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El musical, uno de los géneros menos valorados, tanto en el cine como en el teatro,
debido a la paridad con la que relaciona dos de los siete artes y los hace uno nuevo, ha
sufrido una turbulenta evolución desde su innovador nacimiento hasta un claro caso de
peligro de extinción, pasando por la Gloria de la añorada Edad de Oro y demás
altibajos, llegando a un punto en el que su supervivencia pende, para los más escépticos,
de un determinante hilo.

Es este tumultuoso recorrido por el que ha pasado el género el que ha condicionado, en
parte, su estatus de “caso perdido” del cine. Leves augurios de una dura decadencia
comenzaron a brotar después de que los dos grandes éxitos de los años 60, “West Side
Story” (1961) y “My Fair Lady” (1964), se estrenaran con sus correspondientes éxitos
en taquilla, crítica y en premiaciones terminando, así, con la élite del gran cine musical.

Diversos proyectos de gran relevancia se han sucedido después de esto a lo largo de tres
décadas y media, con títulos tan populares como “Jesucristo Superstar” (1973),
“Cabaret” (1979), “Hair” (mismo año) o “Grease” (1978), que han logrado mantener el
cine musical vivo mas no en su mejor forma. Así, no dejan de ser excepciones en un
ocaso de lo que un día fue el género estrella que mantuvieron el interés atrayéndolo a un
futuro resurgir años más adelante.

Es esta última década la que se va a analizar, intentando llegar al fondo de su futura
influencia y entendiendo el momento actual que está experimentando el musical
cinematográfico para, así, poder comprenderlo mejor. Para esto, nos centraremos en el
mundo de la crítica especializada con dos grandes revistas, como son Cahiers Du
Cinema y Dirigido, y haciendo uso de dos sitios webs, LaButaca y Fila7, para aquellos
títulos que no disponían de espacio en dichas revistas. De esta manera, se busca saber
cuál es el punto de vista profesional, en qué se fija el crítico y en qué no -pregunta más
que importante puesto que este género implica diferentes realidades además de la
propiamente cinematográfica- y esclarecer, así, si realmente es un género para enterrar
o, por el contrario, una promesa del “nuevo hacer” cinematográfico.

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El comienzo de la nueva era


“Moulin Rouge”. Ese es el nombre clave para entender todo el enorme desarrollo que el
cine musical experimentó con la llegada del nuevo milenio hasta nuestros días, en que
sigue avanzando e innovando.

Fue en el año 2001, 5 años más tarde del último éxito del género, “Evita”,
protagonizada por Madonna y Antonio Banderas, cuando un título nuevo irrumpió en la
cartelera con un ambiente escéptico a su alrededor. Con un cartel de lujo, Ewan
McGregor y Nicole Kidman interpretando los papeles de Christian y Satine, “Moulin
Rouge” tuvo una polémica acogida crítica pero se llevó al público de su lado siendo, a
día de hoy, uno de los musicales más queridos por la audiencia general.

Aún así, las opiniones sobre este ecléctico filme son muy polarizadas. Analizando el
especial que la revista Dirigido (adjunto al documento) le dedicó al Molino Rojo en su
número de septiembre del 2001, podemos ver un claro ejemplo de la crítica negativa
que tuvo la película. Así, el autor del análisis, Tomás Fernández Valentí, habla de una
cinta de “artificio formalista” centrada en los efectos visuales huecos y en la anacrónica
selección de temas para su adaptación orquestal de la banda sonora original. Así,
aunque defiende a “Moulin Rouge” como una película con innumerables virtudes
técnicas, resalta las “obvias limitaciones expresivas de un film directamente concebido
para erigirse al instante una pieza de culto”.

Aunque hasta cierto punto es cierto que el efecto digital se usa sin ningún tipo de base
antropológica más que la mera exaltación pictórica de unos ambientes parisinos llenos
de magia y metáfora, no parece justo que esto establezca puntos negativos al filme. Esta
estética tan pictórica, que parece pintada a mano con luz, es muy propia del director Baz
Luhrmann, gran seguidor de una dirección de fotografía surrealista e idílica. Además,
aunque la historia no posea una trama enrevesada, complicada o llena de giros, parece
poco realista decir que queda dejada en una esquina a favor de esta estética digital
“hueca y superficial”, según opina Valentí. Así, la historia sencilla se desarrolla
perfectamente aliándose al despliegue tecnológico y, sobre todo, a la maravillosa banda
sonora que, por otro lado, ha sido tan criticada. El argumento de que es “un producto
extraño y heterodoxo” que defiende el autor de Dirigido, lejos de ser algo negativo es
algo muy rico y que otorga a la música (sería más correcto decir “las músicas”, pues de
tan diferente índoles son) de la película un valor experimental y reconciliador en el que
diferentes géneros, grupos, artistas y temáticas de las últimas décadas de la música
convergen en una banda sonora homogénea en estilo.

