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Editorial

         No siempre se ha esperado la venida de un Mesías, aunque casi siempre se ha tenido que
         esperar de Dios la salvación. Todos los pueblos han tenido que preguntarse cómo les salva
         su Dios. Las imágenes que se forjaban de esa salvación han estado necesariamente con-
         dicionadas por las características socio-políticas ambientales: en momentos de guerra, la
         salvación tiene que imaginarse como victoria, en la opresión como liberación, en la vida
         ordinaria toma la forma de fecundidad y fertilidad, etc. Es difícil imaginar alguna excepción
         a esta regla. Pues bien, el concepto de mesianismo va unido a esta experiencia general de
         los pueblos.

         Cuando hablamos de mesianismo en relación con la Biblia tenemos que aclarar algún
         punto que no resulta evidente en nuestros días. Mesianismo en el ámbito bíblico hace
         referencia a un término técnico, Masiaj, que podemos traducir por “Mesías”, “ungido”,
         “Cristo”, en torno al cual se condensa la esperanza de salvación divina. Es curioso notar la
         diferente carga semántica de cada término. De “ungido” no ha derivado ningún otro con-
         cepto en castellano, pero es innegable que los derivados de los otros términos (“cristianis-
         mo” y “mesianismo”) resultan bien distintos. Sin embargo, son vocablos con un proceso
         etimológico similar, aunque con idioma diferente en el punto de partida: el griego
         “Cristo” para uno y el hebreo “Mesías” para el otro. En sentido sociológico, hoy en día un
         movimiento mesiánico, según un autor, “traduce una agitación colectiva que cuenta con
         la acción de un hombre o, mejor, de un superhombre, capaz de liberar a su grupo de las
         leyes que pesan sobre él y capaz, asimismo, de modificar radicalmente las condiciones de
         vida”. Evidentemente, no definiríamos de igual manera el “cristianismo”. En castellano
         podemos hacer otra comprobación de la diferente connotación semántica de unos vocablos
         que, en teoría, son una traducción del mismo término hebreo. Nos bastará con desdoblar
         los componentes del término “Jesu-cristo”; no ha sido pequeño el desconcierto producido
         por una traducción bíblica que tradujo “Jesús, el Mesías”. Nadie negará que el concepto
         “Mesías” ha sufrido su propia evolución semántica. Solemos hablar hoy de figuras mesiá-
         nicas o grupos mesiánicos, incluso de actitudes mesiánicas, refiriéndonos a realidades



Pág. 2
muy distintas. Podemos intuir diversos puntos de desarrollo
según la importancia que en cada momento se atribuya a
distintas “unciones” o consagraciones (al rey, al sacerdote,
etc.) o según la tonalidad que presenten las cristalizaciones
de la esperanza por su relación más o menos intensa respecto
a la vida política nacional, a la actividad bélica, a la implica-
ción de los otros pueblos y a la proximidad o lejanía de la
fecha prevista para su realización

La exégesis veterotestamentaria sobre el profetismo ha estado
históricamente sometida a una polarización. Una etapa ini-
cial, fundamentalmente teológica, presuponía la condición
mesiánica de todo el Antiguo Testamento (AT) o, mejor
dicho, su carácter anticipatorio respecto al Nuevo (NT), en
el que se exponía la venida del Mesías. En la etapa crítica se
ha llegado a poner en duda la existencia –o al menos la rele-
vancia– en el AT de un mesianismo escatológico en sentido
estricto, subrayando que los textos más significativos sim-
plemente hacían referencia a sucesos históricos, cuyo sentido
salvífico pretendían aclarar. En el espacio intermedio se
mueven la mayoría de las aportaciones actuales.



         José María Ábrego de Lacy




                                                                    Pág. 3
SECCIÓN MONOGRÁFICA
El concepto de mesianismo no surgió por
                            generación espontánea, ni nació adulto.
                            Basado en la comprensión salvífica de
                            la dinastía de David, fue desarro-
                            llándose en la historia hasta llegar a
MESIANISMO:                 completar un sistema ideológico de
                            formulación de la esperanza. Seguir sus
ORÍGENES Y                  inestables pasos a través de los aconte-
                            cimientos históricos, tal y como se refle-

DESARROLLO                  jan en los textos proféticos hasta el
                            exilio, es el intento de este trabajo.




José María Ábrego de Lacy



                                                                 Pág. 5
F
           UE mi primera intención presentar a los lecto-      “apocalíptica”. Es evidente que todas ellas han dejado
           res cómo se trasluce la ideología mesiánica en      sus huellas en el proceso redaccional de los textos.
           los textos de los profetas, tanto anteriores (Sa-
           muel, Reyes...) como posteriores (los nombres
conocidos de Amós, Oseas, Isaías, Jeremías, etc.). He                    1. La monarquía de David
acabado escribiendo sobre el origen de esta mentalidad y                  como institución salvífica
sobre su desarrollo conceptual a través de las etapas his-
tóricas del pueblo hebreo. La razón principal ha sido el


                                                               S
                                                                        E suele comenzar el estudio sobre el mesianismo
hecho de que un sistema de pensamiento coherente que                    analizando el concepto de monarquía en el pue-
pudiera caber bajo el paraguas del mesianismo no es vi-                 blo del Antiguo Testamento: sus ritos de entro-
sible hasta la época del destierro, y otros autores van a               nización, su comprensión de la relación entre el
presentar los textos con precisión. Prefiero ofrecer el        rey y su Dios, el modo como Dios salva a su pueblo a
marco teológico (e histórico) en el que los textos han         través del rey. Por supuesto, se investiga el origen de su
visto la luz y, por lo tanto, ofrecer una clave hermenéuti-    concepción y la especificidad de la mentalidad israelita.
ca válida para su interpretación.                              Este punto puede resumirse en la afirmación de que el
                                                               rey no era un dios, ni descendía directamente de la divi-
Otra puntualización previa que será fácilmente acepta-         nidad, y de que en su concepción de la monarquía los
ble por todos: la evolución conceptual no ocurre en la         hebreos no fueron absolutamente originales: pudieron
historia de forma lineal y continua. Nunca ha evolucio-        influir los modelos egipcios y mesopotámicos, pero cier-
nado un concepto en una cultura de forma homogénea y           tamente influyeron los cananeos. En todo caso, el esta-
a la vez. Siempre han tenido que convivir actitudes e          blecimiento de la monarquía en Israel supuso la victoria
ideologías contrapuestas en la historia de todos los pue-      de una mentalidad nueva sobre el tribalismo anterior, en
blos, también en el judío. Ejemplos bíblicos no faltan         el que ocupaba un lugar destacado el santuario de Si-
para ilustrar tal afirmación: sabemos que la monarquía         quem. Esto conllevó necesariamente una nueva concep-
de Israel tuvo sus resistencias, aunque acabara siendo         ción sobre el modo de salvar de Dios. La idea de Yahvé
aceptada; David contó con notables detractores al tiem-        como Rey, así como la tradición de la guerra santa, tal y
po que otros lo veían como la salvación de Dios; la espe-      como aparecen en Éx 15 y en Jue 5, sufrieron un
ranza de renovación de la “casa de David” fue contempo-        cambio, al realizarse a través de la mediación del rey; a
ránea con su juicio implacable; produjo un escándalo a         él le toca garantizar la justicia (en el interior del reino) y
los fervientes seguidores de la dinastía el escuchar a         la paz (en las fronteras exteriores) de Yahvé. Aunque
otros que Ciro era el siervo elegido por Dios; Zorobabel       Wellhausen afirma que el concepto de Yahvé-rey
tuvo sus oponentes, etc. No es correcto pretender redu-        proviene del culto postexílico, Miller defiende su exis-
cir a un único sistema interpretativo la riqueza de mati-      tencia ya en época premonárquica. Me parece más senci-
ces que han tenido que convivir en una etapa histórica         llo admitirlo así.
determinada. Son muchos los acentos culturales que in-
fluyen en el perfil de una esperanza. Coppens defiende         Los exégetas coinciden en señalar la resistencia que en-
que en la sociedad hebrea del postexilio han coexistido        contró el establecimiento de la monarquía en la persona
cuatro corrientes respecto al mesianismo, que me atrevo        de Saúl (véase su reflejo en 1 Sm 8-12). También es ma-
a denominar “nacionalista”, “individual”, “teocrática” y       teria de consenso que desde muy pronto –ya en época de

