1. El documento resume una presentación de Víctor Álvarez en la ONU sobre la transición al socialismo de la Revolución Bolivariana. Álvarez argumenta que la revolución ha tenido dos fases, una presocialista hasta 2007 y otra socialista desde entonces, aunque aún queda trabajo por hacer para eliminar las relaciones capitalistas de producción y empoderar a los trabajadores.
2. Se destaca que un gobierno socialista no necesariamente impulsa una revolución socialista, la cual requiere transferir el poder económico al pueblo a
La transición al socialiswmo de la república bolivariana de venezuela conferencia en la onu.
1. Victor Álvarez en la Conferencia de la ONU:
“La transición al socialismo de la Revolución Bolivariana”
Por: Prensa CIM
Fecha de publicación: 14/12/10
En el marco de la Conferencia de la ONU sobre
“Democracias Nuevas y Restauradas” que preside la
República Bolivariana de Venezuela se realizó el seminario
“Análisis del Proceso Democrático Venezolano” en el cual
Víctor Álvarez, investigador del CIM presentó la ponencia
“La transición al socialismo de la Revolución Bolivariana”. A
continuación presentamos un resumen de la misma.
La conferencia fue presidida por el Viceministro y embajador
de Venezuela en la ONU, Jorge Valero, y por el embajador en los EE.UU Bernardo Álvarez (Foto
Davgla Rodríguez)
1. La transición al socialismo de la Revolución Bolivariana
Por definición, una revolución es un proceso de transformación rápido y profundo que
desencadena un cambio radical y decisivo. En ese sentido, la Revolución Bolivariana se ha
concretado en una reducción drástica de los altos niveles de desempleo, pobreza y exclusión
social heredados de la IV República.
Hasta ahora se distinguen dos fases de la Revolución Bolivariana: una de carácter popular
presocialista que va de 1999 al 2007 y otra de carácter anticapitalista y claramente socialista que
comienza en el año 2007, cuando se aprueba el Primer Plan Socialista de la Nación.
En efecto, desde la aprobación de la Constitución de 1999, no se había planteado formalmente la
transformación del capitalismo en un nuevo modelo productivo socialista. Por el contrario, la
mayoría de los incentivos de la política económica se dirigieron a reactivar el aparato productivo
existente con el fin de reducir las altas tasas de desempleo y aliviar los estragos de la pobreza, la
miseria y la exclusión social. Hasta entonces, la política económica se basa en la transferencia de
una parte importante de la renta petrolera al sector empresarial privado a través de los incentivos
arancelarios, fiscales, financieros, monetarios, cambiarios, compras gubernamentales, suministro
de materias primas, asistencia técnica, capacitación técnica de la fuerza de trabajo, etc. Estas
ayudas públicas a la actividad productiva fueron aprovechadas fundamentalmente por empresas
de naturaleza mercantil, portadoras y reproductoras de las relaciones capitalistas de producción.
En la etapa prosocialista es la política económica bolivariana la que sostiene los procesos de
acumulación y reproducción del capital. Incluso, la inversión social de la renta petrolera, a través
de las Misiones sociales, contribuyó a activar una válvula de escape para aliviar la conflictividad
laboral y a crear mejores condiciones para la acumulación y valorización del capital. Gracias a la
inversión social de la renta petrolera, el capital encontró una fuerza de trabajo con mayor grado de
instrucción, calificación y servicios gratuitos de educación y salud que complementan y
compensan el precario salario que devengan los trabajadores del sector capitalista, liberando así a
los patronos de la presión sindical para lograr mayores aumentos salariales y beneficios laborales.
