no hemos contactado. Los ejemplos pueden ser muchos y
variados y, en el caso de que hubiésemos previsto una adecuada
gradación temporal (que no siempre es posible ni fácil), el fraca-
so hubiese cedido su lugar a un resultado informativo óptimo.
Más adelante insistiremos sobre este particular.
El proceso descrito hasta aquí de modo tan sintético nos lle-
vará sin duda a averiguar una serie de detalles sobre personas,
entidades y hechos. Y este conjunto de informaciones nos con-
ducirá a la obtención de lo que denominaremos una base de datos
para la investigación. Llegados a este punto, será bueno dete-
ner la marcha y recapitular en dos direcciones. Por una parte,
deberá intentarse obtener una primera confirmación de la vali-
dez de las informaciones recogidas y de las fuentes empleadas
(que no siempre se conseguirá adecuadamente en este primer es-
tadio de trabajo). Y, por otra, con los conocimientos adquiridos
hasta el momento, realizarse un replanteo de la investigación,
de su orientación, límites, posibilidades, u otros aspectos.
Seguidamente, si la reflexión hecha es positiva, continuare-
mos con el proceso de investigación habitual y nos dejaremos
llevar por la rutina que supone la búsqueda de nuevas fuentes
y la preceptiva confirmación de unas informaciones que, de
modo progresivo, engrosarán nuestra base de datos hasta plan-
tarnos de nuevo ante la prudente necesidad de volver a reflexio-
nar sobre la marcha del trabajo, y así hasta llegar a la elabora-
ción final de la investigación y a su eventual publicación (en
caso de que no sea censurada previamente).
Sirva esta primera visión esquemática del proceso de investi-
gación periodística para intentar dar una perspectiva unitaria a
una dinámica que iremos desglosando y ampliando a lo largo
de los capítulos siguientes.
Pepe Rodríguez
Periodismo
de investigación:
técnicas y estrategias
CAPÍTULO 3
DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES
El campo de la realidad está repleto de hechos interesantes que
esperan ser detectados para ser investigados y convertidos en noticia.
Las vías para poder detectarlos son múltiples: canales institucio-
nales, publicaciones de interés general, especializadas o técnicas, actos
públicos y privados, publicaciones privadas y reservadas, confiden-
cias, filtraciones... Analizar el contenido, contexto y veracidad de
estos canales informativos llevará a la detección de la noticia y,
por tanto, al inicio de un proceso de investigación.
Aunque pudiera parecer lo contrario, a juzgar por el conte-
nido informativo promedio de los medios de comunicación ac-
tuales, si de algo estamos sobrados en la profesión periodística
es de hechos investigables. Sólo hace falta aguzar un poco la pers-
picacia para poder detectar que cualquier realidad tiene, al me-
nos, un doble fondo, una trastienda y varias sentinas.
En este capítulo intentaremos esquematizar el proceso a tra-
vés del cual, previsiblemente, puede detectarse algún hecho in-
vestigable y, por ello, noticiable. Para ello nos basaremos en el
esquema 3, que pretende analizar las vías que suelen seguir los
retazos de realidad hasta ir a parar a las manos u oídos, siempre
voraces, del periodista investigador.
El proceso se origina, evidentemente, en lo que hemos dado
en llamar el campo de la realidad, que podemos imaginar como
una especie de gran almacén en el que están todos los hechos
pasados y con expectativas de concreción futura. En teoría, todo
lo que ya ha sucedido ha dejado su rastro en este campo de la
realidad y, por ello, puede ser localizado e investigado. Y mu-
cho de lo que aún está por suceder, siendo el futuro una mera
prolongación de su pasado/presente inmediato, puede averiguarse
si logramos concatenar los suficientes y adecuados hechos ya
pasados.
Partimos, pues, de la hipótesis de que todo hecho puede ser
detectable si se dan una serie de procesos comunicativos apro-
piados que lo aproximen hasta el periodista. Y damos por sen-
tado que, debajo de cualquier hecho o persona, si rascamos lo
suficiente, siempre encontraremos aspectos realmente interesantes
que se han intentado ocultar con más o menos celo.
Todo proceso de investigación se asienta sobre un compor-
tamiento humano que resulta extremadamente difícil de obviar:
52 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 53
pasar por la vida siempre deja huellas. Cuando actuamos, en cual-
quier faceta personal o social, casi nunca podemos predecir los
resultados finales —y/o colaterales— de nuestros actos y, en todo
caso, jamás imaginamos que algún día alguien va a interesarse
en serio por ellos. Por suerte o por desgracia, cuando cualquier
actuación ya ha producido su fruto (supongamos que poco o
nada honorable), resulta imposible volver atrás y borrarlo todo.
A lo sumo uno puede emborronar o enmascarar zonas de su
pasado, pero nunca eliminarlas por completo. Vivir deja recuerdos
en otras personas, fotografías, documentos —públicos y priva-
dos— dispersos por mil sitios... ¡todo un tesoro de información
a disposición del investigador que sepa dar con él!
Pero, tal como cabe suponer, y la dificultad cotidiana de todo
investigador está ahí para poder confirmarlo, los hechos guar-
dados bajo la realidad no parecen tener nunca un excesivo inte-
rés en salir a la luz. Todo hecho, o al menos todos los que en
esta profesión consideraríamos importantes, se escuda detrás de
un filtro informativo, de una barrera de silencio o desinforma-
ción más o menos infranqueable. Este filtro puede ser perso-
nal, cuando los individuos implicados en el hecho intentan evi-
tar su divulgación sin más, o institucional, que es una posibilidad
ampliada de la personal en la que el filtro informativo no lo an-
tepone el o los protagonistas directos del hecho, sino una terce-
ra entidad institucionalizada (portavoz, gabinete de prensa o re-
laciones públicas, etc.) que, bajo la aparente función de facilitar
la transparencia informativa, hace en realidad todo lo contrario.
Estos filtros institucionales, estructuralmente necesarios para to-
dos los departamentos de la Administración y muchas entida-
des privadas, son muy útiles para todo periodista informador,
pero su balance es bastante desastroso en cuanto a la posible uti-
lidad para el periodista investigador.
Toda realidad que consigue salir de su campo y traspasar el
filtro informativo lo hace a través de un proceso comunicador
que admite muy diversas variables formales y estructurales. Como
primera medida distinguiremos entre un proceso voluntario y
otro involuntario.
54 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
El proceso comunicador voluntario, como su nombre in-
dica, será aquel que nace con la intencionalidad de trasvasar un
determinado contenido informativo desde su campo de origen
hasta un receptor ajeno al mismo. El proceso comunicador in-
voluntario será el que al traspasar el contenido informativo lo
hace de una manera no intencional, inadvertida o por error, ya
que lo que interesaba realmente al emisor era, precisamente, si-
lenciarlo. Durante el trabajo habitual del investigador, ambos
aspectos suelen entremezclarse continuamente y no siempre pue-
de distinguirse claramente el límite entre uno y otro.
En general, dentro de un proceso comunicador pueden dife-
renciarse tres niveles: el público, el privado y el reservado.
Un primer nivel informativo será el público, conformado
por comunicaciones de muy distintas procedencias pero con el
común denominador de haberse difundido de una manera pú-
blica y notoria (que debería presuponer voluntariedad comuni-
cativa siempre, aunque pueda haber excepciones notables). A prio-
ri, éste parece el nivel menos atractivo para el periodista
investigador pero, sin embargo, si se sabe exprimir bien, arroja
una rentabilidad informativa muy importante.
Un segundo nivel informativo será el privado, integrado
por comunicaciones transmitidas a nivel particular y/o dentro
de un grupo de receptores reducido que, en principio, no tie-
nen intencionalidad de publicitarias aunque, en todo caso, tam-
poco tengan prohibición expresa de hacerlo. Es un nivel de co-
municación que exige, muchas veces, tener que respetar algunas
reglas de anonimato o de intimidad.
El tercer nivel informativo será el reservado, configurado
por contenidos comunicativos estrictamente confidenciales, ela-
borados para muy reducidos y seleccionados grupos de recepto-
res que, éstos sí, tienen la obligación de mantenerlos ocultos o
hacer de ellos un uso absolutamente reservado. Lógicamente, éste
es siempre el nivel más apetecido por el periodista investigador
y, también, el más difícil de trabajar.
Estos tres niveles básicos son los que conforman los diversos
DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 55
canales informativos a través de los que corren las descripcio-
nes de hechos que, de ser detectados y valorados positivamente,
conducirán al periodista a plantearse la posibilidad de empren-
der alguna investigación concreta.
Entre los canales informativos públicos destacaremos los que
siguen: institucionales, publicaciones de interés general pu-
blicaciones especializadas, publicaciones técnicas y actos públicos.
La información institucional es la que tiene su origen en
entidades diversas, bien de modo interesado (comunicados de
prensa, boletines, etc.), o a instancia de parte, es decir, como res-
puesta a una demanda informativa por parte del periodista. Tal
como ya señalamos, es muy útil al periodista informador ya que
le llena buena parte de sus necesidades informativas, pero no su-
pone más que indicios o datos complementarios para el perio-
dista investigador. De hecho, los responsables de la información
institucional no hacen muy buenas migas con los investigado-
res y, salvo honrosas excepciones, intentan ponerles el mayor nú-
mero posible de barreras, derivarles hacia algún otro tema de
trabajo «mucho más interesante que el que estás haciendo y so-
bre el que sí te puedo facilitar mucha información ¿Qué te pa-
rece si quedamos para comer y lo hablamos?» (esta frase acos-
tumbra a ser una afirmación implícita de que lo que estamos
investigando tiene fundamento y es incómodo para la institu-
ción abordada), y, en múltiples ocasiones, cuando el periodista
es inexperto, le intoxican con datos «reservados» absolutamente
inexactos, cuando no manifiestamente absurdos o falsos, susu-
rrados con la coletilla del «pero yo no te he dicho nada, ¿vale?».
Los medios de comunicación actuales publican un porcenta-
je alarmante de informaciones de procedencia claramente insti-
tucional, cosa que, al margen de hacerlos aburridos e inútiles
como elementos de crítica y control social, los acerca más a un
medio publicitario (que transmite información interesada y con
finalidad clara de vender su contenido) que a uno informativo,
cosa que, apurando algo la crítica, nos podría llevar a pensar que
se está defraudando gravemente el fundamental proceso de trans-
56 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
misión de información objetiva dentro de la colectividad.
La información procedente de publicaciones de interés ge-
neral es muy amplia en posibilidades de contenido y en calidad
informativa. En este apartado situamos todo lo expresado a tra-
vés de medios de comunicación (escritos o audiovisuales, excep-
to los que más adelante se especificarán). Es evidente que, entre la
enorme cantidad de informaciones publicadas diariamente por
la prensa, se puede detectar —si se sabe analizar datos correcta-
mente— un torrente de posibles hechos interesantes a investi-
gar. Se pueden contar por decenas los apuntes informativos que
la prensa diaria quema sin haber entrado para nada en el fondo
de la cuestión informada. Y esto, que muchas veces viene dado
por las necesidades estructurales de los diarios —y, bastantes
otras, por una falta de profesionalidad—, es una bendición para
los periodistas (especialmente para los free lancers y los de pren-
sa no diaria) que trabajan con una dinámica más o menos de
investigación. Muchas investigaciones periodísticas notables han
partido del análisis de pequeñas informaciones de prensa, que
han pasado desapercibidas para la mayoría de los lectores, o de
anuncios publicitarios de todo tipo, notas de actos, etcétera.
Particularmente, siempre le he sacado mucha rentabilidad in-
formativa, para detectar vías de investigación, al análisis de pe-
queños anuncios en los periódicos, de noticias breves o de posi-
bles lagunas o contradicciones dentro de informaciones acabadas.
Detrás de cualquier fondo siempre suele haber otro fondo aún
más interesante, sólo es cuestión de intentar llegar a él.
Así, por ejemplo, a partir de un pequeño anuncio de un pla-
to fotográfico que ofrecía modelos de desnudo a aficionados, pude
llegar a investigar y probar la existencia de una red de prosti-
tución encubierta. O a partir de una minúscula reseña —en la
sección de «Vida social» de El País— sobre la concesión de unos
premios, pude abrir una vía para poder documentar el nivel de
colaboración entre un ex gobernador civil franquista y la pode-
rosa secta multinacional y ultraconservadora del coreano Moon.
Etcétera.
DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES
Las informaciones procedentes de publicaciones especiali-
zadas y de publicaciones técnicas, por la propia focalización
de los soportes, deben ser consideradas sustancialmente distin-
tas de las citadas con anterioridad. En ellas, dependiendo del
campo de especialización o de la orientación técnica, podremos
encontrar detalles que nos arrojarán mucha luz sobre temas de
actualidad o que nos los adelantarán mucho antes de que la prensa
de información general se dé por enterada, o nos aportarán da-
tos que, convenientemente valorados, nos alejarán del campo es-
pecializado para hacernos adentrar en una investigación de inte-
rés general.
Este tipo de publicaciones es muy útil para los periodistas
especializados en un determinado campo de información y, sean
investigadores o no, deben ser instrumentos de trabajo funda-
mentales.
Los actos públicos son, finalmente, otro de los canales in-
formativos básicos para poder detectar posibles noticias de inte-
rés periodístico. Como actos públicos incluimos no sólo reu-
niones masivas (conferencias, cursos, ruedas de prensa,
manifestaciones, asambleas, encierros, exposiciones, etc.), sino
también todo tipo de acción desarrollada de modo público y
evidente (una agresión, una pintada, un cartel, etc.).
Muchas veces, es altamente aleccionador observar cómo ac-
túan y se relacionan entre sí determinadas personas que se mue-
ven en un mismo contexto. Incluso la no asistencia de algún per-
sonaje a un acto determinado nos puede dar una pista de que
algo no anda del todo bien (especialmente en el terreno políti-
co). O, por ejemplo, el observar con detalle los gestos de un co-
nocidísimo cantante, durante un concierto, puede aportarnos la
certeza de que es cocainómano. Etcétera.
Saber escuchar tiene siempre su premio, así, por ejemplo, el
comentario de un científico retirado, en una clase universitaria,
sobre el índice de radiación de los alimentos en España, fue el
detonante que me llevó a iniciar una investigación que me per-
mitió demostrar que la CEE, después del accidente de la central
58 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
nuclear de Chernobil, antepuso los intereses comerciales a las
medidas sanitarias y presionó políticamente para poder comer-
cializar montañas de productos lácteos irradiados, parte de los
cuales consumimos en España (en donde nos sobraba leche real-
mente no contaminada); que la CEE y sus especialistas no te-
nían ni la menor idea del riesgo y límites de la contaminación
nuclear en los alimentos y que fijaron los límites a ojo, calculan-
do que los cánceres que tal consumo pudiera ocasionar entra-
rían dentro de un cuadro estadístico no detectable, etc. Y todo
ello puesto de manifiesto a partir de un simple comentario di-
cho de pasada, aunque, claro está, sólo demostrado después de
haber realizado un amplio trabajo de investigación.
Repasemos ahora brevemente las características de los cana-
les informativos privados. En este segundo nivel incluiremos los
actos privados, las publicaciones privadas y las confidencias.
Los actos privados, tal como queda claro, son los que no son
abiertos a todo el mundo y presentan algún tipo de selectividad
entre transmisores y receptores de informaciones susceptibles de
motivar investigaciones. Incluiremos reuniones de todo tipo (la-
borales, personales, fiestas, comidas, etc.), con acceso limitado,
realizadas, habitualmente, en entornos o circunstancias de pri-
vacidad. Estos actos nos pueden dar pistas interesantes tanto por
su contenido como por su propia configuración. En múltiples
ocasiones podremos plantearnos el inicio de alguna investiga-
ción tan sólo por el hecho de haber visto, por ejemplo, a dos
personas determinadas comiendo juntas en un restaurante.
Los actos privados, tal como los entendemos aquí, son oca-
siones de una gran riqueza informativa y el periodista debe apren-
der a utilizarlos con la mayor asiduidad posible, tanto si el pro-
pio profesional es parte de ellos como si es un simple espectador
pasivo. Hay que tener presente, en las mil gamas que puede pre-
sentar un acto privado, que la calidad de la información puede
variar en función del contexto del acto. Así, es más factible que
una información sea más rigurosa y detallada en un acto profe-
sional que en una fiesta; pero no hay que olvidar que, en una
DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 59
celebración, comida o situación relajada, la gente habla mucho
más de lo que debería, y esto siempre es bueno para el investiga-
dor. Una futura bomba informativa puede saltar en el momen-
to más insospechado y del comentario más intrascendente.
Por publicaciones privadas hemos querido entender aquí
toda información sobre soporte escrito, informático, magnéti-
co, o fotográfico, destinada a un consumo específicamente pri-
vado (cartas personales o comerciales, informes, memorandos,
grabaciones, boletines internos, fotografías, películas o cuales-
quiera otros documentos).
La calidad informativa que nos dan es sumamente rica y, casi
siempre, se constituyen en preciados objetos a conseguir para
intentar demostrar algún rumor o alguna confidencia que nos
había llegado con anterioridad. En ocasiones, se nos presentan
también como proverbiales indicios que nos animan a empezar
una investigación teniendo algo más en la mano que meras su-
posiciones. Entre sus inconvenientes está la relativa dificultad
en conseguirlos (que se incrementa en función de su posible con-
fidencialidad) y el que, en algunos supuestos, no pueden ser uti-
lizables debido a la protección jurídica del derecho a la intimi-
dad. Hay que tener presente, por otra parte, que no todo lo que
se dice por escrito, por muy bien presentado que esté, tiene que
ser real. Hay que analizar los documentos y no tomarlos como
el Evangelio. Recordemos que, hasta ahora, aún estamos estu-
diando posibles indicios para comenzar una investigación y que
el camino aún será largo y duro. Un poco más adelante volvere-
mos sobre este particular.
Las confidencias son otro de los canales informativos priva-
dos que, comúnmente, ponen al periodista sobre alguna de las
pistas de sus futuros trabajos. La confidencia, de hecho, es una
fórmula que admite bastantes matices intencionales y formales.
Puede provenir de algún interlocutor —con el que haya o no
relación asidua— que, en un momento de especial locuacidad
(un buen vino en una comida hace maravillas), nos hace partí-
cipes de alguna información o rumor de circulación más o me-
60 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
nos restringida. Puede provenir también de algún confidente ha-
bitual del periodista (ya sea desde una vía institucional o priva-
da) que, en forma discreta y con expreso compromiso de anoni-
mato, hace partícipe al profesional de alguna confidencia. Un
encuentro casual con una persona desconocida o apenas trata-
da, en algún contexto social específico que invite al contacto hu-
mano con cierto relajamiento, también puede convertirse en un
marco idóneo para las confidencias. Estas tres hipótesis nos ilus-
tran otras tantas posibilidades de confidencias que, respectiva-
mente, serían definibles con la etiqueta de distendidas, habitua-
les y casuales.
Indudablemente, las confidencias son uno de los elementos
de trabajo más interesantes con los que puede contar el perio-
dista aunque no debemos olvidar que, muchas veces, las confi-
dencias serán muy difíciles de documentar (para poderlas pro-
bar sin el concurso testimonial de la fuente original a la que le
hemos garantizado anonimato) y, por ello, escasamente utiliza-
bles por el periodista investigador. Todo va a depender del con-
tenido informativo de la confidencia concreta. No obstante, como
punto de partida de investigación o como elemento de contras-
te, las confidencias son del todo imprescindibles para que cual-
quier periodista pueda realizar un buen trabajo.
En cuanto a los canales de información reservados, sólo men-
cionaremos aquí las publicaciones reservadas y las filtraciones.
Por publicaciones reservadas entendemos todo tipo de do-
cumento (oficial o privado) elaborado con la intencionalidad y
el deseo explícito de que no trascienda públicamente y, a mayor
rigor, que sólo circule por unas pocas manos muy cualificadas
o específicas. No hace falta decir que éste es el canal informati-
vo más notable y el que sueña con fruición todo periodista. Do-
cumentos con tales características no abundan, pero el trabajo
metódico del investigador siempre llega a arañar algunos de ellos.
Cabe recordar aquí, muy de pasada, que algunos documen-
tos están protegidos por la Ley de secretos oficiales —interpretada
en España de manera bastante abusiva por parte de la Adminis-
DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 61
tración— que impide su uso periodístico (unas veces con funda-
mento, pero otras de un modo discutible, ya que impide la obli-
gación constitucional de transmitir información que pueda servir
para sentar un debate de control social sobre la gestión —mala
o indebida— del poder ejecutivo).
Las filtraciones son otro de los instrumentos gloriosos que
alegran la vida del periodista aunque, como veremos, suponen
un riesgo notable. España es un país realmente peculiar en ma-
teria de filtraciones (y nos referiremos específicamente a las pro-
cedentes de estamentos de la Administración) ya que, al lado de
un mutismo oficial generalizado en casi todos los sectores, ser-
pentea una tradicional afición a la filtración.
La filtración es claramente intencional en su proceso y en
sus objetivos. Es casi siempre un arma arrojadiza, un detonante,
que usa un sector de la Administración contra otro o contra al-
gún sector social privado. Las cosas, curiosamente, sólo suelen
filtrarse en momentos muy oportunos y, si analizamos a los pe-
riodistas y a los medios que son transmisores habituales de ellas,
veremos que hay intereses y relaciones bastante ajenas a las pu-
ramente profesionales. Muy a menudo, el periodista, aunque saca
buena tajada de ello, no es más que el tonto de la película, el
que se deja instrumentalizar pasivamente, corriendo el riesgo
—que debe ser opción personal— de ser víctima de alguna nota-
ble intoxicación o de ser brazo de verdugo de algún sucio mane-
jo político. En este país se confunden habitualmente los traba-
jos de investigación auténticos con los dossiers filtrados, cosa que
no ayuda en nada a clarificar esta parcela de la profesión.
La filtración, a diferencia de la confidencia, suele ser la trans-
misión de un conjunto de informaciones ya elaboradas y que,
habitualmente, cuentan con la ayuda de algún soporte documen-
tal probatorio. De hecho, al periodista que la recibe le queda
poco más que redactarla en forma adecuada para el medio que
la publicará. Si el periodista es buen profesional, lógicamente,
tendría que comprobar la veracidad de todo lo filtrado.