Sin embargo, lo interesante de esta crítica es la reflexión que, de hecho, queda resaltada
en la primera página de la crítica en la que dice que la película “surge con la pretensión
de pulverizar, de una vez por todas, las convenciones cinematográficas que han
sustentado el género musical”. Esto es importante en relación con la relevancia que el
filme tuvo como despertar del género tras una larguísima etapa hasta cierto punto
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mediocre, eclipsada por una increíble Edad de Oro que parecía nunca volvería. Así, la
historia de Satine y Christian supone un bofetón a estas críticas apocalípticas y una
bocanada de esperanza hacia una nueva era que acababa de nacer: el musical se estaba
levantando de nuevo.

Tras el boom que “Mouling Rouge” (2001) supuso en el mercado comercial con su
consiguiente reactivación del género, diversos proyectos salieron adelante en un “in
crescendo” cualitativo. Así, en el año 2005, con el primer fracaso de taquilla de la
década de la mano de “Rent”, podría cerrarse el “antes” de la década, formada por otros
dos títulos de gran importancia: “Chicago”, adaptada del musical de Broadway y
estrenada en 2002, y “El Fantasma de la Ópera”, de mismo origen escénico que salió a
las carteleras en el año 2004.

Esta última no tuvo una muy buena recepción crítica y puede observarse esto en el
documento adjunto, extraída del sitio web Fila7 y escrita por P. Antonio Urbina.

Más allá de que Urbina critique la superficialidad de los personajes, de las actuaciones y
de los escenarios, es decir, de todo, lo interesante de esta crítica es que nos lleva a una
de las preguntas que ya nos hicimos en un principio y que se repite con “Mouling
Rouge”: al ser el musical una mezcla de cine, música y, en ocasiones, danza… ¿hasta
qué punto un crítico cinematográfico está capacitado para hacer crítica? ¿Ha de saber de
esos tres artes? En este análisis, el crítico toma este papel omnipotente y no solo se ciñe
a lo más propiamente ligado a la historia sino que, también, da su opinión sobre la
ausencia de fuerza de la banda sonora, juzgándola como una obra que “no tiene la altura
o vuelo de una ópera”.

De esta manera, justifica en parte el fallo del guión a que la banda sonora puede “limitar
la creatividad del director, no por ser música sino por ser ‘esa’ música”. Este guión,
defiende Urbina, posee poca fuerza (lo achaca a que está escrito por el director,
mediocre en su opinión, y por el compositor de la banda sonora, mediocre también) en
relación a la historia original, la tacha de superficial y ñoña.

Es cierto que el tratamiento de la historia y el guión no poseen la grandeza ni el misterio
que un “musical operístico” con semejante historia debería poseer, sin embargo, su
opinión sobre la banda sonora y sobre las interpretaciones me parecen, en cierta medida,
excesivas. Con unas arias bastante espectaculares, los protagonistas, en especial Gerard
Butler, totalmente fuera de su papel típico encarnando este carismático fantasma, logran
salir notables de un musical complicado y, por tanto, muy exigente. Además, es de
digno reconocimiento, cosa que ni se nombra en la crítica de P. Antonio Uruba a pesar
de la enorme importancia que posee, la interpretación de las arias por parte de los
propios actores con su voz original, hecho no tan común en la historia del musical,
sobresaliendo Emmy Rossum en su papel de Christine.

Así, el cine musical comenzó a despegar. Después de la explosión que supuso “Moulin
Rouge” y del éxito de taquilla de “El Fantasma de la Ópera”, el género experimentó el
primer batacazo de la década. Basado en el musical de Broadway homónimo, con una
base fan muy amplia, y siendo visto como un musical “de culto”, “Rent” (2006),
inspirado en la ópera “La Bohème”, fue adaptado al cine a manos de Chris Columbus,
director de las dos primeras películas de “Harry Potter” o “Solo en Casa”, entre otras.
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Con un gran reparto, en el que se encontraba la famosa actriz de musicales Indina
Menzel (que años más tarde haría de madre de otra actriz de musicales, Lea Michele, en
la serie “Glee”), “Rent” cuenta la historia de un barrio bohemio lleno de geste de baja
clase social, enfermos de sida y demás gente “políticamente poco correcta”.

Quizás el público general no estaba preparado para un musical así, quizás influyó que
su estreno, en muchos casos, se realizara únicamente en festivales de temática
homosexual o quizás no fue bien promocionada, pero está claro que este musical fue un
batacazo de taquilla hasta tal punto que ni se han encontrado críticas especializadas en
los medios de nuestros país, mientras que otros como el “New York Times” o el
“Chicago Sun Times” hablan de ella como “parte del panteón de los musicales
inmortales”.


                                           ***




                                                   La bisagra del cambio
Fuera como fuere, ya habían pasado 5 años desde el boom protagonizado por Kidman y
McGregor y todo este auge estaba quedando en una simple ilusión cuando el punto de
giro más radical se estrenó en el sitio menos esperado. Cuando Disney Channel decidió
retomar un proyecto aparcado en los años 90, cuyos protagonistas iban a ser los
presentadores del “Mickey Mouse Club”, ahora estrellas del Pop, Britney Spears, Justin
Timberlake y Christina Aguilera, no esperaba que fuer a revolucionar el mercado
musical convirtiéndolo, desde la base de la familia, es una obligación de entonces en
adelante para cualquier proyecto nuevo juvenil. Así, en el año 2006 y con una excelente
campaña de marketing, “High School Musical” se estrenó formando una de las mayores
polémicas                del              género              nunca              vistas.