2. Sin lugar a dudas, la inversión social de la renta petrolera es lo que ha permitido mejorar los
indicadores sociales. Pero aún queda pendiente erradicar las causas estructurales de la pobreza y
la exclusión social. Tras este fin, la Revolución Bolivariana está emplazada a sustituir las
relaciones de poder que permiten la explotación del trabajo asalariado por nuevas relaciones
sociales de producción basadas en la libre asociación, cooperación y complementación de los
productores directos, un nuevo arreglo para la organización del trabajo productivo a través del cual
el pueblo trabajador desplace a las élites que lo explotan y lo oprimen. En las bases programáticas
del PSUV se plantea claramente que:
“Sólo es posible avanzar en la eliminación del capitalismo si se eliminan las relaciones sociales de
producción basadas en la explotación del trabajo ajeno y, por consiguiente, si se eliminan los
procesos de acumulación privada del capital basados en la ganancia producida por la explotación
del trabajo. A su vez, una de las condiciones para eliminar la explotación del trabajo ajeno, es la
eliminación de la propiedad privada de los medios de producción esenciales, en particular, la
propiedad privada monopólica. Este es un principio de la construcción del socialismo. Puede
ampliarse la frontera de cobertura de atención social y servicios, y puede elevarse la calidad de
vida de la población, mucho más en un estado que recibe una elevada renta como el nuestro, pero
éstas no serán más que diversas modalidades del llamado “Estado de bienestar social”, que en
esencia no alteran las relaciones de producción capitalistas, y nunca constituirán un avance en la
construcción del socialismo”.[1]
1.1. ¿Gobierno socialista o Revolución socialista?
Un gobierno capitalista es aquel que prioriza al capital, impulsa la apertura comercial y la
liberalización de las inversiones, privatiza las empresas del Estado, desregula los mercados
financieros, libera los precios y las tasas de interés, flexibiliza las condiciones de despido y ofrece
todo tipo de incentivos a la inversión del capital.
Un gobierno socialista es aquel que prioriza lo social y garantiza el derecho de los ciudadanos al
empleo, la alimentación, la educación, la salud, la vivienda y demás derechos sociales básicos con
el fin de superar los flagelos del desempleo, la pobreza y la exclusión social y mejorar la calidad de
vida de los ciudadanos. Pero no todo gobierno socialista impulsa una revolución socialista.
Una Revolución socialista es aquella que transfiere el poder económico al pueblo, traspasa la
propiedad de los medios de producción a los trabajadores directos y a la comunidad, favoreciendo
su organización y capacitación para dirigir y controlar, de manera directa, la producción de los
bienes y servicios que requieren para satisfacer sus necesidades básicas y esenciales.
Una auténtica Revolución Socialista no se limita a asegurar el acceso gratuito de los pobres y
excluidos a la alimentación, la educación, la salud y demás derechos sociales básicos. Una
Revolución socialista es, en esencia, un proceso político que crea nuevas relaciones de poder. Las
clases revolucionarias toman el poder político y desplazan a las élites que explotan y oprimen a las
grandes mayorías. Las revoluciones auténticas destruyen el poder político y económico
establecido y construyen sobre sus ruinas nuevas relaciones y estructuras de poder. Por eso, la
Revolución Bolivariana, una vez que ha declarado su carácter socialista, se plantea ir mucho más
allá de la necesaria inversión social de la renta petrolera para plantearse la transformación radical
del régimen de propiedad sobre los medios de producción y de las relaciones sociales de
producción. En la transición al socialismo, la Revolución Bolivariana tiene por delante la tarea de
colocar los medios de producción bajo propiedad social y comunal, y sustituir las relaciones de
explotación y subordinación por nuevas relaciones de solidaridad y cooperación.
3. En consecuencia, el carácter realmente socialista que adquiera la revolución Bolivariana
dependerá del empoderamiento de los trabajadsores directos y de la comunidad sobre los
procesos de producción, distribución y comercialización de los bienes y servicios que necesitan
para garantizar su supervivencia. Como lo hemos planteado a lo largo de estas páginas, esto
exige ir mucho más allá de la propiedad estatal. Pasa por promover nuevas formas de propiedad
social y comunal que sean una auténtica expresión del poder popular y así evitar la reedición de
las fallidas experiencias del socialismo en el siglo pasado, en las cuales la propiedad estatal
terminó siendo secuestrada por élites burocráticas que sustituyeron y desplazaron al pueblo en el
control y la dirección de los procesos de producción e inversión social de los excedentes.
La grandeza de la Revolución Bolivariana no radica en lo que hasta ahora ha hecho sino en lo que
pueda lograr. Su consagración histórica llegará cuando demuestre que el capitalismo explotador
del trabajo ajeno y depredador de la naturaleza si puede ser superado por el socialismo como un
sistema basado en los principios de solidaridad, cooperación, complementación, reciprocidad,
equidad y sustentabilidad; un sistema en el que los trabajadores directos y la comunidad
organizada y preparada son capaces de gobernar sin mediaciones de empresarios capitalistas ni
dirigentes burócratas de ningún tipo. Una auténtica Revolución Socialista no puede hacer menos
que eso.