Pág. 6
David– fue ampliamente compartida la idea de que Dios          cia la aparición de un nuevo David. Es el texto-base que
la consideraba una institución salvífica. Que Dios estaba      ha propiciado el necesario trasfondo ideológico para las
con David y le había otorgado el reino lo reconocen,           doctrinas mesiánicas futuras.
además del propio Saúl (1 Sm 18,28; 24,21), Jonatán
(1 Sm 20,13.15-16; 23,17), Abigail (1 Sm 25,28),
la nigromante (1 Sm 28,17), Abner, general de Saúl                              2. La crisis asiria
(2 Sm 3,9-10), y Natán, entre otros; su propia tropa



                                                               L
sabe que el Señor castigará a sus enemigos (1 Sm 24,5),                  A presión ejercida por el imperio asirio en el
le alaban las masas cantando “Saúl mató a mil, David a                   siglo VIII constituyó, sin duda, un (primer)
diez mil” (1 Sm 18,7; 21,12). No cabe decir lo mismo                     momento de crisis para esta creencia. No quedan
de la dinastía de Saúl. Es verdad que el propio David                    huellas de que la separación de las tribus del
(cuando rechaza poner su mano sobre él o castiga a quie-       Norte (el cisma) hubiera supuesto una conmoción simi-
nes le dan muerte) y Samuel indirectamente (1 Sm 12,3,         lar. Se echó la culpa al despotismo de Salomón, pero no
texto Dt) se refieren a él como el “ungido”. Pero nada         se conmovieron los cimientos de la dinastía. Tal vez, la
hace suponer que la figura de Saúl fuera considerada           forma condicional del oráculo de Natán (2 Sm 7,14-15)
como mediación de la salvación divina. Sin embargo,            sirvió de antídoto. Tampoco la desaparición de la dinas-
con David la monarquía adquirió características de in-         tía de David en el Reino del Norte (Israel), en épocas tan
tervención específica de Yahvé en favor de su pueblo. La       antiguas como la conspiración de Basá contra el hijo de
perdurabilidad en Judá de la dinastía davídica, con la         Jeroboán, Nadab, el año 909 (1 Re 15,27), supuso nin-
breve excepción de Atalía, supuso un afianzamiento de          gún problema para los israelitas. Sin embargo, la presión
su acepción salvífica, formulada como promesa divina           asiria, particularmente algunos hechos derivados, como
(condicional o incondicional). Sólo las crisis históricas de   la guerra siro-efraimita o el peligro de la dinastía daví-
la dinastía conmovieron esta creencia.                         dica con el hijo de Tabeel, sí supuso un hito histórico en
                                                               el desarrollo del concepto de mesianismo en el Reino del
El fenómeno “David” supone algo más que el asenta-             Sur (Judá). Isaías asegura que, en los planes de Dios,
miento de la ideología monárquica, presente ya en los          Jerusalén es la capital de Judá y que la casa de David es
Salmos 2 y 110 (con paralelos en 2 Re 11 y Sal 132) o          la elegida para reinar en ella (en la lógica de Is 7,7-8).
en el Sal 72, enraizado en los ritos de coronación. En         Las naciones extranjeras empiezan a jugar un papel im-
ellos emergen ya los conceptos de “justicia”, “derecho” y      portante en el perfil del mesianismo como instrumentos
“paz”, importantes en los textos mesiánicos de los libros      del castigo divino, si bien con el límite de la seguridad
proféticos (Is 9,5-6; 11,1-9; Jer 23,5-6). El rey davídico     de Jerusalén, como lugar elegido por Yahvé para que ha-
gobierna desde Sión y allí disfruta del apoyo y la protec-     bite su nombre. La necesidad de optar por la protección
ción divina (Sal 2,6; 20,3.7-9; 21; 110,1-3). Todo se ex-      de Asiria o de Egipto hace tambalearse la fe en la pro-
plica como referencia al hecho de que David había con-         tección divina. La caída definitiva del reino de Israel, in-
quistado Jerusalén y había establecido en ella un nuevo        terpretada a la luz de la predicación anterior de Elías,
centro político y religioso al introducir el arca de Dios      permite al concepto de mesianismo desarrollarse en la
(2 Sm 5-7; Sal 132). El oráculo de Natán (2 Sm 7) es la        línea del castigo al sincretismo religioso y en el afianza-
cumbre del compromiso divino con David y columna               miento de la dinastía davídica (en Judá). Las tradiciones
vertebral de las esperanzas mesiánicas en el AT, a partir      sobre la inviolabilidad de Sión ayudaron. Según Laato,
del cual se ha generado el desarrollo profético que anun-      “el declinar político condujo a la idealización del impe-

                                                                                                                    Pág. 7
rio davídico y éste llevó subsecuentemente al floreci-        de Asiria le permitió iniciar, en el año 18º de su
miento de esperanzas religiosas y políticas de que un         largo reinado, una reforma de enorme trascendencia
nuevo rey, como David, vendría a restablecer el gran im-      en el desarrollo de la literatura bíblica. El reinado
perio en Palestina”. Desde los tiempos de Omrí crecía         de Josías coincide con un movimiento generalizado
en el norte una corriente panisraelita, conectada con los     de “vuelta a los orígenes”. La labor de Assurbanipal
movimientos independentistas habituales durante los           y la de la dinastía XXVI, fundada por Psammético,
siglos IX y VII. Tanto la historia de Abraham como el         pueden ser ejemplos clásicos que suceden en cultu-
Salmo 132, ambos relacionados con tradiciones del             ras tan distintas como la mesopotámica o la egipcia.
norte, pueden interpretarse como intentos de legitimar        La misma corriente actuó en Judá, y signo de ella
un reino panisraelita. Omrí y David son fundadores de         fue la reforma deuteronómica, que comienza con la
dinastías que habían cooperado durante el siglo IX.           solemne publicación (en el sentido de hacer público)
También la tradición de David era una realidad político-      del libro del Deuteronomio, supuestamente encon-
religiosa en Judá (y en Israel) durante el siglo VIII. En     trado en el templo en el transcurso de unas obras, ya
este cambio de mentalidad se mueven los profetas Isaías       ellas mismas fruto del deseo de recuperar la limpie-
y Miqueas, con acentos específicos cada uno.                  za original del mismo. Es decir, conocemos un mo-
                                                              vimiento que pretende repensar la historia y se pre-
Todo ello permite suponer que las expectativas mesiáni-       gunta por el significado original de las instituciones
cas jugaron un importante papel en Judá. En primer            salvíficas, monarquía incluida. Supone el aval reli-
lugar, se idealizó el tiempo de David y de Salomón como       gioso de otros acontecimientos políticos que contri-
la edad de oro de la monarquía querida por el Señor. Por      buyen a reforzar la figura de David. En tiempos de
otra parte, todos los libros relacionados con el siglo VIII   David, la conquista de Jerusalén había supuesto una
contienen textos que dibujan el ideal futuro del rey da-      victoria de la ideología religiosa de oposición al
vídico. La dinastía de Omrí había despertado los rescol-      culto de Betel; con Josías se repite esa victoria y se
dos de cierta ideología panisraelita reunificadora.           decreta la unicidad y exclusividad del culto yahvista
                                                              en Jerusalén. La reconstrucción política de la unidad
                                                              territorial, que en tiempos de Josías alcanza las
      3. La figura de Josías (640-609)                        fronteras que sólo con David se habían conseguido,
                                                              refuerza su paralelismo. Es decir, en este tiempo la
     y la reforma deuteronómica (622)                         figura de David se convirtió en símbolo importante,
                                                              si antes no lo había sido. Lo específico del momento



A
          L final del siglo VII se produce un avance          es que, si Von Rad tiene razón al defender el anclaje
          muy importante en la ideología mesiánica.           ideológico de la reforma deuteronómica en las tradi-
          Para explicarlo, voy a dividirlo en dos partes:     ciones religiosas israelitas sobre los orígenes (éxodo,
          la figura de Josías en el desarrollo de su reina-   alianza, liberación, tierra, etc.), en tiempos de Josías
do y el impacto producido por su inesperada muerte.           ocurre simultáneamente un subrayado de la dinastía
                                                              davídica. Josías fue comprendido como el “David
a) Josías impulsó la esperanza de la reunificación del        redivivo”. En su intento por reconstruir el imperio
   único reino davídico. Su reinado tuvo un desarrollo        davídico, se basó en las tradiciones positivas sobre
   que se presta a discusión entre los historiadores,         David que se habían utilizado en la historia deute-
   pero no cabe duda de que la debilidad momentánea           ronómica y se convirtió en un “David redivivo”. In-