Al ser la primera parte de la saga una TV Movie, no ha sido posible encontrar críticas
especializadas; sin embargo, sí ha podido ser encontrado acerca de su tercer episodio,
estrenado en la gran pantalla en el año 2008, del mismo patrón que los dos anteriores y
cuya crítica nos servirá para analizar el fenómeno desde el punto de vista más
profesional.

José Arce, crítico de La Butaca.net, no pudo ser más claro con el titulo en lo referente a
su opinión: “Arma de destrucción cerebral masiva”. Así, vayamos a las críticas que
vayamos, encontraremos comentarios negativos y destructivos que comentan la
superficialidad de los personajes, la estupidez de la trama y la poca personalidad de las
bandas sonoras de los tres filmes. Un aspecto que parece un tanto exagerado es la
supuesta incapacidad dramática de los actores haciendo, así, una generalización un tanto
injusta pues actores como Vanesa Hudgens o Zac Efron (ambos protagonistas del filme)
hicieron un trabajo bastante decente de sus roles y demostraron su capacidad de
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actuación en otros filmes, como “Sucker Punch” la primera o “Hairspray”, también
musical que se analizará después, el segundo.

Sin embargo, a pesar de ser todo esto cierto, es innegable la influencia que la saga
juvenil ha tenido en el género musical. Los dos años siguientes al estreno de la película
Disney, se produjeron cinco musicales de éxito, sin contar las partes 2 y 3 de la propia
franquicia “HSM”, con buen recibimiento por parte de la crítica y de taquilla. Así,
aunque “High School Musical” sea una TV Movie juvenil sin ninguna característica
rescatable del buen cine, ha sido un fenómeno que no solo ha beneficiado al mercado
infantil y juvenil, sino que ha permitido al género coger una carrerilla que le facilitó
llegar a los títulos que se sucedieron y que analizaremos en adelante.

Así, “High School Musical” pone fin a la fase “antes” de la década y supone un enorme
“después” para el cine musical. De esta manera, al año siguiente de que Disney diera “el
pelotazo”, Dreamworks apostó por uno de los musicales mejores recibidos por la crítica
y con un elenco digno de película de Oscar: “Dreamgirls”.

Con un telón de fondo retro propio de Bill Condom, director y guionista, “Dreamgirls”
habla de los problemas raciales, de las relaciones humanas y, sobre todo, habla de la
música. Con la evocación de grupos vocales y solistas reales de los años 60, Condom,
adaptando la novela de Tom Eyen, logra contar una historia sencilla, pero bastante
manida, de manera notable y con unas actuaciones brillantes. Aunque el autor de
“Dreamgirls, ¿Un cine musical renovado?”, Tomás Fernández Valentí (Dirigido), opina
que la película carece del drama amargo que necesita, reconociendo que no sabe si es a
causa del libreto original, sí que alaba, con buen criterio, “lo bien engarzados que están
los números musicales con el desarrollo del relato y la psicología de los personajes”.
Este elemento puede parecer simple, pero en realidad es algo muy importante pues es
fácil caer en las facilidades que interpretar un número en un escenario, de manera literal
e intradiegética, supone. Sin embargo, “Dreamgirls” lucha con eso introduciendo los
números en medio de la trama sin que quede artificioso, aunque también recurre al
número de escenario pues la película trata sobre el grupo “The Supremes”, lo que hace
difícil no recurrir a ello.

Entre las actuaciones, Dirigido resalta a Eddie Murphy por su buena interpretación del
decadente James Early, algo diferente a lo que dice Ana Sánchez de la Nieta, crítica de
Fila7, que lo cataloga como “correcto”. Además se habla de Jamie Foxx, Dirigido lo
trata de ‘increíble’ mientras que Fila7 de irregular, y de Jennifer Hudson, ex “American
Idol”, que logra un buen papel co protagonista aunque su verdadero lucimiento sea en la
parte vocal, haciendo parecer a Beyoncé Knowles una aficionada. La estrella del pop
también se defiende muy bien en ambos planos.

De esta manera, “Dreamgirls” supone una superación cualitativa del musical, logrando
que la concepción de “género de puro entretenimiento” comience a quedar atrás. Esto
fue apoyado por el siguiente estreno, ocho meses después, del clásico Broadway
“Hairpsray”, estrenado en septiembre del 2007 con la cara de un John Travolta
disfrazado de mujer y un Zac Efron que huye de su imagen infantil de “High School
Musical”.


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Con esos dos ganchos, una puesta en escena luminosa y divertida y una banda sonora
clásica del género, “Hairspray” en seguida conquistó a crítica y público demostrando
que el “happy ending” no es solo cosa de niños.