Las filtraciones siguen dos grandes y distintos caminos: uno
62 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
es el del periodista amigo (o responsable del medio concreto)
que recibe el paquete de información de manos del funcionario
oportuno en el transcurso de una discreta cita (casi siempre man-
tenida en un bar, restaurante o domicilio particular); el otro es
el del correo anónimo o el del intermediario desconocido que
no pide nada a cambio. En cualquiera de los dos casos debería
andarse con mucho cuidado y actuar con la máxima profesio-
nalidad.
A pesar de mis personales reservas contra las filtraciones, hay
que reconocerles su manifiesta utilidad tanto para el profesio-
nal que las disfruta como, en la mayoría de los casos, para la
sociedad en general que las recibe.
Unificando todo lo dicho hasta aquí, y siguiendo la estruc-
tura del esquema 3, habremos llegado a estar en posesión de una
o varias informaciones, susceptibles de ser noticiables o investi-
gables, llegadas a través de alguno de los canales informativos
detallados. Será el momento de detenernos a realizar un análi-
sis de nuestro hallazgo. Y este análisis deberá abarcar tres cam-
pos complementarios: el contenido, el contexto y la veracidad.
En el análisis de contenido debemos intentar valorar el pa-
quete informativo en función de su posible calidad, estudiando
las coherencias, incoherencias o posibilidades que contiene la
información concreta.
En el análisis de contexto debemos estudiar el momento y
las circunstancias en que nos llega o sucede la información que
hemos adquirido y, en general, todos los elementos que nos ayu-
den a contextualizarla. Con ello podrá valorarse su importancia
noticiable (no es lo mismo, ante la afirmación de que una deter-
minada persona ha matado a otra, la valoración que se hace si
el suceso ha sido con ocasión de guerra, de defensa propia o en
un atraco, o si el protagonista es un policía, un particular o
un menor de edad), sus riesgos de publicación (una determina-
da filtración, durante una campaña electoral, suele conllevar mu-
cha más responsabilidad e intencionalidad que la puramente in-
formativa), sus posibilidades reales de investigación (no merece
DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 63
la misma consideración una información que afecte a la Mafia,
a un departamento de la Administración o a una guardería in-
fantil), el factor temporal y espacial que enmarca la información,
etcétera.
El análisis de veracidad deberá intentar sondear la credibili-
dad inicial que merecen tanto el hecho informativo descrito como
la fuente que nos lo ha transmitido y/o la fuente inicial.
Si este triple análisis arroja un saldo positivo, habremos dado
el primer paso previo al inicio de un proceso de investigación.
Habremos llegado a la detección de una noticia. Cabría decir
que de una presunta noticia, ya que aún está por empezar todo
el proceso de trabajo que nos llevará, o no, a poder demostrar
su realidad. De todas formas, disponer de una buena pista que
nos incite con fundamento a la investigación es tenerle ya gana-
da la primera batalla a la pereza profesional, a la tentación de
tirar por otros caminos presumiblemente mucho más cómodos.
Con la noticia detectada, podremos abocarnos en el proceso
de investigación, un camino que, cerrando el círculo, nos llevará de
nuevo hasta el campo de la realidad. El trabajo arduo, aunque
ampliamente gratificante, aún no ha empezado apenas.
Cubierta de Mario Eskenazi
1ª edición, 1994
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del "Copyright",
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CAPÍTULO 4
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES
Encontrar fuentes importantes y fiables es uno de los objetivos
prioritarios de todo periodista. En este capítulo se definirá las va-
riables que diferencian las fuentes personales y las documentales;
y, en especial, se revisará los distintos tipos de fuentes existentes y,
después de analizar sus características, credibilidad, contexto y coste,
se verá cómo diseñar las tres estrategias básicas para tratar con ellas
con las máximas garantías y eficacia. También se analizará los di-
ferentes tipos de coste que tiene una información (nunca es gratui-
ta, aunque pueda parecerlo) y las especiales características que con-
figuran el trato con informantes y confidentes.
Pocas cosas resultan tan anheladas para un periodista, inves-
tigador o no, como el llegar a encontrar una buena fuente que
le facilite el trabajo que tiene entre manos. Sin una (o muchas)
buenas fuentes —y se nos permitirá el paralelismo facilón—, la
actividad periodística languidece hasta resecarse y morir de sed
noticiosa.
A efectos de este trabajo, vamos a definir como fuente a toda
persona que de un modo voluntario y activo facilite algún tipo
de información a un periodista. Para tal consideración no ten-
drá importancia, más que a efectos de clasificación, que el tras-
vase de información sea puntual o continuado en el tiempo y
variado en los sujetos, que sea realizado de forma confidencial
(con datos no atribuibles al emisor) o pública (con datos atri-
buibles al emisor) o que sea una persona privada o que repre-
sente cualquier tipo de colectivo o institución. También consi-
deraremos como fuente a todo depósito de información de
cualquier tipo que sea accesible y consultable por el periodista
(prensa, libros, archivos diversos, etc.).
Recalcamos la característica de actuar de modo voluntario y
activo para que un sujeto pueda ser considerado como fuente
ya que, de no mediar éstas, y encontrarnos con situaciones de
involuntariedad y/o pasividad, estaríamos sin duda dentro de un
campo coactivo que debería ser ajeno a la labor periodística. Am-
bos elementos introducen una calificación ética en el concepto
de fuente, pero, sin la menor duda, no ahogan otras posibles me-
todologías, criticables o no, de investigación.
¿Es ético el policía que consigue información de un confi-
dente al que presiona pidiéndole información a cambio de no
detenerle por los delitos que le puede imputar? Sea o no correc-
to, la realidad es que ésta es una práctica habitual y aceptada por
68 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
todas las policías del mundo y que arroja buenísimos resultados
en la lucha contra la delincuencia (siempre y cuando, claro está,
que los propios policías no sean a su vez delincuentes que abu-
sen de su cargo, cosa que no es infrecuente).
¿Es ético que un periodista logre colaboración informativa
de un determinado sujeto presionándole con la información que
sabe sobre el mismo a cambio de dejarle permanecer en el ano-
nimato? Se reconozca o no, ésta es una práctica más habitual
de lo que se piensa en el mundo periodístico y, al igual que en
el caso del policía, de notable eficacia. Su posible bondad o mal-
dad debe ser abordada dentro de un marco referencial que se
aleja de nuestros propósitos y, en todo caso, dejamos la respues-
ta al criterio de cada idiosincrasia. Nadie más eficaz que uno
mismo para marcarse límites profesionales éticos.
Espigando en la propia definición de fuente periodística nos
encontraremos con una primera aproximación a una clasifica-
ción de las mismas.
Tenemos, en primer lugar, las fuentes personales que —aun-
que ampliaremos el concepto cuando tratemos de los informan-
tes y confidentes—, aquí vamos a sistematizar en cuatro bloques
genéricos en función de la temporalidad, el contenido informa-
tivo, la estructura de comunicación y la ética.
El concepto de temporalidad nos permite dividir a las fuen-
tes periodísticas en asiduas y ocasionales. Denominaremos como
fuente asidua a aquella que tenga un trato más o menos conti-
nuado con el periodista. Y como fuente ocasional a aquella otra
cuyo contacto informativo sólo se haya producido en función
de algún asunto puntual o que tiene lugar muy de tarde en tar-
de. Adelantaremos la conclusión lógica de que las fuentes asi-
duas son las más rentables y fiables para el periodista; pero no
siempre es así ya que, de hecho, muchas de las grandes investiga-
ciones periodísticas han girado sobre el pivote de fuentes oca-
sionales. Más adelante volveremos sobre este particular.
El contenido informativo nos facilita la división entre fuentes
puntuales y generales. Una fuente puntual será la que, siendo
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 69
asidua o no, solamente es utilizable por el periodista para un
estrecho y definido marco informativo. Una fuente general, por
el contrario, será aquella que puede ser utilizable con muy di-
versos fines informativos. Un policía de tráfico, un capataz de
la Seat o un especialista en cuestiones árabes, podrían ser ejem-
plos (aunque a lo mejor no siempre) de fuentes puntuales. Un
policía de los servicios de información, un dirigente sindical o
un especialista en relaciones internacionales, podrían ser ejem-
plos de fuentes generales.
La estructura de comunicación que mediatiza las relacio-
nes entre el periodista y la fuente nos posibilita diferenciar a es-
tas últimas entre fuentes públicas, fuentes privadas y fuentes con-
fidenciales.
Una fuente pública será la que es accesible para todos o buena
parte de los periodistas y que asume nominalmente las infor-
maciones facilitadas. Una fuente privada será aquella cuyo ac-
ceso está más o menos restringido a un número limitado de pe-
riodistas y cuyas informaciones, asumidas nominalmente o no
(o una mezcla de ambas posibilidades), gozan de singularidad
noticiable en todos los casos. El tercer matiz clasificatorio, la
fuente confidencial, será aquella que, tomada por su específica
capacidad informativa, sólo resulta accesible para uno o muy po-
cos periodistas y sus informaciones son singulares y, en todo caso,
no asumibles de forma nominal.
Como suele suceder que una misma persona puede adoptar
las tres posiciones en relación a diversos aspectos noticiosos y,
sobre todo, con respecto a los diversos periodistas que la pue-
dan abordar, debe quedar bastante claro que, para estar en uno
u otro grado de comunicación, se tendrá que haber acreditado
con anterioridad una suficiente confianza y profesionalidad frente
a la fuente en cuestión.
En cuanto a la clasificación en función de la ética, habrá que
acudir al ya mencionado concepto de voluntariedad en el tras-
paso de información desde la fuente hasta el periodista. De esta
forma nos encontramos frente a fuentes voluntarias y fuentes
70 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
involuntarias. E insistimos nuevamente en que obviamos anali-
zar el fondo ético o no de este aspecto, y que utilizamos la pala-
bra ética como simple etiqueta genérica, pero no calificadora o
moralizante. De esta forma, una fuente voluntaria será la que
presta su colaboración informativa de modo activo y querido
(con las limitaciones y condiciones elegidas libremente). Y una
fuente involuntaria será aquella que pasa información al pe-
riodista estando bajo algún tipo de presión de éste.
En un segundo orden de cosas, que no por ello significa me-
nor importancia, nos encontramos con las fuentes documen-
tales, considerando como tales a todo tipo de fondo documen-
tal (archivos públicos o privados, hemerotecas, bibliotecas,
registros de todo tipo, etc.) y a todo tipo de soporte (libro, pren-
sa, película, vídeo, fotografía, grabación magnetofónica, docu-
mento, cartel, etc.) consultable con más o menos facilidad o di-
ficultad por el periodista.
Las fuentes personales son imprescindibles para el trabajo del
investigador y, casi siempre, son el vehículo a través del que se
accede a determinadas fuentes documentales; pero, como resul-
tado de la experiencia en el trabajo diario, particularmente, le
concedo más prioridad e importancia al logro de buenas fuen-
tes documentales que personales. El mejor confidente resulta inú-
til si no aporta documentación probatoria de lo que denuncia
o no se le puede usar como testimonio nominal (y, aun así, yo
soy especialmente reacio a utilizarlo, es demasiado arriesgado
depositar la demostración de un hecho publicado en uno o va-
rios testimonios que pueden cambiar, desaparecer o sufrir pre-
siones). Una sana combinación entre fuentes personales (avala-
das por una declaración ante notario si la delicadeza del tema
así lo requiere) y documentales es, en todo caso, la fórmula ideal
para poder trabajar sin temerle al juez.
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 71
4.1. Análisis estratégico y valoración de fuentes
Las fuentes, antes de ser utilizadas, deben ser cuidadosamen-
te seleccionadas y analizadas por el periodista para poder sacar
de ellas la máxima rentabilidad informativa con el mínimo cos-
te y riesgo. Este proceder, que a efectos del presente trabajo de-
nominaremos proceso de búsqueda de fuentes, queda sintetiza-
do en el esquema 4.
Partimos, en dicho esquema, no de una búsqueda indefinida
de fuentes, sino de una búsqueda de fuentes adecuadas para un
caso puntual y concreto que denominaremos hecho a investi-
gar, que no es más que el objeto de análisis periodístico que nos
mueve a iniciar todo el proceso de trabajo que vamos a deta-
llar seguidamente.
En relación con todo hecho a investigar nos encontramos con
dos grandes bloques de posibles fuentes: las implicadas y las aje-
nas. Las fuentes implicadas son las que, en un sentido u otro,
tienen algo que ver con los hechos en vías de investigación, ya
sea como afectados, protagonistas, testigos o críticos. Las fuen-
tes ajenas, en cambio, son las que no tienen nada que les una
directamente al hecho investigado pero que, por la naturaleza
del mismo y por su propia cualificación humana y/o profesio-
nal, pueden aportar datos de interés técnico o noticiable para
el periodista.
Revisaremos ahora con más detalle esta primera clasificación
que, a su vez, dividiremos en cuatro apartados: fuentes favora-
bles, fuentes neutrales, fuentes desfavorables y fuentes técnicas.
Tomaremos como fuentes favorables a todas las que tengan
una actitud favorable o positiva respecto al hecho investigado.
Son fuentes a las que se debe presuponer un sesgo notable que
puede hacer variar la valoración de sus informaciones entre la
veracidad más estricta y la mentira o intoxicación más flagran-
te. Jamás deben ser tomadas como fuentes únicas para realizar
un trabajo periodístico y, muchas veces, tendrán que ser abor-
dadas con procedimientos indirectos, matizados o camuflados,
72 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
Esquema 4: Proceso de búsqueda de fuentes personales
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 73
para poder acceder a ellas o para sacarles la información de un
modo que filtre lo máximo posible su natural tendencia a mez-
clar deseos y realidad.
Las fuentes neutrales serán aquellas que no tengan ninguna
actitud predeterminada o interesada con respecto al hecho en
vías de investigación. Aunque difícilmente existe la neutralidad
aséptica (todo el mundo se posiciona más o menos rápidamente
frente a cualquier circunstancia), hay fuentes que, al menos, ron-
dan la neutralidad exquisita.
Este tipo de fuente es mucho más fiable que las precedentes
y las que le seguirán pero, por norma de seguridad informativa,
tampoco deben ser tomadas como fuentes únicas. Una de sus
peculiaridades habituales es que, en función de la proximidad
al tema en cuestión y del bombardeo informativo que sobre el
mismo se haya generado, estas fuentes neutrales acaban por po-
sicionarse como favorables o desfavorables. Están, por así decir-
lo, en un equilibrio inestable y, por ello, cuanto más en frío se
las aborde más posibilidades habrá de sacarles jugo a su punto
de vista neutral. Si, por ejemplo, pretendemos recabar informa-
ción sobre un fraude en la composición del hormigón para edi-
ficar y acudimos a un arquitecto neutral, su neutralidad se verá
afectada, hasta modificar su opinión, en función de que se le
aborde en un momento en que aún no se haya empezado a ha-
blar del tema, en uno en que se esté en plena campaña de de-
nuncias contra el fraude o en otro en el que acabe de desplo-
marse un edificio causando víctimas mortales. Las diferentes
circunstancias sociológicas, para todo tipo de fuentes, son un ele-
mento de distorsión importante.
Las fuentes desfavorables son las que adoptan una actitud
previa desfavorable o negativa respecto al hecho investigado. Para
ellas se repiten las mismas circunstancias y prevenciones que ya
hemos anotado al mencionar a las fuentes favorables. Son la cara
y cruz de una misma realidad.
Las fuentes técnicas serán aquellas a las que se acude en bus-
ca de una opinión técnica cualificada que, en la mayoría de los
74 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
casos, se da de una forma independiente al hecho que se está
investigando (que, incluso, no se le comenta como hecho con-
creto y puntual sino como sospecha o posibilidad generaliza-
ble). Estas fuentes suelen ser las más ajenas (y por tanto objeti-
vas) de todas cuantas podamos encontrar, y su utilidad muy
superior a lo que piensan la mayoría de los periodistas, investi-
gadores o no. Su rentabilidad no consiste tanto en lograr infor-
maciones para el hecho investigado (que también) como en con-
seguir un marco de referencias serias que impida las habituales
meteduras de pata que caracterizan la práctica periodística actual.
Una buena fuente técnica será básica, a menudo, para poder
llegar a valorar acertadamente alguna información o rumor y,
en consecuencia, decidir el inicio o no de un proceso de investi-
gación. Evitará también, casi siempre, el hacer ridículos espan-
tosos delante de terceros. Las fuentes técnicas son las consulto-
ras imprescindibles de todo periodista que quiera dignificar al
máximo su trabajo y suplir, con la ciencia de otros, los conoci-
mientos limitados que todos, periodistas o no, tenemos.
Ya que, según el desarrollo de nuestro esquema, nos encon-
tramos valorando fuentes antes de haberlas abordado y, por tan-
to, de conocer su verdadero posicionamiento, justo será men-
cionar el problema básico al que tal necesidad nos podría abocar:
el no acertar ni remotamente en la estimación de la fuente y,
en consecuencia, poner en peligro todo el proceso de investiga-
ción. Confundir a un enemigo con un amigo puede ser la fór-
mula más rápida para sufrir un accidente, para ser víctima de
una campaña de coacciones o para que el responsable del medio
para el que se trabaje reciba tantas presiones que acabe por deci-
dir archivar el asunto investigado. No hay métodos infalibles para
evitar este problema, pero se puede suavizar el riesgo en buena
medida si se emplea el sentido común y una dinámica de análi-
sis adecuada. A continuación describiremos la que usa habitual-
mente este autor (seguimos en el esquema 4).
Para poder analizar preventivamente las fuentes, lo primero
que debe hacerse es una relación de las mismas. Confeccionar
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 75
un listado, lo más exhaustivo posible, que nos muestre quiénes
son y dónde están nuestras posibles fuentes. Lógicamente, este
primer listado se irá ampliando a medida que se avance en el
proceso de investigación y, siempre, las primeras fuentes abor-
dadas nos conducirán a unas segundas, éstas a unas terceras y
así sucesivamente hasta lograr nuestros objetivos de investigación.
El paso siguiente será realizar un análisis de características
de las posibles fuentes apuntadas. Este trabajo se bifurcará en
dos direcciones: analizar las características informativas y las
humanas.
El estudio de las características informativas nos llevará a
detectar el qué saben (de hecho, lo que consideramos que pue-
den conocer en función de su situación con respecto al tema
investigado) y, por ello, lo que nos podrían contar si tenemos
la habilidad de abordarlas adecuadamente.
El análisis de las características humanas nos dibujará el
cómo son, eso es, la personalidad aproximada de cada fuente,
y con estos datos ya nos será más fácil el intentar un abordaje
determinado. Saber que una persona es especialmente proclive
a una buena comida o a la bebida, nos debe alejar de una cita
en el despacho para concertarla en el restaurante o el pub apro-
piado. Saber sus aficiones favoritas es una espléndida forma de
coincidir con ellas y así fortalecer un primer pilar de relación
personal. Conocer sus necesidades, en suma, es la mejor forma
para ganar aliados si les sabemos hacer ver que nuestra oferta
les va a beneficiar.
Cuanto más conozcamos sobre estas dos características, más
fácil, útil y rentable será el trato con las futuras fuentes. Si no
puede llegar a conocerse con anterioridad datos relevantes de al-
guna fuente, habrá que improvisar en el primer contacto. Y una
buena forma para hacerlo es mantener una relación comedida,
sin pedir demasiado (en todo caso, siempre es mejor ofrecer al-
guna información poco importante, aunque adornada, antes de
comenzar con peticiones), intentando establecer un hilo de con-
fianza y detectar los rasgos interesantes que nos podrán servir
76 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
en una o varias entrevistas posteriores que, necesariamente, de-
bemos acordar sin ningún tipo de imposición u obligación por
parte de la fuente.
Finalmente, emprenderemos el estudio de una gradación tem-
poral para el contacto con las diversas fuentes que se ajuste a
las necesidades de nuestro trabajo y a los datos que conocemos
de ellas. En esta etapa debemos estructurar cuándo y en qué or-
den vamos a abordar a las posibles fuentes. Y tal prevención,
como se verá, no es vana.
Para realizar esta gradación temporal podemos manejar dos
conceptos complementarios: la información que suponemos que
saben y la relación que suponemos que tienen con el hecho in-
vestigado. Combinando ambas conseguiremos resultados insos-
pechados.
Antes de abordar a la primera fuente ya hay que haberse do-
cumentado lo máximo posible sobre el hecho investigado (las
fuentes documentales y técnicas son idóneas para ello). El de-
mostrar interés y conocimiento acerca de lo que se habla siem-
pre incita al interlocutor a ser mucho más comunicativo, ya que
no se produce la sensación de interrogatorio sino la de inter-
cambio, que es la propia de cualquier conversación normal.
Una vez adquirida la base elemental del asunto que nos ocu-
pe, debe decidirse el orden de contacto con las posibles fuentes.
Para ello no hay una única estrategia, en cada nueva situación
debe improvisarse en función de lo que se conoce y se intuye.
Una norma generalizable es la de abordar las fuentes en una
progresión que vaya de menor a mayor capacidad y/o impor-
tancia informativa. Con ello se logra ir ampliando paulatinamente
los conocimientos que el periodista tiene del hecho y, al saber
más, podrá sacarle mucho más jugo a la siguiente fuente que abor-
de. Nada más irritante e inútil (aunque habitual) que darse cuenta,
al hablar con la quinta fuente, de que la segunda tenía datos im-
portantes que no supimos detectar.
Reconstruir el ambiente de confianza que requiere una con-
versación/sondeo no siempre es fácil; unas veces sólo puede lo-
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 77
grarse en la primera ocasión (casi por ataque sorpresa) y será im-
posible en las siguientes (por prevención o circunstancias
ambientales que presionen sobre el sujeto), pero, en otras, la con-
fianza se verá incrementada con el paso del tiempo. De todos
modos, sea como fuere, lo idóneo será sacar todo el jugo en la
primera ocasión y dejar abierta la posibilidad de futuros encuen-
tros más distendidos (para ampliar o contrastar informaciones).
Es obvio remarcar, ya lo indicamos, que en este primer contac-
to no se puede interrogar, hay que conversar con estrategia —que
supone una sutil pero inmensa diferencia—, hay que imponer
la sensación de que se da más de lo que se recibe, y hay que
ser elástico para no forzar ninguna situación.