2. La Revolución socialista: un proceso integral
La primera década de la Revolución Bolivariana no ha sido bien estudiada ni por el gobierno ni por
el partido. Una retórica antiimperialista, anticapitalista y socialista no ha permitido ver que al
amparo de la inversión social de la renta petrolera y la mejora de los indicadores sociales, la
economía se ha hecho más capitalista y la explotación de los trabajadores se ha recrudecido. Si
analizamos críticamente esa primera década encontraremos que, lejos de transformar el
capitalismo rentístico en un nuevo modelo productivo socialista de amplia y creciente inclusión
social, la economía por el contrario se ha hecho cada vez más capitalista y se ha recrudecido la
explotación de los trabajadores. Un estudio más riguroso nos permitirá descubrir y comprender
que, en materia económica, los aspectos burgueses fueron los que predominaron en esta primera
etapa. Se ha coexistido con las viejas relaciones y estructuras de poder; no se ha culminado la
transformación revolucionaria del Estado burocrático heredado de la IV República; buena parte del
marco legal y del entorno institucional que responde al interés del capital se mantienen vigentes;
no se han abolido las relaciones capitalistas de producción; y, persiste la explotación del trabajo
asalariado y las causas estructurales que generan desempleo, pobreza y exclusión social.
2.1. La Revolución social
La inversión social de la renta petrolera es lo que ha permitido saldar la enorme deuda social
heredada de la IV República y lograr una notable mejoría de los indicadores sociales. Por eso,
Venezuela sobresale en el cumplimiento de las Metas del Milenio, en medio del gran cinismo e
hipocresía del capitalismo y sus líderes mundiales sobre el tema de la pobreza y el hambre en el
mundo.
En Venezuela, en los años del Golpe de Estado, el paro empresarial y el sabotaje a PDVSA la
tasa de desempleo alcanzó sus niveles máximos de 16,2 % y 16,8 %. A partir de entonces, el
desempleo se ha combatido a través de las políticas de inserción laboral hasta alcanzar un mínimo
de 7,2 % en el año 2009. A pesar del descenso del Producto Interno Bruto en el último año, la tasa
de desocupación ha venido descendiendo para situarse en 8,4% en septiembre de 2010. En
medio de una economía en recesión el gobierno, lejos de podar la nómina pública ha priorizado el
4. derecho al trabajo, y esta es una de las razones que explica que los empleados públicos hayan
crecido en un millón de personas. [2].
También se ha mejorado la calidad del empleo. En 1999 el empleo precario del sector informal,
con sueldos por debajo del salario mínimo; sin seguro de hospitalización, cirugía y maternidad; sin
aportes a la política habitacional ni a la capacitación técnica; sin bonos vacacionales ni navideños;
sin primas por hijo ni profesionalización; sin pago de prestaciones sociales, superaba el 52 %. En
la actualidad, el empleo de calidad ha subido de 47,6 % en 1999 a 56 % al cierre de 2009. En
otras palabras, el empleo precario del sector informal ha bajado de 52,4 % a 44%.
Saldar la deuda social heredada de la IV República ha sido la primera prioridad del Gobierno
Bolivariano. Gracias a la recuperación de PDVSA -que ha hecho posible la inversión social de
buena parte de la renta petrolera-, el porcentaje de hogares y personas en situación de pobreza,
es decir, con un nivel de ingreso que apenas alcanza para cubrir las necesidades básicas, se
redujo de 31 % a 23 %. Y lo más importante es que el porcentaje de hogares y personas en
condición de pobreza extrema; es decir, sin posibilidad de satisfacer las necesidades básicas
mínimas de alimentación, salud y vivienda para la vida se redujo de forma rápida y significativa al
bajar de casi 30 % al que se llegó en los años 2002-2003 debido a la crisis política y económica
que estalló a raíz del Golpe de Estado, el paro empresarial y el sabotaje a PDVSA, a sólo a 7,2 %
en el segundo semestre de 2009.
2.1.1. El socialismo rentista
A contrapelo de las políticas neoliberales que se propusieron reducir la intervención del Estado en
la economía y en la sociedad, el Gobierno Bolivariano ha reivindicado el papel que deben cumplir
los poderes públicos en el proceso de cambio que se lleva a cabo en Venezuela.