Pág. 8
tegró, así, las antiguas tradiciones del Éxodo y del     b) Pero el reinado de Josías tuvo un final inesperado.
Sinaí con el cuadro positivo de David y su legitimi-        Su muerte en Megiddo el año 609 produjo un fuerte
dad. A esta luz se reinterpretaron los oráculos de los      impacto, también religioso. Todo parecía tambalear-
profetas del siglo VIII (Amós, Oseas, Isaías o Mi-          se, incluida la promesa del Señor a David. Si, según
queas) en línea de un futuro panisraelita bajo un           la tradición deuteronómica, Dios estaba a favor de
único jefe, en un ámbito de paz, justicia y libertad,       un rey tan bueno como Josías, imagen fiel del rey
bajo un David que enraíza la estirpe en la tierra. A        (Dt 14–20), ¿cómo se explica su muerte? Hubo que
esta época se suele asignar también la proclamación         buscar razones que explicaran tal descalabro. Los
del núcleo original de Jer 30-31, que va en la              círculos deuteronómicos lo interpretaron como un
misma línea.                                                castigo por el reinado de Manasés. Otros lo intenta-




                                                                                                          Pág. 9
ron explicar subrayando la inocencia de Josías y afir-     en cuanto que tiene parecidos formales con una lamenta-
    mando que murió “por los pecados del pueblo” (2            ción, aunque al revés. En efecto, una lamentación suele
    Re 23,6-7). Los Salmos 8 y 89 pueden leerse a esta         tener una eulogía acentuada del difunto (el siervo, “sin
    luz: Josías gobernó en paz (8,23-24) sobre un gran         rostro ni apariencia”); es como un panegírico del perso-
    territorio (8,26) y actuó con justicia (8,31-38). Su       naje, en el cual se destaca su importancia en la sociedad
    muerte le convirtió en el tipo del (David) Justo, re-      (el siervo “despreciado, sin atención”); se alaba su heroi-
    chazado por el Señor, para preparar la deportación         cidad y coraje (el siervo “como cordero al matadero”); es
    del pueblo al exilio. Si esto es así, la catástrofe de     esencial un funeral solemne (no para el siervo, “con los
    Megiddo suponía para el deuteronomista el colapso          malvados”). La muerte de Josías, duro golpe para los
    de la dinastía davídica y se abría la puerta que per-      círculos deuteronómicos, formaría un trasfondo históri-
    mite penetrar en el concepto de “muerte vicaria”,          co-tradicional homogéneo para la magnitud del dolor
    desarrollado más tarde en la figura del “siervo” por       reflejado en Is 53.
    el segundo Isaías. Éste es un pensamiento totalmen-
    te nuevo, pero de indudable repercusión para el de-        Evidentemente, la evolución no fue lineal, unívoca y
    sarrollo posterior de una idea mesiánica ciertamente       continua, sino que convive con ideas contrarias. Así se
    minoritaria, pero que sirvió de base para el NT. Más       explica que la interpretación vicaria de la muerte de Jo-
    tarde volveremos a ella. En la reflexión originada a       sías fuera desmontada en las Crónicas, al exponerla como
    partir de la muerte de Josías participa también Jere-      resultado de su propia desobediencia (2 Cr 35,21-22).
    mías: en Jer 22,10-12 (luego negado por 2 Cr 35,25)        Josías fue, como Ajab (1 Re 22,29-30), un rey que deso-
    invita a no llorar por Josías, sino por Salún, desterra-   yó la voz de Dios para no entrar en guerra. Se olvidó
    do a Egipto. Pero hay otros puntos de vista: el orácu-     toda posible muerte vicaria. Igualmente, para Jeremías
    lo de Julda ahorra a Josías presenciar personalmente       el periodo que siguió a la desaparición de Josías fue un
    la caída del reino, ya decretada (2 Re 22,20; cf.          tiempo negro (Jer 6; 26; 36), oscurecido por la sombra
    23,37). En resumen, la figura de Josías creó tradición     de Joaquín, a quien se le critica con palabras duras
    y constituye el antecedente histórico del “traspasado”     (Jer 22,13-19), para quien no se celebrarán funerales de
    de Zac 12,9–13,1 (=2 Cr 35,23; “llorado” en Jer 22,8       estado (22,18-19) y a quien se le niega descendencia
    y 2 Cr 35,24-25). “La muerte de Josías fue el primer       en el trono (36,30-31). Igualmente critica a Jeconías
    evento histórico de envergadura que sacudió seria-         (Jer 22,24-30), si bien en el texto actual hay trazos de
    mente la fe en que Yahvé sostendría eternamente a la       un proceso de dulcificación de la condena total que le
    dinastía davídica”, afirma un autor. Cuando, tras la       había anunciado Jeremías.
    catástrofe del 587-586, la dinastía davídica fue des-
    tronada y el pueblo llevado al exilio, esta idea siguió    No ocurre lo mismo con Ezequiel, en quien se descubre
    desarrollándose, superando los límites de un indivi-       una cierta benevolencia, al menos respecto a Jeconías.
    duo concreto hasta incluir la suerte del pueblo.           En efecto, el profeta en el c. 18 rechaza el dogma según
                                                               el cual el hijo debe pagar por los pecados de su padre
El hecho de que el cronista afirme que las lamentaciones       (cf. Ez 3,17-21; 33,2-32). El asunto se amplía hasta la
sobre la suerte de Josías se cantaban en el periodo persa,     tercera generación: el padre (Josías) era justo; el hijo
indica que Josías y Megiddo influyeron en las tradicio-        (Joaquín), un impío; y el nieto (Jeconías), el que se con-
nes posteriores. Ejemplo de ello es Zac 12,9–13,1. Tam-        vierte al Señor. En esta línea apologética de la Golah se
bién Is 53 está relacionado con la catástrofe de Megiddo,      pueden interpretar tanto Ez 17,22-24 (en donde, si te-

Pág. 10
nemos en cuenta los vv. 3-4, Jeconías es el “humillado       Isaías y confían en la inviolabilidad de Jerusalén han
que será exaltado” y Sedecías el “elevado que será abati-    traspasado el umbral del profetismo falso (Jer 28). La
do”) como Ez 21,30-31. Su defensa de la línea dinástica      salvación está en aceptar el plan de Dios, y éste pasa
en Jeconías creó la tradición que recibió el refrendo de     ahora por someterse a Nabucodonosor. Evidentemente,
los antiguos círculos judíos (Baruc 1,1-14).                 la discusión no se mantenía en meras palabras, y Jere-
                                                             mías fue acusado de alta traición política y religiosa
En resumen, con Josías –y con su muerte– no sólo se          (Jer 29,24ss).
refuerza la corriente mesiánica que unifica los reinos
bajo un nuevo David, sino que también se inicia la           Durante la primera deportación a Babilonia la cuestión
reconsideración del justo que muere por los pecadores.       se complica con lo que podemos denominar la polariza-
                                                             ción geográfica de la esperanza. ¿Está el futuro del pue-
                                                             blo en quienes han sido dejados en la tierra o en quienes
       4. La destrucción de Jerusalén,                       han sido llevados a Babilonia? Como hemos visto, Jeco-
                                                             nías resultó ser figura de contradicción, y para la co-
          el exilio actual y el futuro                       rriente deuteronomista su amnistía parece haber supues-
                  esperanzado                                to una ráfaga de aire fresco. Los desterrados confiaban en
                                                             que la obra de Yahvé se restaurara en el rey exiliado. Por



M
              OMENTO clave en el desarrollo de la            eso mantenían una cierta relación de autoridad con los
              ideología mesiánica lo constituyó la expe-     administradores de Jerusalén; se permitían presionar
              riencia del destierro. Y no sólo por lo que    desde Babilonia a los de Jerusalén (por cierto, la carta de
              supuso de destrucción, de crisis decisiva      Jer 29,24ss va dirigida a Sofonías, hijo de Masías el sa-
para la esperanza. Deseo subrayar el influjo que las dis-    cerdote, no a Sedecías, que era el rey puesto por Nabu-
cusiones típicas de la época sobre cómo interpretar la ac-   codonosor), para que tomara medidas contra Jeremías,
tuación del Señor y cómo delinear el futuro posible ejer-    porque desmoraliza al pueblo (Jer 29,28; cf. 38,4). Esta-
cieron en el desarrollo de la ideología mesiánica. Los       ban convencidos de que la salvación de Dios llegaría
momentos de grave crisis suelen acentuar el dolor con        pronto y consistiría en hacer volver a los desterrados. Sin
enconadas discusiones ideológicas o religiosas, con for-     embargo, Sedecías era quien en Jerusalén ostentaba el
mulaciones que nacen de la profunda raíz de la convic-       título de rey y era también descendiente de David. El
ción y tocan el corazón de la esperanza. Las discusiones     conflicto estaba servido. La figura de Jeremías constitu-
entre los partidarios de aliarse con Egipto o de someterse   yó para otros la clave de interpretación del momento
a Babilonia (denominación incorrecta, pero habitual) a       histórico. Pero los continuos y largos años de cárcel, la
partir de la muerte de Josías, reprodujeron la disputas      oposición generalizada, su liberación del pozo por
de los grupos que un siglo antes habían protagonizado        medio de un extranjero cuando la ciudad estaba sitiada,
quienes eran partidarios de hacer frente a los asirios y     su anuncio de conclusión para toda institución que pu-
quienes confiaban en que Dios defendía a Jerusalén (con      diera considerarse oficial –bien es verdad que formulada
la ayuda de Egipto). Pero no tocaban entonces la figura      con palabras de novedad: nueva alianza, nuevo pueblo,
de David, sino el concepto del reinado de Dios y su plan     etc.–, permitieron interpretar su figura como la de un
en la historia. Los tiempos han cambiado, de modo que        nuevo Moisés, manso, hito de una nueva etapa histórica.
la tradición de Jeremías no tiene empacho en afirmar         La teología del “resto”, iniciada por Isaías, había encon-
que quienes se mantienen en la tradición profética de        trado un nuevo caldo de cultivo, que le permitió desa-

