Los apellidos españoles se remontan al año 1000 d.C. y surgieron después de la Reconquista para identificar a las familias. Los apellidos patronímicos derivan de nombres propios de antepasados destacados, mientras que los topónimos se basan en el lugar de origen. También existen apellidos derivados de oficios, apodos y rasgos físicos de antepasados notables.