El documento describe la evolución del estado de bienestar desde su origen en 1945 hasta la actualidad. Explica que el modelo keynesiano que fundamentó el estado de bienestar entregaba al estado funciones interventoras en política económica y social. Sin embargo, la crisis del petróleo de 1973 cuestionó este modelo, dando paso a reformas neoliberales que redujeron el rol del estado. Esto generó consecuencias como mayor desempleo, pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, y flexibilización laboral. El documento también analiza los
2. La noción de "Estado del Bienestar" tiene su origen
en el año 1945, como consecuencia de la
experiencia traumática de la crisis generalizada
producto de la Gran
Depresión, que, generalmente, se considera que
culminó en la Segunda Guerra Mundial.
T.H. Marshall define Estado del Bienestar como una
combinación especial de la democracia, el
bienestar social y el capitalismo.
De acuerdo a Claus Offe, es uno de los dos factores
-junto a la existencia de partidos políticos masivos
y en competencia- que hace posible la existencia
del Capitalismo democrático o "Estado de
Economía mixta“.
3. El modelo keynesiano sobre el que se fundamenta el estado de
bienestar, y que se desarrolla a partir de la II Guerra Mundial, otorga al
estado una función interventora, que se podría concretar en dos ámbitos:
1º) Política económica, por medio de la cual el estado se convierte en un
elemento dinamizador del sistema económico, cuyo objetivo prioritario es
el mantenimiento de la actividad, impulsando la producción, orientando
la política de gasto y de inversión, y corrigiendo los desajustes que se van
produciendo. El estado adquiere la función de reactivar la
economía, especialmente en los momentos en los que el crecimiento
constante no está garantizado, debido a las fluctuaciones a las que se
encuentra sometido el mercado.
2º) Política social, a fin de conseguir: a) una distribución de la
renta, mediante la financiación de un amplio sistema de servicios sociales
de carácter asistencial, y de nuevo sistema de seguridad social, articulado
en torno a un principio de reparto, que ha ido sustituyendo al de los
seguros privados; b) promover el pleno empleo, estableciendo una
política de concertación social que garantice elevados salarios y otras
ventajas laborales; y, c) posibilitar los recursos suficientes para fomentar
el consumo interno y contribuir al mantenimiento de la productividad.
Ambas políticas, la económica y la social, requieren una política
fiscal, basada en un sistema progresivo y personalizado, que permita
generar recursos suficientes para financiar la política económica y social.
4. Luego de la crisis del petróleo (1973) que afectó a todo el
sistema capitalista, se comenzó a debatir sobre las
funciones que había llevado a cabo hasta entonces el
Estado como garantia del funcionamiento del mismo
sistema. Una de las principales críticas que nacían
desde los sectores neoliberales era que, justamente el
Estado, denominado en el periodo 1930 – 1970 como
“Estado de Bienestar” o “estado Benefactor”, basado en
las teorías económicas de Keynes, era el culpable de la
crisis del momento y por lo tanto debía ser
reformulado. Es decir, según los postulados
neoliberales el Estado debía dejar de intervenir en la
economía, no solo como controlador sino también
como generador y distribuidor de riquezas, ya que
estas últimas funciones hacían que el Estado elevara
considerablemente su presupuesto dejando sin
ganancias a las grandes empresas. De esta forma se
ponía en lugar central, para la salida de la crisis, a la
reducción de los gastos del Estado.
5. Las consecuencias no se hicieron esperar demasiado: aumento de
la desocupación, despidos producidos por el propio Estado y por
las empresas privadas, brusca disminución de las ventas debido a
la pérdida del poder adquisitivo de los
trabajadores, privatizaciones en todas las áreas, suspensión o
cierre definitivo de servicios que cumplían funciones sociales
(transportes, educación, salud, etc.).
Otra de las consecuencias que trajo aparejada el desmantelamiento
del “Estado de Bienestar” y su papel regulador de la relaciones
entre los empresarios privados y los trabajadores, fue la
pérdida, por parte de los sindicatos, de su poder de negociación
ante las medidas neoliberales y de la homogeneidad en sus
reclamos.
El fuerte aumento del desempleo, el cierre de empresas y el
deterioro de las condiciones de trabajo, presionaron a los que
todavía conservaban su puesto, a aceptar nuevas condiciones de
“flexibilidad” laboral. Estas “facilidades” brindadas a los
particulares fueron aprovechadas para bajar costos laborales
directamente con la disminución de salarios y de esta manera
recuperar o mantener los niveles de ganancia.
6. La excusa era que el Estado era ineficiente, y que sus gastos
generaban inflación. Para “corregir” estas deficiencias, se
aplicaron ajustes de todo tipo, que los
trabajadores, desmovilizados por el miedo a más pérdidas de
empleos, no tuvieron más remedio que aceptar.
Al mismo tiempo, la “revolución tecnológica” de los ´70, había
provocado una alta tecnificación de la industria, con la
consecuente disminución de la mano de obra y la especialización
de la misma. El desempleo aumentó el número de trabajadores
marginales o informales, con trabajos temporales, artesanales o de
servicios alternativos (transporte, seguridad, etc.).
Esta situación generó diferentes tipos de trabajadores
(heterogeneidad de la clase trabajadora): por un lado unos muy
especializados, trabajando en empresas con cierta estabilidad y
con mayor capacitación; otros, trabajadores “flexibilizados”, con
una gran inestabilidad laboral y otros directamente
desocupados, marginados o caídos del sistema laboral.