Uno de los indicadores que nos permite verificar la recuperación de la intervención del Estado se
aprecia a través del comportamiento del Gasto Público como porcentaje del PIB. Este indicador
sube de 23,7 % en 1998 a casi 40 % en 2006, año de bonanza petrolera, para luego caer a 32,4 %
en el 2009, año en que la crisis económica y financiera internacional castiga los precios del
petróleo y repercute negativamente en la dinámica económica nacional, la cual se contrae en -3.3
%[3].
Hasta ahora, la política social de orientación socialista que ha puesto en marcha el Gobierno
venezolano ha sido esencialmente rentista. Con esto queremos decir que la mejora en los
indicadores sociales, del Índice de Desarrollo Humano, el Coeficiente de Gini y el cumplimiento
anticipado de las Metas del Milenio ha sido gracias a la inversión social de la renta petrolera y no a
la creación de nuevas relaciones económicas que supriman la explotación del ser humano y
aseguren una distribución progresiva del ingreso a favor de los asalariados que viven de un
ingreso fijo y, sobre todo, empoderen a las grandes masas excluidas y empobrecidas que
conforman el “pobretariado” venezolano.
El alerta es que el gasto social no puede seguir dependiendo de un ingreso tan errático y volátil
como es la renta petrolera. De allí la importancia no solo de reactivar la economía no petrolera
sino de transformarla en una nueva economía popular y comunitaria, dedicada a la inversión social
de las ganancias y excedentes. Tal como se reconoce en las Bases Programáticas del PSUV,
sigue planteada:
“(…) la tarea de sustituir el modelo desarrollista rentista de la economía venezolana por un modelo
de desarrollo endógeno integral y auto sustentable. La utilización de la renta petrolera como
5. principal fuente del gasto social y de la inversión y la acumulación privada, ha configurado
históricamente un aparato productivo mono exportador, desarticulado intra e intersectorial y
territorialmente dependiente de la importación de tecnología, equipos, maquinarias y capitales, que
ha hecho a la economía venezolana sumamente vulnerable debido a la dependencia de la misma
de los precios internacionales del petróleo. Para avanzar en la construcción del socialismo es
necesario crear una economía productiva y diversificada”.[4]
La política social compensatoria a favor de los excluidos y de la población en condiciones de
pobreza y miseria; el suministro de alimentos de calidad y precios por debajo del mercado para la
mayoría de la población; la ampliación de la cobertura y alcance de los servicios de salud; el
aumento de la escolaridad y la matrícula en educación media y universitaria; la habilitación para el
trabajo formal a través de programas de capacitación técnico-productiva; si bien forman parte del
compromiso del Gobierno Bolivariano en saldar la enorme deuda social heredada de la IV
República, constituyen una clara expresión del carácter progresista y de izquierda del Gobierno
Bolivariano, más no pueden ser catalogadas como políticas esencialmente revolucionarias, toda
vez que no están orientadas a romper las relaciones capitalistas de dominación por nuevas
relaciones de cooperación y complementación entre los productores libres y asociados. Tan es
así, que en la propia Declaración de Principios del PSUV se plantea que:
“Reconocidos los avances y logros de la revolución bolivariana en la inclusión social, se hace
necesario saltar a una nueva etapa del proceso: a la construcción del Socialismo Bolivariano. Esto
exige profundizar en los cambios estructurales y estratégicos. Necesitamos construir un modelo
alternativo al modelo de acumulación de capital, generador de pobreza y exclusión social, un
modelo sustentable y sostenible”.[5]
La nueva etapa en la que ha entrado la Revolución Bolivariana -a partir de la declaración de su
carácter socialista y de la aprobación del Primer Plan Socialista de la Nación-, implica ponerle fin a
la etapa de concesiones al sector capitalista. En adelante, la Revolución Bolivariana se propone
acelerar el diseño y ejecución de medidas realmente revolucionarias que creen nuevas relaciones
de poder a favor de los productores directos, los consumidores y la comunidad organizada. Como
se expuso en el capítulo anterior, la Revolución Bolivariana declaró su carácter socialista y
entiende por Socialismo:
“un modo de relaciones sociales de producción centrado en la convivencia solidaria y la
satisfacción de necesidades materiales e intangibles de toda la sociedad, que tiene como base
fundamental la recuperación del valor del trabajo como productor de bienes y servicios para
satisfacer las necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y el desarrollo humano
integral. Para ello es necesario el desarrollo de la propiedad social sobre los factores y medios de
producción básicos y estratégicos que permita que todas las familias y los ciudadanos y
ciudadanas venezolanos y venezolanas posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad
individual o familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos, sociales, políticos y
culturales”[6].