Así, para esta película compararemos las críticas de Jaime Pena, crítico de Cahiers Du
Cinema, y de Israel Paredes Badía, representante de Dirigido. Ambos defienden el tono
feliz y divertido como algo digno resaltándolo en cada crítica. Aún así, si bien ambos
defienden esto, será Cahiers más duro con el filme, criticando la floja dirección de
Adam Shankman, “Lástima que detrás de “Hairspray” no tenga a un director en lugar de
a un coreógrafo”, la banda sonora poco original, “repertorio de temas referentes
retomados para el consumo de nuevos públicos”, o la interpretación de Travolta
desmereciendo, según opina Pena, el papel interpretado originalmente por Divina, un
travesti que, gracias a este papel, “ha terminado por convertirse en un icono aceptado
universalmente”. Un apunte contradictorio es que, a pesar de criticar la música de la
película, Jaime Pena también la alaba, diciendo que “son capaces de sintetizar el
conflicto dramático entre música blanca [...] y música negra […], incluso con
propuestas híbridas intermedias”. Este es un buen apunte acerca de la banda sonora, que
emplea dos formas de ver la música americana en el momento y su mestizaje: justo de
lo que trata la película.

Paredes Badía será más positivo con el filme aunque enfocará toda su crítica en alabar
la sencillez del fin de no pretender transmitir complicadas teorías ni pensamientos sino
de querer llegar, mediante las actuaciones de los protagonistas y los números musicales,
“a un punto de encuentro y diversión” que, según opina, no es algo negativo ni indigno.

De esta manera, la película resalta por sus números musicales y por la temática y el
punto de vista desde el que esta es descrita. Tratar las igualdades sociales y raciales
desde un filtro divertido, optimista y esperanzador no es un cliché y “Hairspray” lo
logra gracias a una trama interracial de los personajes y a la simpatía del protagonista,
añadido a las canciones llenas de color y luz.

Las coreografías de los números son brillantes gracias al director del filme, coreógrafo
profesional, que además supo sacarles toda la fuerza posible dirigiendo a los cámaras y
la edición para sacar el mayor partido a cada baile individual y a los movimientos
grupales. Cabe resaltar el papel de Zac Efron, muy “resultón” en su papel de Link, y a
Nikki Blonsky, protagonista. Además de estos, dos actuaciones hacen la película más
agradable y entretenida de ver, como son la de Michelle Pfeiffer y Amanda Bynes, muy
acertada en un papel muy cómico y logrado que logra sacar la sonrisa en todo momento.

En resumen y tratando temas que las dos revistas especializadas mentan, “Hairspray” es
un musical divertido pero muy poco arriesgado cuya función principal es entretener con
una puesta en escena de gran calidad, personajes simpáticos y una historia entrañable.
Con actuaciones muy notables, el filme trata de la convivencia entre gente diferente y
eso se plasma en la banda sonora, que mezcla música rockabilly con soul e incluso la
mezcla con el mestizaje de estilos musicales que se dio en los Estados Unidos de los
años 60 que dio lugar a estilos como funky o el rythm ‘n’ blues. Una entretenida apuesta
que ofrece el musical en su estado más puro y típico.

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Tras este 2007 tan explotado, recordemos que se estrenó también “High School Musical
2”, el 2008 se avecinaba parecido con grandes estrenos prometedores con carteles
espectaculares. Primero llegó el musical de Tim Burton y después llegó el verano de la
mano de Meryl Streep con un clásico de Broadway que, ahora, se ha convertido en un
clásico del cine musical también: “Mamma Mía”.

Fue en febrero, cuando el demoníaco barbero de la calle Fleet llegó a nuestras grandes
pantallas dispuesto a sorprendernos con su estética gótica y sus canciones oscuras.
Cómo no, llevaba el sello “Tim Burton” en cada segundo de la película tanto en la
imagen, en el sonido como en sus actores: el actor fetiche del director, Johnny Deep, y
su mujer, Helena Bonham Carter.

Así, este melodrama victoriano, como lo denomina Roberto Cueto, crítico de Cahiers
du Cinema, está envuelto por un Londres demoníaco digital que parece condicionar
todas las horribles acciones que van a suceder en esta sangrienta historia. La magistral
dirección artística y de fotografía, dos aspectos que poseen mucho peso en el cine de
este director, logran que el espectador se meta de lleno en la película, a pesar de aquello
que el crítico Cueto dice acerca de que los espacios de la ciudad “no aspiran a transmitir
ilusión de realidad”, que logre oler y sentir las calles húmedas londinenses y que se
esfuerce en ver porque lo hace con dificultad debido a la espesa niebla de principio de la
era industrial.

La banda sonora, formada por una “orquesta inicial de 27 miembros reconvertida en una
formación de 78”, logra transmitir a la perfección ese espíritu del que se hablaba antes,
un espíritu cruel y oscuro, pero que deja entrever bocanadas de aire romántico y
esperanzador. Además, habla de la sociedad del momento, escudándose en el origen
popular del cuento para otorgarle ciertas licencias que analizan, mediante un transfondo
sociopolítico, el día a día de los nuevos tiempos. Es este análisis socio antropológico en
el que Roberto Cueto se centra. El crítico ve al musical como un “objeto de culto en una
vitrina” que “se acerca [...] a los ostentosos musicales que florecieron en la agonía del
género” y admira la capacidad de transmitir la melancólica decadencia de este principio
de siglo.

