2. ¡Buenos días!
En estos domingos la liturgia propone algunas parábolas
evangélicas que Jesús usaba para anunciar el Reino de los
Cielos.
Hoy es aquella de la semilla buena y de la cizaña, que
enfrenta el problema del mal en el mundo y pone en relieve
la paciencia de Dios (cfr Mt 13,24-30.36-43).
Todos sabemos que el demonio es un cizañero que trata de
dividir a las personas , a las familias, a las naciones.
Todos sabemos que cuando la cizaña crece se parece
mucho a la semilla buena y existe el riesgo de confundir la
una con la otra.
3. La enseñanza de la parábola es doble. Ante todo dice que el
mal en el mundo no proviene de Dios, sino de su enemigo, el
Maligno. Es curioso: él va de noche a sembrar la cizaña, en
la oscuridad, en la confusión… Donde no existe la luz, él va y
siembra la cizaña. Este enemigo es astuto: ha sembrado el
mal en medio del bien, de manera que es imposible para
nosotros hombres separarlos netamente; pero al final, Dios,
podrá hacerlo. Él se toma el tiempo.
Y aquí llegamos al segundo tema: la contraposición
entre la impaciencia de los peones y la paciente
espera del propietario del campo, que representa a
Dios.
4. A veces nosotros tenemos una gran prisa en juzgar, clasificar,
poner de un lado a los buenos, y del otro a los malos…
Dios en cambio sabe esperar. Él mira en el
“campo” de la vida de cada persona con paciencia
y misericordia: ve mucho mejor que nosotros la
suciedad y el mal, pero también ve los retoños del
bien y espera con confianza que maduren. Dios es
paciente, sabe esperar. ¡Qué hermoso es esto!
5. Nuestro Dios es un padre paciente,
que nos espera siempre, y nos espera
con el corazón en la mano para
acogernos, ¡para perdonarnos! Nos
perdona siempre si vamos hacia Él…
La actitud del propietario es aquella de
la esperanza fundada sobre la
certidumbre de que el mal no tiene ni
la primera ni la última palabra.
6. Pero atención: la paciencia evangélica no es
indiferencia ante el mal; ¡no se puede hacer
confusión entre bien y mal! Frente a la cizaña
presente en el mundo el discípulo del Señor está
llamado a imitar la paciencia de Dios, a alimentar la
esperanza con el apoyo de una inquebrantable
confianza en la victoria final del bien, o sea de Dios.
Al final, de hecho, el mal será arrancado y
eliminado: al tiempo de la cosecha, o sea del
juicio, los cosechadores seguirán la orden del
propietario separando la cizaña para quemarla
(cfr Mt 13,30). En aquel día de la cosecha final el
juez será Jesús.
7. Al final todos seremos
juzgados con la misma
medida ¿Con cuál?
¿Con cuál medida?
con la misma medida
con la que hemos
juzgado: la
misericordia que
habremos tenido para
con los demás será
usada también con
nosotros.
8. Pidamos a la Virgen,
nuestra Madre, que
nos ayude a crecer
en la paciencia, en la
esperanza y en la
misericordia con
todos los hermanos.
9. También el Papa nos pidió orar por las
comunidades cristianas en Irak y otros lugares
del Medio Oriente, que son perseguidas y sufren
tanto por la fe.
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