La Revolución Bolivariana, a pesar de haber declarado su carácter anticapitalista y socialista,
hasta ahora ha sido más política y social que económica. Ha logrado sustituir una clase política
por otra y saldar en corto tiempo buena parte de la deuda social heredada de la IV República. Pero
todavía no ha alterado radicalmente la naturaleza capitalista de la economía. En consecuencia,
aún tiene todavía pendiente impulsar una verdadera revolución económica para erradicar las
causas que generan el desempleo, la pobreza y la exclusión social.
2.2. La Revolución económica
6. La revolución socialista en el campo económico significa eliminar las condiciones que permiten la
explotación del ser humano. La construcción de un nuevo modelo productivo parte de lo que
existe. Por lo tanto, habrá un período de transición entre la vieja economía capitalista aún
predominante y la nueva economía socialista que aún no ha podido imponerse. Este período
seguramente estará lleno de contradicciones, de marchas y contramarchas, de concesiones
tácticas para asegurar el logro de los objetivos estratégicos. Como lo explicaremos a continuación,
en medio de la crisis de 2002-2003, la reactivación de la economía capitalista entre los años
2004-2008 fue un mal necesario para generar empleo, elevar la producción, combatir la escasez y
salvar la Revolución Bolivariana.
2.2.1. Se reduce la pobreza pero la economía se hace más capitalista
A pesar de la crítica al capitalismo y de la declaración del carácter socialista de la Revolución
Bolivariana, el peso del sector mercantil privado en la economía venezolana, lejos de disminuir
contradictoriamente aumentó. Pasó de 64.8 % en 1999 a 70 % en 2008-09, mientras que el sector
público cayó de 35 % a 30 % en ese período. La política económica bolivariana, al concentrarse
en la reactivación y no en la transformación del aparato productivo existente, contribuyó a que el
sector capitalista de la economía creciera a una velocidad mayor que la economía pública y la
economía social. Así pues, en la Venezuela de 2010, tanto la estructura del PIB como el nivel de
empleo están fuertemente marcados por el abrumador peso que mantiene el sector capitalista en
la economía, siendo éste el que define la naturaleza explotadora y depredadora del modelo
productivo que aún impera en Venezuela.
Gráfico N° 3
Estructura Porcentual PIB Público y Privado
<TABLE width="250" border=0 align="" cellpadding="2" cellspacing="2"
bgcolor="#FFFFFF"><TR><TD><A href="/imagenes/2010/12/victor_alvarez3.jpg"
target=_blank><IMG src="/imagenes/2010/12/victor_alvarez3_p.jpg" width="250"
border="0"></A></TD></TR></TABLE>
Fuente: BCV. PIB por sectores institucionales
En efecto, fueron los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras
gubernamentales, suministro de materias primas, asistencia técnica, etc. -y no las fuerzas del
mercado- los que se llevan el mérito de haber impulsado el crecimiento del PIB a lo largo de 22
trimestres consecutivos. Gracias a los incentivos de la política económica bolivariana, el sector
capitalista de la economía creció más que el sector público y que la economía social, hasta
alcanzar el 70 % del PIB. La mayor proporción de la actividad económica en la minería,
manufactura, comercio, servicios, finanzas, transporte y almacenamiento, construcción y otros
sectores de la economía aún está bajo el control de la economía capitalista privada. El sector no
petrolero bajo el control fundamentalmente del capital privado pesa el 77,5 % del PIB; mientras
que la mayor proporción del petrolero sector que aporta el 11,6 % está en manos del Estado (el
sector privado pesa apenas el 0,6 % del sector petrolero). El 10,9 % que completa el 100 % del
PIB corresponde a los impuestos netos que paga fundamentalmente el sector privado[7].
2.3. El recrudecimiento de la explotación de los trabajadores
7. Al hacerse la economía venezolana más capitalista, en ese sector se recrudece también la
explotación de los trabajadores. En 1998 al factor trabajo le tocaba el 39.7% del nuevo valor
creado, superior al 36.2 % que le tocaba al capital. Diez años después, su participación cayó a
31.69 % mientras que la de los capitalistas subió a 49.18%[8].
Cuadro N° 3
Componentes del VAB Economía Total
Remuneración de Fuente: Banco Central de Venezuela.