De esta manera, “Sweeney Todd” es un film elegante, sobrio hasta la saciedad, si es que
esa paradoja es posible, y oscuro, muy oscuro. Todos estos elementos introducen al
espectador en la tensión continua en la que vive el Barbero asesino y le forma una
inquietud directamente acorde a la trama principal. Además, las brillantes actuaciones
de dos increíbles actores del celuloide hacen de este musical de Tim Burton una delicia
no apta para todos los públicos.

Este ambiente invernal que Tim Burton nos ofrecía acorde con la fecha de su estreno
fue calentándose conforme llegaba y pasaba la primavera. De esta manera, en pleno
agosto, se estrenó la veraniega versión cinematográfica del musical de Abba.

Así, basado en el espectáculo homónimo de Broadway, “Mamma Mía” es criticada de
modo muy duro por Tomás Fernandez Valentí, el crítico de Dirigido que ya ha
aparecido en otros filmes, argumentando que de la película no se salva nada. Sin hacer
referencia a la magistral actuación de Meryl Streep, como suele ser común en ella, o al
descubrimiento que Amanda Seyfried ha sido en referente a su faceta musical, Valentí
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critica la nefasta dirección de una directora teatral, de hecho la de “Mamma Mia”:
Phyllida Lloyd, que “demuestra no tener ni idea de las diferencias de lenguaje existentes
entre el teatro y el cine, o simplemente le tienen sin cuidado.” Con esta dura crítica, el
representante de Dirigido resalta las malas decisiones de dirección, con “los reencuadres
más nefastos que se hayan visto en mucho tiempo”, o la sorpresa de que, a pesar de ser
directora teatral de musicales, haya realizado “los números musicales peor
coreografiados, filmados y montados que se hayan visto en años”.
Con este amargo sabor de boca nos deja una crítica totalmente negativa, que si bien
puede tener razón en la crítica final sobre cómo termina el film en una “patética
resolución «políticamente correcta» en la que los jovencitos no se casan porque-no-se-
lleva y los mayores sí lo hacen porque-ya-va-siendo-hora, y casi cada oveja con su
pareja, sea homo u heterosexual” parece llevar todos los elementos más flojos a un
extremo en el que parecen insultos a la inteligencia humana, y tampoco sucede así.

La premisa de la historia es original y, aunque no guste, es la que viene del libretto
directo de Broadway; este factor se suma, además, a que este guión teatral fue escrito
por Catherine Johnson, la misma que lo adaptó al cine, por lo que las licencias tomadas
serán mínimas por no decir nulas. Las actuaciones son desbordantes y, al contrario de lo
que dice Tomás Fernández Valentí, los números tienen mucha fuerza y, sobre todo,
mucha naturalidad, Maryl Streep es un factor de bastante peso para que esto sea así, a
pesar de ser un musical, factor que define bastante bien la totalidad de la obra.

Tan bien hecha está esta adaptación que seguramente supere con creces a la obra
original teatral, al menos la versión española, con actores con muchísimo más carisma,
voces y números mucho más naturales y una trama mejor desarrollada. De tal manera,
“Mamma Mia” se erige como una película musical popular debido a todo esto: es
fresca, es divertida, es natural… es humana. Una fórmula perfecta para un público
familiar de todas las edades que quiere divertirse de modo parecido a cómo se sucedió
con “Hairspray”, pero con menos teatralidad plástica y más realismo, demostrando, así,
que el género sí lo permite.




                                                           El musical de hoy
Un largo silencio musical se sucedió después de este último estreno del 2008. Así, tras
dos años de espera llenos de promoción y de ilusiones puestas en el nuevo proyecto, se
estreno “Nine”. Sin embargo, su estreno no estuvo lejos de polémicas: el largometraje
estaba basado en el idolatrado “8½” y había reunido a “más estrellas que en el
firmamento” para poder protagonizarlo. Para muchos, esto fue una herejía, para otros,
un alivio narrativo. De la mano de Valentí y del sitio Web Fila7, cuya crítico es, en este
caso, Ana Sánchez de la Nieta, analizaremos este remake musical.



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El autor de Dirigido muestra una crítica bastante neutra, sobre todo comparada con otras
que se han analizado anteriormente, y establece un resumen general de la película antes
de pasar a analizar los números individuales de las estrellas que protagonizan el filme
junto a Daniel Day-Lewis. Así, Valentí comienza con la inevitable referencia al clásico
de Fellini 8½, defendiendo que compararlas”sería una crueldad innecesaria”, y defiende
que “Nine” es un resultado poco brillante, mas no despreciable, de adaptación. Atiende
a una excesiva cantidad de propósitos para cumplir como razones resienten el filme:
habla de hacer una película de masas pero “como las de antes” y culta, con Fellini
“como piedra angular” y, también, de tratar de no desmerecer la versión teatral. Es por
esto, continúa Valentí, que la película ha tratado de atender tantos puntos que no ha
logrado bordar ninguno de ellos.
Un asunto relevante que apunta el autor de Dirigido es la poca delicadeza con la que se
han tratado en el filme los pasos a las escenas musicales, siendo algunos”bruscos y
forzados”, y cómo le da al fin “más que un tono artificial, artificioso”. Esto conecta con
la crítica de Fila7, pues defiende que “Nine” diferencia excesivamente las dos partes de
su narrativa: la realidad y los sueños están aún menos conectados que en el clásico de
Fellini y se separan aún más en dos películas independientes: “Qué gran película
hubiera hecho Marshall si en vez de rodar dos películas hubiera hecho un verdadero
musical italiano”.