Otra norma bastante generalizable es la de abordar las fuen-
tes en una gradación progresiva como la siguiente: primero fuentes
desfavorables, luego técnicas y neutrales y, finalmente, las favo-
rables. Eso permite tener primero el marco crítico —catastrofista—
de las fuentes desfavorables que, de ser acertado, marcará en buena,
medida el interés noticiable. Posteriormente se pasan estos da-
tos por el filtro de los técnicos que, a su vez, darán argumentos
para aquilatar a los desfavorables y para contrastar con los neu-
trales. Toda esta información, seguidamente, será el yunque so-
bre el que se trabajará con los datos procedentes de las fuentes
favorables.
Pero el proceso no siempre puede, ni debe, ser tan lineal y,
muchas veces, van entremezclándose con exquisita prevención
los contactos con las diversas fuentes.
Es difícil decidir cuándo debe contactarse con los directamen-
te implicados en un hecho investigado, ya que siempre se va
a correr riesgos notables de uno u otro tipo. Desde el mo-
mento en que el objetivo de una investigación tenga constan-
cia de ella, tal como es lógico, intentará coartar al investiga-
dor con todos los medios a su alcance (presiones y amenazas
al periodista, a sus jefes o a las fuentes principales). Es por
ello que, habitualmente, en beneficio de una investigación
lo más tranquila posible, será recomendable dejar para la úl-
78 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
tima fase del trabajo el contacto con los directamente implicados.
De hecho, yo no acostumbro a contactar con el implicado
en un asunto hasta que no tengo probado total o parcialmente
lo que investigo. Hay excepciones, naturalmente, en las que, como
técnica planificada para obligar a que el protagonista se mueva,
le hago conocer directa o indirectamente la existencia de la in-
vestigación. O veces en las que es entrevistado, bajo apariencia de
neutralidad, de manera que pueda facilitar datos que me ayuden
en mi investigación, pero sin que el protagonista se dé cuenta
de mis intenciones finales.
Lo mismo que sucede con el protagonista del hecho investi-
gado puede suceder con las fuentes favorables. Abordar antes
de tiempo a una de estas fuentes o darle más información de
la que es debido, es una clara invitación a que llamen inmedia-
tamente al protagonista, le adviertan, y se empiecen a cerrar puer-
tas delante de la investigación en curso.
A menudo, esta gradación temporal deberá combinarse con
una espacial. Habrá que pactar los ritmos de trabajo para, por
ejemplo, poder entrevistar de la forma más favorable posible a
dos o más fuentes opuestas que residan en alguna ciudad a la
que sólo podamos desplazarnos una vez. O eludir el no siem-
pre fácil escollo de entrevistar por separado a dos fuentes muy
próximas. En fin, la agilidad que se le supone al periodista (al
menos en las películas) puede hacer maravillas si se acompaña
de una suficiente previsión.
Los tres niveles de análisis que acabamos de describir, la rela-
ción de fuentes, el análisis de características y la gradación tem-
poral, nos ayudarán a diseñar lo que hemos dado en llamar la
estrategia de contacto informativo, una de las tres estrategias
globales —junto a la de calidad informativa y de política de tra-
bajo, que veremos seguidamente— y complementarias que nos
permitirán andar con garantías por el camino de la búsqueda
de fuentes, su uso y su abuso.
Siguiendo con el estudio de las fuentes que pueden interesar
para una investigación, pasaremos a realizar ahora un análisis cua-
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 79
litativo que dividiremos en dos bloques bien diferenciados: la
valoración de la credibilidad de cada una de las fuentes y el aná-
lisis del contexto en que se mueven. La resultante conjunta di-
bujará el marco de lo que denominaremos estrategia de cali-
dad informativa, que nos dará la fiabilidad esperable de las
fuentes en función de su propia calidad y del momento social
concreto que estén atravesando, tanto a nivel individual como
global.
La valoración de la credibilidad se bifurcará en las dos di-
recciones complementarias que permitirán estudiar la credibili-
dad de la información en sí misma y de la propia fuente emisora.
La valoración de la credibilidad de la información es un
paso lógico a realizar, pero a menudo resulta enormemente di-
ficultoso. ¿Cómo valorar la veracidad de algo que desconocemos?
¿Qué elementos pueden permitirnos aceptar como factible o no
una determinada información? Personalmente sólo he encon-
trado dos posibilidades: el sentido común y el trabajo metódico.
Ante una determinada información, existen muy distintos
instrumentos para intentar determinar su posibilidad de ser ra-
zonable o real (sin que ello signifique que tenga que ser cierta
o demostrable). Así, por ejemplo, puede acudirse a una fuente
técnica o a algún especialista en el campo concreto que interese
y, sin darle detalles excesivamente concretos (para evitar filtra-
ciones y pirateos), intentar calibrar las posibilidades de la infor-
mación cuestionada. O puede intentarse sondear, con suma dis-
creción, en los círculos próximos al presunto hecho que queremos
validar.
Un ejemplo real puede ser útil para aclarar esta última posi-
bilidad. Una fuente ocasional (aparentemente de poca fiabilidad)
me comentó la comisión de un presunto robo, de al menos 326
millones de pesetas, efectuado por J.R.G., apoderado de una su-
cursal barcelonesa de un importante banco nacional, mediante
la manipulación del sistema informático del banco en cuestión.
Mi informante me dio también muchos otros detalles —sobre
la vida privada del apoderado y sobre su supuesta operación—,
80 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
pero me advirtió también que el robo se iba a silenciar y no
trascendería para evitarle un escándalo al padre del joven delin-
cuente, directivo del mismo banco y, también, para evitar la pér-
dida de confianza que tal hecho podría generar entre los clien-
tes de la entidad.
A pesar de que la confidencia recibida no me mereció dema-
siada credibilidad —ni había reflejo alguno de ella en la prensa—,
y tampoco me interesaba como campo de trabajo, mi curiosi-
dad natural me lanzó a hacer algunas gestiones exploratorias. Con
diferentes excusas llamé a la sucursal bancada del tal J.R.G. (donde
un empleado, visiblemente nervioso, insistía en saber mi identi-
dad y objeto de la llamada y acabó diciéndome que «esta tarde
no está (...) mañana seguro que tampoco (...) no sabemos cuán-
do va a venir (...) no, no está enfermo, pero no le puedo infor-
mar de más»), y llamé también por teléfono a la esposa supues-
tamente abandonada y a una de las dos amantes del apoderado.
El resultado de este sondeo en el círculo inmediato del supuesto
hecho arrojó los suficientes indicios para convencerme de que
algo grave se estaba intentando ocultar. La información inicial
parecía tener sentido. En este caso, se justificaba el iniciar un
proceso de investigación.
La valoración de la credibilidad de una fuente es, en la ma-
yor parte de los casos, bastante más difícil y aventurado que ha-
cer lo propio con una información. ¿Cómo podemos detectar
que una fuente, asidua o no, está mintiendo o fantaseando?
¿Cómo conocer la personalidad de una fuente puramente oca-
sional? Es difícil, muy difícil, pero hay que intentarlo. Y, a falta
de dotes adivinatorias, bueno será echar mano de las dotes de
observación y de la capacidad de sondear en los ambientes por
donde la fuente en cuestión se mueve.
Ante todo, cabe advertir que hasta la fuente más fiable pue-
de engañar (con consciencia de ello o no) alguna vez. No hay
fuentes creíbles siempre y en todos los casos. Hasta la mejor de
las fuentes, cuando ya hay una relación de confianza con el pe-
riodista, se deja tentar en demasiadas ocasiones por la transmi-
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 81
sión de rumores supuestamente dados por buenos. Al periodis-
ta le será bueno creer, pero jamás tener fe. Hay que ponerlo todo
en cuarentena antes de digerirlo, puesto que después ya será de-
masiado tarde.
Uno de los posibles sistemas para detectar el grado de credi-
bilidad o sinceridad de una fuente es tenderle diversas trampas,
preparadas de antemano, durante una conversación formal o in-
formal. Para ello es preciso conocer previamente algunos datos
íntimos de esa fuente y/o tener preparada una o varias informa-
ciones discretamente falsas que se le someten a confirmación.
Esta técnica, entre otros muchos casos, la utilicé para entre-
vistar a una líder arrepentida de la secta Ceis —que más tarde
volvería al liderazgo del grupo— que me confesó detalles aluci-
nantes de la vida interna de la secta. Antes de empezar a grabar
la entrevista,2
en una larga y distendida charla sobre múltiples
temas de cariz personal, medí su grado de sinceridad —muy alto—
por medio de las confesiones íntimas que voluntariamente ha-
cía a partir de sutiles inducciones. Al conocer previamente y con
gran profusión de detalles su vida personal (incluidos episodios
nada publicitables), me era fácil deducir su honestidad informa-
tiva en la medida en que iba desgranando hasta sus hechos más
reprochables. Por otra parte, el test de credibilidad se completo
con diversas demandas de confirmación de hechos internos de
la secta, ciertos y falsos, que yo ya conocía perfectamente.
Otro posible sistema, a utilizar en el transcurso de una con-
versación larga o, mejor, durante el decurso de diversas entrevis-
tas, es el de repetir, con datos notablemente variados, informa-
ciones dadas por la fuente en algún momento o encuentro
anterior y pedirle su confirmación. Una fuente que no sea de-
masiado escrupulosa con la realidad muchas veces no reparara
2. Grabación que serviría para ganarle una demanda a la sectaria —que argumenta-
ba que aquella entrevista nunca existió y que lo publicado era una invención del
periodista— y como prueba de cargo en el juicio que condenó a varios responsables
de la secta por delitos de proxenetismo y otros.
82 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
en la treta y nos confirmará hechos incompatibles entre sí. Cuan-
do esto ocurra, naturalmente, la fuente en cuestión pasará a me-
recer una credibilidad más que relativa.
Un tipo de fuente con la que se tiene que lidiar muy a me-
nudo es la que conforman los mitómanos de distintos pelajes
que pululan por nuestras calles. Son individuos pintorescos, ca-
paces de cualquier cabriola informativa con tal de acaparar el
centro de atención. Lamentablemente, en el circo primario en
que demasiadas veces se convierte la prensa, estos sujetos pue-
den llegar a alcanzar un importante protagonismo.
En la intimidad de la confidencia, que es el trato más habi-
tual con este tipo de fuentes, las cosas pueden llegar a ser, sin
embargo, menos circenses y más dramáticas para el periodista
poco precavido. Tomar por buenas las informaciones de un fan-
tasma es una vía óptima para poner el cuello a disposición de
cualquier juez o para hacer el ridículo más espantoso.
No obstante, el trato con este tipo de fuentes, si se las sabe
manejar con soltura, siempre acaba con un balance informativo
rentable para el periodista. No hay más que escucharlas fingiendo
una atención cercana a la devoción, poner en cuarentena todo
lo que digan y, por supuesto, aprovechar lo poco o mucho de
válido que siempre aportan. Contrastar a un fanfarrón con su
propia mentira es la mejor forma de perder su contacto; por ello,
si es que nos interesa mantener su relación, es mucho mejor pa-
sar por crédulo que por azote de fantasmas. A fin de cuentas,
si nosotros no publicamos sus fantasías, este tipo de fuente no
tiene el menor interés en airear su fecunda imaginación ni su
supuesta habilidad para engañar a los demás.
Un caso aparte, menos abundante pero no por ello imposi-
ble de encontrar, es el del personaje paranoide. Los trastornos
paranoides, debido a su específica configuración, permiten ha-
cer pasar por normales a las personas que los padecen. La altera-
ción sólo es evidente en el campo delirante que le es propio al
sujeto en cuestión. Aunque este aspecto delirante es muy detec-
table cuando se aleja de los campos normales de la realidad o
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 83
se patentiza en ideas victimistas exageradas (los hay que, por ejem-
plo, dicen ser víctimas de un complot urdido por su mujer y
el Gobierno para despojarle de todos sus bienes), no es tan fácil
de ver cuando se desarrolla entre los elementos habituales de la
realidad cotidiana.
En mi experiencia profesional me he encontrado con todo
tipo de sujetos de esta familia. Algunos perfectamente identifi-
cables, como un hombre que me contactó para que le hiciera
un reportaje sobre su frustrada experiencia como refugiado po-
lítico en España. Avalado por un voluminoso dossier de docu-
mentos oficiales (policía, arzobispado, ONU, embajadas y otras
muchas instancias nacionales e internacionales) y personales (acre-
ditativos de su personalidad como militar, médico psiquiatra,
descendiente de la nobleza, etc.), pretendía justificar la ensaña-
da persecución a que era sometido por las autoridades yugosla-
vas por haber sido el promotor del «Movimiento Terrorista del
Ejército Azul y Románico Católico Monárquico».
Evidentemente, en este caso, con sólo el nombrecito de ma-
rras ya podía suponerse que algún fallo neuronal andaba suelto,
por más que el tal movimiento tuviese papel timbrado y sello
muy aparente y epatante. Pero lo bueno de este caso es que, do-
cumentos falsificados al margen, este hombre había logrado en-
gañar a bastantes instituciones, conformando un entramado do-
cumental curiosísimo. De haber sido algo más modesto en el
bautizo de su inexistente grupo, posiblemente hubiese podido
hacer patinar a algún periodista poco avisado; de hecho, el per-
sonaje vino a verme avalado por un detective privado que había
creído en su historia y documentos.
En otros casos, mucho más sutiles, como el de un asiduo vi-
sitante de una consulta psiquiátrica que compareció en redac-
ción con un montón de documentos (en los que había falsifica-
do hasta los sellos oficiales) probatorios de la intervención del
director de un hospital y varios psiquiatras en la comisión de
un grave delito, la detección del engaño fue algo más costosa,
pero siempre posible si se trabaja con un mínimo de rigor.
84 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
Este tipo específico de sujetos, si se tiene los suficientes co-
nocimientos psicológicos, son bastante fáciles de detectar con
sólo mantener con ellos una larga y profunda conversación.
Una vez realizada la primera valoración de la credibilidad de
la información recibida y de las fuentes que la transmiten, debe
iniciarse el análisis del contexto que rodea a ambos aspectos.
Para efectuar el análisis del contexto será apropiado trabajar
en tres campos complementarios: el social (dónde), el humano
(quién) y el temporal (cuándo). Y partir de la presunción de que
todo hecho humano (informativo o no) viene mediatizado en
mayor o menor medida por el contexto que lo envuelve.
Estudiar el contexto social aportará un flujo de información
notable para valorar un paquete informativo determinado. Una
información no es considerada noticia si no le interesa a nadie,
y este interés viene definido en gran medida por el contexto so-
cial, por el dónde ocurre el hecho que nos ocupa.
Con toda seguridad, un sujeto que se suicide en la intimidad
de cualquier bosque alcanzará un espacio informativo (si es que
lo logra) mucho menor que otro que lo haga tirándose desde
una torre de la Sagrada Familia o que se arroje bajo las ruedas
del coche del presidente del Gobierno.
Un fraude o una estafa tiene muy distinta consideración no-
ticiosa en función del monto económico y de los afectados, pero
también la tiene en función del momento que viva la opinión
pública. De esta forma, la prensa protagoniza rachas informati-
vas sobre determinados temas coincidiendo con el contexto ca-
liente que ha abierto previamente algún asunto o acción político-
administrativa que se le relacione, pero puede condenar a la pa-
pelera o a un flash de cinco líneas a los hechos parecidos (o in-
cluso más importantes) que puedan suceder cuando el contexto
ya se ha enfriado o aún no se ha calentado.
El contexto ético, legal, o simplemente costumbrista de una
determinada sociedad (en un determinado momento) limitará
y/o enmarcará las posibilidades noticiosas de toda información.
Para todo periodista, esto es algo que hay que tener muy en cuenta
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 85
ya que da un sentido de la oportunidad imprescindible para so-
brevivir entre un océano de informaciones con aspiración de ser
noticia.
El análisis del contexto humano, junto al temporal, que ve-
remos a continuación, le va a ser, sin embargo, mucho más útil
que el precedente a todo periodista que haga investigación.
Cada persona, ya sea considerada como fuente o como obje-
to informativo, se mueve en un marco referencial lleno de mati-
ces —y habitualmente cambiante con el tiempo— que hace que
sus actuaciones deban ser mesuradas a la luz del contexto hu-
mano que le sea propio en el momento que nos interese.
Una fuente debería ser enjuiciada y tratada de un modo dis-
tinto si se sabe que está inmersa en alguna situación de anorma-
lidad (como que esté pasando por un mal momento económico
o profesional, etc.), ya que entonces es factible que sus informa-
ciones sean interesadas (en busca de algún provecho económico
o revancha profesional o personal) y, por ello, demasiado ten-
denciosas o precipitadas. Señalemos, no obstante, que esta situa-
ción de anormalidad es común en la mayoría de las buenas fuentes
ocasionales con las que nos topamos los periodistas, y aunque
tal cosa no es un hecho grave en sí mismo, sí puede serlo no
darse cuenta de la situación personal de la fuente y llegar a ser
víctima inconsciente de sus intereses.
Por otra parte, y por muy diversas razones, también será útil
conocer el contexto humano de las personas que puedan ser ob-
jeto de una posible investigación o información. Así, por ejem-
plo, será importante poder valorar previamente la calidad noti-
ciable de cada personaje. Hacer este análisis es, antes que nada,
una necesidad pragmática. Dado que el tiempo es limitado, todo
periodista tiene que saber seleccionar a sus blancos, especialmente
cuando toda una investigación vaya a girar en torno a una per-
sona y no en torno a un tema concreto. Una estafa siempre puede
ser noticiable, pero hoy difícilmente vale la pena investigar la
que pudo cometer en 1962 un determinado ministro franquista
ahora ya retirado de la vida pública. Otra cosa bien distinta se-
86 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
ría si este supuesto ex ministro todavía se mantuviese en la are-
na política (valga como ejemplo típico la denuncia del pasado
nazi de Kurt Waldheim en Austria). O que la supuesta estafa
fuera realizada por alguna personalidad de la actual Adminis-
tración.
Muchas veces, la implicación de algún personaje notorio en
un hecho le hace cobrar a éste una importancia que de otra for-
ma (por lo arbitrario de la valoración de las noticias) no alcan-
zaría jamás. Un ejemplo podría ser un caso de expolio del Pa-
trimonio Histórico Español que destruyó un importante paisaje
protegido en Lluc Alcari (Deiá, Mallorca) en beneficio de espe-
culadores urbanísticos y con la bendición de las autoridades lo-
cales, autonómicas y centrales. Este suceso trascendió a la prensa
nacional cuando, después de una investigación, logré documen-
tar que el conocido empresario y multimillonario inglés Richard
Branson era accionista de la empresa causante del expolio.
Pero, por el contrario, en este mismo caso, algunos colegas
no pudieron publicar en sus periódicos nacionales una informa-
ción que surgió posteriormente: que el ex embajador Fernando
Schwartz se estaba construyendo una mansión en medio del pai-
saje expoliado. En esta ocasión, como la otra cara de una mone-
da, el nombre notable hizo que se silenciara el escándalo y que
no trascendiera más que en la prensa local (pero, incomprensi-
blemente, sin ningún reflejo en la prensa nacional).
Este ejemplo, muy corriente, sirve para poner sobre el tape-
te la prudencia con la que debe saber manejarse ciertos nom-
bres en el contexto de determinadas informaciones. Algunas ve-
ces, si se desea ver publicada una investigación, habrá que hacerse
el olvidadizo con algún personaje colateral (y, quizá, esperar que
el hecho tome realce ante la opinión pública para poder incluir-
lo luego, cuando ya sea más difícil de parar o de ocultar el tema
y sus implicaciones) o, al menos, presentarlo en letra pequeña
—nada de incluirlo en el titular— para que, si hay suerte, no ad-
quiera realce hasta después de que los folios se hayan convertido
en letra impresa. El periodista que haga esto se ganará alguna
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 87
bronca, seguro, pero habrá cumplido con su deber profesional
de informar.
El estudio del contexto humano es también muy útil para
que podamos valorar la naturaleza de la información recibida
en función de las circunstancias personales del sujeto; así, ima-
ginemos que, por ejemplo, nos llegue la información de que un
tal Juan García «ha matado a varias personas». Nos encontra-
mos frente a un presunto homicida, pero la valoración noticio-
sa variará en función de las diversas situaciones sociales posibles
aunque, sin embargo, siempre se trate de los mismos hechos ob-
jetivos (varios homicidios). No será lo mismo que el tal García
sea un militar que mate en acto de guerra o un policía en acto
de proteger a la sociedad (que hasta pueden ser señalados como
héroes), o un delincuente común, o un terrorista, o un arqui-
tecto al que se le ha desplomado una construcción, o un maqui-
nista de tren, o un anestesista inexperto, o un civil en un acto
de defensa propia...
Conocer los condicionantes que se mueven alrededor de las
personas notables con las que el periodista va a enfrentarse es
una necesidad que nadie, especialmente si se dedica a la investi-
gación, debería olvidar.
El análisis del contexto temporal es mucho más importante
de lo que parece a primera vista. Los hechos suceden en un tiem-
po determinado y/o trascienden también en un momento con-
creto; la casualidad es un concepto demasiado vacío que debe-
mos olvidar a la hora de analizar algún hecho puntual o, mejor
aún, algún encadenado de hechos. Nada es gratis ni casual.
En el momento en que le llega una determinada informa-
ción, el periodista debería plantearse dos cuándo: a) cuándo su-
cedió el hecho y b) cuándo se lo han comunicado.
Fechar un hecho es contextualizar su posible importancia no-
ticiable. Muchos hechos, como las flores, se marchitan y fene-
cen conforme pasan los días. Otros, sólo parecen recuperables
cuando son actualizados por algún hecho similar o que relacio-
ne algunas de sus partes. No es lo mismo, por poner un ejem-
88 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
pío, que se denuncie a un supuesto policía torturador que haya
ejercido como tal en 1975, 1980 o 1993; en los tres casos hay
capital noticiable (y más si el policía sigue en activo), pero cada
uno abrirá unas implicaciones informativas muy distintas. La
argumentación de la información será también diferente según
se enfoque como dato biográfico de algún policía que adquiera
notoriedad en el momento de la publicación, o que se plantee
el denunciar prácticas de tortura en la España democrática ac-
tual. No es lo mismo, por poner otro supuesto, hablar de cien
muertos en carretera en una semana normal de febrero que ha-
cerlo con respecto a las vacaciones de Semana Santa. Mientras
en el segundo caso se dan unos componentes sociológicos que
pueden justificar tal desastre, en el primero no es así, y debería
buscarse responsabilidades allí donde estuviesen (mal estado del
firme, carencias en la señalización o en el control del tráfico,
tiempo especialmente desapacible, gamberrismo, etc.).