                                                                                                                Pág. 11
rrollarse. La figura de Jeremías, tal y como aparece en su     cas de Isaías, el vidente del siglo VIII. El siervo fiel en Is
libro actual, abre nuevas líneas al desarrollo de la espe-     49,1-13 es el organizador real del nuevo éxodo a Jerusa-
ranza mesiánica, al transmitir una salvación paradójica        lén. Temas monárquicos que aparecen en los textos del
que pasa por la persecución, la lucha contra todos y con-      Siervo y de Ciro pueden ser: su carisma y lealtad, la tra-
tra Dios, el rechazo de los jefes y la identificación con el   dición de la guerra de Yahvé, la mentalidad panisraelita,
pueblo. A Jeremías le pasa lo que le tendría que suceder       el nuevo éxodo y la nueva alianza, la muerte vicaria, el
al pueblo: va a la cárcel cuando los babilonios están lejos    universalismo, la reconstrucción del templo y la relación
y sale libre (por cierto, liberado por un extranjero) cuan-    con la teología del Sal 89. Es relativamente fácil subra-
do los babilonios cercan Jerusalén (Jer 38). Su viaje          yar las características más importantes del Mesías (sier-
forzado a Egipto le une definitivamente con la desapari-       vo) en este profeta: el Señor elige a su ungido, que será
ción más absoluta de un pueblo privado de su templo,           leal y humilde, al que sostiene con misión universal,
de su rey, de su Dios (Jer 44), de su tierra y de su liber-    centrada en la preparación del nuevo éxodo, la organiza-
tad. Cuando en el 587 sucede la destrucción total y la         ción del culto en Jerusalén y la restauración del pueblo
deportación masiva a Babilonia, se acaba en parte la           en la justicia y el derecho.
discusión. Seguirán discutiendo sobre si la esperanza se
basa en el regreso de los deportados o en el crecimiento       La etapa histórica que arranca con Ciro constituye un
de los que quedaron en el país. Pero la esperanza no           nuevo impulso para la ideología mesiánica, aunque con
parece que pueda prescindir de la reinstauración de la         tonos absolutamente nuevos e inesperados. La puerta
dinastía de David                                              abierta al posible regreso desata una nueva ola de con-
                                                               tradicciones y confusión en la esperanza del pueblo. Para
                                                               unos, el emperador persa es el instrumento del que se
                 5. El postexilio:                             sirve el Señor para realizar una nueva liberación del
                                                               pueblo; para otros, samaritanos y habitantes de Jerusalén
           las dificultades del regreso                        incluidos, el título de “siervo” aplicado a Ciro tuvo que
                                                               sonar a escándalo de primera magnitud. Además, los



H
             AGO una breve referencia a esta época, que        advenedizos no suponían nada nuevo; habían sido ellos
             otros tratan con mayor profundidad, para          quienes con su constancia y su trabajo en tiempos de
             indicar el último paso histórico importante       escasez habían mantenido encendida la llama de la fe
             en el desarrollo de la ideología mesiánica.       auténtica en el Dios de Israel. Las discusiones en torno a
Figura profética de primera magnitud es en esta época el       la figura de Zorobabel, nieto de Jeconías, quedan sufi-
llamado segundo Isaías. Suele aceptarse que sus expecta-       cientemente atestiguadas en el texto bíblico. En todo
tivas no juegan un papel importante en el desarrollo del       caso, la esperanza de reinstauración del pueblo en la tierra
mesianismo. Sin embargo, debemos recordar que sí se            tiene que jugar con demasiadas incógnitas. ¿Es esencial la
reconocen en la figura del Siervo reminiscencias de la         dinastía davídica? Para algunos, sí; para otros, basta que
ideología monárquica. Parte importante de su mensaje           el pueblo vuelva a encontrar el arraigo en su tierra, la
es que el Señor va a suscitar a Ciro (Is 45,1 le denomina      paz y la prosperidad esenciales, la justicia en las relacio-
Mesías) para que haga posible el regreso del pueblo (Is        nes, para que el nuevo comienzo se realice. Tal vez, en
41,1-7.21-29; 44,24–45,7; 46,11; 48,11-16). Con todo,          muchas cabezas los antiguos conceptos se entremezclan
no existe la menor insinuación de que su objetivo fuera        con nuevas realidades. El sábado y el culto llegan poco a
probar que Ciro era el heredero de las promesas mesiáni-       poco a ser el signo de identidad de esta nueva realidad.

Pág. 12
Con Nehemías, y fundamentalmente con Esdras, la ley           de atención directa de los oráculos. Éstos, más bien,
empieza a ser el punto de referencia esencial del futuro.     citan la descendencia de David para subrayar la fideli-
Lo que llamamos relectura sacerdotal incluye la revisión      dad del Señor a su promesa o para describir la reposición
de la ideología mesiánica, dejando aparte la realidad físi-   del pueblo en coordenadas de paz, como fruto de su
ca de la dinastía davídica y convirtiéndola en referencia     responsabilidad ante el derecho y la justicia. Éstos son
tipológica de la tradición, mucho más ligada en la prác-      los criterios de la salvación. El templo, por su parte, ad-
tica con la unción sacerdotal. A falta de relevancia polí-    quiere un protagonismo casi exclusivo no sólo como
tica, todavía ansiada y practicada por algunos, toma          lugar de culto, sino como fuente de purificación y santi-
cuerpo el poder de la casta sacerdotal, suficientemente       ficación de la asamblea del Señor. El mismo Señor va
unida a la figura del rey ya en la antigüedad, como para      siendo reconocido más por su capacidad de organizar
que no despertara recelos de absoluta novedad. La religión    los acontecimientos históricos a favor del abatido, el
de Israel –para muchos– se espiritualiza, la ley del culto    sufriente o el exiliado que por sus victorias incontesta-
rige la vida cotidiana, y la historia habría sido diferente   bles en un campo de batalla. La misma figura del
si el pueblo la hubiera cumplido desde siempre.               Mesías carece del esplendor de la corte salomónica,
                                                              aunque goza de la protección divina para garantizar los
                                                              bienes de su pueblo y la paz. El horizonte universal
                   6. Conclusión                              prevé a las naciones acercándose a Jerusalén con sus
                                                              dones. En todo caso, la situación final no permite ima-


T
             ODAS las etapas históricas citadas han ido       ginar condiciones de correcta moralidad en el cum-
             configurando diversas maneras de enfocar la      plimiento de la ley; la lealtad del Señor y su poder difí-
             esperanza en la perdurabilidad de la salvación   cilmente se pueden formular con condiciones de buena
             divina a través de su ungido. Deseo subrayar     conducta. La salvación radica exclusivamente en la fi-
la existencia de una rama en este frondoso árbol que nos      delidad del Señor. Todo este conjunto de variantes
permita llegar al Nuevo Testamento no para negarle a          permite una visión polícroma de la salvación divina,
éste la novedad que aporta, sino para hacer comprensible
                                                              sustentada en su ungido.
la opción radical de los conceptos que utilizan para
formular la experiencia de sus autores junto a Jesús de
Nazaret. Si en los tiempos del Nuevo Testamento se            El mesianismo del AT no es simplemente la esperanza
hubiera entendido el concepto de mesianismo exclusiva-        de un rey victorioso y brillante que ejecuta los desig-
mente en las coordenadas político-religiosas que estaban      nios de un Dios guerrero. El rey ha vuelto a ceder el
en la base de algunas de las sublevaciones (Bar Kohba) o      protagonismo al reinado de Dios; su victoria pasa por
simplemente de los movimientos revolucionarios radica-        la muerte, la derrota aparente y la humildad en su per-
les (zelotas), los evangelistas habrían escogido otra cons-   sona; la justicia y la paz, tareas principales de un rey, se
telación conceptual para transmitir su experiencia. Elena     transforman en defensa del humilde y del pobre; la vi-
Miralles, en su artículo de este número, confirma nuestra     sión nacionalista deja paso a otra universalista (Abd 21;
apreciación.                                                  Zac 14,9), y, si en algún momento el culto justo se con-
                                                              vierte en garante de prosperidad, el fundamento de la
Del acercamiento a las épocas y textos que hemos ido          esperanza es la lealtad del Señor a su palabra dada en la
señalando, ¿qué sedimento se recoge? En primer lugar,         historia. Al menos, esta rama forma parte del gran árbol
la monarquía en cuanto tal ha ido dejando de ser el centro    del mesianismo bíblico.