Excedente de Ingreso mixto,
Períodos Componentes del VAB, Remuneración de los
explotación, neto neto
los asalariados asalariados
1997 36,6 43,3 12,86
1998 39,7 36,2 15,85 y Excedente de explotación.
1999 38,9 37,4 15,22
2000 35,2 43,6 13,89 Estos datos revelan que en la primera
2001 37,7 39,9 14,87 década de la Revolución Bolivariana la
2002 35,2 41 14,76 economía venezolana se hizo más
2003 32,4 44,9 13,99 capitalista y explotadora de la fuerza de
2004 32,6 46,8 13,00 trabajo asalariada, El sector capitalista
2005 31,1 49,9 11,72 de la economía aún pesa el 70 % en el
2006 33,2 48,3 11,47
PIB, lo cual determina la naturaleza
2007 (*) 32,8 48,8 11,21
explotadora que predomina en el actual
2008 (*) 31,69 49,18 10,69
2009 (*) 37,02 42,06 12,91 modelo productivo de Venezuela, lo cual
justifica plenamente la radicalización
que se ha planteado el Gobierno Bolivariano para superar el capitalismo explotador del ser
humano y depredador del ambiente y construir un nuevo modelo productivo socialista.
El impacto de esta lógica explotadora del capital sobre el desempleo, la pobreza y la distribución
regresiva del ingreso se ha visto compensado y, en gran forma encubierto, gracias a la inversión
social de la renta petrolera que garantiza la gratuidad de la enseñanza primaria, media y
universitaria; el acceso gratuito a servicios de salud; así como una abundante oferta de alimentos
de calidad y buenos precios para la mayoría del pueblo trabajador.
En las condiciones del socialismo rentístico, la lucha por una mejor distribución del ingreso no se
dirige a lograr una mayor tajada del fruto del esfuerzo productivo, sino que se traslada a capturar
la mayor parte de la renta petrolera. Su inversión social ha permitido compensar y encubrir una
distribución regresiva del ingreso en el sector capitalista de la economía. Pero cuando el ingreso
petrolero se derrumba, quedan al descubierto los potenciales conflictos distributivos entre capital y
trabajo. En condiciones de restricciones económicas, es muy probable que se intensifiquen los
conflictos obrero-patronales a través de reclamos, marchas, paros y huelgas para lograr una mejor
distribución del ingreso generado al calor de su esfuerzo productivo. Y la rivalidad en la
distribución del ingreso puede hacerse más cruenta si los precios del petróleo muestran un
comportamiento errático y la economía no se reactiva y crece de manera estable y sostenida.
La mejora de los indicadores sociales tiene como fuente de financiamiento la inversión social de la
renta petrolera y no los ingresos fiscales procedentes de los impuestos que pagan los sectores
más ricos para ser redistribuidos a favor de los más pobres. El gasto social contribuyó a desactivar
la bomba de tiempo social que tanto preocupaba al capital y a crear mejores condiciones para la
acumulación y valorización de la inversión privada, sin la amenaza de cruentos conflictos por parte
de los trabajadores para lograr una distribución favorable del ingreso generado en los procesos
8. productivos. Gracias a la inversión social de la renta petrolera, el capital encontró una fuerza de
trabajo con mayor grado de instrucción, calificación y servicios gratuitos de educación y salud que
estiran el salario real y reducen o postergan la presión de los trabajadores sobre sus patronos para
lograr mayores aumentos salariales y beneficios laborales.
3. La política económica bolivariana reactivó la economía: lo que importa ahora es transformarla
En adelante, no solamente hay que reactivar la economía, lo más importante es transformarla y
así evitar la reedición de la experiencia vivida entre los años 2004-2008, cuando buena parte de
los incentivos de política pública se destinaron a reanimar el aparato productivo existente,
conformado mayoritariamente por empresas mercantiles con fines de lucro. Más que reactivar la
economía que esencialmente sigue siendo una economía capitalista y aún pesa el 70% del PIB, la
prioridad del Gobierno Bolivariano debe ser impulsar el crecimiento y desarrollo de una nueva
economía social, popular y solidaria, en manos de los trabajadores directos y de la comunidad. Por
eso, las ayudas públicas deben reorientarse para hacer posible un mayor crecimiento de la
economía social. Igualmente, hay que cambiar su estructura sectorial para tener un PIB de mayor
calidad y sustentabilidad que asegure la soberanía productiva del país.