Fechar el momento en que una información se filtra es con-
textualizar las intenciones y necesidades de quien lo hace. Ya
hemos dicho, y lo repetiremos, que las buenas informaciones
difícilmente surgen por generación espontánea. Hay, en todos
los casos, un actor, un buen samaritano, que se encarga de ha-
cerle llegar el rumor o las pruebas, en un momento preciso, al
periodista amigo o a la prensa en general. Conocer el contexto
humano ya habrá dado alguna buena pista al respecto, pero será
especialmente el contexto temporal el que más ayudará a medir
las intenciones agazapadas detrás de la información.
Las épocas electorales son especialmente sensibles a las filtra-
ciones oportunas. Y valga decir que se realizan, en general, de
forma muy chapucera y evidente y, lo que es más grave, con mu-
cha más demagogia que contenido probatorio en las denuncias
y en el uso político posterior que se hace de ellas. Y ello no
se debe, precisamente, a que no haya buenos temas que destapar
en cada uno de los bandos sino, por el contrario, a que o bien
se pactan silencios sobre los escándalos más notables («yo no ha-
blo de esto si tú no me sacas lo otro»), o bien a que los encarga-
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 89
dos de preparar las cargas de profundidad que pasan a la prensa
son antes fieles hombres de partido que capaces profesionales
del mundo de la información.
Así pues, para sintetizar, el análisis del contexto temporal in-
dicará no sólo los posibles intereses (y por ello la relativa credi-
bilidad) que subyacen detrás de cualquier información, también
mostrará el valor que tendrá, según su oportunidad temporal,
la información que llegue hasta el periodista.
Los dos últimos bloques de análisis que hemos revisado so-
meramente, la valoración de la credibilidad (de la información
y de la fuente) y el análisis del contexto (social, humano y tem-
poral), nos servirán para diseñar la que ya hemos definido como
estrategia de calidad informativa.
Con las dos estrategias apuntadas hasta ahora deberíamos te-
ner claro —al menos sobre la hipotética guía de nuestro
esquema— dos cosas: dónde lograr información para nuestro he-
cho a investigar y qué calidad informativa y noticiable tiene la
misma. Ha llegado el momento de plantearse cuánto va a cos-
tamos llevar adelante nuestro proyecto.
4.2. El precio de la información
Siguiendo en nuestro esquema 4, llegamos al bloque deno-
minado coste de la información. Para obtener datos, especial-
mente si son de calidad, hay que pagar siempre algún tipo de
precio; en los apartados referidos al valor económico, al valor
instrumental y al valor añadido, tendremos ocasión de revisar
con algo de detalle los diversos costes que hay que estar dispues-
to a asumir para realizar un trabajo de investigación.
El coste más conocido —aunque la mayoría de las veces no
reconocido por quienes lo pagan— dentro del periodismo en
general y del de investigación en particular es el que definire-
mos como valor económico de la información. Es el dinero que
hay que pagar para acceder a alguna información. Este pago
90 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
puede segmentarse en tres apartados diferentes, aunque muchas
veces complementarios, como son: el coste debido a los gastos
de trabajo (desplazamientos, dietas, comunicaciones, etc.), los cos-
tes originados en sobornos y propinas, y los costes de la compra
de documentos o paquetes documentales más o menos ela-
borados.
El coste derivado de los gastos de trabajo es el único que
reconocen sin dificultades periodistas y editores. Investigar su-
pone, ya lo dijimos, una inversión económica siempre notable
en gastos de transporte, hoteles, dietas, teléfono, materiales, etc.
y poco hay que aclarar al respecto. Pero, mientras todo el mun-
do se muestra entusiasmado en reconocer lo mucho que les cuesta
investigar, casi nadie se da por aludido a la hora de confesar lo
que les cuesta también un soborno, una propina o el comprar
información.
Una puerta o un archivo que contenga información impor-
tante, tiene cuatro formas de abrirse: por la habilidad del perio-
dista para saberse ganar la confianza de la persona adecuada, por
la compra de esta confianza mediante el pago de un soborno
o propina (o mediante la realización de algún favor no necesa-
riamente económico), por presión (coacción) sobre la persona
indicada, o mediante un acceso ilegítimo de cualquier tipo.
Cuando un periodista toca fondo con sus habilidades seduc-
toras, o su capacidad para disfrazarse de lagarterana no le permi-
te traspasar la fatídica puerta que separa un buen reportaje de
un fracaso, no tendrá más opción, si quiere seguir adelante con
su trabajo, que salvar la dificultad de la mejor manera posible.
Y, en esto, cada ocasión y cada profesional tiene sus preferencias.
Una de ellas es el buscar la persona y el momento idóneos
para sugerirle un precio a un descuido en su tarea vigilante. Es
una cuestión muy delicada y, por tanto, muy difícil de realizar.
Sobornar sólo resulta fácil en las películas y cuando el sobor-
nable se insinúa con poco disimulo. Hacerlo supone un riesgo
notable (y penalmente grave si se intenta con algún funcionario
y sale mal), pero la libertad está para que cada cual la use como
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 91
guste y asuma su precio. De todas formas, hay maneras bastante
más sutiles para poder comprar esa confianza necesaria sin co-
rrer riesgos; la imaginación existe para ser usada con provecho...
Los sobornos y propinas siempre acostumbran a ser cantida-
des dentro del concepto de dinero de bolsillo. Una propina vie-
ne a ser un ligero engrase —sugerido por el periodista de motu
propio y con sutileza— para lograr que alguna gestión se acele-
re. No acostumbra a exceder las 5.000 pesetas y en pocas ocasio-
nes dobla esta cifra. Se acostumbra a entregar cuando la fuente
interesada hace amagos de un tipo de indecisión muy peculiar
(difícil de describir en palabras, quizá sólo captable a través de
la experiencia) y se justifica como «un adelanto a cuenta de los
gastos que tengas» o «para fotocopias», etcétera.
El soborno ya es una cifra negociable, en función del caso
y de las circunstancias del sujeto, que suele oscilar habitualmen-
te entre las 10.000 y las 50.000 pesetas. Su utilización supone
generar en el receptor una sombra de actitud traicionera que no
se aprecia tanto en el acto de la propina. Esto, como todo, pue-
de ser bueno o malo, depende de los casos y de los sujetos.
Una situación intermedia es la del sablazo o préstamo, muy
habitual cuando se trabaja en ambientes de marginación y/o de-
lincuencia. Son pequeñas cantidades, similares a la propina, que
le piden al periodista en concepto de préstamo «que te devuel-
vo mañana» en el transcurso de algún trabajo. Lógicamente, ja-
más se recupera el dinero prestado, pero es una buena táctica
si la fuente vale la pena. Es aconsejable acudir a citas con este
riesgo con poco dinero, una cantidad (de supervivencia) escon-
dida y la otra (que no debe pasar de las 5.000 pesetas en diferen-
tes billetes) junto a la documentación. Llegado el momento del
préstamo se puede dar, sin resultar sospechoso ni avaro, la mi-
tad de la cantidad mostrada. Éste es un truco que he utilizado
muchísimas veces y que me ha dado grandes resultados. Una de
las veces, en un país africano, el dejarme sablear preventivamen-
te (el equivalente a unas 2.000 pesetas) por el hijo de un comisa-
rio, me salvó de un muy feo asunto al lograr que el sablista —pa-
92 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
ra devolverme el favor— hiciese interceder a su padre para
librarme de una encerrona en la que caí días después.
Los costes derivados de una compra de documentos o de un
paquete documental elaborado ya son harina de otro costal. En
general, puede llegarse a cifras elevadas y, por lo común, el pago
se hace mediante un compromiso documental privado, firma-
do por ambas partes, en forma de contrato mercantil (salvo en
casos especiales en que el vendedor no pueda dejar ningún ras-
tro y el tema justifique correr el riesgo). Las transacciones en
las que he intervenido directamente han oscilado entre las 20.000
pesetas y los 3.000.000 de pesetas. Pero me constan operaciones
que rebasan los 50.000.000 de pesetas (y ello sin incluir lo que
se define como exclusivas —un desnudo, unas memorias, etc.—
que alcanzan precios desorbitados: 6.500.000 pesetas el cuerpo
de una folclórica, 40.000.000 de pesetas el de una cantante,
14.000.000 de pesetas las penas de un duque, etc.).
Los precios que se pagan dependen del momento del merca-
do, de la competencia entre los medios y de la habilidad del ne-
gociador. No hay un baremo que fije precios indicados a cada
caso (con la excepción del mercadeo increíble que es la prensa
del corazón), y una misma documentación puede tener muy di-
ferentes precios de salida en función del medio con el que se
negocie.
En España, después de años de compras sobrevaloradas, se
ha entrado ya de lleno en una fase de normalización y ello, creo,
es positivo mientras no se olvide que hay temas que sólo será
posible publicarlos mediante algún acuerdo económico razona-
ble entre las partes. Lo bueno puede abaratarse, pero difícilmen-
te regalarse.
Dentro del apartado del valor económico no debe dejarse al
margen los costes de compras más sutiles como, por ejemplo,
comidas en restaurantes de lujo, invitaciones a viajes con todo
pagado, regalos, etcétera.
Como en todos los campos de la vida, poderoso caballero
es don dinero. Y lo es hasta tal punto que, de no mediar una
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 93
buena disponibilidad de éste y un teléfono en redacción espe-
rando oír ofertas, algunos periodistas que pasan hoy por inves-
tigadores no pasarían de ser discretos profesionales de la infor-
mación.
El valor instrumental es un coste que casi nunca se asume
como tal pero que, de hecho, es piedra angular en toda negocia-
ción entre periodista y fuente. Lo podríamos definir como aquella
parcela de prestigio, autonomía o instrumentalización en gene-
ral (dejarse utilizar en beneficio de los intereses de una fuente)
que un periodista está dispuesto a arriesgar con tal de lograr la
colaboración informativa de la fuente interesada.
Este coste, se quiera o no, estamos obligados a pagarlo todos
los que trabajamos en el mundo del periodismo —y especialmen-
te los investigadores—, de forma que, ya que será inevitable que
nos acusen de ser partidistas (cosa que, lógicamente, siempre harán
los que se vean perjudicados por nuestro trabajo), debería ser
también habitual el que, antes de aceptar como utilizables de-
terminadas informaciones o ideas, el periodista valorara su al-
cance, el beneficio que representará para los intereses de la fuen-
te, y el perjuicio que causará a la parte contraria. Dando por
sentado que la información a utilizar sea verídica, una vez reali-
zado este análisis el periodista debería decidir si asume el coste
instrumental o no.
Veamos un ejemplo corriente. A un periodista, en vísperas
de una campaña electoral o en un momento de tensión política
entre partidos, le llega un dossier (o una pista de investigación)
procedente de un partido y cuya información (aceptemos que
auténtica) puede desprestigiar al partido rival. ¿Qué hacer? El
periodista tiene obligación de informar y el asunto que tiene
ante sí es importante. Si no lo publica, está ocultando informa-
ción sustancial a la sociedad. Si lo publica, se convierte en di-
recto instrumento de ataque de un grupo contra otro. Si intenta
retrasar la publicación (para hacerlo en un tiempo neutral, cuando
el previsible desprestigio no se pueda traducir en votos inme-
diatos para la fuente), es seguro que perderá una buena baza pro-
94 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
fesional y, sin tanto rubor, la va a jugar inmediatamente otro
periodista. La elección es difícil y cada profesional debe actuar
en conciencia. Sea cual fuere su elección será igualmente válida
y defendible, sólo que, si decide dejarse instrumentalizar para
anotarse un tanto profesional, debe tener muy presente que está
pagando un alto precio por ello. Que no crea, como hacen algu-
nos notables periodistas, que su información es gratis; no hay
nada gratuito en este proceder y, a fin de cuentas, es quizá más
honesto el que paga con dinero una información que aquel que
se presta a ser flecha envenenada de una fuente determinada.
Debemos apostillar, no obstante, que en demasiadas ocasio-
nes se acusa a periodistas, sin razón, de ser instrumentos de tal
o cual interés. Ésta es una fórmula habitual y rastrera (aunque
muy efectiva) para desacreditar a buenos periodistas y/o buenos
trabajos. No hay que preocuparse demasiado por ello, lo inevi-
table, al no tener solución, debe dejar de ser un problema. El
periodista no tiene que pedir perdón por lo que hace, ni justifi-
carse, ni adjuntar un certificado que garantice su neutralidad de
intenciones. El valor instrumental es un pago que se decide y
se responde ante uno mismo. No hay que autoengañarse cuan-
do se paga, pero tampoco hay que preocuparse cuando se es acu-
sado de ello sin fundamento. De hecho, cualquier crítica o de-
nuncia que se publique siempre perjudicará a una parte y
beneficiará a otra. Nunca llueve al gusto de todos y, para los ma-
los de la película, el periodista siempre será el peor de todos.
Pagar el valor instrumental no es algo bueno o malo en sí
mismo, sino que, en todo caso, es algo que, de pagarse, hay que
hacerlo siendo muy consciente de que se está pasando por
taquilla.
Un último concepto de coste es lo que denominaremos va-
lor añadido, que es toda carga de cualquier tipo que pueda las-
trar el proceso de trabajo del periodista y que, en consecuencia,
sea valorable en la partida de costes de la información. En este
capítulo de costes hay que incluir aspectos tales como el riesgo
que puede correrse al realizar una determinada investigación, el
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 95
tiempo de dedicación que puede demandar el realizarla, las re-
nuncias personales que deberán aceptarse para llevar adelante
el trabajo, los problemas profesionales que puedan derivarse del
proceso de investigación, los problemas jurídicos que puedan
seguir a la publicación, etcétera.
Aunque, según los enunciados, el valor añadido puede pare-
cer algo exclusivo de un capítulo de intangibles, lo cierto es que
todo puede tener su valoración económica. Una semana de hos-
pital, un proceso judicial, la pérdida de un empleo, montañas
de horas de trabajo..., todo, todo, tiene un coste económico a
prever antes de que llegue el momento en que alguien le pase
la factura al periodista.
El análisis de los tres aspectos que integran el capítulo que
llamamos coste de la información (valor económico, valor ins-
trumental y valor añadido), nos dará las pautas para diseñar la
última de las tres estrategias que nos harán falta en nuestro pro-
ceso de investigación, eso es, la estrategia de política de traba-
jo. Con ella decidiremos si, a pesar de poder disponer de una
o varias buenas fuentes y de una calidad informativa adecuada
(aspectos averiguados con las dos estrategias anteriores), quere-
mos seguir adelante o no con el hecho a investigar que nos ha
movido a iniciar todo este proceso de estudio previo.
El análisis de estas tres estrategias nos pondrá frente a lo que
definimos como valoración posibilista, es decir, las posibilida-
des reales que se tienen para iniciar con éxito la investigación
propuesta.
En la medida en que cualquiera de las tres estrategias —una
o varias— dé un resultado mediocre o negativo, así se irá incre-
mentando el riesgo de acabar haciendo una investigación perio-
dística mediocre o mala. Esta dinámica, como todo lo que se
basa en previsiones sobre el comportamiento humano, no es nin-
guna ciencia exacta, pero puede ayudar a que el trabajo del pe-
riodista sea lo menos inexacto y azaroso posible.
Si la última decisión es positiva, el proceso seguido nos lleva-
rá por dos caminos complementarios. Uno es el de comenzar
96 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
a elaborar la base de datos de investigación con todo lo obte-
nido hasta aquí. El otro es el de iniciar el proceso continuado
de confirmación de fuentes e informaciones que le debe ser
propio a todo trabajo periodístico pero, muy especialmente, a
cualquiera de investigación.
A pesar de lo complejo que pueda parecer todo este proceso
que hemos descrito (por la necesidad de desmenuzarlo en la ma-
yor medida posible), en realidad es bastante simple y rápido de
efectuar. Sólo es cuestión de ser metódico y de adquirir práctica
en los procesos de investigación. Llega a ser como conducir un
coche: una rutina casi automática.
El trabajo del investigador recién va a empezar.
Esquema 5: Fuentes personales
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 97
4.3. El informante y el confidente
Dentro del grupo de las fuentes personales vamos a detener-
nos especialmente en la dinámica de funcionamiento de dos de
ellas: los informantes y los confidentes.
Para ello partiremos del esquema 5 expuesto en página 96.
Para analizar este esquema retomaremos la definición de fuente
personal y sus diversas clasificaciones tal como ya la hicimos al
principio de este capítulo.
En principio, distinguiremos entre fuente oficial y fuente ofi-
ciosa. La fuente oficial será aquella a la que se le puedan aplicar
las etiquetas clasificatorias siguientes: ser preferentemente una
fuente puntual, pública —aunque algunas veces con rasgos de
privada—, voluntaria y con tendencia a ser más bien asidua que
ocasional. Este tipo de fuentes acostumbra a facilitar informa-
ción más o menos institucionalizada y a asumir su paternidad.
El valor de sus comunicaciones es notable para el informador,
pero más bien relativo para el investigador.
La fuente oficiosa, en cambio, será preferentemente de or-
den general (sin olvidar su componente puntual), confidencial
—aunque pueda ser también privada—, tanto voluntaria como
involuntaria e igualmente asidua como ocasional. Su informa-
ción es más bien singularizada y original y no suelen asumir
la paternidad de la misma. El valor de sus comunicaciones es
muy alto para el investigador, pero puede suponer un riesgo para
el informador en el caso de que no contraste suficientemente
sus datos.
La información que pasa desde estas dos clases de fuentes hasta
el periodista está mediatizada, desde el emisor, por un filtro de
confianza y/o de interés. El grado de confianza, en especial,
es determinante para que una fuente oficial pueda comportarse
como oficiosa frente a un determinado periodista y no hacerlo
frente al resto de colegas de profesión. El interés, resulta obvio,
subyace detrás de todo proceso comunicativo iniciado a instan-
98 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
cia de una parte y, es lógico también, tiñe la estructura informa-
tiva con su color particular.
En cambio, la relación entre periodista, informantes y confi-
dentes (que seguidamente veremos) está mediatizada por un fil-
tro en el que cuentan especialmente la amistad y la credibilidad
en ambas direcciones. La amistad es algo que se logra (o no)
con el trato personal más o menos continuado entre ambas par-
tes. La credibilidad, por el contrario, sólo se logra con el trato
profesional (el periodista, informando con seriedad y respetan-
do los pactos con la fuente; la fuente, respetando los acuerdos
con el periodista y acreditando que buena parte de su informa-
ción está fundamentada).
Para el periodista investigador, tal como ya indicamos, las
(buenas) fuentes oficiosas son las más apetecibles; vayamos aho-
ra, por tanto, a desmenuzar y comparar los peculiares mati-
ces que distinguen a dos de estas fuentes oficiosas: el informan-
te y el confidente. De hecho, definiremos a cada uno de los
dos en función del tipo de relación que mantenga con el pe-
riodista.
El informante mantiene una relación ocasional con el pe-
riodista. En muchos casos limitada a una simple llamada telefó-
nica o a uno o varios encuentros personales para informar sin más
o para pactar con el periodista las condiciones en las que está
dispuesto a entregar alguna información, documentación o pa-
quete de documentación ya elaborada. El informante ocasional
es una fuente inesperada y, en infinitas ocasiones, de enorme ren-
tabilidad informativa.
En mi trabajo habitual uso bastante este tipo de fuentes ya
que, al ser muy conocido por mi especialización, recibo mu-
chas cartas y llamadas telefónicas aportando información. Ana-
lizando la codificación de las cartas recibidas puede verse que,
por ejemplo, un 60 % de ellas contenían datos de interés y, lo
que es aún mejor, el 25 % del total ofrecían informaciones (mu-
chas veces probadas con aporte documental) de notable impor-
EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 99
tancia para mi labor. Una parte de mis trabajos más destacables
ha tenido su origen en algún informante ocasional, aunque, en
contrapartida, ello requiere también tener que estar dispuesto
a perder (o invertir, según se prefiera) cientos de horas escuchando
a gente o contestando sus cartas.
Con el confidente —confite, en el argot policial— se estable-
ce una relación habitual, producto de un trato personal más
o menos prolongado. Podría decirse que el informante va en busca
de la calidad profesional del periodista, mientras que el confi-
dente, además, busca la calidad humana. Por eso, el rigor en el
trabajo y la honestidad personal, a la larga, siempre incremen-
tan la calidad de la agenda del periodista.
El informante, por regla general, aporta una información
puntual, algo concreto sobre un hecho concreto. En cambio,
el confidente suele ser una fuente de información amplia, ca-
paz de aportar datos muy variados o de contrastar informacio-
nes ajenas. Un confidente, con frecuencia, podrá ser de enorme
utilidad para poder valorar algún dato procedente de un in-
formante.
La relación con un informante es, habitualmente, una comu-
nicación unidireccional, eso es que, tanto si la fuente acude en
busca del periodista como si sucede al revés, el flujo comunica-
tivo es monolítico y en una sola dirección (de la fuente hacia
el periodista). Con el confidente, sin embargo, entramos en una
comunicación bidireccional, eso es más fluida y con abundan-
te intercambio de informaciones entre el periodista y la fuente.
La confianza mutua está en la base de esta distinción; por ello,
cuando se frecuenta la compañía de un informante la comuni-
cación tiende a convertirse en bidireccional, cosa que, muchas
veces, puede llevar hasta una indiscreción peligrosa y ser un error
imperdonable. Por seguridad para el periodista, debería respe-
tarse al máximo posible este aspecto, ya que la excesiva familia-
ridad con un informante puede ser la mejor forma de caer en
una trampa.
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Introducción:Los objetivos de Desarrollo Sostenible
 

Periodismo de Investigación Pepe Rodríguez (Cap 2 al 7)

  • 1. CAPÍTULO 2 EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN La dinámica de un proceso de investigación es el camino que conduce desde la recepción de un rumor hasta la publicación de un hecho probado. Por ello, antes de iniciar un trabajo hay que definir el campo de investigación, buscar, analizar y estructurar las posibles fuentes, confeccionar una base de datos, confirmar cada uno de los elementos que se incorporan a la investigación, etc.
