1. Sacerdotes y laicos –
unidos por la misión
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2. Sacerdotes y laicos -
Una propuesta de la
Unidos por la misión Delegación de
Apostolado Seglar
en el Año Sacerdotal
3. Sacerdotes y laicos
–
unidos por la
misión
Una propuesta
de la Delegación de Apostolado Seglar
en el Año Sacerdotal 2009-2010
5. Al proponer a todos los sacerdotes el modelo
de san Juan María Vianney, el Papa evoca el
hecho de que ya entonces el santo cura de
Ars llamaba a los laicos a colaborar con él y
comenta:
“Su ejemplo me lleva a poner de relieve los ámbitos
de colaboración en los que se debe dar cada vez
más cabida a los laicos, con los que los presbíteros
forman un único pueblo sacerdotal”.
6. Y más adelante añade:
En este contexto,
hay que tener en cuenta
la encarecida
recomendación
del Concilio
Vaticano II
a los presbíteros
de “reconocer
sinceramente
y promover
la dignidad
de los laicos y la función que tienen
como propia en la misión de la Iglesia …
7. “Deben
escuchar
de buena gana
a los laicos,
teniendo
fraternalmente
en cuenta
sus deseos
y reconociendo
su experiencia
y competencia
en los diversos campos de la actividad humana,
para poder junto con ellos reconocer los signos
de los tiempos”
8. Secundando esta iniciativa del Papa, la Delegación Diocesana de Apostolado
Seglar
propone a todos, sacerdotes y laicos, una actividad de formación en común,
consistente en reflexionar acerca de nuestras relaciones mutuas, buscando cómo
mejorarlas
en favor de la misión eclesial que a todos nos encomienda el mismo C risto.
9. reflexionar
acerca de nuestras relaciones mutuas,
buscando cómo mejorarlas
en favor de la misión eclesial
que a todos nos encomienda el mismo Cristo.
10. Escuchar y aplicar la
doctrina de la Iglesia
sobre este aspecto de las
relaciones entre laicos y
sacerdotes, en comunión
y complementariedad
dentro del único Pueblo
de Dios, puede ser una
forma muy provechosa de
vivir este Año Sacerdotal.
11. ¿Qué mejor fruto de renovación
en la vida de un sacerdote,
que optimizar su trato y
colaboración estrecha, cordial y
evangélica con la comunidad
12. ¿Qué mejor fruto de renovación del propio
sacerdocio que dinamizarlo en comunión
real
con sus hermanos y hermanas laicos,
con los que comparte la misión
13. A primera vista,
cabe pensar que el
Año Sacerdotal
es exclusivamente
para los curas
y que los laicos
no pintamos nada
en esto.
Pero sería un punto
de vista
equivocado.
Porque no hay nada en la identidad ni en la misión del sacerdote
que no esté referido por completo a sus hermanas y hermanos, …
14. … ya que la misión del sacerdote, junto con toda la Iglesia,
es precisamente anunciar el Evangelio a la humanidad entera.
15. La vocación sacerdotal hace de los sacerdotes
hombres en medio de sus hermanos,
y nunca separados de ellos ni ajenos a sus vidas.
Como esto
no siempre se ha entendido ni vivido así,
es conveniente que lo recordemos.
16. Los cristianos, por nuestra parte, sabemos que la mejor forma
de agradecer a Dios lo que los sacerdotes hacen por nosotros,
es potenciar la comunión: estar cercanos a ellos,
buscando juntos lo que construye la Comunidad
y lo que dilata el Reino de Dios en nuestro mundo.
17. Sobre el tema de
nuestra relaciones
mutuas,
las de los sacerdotes y
nosotros, los laicos,
el Concilio Vaticano II
nos da
algunas pistas muy
orientadoras,
que vamos a repasar
ahora mismo.
18. El sacerdocio
de los sacerdotes
está puesto al servicio
del sacerdocio
de todos los cristianos.
Nos dice
Lumen gentium (n. 10):
“El sacerdocio común de los fieles
y el sacerdocio ministerial o jerárquico
se ordena el uno para el otro, aunque cada cual
participa de forma peculiar del sacerdocio de
Cristo.”
19. “Su diferencia es esencial, no sólo gradual.
Porque el sacerdocio ministerial,
en virtud de la sagrada potestad que posee,
modela y dirige al pueblo sacerdotal,
efectúa el sacrificio eucarístico
ofreciéndolo a Dios
en nombre de todo el pueblo. …
20. “Los fieles, en cambio,
en virtud del sacerdocio real,
participan en la oblación de la Eucaristía,
en la oración y acción de gracias,
con el testimonio de una vida santa,
con la abnegación
y la caridad operante.”
21. Y el decreto sobre los presbíteros
amplía y concreta bastante más:
“Los sacerdotes del Nuevo Testamento,
aunque por razón del sacramento del orden
ejercen el ministerio de padre y
de maestro, importantísimo y
necesario en el pueblo y para el
pueblo de Dios, …
22. ... sin embargo, son juntamente
con todos los fieles cristianos,
discípulos del Señor,
hechos partícipes de su Reino
por la gracia de Dios.
Con todos los regenerados en la fuente
del bautismo, los presbíteros son
hermanos entre los hermanos,
puesto que son miembros
de un mismo Cuerpo de Cristo,
cuya edificación se exige a todos.”
23. “Los presbíteros, por
tanto, deben presidir
de forma que,
buscando no sus
intereses, sino los de
Jesucristo, trabajen
juntamente con los
fieles seglares y se
porten entre ellos
como a imitación del
Maestro, que entre
los hombres no vino a
ser servido, sino a
servir y dar su vida
en redención de
muchos.” …
25. La Misión de la Iglesia
es el horizonte
en el que debemos
plantearnos
nuestras relaciones
mutuas,
entre laicos y
sacerdotes.