La reactivación de la economía es un proceso que debe estar sincronizado con su transformación
estructural. Pero esto no será consecuencia del libre juego de la oferta y la demanda. No será la
mano invisible del mercado la que guíe este proceso llamado a sustituir el orden viejo, explotador
del ser humano y depredador de la naturaleza, por un nuevo orden capaz de erradicar las causas
estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social. Se requiere una sabia y oportuna
intervención de los poderes públicos. De allí la necesidad de reorientar a favor de la economía
social los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales,
suministro de materias primas, capacitación de la fuerza de trabajo, asistencia técnica, etc. que
hasta ahora han sido aprovechados fundamentalmente por la vieja economía capitalista que
reproduce la explotación del ser humano, la depredación del ambiente y la degradación de los
valores éticos y morales.
4. Revolución política y social sin revolución económica y cultural es una revolución insostenible
La Revolución Bolivariana ha triunfado política y socialmente pero todavía no ha triunfado en
materia económica. Como hemos visto, después de una década de Revolución y de haber
declarado el carácter socialista de la Revolución Bolivariana, la economía se hizo más capitalista.
Su lento y zigzagueante avance en el campo económico, lejos de significar su fracaso, pone en
evidencia la complejidad de las transformaciones que impulsa. Por la trascendencia de sus
objetivos se abre paso con dificultad ante la resistencia que opone el viejo orden económico y lo
complejo que implica construir la nueva economía social.
La Revolución Bolivariana está obligada a crear las fortalezas necesarias para asegurar el carácter
irreversible de sus conquistas sociales. Tal como se plantea en las Bases Programáticas del
PSUV:
“La tarea central de la Revolución Bolivariana es desmontar el poder constituido al servicio de la
burguesía y el imperialismo y refundar un poder radicalmente di.stinto, al servicio del pueblo
venezolano y los demás pueblos del mundo, es decir, la construcción del poder popular y
revolucionario. Todas las tareas políticas están dirigidas a su consolidación como la única garantía
de la victoria definitiva de la Revolución Bolivariana”.[9]
9. Por eso, ha llegado el momento de reconocer la situación creada en la primera década y dejar
claro que la etapa de las concesiones a los capitalistas ha terminado. En adelante los apoyos
públicos se tienen que reorientar para que lo que más crezca sea una nueva economía social que
sustituya las relaciones de explotación del ser humano y de depredación del ambiente, por nuevas
relaciones de solidaridad, cooperación y sustentabilidad. Por lo tanto, de cara a la construcción del
socialismo venezolano, hay que priorizar los incentivos de las políticas públicas para apoyar el
crecimiento y desarrollo de la naciente economía social. Solo con el respaldo y protección del
Estado es que se podrá evitar que la misma sea devorada en su relación con el mercado e,
incluso, con el propio Estado.
Ahora bien, esto será posible cuando tengamos un verdadero Estado socialista que haya
terminado de desplazar y derrotar al viejo Estado burocrático. Hasta ahora la marcha del Estado
ha sido contradictoria y muchas veces errática. Aparenta ser la fuerza motriz que impulsa la
Revolución Bolivariana, pero aún subyacen en su lógica de funcionamiento los intereses
particulares de las fuerzas políticas, grupos económicos y el burocratismo que pugnan o se alían
para lograr o preservar sus cuotas de poder, beneficios y privilegios. De allí la necesidad imperiosa
de orientar la construcción del socialismo venezolano hacia la desestatización, entendida ésta
como la desburocratización de la función pública, su transferencia al poder comunal y, por lo tanto,
a la democratización de la vida económica y política, en función de lograr la máxima socialización
del poder. No nos queda duda de que a la luz de la traumática experiencia de la construcción
socialista en el siglo pasado, la construcción del socialismo venezolano pasa por el debilitamiento
del Estado burocrático y la partidocracia como centros del poder político y económico, el cual debe
ser transferido al pueblo a través del poder comunal y la economía social.