  • 2. La investigación periodística se concreta siempre a partir de un proceso, más o menos laborioso, en el que el periodista se afana por descubrir pistas, hechos, relaciones y cualesquiera otros retazos de realidad conducentes a demostrar el objetivo motor de la investigación puntual que se haya emprendido, y este pro- ceso, a su vez, se concretará mediante el uso de una serie de téc- nicas y estrategias —genéricas o específicas, ortodoxas o hetero- doxas—, que permitirán bucear, con más o menos fortuna, en la realidad escondida que el periodista pretende hacer aflorar con su trabajo. Tal como hemos sintetizado en el esquema 2, la mayoría de las veces el periodista no tiene más punto de partida que un sim- ple rumor o confidencia. Y este flash básico, en función de sus características y de las posibilidades profesionales de quien lo re- ciba, será, por sí mismo, todo cuanto se precisa para desencade- nar un proceso de investigación —no necesariamente inmediato dentro de la secuencia temporal, ya que un rumor puede ser ar- chivado y no motivar una investigación hasta meses o años después— habitualmente arduo y laborioso. En primer lugar habrá que analizar el rumor base, diseccio- narlo, sazonarlo con la lógica y conocimientos que, hasta ese momento, tenga el periodista y preparar con todo ello un plato fundamental para el futuro: la definición del campo de inves- tigación. Del aspecto que presente este primer guiso va a de- pender, en buena medida, el que se inicie o no el proceso de investigación. En función de las respuestas que demos a cuestio- nes tales como el grado de credibilidad del rumor, las posibili- dades de ser investigado y/o confirmado, los riesgos que pueden derivarse del proceso a iniciar, el valor noticiable de los diversos aspectos que configuran el rumor, el marco más o menos defi-
  • 3. EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN 47 nido en el que habrá que moverse, etcétera, encontraremos las primeras fuerzas que nos impulsarán al trabajo o a olvidarnos, al menos momentáneamente, del rumor o confidencia analizado. Si el balance es positivo, es decir, si se le ven posibilidades de investigación al tema en cuestión, deberemos pasar a uno de los aspectos más fáciles de definir y más difíciles de localizar, nos referimos a la búsqueda de fuentes de información. Aunque más adelante le dedicaremos un amplio apartado, no estará de más apuntar tres pasos básicos para poder abordar co- herentemente la búsqueda de fuentes informativas. En primer lugar, conviene elaborar una relación inicial de posibles fuentes que sea lo más amplia posible (y sin descartar po- sibilidades que, en este primer momento, se nos puedan antojar peregrinas). El hacer esta relación puede ayudar a estructurar la estrategia general con la que abordar el tema de investigación y, aunque parezca una perogrullada, servirá para decirnos a no- sotros mismos cosas de las que no somos conscientes en ese mo- mento. El pequeño esfuerzo de anotar este listado inicial nos recompensará con creces, ya que siempre relacionaremos mu- chas más fuentes posibles de las que en un principio «habíamos imaginado». Seguidamente será muy útil hacer un análisis aproximativo de cada una de las fuentes. Medir posibilidades, relaciones, va- lor, situación, riesgos, credibilidad, etc., nos permitirá encarar el futuro contacto con muchas más garantías de éxito y rentabi- lidad para nuestro proyecto. Por último, y éste es un aspecto tan delicado como descuida- do por la mayoría de los periodistas, será muy útil estudiar una gradación temporal, es decir, diseñar el modelo que vamos a seguir para establecer un contacto ordenado con las posibles fuen- tes. Muy a menudo se pierden grandes posibilidades informati- vas por no haber tenido en cuenta esta previsión. Hay ocasiones en las que una posible fuente se nos puede quedar muda tan sólo por el hecho de haber tocado, con ante- rioridad, a otra fuente de menor importancia, pero relacionada 46 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
  • 4. 48 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN con ella, que la ha puesto sobre aviso. En otras, no podremos exprimir suficiente información de una fuente determinada ya que los datos que lo posibilitarían los tiene otra fuente con la que aún no hemos contactado. Los ejemplos pueden ser muchos y variados y, en el caso de que hubiésemos previsto una adecuada gradación temporal (que no siempre es posible ni fácil), el fraca- so hubiese cedido su lugar a un resultado informativo óptimo. Más adelante insistiremos sobre este particular. El proceso descrito hasta aquí de modo tan sintético nos lle- vará sin duda a averiguar una serie de detalles sobre personas, entidades y hechos. Y este conjunto de informaciones nos con- ducirá a la obtención de lo que denominaremos una base de datos para la investigación. Llegados a este punto, será bueno dete- ner la marcha y recapitular en dos direcciones. Por una parte, deberá intentarse obtener una primera confirmación de la vali- dez de las informaciones recogidas y de las fuentes empleadas (que no siempre se conseguirá adecuadamente en este primer es- tadio de trabajo). Y, por otra, con los conocimientos adquiridos hasta el momento, realizarse un replanteo de la investigación, de su orientación, límites, posibilidades, u otros aspectos. Seguidamente, si la reflexión hecha es positiva, continuare- mos con el proceso de investigación habitual y nos dejaremos llevar por la rutina que supone la búsqueda de nuevas fuentes y la preceptiva confirmación de unas informaciones que, de modo progresivo, engrosarán nuestra base de datos hasta plan- tarnos de nuevo ante la prudente necesidad de volver a reflexio- nar sobre la marcha del trabajo, y así hasta llegar a la elabora- ción final de la investigación y a su eventual publicación (en caso de que no sea censurada previamente). Sirva esta primera visión esquemática del proceso de investi- gación periodística para intentar dar una perspectiva unitaria a una dinámica que iremos desglosando y ampliando a lo largo de los capítulos siguientes.
  • 6. CAPÍTULO 3 DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES El campo de la realidad está repleto de hechos interesantes que esperan ser detectados para ser investigados y convertidos en noticia. Las vías para poder detectarlos son múltiples: canales institucio- nales, publicaciones de interés general, especializadas o técnicas, actos públicos y privados, publicaciones privadas y reservadas, confiden- cias, filtraciones... Analizar el contenido, contexto y veracidad de estos canales informativos llevará a la detección de la noticia y, por tanto, al inicio de un proceso de investigación.
  • 7. Aunque pudiera parecer lo contrario, a juzgar por el conte- nido informativo promedio de los medios de comunicación ac- tuales, si de algo estamos sobrados en la profesión periodística es de hechos investigables. Sólo hace falta aguzar un poco la pers- picacia para poder detectar que cualquier realidad tiene, al me- nos, un doble fondo, una trastienda y varias sentinas. En este capítulo intentaremos esquematizar el proceso a tra- vés del cual, previsiblemente, puede detectarse algún hecho in- vestigable y, por ello, noticiable. Para ello nos basaremos en el esquema 3, que pretende analizar las vías que suelen seguir los retazos de realidad hasta ir a parar a las manos u oídos, siempre voraces, del periodista investigador. El proceso se origina, evidentemente, en lo que hemos dado en llamar el campo de la realidad, que podemos imaginar como una especie de gran almacén en el que están todos los hechos pasados y con expectativas de concreción futura. En teoría, todo lo que ya ha sucedido ha dejado su rastro en este campo de la realidad y, por ello, puede ser localizado e investigado. Y mu- cho de lo que aún está por suceder, siendo el futuro una mera prolongación de su pasado/presente inmediato, puede averiguarse si logramos concatenar los suficientes y adecuados hechos ya pasados. Partimos, pues, de la hipótesis de que todo hecho puede ser detectable si se dan una serie de procesos comunicativos apro- piados que lo aproximen hasta el periodista. Y damos por sen- tado que, debajo de cualquier hecho o persona, si rascamos lo suficiente, siempre encontraremos aspectos realmente interesantes que se han intentado ocultar con más o menos celo. Todo proceso de investigación se asienta sobre un compor- tamiento humano que resulta extremadamente difícil de obviar:
  • 8. 52 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 53 pasar por la vida siempre deja huellas. Cuando actuamos, en cual- quier faceta personal o social, casi nunca podemos predecir los resultados finales —y/o colaterales— de nuestros actos y, en todo caso, jamás imaginamos que algún día alguien va a interesarse en serio por ellos. Por suerte o por desgracia, cuando cualquier actuación ya ha producido su fruto (supongamos que poco o nada honorable), resulta imposible volver atrás y borrarlo todo. A lo sumo uno puede emborronar o enmascarar zonas de su pasado, pero nunca eliminarlas por completo. Vivir deja recuerdos en otras personas, fotografías, documentos —públicos y priva- dos— dispersos por mil sitios... ¡todo un tesoro de información a disposición del investigador que sepa dar con él! Pero, tal como cabe suponer, y la dificultad cotidiana de todo investigador está ahí para poder confirmarlo, los hechos guar- dados bajo la realidad no parecen tener nunca un excesivo inte- rés en salir a la luz. Todo hecho, o al menos todos los que en esta profesión consideraríamos importantes, se escuda detrás de un filtro informativo, de una barrera de silencio o desinforma- ción más o menos infranqueable. Este filtro puede ser perso- nal, cuando los individuos implicados en el hecho intentan evi- tar su divulgación sin más, o institucional, que es una posibilidad ampliada de la personal en la que el filtro informativo no lo an- tepone el o los protagonistas directos del hecho, sino una terce- ra entidad institucionalizada (portavoz, gabinete de prensa o re- laciones públicas, etc.) que, bajo la aparente función de facilitar la transparencia informativa, hace en realidad todo lo contrario. Estos filtros institucionales, estructuralmente necesarios para to- dos los departamentos de la Administración y muchas entida- des privadas, son muy útiles para todo periodista informador, pero su balance es bastante desastroso en cuanto a la posible uti- lidad para el periodista investigador. Toda realidad que consigue salir de su campo y traspasar el filtro informativo lo hace a través de un proceso comunicador que admite muy diversas variables formales y estructurales. Como primera medida distinguiremos entre un proceso voluntario y otro involuntario.
  • 9. 54 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN El proceso comunicador voluntario, como su nombre in- dica, será aquel que nace con la intencionalidad de trasvasar un determinado contenido informativo desde su campo de origen hasta un receptor ajeno al mismo. El proceso comunicador in- voluntario será el que al traspasar el contenido informativo lo hace de una manera no intencional, inadvertida o por error, ya que lo que interesaba realmente al emisor era, precisamente, si- lenciarlo. Durante el trabajo habitual del investigador, ambos aspectos suelen entremezclarse continuamente y no siempre pue- de distinguirse claramente el límite entre uno y otro. En general, dentro de un proceso comunicador pueden dife- renciarse tres niveles: el público, el privado y el reservado. Un primer nivel informativo será el público, conformado por comunicaciones de muy distintas procedencias pero con el común denominador de haberse difundido de una manera pú- blica y notoria (que debería presuponer voluntariedad comuni- cativa siempre, aunque pueda haber excepciones notables). A prio- ri, éste parece el nivel menos atractivo para el periodista investigador pero, sin embargo, si se sabe exprimir bien, arroja una rentabilidad informativa muy importante. Un segundo nivel informativo será el privado, integrado por comunicaciones transmitidas a nivel particular y/o dentro de un grupo de receptores reducido que, en principio, no tie- nen intencionalidad de publicitarias aunque, en todo caso, tam- poco tengan prohibición expresa de hacerlo. Es un nivel de co- municación que exige, muchas veces, tener que respetar algunas reglas de anonimato o de intimidad. El tercer nivel informativo será el reservado, configurado por contenidos comunicativos estrictamente confidenciales, ela- borados para muy reducidos y seleccionados grupos de recepto- res que, éstos sí, tienen la obligación de mantenerlos ocultos o hacer de ellos un uso absolutamente reservado. Lógicamente, éste es siempre el nivel más apetecido por el periodista investigador y, también, el más difícil de trabajar. Estos tres niveles básicos son los que conforman los diversos DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 55 canales informativos a través de los que corren las descripcio- nes de hechos que, de ser detectados y valorados positivamente, conducirán al periodista a plantearse la posibilidad de empren- der alguna investigación concreta. Entre los canales informativos públicos destacaremos los que siguen: institucionales, publicaciones de interés general pu- blicaciones especializadas, publicaciones técnicas y actos públicos. La información institucional es la que tiene su origen en entidades diversas, bien de modo interesado (comunicados de prensa, boletines, etc.), o a instancia de parte, es decir, como res- puesta a una demanda informativa por parte del periodista. Tal como ya señalamos, es muy útil al periodista informador ya que le llena buena parte de sus necesidades informativas, pero no su- pone más que indicios o datos complementarios para el perio- dista investigador. De hecho, los responsables de la información institucional no hacen muy buenas migas con los investigado- res y, salvo honrosas excepciones, intentan ponerles el mayor nú- mero posible de barreras, derivarles hacia algún otro tema de trabajo «mucho más interesante que el que estás haciendo y so- bre el que sí te puedo facilitar mucha información ¿Qué te pa- rece si quedamos para comer y lo hablamos?» (esta frase acos- tumbra a ser una afirmación implícita de que lo que estamos investigando tiene fundamento y es incómodo para la institu- ción abordada), y, en múltiples ocasiones, cuando el periodista es inexperto, le intoxican con datos «reservados» absolutamente inexactos, cuando no manifiestamente absurdos o falsos, susu- rrados con la coletilla del «pero yo no te he dicho nada, ¿vale?». Los medios de comunicación actuales publican un porcenta- je alarmante de informaciones de procedencia claramente insti- tucional, cosa que, al margen de hacerlos aburridos e inútiles como elementos de crítica y control social, los acerca más a un medio publicitario (que transmite información interesada y con finalidad clara de vender su contenido) que a uno informativo, cosa que, apurando algo la crítica, nos podría llevar a pensar que se está defraudando gravemente el fundamental proceso de trans-
  • 10. 56 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN misión de información objetiva dentro de la colectividad. La información procedente de publicaciones de interés ge- neral es muy amplia en posibilidades de contenido y en calidad informativa. En este apartado situamos todo lo expresado a tra- vés de medios de comunicación (escritos o audiovisuales, excep- to los que más adelante se especificarán). Es evidente que, entre la enorme cantidad de informaciones publicadas diariamente por la prensa, se puede detectar —si se sabe analizar datos correcta- mente— un torrente de posibles hechos interesantes a investi- gar. Se pueden contar por decenas los apuntes informativos que la prensa diaria quema sin haber entrado para nada en el fondo de la cuestión informada. Y esto, que muchas veces viene dado por las necesidades estructurales de los diarios —y, bastantes otras, por una falta de profesionalidad—, es una bendición para los periodistas (especialmente para los free lancers y los de pren- sa no diaria) que trabajan con una dinámica más o menos de investigación. Muchas investigaciones periodísticas notables han partido del análisis de pequeñas informaciones de prensa, que han pasado desapercibidas para la mayoría de los lectores, o de anuncios publicitarios de todo tipo, notas de actos, etcétera. Particularmente, siempre le he sacado mucha rentabilidad in- formativa, para detectar vías de investigación, al análisis de pe- queños anuncios en los periódicos, de noticias breves o de posi- bles lagunas o contradicciones dentro de informaciones acabadas. Detrás de cualquier fondo siempre suele haber otro fondo aún más interesante, sólo es cuestión de intentar llegar a él. Así, por ejemplo, a partir de un pequeño anuncio de un pla- to fotográfico que ofrecía modelos de desnudo a aficionados, pude llegar a investigar y probar la existencia de una red de prosti- tución encubierta. O a partir de una minúscula reseña —en la sección de «Vida social» de El País— sobre la concesión de unos premios, pude abrir una vía para poder documentar el nivel de colaboración entre un ex gobernador civil franquista y la pode- rosa secta multinacional y ultraconservadora del coreano Moon. Etcétera. DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES Las informaciones procedentes de publicaciones especiali- zadas y de publicaciones técnicas, por la propia focalización de los soportes, deben ser consideradas sustancialmente distin- tas de las citadas con anterioridad. En ellas, dependiendo del campo de especialización o de la orientación técnica, podremos encontrar detalles que nos arrojarán mucha luz sobre temas de actualidad o que nos los adelantarán mucho antes de que la prensa de información general se dé por enterada, o nos aportarán da- tos que, convenientemente valorados, nos alejarán del campo es- pecializado para hacernos adentrar en una investigación de inte- rés general. Este tipo de publicaciones es muy útil para los periodistas especializados en un determinado campo de información y, sean investigadores o no, deben ser instrumentos de trabajo funda- mentales. Los actos públicos son, finalmente, otro de los canales in- formativos básicos para poder detectar posibles noticias de inte- rés periodístico. Como actos públicos incluimos no sólo reu- niones masivas (conferencias, cursos, ruedas de prensa, manifestaciones, asambleas, encierros, exposiciones, etc.), sino también todo tipo de acción desarrollada de modo público y evidente (una agresión, una pintada, un cartel, etc.). Muchas veces, es altamente aleccionador observar cómo ac- túan y se relacionan entre sí determinadas personas que se mue- ven en un mismo contexto. Incluso la no asistencia de algún per- sonaje a un acto determinado nos puede dar una pista de que algo no anda del todo bien (especialmente en el terreno políti- co). O, por ejemplo, el observar con detalle los gestos de un co- nocidísimo cantante, durante un concierto, puede aportarnos la certeza de que es cocainómano. Etcétera. Saber escuchar tiene siempre su premio, así, por ejemplo, el comentario de un científico retirado, en una clase universitaria, sobre el índice de radiación de los alimentos en España, fue el detonante que me llevó a iniciar una investigación que me per- mitió demostrar que la CEE, después del accidente de la central
  • 11. 58 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN nuclear de Chernobil, antepuso los intereses comerciales a las medidas sanitarias y presionó políticamente para poder comer- cializar montañas de productos lácteos irradiados, parte de los cuales consumimos en España (en donde nos sobraba leche real- mente no contaminada); que la CEE y sus especialistas no te- nían ni la menor idea del riesgo y límites de la contaminación nuclear en los alimentos y que fijaron los límites a ojo, calculan- do que los cánceres que tal consumo pudiera ocasionar entra- rían dentro de un cuadro estadístico no detectable, etc. Y todo ello puesto de manifiesto a partir de un simple comentario di- cho de pasada, aunque, claro está, sólo demostrado después de haber realizado un amplio trabajo de investigación. Repasemos ahora brevemente las características de los cana- les informativos privados. En este segundo nivel incluiremos los actos privados, las publicaciones privadas y las confidencias. Los actos privados, tal como queda claro, son los que no son abiertos a todo el mundo y presentan algún tipo de selectividad entre transmisores y receptores de informaciones susceptibles de motivar investigaciones. Incluiremos reuniones de todo tipo (la- borales, personales, fiestas, comidas, etc.), con acceso limitado, realizadas, habitualmente, en entornos o circunstancias de pri- vacidad. Estos actos nos pueden dar pistas interesantes tanto por su contenido como por su propia configuración. En múltiples ocasiones podremos plantearnos el inicio de alguna investiga- ción tan sólo por el hecho de haber visto, por ejemplo, a dos personas determinadas comiendo juntas en un restaurante. Los actos privados, tal como los entendemos aquí, son oca- siones de una gran riqueza informativa y el periodista debe apren- der a utilizarlos con la mayor asiduidad posible, tanto si el pro- pio profesional es parte de ellos como si es un simple espectador pasivo. Hay que tener presente, en las mil gamas que puede pre- sentar un acto privado, que la calidad de la información puede variar en función del contexto del acto. Así, es más factible que una información sea más rigurosa y detallada en un acto profe- sional que en una fiesta; pero no hay que olvidar que, en una DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 59 celebración, comida o situación relajada, la gente habla mucho más de lo que debería, y esto siempre es bueno para el investiga- dor. Una futura bomba informativa puede saltar en el momen- to más insospechado y del comentario más intrascendente. Por publicaciones privadas hemos querido entender aquí toda información sobre soporte escrito, informático, magnéti- co, o fotográfico, destinada a un consumo específicamente pri- vado (cartas personales o comerciales, informes, memorandos, grabaciones, boletines internos, fotografías, películas o cuales- quiera otros documentos). La calidad informativa que nos dan es sumamente rica y, casi siempre, se constituyen en preciados objetos a conseguir para intentar demostrar algún rumor o alguna confidencia que nos había llegado con anterioridad. En ocasiones, se nos presentan también como proverbiales indicios que nos animan a empezar una investigación teniendo algo más en la mano que meras su- posiciones. Entre sus inconvenientes está la relativa dificultad en conseguirlos (que se incrementa en función de su posible con- fidencialidad) y el que, en algunos supuestos, no pueden ser uti- lizables debido a la protección jurídica del derecho a la intimi- dad. Hay que tener presente, por otra parte, que no todo lo que se dice por escrito, por muy bien presentado que esté, tiene que ser real. Hay que analizar los documentos y no tomarlos como el Evangelio. Recordemos que, hasta ahora, aún estamos estu- diando posibles indicios para comenzar una investigación y que el camino aún será largo y duro. Un poco más adelante volvere- mos sobre este particular. Las confidencias son otro de los canales informativos priva- dos que, comúnmente, ponen al periodista sobre alguna de las pistas de sus futuros trabajos. La confidencia, de hecho, es una fórmula que admite bastantes matices intencionales y formales. Puede provenir de algún interlocutor —con el que haya o no relación asidua— que, en un momento de especial locuacidad (un buen vino en una comida hace maravillas), nos hace partí- cipes de alguna información o rumor de circulación más o me-
  • 12. 60 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN nos restringida. Puede provenir también de algún confidente ha- bitual del periodista (ya sea desde una vía institucional o priva- da) que, en forma discreta y con expreso compromiso de anoni- mato, hace partícipe al profesional de alguna confidencia. Un encuentro casual con una persona desconocida o apenas trata- da, en algún contexto social específico que invite al contacto hu- mano con cierto relajamiento, también puede convertirse en un marco idóneo para las confidencias. Estas tres hipótesis nos ilus- tran otras tantas posibilidades de confidencias que, respectiva- mente, serían definibles con la etiqueta de distendidas, habitua- les y casuales. Indudablemente, las confidencias son uno de los elementos de trabajo más interesantes con los que puede contar el perio- dista aunque no debemos olvidar que, muchas veces, las confi- dencias serán muy difíciles de documentar (para poderlas pro- bar sin el concurso testimonial de la fuente original a la que le hemos garantizado anonimato) y, por ello, escasamente utiliza- bles por el periodista investigador. Todo va a depender del con- tenido informativo de la confidencia concreta. No obstante, como punto de partida de investigación o como elemento de contras- te, las confidencias son del todo imprescindibles para que cual- quier periodista pueda realizar un buen trabajo. En cuanto a los canales de información reservados, sólo men- cionaremos aquí las publicaciones reservadas y las filtraciones. Por publicaciones reservadas entendemos todo tipo de do- cumento (oficial o privado) elaborado con la intencionalidad y el deseo explícito de que no trascienda públicamente y, a mayor rigor, que sólo circule por unas pocas manos muy cualificadas o específicas. No hace falta decir que éste es el canal informati- vo más notable y el que sueña con fruición todo periodista. Do- cumentos con tales características no abundan, pero el trabajo metódico del investigador siempre llega a arañar algunos de ellos. Cabe recordar aquí, muy de pasada, que algunos documen- tos están protegidos por la Ley de secretos oficiales —interpretada en España de manera bastante abusiva por parte de la Adminis- DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 61 tración— que impide su uso periodístico (unas veces con funda- mento, pero otras de un modo discutible, ya que impide la obli- gación constitucional de transmitir información que pueda servir para sentar un debate de control social sobre la gestión —mala o indebida— del poder ejecutivo). Las filtraciones son otro de los instrumentos gloriosos que alegran la vida del periodista aunque, como veremos, suponen un riesgo notable. España es un país realmente peculiar en ma- teria de filtraciones (y nos referiremos específicamente a las pro- cedentes de estamentos de la Administración) ya que, al lado de un mutismo oficial generalizado en casi todos los sectores, ser- pentea una tradicional afición a la filtración. La filtración es claramente intencional en su proceso y en sus objetivos. Es casi siempre un arma arrojadiza, un detonante, que usa un sector de la Administración contra otro o contra al- gún sector social privado. Las cosas, curiosamente, sólo suelen filtrarse en momentos muy oportunos y, si analizamos a los pe- riodistas y a los medios que son transmisores habituales de ellas, veremos que hay intereses y relaciones bastante ajenas a las pu- ramente profesionales. Muy a menudo, el periodista, aunque saca buena tajada de ello, no es más que el tonto de la película, el que se deja instrumentalizar pasivamente, corriendo el riesgo —que debe ser opción personal— de ser víctima de alguna nota- ble intoxicación o de ser brazo de verdugo de algún sucio mane- jo político. En este país se confunden habitualmente los traba- jos de investigación auténticos con los dossiers filtrados, cosa que no ayuda en nada a clarificar esta parcela de la profesión. La filtración, a diferencia de la confidencia, suele ser la trans- misión de un conjunto de informaciones ya elaboradas y que, habitualmente, cuentan con la ayuda de algún soporte documen- tal probatorio. De hecho, al periodista que la recibe le queda poco más que redactarla en forma adecuada para el medio que la publicará. Si el periodista es buen profesional, lógicamente, tendría que comprobar la veracidad de todo lo filtrado. Las filtraciones siguen dos grandes y distintos caminos: uno
  • 13. 62 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN es el del periodista amigo (o responsable del medio concreto) que recibe el paquete de información de manos del funcionario oportuno en el transcurso de una discreta cita (casi siempre man- tenida en un bar, restaurante o domicilio particular); el otro es el del correo anónimo o el del intermediario desconocido que no pide nada a cambio. En cualquiera de los dos casos debería andarse con mucho cuidado y actuar con la máxima profesio- nalidad. A pesar de mis personales reservas contra las filtraciones, hay que reconocerles su manifiesta utilidad tanto para el profesio- nal que las disfruta como, en la mayoría de los casos, para la sociedad en general que las recibe. Unificando todo lo dicho hasta aquí, y siguiendo la estruc- tura del esquema 3, habremos llegado a estar en posesión de una o varias informaciones, susceptibles de ser noticiables o investi- gables, llegadas a través de alguno de los canales informativos detallados. Será el momento de detenernos a realizar un análi- sis de nuestro hallazgo. Y este análisis deberá abarcar tres cam- pos complementarios: el contenido, el contexto y la veracidad. En el análisis de contenido debemos intentar valorar el pa- quete informativo en función de su posible calidad, estudiando las coherencias, incoherencias o posibilidades que contiene la información concreta. En el análisis de contexto debemos estudiar el momento y las circunstancias en que nos llega o sucede la información que hemos adquirido y, en general, todos los elementos que nos ayu- den a contextualizarla. Con ello podrá valorarse su importancia noticiable (no es lo mismo, ante la afirmación de que una deter- minada persona ha matado a otra, la valoración que se hace si el suceso ha sido con ocasión de guerra, de defensa propia o en un atraco, o si el protagonista es un policía, un particular o un menor de edad), sus riesgos de publicación (una determina- da filtración, durante una campaña electoral, suele conllevar mu- cha más responsabilidad e intencionalidad que la puramente in- formativa), sus posibilidades reales de investigación (no merece DETECCIÓN DE HECHOS INVESTIGABLES 63 la misma consideración una información que afecte a la Mafia, a un departamento de la Administración o a una guardería in- fantil), el factor temporal y espacial que enmarca la información, etcétera. El análisis de veracidad deberá intentar sondear la credibili- dad inicial que merecen tanto el hecho informativo descrito como la fuente que nos lo ha transmitido y/o la fuente inicial. Si este triple análisis arroja un saldo positivo, habremos dado el primer paso previo al inicio de un proceso de investigación. Habremos llegado a la detección de una noticia. Cabría decir que de una presunta noticia, ya que aún está por empezar todo el proceso de trabajo que nos llevará, o no, a poder demostrar su realidad. De todas formas, disponer de una buena pista que nos incite con fundamento a la investigación es tenerle ya gana- da la primera batalla a la pereza profesional, a la tentación de tirar por otros caminos presumiblemente mucho más cómodos. Con la noticia detectada, podremos abocarnos en el proceso de investigación, un camino que, cerrando el círculo, nos llevará de nuevo hasta el campo de la realidad. El trabajo arduo, aunque ampliamente gratificante, aún no ha empezado apenas.
