Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 agosto 2021 por
Reino de Dios
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Lectio Divina, XVI Domingo Ordinario, Ciclo ‘A’
Jesús nos habla del Reino en Parábolas
Mt 13, 24-43, Juan José Bartolomé, sdb
Nos resulta tan obvio el mal, todos lo conocemos; no podemos negar su
existencia ni creernos libres de su poder. Nos asomamos al mundo de los
demás y nos toparnos con él; descubrimos su rostro y su eficacia; si nos
vemos a nosotros mismos, en nuestro interior lo encontramos cara a cara.
¿Nos preguntamos, quién es responsable de su existencia? En un primer
momento nos sentimos libres de culpa y culpamos a los demás, empezando siempre por los
que nos están más cercanos, pero la verdad es que está ahí… y lo importante es aprender lo
que Jesús nos dice para actuar ante él y hacer lo posible para que nos crezca en nosotros.
SEGUIMIENTO
24. Jesús les propuso esta otra parábola: «Con el Reino de los cielos sucede lo que con un
hombre que sembró buena semilla en su campo.
25. Mientras todos dormían, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
26. Y cuando creció la hierba y se formó la espiga, apareció también la cizaña.
27. Entonces los siervos vinieron a decir al amo: ‘Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu
campo? ¿Cómo es posible que tenga cizaña?
28. Él les respondió: ‘Lo ha hecho un enemigo’. Le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a
arrancarla?’
29. Él les dijo: ‘No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquen con ella el trigo.
30. Dejen que crezcan juntos ambos hasta el tiempo de la siega; entonces diré a los
segadores: Recojan primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, pero el trigo
amontónenlo en mi granero’».
31. Les propuso otra parábola: «Sucede con el reino de los cielos lo que con un grano de
mostaza que un hombre toma y siembra en su campo.
32. Es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece es mayor que las hortalizas
y se hace como un árbol, hasta el punto de que las aves del cielo pueden anidar en sus
ramas».
33. Les dijo otra parábola: «Sucede con el reino de los cielos lo que con la levadura que una
mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».
34. Jesús expuso todas estas cosas por medio de parábolas a la gente, y nada les decía sin
utilizar parábolas,
35. para que se cumpliera lo anunciado por el profeta: «Hablaré por medio de parábolas,
publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo”.
36. Entonces dejó a la gente y se fue a la casa. Sus discípulos se le acercaron y le dijeron:
«Explícanos la parábola de la cizaña del campo”
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37. Jesús les dijo: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre.
38. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; y la cizaña, los hijos del
maligno.
39. El enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores, los
ángeles.
40. Así como se recoge la cizaña y se hace una hoguera con ella, así también sucederá en el
fin del mundo.
41. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su reino a todos los que
fueron causa de tropiezo y a los malvados,
42. y los echarán al horno de fuego. Allí llorarán y les rechinarán los dientes.
43. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que
oiga».
LEER: entender lo que dice el texto fijándonos cómo lo dice
Jesús sigue hablando del Reino en
parábolas. Al igual que con la parábola de
la siembra, añade tres nuevas parábolas
que, aunque diversas en forma y
contenido, ilustran dos modos de actuar.
Dios permite que haya el mal y el bien;
ambos conviven y crecen juntos; cuando
reina, la presencia de Dios es tan
imperceptible como poderosa por su
eficacia salvadora.
Con la parábola del trigo y la cizaña,
Jesús quiso proclamar una ley
fundamental: no todo lo que crece, tras su
predicación, es trigo limpio; al mal, que él
no plantó, no lo extirpa antes de tiempo; la
buena semilla crece junto con la mala, y
también madura.
Se hará justicia y todo lo que ha
germinado tiene su oportunidad. El
discípulo debe saber convivir con el mal
sin escándalos.
Dios, como el sembrador, tiene paciencia
con su campo, para que la siembra pueda
dar fruto.
En el relato se puede oír la preocupación
de Mateo por responder, con la parábola
de Jesús, a una nueva situación en su
comunidad: ‘el mal es evidente entre los
cristianos’. El Reino de Dios no se
identifica con la iglesia, nacida de la
resurrección de Cristo Jesús.
Habrá que acostumbrarse a responder a
Dios estando con quien lo ignora e intentar
hacer su voluntad entre quienes no la
viven. La impaciencia no legitima al
discípulo, ¡mucho menos la intolerancia!,
sólo sus buenas obras. Crecer junto al
mal, sin hacerse malo, es la suerte del
discípulo.
La doble parábola de la mostaza y de la
levadura alude, para acentuar la
exhortación, a la esperanza, a la fuerza
germinal de un reino que, hoy apenas
perceptible, acabará por imponerse.
Una insignificante semilla, la de la
mostaza, una escasa cantidad de
levadura, logra lo impensable: ser hogar
para los pájaros o hacer pan abundante.
Inicios poco prometedores se convierten
paulatina pero inexorablemente en
grandes bienes. No hay que dejarse
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convencer por la apariencia; cuando Dios,
y su reino, está ya en acción, el bien va a
llegar, esa es nuestra seguridad.
Jesús habla a la gente en parábolas y
tiene una razón para hacerlo: así
descubre lo que había estado oculto hasta
que Él quiso descubrirlo a sus oyentes.
