1. DECLARACIÓN FINAL DEL XX
SEMINARIO INTERNACIONAL
PROBLEMAS DE LA REVOLUCIÓN EN
AMÉRICA LATINA
2. 20 SEMINARIO INTERNACIONAL PROBLEMAS DE LA REVOLUCION EN AMERICA LATINA – DECLARACION FINAL
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Al cabo de poco más una década, América Latina asiste al ocaso del ciclo de los
autodenominados gobiernos progresistas o alternativos presentes en varios países
de la región, período en el que se han producido importantes fenómenos políticos y
sociales que requieren ser sistematizados y adecuadamente valorados para continuar
con nuestra acción en pro de materializar los objetivos estratégicos: la emancipación
de los trabajadores y los pueblos y la conquista de una sociedad de equidad, en la
que se ponga fin al dominio del capital y de sus propietarios.
La emersión de estos regímenes fue el resultado del agotamiento de los
gobiernos neoliberales que, por efecto de su política económica, pauperizó a las
masas trabajadoras, profundizó las desigualdades sociales y fortaleció la presencia
del capital financiero imperialista con las secuelas que eso genera, todo lo cual
provocó el cansancio y repudio de los pueblos a sus gobernantes que se expresó en
masivas protestas, en levantamientos populares que inclusive pusieron fin a varios
gobiernos en diversos países.
Los principales exponentes de estos gobiernos tuvieron la habilidad de cosechar
el descontento popular presentando como suyas las exigencias, las reivindicaciones
y propuestas por las que las masas lucharon durante todo el período neoliberal y que
–inclusive- formaban parte del acervo político de las organizaciones de izquierda y
revolucionarias. Es pertinente advertir que entre estos gobiernos existieron
diferencias, pues, algunos de ellos que igualmente enarbolaron las reivindicaciones
populares desde un inicio respondieron abiertamente a sectores de las clases
dominantes.
En el esfuerzo por disputar la influencia ideológica y política de las masas con
las distintas facciones de las clases dominantes y a fin de acumular fuerzas para la
revolución fue correcto el apoyo que en un inicio brindamos a algunos de esos
gobiernos. Nunca asumimos que su presencia implicaba la apertura de un período
revolucionario y menos que tengan tal connotación. Entendimos que se abría la
posibilidad de llevar la lucha y exigencias de las masas a niveles más altos, que surjan
canales para la politización de los trabajadores y los pueblos, para agitar con mayor
amplitud las banderas antiimperialistas y antioligárquicas; visualizamos también que
aquellos que aparecían como los más avanzados podían someterse ante las presiones
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de las clases dominantes criollas y del imperialismo, como efectivamente sucedió,
traicionando las expectativas y anhelo de cambio de los pueblos.
El positivo período económico que vivió la región –particularmente por el alto
precio de las materias primas en los mercados internacionales- permitió a esos
gobiernos la ejecución de una política social demandada por las masas que reforzó el
apoyo de éstas a su gestión; sin embargo, al mismo tiempo articularon medidas para
reforzar el dominio del capital, la penetración de capitales extranjeros
(particularmente chinos) y la creación de un marco jurídico represivo,
antidemocrático en el que se han apoyado para criminalizar la protesta social e
intentar contrarrestar toda expresión política de oposición. Unos más rápido que otros
iniciaron procesos de derechización hasta llegar al punto en que hoy son conocidos:
representantes y defensores de los intereses de las clases dominantes, instrumentos
de éstas para superar ese largo período de conflictividad social que vivió América
Latina durante los gobiernos neoliberales, calificado como un período de
ingobernabilidad.
Durante estos gobiernos se ha reforzado el poder de distintas facciones
burguesas y de las clases dominantes en general, se ha abierto las puertas al capital
financiero imperialista –particularmente de China, aunque es evidente el predominio
que el imperialismo estadounidense mantiene en la región-, se ha fortalecido la
institucionalidad burguesa y todo ello tras un discurso aparentemente revolucionario,
izquierdista e inclusive a nombre de un supuesto socialismo renovado. En realidad,
se trata de proyectos políticos de contenido reformista, desarrollista, nacidos y
sostenidos por determinadas facciones burguesas y sectores oligárquicos. Es
evidente que la presencia de estos gobiernos afectó ideológica y políticamente al
movimiento popular que –transitoriamente- atravesó por un período de reflujo,
expectante de que los cambios vengan. La influencia de los partidos y movimientos
revolucionarios en el campo popular también se vio afectada en alguna medida.
Sin embargo, ello no anuló la resistencia, la lucha de los trabajadores, de la
juventud y de los pueblos en contra de las políticas antipopulares que estos gobiernos
han aplicado. Hoy no solo hablamos de una reanimación de la protesta, sino de su
plena recuperación y la lucha de masas ha permitido desenmascarar la naturaleza
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reaccionaria de estos regímenes. Los graves problemas económicos que ahora
afectan a los países latinoamericanos, que nos lleva a hablar de la existencia de un
período de crisis, han contribuido al mayor desenmascaramiento y decadencia de
estos gobiernos, pues, para hacer frente a la crisis reproducen las consabidas
medidas adoptadas por sus similares abiertamente de derecha, que buscan descargar
la crisis sobre los hombros de los trabajadores y los pueblos.
Los gobiernos latinoamericanos que no forman parte de este bloque de
autodenominados progresistas o alternativos han continuado con la aplicación de la
tradicional política antipopular y antinacional, de afectación a las condiciones de vida
de las masas trabajadoras. Pero hay un hecho sintomático, existen ámbitos en los
que los “progresistas” y los otros coinciden en la adopción de determinadas políticas,
como en la legislación laboral, penal, el control de los medios de comunicación, etc.
En este nuevo escenario, los revolucionarios tenemos la responsabilidad de
trabajar para capitalizar lo máximo posible el descontento de las masas, para
fortalecer nuestras fuerzas y el movimiento revolucionario en general. Las
particulares condiciones existentes en cada país determinan las formas organizativas
y de lucha que corresponden para cumplir esos propósitos; somos conscientes que
en general debemos trabajar para que los trabajadores y los pueblos tengan una
alternativa política, para que vean en las propuestas de la izquierda revolucionaria y
del socialismo científico la salida para alcanzar su emancipación con la conquista del
poder.
Los asistentes a este Seminario Internacional expresamos nuestra solidaridad
y voz de aliento con los trabajadores y los pueblos del mundo que luchan por sus
derechos, contra la opresión, contra la discriminación, contra el saqueo imperialista,
por libertad y democracia. Hacemos nuestros sus combates, juntos romperemos las
cadenas de la explotación y dominación y liberaremos a la humanidad del dominio
del capital.
Firmas de organizaciones políticas y gremiales de América, Europa y Asia.