  • 14. Cubierta de Mario Eskenazi 1ª edición, 1994 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del "Copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. © Pepe Rodríguez © de la presente edición Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidós, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-493-0083-5 Depósito legal: B-35.085/1996 Impreso en Novagráfik, S.L., Puigcerdá, 127 - 08019 Barcelona Impreso en España - Printed in Spain Texto digitalizado por Kuandika Soluciones Editoriales www.kuandika.com.ar kuandika.se@gmail.com
  • 15. CAPÍTULO 4 EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES Encontrar fuentes importantes y fiables es uno de los objetivos prioritarios de todo periodista. En este capítulo se definirá las va- riables que diferencian las fuentes personales y las documentales; y, en especial, se revisará los distintos tipos de fuentes existentes y, después de analizar sus características, credibilidad, contexto y coste, se verá cómo diseñar las tres estrategias básicas para tratar con ellas con las máximas garantías y eficacia. También se analizará los di- ferentes tipos de coste que tiene una información (nunca es gratui- ta, aunque pueda parecerlo) y las especiales características que con- figuran el trato con informantes y confidentes.
  • 16. Pocas cosas resultan tan anheladas para un periodista, inves- tigador o no, como el llegar a encontrar una buena fuente que le facilite el trabajo que tiene entre manos. Sin una (o muchas) buenas fuentes —y se nos permitirá el paralelismo facilón—, la actividad periodística languidece hasta resecarse y morir de sed noticiosa. A efectos de este trabajo, vamos a definir como fuente a toda persona que de un modo voluntario y activo facilite algún tipo de información a un periodista. Para tal consideración no ten- drá importancia, más que a efectos de clasificación, que el tras- vase de información sea puntual o continuado en el tiempo y variado en los sujetos, que sea realizado de forma confidencial (con datos no atribuibles al emisor) o pública (con datos atri- buibles al emisor) o que sea una persona privada o que repre- sente cualquier tipo de colectivo o institución. También consi- deraremos como fuente a todo depósito de información de cualquier tipo que sea accesible y consultable por el periodista (prensa, libros, archivos diversos, etc.). Recalcamos la característica de actuar de modo voluntario y activo para que un sujeto pueda ser considerado como fuente ya que, de no mediar éstas, y encontrarnos con situaciones de involuntariedad y/o pasividad, estaríamos sin duda dentro de un campo coactivo que debería ser ajeno a la labor periodística. Am- bos elementos introducen una calificación ética en el concepto de fuente, pero, sin la menor duda, no ahogan otras posibles me- todologías, criticables o no, de investigación. ¿Es ético el policía que consigue información de un confi- dente al que presiona pidiéndole información a cambio de no detenerle por los delitos que le puede imputar? Sea o no correc- to, la realidad es que ésta es una práctica habitual y aceptada por
  • 17. 68 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN todas las policías del mundo y que arroja buenísimos resultados en la lucha contra la delincuencia (siempre y cuando, claro está, que los propios policías no sean a su vez delincuentes que abu- sen de su cargo, cosa que no es infrecuente). ¿Es ético que un periodista logre colaboración informativa de un determinado sujeto presionándole con la información que sabe sobre el mismo a cambio de dejarle permanecer en el ano- nimato? Se reconozca o no, ésta es una práctica más habitual de lo que se piensa en el mundo periodístico y, al igual que en el caso del policía, de notable eficacia. Su posible bondad o mal- dad debe ser abordada dentro de un marco referencial que se aleja de nuestros propósitos y, en todo caso, dejamos la respues- ta al criterio de cada idiosincrasia. Nadie más eficaz que uno mismo para marcarse límites profesionales éticos. Espigando en la propia definición de fuente periodística nos encontraremos con una primera aproximación a una clasifica- ción de las mismas. Tenemos, en primer lugar, las fuentes personales que —aun- que ampliaremos el concepto cuando tratemos de los informan- tes y confidentes—, aquí vamos a sistematizar en cuatro bloques genéricos en función de la temporalidad, el contenido informa- tivo, la estructura de comunicación y la ética. El concepto de temporalidad nos permite dividir a las fuen- tes periodísticas en asiduas y ocasionales. Denominaremos como fuente asidua a aquella que tenga un trato más o menos conti- nuado con el periodista. Y como fuente ocasional a aquella otra cuyo contacto informativo sólo se haya producido en función de algún asunto puntual o que tiene lugar muy de tarde en tar- de. Adelantaremos la conclusión lógica de que las fuentes asi- duas son las más rentables y fiables para el periodista; pero no siempre es así ya que, de hecho, muchas de las grandes investiga- ciones periodísticas han girado sobre el pivote de fuentes oca- sionales. Más adelante volveremos sobre este particular. El contenido informativo nos facilita la división entre fuentes puntuales y generales. Una fuente puntual será la que, siendo EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 69 asidua o no, solamente es utilizable por el periodista para un estrecho y definido marco informativo. Una fuente general, por el contrario, será aquella que puede ser utilizable con muy di- versos fines informativos. Un policía de tráfico, un capataz de la Seat o un especialista en cuestiones árabes, podrían ser ejem- plos (aunque a lo mejor no siempre) de fuentes puntuales. Un policía de los servicios de información, un dirigente sindical o un especialista en relaciones internacionales, podrían ser ejem- plos de fuentes generales. La estructura de comunicación que mediatiza las relacio- nes entre el periodista y la fuente nos posibilita diferenciar a es- tas últimas entre fuentes públicas, fuentes privadas y fuentes con- fidenciales. Una fuente pública será la que es accesible para todos o buena parte de los periodistas y que asume nominalmente las infor- maciones facilitadas. Una fuente privada será aquella cuyo ac- ceso está más o menos restringido a un número limitado de pe- riodistas y cuyas informaciones, asumidas nominalmente o no (o una mezcla de ambas posibilidades), gozan de singularidad noticiable en todos los casos. El tercer matiz clasificatorio, la fuente confidencial, será aquella que, tomada por su específica capacidad informativa, sólo resulta accesible para uno o muy po- cos periodistas y sus informaciones son singulares y, en todo caso, no asumibles de forma nominal. Como suele suceder que una misma persona puede adoptar las tres posiciones en relación a diversos aspectos noticiosos y, sobre todo, con respecto a los diversos periodistas que la pue- dan abordar, debe quedar bastante claro que, para estar en uno u otro grado de comunicación, se tendrá que haber acreditado con anterioridad una suficiente confianza y profesionalidad frente a la fuente en cuestión. En cuanto a la clasificación en función de la ética, habrá que acudir al ya mencionado concepto de voluntariedad en el tras- paso de información desde la fuente hasta el periodista. De esta forma nos encontramos frente a fuentes voluntarias y fuentes
  • 18. 70 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN involuntarias. E insistimos nuevamente en que obviamos anali- zar el fondo ético o no de este aspecto, y que utilizamos la pala- bra ética como simple etiqueta genérica, pero no calificadora o moralizante. De esta forma, una fuente voluntaria será la que presta su colaboración informativa de modo activo y querido (con las limitaciones y condiciones elegidas libremente). Y una fuente involuntaria será aquella que pasa información al pe- riodista estando bajo algún tipo de presión de éste. En un segundo orden de cosas, que no por ello significa me- nor importancia, nos encontramos con las fuentes documen- tales, considerando como tales a todo tipo de fondo documen- tal (archivos públicos o privados, hemerotecas, bibliotecas, registros de todo tipo, etc.) y a todo tipo de soporte (libro, pren- sa, película, vídeo, fotografía, grabación magnetofónica, docu- mento, cartel, etc.) consultable con más o menos facilidad o di- ficultad por el periodista. Las fuentes personales son imprescindibles para el trabajo del investigador y, casi siempre, son el vehículo a través del que se accede a determinadas fuentes documentales; pero, como resul- tado de la experiencia en el trabajo diario, particularmente, le concedo más prioridad e importancia al logro de buenas fuen- tes documentales que personales. El mejor confidente resulta inú- til si no aporta documentación probatoria de lo que denuncia o no se le puede usar como testimonio nominal (y, aun así, yo soy especialmente reacio a utilizarlo, es demasiado arriesgado depositar la demostración de un hecho publicado en uno o va- rios testimonios que pueden cambiar, desaparecer o sufrir pre- siones). Una sana combinación entre fuentes personales (avala- das por una declaración ante notario si la delicadeza del tema así lo requiere) y documentales es, en todo caso, la fórmula ideal para poder trabajar sin temerle al juez. EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 71 4.1. Análisis estratégico y valoración de fuentes Las fuentes, antes de ser utilizadas, deben ser cuidadosamen- te seleccionadas y analizadas por el periodista para poder sacar de ellas la máxima rentabilidad informativa con el mínimo cos- te y riesgo. Este proceder, que a efectos del presente trabajo de- nominaremos proceso de búsqueda de fuentes, queda sintetiza- do en el esquema 4. Partimos, en dicho esquema, no de una búsqueda indefinida de fuentes, sino de una búsqueda de fuentes adecuadas para un caso puntual y concreto que denominaremos hecho a investi- gar, que no es más que el objeto de análisis periodístico que nos mueve a iniciar todo el proceso de trabajo que vamos a deta- llar seguidamente. En relación con todo hecho a investigar nos encontramos con dos grandes bloques de posibles fuentes: las implicadas y las aje- nas. Las fuentes implicadas son las que, en un sentido u otro, tienen algo que ver con los hechos en vías de investigación, ya sea como afectados, protagonistas, testigos o críticos. Las fuen- tes ajenas, en cambio, son las que no tienen nada que les una directamente al hecho investigado pero que, por la naturaleza del mismo y por su propia cualificación humana y/o profesio- nal, pueden aportar datos de interés técnico o noticiable para el periodista. Revisaremos ahora con más detalle esta primera clasificación que, a su vez, dividiremos en cuatro apartados: fuentes favora- bles, fuentes neutrales, fuentes desfavorables y fuentes técnicas. Tomaremos como fuentes favorables a todas las que tengan una actitud favorable o positiva respecto al hecho investigado. Son fuentes a las que se debe presuponer un sesgo notable que puede hacer variar la valoración de sus informaciones entre la veracidad más estricta y la mentira o intoxicación más flagran- te. Jamás deben ser tomadas como fuentes únicas para realizar un trabajo periodístico y, muchas veces, tendrán que ser abor- dadas con procedimientos indirectos, matizados o camuflados,
  • 19. 72 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN Esquema 4: Proceso de búsqueda de fuentes personales EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 73 para poder acceder a ellas o para sacarles la información de un modo que filtre lo máximo posible su natural tendencia a mez- clar deseos y realidad. Las fuentes neutrales serán aquellas que no tengan ninguna actitud predeterminada o interesada con respecto al hecho en vías de investigación. Aunque difícilmente existe la neutralidad aséptica (todo el mundo se posiciona más o menos rápidamente frente a cualquier circunstancia), hay fuentes que, al menos, ron- dan la neutralidad exquisita. Este tipo de fuente es mucho más fiable que las precedentes y las que le seguirán pero, por norma de seguridad informativa, tampoco deben ser tomadas como fuentes únicas. Una de sus peculiaridades habituales es que, en función de la proximidad al tema en cuestión y del bombardeo informativo que sobre el mismo se haya generado, estas fuentes neutrales acaban por po- sicionarse como favorables o desfavorables. Están, por así decir- lo, en un equilibrio inestable y, por ello, cuanto más en frío se las aborde más posibilidades habrá de sacarles jugo a su punto de vista neutral. Si, por ejemplo, pretendemos recabar informa- ción sobre un fraude en la composición del hormigón para edi- ficar y acudimos a un arquitecto neutral, su neutralidad se verá afectada, hasta modificar su opinión, en función de que se le aborde en un momento en que aún no se haya empezado a ha- blar del tema, en uno en que se esté en plena campaña de de- nuncias contra el fraude o en otro en el que acabe de desplo- marse un edificio causando víctimas mortales. Las diferentes circunstancias sociológicas, para todo tipo de fuentes, son un ele- mento de distorsión importante. Las fuentes desfavorables son las que adoptan una actitud previa desfavorable o negativa respecto al hecho investigado. Para ellas se repiten las mismas circunstancias y prevenciones que ya hemos anotado al mencionar a las fuentes favorables. Son la cara y cruz de una misma realidad. Las fuentes técnicas serán aquellas a las que se acude en bus- ca de una opinión técnica cualificada que, en la mayoría de los
  • 20. 74 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN casos, se da de una forma independiente al hecho que se está investigando (que, incluso, no se le comenta como hecho con- creto y puntual sino como sospecha o posibilidad generaliza- ble). Estas fuentes suelen ser las más ajenas (y por tanto objeti- vas) de todas cuantas podamos encontrar, y su utilidad muy superior a lo que piensan la mayoría de los periodistas, investi- gadores o no. Su rentabilidad no consiste tanto en lograr infor- maciones para el hecho investigado (que también) como en con- seguir un marco de referencias serias que impida las habituales meteduras de pata que caracterizan la práctica periodística actual. Una buena fuente técnica será básica, a menudo, para poder llegar a valorar acertadamente alguna información o rumor y, en consecuencia, decidir el inicio o no de un proceso de investi- gación. Evitará también, casi siempre, el hacer ridículos espan- tosos delante de terceros. Las fuentes técnicas son las consulto- ras imprescindibles de todo periodista que quiera dignificar al máximo su trabajo y suplir, con la ciencia de otros, los conoci- mientos limitados que todos, periodistas o no, tenemos. Ya que, según el desarrollo de nuestro esquema, nos encon- tramos valorando fuentes antes de haberlas abordado y, por tan- to, de conocer su verdadero posicionamiento, justo será men- cionar el problema básico al que tal necesidad nos podría abocar: el no acertar ni remotamente en la estimación de la fuente y, en consecuencia, poner en peligro todo el proceso de investiga- ción. Confundir a un enemigo con un amigo puede ser la fór- mula más rápida para sufrir un accidente, para ser víctima de una campaña de coacciones o para que el responsable del medio para el que se trabaje reciba tantas presiones que acabe por deci- dir archivar el asunto investigado. No hay métodos infalibles para evitar este problema, pero se puede suavizar el riesgo en buena medida si se emplea el sentido común y una dinámica de análi- sis adecuada. A continuación describiremos la que usa habitual- mente este autor (seguimos en el esquema 4). Para poder analizar preventivamente las fuentes, lo primero que debe hacerse es una relación de las mismas. Confeccionar EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 75 un listado, lo más exhaustivo posible, que nos muestre quiénes son y dónde están nuestras posibles fuentes. Lógicamente, este primer listado se irá ampliando a medida que se avance en el proceso de investigación y, siempre, las primeras fuentes abor- dadas nos conducirán a unas segundas, éstas a unas terceras y así sucesivamente hasta lograr nuestros objetivos de investigación. El paso siguiente será realizar un análisis de características de las posibles fuentes apuntadas. Este trabajo se bifurcará en dos direcciones: analizar las características informativas y las humanas. El estudio de las características informativas nos llevará a detectar el qué saben (de hecho, lo que consideramos que pue- den conocer en función de su situación con respecto al tema investigado) y, por ello, lo que nos podrían contar si tenemos la habilidad de abordarlas adecuadamente. El análisis de las características humanas nos dibujará el cómo son, eso es, la personalidad aproximada de cada fuente, y con estos datos ya nos será más fácil el intentar un abordaje determinado. Saber que una persona es especialmente proclive a una buena comida o a la bebida, nos debe alejar de una cita en el despacho para concertarla en el restaurante o el pub apro- piado. Saber sus aficiones favoritas es una espléndida forma de coincidir con ellas y así fortalecer un primer pilar de relación personal. Conocer sus necesidades, en suma, es la mejor forma para ganar aliados si les sabemos hacer ver que nuestra oferta les va a beneficiar. Cuanto más conozcamos sobre estas dos características, más fácil, útil y rentable será el trato con las futuras fuentes. Si no puede llegar a conocerse con anterioridad datos relevantes de al- guna fuente, habrá que improvisar en el primer contacto. Y una buena forma para hacerlo es mantener una relación comedida, sin pedir demasiado (en todo caso, siempre es mejor ofrecer al- guna información poco importante, aunque adornada, antes de comenzar con peticiones), intentando establecer un hilo de con- fianza y detectar los rasgos interesantes que nos podrán servir
  • 21. 76 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN en una o varias entrevistas posteriores que, necesariamente, de- bemos acordar sin ningún tipo de imposición u obligación por parte de la fuente. Finalmente, emprenderemos el estudio de una gradación tem- poral para el contacto con las diversas fuentes que se ajuste a las necesidades de nuestro trabajo y a los datos que conocemos de ellas. En esta etapa debemos estructurar cuándo y en qué or- den vamos a abordar a las posibles fuentes. Y tal prevención, como se verá, no es vana. Para realizar esta gradación temporal podemos manejar dos conceptos complementarios: la información que suponemos que saben y la relación que suponemos que tienen con el hecho in- vestigado. Combinando ambas conseguiremos resultados insos- pechados. Antes de abordar a la primera fuente ya hay que haberse do- cumentado lo máximo posible sobre el hecho investigado (las fuentes documentales y técnicas son idóneas para ello). El de- mostrar interés y conocimiento acerca de lo que se habla siem- pre incita al interlocutor a ser mucho más comunicativo, ya que no se produce la sensación de interrogatorio sino la de inter- cambio, que es la propia de cualquier conversación normal. Una vez adquirida la base elemental del asunto que nos ocu- pe, debe decidirse el orden de contacto con las posibles fuentes. Para ello no hay una única estrategia, en cada nueva situación debe improvisarse en función de lo que se conoce y se intuye. Una norma generalizable es la de abordar las fuentes en una progresión que vaya de menor a mayor capacidad y/o impor- tancia informativa. Con ello se logra ir ampliando paulatinamente los conocimientos que el periodista tiene del hecho y, al saber más, podrá sacarle mucho más jugo a la siguiente fuente que abor- de. Nada más irritante e inútil (aunque habitual) que darse cuenta, al hablar con la quinta fuente, de que la segunda tenía datos im- portantes que no supimos detectar. Reconstruir el ambiente de confianza que requiere una con- versación/sondeo no siempre es fácil; unas veces sólo puede lo- EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 77 grarse en la primera ocasión (casi por ataque sorpresa) y será im- posible en las siguientes (por prevención o circunstancias ambientales que presionen sobre el sujeto), pero, en otras, la con- fianza se verá incrementada con el paso del tiempo. De todos modos, sea como fuere, lo idóneo será sacar todo el jugo en la primera ocasión y dejar abierta la posibilidad de futuros encuen- tros más distendidos (para ampliar o contrastar informaciones). Es obvio remarcar, ya lo indicamos, que en este primer contac- to no se puede interrogar, hay que conversar con estrategia —que supone una sutil pero inmensa diferencia—, hay que imponer la sensación de que se da más de lo que se recibe, y hay que ser elástico para no forzar ninguna situación. Otra norma bastante generalizable es la de abordar las fuen- tes en una gradación progresiva como la siguiente: primero fuentes desfavorables, luego técnicas y neutrales y, finalmente, las favo- rables. Eso permite tener primero el marco crítico —catastrofista— de las fuentes desfavorables que, de ser acertado, marcará en buena, medida el interés noticiable. Posteriormente se pasan estos da- tos por el filtro de los técnicos que, a su vez, darán argumentos para aquilatar a los desfavorables y para contrastar con los neu- trales. Toda esta información, seguidamente, será el yunque so- bre el que se trabajará con los datos procedentes de las fuentes favorables. Pero el proceso no siempre puede, ni debe, ser tan lineal y, muchas veces, van entremezclándose con exquisita prevención los contactos con las diversas fuentes. Es difícil decidir cuándo debe contactarse con los directamen- te implicados en un hecho investigado, ya que siempre se va a correr riesgos notables de uno u otro tipo. Desde el mo- mento en que el objetivo de una investigación tenga constan- cia de ella, tal como es lógico, intentará coartar al investiga- dor con todos los medios a su alcance (presiones y amenazas al periodista, a sus jefes o a las fuentes principales). Es por ello que, habitualmente, en beneficio de una investigación lo más tranquila posible, será recomendable dejar para la úl-