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Mesianismo en la biblia

  • 1. Editorial No siempre se ha esperado la venida de un Mesías, aunque casi siempre se ha tenido que esperar de Dios la salvación. Todos los pueblos han tenido que preguntarse cómo les salva su Dios. Las imágenes que se forjaban de esa salvación han estado necesariamente con- dicionadas por las características socio-políticas ambientales: en momentos de guerra, la salvación tiene que imaginarse como victoria, en la opresión como liberación, en la vida ordinaria toma la forma de fecundidad y fertilidad, etc. Es difícil imaginar alguna excepción a esta regla. Pues bien, el concepto de mesianismo va unido a esta experiencia general de los pueblos. Cuando hablamos de mesianismo en relación con la Biblia tenemos que aclarar algún punto que no resulta evidente en nuestros días. Mesianismo en el ámbito bíblico hace referencia a un término técnico, Masiaj, que podemos traducir por “Mesías”, “ungido”, “Cristo”, en torno al cual se condensa la esperanza de salvación divina. Es curioso notar la diferente carga semántica de cada término. De “ungido” no ha derivado ningún otro con- cepto en castellano, pero es innegable que los derivados de los otros términos (“cristianis- mo” y “mesianismo”) resultan bien distintos. Sin embargo, son vocablos con un proceso etimológico similar, aunque con idioma diferente en el punto de partida: el griego “Cristo” para uno y el hebreo “Mesías” para el otro. En sentido sociológico, hoy en día un movimiento mesiánico, según un autor, “traduce una agitación colectiva que cuenta con la acción de un hombre o, mejor, de un superhombre, capaz de liberar a su grupo de las leyes que pesan sobre él y capaz, asimismo, de modificar radicalmente las condiciones de vida”. Evidentemente, no definiríamos de igual manera el “cristianismo”. En castellano podemos hacer otra comprobación de la diferente connotación semántica de unos vocablos que, en teoría, son una traducción del mismo término hebreo. Nos bastará con desdoblar los componentes del término “Jesu-cristo”; no ha sido pequeño el desconcierto producido por una traducción bíblica que tradujo “Jesús, el Mesías”. Nadie negará que el concepto “Mesías” ha sufrido su propia evolución semántica. Solemos hablar hoy de figuras mesiá- nicas o grupos mesiánicos, incluso de actitudes mesiánicas, refiriéndonos a realidades Pág. 2
  • 2. muy distintas. Podemos intuir diversos puntos de desarrollo según la importancia que en cada momento se atribuya a distintas “unciones” o consagraciones (al rey, al sacerdote, etc.) o según la tonalidad que presenten las cristalizaciones de la esperanza por su relación más o menos intensa respecto a la vida política nacional, a la actividad bélica, a la implica- ción de los otros pueblos y a la proximidad o lejanía de la fecha prevista para su realización La exégesis veterotestamentaria sobre el profetismo ha estado históricamente sometida a una polarización. Una etapa ini- cial, fundamentalmente teológica, presuponía la condición mesiánica de todo el Antiguo Testamento (AT) o, mejor dicho, su carácter anticipatorio respecto al Nuevo (NT), en el que se exponía la venida del Mesías. En la etapa crítica se ha llegado a poner en duda la existencia –o al menos la rele- vancia– en el AT de un mesianismo escatológico en sentido estricto, subrayando que los textos más significativos sim- plemente hacían referencia a sucesos históricos, cuyo sentido salvífico pretendían aclarar. En el espacio intermedio se mueven la mayoría de las aportaciones actuales. José María Ábrego de Lacy Pág. 3
  • 4. El concepto de mesianismo no surgió por generación espontánea, ni nació adulto. Basado en la comprensión salvífica de la dinastía de David, fue desarro- llándose en la historia hasta llegar a MESIANISMO: completar un sistema ideológico de formulación de la esperanza. Seguir sus ORÍGENES Y inestables pasos a través de los aconte- cimientos históricos, tal y como se refle- DESARROLLO jan en los textos proféticos hasta el exilio, es el intento de este trabajo. José María Ábrego de Lacy Pág. 5
  • 5. F UE mi primera intención presentar a los lecto- “apocalíptica”. Es evidente que todas ellas han dejado res cómo se trasluce la ideología mesiánica en sus huellas en el proceso redaccional de los textos. los textos de los profetas, tanto anteriores (Sa- muel, Reyes...) como posteriores (los nombres conocidos de Amós, Oseas, Isaías, Jeremías, etc.). He 1. La monarquía de David acabado escribiendo sobre el origen de esta mentalidad y como institución salvífica sobre su desarrollo conceptual a través de las etapas his- tóricas del pueblo hebreo. La razón principal ha sido el S E suele comenzar el estudio sobre el mesianismo hecho de que un sistema de pensamiento coherente que analizando el concepto de monarquía en el pue- pudiera caber bajo el paraguas del mesianismo no es vi- blo del Antiguo Testamento: sus ritos de entro- sible hasta la época del destierro, y otros autores van a nización, su comprensión de la relación entre el presentar los textos con precisión. Prefiero ofrecer el rey y su Dios, el modo como Dios salva a su pueblo a marco teológico (e histórico) en el que los textos han través del rey. Por supuesto, se investiga el origen de su visto la luz y, por lo tanto, ofrecer una clave hermenéuti- concepción y la especificidad de la mentalidad israelita. ca válida para su interpretación. Este punto puede resumirse en la afirmación de que el rey no era un dios, ni descendía directamente de la divi- Otra puntualización previa que será fácilmente acepta- nidad, y de que en su concepción de la monarquía los ble por todos: la evolución conceptual no ocurre en la hebreos no fueron absolutamente originales: pudieron historia de forma lineal y continua. Nunca ha evolucio- influir los modelos egipcios y mesopotámicos, pero cier- nado un concepto en una cultura de forma homogénea y tamente influyeron los cananeos. En todo caso, el esta- a la vez. Siempre han tenido que convivir actitudes e blecimiento de la monarquía en Israel supuso la victoria ideologías contrapuestas en la historia de todos los pue- de una mentalidad nueva sobre el tribalismo anterior, en blos, también en el judío. Ejemplos bíblicos no faltan el que ocupaba un lugar destacado el santuario de Si- para ilustrar tal afirmación: sabemos que la monarquía quem. Esto conllevó necesariamente una nueva concep- de Israel tuvo sus resistencias, aunque acabara siendo ción sobre el modo de salvar de Dios. La idea de Yahvé aceptada; David contó con notables detractores al tiem- como Rey, así como la tradición de la guerra santa, tal y po que otros lo veían como la salvación de Dios; la espe- como aparecen en Éx 15 y en Jue 5, sufrieron un ranza de renovación de la “casa de David” fue contempo- cambio, al realizarse a través de la mediación del rey; a ránea con su juicio implacable; produjo un escándalo a él le toca garantizar la justicia (en el interior del reino) y los fervientes seguidores de la dinastía el escuchar a la paz (en las fronteras exteriores) de Yahvé. Aunque otros que Ciro era el siervo elegido por Dios; Zorobabel Wellhausen afirma que el concepto de Yahvé-rey tuvo sus oponentes, etc. No es correcto pretender redu- proviene del culto postexílico, Miller defiende su exis- cir a un único sistema interpretativo la riqueza de mati- tencia ya en época premonárquica. Me parece más senci- ces que han tenido que convivir en una etapa histórica llo admitirlo así. determinada. Son muchos los acentos culturales que in- fluyen en el perfil de una esperanza. Coppens defiende Los exégetas coinciden en señalar la resistencia que en- que en la sociedad hebrea del postexilio han coexistido contró el establecimiento de la monarquía en la persona cuatro corrientes respecto al mesianismo, que me atrevo de Saúl (véase su reflejo en 1 Sm 8-12). También es ma- a denominar “nacionalista”, “individual”, “teocrática” y teria de consenso que desde muy pronto –ya en época de Pág. 6