Otro aspecto en el que conectan ambas críticas es en los números musicales, alabando
especialmente el de Marion Cotillard. Mientras Fila7 critica la excesivamente ágil
edición “videoclipera”, cosa que Valentí también menciona al hablar de los números de
Kate Hudson y Penélope Cruz como herramienta para ocultar sus nulas dotes musicales
y danzarinas, Cahiers du Cinema atiende más a las aptitudes de cada actriz como
condicionante de que el número funcione o no.

Así, “Nine” se atreve a desmontar a Fellini con un cast de estrellas excesivamente
independizadas en el filme dando, al contrario que opinan los dos artículos adjuntos al
documento, una sensación de que la trama está entrecortada para poder dar, así, a cada
actriz su momento de gloria y promoción, el número donde “ella” sea la protagonista
desapareciendo, casi de golpe, inmediatamente después de haber cumplido su cometido.

Resaltando a Marion Cotillard y la saturación que puede sentir el espectador al ver a
Penélope Cruz hacer de ella misma año tras año, película tras película, “Nine” fue el
musical de la decepción donde se esperaba más de todo. Nicole Kidman defraudó en su
momento estelar, aunque los dos críticos, especialmente Valentí, defiendan lo contrario;
Sofía Loren, última reliquia viviente del cine italiano, funcionó de “mujer florero” a la
perfección en los momentos que le tocaba mostrarse, pareciendo que su única función
era que el espectador exclamara entre sonrisas “¡mira, es Sofía Loren!”, y Kate
Hudson, junto a la ayuda de la edición nombrada en Cahiers, salió del paso con una
animada “Cinema Italiano”. La única sorpresa que se vio fue la de Fergie, voz de los
Black Eyed Peas que, entre kilos y maquillaje de más, defendió un espectacular “Be
Italian”, coreografía y voz impecables, que ha quedado en la mente de todos, superando
popularmente, así, a todas esas estrellas en las que se basa el proyecto completo.




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Y ahora, ¿qué?

Comenzando con “Moulin Rouge” y terminando con “Nine”, y obviando otros muchos
musicales que se estrenaron entre medio y después (una lástima no haber podido
analizar el último musical estrenado, “Burlesque”, de Cher y Christina Aguilera, o
“Across The Universe”, de los Beatles, entre otros), se ha tratado de plasmar una
evolución del género musical en nuestra última década

Esta necesidad de análisis se ve forzada por la g”gran depresión” que sufrió el género
después de los años 60, en los que tres décadas de éxitos aislados, y poco logrados en
algún caso, auguraban un final apocalíptico que todos los críticos no tienen problema en
recordar película tras película. Es gracias a películas como “Moulin Rouge” o “High
School Musical”, por mucho que sea duro de reconocer para muchos, que el género ha
revivido y ha vuelto a la primera plana poniendo, incluso, de moda los musicales de
nuevo y avivando la producción de espectáculos. Es esta esperanzadora situación lo que
nos lleva a analizar la última década para ver dónde estamos y qué nos depara, y co
nesta crítica se ha visto que estamos en un punto de buen cine, y no solo musical, con
grandes actuaciones que, quizás, algún día cercan podrán ser el relevo de las de Gene
Kelly o Donald O’Connor.

Así, la década del 2000 nos ha ayudado a romper con clichés acerca del musical viendo
que buenas historias poco convencionales y buenas actuaciones, una enorme
enumeración se podría hacer con los buenos papeles realizados en estos diez años,
hacen que el género vuelva a tener la relevancia que merece.

¿Su evolución en el cine? Los números musicales se han mermado, quizás por la
sensación de necesitar romper clichés de números grandilocuentes y vistosos pero
huecos que parecen querer ocupar metraje en una cinta sin historia base, y las bandas
sonoras se han hecho más “cultas”, fomentado –quizás- por las duras críticas que bandas
sonoras pop como “High SchoolM” o hasta “Moulin Rouge” han recibido, aunque
todavía falta una evolución musical más evidente para poder hacer norma. Parece ya
algo impensable, además, el doblaje de las voces originales de los actores como se hacía
antes, sobre todo en la idolatrada Edad de Oro, siendo esto visto, ya, como un engaño al
espectador; esto le da más valor al film como resultado global. Además, un aspecto muy
relevante es la profundidad temática que el género ha adquirido con los años,
pareciendo indispensable introducir algún tipo de temática social como cimientos de la
trama, véase “Hairspray”, “Sweeney Todd” o “Dreamgirls”, convirtiéndolo en bienes
imperecederos.