  • 22. 78 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN tima fase del trabajo el contacto con los directamente implicados. De hecho, yo no acostumbro a contactar con el implicado en un asunto hasta que no tengo probado total o parcialmente lo que investigo. Hay excepciones, naturalmente, en las que, como técnica planificada para obligar a que el protagonista se mueva, le hago conocer directa o indirectamente la existencia de la in- vestigación. O veces en las que es entrevistado, bajo apariencia de neutralidad, de manera que pueda facilitar datos que me ayuden en mi investigación, pero sin que el protagonista se dé cuenta de mis intenciones finales. Lo mismo que sucede con el protagonista del hecho investi- gado puede suceder con las fuentes favorables. Abordar antes de tiempo a una de estas fuentes o darle más información de la que es debido, es una clara invitación a que llamen inmedia- tamente al protagonista, le adviertan, y se empiecen a cerrar puer- tas delante de la investigación en curso. A menudo, esta gradación temporal deberá combinarse con una espacial. Habrá que pactar los ritmos de trabajo para, por ejemplo, poder entrevistar de la forma más favorable posible a dos o más fuentes opuestas que residan en alguna ciudad a la que sólo podamos desplazarnos una vez. O eludir el no siem- pre fácil escollo de entrevistar por separado a dos fuentes muy próximas. En fin, la agilidad que se le supone al periodista (al menos en las películas) puede hacer maravillas si se acompaña de una suficiente previsión. Los tres niveles de análisis que acabamos de describir, la rela- ción de fuentes, el análisis de características y la gradación tem- poral, nos ayudarán a diseñar lo que hemos dado en llamar la estrategia de contacto informativo, una de las tres estrategias globales —junto a la de calidad informativa y de política de tra- bajo, que veremos seguidamente— y complementarias que nos permitirán andar con garantías por el camino de la búsqueda de fuentes, su uso y su abuso. Siguiendo con el estudio de las fuentes que pueden interesar para una investigación, pasaremos a realizar ahora un análisis cua- EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 79 litativo que dividiremos en dos bloques bien diferenciados: la valoración de la credibilidad de cada una de las fuentes y el aná- lisis del contexto en que se mueven. La resultante conjunta di- bujará el marco de lo que denominaremos estrategia de cali- dad informativa, que nos dará la fiabilidad esperable de las fuentes en función de su propia calidad y del momento social concreto que estén atravesando, tanto a nivel individual como global. La valoración de la credibilidad se bifurcará en las dos di- recciones complementarias que permitirán estudiar la credibili- dad de la información en sí misma y de la propia fuente emisora. La valoración de la credibilidad de la información es un paso lógico a realizar, pero a menudo resulta enormemente di- ficultoso. ¿Cómo valorar la veracidad de algo que desconocemos? ¿Qué elementos pueden permitirnos aceptar como factible o no una determinada información? Personalmente sólo he encon- trado dos posibilidades: el sentido común y el trabajo metódico. Ante una determinada información, existen muy distintos instrumentos para intentar determinar su posibilidad de ser ra- zonable o real (sin que ello signifique que tenga que ser cierta o demostrable). Así, por ejemplo, puede acudirse a una fuente técnica o a algún especialista en el campo concreto que interese y, sin darle detalles excesivamente concretos (para evitar filtra- ciones y pirateos), intentar calibrar las posibilidades de la infor- mación cuestionada. O puede intentarse sondear, con suma dis- creción, en los círculos próximos al presunto hecho que queremos validar. Un ejemplo real puede ser útil para aclarar esta última posi- bilidad. Una fuente ocasional (aparentemente de poca fiabilidad) me comentó la comisión de un presunto robo, de al menos 326 millones de pesetas, efectuado por J.R.G., apoderado de una su- cursal barcelonesa de un importante banco nacional, mediante la manipulación del sistema informático del banco en cuestión. Mi informante me dio también muchos otros detalles —sobre la vida privada del apoderado y sobre su supuesta operación—,
  • 23. 80 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN pero me advirtió también que el robo se iba a silenciar y no trascendería para evitarle un escándalo al padre del joven delin- cuente, directivo del mismo banco y, también, para evitar la pér- dida de confianza que tal hecho podría generar entre los clien- tes de la entidad. A pesar de que la confidencia recibida no me mereció dema- siada credibilidad —ni había reflejo alguno de ella en la prensa—, y tampoco me interesaba como campo de trabajo, mi curiosi- dad natural me lanzó a hacer algunas gestiones exploratorias. Con diferentes excusas llamé a la sucursal bancada del tal J.R.G. (donde un empleado, visiblemente nervioso, insistía en saber mi identi- dad y objeto de la llamada y acabó diciéndome que «esta tarde no está (...) mañana seguro que tampoco (...) no sabemos cuán- do va a venir (...) no, no está enfermo, pero no le puedo infor- mar de más»), y llamé también por teléfono a la esposa supues- tamente abandonada y a una de las dos amantes del apoderado. El resultado de este sondeo en el círculo inmediato del supuesto hecho arrojó los suficientes indicios para convencerme de que algo grave se estaba intentando ocultar. La información inicial parecía tener sentido. En este caso, se justificaba el iniciar un proceso de investigación. La valoración de la credibilidad de una fuente es, en la ma- yor parte de los casos, bastante más difícil y aventurado que ha- cer lo propio con una información. ¿Cómo podemos detectar que una fuente, asidua o no, está mintiendo o fantaseando? ¿Cómo conocer la personalidad de una fuente puramente oca- sional? Es difícil, muy difícil, pero hay que intentarlo. Y, a falta de dotes adivinatorias, bueno será echar mano de las dotes de observación y de la capacidad de sondear en los ambientes por donde la fuente en cuestión se mueve. Ante todo, cabe advertir que hasta la fuente más fiable pue- de engañar (con consciencia de ello o no) alguna vez. No hay fuentes creíbles siempre y en todos los casos. Hasta la mejor de las fuentes, cuando ya hay una relación de confianza con el pe- riodista, se deja tentar en demasiadas ocasiones por la transmi- EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 81 sión de rumores supuestamente dados por buenos. Al periodis- ta le será bueno creer, pero jamás tener fe. Hay que ponerlo todo en cuarentena antes de digerirlo, puesto que después ya será de- masiado tarde. Uno de los posibles sistemas para detectar el grado de credi- bilidad o sinceridad de una fuente es tenderle diversas trampas, preparadas de antemano, durante una conversación formal o in- formal. Para ello es preciso conocer previamente algunos datos íntimos de esa fuente y/o tener preparada una o varias informa- ciones discretamente falsas que se le someten a confirmación. Esta técnica, entre otros muchos casos, la utilicé para entre- vistar a una líder arrepentida de la secta Ceis —que más tarde volvería al liderazgo del grupo— que me confesó detalles aluci- nantes de la vida interna de la secta. Antes de empezar a grabar la entrevista,2 en una larga y distendida charla sobre múltiples temas de cariz personal, medí su grado de sinceridad —muy alto— por medio de las confesiones íntimas que voluntariamente ha- cía a partir de sutiles inducciones. Al conocer previamente y con gran profusión de detalles su vida personal (incluidos episodios nada publicitables), me era fácil deducir su honestidad informa- tiva en la medida en que iba desgranando hasta sus hechos más reprochables. Por otra parte, el test de credibilidad se completo con diversas demandas de confirmación de hechos internos de la secta, ciertos y falsos, que yo ya conocía perfectamente. Otro posible sistema, a utilizar en el transcurso de una con- versación larga o, mejor, durante el decurso de diversas entrevis- tas, es el de repetir, con datos notablemente variados, informa- ciones dadas por la fuente en algún momento o encuentro anterior y pedirle su confirmación. Una fuente que no sea de- masiado escrupulosa con la realidad muchas veces no reparara 2. Grabación que serviría para ganarle una demanda a la sectaria —que argumenta- ba que aquella entrevista nunca existió y que lo publicado era una invención del periodista— y como prueba de cargo en el juicio que condenó a varios responsables de la secta por delitos de proxenetismo y otros.
  • 24. 82 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN en la treta y nos confirmará hechos incompatibles entre sí. Cuan- do esto ocurra, naturalmente, la fuente en cuestión pasará a me- recer una credibilidad más que relativa. Un tipo de fuente con la que se tiene que lidiar muy a me- nudo es la que conforman los mitómanos de distintos pelajes que pululan por nuestras calles. Son individuos pintorescos, ca- paces de cualquier cabriola informativa con tal de acaparar el centro de atención. Lamentablemente, en el circo primario en que demasiadas veces se convierte la prensa, estos sujetos pue- den llegar a alcanzar un importante protagonismo. En la intimidad de la confidencia, que es el trato más habi- tual con este tipo de fuentes, las cosas pueden llegar a ser, sin embargo, menos circenses y más dramáticas para el periodista poco precavido. Tomar por buenas las informaciones de un fan- tasma es una vía óptima para poner el cuello a disposición de cualquier juez o para hacer el ridículo más espantoso. No obstante, el trato con este tipo de fuentes, si se las sabe manejar con soltura, siempre acaba con un balance informativo rentable para el periodista. No hay más que escucharlas fingiendo una atención cercana a la devoción, poner en cuarentena todo lo que digan y, por supuesto, aprovechar lo poco o mucho de válido que siempre aportan. Contrastar a un fanfarrón con su propia mentira es la mejor forma de perder su contacto; por ello, si es que nos interesa mantener su relación, es mucho mejor pa- sar por crédulo que por azote de fantasmas. A fin de cuentas, si nosotros no publicamos sus fantasías, este tipo de fuente no tiene el menor interés en airear su fecunda imaginación ni su supuesta habilidad para engañar a los demás. Un caso aparte, menos abundante pero no por ello imposi- ble de encontrar, es el del personaje paranoide. Los trastornos paranoides, debido a su específica configuración, permiten ha- cer pasar por normales a las personas que los padecen. La altera- ción sólo es evidente en el campo delirante que le es propio al sujeto en cuestión. Aunque este aspecto delirante es muy detec- table cuando se aleja de los campos normales de la realidad o EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 83 se patentiza en ideas victimistas exageradas (los hay que, por ejem- plo, dicen ser víctimas de un complot urdido por su mujer y el Gobierno para despojarle de todos sus bienes), no es tan fácil de ver cuando se desarrolla entre los elementos habituales de la realidad cotidiana. En mi experiencia profesional me he encontrado con todo tipo de sujetos de esta familia. Algunos perfectamente identifi- cables, como un hombre que me contactó para que le hiciera un reportaje sobre su frustrada experiencia como refugiado po- lítico en España. Avalado por un voluminoso dossier de docu- mentos oficiales (policía, arzobispado, ONU, embajadas y otras muchas instancias nacionales e internacionales) y personales (acre- ditativos de su personalidad como militar, médico psiquiatra, descendiente de la nobleza, etc.), pretendía justificar la ensaña- da persecución a que era sometido por las autoridades yugosla- vas por haber sido el promotor del «Movimiento Terrorista del Ejército Azul y Románico Católico Monárquico». Evidentemente, en este caso, con sólo el nombrecito de ma- rras ya podía suponerse que algún fallo neuronal andaba suelto, por más que el tal movimiento tuviese papel timbrado y sello muy aparente y epatante. Pero lo bueno de este caso es que, do- cumentos falsificados al margen, este hombre había logrado en- gañar a bastantes instituciones, conformando un entramado do- cumental curiosísimo. De haber sido algo más modesto en el bautizo de su inexistente grupo, posiblemente hubiese podido hacer patinar a algún periodista poco avisado; de hecho, el per- sonaje vino a verme avalado por un detective privado que había creído en su historia y documentos. En otros casos, mucho más sutiles, como el de un asiduo vi- sitante de una consulta psiquiátrica que compareció en redac- ción con un montón de documentos (en los que había falsifica- do hasta los sellos oficiales) probatorios de la intervención del director de un hospital y varios psiquiatras en la comisión de un grave delito, la detección del engaño fue algo más costosa, pero siempre posible si se trabaja con un mínimo de rigor.
  • 25. 84 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN Este tipo específico de sujetos, si se tiene los suficientes co- nocimientos psicológicos, son bastante fáciles de detectar con sólo mantener con ellos una larga y profunda conversación. Una vez realizada la primera valoración de la credibilidad de la información recibida y de las fuentes que la transmiten, debe iniciarse el análisis del contexto que rodea a ambos aspectos. Para efectuar el análisis del contexto será apropiado trabajar en tres campos complementarios: el social (dónde), el humano (quién) y el temporal (cuándo). Y partir de la presunción de que todo hecho humano (informativo o no) viene mediatizado en mayor o menor medida por el contexto que lo envuelve. Estudiar el contexto social aportará un flujo de información notable para valorar un paquete informativo determinado. Una información no es considerada noticia si no le interesa a nadie, y este interés viene definido en gran medida por el contexto so- cial, por el dónde ocurre el hecho que nos ocupa. Con toda seguridad, un sujeto que se suicide en la intimidad de cualquier bosque alcanzará un espacio informativo (si es que lo logra) mucho menor que otro que lo haga tirándose desde una torre de la Sagrada Familia o que se arroje bajo las ruedas del coche del presidente del Gobierno. Un fraude o una estafa tiene muy distinta consideración no- ticiosa en función del monto económico y de los afectados, pero también la tiene en función del momento que viva la opinión pública. De esta forma, la prensa protagoniza rachas informati- vas sobre determinados temas coincidiendo con el contexto ca- liente que ha abierto previamente algún asunto o acción político- administrativa que se le relacione, pero puede condenar a la pa- pelera o a un flash de cinco líneas a los hechos parecidos (o in- cluso más importantes) que puedan suceder cuando el contexto ya se ha enfriado o aún no se ha calentado. El contexto ético, legal, o simplemente costumbrista de una determinada sociedad (en un determinado momento) limitará y/o enmarcará las posibilidades noticiosas de toda información. Para todo periodista, esto es algo que hay que tener muy en cuenta EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 85 ya que da un sentido de la oportunidad imprescindible para so- brevivir entre un océano de informaciones con aspiración de ser noticia. El análisis del contexto humano, junto al temporal, que ve- remos a continuación, le va a ser, sin embargo, mucho más útil que el precedente a todo periodista que haga investigación. Cada persona, ya sea considerada como fuente o como obje- to informativo, se mueve en un marco referencial lleno de mati- ces —y habitualmente cambiante con el tiempo— que hace que sus actuaciones deban ser mesuradas a la luz del contexto hu- mano que le sea propio en el momento que nos interese. Una fuente debería ser enjuiciada y tratada de un modo dis- tinto si se sabe que está inmersa en alguna situación de anorma- lidad (como que esté pasando por un mal momento económico o profesional, etc.), ya que entonces es factible que sus informa- ciones sean interesadas (en busca de algún provecho económico o revancha profesional o personal) y, por ello, demasiado ten- denciosas o precipitadas. Señalemos, no obstante, que esta situa- ción de anormalidad es común en la mayoría de las buenas fuentes ocasionales con las que nos topamos los periodistas, y aunque tal cosa no es un hecho grave en sí mismo, sí puede serlo no darse cuenta de la situación personal de la fuente y llegar a ser víctima inconsciente de sus intereses. Por otra parte, y por muy diversas razones, también será útil conocer el contexto humano de las personas que puedan ser ob- jeto de una posible investigación o información. Así, por ejem- plo, será importante poder valorar previamente la calidad noti- ciable de cada personaje. Hacer este análisis es, antes que nada, una necesidad pragmática. Dado que el tiempo es limitado, todo periodista tiene que saber seleccionar a sus blancos, especialmente cuando toda una investigación vaya a girar en torno a una per- sona y no en torno a un tema concreto. Una estafa siempre puede ser noticiable, pero hoy difícilmente vale la pena investigar la que pudo cometer en 1962 un determinado ministro franquista ahora ya retirado de la vida pública. Otra cosa bien distinta se-
  • 26. 86 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN ría si este supuesto ex ministro todavía se mantuviese en la are- na política (valga como ejemplo típico la denuncia del pasado nazi de Kurt Waldheim en Austria). O que la supuesta estafa fuera realizada por alguna personalidad de la actual Adminis- tración. Muchas veces, la implicación de algún personaje notorio en un hecho le hace cobrar a éste una importancia que de otra for- ma (por lo arbitrario de la valoración de las noticias) no alcan- zaría jamás. Un ejemplo podría ser un caso de expolio del Pa- trimonio Histórico Español que destruyó un importante paisaje protegido en Lluc Alcari (Deiá, Mallorca) en beneficio de espe- culadores urbanísticos y con la bendición de las autoridades lo- cales, autonómicas y centrales. Este suceso trascendió a la prensa nacional cuando, después de una investigación, logré documen- tar que el conocido empresario y multimillonario inglés Richard Branson era accionista de la empresa causante del expolio. Pero, por el contrario, en este mismo caso, algunos colegas no pudieron publicar en sus periódicos nacionales una informa- ción que surgió posteriormente: que el ex embajador Fernando Schwartz se estaba construyendo una mansión en medio del pai- saje expoliado. En esta ocasión, como la otra cara de una mone- da, el nombre notable hizo que se silenciara el escándalo y que no trascendiera más que en la prensa local (pero, incomprensi- blemente, sin ningún reflejo en la prensa nacional). Este ejemplo, muy corriente, sirve para poner sobre el tape- te la prudencia con la que debe saber manejarse ciertos nom- bres en el contexto de determinadas informaciones. Algunas ve- ces, si se desea ver publicada una investigación, habrá que hacerse el olvidadizo con algún personaje colateral (y, quizá, esperar que el hecho tome realce ante la opinión pública para poder incluir- lo luego, cuando ya sea más difícil de parar o de ocultar el tema y sus implicaciones) o, al menos, presentarlo en letra pequeña —nada de incluirlo en el titular— para que, si hay suerte, no ad- quiera realce hasta después de que los folios se hayan convertido en letra impresa. El periodista que haga esto se ganará alguna EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 87 bronca, seguro, pero habrá cumplido con su deber profesional de informar. El estudio del contexto humano es también muy útil para que podamos valorar la naturaleza de la información recibida en función de las circunstancias personales del sujeto; así, ima- ginemos que, por ejemplo, nos llegue la información de que un tal Juan García «ha matado a varias personas». Nos encontra- mos frente a un presunto homicida, pero la valoración noticio- sa variará en función de las diversas situaciones sociales posibles aunque, sin embargo, siempre se trate de los mismos hechos ob- jetivos (varios homicidios). No será lo mismo que el tal García sea un militar que mate en acto de guerra o un policía en acto de proteger a la sociedad (que hasta pueden ser señalados como héroes), o un delincuente común, o un terrorista, o un arqui- tecto al que se le ha desplomado una construcción, o un maqui- nista de tren, o un anestesista inexperto, o un civil en un acto de defensa propia... Conocer los condicionantes que se mueven alrededor de las personas notables con las que el periodista va a enfrentarse es una necesidad que nadie, especialmente si se dedica a la investi- gación, debería olvidar. El análisis del contexto temporal es mucho más importante de lo que parece a primera vista. Los hechos suceden en un tiem- po determinado y/o trascienden también en un momento con- creto; la casualidad es un concepto demasiado vacío que debe- mos olvidar a la hora de analizar algún hecho puntual o, mejor aún, algún encadenado de hechos. Nada es gratis ni casual. En el momento en que le llega una determinada informa- ción, el periodista debería plantearse dos cuándo: a) cuándo su- cedió el hecho y b) cuándo se lo han comunicado. Fechar un hecho es contextualizar su posible importancia no- ticiable. Muchos hechos, como las flores, se marchitan y fene- cen conforme pasan los días. Otros, sólo parecen recuperables cuando son actualizados por algún hecho similar o que relacio- ne algunas de sus partes. No es lo mismo, por poner un ejem-