  • 6. David– fue ampliamente compartida la idea de que Dios cia la aparición de un nuevo David. Es el texto-base que la consideraba una institución salvífica. Que Dios estaba ha propiciado el necesario trasfondo ideológico para las con David y le había otorgado el reino lo reconocen, doctrinas mesiánicas futuras. además del propio Saúl (1 Sm 18,28; 24,21), Jonatán (1 Sm 20,13.15-16; 23,17), Abigail (1 Sm 25,28), la nigromante (1 Sm 28,17), Abner, general de Saúl 2. La crisis asiria (2 Sm 3,9-10), y Natán, entre otros; su propia tropa L sabe que el Señor castigará a sus enemigos (1 Sm 24,5), A presión ejercida por el imperio asirio en el le alaban las masas cantando “Saúl mató a mil, David a siglo VIII constituyó, sin duda, un (primer) diez mil” (1 Sm 18,7; 21,12). No cabe decir lo mismo momento de crisis para esta creencia. No quedan de la dinastía de Saúl. Es verdad que el propio David huellas de que la separación de las tribus del (cuando rechaza poner su mano sobre él o castiga a quie- Norte (el cisma) hubiera supuesto una conmoción simi- nes le dan muerte) y Samuel indirectamente (1 Sm 12,3, lar. Se echó la culpa al despotismo de Salomón, pero no texto Dt) se refieren a él como el “ungido”. Pero nada se conmovieron los cimientos de la dinastía. Tal vez, la hace suponer que la figura de Saúl fuera considerada forma condicional del oráculo de Natán (2 Sm 7,14-15) como mediación de la salvación divina. Sin embargo, sirvió de antídoto. Tampoco la desaparición de la dinas- con David la monarquía adquirió características de in- tía de David en el Reino del Norte (Israel), en épocas tan tervención específica de Yahvé en favor de su pueblo. La antiguas como la conspiración de Basá contra el hijo de perdurabilidad en Judá de la dinastía davídica, con la Jeroboán, Nadab, el año 909 (1 Re 15,27), supuso nin- breve excepción de Atalía, supuso un afianzamiento de gún problema para los israelitas. Sin embargo, la presión su acepción salvífica, formulada como promesa divina asiria, particularmente algunos hechos derivados, como (condicional o incondicional). Sólo las crisis históricas de la guerra siro-efraimita o el peligro de la dinastía daví- la dinastía conmovieron esta creencia. dica con el hijo de Tabeel, sí supuso un hito histórico en el desarrollo del concepto de mesianismo en el Reino del El fenómeno “David” supone algo más que el asenta- Sur (Judá). Isaías asegura que, en los planes de Dios, miento de la ideología monárquica, presente ya en los Jerusalén es la capital de Judá y que la casa de David es Salmos 2 y 110 (con paralelos en 2 Re 11 y Sal 132) o la elegida para reinar en ella (en la lógica de Is 7,7-8). en el Sal 72, enraizado en los ritos de coronación. En Las naciones extranjeras empiezan a jugar un papel im- ellos emergen ya los conceptos de “justicia”, “derecho” y portante en el perfil del mesianismo como instrumentos “paz”, importantes en los textos mesiánicos de los libros del castigo divino, si bien con el límite de la seguridad proféticos (Is 9,5-6; 11,1-9; Jer 23,5-6). El rey davídico de Jerusalén, como lugar elegido por Yahvé para que ha- gobierna desde Sión y allí disfruta del apoyo y la protec- bite su nombre. La necesidad de optar por la protección ción divina (Sal 2,6; 20,3.7-9; 21; 110,1-3). Todo se ex- de Asiria o de Egipto hace tambalearse la fe en la pro- plica como referencia al hecho de que David había con- tección divina. La caída definitiva del reino de Israel, in- quistado Jerusalén y había establecido en ella un nuevo terpretada a la luz de la predicación anterior de Elías, centro político y religioso al introducir el arca de Dios permite al concepto de mesianismo desarrollarse en la (2 Sm 5-7; Sal 132). El oráculo de Natán (2 Sm 7) es la línea del castigo al sincretismo religioso y en el afianza- cumbre del compromiso divino con David y columna miento de la dinastía davídica (en Judá). Las tradiciones vertebral de las esperanzas mesiánicas en el AT, a partir sobre la inviolabilidad de Sión ayudaron. Según Laato, del cual se ha generado el desarrollo profético que anun- “el declinar político condujo a la idealización del impe- Pág. 7
  • 7. rio davídico y éste llevó subsecuentemente al floreci- de Asiria le permitió iniciar, en el año 18º de su miento de esperanzas religiosas y políticas de que un largo reinado, una reforma de enorme trascendencia nuevo rey, como David, vendría a restablecer el gran im- en el desarrollo de la literatura bíblica. El reinado perio en Palestina”. Desde los tiempos de Omrí crecía de Josías coincide con un movimiento generalizado en el norte una corriente panisraelita, conectada con los de “vuelta a los orígenes”. La labor de Assurbanipal movimientos independentistas habituales durante los y la de la dinastía XXVI, fundada por Psammético, siglos IX y VII. Tanto la historia de Abraham como el pueden ser ejemplos clásicos que suceden en cultu- Salmo 132, ambos relacionados con tradiciones del ras tan distintas como la mesopotámica o la egipcia. norte, pueden interpretarse como intentos de legitimar La misma corriente actuó en Judá, y signo de ella un reino panisraelita. Omrí y David son fundadores de fue la reforma deuteronómica, que comienza con la dinastías que habían cooperado durante el siglo IX. solemne publicación (en el sentido de hacer público) También la tradición de David era una realidad político- del libro del Deuteronomio, supuestamente encon- religiosa en Judá (y en Israel) durante el siglo VIII. En trado en el templo en el transcurso de unas obras, ya este cambio de mentalidad se mueven los profetas Isaías ellas mismas fruto del deseo de recuperar la limpie- y Miqueas, con acentos específicos cada uno. za original del mismo. Es decir, conocemos un mo- vimiento que pretende repensar la historia y se pre- Todo ello permite suponer que las expectativas mesiáni- gunta por el significado original de las instituciones cas jugaron un importante papel en Judá. En primer salvíficas, monarquía incluida. Supone el aval reli- lugar, se idealizó el tiempo de David y de Salomón como gioso de otros acontecimientos políticos que contri- la edad de oro de la monarquía querida por el Señor. Por buyen a reforzar la figura de David. En tiempos de otra parte, todos los libros relacionados con el siglo VIII David, la conquista de Jerusalén había supuesto una contienen textos que dibujan el ideal futuro del rey da- victoria de la ideología religiosa de oposición al vídico. La dinastía de Omrí había despertado los rescol- culto de Betel; con Josías se repite esa victoria y se dos de cierta ideología panisraelita reunificadora. decreta la unicidad y exclusividad del culto yahvista en Jerusalén. La reconstrucción política de la unidad territorial, que en tiempos de Josías alcanza las 3. La figura de Josías (640-609) fronteras que sólo con David se habían conseguido, refuerza su paralelismo. Es decir, en este tiempo la y la reforma deuteronómica (622) figura de David se convirtió en símbolo importante, si antes no lo había sido. Lo específico del momento A L final del siglo VII se produce un avance es que, si Von Rad tiene razón al defender el anclaje muy importante en la ideología mesiánica. ideológico de la reforma deuteronómica en las tradi- Para explicarlo, voy a dividirlo en dos partes: ciones religiosas israelitas sobre los orígenes (éxodo, la figura de Josías en el desarrollo de su reina- alianza, liberación, tierra, etc.), en tiempos de Josías do y el impacto producido por su inesperada muerte. ocurre simultáneamente un subrayado de la dinastía davídica. Josías fue comprendido como el “David a) Josías impulsó la esperanza de la reunificación del redivivo”. En su intento por reconstruir el imperio único reino davídico. Su reinado tuvo un desarrollo davídico, se basó en las tradiciones positivas sobre que se presta a discusión entre los historiadores, David que se habían utilizado en la historia deute- pero no cabe duda de que la debilidad momentánea ronómica y se convirtió en un “David redivivo”. In- Pág. 8
  • 8. tegró, así, las antiguas tradiciones del Éxodo y del b) Pero el reinado de Josías tuvo un final inesperado. Sinaí con el cuadro positivo de David y su legitimi- Su muerte en Megiddo el año 609 produjo un fuerte dad. A esta luz se reinterpretaron los oráculos de los impacto, también religioso. Todo parecía tambalear- profetas del siglo VIII (Amós, Oseas, Isaías o Mi- se, incluida la promesa del Señor a David. Si, según queas) en línea de un futuro panisraelita bajo un la tradición deuteronómica, Dios estaba a favor de único jefe, en un ámbito de paz, justicia y libertad, un rey tan bueno como Josías, imagen fiel del rey bajo un David que enraíza la estirpe en la tierra. A (Dt 14–20), ¿cómo se explica su muerte? Hubo que esta época se suele asignar también la proclamación buscar razones que explicaran tal descalabro. Los del núcleo original de Jer 30-31, que va en la círculos deuteronómicos lo interpretaron como un misma línea. castigo por el reinado de Manasés. Otros lo intenta- Pág. 9