Se agradece ver, pues, que, aunque el cine musical ha hecho una evolución continua
desde que nació, es ahora, en esta década, cuando el público parece exigir calidad en el
género. Porque realmente ese es el resurgir del género: no es solo que la gente
ahora pida musicales, es también la actitud con la que van a verse. El cine musical
ha pasado de ser un puro entretenimiento evasivo a ser otra forma de arte, de contar
historias profundas con personajes profundos y bandas sonoras de calidad y, en parte,
esto es gracias a que el público general y la crítica así lo exigen.
                                                                                     11
12
El Fantasma de la Opera según Fila7
A priori no parece Joel Schumacher el adecuado para dirigir El fantasma de la ópera. Si
recordamos anteriores trabajos suyos -El cliente, Última llamada, Batman & Robin, 8
mm...-, en ninguno de ellos, ni por el tema ni por su tratamiento, ha dado muestra de
una especial sensibilidad artística. Sin embargo aquí le tenemos como director, y co-
guionista. Guionista con Andrew Lloyd Webber, autor de la música de este Fantasma de
la ópera convertido en musical, sólo en musical. No, no tiene la altura o vuelo de una
ópera este Fantasma de la ópera, valga la "contra redundancia".
Supongo que Schumacher se habrá visto constreñido o habrá estado limitado por la
intervención de Lloyd Webber en el guión. Sometido, lógicamente, al desarrollo de la
partitura y del libreto. Y a su vez esta partitura musical puede limitar la creatividad del
director, no por ser música, sino por ser "esa" música. La novela de Gaston Leroux es
de 1911, y desde entonces no ha cesado de ser recreada y adaptada. Al cine, unas veinte
veces. Los nostálgicos cinéfilos nombran siempre al actor Lon Chaney como Erik, en la
versión de R. Julian (1925).
La música de Lloyd Weber no permite grandes vuelos, ni dramáticos ni de ningún tipo.
La obra de Leroux sí que los permite, pues los tiene: Erik el fantasma posee la
envergadura de un príncipe Segismundo de La vida es sueño, que al mismo tiempo
fuera un don Juan Tenorio de Zorrilla, o un Fausto de Goethe. En esta película éste es el
único personaje que se acerca a la grandeza, quizá por la categoría personal del actor
Gerard Butler, y quizá porque la música para este personaje es menos melíflua. Como se
sabe, al lado de don Juan está doña Inés, y al lado del Dr. Fausto está Margarita; pero la
Christine de la película, que debería ser como ellas, se queda en un cristinita de organdí
rosa, así como su otro pretendiente, el verditierno Raoul, vizconde de Cagny, y los
demás personajes, y el entorno. No hay fuerza ni profundidad.
Es cierto que el final y el desenlace cobran cierta fuerza, pero hay que esperar dos horas
(dura dos y media).
Tampoco digo que lo "light" sea repugnante, ni lo descafeinado ni lo rebajado de sabor.
Digo que pudiendo, y quizá debiendo, ser un plato fuerte, un drama grandioso, no lo es.
Con esta calificación de la música quedan calificados los personajes, su poca entidad,
que obliga a interpretaciones superficiales o tópicas. Y los decorados omnipresentes -la
luz es muy plana o si hay sombras tienen poco misterio- son tan espectaculares como
postizos, y a veces cursis hasta el ahogo.

Pedro Antonio Urbina




                                                                                        13
Dreamgirls según Fila7
Detroit 1962. Tres jóvenes afroamericanas –The Dreamettes- se presentan a un concurso
musical que no ganan. Curtis Taylor, un vendedor de cadillacs con ganas de entrar en el
mundo del espectáculo, se ofrece a actuar como manager del trío. Empieza entonces una
exitosa carrera musical que despega totalmente cuando la talentosa y gordita solista sea
sustituida por la joven y mucho más espectacular Deena Jones, Beyoncé para los
amigos.
El musical Dreamgirls se estrenó en Broadway en 1981 y en 1982 fue nominado a 13
Tonys. Además de ponerse detrás de las cámaras, el realizador americano Bill Condon
(Dioses y monstruos), fue el encargado de adaptar el guión. No era un género nuevo
para él: suyo es el oscarizado libreto de Chicago.
Dreamgirls fue una de las grandes sorpresas en la reciente edición de los Globos de Oro:
se alzó con el premio a la mejor película (en la categoría de comedia y musical) y se
condecoró también a sus dos secundarios. A los Oscar se presenta con la friolera de
ocho nominaciones… algo engañosas (tres de las menciones corresponden a otras tantas
canciones). De todas formas, en esta ocasión los Oscar pueden dar pistas: además de las
susodichas canciones, Dreamgirls opta a estatuilla en las categorías de mejores actores
secundarios, mejor diseño de producción (John Myhre, ganador de dos Oscar
porMemorias de una geisha y Chicago), vestuario y sonido. Efectivamente, Dreamgirls
es un musical mimado desde el punto de vista de la puesta en escena: la cinta es un
alarde de color, de efectos, de luz… un espectáculo, que de eso se trata (otra cosa es que
guste más o menos el tono del musical). En la parte musical, Henry Krieger, creador de
la partitura original de Dreamgirls, ha sido el encargado de la adaptación al cine. Para
ello ha añadido cuatro nuevos temas a la banda sonora. La simpleza de la mayoría de las
canciones se contrarresta con un ritmo pegadizo y buenas interpretaciones.
No hay tanto mimo en el guión: una historia ramplona, mil veces vista, poco original y
un dibujo de los personajes principales –lástima de Jamie Foxx- desarrollado a
trompicones. Menos mal que para salvar la historia están los secundarios: un correcto
Eddie Murphy y una destacable Jennifer Hudson (candidata al Oscar), que debuta en el
cine después de haber quedado finalista en el concurso American Idol.