  • 27. 88 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN pío, que se denuncie a un supuesto policía torturador que haya ejercido como tal en 1975, 1980 o 1993; en los tres casos hay capital noticiable (y más si el policía sigue en activo), pero cada uno abrirá unas implicaciones informativas muy distintas. La argumentación de la información será también diferente según se enfoque como dato biográfico de algún policía que adquiera notoriedad en el momento de la publicación, o que se plantee el denunciar prácticas de tortura en la España democrática ac- tual. No es lo mismo, por poner otro supuesto, hablar de cien muertos en carretera en una semana normal de febrero que ha- cerlo con respecto a las vacaciones de Semana Santa. Mientras en el segundo caso se dan unos componentes sociológicos que pueden justificar tal desastre, en el primero no es así, y debería buscarse responsabilidades allí donde estuviesen (mal estado del firme, carencias en la señalización o en el control del tráfico, tiempo especialmente desapacible, gamberrismo, etc.). Fechar el momento en que una información se filtra es con- textualizar las intenciones y necesidades de quien lo hace. Ya hemos dicho, y lo repetiremos, que las buenas informaciones difícilmente surgen por generación espontánea. Hay, en todos los casos, un actor, un buen samaritano, que se encarga de ha- cerle llegar el rumor o las pruebas, en un momento preciso, al periodista amigo o a la prensa en general. Conocer el contexto humano ya habrá dado alguna buena pista al respecto, pero será especialmente el contexto temporal el que más ayudará a medir las intenciones agazapadas detrás de la información. Las épocas electorales son especialmente sensibles a las filtra- ciones oportunas. Y valga decir que se realizan, en general, de forma muy chapucera y evidente y, lo que es más grave, con mu- cha más demagogia que contenido probatorio en las denuncias y en el uso político posterior que se hace de ellas. Y ello no se debe, precisamente, a que no haya buenos temas que destapar en cada uno de los bandos sino, por el contrario, a que o bien se pactan silencios sobre los escándalos más notables («yo no ha- blo de esto si tú no me sacas lo otro»), o bien a que los encarga- EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 89 dos de preparar las cargas de profundidad que pasan a la prensa son antes fieles hombres de partido que capaces profesionales del mundo de la información. Así pues, para sintetizar, el análisis del contexto temporal in- dicará no sólo los posibles intereses (y por ello la relativa credi- bilidad) que subyacen detrás de cualquier información, también mostrará el valor que tendrá, según su oportunidad temporal, la información que llegue hasta el periodista. Los dos últimos bloques de análisis que hemos revisado so- meramente, la valoración de la credibilidad (de la información y de la fuente) y el análisis del contexto (social, humano y tem- poral), nos servirán para diseñar la que ya hemos definido como estrategia de calidad informativa. Con las dos estrategias apuntadas hasta ahora deberíamos te- ner claro —al menos sobre la hipotética guía de nuestro esquema— dos cosas: dónde lograr información para nuestro he- cho a investigar y qué calidad informativa y noticiable tiene la misma. Ha llegado el momento de plantearse cuánto va a cos- tamos llevar adelante nuestro proyecto. 4.2. El precio de la información Siguiendo en nuestro esquema 4, llegamos al bloque deno- minado coste de la información. Para obtener datos, especial- mente si son de calidad, hay que pagar siempre algún tipo de precio; en los apartados referidos al valor económico, al valor instrumental y al valor añadido, tendremos ocasión de revisar con algo de detalle los diversos costes que hay que estar dispues- to a asumir para realizar un trabajo de investigación. El coste más conocido —aunque la mayoría de las veces no reconocido por quienes lo pagan— dentro del periodismo en general y del de investigación en particular es el que definire- mos como valor económico de la información. Es el dinero que hay que pagar para acceder a alguna información. Este pago
  • 28. 90 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN puede segmentarse en tres apartados diferentes, aunque muchas veces complementarios, como son: el coste debido a los gastos de trabajo (desplazamientos, dietas, comunicaciones, etc.), los cos- tes originados en sobornos y propinas, y los costes de la compra de documentos o paquetes documentales más o menos ela- borados. El coste derivado de los gastos de trabajo es el único que reconocen sin dificultades periodistas y editores. Investigar su- pone, ya lo dijimos, una inversión económica siempre notable en gastos de transporte, hoteles, dietas, teléfono, materiales, etc. y poco hay que aclarar al respecto. Pero, mientras todo el mun- do se muestra entusiasmado en reconocer lo mucho que les cuesta investigar, casi nadie se da por aludido a la hora de confesar lo que les cuesta también un soborno, una propina o el comprar información. Una puerta o un archivo que contenga información impor- tante, tiene cuatro formas de abrirse: por la habilidad del perio- dista para saberse ganar la confianza de la persona adecuada, por la compra de esta confianza mediante el pago de un soborno o propina (o mediante la realización de algún favor no necesa- riamente económico), por presión (coacción) sobre la persona indicada, o mediante un acceso ilegítimo de cualquier tipo. Cuando un periodista toca fondo con sus habilidades seduc- toras, o su capacidad para disfrazarse de lagarterana no le permi- te traspasar la fatídica puerta que separa un buen reportaje de un fracaso, no tendrá más opción, si quiere seguir adelante con su trabajo, que salvar la dificultad de la mejor manera posible. Y, en esto, cada ocasión y cada profesional tiene sus preferencias. Una de ellas es el buscar la persona y el momento idóneos para sugerirle un precio a un descuido en su tarea vigilante. Es una cuestión muy delicada y, por tanto, muy difícil de realizar. Sobornar sólo resulta fácil en las películas y cuando el sobor- nable se insinúa con poco disimulo. Hacerlo supone un riesgo notable (y penalmente grave si se intenta con algún funcionario y sale mal), pero la libertad está para que cada cual la use como EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 91 guste y asuma su precio. De todas formas, hay maneras bastante más sutiles para poder comprar esa confianza necesaria sin co- rrer riesgos; la imaginación existe para ser usada con provecho... Los sobornos y propinas siempre acostumbran a ser cantida- des dentro del concepto de dinero de bolsillo. Una propina vie- ne a ser un ligero engrase —sugerido por el periodista de motu propio y con sutileza— para lograr que alguna gestión se acele- re. No acostumbra a exceder las 5.000 pesetas y en pocas ocasio- nes dobla esta cifra. Se acostumbra a entregar cuando la fuente interesada hace amagos de un tipo de indecisión muy peculiar (difícil de describir en palabras, quizá sólo captable a través de la experiencia) y se justifica como «un adelanto a cuenta de los gastos que tengas» o «para fotocopias», etcétera. El soborno ya es una cifra negociable, en función del caso y de las circunstancias del sujeto, que suele oscilar habitualmen- te entre las 10.000 y las 50.000 pesetas. Su utilización supone generar en el receptor una sombra de actitud traicionera que no se aprecia tanto en el acto de la propina. Esto, como todo, pue- de ser bueno o malo, depende de los casos y de los sujetos. Una situación intermedia es la del sablazo o préstamo, muy habitual cuando se trabaja en ambientes de marginación y/o de- lincuencia. Son pequeñas cantidades, similares a la propina, que le piden al periodista en concepto de préstamo «que te devuel- vo mañana» en el transcurso de algún trabajo. Lógicamente, ja- más se recupera el dinero prestado, pero es una buena táctica si la fuente vale la pena. Es aconsejable acudir a citas con este riesgo con poco dinero, una cantidad (de supervivencia) escon- dida y la otra (que no debe pasar de las 5.000 pesetas en diferen- tes billetes) junto a la documentación. Llegado el momento del préstamo se puede dar, sin resultar sospechoso ni avaro, la mi- tad de la cantidad mostrada. Éste es un truco que he utilizado muchísimas veces y que me ha dado grandes resultados. Una de las veces, en un país africano, el dejarme sablear preventivamen- te (el equivalente a unas 2.000 pesetas) por el hijo de un comisa- rio, me salvó de un muy feo asunto al lograr que el sablista —pa-
  • 29. 92 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN ra devolverme el favor— hiciese interceder a su padre para librarme de una encerrona en la que caí días después. Los costes derivados de una compra de documentos o de un paquete documental elaborado ya son harina de otro costal. En general, puede llegarse a cifras elevadas y, por lo común, el pago se hace mediante un compromiso documental privado, firma- do por ambas partes, en forma de contrato mercantil (salvo en casos especiales en que el vendedor no pueda dejar ningún ras- tro y el tema justifique correr el riesgo). Las transacciones en las que he intervenido directamente han oscilado entre las 20.000 pesetas y los 3.000.000 de pesetas. Pero me constan operaciones que rebasan los 50.000.000 de pesetas (y ello sin incluir lo que se define como exclusivas —un desnudo, unas memorias, etc.— que alcanzan precios desorbitados: 6.500.000 pesetas el cuerpo de una folclórica, 40.000.000 de pesetas el de una cantante, 14.000.000 de pesetas las penas de un duque, etc.). Los precios que se pagan dependen del momento del merca- do, de la competencia entre los medios y de la habilidad del ne- gociador. No hay un baremo que fije precios indicados a cada caso (con la excepción del mercadeo increíble que es la prensa del corazón), y una misma documentación puede tener muy di- ferentes precios de salida en función del medio con el que se negocie. En España, después de años de compras sobrevaloradas, se ha entrado ya de lleno en una fase de normalización y ello, creo, es positivo mientras no se olvide que hay temas que sólo será posible publicarlos mediante algún acuerdo económico razona- ble entre las partes. Lo bueno puede abaratarse, pero difícilmen- te regalarse. Dentro del apartado del valor económico no debe dejarse al margen los costes de compras más sutiles como, por ejemplo, comidas en restaurantes de lujo, invitaciones a viajes con todo pagado, regalos, etcétera. Como en todos los campos de la vida, poderoso caballero es don dinero. Y lo es hasta tal punto que, de no mediar una EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 93 buena disponibilidad de éste y un teléfono en redacción espe- rando oír ofertas, algunos periodistas que pasan hoy por inves- tigadores no pasarían de ser discretos profesionales de la infor- mación. El valor instrumental es un coste que casi nunca se asume como tal pero que, de hecho, es piedra angular en toda negocia- ción entre periodista y fuente. Lo podríamos definir como aquella parcela de prestigio, autonomía o instrumentalización en gene- ral (dejarse utilizar en beneficio de los intereses de una fuente) que un periodista está dispuesto a arriesgar con tal de lograr la colaboración informativa de la fuente interesada. Este coste, se quiera o no, estamos obligados a pagarlo todos los que trabajamos en el mundo del periodismo —y especialmen- te los investigadores—, de forma que, ya que será inevitable que nos acusen de ser partidistas (cosa que, lógicamente, siempre harán los que se vean perjudicados por nuestro trabajo), debería ser también habitual el que, antes de aceptar como utilizables de- terminadas informaciones o ideas, el periodista valorara su al- cance, el beneficio que representará para los intereses de la fuen- te, y el perjuicio que causará a la parte contraria. Dando por sentado que la información a utilizar sea verídica, una vez reali- zado este análisis el periodista debería decidir si asume el coste instrumental o no. Veamos un ejemplo corriente. A un periodista, en vísperas de una campaña electoral o en un momento de tensión política entre partidos, le llega un dossier (o una pista de investigación) procedente de un partido y cuya información (aceptemos que auténtica) puede desprestigiar al partido rival. ¿Qué hacer? El periodista tiene obligación de informar y el asunto que tiene ante sí es importante. Si no lo publica, está ocultando informa- ción sustancial a la sociedad. Si lo publica, se convierte en di- recto instrumento de ataque de un grupo contra otro. Si intenta retrasar la publicación (para hacerlo en un tiempo neutral, cuando el previsible desprestigio no se pueda traducir en votos inme- diatos para la fuente), es seguro que perderá una buena baza pro-
  • 30. 94 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN fesional y, sin tanto rubor, la va a jugar inmediatamente otro periodista. La elección es difícil y cada profesional debe actuar en conciencia. Sea cual fuere su elección será igualmente válida y defendible, sólo que, si decide dejarse instrumentalizar para anotarse un tanto profesional, debe tener muy presente que está pagando un alto precio por ello. Que no crea, como hacen algu- nos notables periodistas, que su información es gratis; no hay nada gratuito en este proceder y, a fin de cuentas, es quizá más honesto el que paga con dinero una información que aquel que se presta a ser flecha envenenada de una fuente determinada. Debemos apostillar, no obstante, que en demasiadas ocasio- nes se acusa a periodistas, sin razón, de ser instrumentos de tal o cual interés. Ésta es una fórmula habitual y rastrera (aunque muy efectiva) para desacreditar a buenos periodistas y/o buenos trabajos. No hay que preocuparse demasiado por ello, lo inevi- table, al no tener solución, debe dejar de ser un problema. El periodista no tiene que pedir perdón por lo que hace, ni justifi- carse, ni adjuntar un certificado que garantice su neutralidad de intenciones. El valor instrumental es un pago que se decide y se responde ante uno mismo. No hay que autoengañarse cuan- do se paga, pero tampoco hay que preocuparse cuando se es acu- sado de ello sin fundamento. De hecho, cualquier crítica o de- nuncia que se publique siempre perjudicará a una parte y beneficiará a otra. Nunca llueve al gusto de todos y, para los ma- los de la película, el periodista siempre será el peor de todos. Pagar el valor instrumental no es algo bueno o malo en sí mismo, sino que, en todo caso, es algo que, de pagarse, hay que hacerlo siendo muy consciente de que se está pasando por taquilla. Un último concepto de coste es lo que denominaremos va- lor añadido, que es toda carga de cualquier tipo que pueda las- trar el proceso de trabajo del periodista y que, en consecuencia, sea valorable en la partida de costes de la información. En este capítulo de costes hay que incluir aspectos tales como el riesgo que puede correrse al realizar una determinada investigación, el EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 95 tiempo de dedicación que puede demandar el realizarla, las re- nuncias personales que deberán aceptarse para llevar adelante el trabajo, los problemas profesionales que puedan derivarse del proceso de investigación, los problemas jurídicos que puedan seguir a la publicación, etcétera. Aunque, según los enunciados, el valor añadido puede pare- cer algo exclusivo de un capítulo de intangibles, lo cierto es que todo puede tener su valoración económica. Una semana de hos- pital, un proceso judicial, la pérdida de un empleo, montañas de horas de trabajo..., todo, todo, tiene un coste económico a prever antes de que llegue el momento en que alguien le pase la factura al periodista. El análisis de los tres aspectos que integran el capítulo que llamamos coste de la información (valor económico, valor ins- trumental y valor añadido), nos dará las pautas para diseñar la última de las tres estrategias que nos harán falta en nuestro pro- ceso de investigación, eso es, la estrategia de política de traba- jo. Con ella decidiremos si, a pesar de poder disponer de una o varias buenas fuentes y de una calidad informativa adecuada (aspectos averiguados con las dos estrategias anteriores), quere- mos seguir adelante o no con el hecho a investigar que nos ha movido a iniciar todo este proceso de estudio previo. El análisis de estas tres estrategias nos pondrá frente a lo que definimos como valoración posibilista, es decir, las posibilida- des reales que se tienen para iniciar con éxito la investigación propuesta. En la medida en que cualquiera de las tres estrategias —una o varias— dé un resultado mediocre o negativo, así se irá incre- mentando el riesgo de acabar haciendo una investigación perio- dística mediocre o mala. Esta dinámica, como todo lo que se basa en previsiones sobre el comportamiento humano, no es nin- guna ciencia exacta, pero puede ayudar a que el trabajo del pe- riodista sea lo menos inexacto y azaroso posible. Si la última decisión es positiva, el proceso seguido nos lleva- rá por dos caminos complementarios. Uno es el de comenzar
  • 31. 96 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN a elaborar la base de datos de investigación con todo lo obte- nido hasta aquí. El otro es el de iniciar el proceso continuado de confirmación de fuentes e informaciones que le debe ser propio a todo trabajo periodístico pero, muy especialmente, a cualquiera de investigación. A pesar de lo complejo que pueda parecer todo este proceso que hemos descrito (por la necesidad de desmenuzarlo en la ma- yor medida posible), en realidad es bastante simple y rápido de efectuar. Sólo es cuestión de ser metódico y de adquirir práctica en los procesos de investigación. Llega a ser como conducir un coche: una rutina casi automática. El trabajo del investigador recién va a empezar. Esquema 5: Fuentes personales EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 97 4.3. El informante y el confidente Dentro del grupo de las fuentes personales vamos a detener- nos especialmente en la dinámica de funcionamiento de dos de ellas: los informantes y los confidentes. Para ello partiremos del esquema 5 expuesto en página 96. Para analizar este esquema retomaremos la definición de fuente personal y sus diversas clasificaciones tal como ya la hicimos al principio de este capítulo. En principio, distinguiremos entre fuente oficial y fuente ofi- ciosa. La fuente oficial será aquella a la que se le puedan aplicar las etiquetas clasificatorias siguientes: ser preferentemente una fuente puntual, pública —aunque algunas veces con rasgos de privada—, voluntaria y con tendencia a ser más bien asidua que ocasional. Este tipo de fuentes acostumbra a facilitar informa- ción más o menos institucionalizada y a asumir su paternidad. El valor de sus comunicaciones es notable para el informador, pero más bien relativo para el investigador. La fuente oficiosa, en cambio, será preferentemente de or- den general (sin olvidar su componente puntual), confidencial —aunque pueda ser también privada—, tanto voluntaria como involuntaria e igualmente asidua como ocasional. Su informa- ción es más bien singularizada y original y no suelen asumir la paternidad de la misma. El valor de sus comunicaciones es muy alto para el investigador, pero puede suponer un riesgo para el informador en el caso de que no contraste suficientemente sus datos. La información que pasa desde estas dos clases de fuentes hasta el periodista está mediatizada, desde el emisor, por un filtro de confianza y/o de interés. El grado de confianza, en especial, es determinante para que una fuente oficial pueda comportarse como oficiosa frente a un determinado periodista y no hacerlo frente al resto de colegas de profesión. El interés, resulta obvio, subyace detrás de todo proceso comunicativo iniciado a instan-
  • 32. 98 PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN cia de una parte y, es lógico también, tiñe la estructura informa- tiva con su color particular. En cambio, la relación entre periodista, informantes y confi- dentes (que seguidamente veremos) está mediatizada por un fil- tro en el que cuentan especialmente la amistad y la credibilidad en ambas direcciones. La amistad es algo que se logra (o no) con el trato personal más o menos continuado entre ambas par- tes. La credibilidad, por el contrario, sólo se logra con el trato profesional (el periodista, informando con seriedad y respetan- do los pactos con la fuente; la fuente, respetando los acuerdos con el periodista y acreditando que buena parte de su informa- ción está fundamentada). Para el periodista investigador, tal como ya indicamos, las (buenas) fuentes oficiosas son las más apetecibles; vayamos aho- ra, por tanto, a desmenuzar y comparar los peculiares mati- ces que distinguen a dos de estas fuentes oficiosas: el informan- te y el confidente. De hecho, definiremos a cada uno de los dos en función del tipo de relación que mantenga con el pe- riodista. El informante mantiene una relación ocasional con el pe- riodista. En muchos casos limitada a una simple llamada telefó- nica o a uno o varios encuentros personales para informar sin más o para pactar con el periodista las condiciones en las que está dispuesto a entregar alguna información, documentación o pa- quete de documentación ya elaborada. El informante ocasional es una fuente inesperada y, en infinitas ocasiones, de enorme ren- tabilidad informativa. En mi trabajo habitual uso bastante este tipo de fuentes ya que, al ser muy conocido por mi especialización, recibo mu- chas cartas y llamadas telefónicas aportando información. Ana- lizando la codificación de las cartas recibidas puede verse que, por ejemplo, un 60 % de ellas contenían datos de interés y, lo que es aún mejor, el 25 % del total ofrecían informaciones (mu- chas veces probadas con aporte documental) de notable impor- EL PROCESO DE BÚSQUEDA DE FUENTES 99 tancia para mi labor. Una parte de mis trabajos más destacables ha tenido su origen en algún informante ocasional, aunque, en contrapartida, ello requiere también tener que estar dispuesto a perder (o invertir, según se prefiera) cientos de horas escuchando a gente o contestando sus cartas. Con el confidente —confite, en el argot policial— se estable- ce una relación habitual, producto de un trato personal más o menos prolongado. Podría decirse que el informante va en busca de la calidad profesional del periodista, mientras que el confi- dente, además, busca la calidad humana. Por eso, el rigor en el trabajo y la honestidad personal, a la larga, siempre incremen- tan la calidad de la agenda del periodista. El informante, por regla general, aporta una información puntual, algo concreto sobre un hecho concreto. En cambio, el confidente suele ser una fuente de información amplia, ca- paz de aportar datos muy variados o de contrastar informacio- nes ajenas. Un confidente, con frecuencia, podrá ser de enorme utilidad para poder valorar algún dato procedente de un in- formante. La relación con un informante es, habitualmente, una comu- nicación unidireccional, eso es que, tanto si la fuente acude en busca del periodista como si sucede al revés, el flujo comunica- tivo es monolítico y en una sola dirección (de la fuente hacia el periodista). Con el confidente, sin embargo, entramos en una comunicación bidireccional, eso es más fluida y con abundan- te intercambio de informaciones entre el periodista y la fuente. La confianza mutua está en la base de esta distinción; por ello, cuando se frecuenta la compañía de un informante la comuni- cación tiende a convertirse en bidireccional, cosa que, muchas veces, puede llevar hasta una indiscreción peligrosa y ser un error imperdonable. Por seguridad para el periodista, debería respe- tarse al máximo posible este aspecto, ya que la excesiva familia- ridad con un informante puede ser la mejor forma de caer en una trampa.