  • 9. ron explicar subrayando la inocencia de Josías y afir- en cuanto que tiene parecidos formales con una lamenta- mando que murió “por los pecados del pueblo” (2 ción, aunque al revés. En efecto, una lamentación suele Re 23,6-7). Los Salmos 8 y 89 pueden leerse a esta tener una eulogía acentuada del difunto (el siervo, “sin luz: Josías gobernó en paz (8,23-24) sobre un gran rostro ni apariencia”); es como un panegírico del perso- territorio (8,26) y actuó con justicia (8,31-38). Su naje, en el cual se destaca su importancia en la sociedad muerte le convirtió en el tipo del (David) Justo, re- (el siervo “despreciado, sin atención”); se alaba su heroi- chazado por el Señor, para preparar la deportación cidad y coraje (el siervo “como cordero al matadero”); es del pueblo al exilio. Si esto es así, la catástrofe de esencial un funeral solemne (no para el siervo, “con los Megiddo suponía para el deuteronomista el colapso malvados”). La muerte de Josías, duro golpe para los de la dinastía davídica y se abría la puerta que per- círculos deuteronómicos, formaría un trasfondo históri- mite penetrar en el concepto de “muerte vicaria”, co-tradicional homogéneo para la magnitud del dolor desarrollado más tarde en la figura del “siervo” por reflejado en Is 53. el segundo Isaías. Éste es un pensamiento totalmen- te nuevo, pero de indudable repercusión para el de- Evidentemente, la evolución no fue lineal, unívoca y sarrollo posterior de una idea mesiánica ciertamente continua, sino que convive con ideas contrarias. Así se minoritaria, pero que sirvió de base para el NT. Más explica que la interpretación vicaria de la muerte de Jo- tarde volveremos a ella. En la reflexión originada a sías fuera desmontada en las Crónicas, al exponerla como partir de la muerte de Josías participa también Jere- resultado de su propia desobediencia (2 Cr 35,21-22). mías: en Jer 22,10-12 (luego negado por 2 Cr 35,25) Josías fue, como Ajab (1 Re 22,29-30), un rey que deso- invita a no llorar por Josías, sino por Salún, desterra- yó la voz de Dios para no entrar en guerra. Se olvidó do a Egipto. Pero hay otros puntos de vista: el orácu- toda posible muerte vicaria. Igualmente, para Jeremías lo de Julda ahorra a Josías presenciar personalmente el periodo que siguió a la desaparición de Josías fue un la caída del reino, ya decretada (2 Re 22,20; cf. tiempo negro (Jer 6; 26; 36), oscurecido por la sombra 23,37). En resumen, la figura de Josías creó tradición de Joaquín, a quien se le critica con palabras duras y constituye el antecedente histórico del “traspasado” (Jer 22,13-19), para quien no se celebrarán funerales de de Zac 12,9–13,1 (=2 Cr 35,23; “llorado” en Jer 22,8 estado (22,18-19) y a quien se le niega descendencia y 2 Cr 35,24-25). “La muerte de Josías fue el primer en el trono (36,30-31). Igualmente critica a Jeconías evento histórico de envergadura que sacudió seria- (Jer 22,24-30), si bien en el texto actual hay trazos de mente la fe en que Yahvé sostendría eternamente a la un proceso de dulcificación de la condena total que le dinastía davídica”, afirma un autor. Cuando, tras la había anunciado Jeremías. catástrofe del 587-586, la dinastía davídica fue des- tronada y el pueblo llevado al exilio, esta idea siguió No ocurre lo mismo con Ezequiel, en quien se descubre desarrollándose, superando los límites de un indivi- una cierta benevolencia, al menos respecto a Jeconías. duo concreto hasta incluir la suerte del pueblo. En efecto, el profeta en el c. 18 rechaza el dogma según el cual el hijo debe pagar por los pecados de su padre El hecho de que el cronista afirme que las lamentaciones (cf. Ez 3,17-21; 33,2-32). El asunto se amplía hasta la sobre la suerte de Josías se cantaban en el periodo persa, tercera generación: el padre (Josías) era justo; el hijo indica que Josías y Megiddo influyeron en las tradicio- (Joaquín), un impío; y el nieto (Jeconías), el que se con- nes posteriores. Ejemplo de ello es Zac 12,9–13,1. Tam- vierte al Señor. En esta línea apologética de la Golah se bién Is 53 está relacionado con la catástrofe de Megiddo, pueden interpretar tanto Ez 17,22-24 (en donde, si te- Pág. 10
  • 10. nemos en cuenta los vv. 3-4, Jeconías es el “humillado Isaías y confían en la inviolabilidad de Jerusalén han que será exaltado” y Sedecías el “elevado que será abati- traspasado el umbral del profetismo falso (Jer 28). La do”) como Ez 21,30-31. Su defensa de la línea dinástica salvación está en aceptar el plan de Dios, y éste pasa en Jeconías creó la tradición que recibió el refrendo de ahora por someterse a Nabucodonosor. Evidentemente, los antiguos círculos judíos (Baruc 1,1-14). la discusión no se mantenía en meras palabras, y Jere- mías fue acusado de alta traición política y religiosa En resumen, con Josías –y con su muerte– no sólo se (Jer 29,24ss). refuerza la corriente mesiánica que unifica los reinos bajo un nuevo David, sino que también se inicia la Durante la primera deportación a Babilonia la cuestión reconsideración del justo que muere por los pecadores. se complica con lo que podemos denominar la polariza- ción geográfica de la esperanza. ¿Está el futuro del pue- blo en quienes han sido dejados en la tierra o en quienes 4. La destrucción de Jerusalén, han sido llevados a Babilonia? Como hemos visto, Jeco- nías resultó ser figura de contradicción, y para la co- el exilio actual y el futuro rriente deuteronomista su amnistía parece haber supues- esperanzado to una ráfaga de aire fresco. Los desterrados confiaban en que la obra de Yahvé se restaurara en el rey exiliado. Por M OMENTO clave en el desarrollo de la eso mantenían una cierta relación de autoridad con los ideología mesiánica lo constituyó la expe- administradores de Jerusalén; se permitían presionar riencia del destierro. Y no sólo por lo que desde Babilonia a los de Jerusalén (por cierto, la carta de supuso de destrucción, de crisis decisiva Jer 29,24ss va dirigida a Sofonías, hijo de Masías el sa- para la esperanza. Deseo subrayar el influjo que las dis- cerdote, no a Sedecías, que era el rey puesto por Nabu- cusiones típicas de la época sobre cómo interpretar la ac- codonosor), para que tomara medidas contra Jeremías, tuación del Señor y cómo delinear el futuro posible ejer- porque desmoraliza al pueblo (Jer 29,28; cf. 38,4). Esta- cieron en el desarrollo de la ideología mesiánica. Los ban convencidos de que la salvación de Dios llegaría momentos de grave crisis suelen acentuar el dolor con pronto y consistiría en hacer volver a los desterrados. Sin enconadas discusiones ideológicas o religiosas, con for- embargo, Sedecías era quien en Jerusalén ostentaba el mulaciones que nacen de la profunda raíz de la convic- título de rey y era también descendiente de David. El ción y tocan el corazón de la esperanza. Las discusiones conflicto estaba servido. La figura de Jeremías constitu- entre los partidarios de aliarse con Egipto o de someterse yó para otros la clave de interpretación del momento a Babilonia (denominación incorrecta, pero habitual) a histórico. Pero los continuos y largos años de cárcel, la partir de la muerte de Josías, reprodujeron la disputas oposición generalizada, su liberación del pozo por de los grupos que un siglo antes habían protagonizado medio de un extranjero cuando la ciudad estaba sitiada, quienes eran partidarios de hacer frente a los asirios y su anuncio de conclusión para toda institución que pu- quienes confiaban en que Dios defendía a Jerusalén (con diera considerarse oficial –bien es verdad que formulada la ayuda de Egipto). Pero no tocaban entonces la figura con palabras de novedad: nueva alianza, nuevo pueblo, de David, sino el concepto del reinado de Dios y su plan etc.–, permitieron interpretar su figura como la de un en la historia. Los tiempos han cambiado, de modo que nuevo Moisés, manso, hito de una nueva etapa histórica. la tradición de Jeremías no tiene empacho en afirmar La teología del “resto”, iniciada por Isaías, había encon- que quienes se mantienen en la tradición profética de trado un nuevo caldo de cultivo, que le permitió desa- Pág. 11