Advertimos que no se trata de sustituir la propiedad privada por propiedad estatal. La esencia
libertadora del socialismo frente al capitalismo quedará anulada si lo que se impone es el
absolutismo de la propiedad estatal. Las fuerzas revolucionarias que se proponen construir el
socialismo venezolano sólo podrán avanzar si logran tener éxito en el impulso y desarrollo de
nuevas formas de propiedad social que hagan posible un creciente grado de cogestión y, sobre
todo, de autogestión de los productores directos, de los consumidores y de la comunidad sobre su
actividad económica y productiva y sobre sus condiciones de supervivencia, reproducción y vida
social. Dicho de otra forma, la clave de una auténtica Revolución Socialista en el siglo XXI que
libere al pueblo trabajador de la explotación y los flagelos sociales del capital radica en las nuevas
formas de propiedad sobre los medios de producción fundamentales que sea capaz de impulsar y
materializar. Es de estas nuevas relaciones de poder que dependerá el nivel de desarrollo que
alcance la democracia económica participativa y protagónica que en Venezuela intenta abrirse
camino en medio del abrumador poder establecido.
El concepto “democracia participativa” planteado en la Constitución no se limita solo al ejercicio del
sufragio, sino que tiene que ver también con la capacidad real de la mayoría ciudadana de decidir
sobre los principales asuntos económicos de la Nación, particularmente con la producción,
distribución y comercialización de los bienes y servicio que son imprescindibles para satisfacer sus
necesidades básicas y esenciales, en función de garantizar sus condiciones de supervivencia y
reproducción. El paso a la democracia económica se materializará, entonces, cuando ese poder
de decisión pase de los patrones y burócratas a los productores individuales y colectivos. La
transición al nuevo socialismo se abrirá camino a través de la democracia económica, la cual se
basa en la participación activa y protagónica de los productores y consumidores directos sobre el
control de los procesos de producción, distribución, intercambio y consumo.
10. Desde esta perspectiva planteamos, entonces, que una revolución social sin una revolución
económica es una revolución insostenible. Ciertamente, hay que transformar el capitalismo
rentístico en un nuevo modelo productivo basado en un pujante desarrollo de la agricultura y la
industria, pero en manos del pueblo. No se trata de imponer “la dictadura del proletariado” sino de
impulsar la democracia del “pobretariado” en el marco de la democracia participativa y protagónica
que en Venezuela se construye. El triunfo de la Revolución Bolivariana será irreversible en la
medida que desarrolle una nueva economía social, dejando atrás la cultura rentista y
sustituyéndola por una cultura centrada en el valor del trabajo. Una revolución política y social,
pacífica o armada, que no produzca cambios sustanciales en la economía, sometida a una
dinámica de crecimiento cada vez más dependiente del comportamiento errático del ingreso
petrolero, incapaz de mantenerse con base en su propio esfuerzo productivo, corre el riesgo de
quedarse en una eterna promesa que nunca llegará a concretarse ni a valerse por sus propios
medios.
Hasta ahora, la mayoría de las revoluciones conocidas destruyeron el capitalismo privado y lo
transformaron en un capitalismo de Estado. Pero la Revolución Bolivariana se ha declarado
socialista y esto implica ir contra todo tipo capitalismo, incluso contra el capitalismo de Estado.
Más allá de los cambios en el mapa político y de la indiscutible mejoría y progreso de los
indicadores sociales, para que esta Revolución sea socialista tiene que transformar las relaciones
sociales de explotación y empoderar a los trabajadores directos y a la comunidad. Solo así se
podrán erradicar, de manera definitiva y para siempre, las causas estructurales que generan el
desempleo, la pobreza, la miseria y la exclusión social.
[1] Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Op. cit. pp. 115-116
[2] Ibid.
[3] Ver Banco Central de Venezuela. BCV. Informe Económico 2009. En:
http://www.bcv.org.ve/Upload/Publicaciones/infoeco2009.pdf.
[4]Partido Socialista Unido de Venezuela. Libro Rojo. Bases Programáticas del PSUV. Pág. 109.
Venezuela Junio 2010.
[5] PSUV: Op cit. Declaración de Principios del PSUV. p. 29
[6] Asamblea Nacional. Proyecto de Ley de Comunas. Op cit. Artículo 4.
[7] Banco Central de Venezuela. (BCV) PIB Estructuras Porcentuales En:
http://www.bcv.org.ve/Upload/Publicaciones/infoeco2009.pdf.
[8] Fuente: Banco Central de Venezuela (BCV). Componentes del VAB, Remuneración de los
asalariados y Excedente de explotación. En:
http://www.bcv.org.ve/Upload/Publicaciones/infoeco2009.pdf.
[9] Partido Socialista Unido de Venezuela.Libro Rojo. Bases programáticas. Op. Cit Pág. 100.