Evidentemente esto significó un quiebre en la unidad
(homogeneidad) de la clase trabajadora y en los reclamos obreros.
7. Desde mediados del siglo XIX la forma de reclamar y
protestar de las masas había sido canalizada
principalmente por los partidos políticos y por los
sindicatos.
Al terminar el siglo XX, nos encontramos con una
profunda crisis de los partidos políticos tradicionales y
por diversas razones se ha producido un
debilitamiento de los sindicatos. Esta situación produjo
nuevas formas y canales de participación para la
demanda frente a situaciones injustas y de explotación.
Las Organizaciones No Gubernamentales
(ONG), comenzaron a surgir y a reemplazar en algunas
áreas a los partidos y al Estado: la defensa de los
derechos humanos, de la mujer, del consumidor, de la
ecología, de los homosexuales, etc. Grupos de
damnificados por diferentes hechos (accidentes, cierres
de bancos, desalojos, etc.) hicieron oír sus reclamos sin
comprometerse con partidos ni con organismos de
gobierno, sindicatos o instituciones religiosas.
8. El estado-nación en un contexto globalizado: el futuro de la sociedad del bienestar
El estado de bienestar está determinado por la problemática coyuntural que está afectando a
los países desarrollados y al contexto mundial, y en particular por la globalización como
condicionante estructural. Según Rodriguez Cabrero, el estado de bienestar ha sido
históricamente un mecanismo institucional de regulación del capitalismo en su fase de
expansión, pero, a finales de los setenta, comienza a ser considerado, por una
parte, como un obstáculo para la globalización, pero por otra, sigue siendo un
mecanismo compensador de los costes sociales. La globalización de la economía, ha
supuesto, en primer lugar, el agotamiento del modelo keynesiano ante los profundos
cambios producidos en el mercado mundial, y la aparición de movimientos
especulativos y políticas competitivas a gran escala, que impiden el crecimiento
económico constante, que había posibilitado el desarrollo y funcionamiento del estado
de bienestar. En segundo lugar, la expansión de las nuevas tecnologías, que han
acelerado la crisis del modelo, que han transformado los procesos productivos y
sistemas distributivos, afectando al mundo del trabajo y a su organización. A esto hay
que añadir los efectos de la desaparición del socialismo real, ocurrido tras la
desintegración de la U.R.S.S. a finales de los años ochenta, que era un obstáculo a la
mundialización de la economía y a la expansión del sistema capitalista. Pero esta
globalización está produciendo una serie de contradicciones, que están afectando a las
relaciones entre el norte y el sur -del enfrentamiento entre Este-Oeste se ha pasado al
enfrentamiento entre los países ricos y países pobres-, y ha dado origen a una
dualización social dentro de los mismos países desarrollados, al crear diferentes espacios
de bienestar y provocar situaciones crónicas de exclusión social.
9. El estado de bienestar futuro tendrá que dirigir su
intervención hacia los riesgos fabricados, derivados de
la situaciones de dominación que se mantienen sobre el
Tercer Mundo, y cuyas repercusiones a largo plazo se
desconocen y no pueden evaluarse adecuadamente. La
explotación económica del Tercer Mundo ha
beneficiado y ayudado, durante siglos, a la expansión
económica de los paises desarrollados, a través del
mantenimiento de unos precios baratos de las materias
primas y de la mano de obra, lo que ha producido una
situación de dominación y dependencia económica y
tecnológica. Es urgente, por tanto, un replanteamiento
de las actuaciones de los países industrializados
respecto a los subdesarrollados. Los Programas de
actuación, deben procurar un desarrollo
alternativo, basado en políticas generativas y en el
fomento de actividades ya existentes en el mismo
lugar.
10. Asimismo deberán tenerse presente los nuevos riesgos sociales y económicos que
aparecen en cada país, como consecuencia del envejecimiento de la población, y el
consiguiente incremento de los gastos de protección social: pensiones, asistencia
sanitaria, ayuda personalizada... y de los cambios producidos en el ciclo formativo y
laboral de la población, y que afectan a los procesos educativos, que cada vez son más
largos, a la incorporación a la actividad laboral, que se produce a una edad más tardía, y
al adelantamiento de la edad de jubilación. Esto supone la disminución del período
medio de actividad por persona, lo que en conjunto significa mayores gastos sociales y
menos recursos fiscales para el estado. A ello, habría que añadir los nuevos riesgos que
se están produciendo por el impacto de la mundialización en la economía nacional, es
decir, la repercusión que los procesos de globalización están teniendo en las economías
de los países desarrollados, como consecuencia de la competitividad mundial, de los
movimientos especulativos...
Por otra parte, tampoco se pueden olvidar las nuevas desigualdades y cambios en la
estructura social, derivados de: 1º) el cambio que se ha producido en la estructura
familiar, concretamente por la incorporación de la mujer a la actividad laboral y por las
nuevas situaciones familiares, producidas por el aumento de divorcios y la aparición de
otras formas de convivencia; 2º) las nuevas formas de desigualdad y de
pobreza, asociadas a los procesos migratorios y sus problemas de integración, la
extensión de familias mono parentales y a la descalificación profesional y exclusión
social. 3º) las nuevas desigualdades por los cambios producidos en la estructura social, y
los efectos del paro estructural, que está afectando especialmente a colectivos muy
específicos: jóvenes y mayores de 45 años, con bajo nivel de cualificación. 4º) la
dualización social que aparece como resultado de la extensión de la economía sumergida
y, de los cambios en la organización del trabajo debido a la implantación tecnológica.