  • 11. rrollarse. La figura de Jeremías, tal y como aparece en su cas de Isaías, el vidente del siglo VIII. El siervo fiel en Is libro actual, abre nuevas líneas al desarrollo de la espe- 49,1-13 es el organizador real del nuevo éxodo a Jerusa- ranza mesiánica, al transmitir una salvación paradójica lén. Temas monárquicos que aparecen en los textos del que pasa por la persecución, la lucha contra todos y con- Siervo y de Ciro pueden ser: su carisma y lealtad, la tra- tra Dios, el rechazo de los jefes y la identificación con el dición de la guerra de Yahvé, la mentalidad panisraelita, pueblo. A Jeremías le pasa lo que le tendría que suceder el nuevo éxodo y la nueva alianza, la muerte vicaria, el al pueblo: va a la cárcel cuando los babilonios están lejos universalismo, la reconstrucción del templo y la relación y sale libre (por cierto, liberado por un extranjero) cuan- con la teología del Sal 89. Es relativamente fácil subra- do los babilonios cercan Jerusalén (Jer 38). Su viaje yar las características más importantes del Mesías (sier- forzado a Egipto le une definitivamente con la desapari- vo) en este profeta: el Señor elige a su ungido, que será ción más absoluta de un pueblo privado de su templo, leal y humilde, al que sostiene con misión universal, de su rey, de su Dios (Jer 44), de su tierra y de su liber- centrada en la preparación del nuevo éxodo, la organiza- tad. Cuando en el 587 sucede la destrucción total y la ción del culto en Jerusalén y la restauración del pueblo deportación masiva a Babilonia, se acaba en parte la en la justicia y el derecho. discusión. Seguirán discutiendo sobre si la esperanza se basa en el regreso de los deportados o en el crecimiento La etapa histórica que arranca con Ciro constituye un de los que quedaron en el país. Pero la esperanza no nuevo impulso para la ideología mesiánica, aunque con parece que pueda prescindir de la reinstauración de la tonos absolutamente nuevos e inesperados. La puerta dinastía de David abierta al posible regreso desata una nueva ola de con- tradicciones y confusión en la esperanza del pueblo. Para unos, el emperador persa es el instrumento del que se 5. El postexilio: sirve el Señor para realizar una nueva liberación del pueblo; para otros, samaritanos y habitantes de Jerusalén las dificultades del regreso incluidos, el título de “siervo” aplicado a Ciro tuvo que sonar a escándalo de primera magnitud. Además, los H AGO una breve referencia a esta época, que advenedizos no suponían nada nuevo; habían sido ellos otros tratan con mayor profundidad, para quienes con su constancia y su trabajo en tiempos de indicar el último paso histórico importante escasez habían mantenido encendida la llama de la fe en el desarrollo de la ideología mesiánica. auténtica en el Dios de Israel. Las discusiones en torno a Figura profética de primera magnitud es en esta época el la figura de Zorobabel, nieto de Jeconías, quedan sufi- llamado segundo Isaías. Suele aceptarse que sus expecta- cientemente atestiguadas en el texto bíblico. En todo tivas no juegan un papel importante en el desarrollo del caso, la esperanza de reinstauración del pueblo en la tierra mesianismo. Sin embargo, debemos recordar que sí se tiene que jugar con demasiadas incógnitas. ¿Es esencial la reconocen en la figura del Siervo reminiscencias de la dinastía davídica? Para algunos, sí; para otros, basta que ideología monárquica. Parte importante de su mensaje el pueblo vuelva a encontrar el arraigo en su tierra, la es que el Señor va a suscitar a Ciro (Is 45,1 le denomina paz y la prosperidad esenciales, la justicia en las relacio- Mesías) para que haga posible el regreso del pueblo (Is nes, para que el nuevo comienzo se realice. Tal vez, en 41,1-7.21-29; 44,24–45,7; 46,11; 48,11-16). Con todo, muchas cabezas los antiguos conceptos se entremezclan no existe la menor insinuación de que su objetivo fuera con nuevas realidades. El sábado y el culto llegan poco a probar que Ciro era el heredero de las promesas mesiáni- poco a ser el signo de identidad de esta nueva realidad. Pág. 12
  • 12. Con Nehemías, y fundamentalmente con Esdras, la ley de atención directa de los oráculos. Éstos, más bien, empieza a ser el punto de referencia esencial del futuro. citan la descendencia de David para subrayar la fideli- Lo que llamamos relectura sacerdotal incluye la revisión dad del Señor a su promesa o para describir la reposición de la ideología mesiánica, dejando aparte la realidad físi- del pueblo en coordenadas de paz, como fruto de su ca de la dinastía davídica y convirtiéndola en referencia responsabilidad ante el derecho y la justicia. Éstos son tipológica de la tradición, mucho más ligada en la prác- los criterios de la salvación. El templo, por su parte, ad- tica con la unción sacerdotal. A falta de relevancia polí- quiere un protagonismo casi exclusivo no sólo como tica, todavía ansiada y practicada por algunos, toma lugar de culto, sino como fuente de purificación y santi- cuerpo el poder de la casta sacerdotal, suficientemente ficación de la asamblea del Señor. El mismo Señor va unida a la figura del rey ya en la antigüedad, como para siendo reconocido más por su capacidad de organizar que no despertara recelos de absoluta novedad. La religión los acontecimientos históricos a favor del abatido, el de Israel –para muchos– se espiritualiza, la ley del culto sufriente o el exiliado que por sus victorias incontesta- rige la vida cotidiana, y la historia habría sido diferente bles en un campo de batalla. La misma figura del si el pueblo la hubiera cumplido desde siempre. Mesías carece del esplendor de la corte salomónica, aunque goza de la protección divina para garantizar los bienes de su pueblo y la paz. El horizonte universal 6. Conclusión prevé a las naciones acercándose a Jerusalén con sus dones. En todo caso, la situación final no permite ima- T ODAS las etapas históricas citadas han ido ginar condiciones de correcta moralidad en el cum- configurando diversas maneras de enfocar la plimiento de la ley; la lealtad del Señor y su poder difí- esperanza en la perdurabilidad de la salvación cilmente se pueden formular con condiciones de buena divina a través de su ungido. Deseo subrayar conducta. La salvación radica exclusivamente en la fi- la existencia de una rama en este frondoso árbol que nos delidad del Señor. Todo este conjunto de variantes permita llegar al Nuevo Testamento no para negarle a permite una visión polícroma de la salvación divina, éste la novedad que aporta, sino para hacer comprensible sustentada en su ungido. la opción radical de los conceptos que utilizan para formular la experiencia de sus autores junto a Jesús de Nazaret. Si en los tiempos del Nuevo Testamento se El mesianismo del AT no es simplemente la esperanza hubiera entendido el concepto de mesianismo exclusiva- de un rey victorioso y brillante que ejecuta los desig- mente en las coordenadas político-religiosas que estaban nios de un Dios guerrero. El rey ha vuelto a ceder el en la base de algunas de las sublevaciones (Bar Kohba) o protagonismo al reinado de Dios; su victoria pasa por simplemente de los movimientos revolucionarios radica- la muerte, la derrota aparente y la humildad en su per- les (zelotas), los evangelistas habrían escogido otra cons- sona; la justicia y la paz, tareas principales de un rey, se telación conceptual para transmitir su experiencia. Elena transforman en defensa del humilde y del pobre; la vi- Miralles, en su artículo de este número, confirma nuestra sión nacionalista deja paso a otra universalista (Abd 21; apreciación. Zac 14,9), y, si en algún momento el culto justo se con- vierte en garante de prosperidad, el fundamento de la Del acercamiento a las épocas y textos que hemos ido esperanza es la lealtad del Señor a su palabra dada en la señalando, ¿qué sedimento se recoge? En primer lugar, historia. Al menos, esta rama forma parte del gran árbol la monarquía en cuanto tal ha ido dejando de ser el centro del mesianismo bíblico. Pág. 14