Explica puntualmente la parábola a sus
discípulos: La cizaña les dice no que hay
que convivir con el mal, creciendo en
bondad, sino que hay que convivir con él y
estar convencido de que la bondad es el
destino final del mundo, porque el Hijo del
hombre pagó por él.
Mientras no llegue el día de la cosecha, el
bueno puede dejar de serlo y el malo
también: la comunidad que ha de esperar
la decisión última de Dios, es una
comunidad no salvada todavía, aunque
camina en la esperanza de que será salva,
si vive fiel a Dios y a su designio salvador..
MEDITAR: Aplico lo que dice el texto a mi vida
Con la parábola de la cizaña y el trigo Jesús quiso aludir, sin aclararla del todo, a la
misteriosa presencia del mal en nuestro mundo y quiso dar respuesta a nuestra angustia
ante su poder amenazador.
Jesús quiere que nos convenzamos de la bondad de Dios, de su paciencia y de su
actitud ante el mal; no quiere que nos conformemos con su existencia, sino que nos
sintamos seguros sabiendo que Dios está presente en el mundo y nos quiere fuertes
ante el mal.
El mal es innegable. Tiene poder, y es capaz de amedrentar al bueno. Pero Jesús con esta
parábola quiso que sus oyentes amaran a Dios y fueran capaces de temer el mal, pero con
la seguridad de que éste puede ser vencido.
El Maestro quiere que nos demos cuenta de que el mal es real, como el mundo y
como el hombre y que sepamos que si bien Dios es el creador de todo lo que existe,
éste puede ser objeto del mal. La creación, como el campo, sembrado por Dios, no
desconoce su origen, pero es débil ante el poder del mal.
Jesús enseña que hay que a Dios le preocupa la presencia del mal en el mundo y en el
hombre, pero permite que coexistan el bien y el mal. Como el señor del campo, Dios no
piensa en cultivar males; si los soporta, es para no dañar el bien, que lucha por crecer, y
quiere que la bondad, como el trigo, madure hasta el día de la cosecha. El destino del bien
es convivir con el mal, sin convertirse en él; la suerte de la bondad está en competir con la
maldad, sin desesperar, seguro de su poder.
El Dios que Jesús nos anuncia es un Dios que permite que bien y mal coincidan y se
desarrollen juntos. No es fácil comprender esta decisión divina. A veces parece escandalosa
y puede ser inaceptable que Dios la permita.
Jesús no banalizó el dolor que produce sentir el mal en carne propia: sabía que no todo lo
que crece, tras su predicación, es trigo limpio; pero estaba seguro de que llegaría un día en
el que se hará justicia, cuando, venza el bien
El discípulo debe saber convivir con el mal sin pactos: tendrá que habituarse a
responder a Dios junto a quien lo ignora e intentar hacer su voluntad entre quienes no
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la viven. Impacientarnos porque hay gente que obra mal no es una actitud cristiana,
porque tenemos que confiar en Dios y en su capacidad para convertirnos.
Dios espera, porque no quiere dañar el bien que lucha por sobrevivir. La paciencia de Dios
no es debilidad, sino fortaleza y, sobre todo, confianza en sí mismo y en el poder del bien: Él
sabe que el mal no sobrevivirá, en el día de la cosecha.
¿Estamos convencidos de que Dios ha tomado la decisión de vencer al mal existente
en nuestro interior y en nuestro derredor? ¿Vamos adelante con la seguridad de que
no somos presa del mal y que por el contrario tenemos que crecer fuertes, haciendo el
bien y lo bueno?
Dios tiene sus razones para permitir que crezcan juntos el bien y el mal; quiere dar al
malvado una oportunidad para que cambie; demora su intervención, porque desea la mejoría
del malo y la desaparición del mal.
¿Me empeño en ser mejor, y no solamente bueno? ¿Me tengo paciencia al descubrir
el mal que hago, aunque no quiero hacerlo y lo difícil que me es hacer el bien?
Como el labrador de la parábola y sobre todo como Jesús, el cristiano sabe esperar la
victoria del bien: no le defrauda el predominio aparente del mal, porque está seguro de que
Dios un día, cuando venga a cosechar, suprimirá definitivamente el mal: Saber estar al pie de
lucha es su misión… esforzarse por vencer lo que se opone a Dios y a su voluntad salvadora
es colaborar con Él. La desesperación no es de Dios ni de los que quieren ser como Él.
Quien desconfía de que el bien puede más que el mal, no es de Dios ni ha entendido su
pedagogía.
Dios necesita que confiemos en su bondad y quiere que aprendamos a tener
paciencia con todos, con el mal que hay fuera de nosotros y aún con el que llevamos
dentro de nosotros mismos.
ORAMOS nuestra vida desde este texto
Señor Dios, siempre bueno y siempre conocedor de lo bueno y lo menos
bueno que hay en nuestro corazón, queremos agradecerte la paciencia
que tienes con todos y con cada uno. ¡Gracias porque no eres como
nosotros! ¡Gracias por no permitir que sean nuestros criterios los que rijan
el ir y venir de los acontecimientos!
Tú sabes qué es lo que más conviene. Acrecienta nuestra esperanza para
que estemos seguros de que Tú obras en nosotros y a pesar de nosotros. Que no nos
desesperemos porque ella hay mal en nosotros y en los que nos rodean. Que nuestra
confianza en Ti y en tu Plan Salvador nos haga líderes a favor de tu causa, que es la nuestra,
como lo es para María y para los santos, ahora y siempre, ¡Así sea!