Todos estamos
llamados
a extender
el Reino de Dios.
Sólo teniendo bien
presente esa meta
común aprenderemos
a coordinar
mutuamente nuestras
energías.
26. Hay una regla que debemos
aplicar siempre: procurar que las
relaciones entre nosotros y los
sacerdotes no sean
“consumidoras de energías”, por
tensiones, falta de entendimiento
y de diálogo, desgastes y
malestar;
al contrario, nuestras relaciones
deben ser “productoras de energías”,
de aprecio mutuo, de buen clima,
de entendimiento y colaboración
mutuas, de caridad y entrega
tanto hacia dentro de la
comunidad como hacia fuera.
27. Cada persona cristiana tiene un papel en la misión de la Iglesia.
Se trata de dialogar y de poner respeto y caridad,
para armonizar mejor nuestros carismas y tareas.
28. De los presbíteros se pide especial capacidad de escucha y de valoración
de la libertad y de los diversos carismas de los laicos. Se les pide
también, como carisma propio, que sean servidores de la unidad.
29. Los aspectos,
como vemos,
son muchos,
como las cerezas,
y al tirar de uno,
salen los otros.
Lo primero es
situarnos en el
horizonte de la
misión, del envío
recibido: llevar el
Evangelio a todas
partes, a todas las
personas y
ambientes.
30. Para ello es importante
discernir
los signos de los tiempos:
“leer” los guiños de Dios
en lo que pasa
a nuestro alrededor.
Y esto
no pueden hacerlo
los sacerdotes por sí solos.
Sin la participación activa de todos los bautizados,
no sabremos leer los signos de los tiempos.
Es toda la comunidad cristiana la que tiene que ponerse a leerlos
en su propio ambiente, en sus circunstancias de cada día.
31. Por eso insiste
el Concilio, diciendo a
los presbíteros que,
“examinando los
espíritus para ver si
son de Dios,
descubran con el
sentido de la fe los
multiformes carismas
de los seglares, tanto
los humildes como los
más elevados,
reconociéndolos con
gozo y fomentándolos
con diligencia.”
32. “Piensen, por fin, los
presbíteros que están
puestos en medio de los
seglares para conducirlos a
todos a la unidad de la
caridad.”
“Deben, por consiguiente, los
presbíteros asociar las diversas
inclinaciones de forma que nadie
se sienta extraño en la
comunidad de los fieles.”
33. Como se ve, es mucho lo que se pide y espera de los
sacerdotes. El listón lo tienen tan alto que sólo con la
ayuda de la gracia podrán dar lo que necesitamos de ellos.
Una razón más para pedir por ellos, apreciar sus carismas,
agradecer sus trabajos y apoyarlos en lo esté a nuestro
alcance.
34. Para evitar el desequilibrio de exigir casi todo de los sacerdotes, el
Concilio también nos dirige a los laicos estas palabras:
“Los fieles cristianos, por su parte, han de sentirse obligados para con
sus presbíteros, y por ello han de profesarles un amor filial, como a sus padres
y pastores; y al mismo tiempo, siendo partícipes de sus desvelos, ayuden a
sus presbíteros cuanto puedan con su oración y su trabajo ...”
35. El Concilio es la brújula para nuestra Iglesia en estos tiempos.
Merece la pena seguir leyendo y reflexionando sus textos.
En concreto, los que nos hablan del sacerdocio común
y del sacerdocio ministerial en
Lumen gentium (para todos),
Presbiterorum ordinis (para los presbíteros)
y Apostolicam actuositatem (para los laicos).
Podríamos seguir, pero
hemos de detenernos aquí.
I nvitamos, pues,
a esa lectura personal
de lo que nos dice el C oncilio.
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37. Una palabra sobre el “formato”
Desde la Delegación de Apostolado Seglar decimos que la formación
cristiana exige un cambio de formato:
-> No basta con oír o ver la presentación que otros nos hacen ...
-> Es necesario que reflexionemos por nosotros mismos.
-> Y es bueno que pongamos en común nuestra reflexión personal .
Por eso ahora no cabe esperar que esta
presentación reflexione por vosotros.
Lo que os proponemos es seguir reflexionando y
dialogando en común.
Hasta aquí hemos visto lo que nos dice la doctrina
del Concilio. Ahora le toca a este auditorio.
38. Nos concentramos ahora en un mismo interés:
mejorar la relación entre sacerdotes y laicos
En primer lugar nos preguntamos
cómo son esas relaciones
en nuestra realidad concreta
y cuál es el camino para mejorarlas.
39. Nuestras relaciones mutuas, basadas en la misma
fe
y en el mismo amor, manifiestan el gozo y la belleza
de los dones recibidos y de la misión compartida.
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48. ¿Dan en el clavo estas respuestas ?
-> Este problema se ha dado siempre,
y no lo vamos a resolver nosotros ahora.
-> La solución está en la psicología:
una buena dinámica de grupos sería lo mejor.
-> Lo que falta es disciplina:
los sacerdotes a dirigir y los demás, a obedecer.
-> La causa está en la falta de piedad.
Menos reuniones y más rezar.
49. Guión para la reflexión y el diálogo
‑ > ¿Qué destacaría de la presentación?
‑ > ¿C ómo son en nuestra parroquia, comunidad, asociación o
movimiento
las relaciones entre sacerdotes y seglares?,
-> ¿Qué aspectos positivos y qué dificultades encuentro?
‑ > En nuestro caso concreto,
para crecer en comunión entre sacerdotes y seglares,
¿qué aspecto concreto hemos de potenciar? y ¿cómo lo vamos a hacer?