Ana Sánchez de la Nieta




                                                                                       14
High School Musical : Fin de curso                        3
según LaButaca

¿Qué determina que una producción artística ─ teatral, musical, literaria,
cinematográfica, es indiferente─ pase de ser un elemento más del vasto catálogo
cultural universal a convertirse en un fenómeno, en un éxito de masas? Cuestión
peliaguda, sin duda, en los tiempos que vivimos, en los que los maestros del marketing
y la publicidad tienen buena parte de la culpa-el mérito, en ocasiones─ de que una
determinada propuesta arrase allí donde sea presentada, al margen de sus méritos
intrínsecos.

Es el caso que nos ocupa uno de los ejemplos más espectaculares de los últimos años.
En un mundo muy, muy lejano, una realidad paralela de barrios residenciales de amplias
avenidas y eternas barbacoas, de casas en los árboles de perfecta construcción y
estructura, de diversión desenfadada y pura, de adultos vitalmente anulados e
increíblemente estúpidos ─¿alguien conoce a un padre como Jack Bolton (Bart
Johnson)?─, de besos en la mejilla y cariño ─que no amor─ verdadero. En este cosmos
tan ficticio como alarmantemente purista, Troy (Zac Efron), Gabriella (Vanessa
Hudgens), Chad (Corbin Bleu), Sharpay (Ashley Tisdale), Ryan (Lucas Grabeel) y
Taylor (Monique Coleman) se enfrentan a cuestiones de tremenda relevancia:
¿Standford o Yale? ¿Teatro o baloncesto? ¿Maquillarse con paleta o con spray?
Bienvenidos al plastificado, artificial y chirriante entorno en el que se desarrolla “High
School Musical 3: Fin de curso”, el amorfo vehículo de transmisión de los más rancios
valores de la sociedad americana que arrasa en todos los países a los que las perfectas
sonrisas de la cuadrilla protagonista llegan con un mensaje preocupante para las
generaciones que han de determinar el futuro de la humanidad. Porque no se trata de
una de las típicas cintas de animación infantil que hablan a los más pequeños de amor,
familia y amistad, sino de un arma que apunta directamente a los moldeables cerebros
de aquellos que se encuentran a las puertas de la auténtica vida, una vez abandonado el
instituto.

  La puesta en escena de Kenny Ortega es limpia, narrativamente dinámica y
ampulosamente coreografiada, desde luego, pero el texto subyacente ─ y único, aquí no
existe un guión─ es tan vergonzante como turbador. Y es que lo que no se puede
pretender es abogar por la igualdad desde la perfección, de suerte que no encontramos
ni una sola tara física en el elenco central, y las trágicas ambiciones de algunos de ellos
se solapan en un permanente festival que pretende celebrar la individualidad, algo del
todo imposible en semejante circo. Así, Ashley Tisdale personifica un rol ambicioso,
ávido de poder y gloria, secundada por su lacaya inglesa (Jemma McKenzie-Brown),
primero servil y posteriormente maquiavélica, abusiva lectura de la relación entre las
dos principales potencias anglosajonas; encontramos mezcolanza racial, y blancos,
negros y latinos conviven en desahogada comparsa con la salvedad hecha de los
asiáticos, que no tienen cabida en tan dulzón armatoste; incluso es posible el sobrepeso,
                                                                                         15
siempre que el exceso de grasa no impida bailar al mismo nivel que el de los epicúreos
chicos/anuncio que centran las miradas de un palco adolescente que ni siquiera se
plantea la ausencia total de deseo carnal en el extenso metraje, quizá la máxima
hipocresía de una franquicia que ha transformado a Zac Efron, a sus veinte primaveras,
en uno de los seres humanos más deseados del globo por millones de mozas con las
hormonas lógicamente aceleradas por sus sudorosos contoneos. Puede que todo esto no
sea más que una lectura personal, y que los responsables de este rompetaquillas no
pretendan, en el fondo ni en la forma, adoctrinar a la chavalería sobre cómo han de
vivir, conformes a una serie de normas tácitas de conducta y avenencia. Pero,
personalmente, me resulta bastante inquietante.

Nadie es perfecto. Al menos, quien esto escribe, no lo es.
Calificación: 1/10

José Arce




Nine según Fila7
La historia –o mito- es conocida. La novena película de Federico Fellini se quedó en 8 y
media por culpa del bloqueo creativo del emblemático cineasta italiano. Y lo que cuenta
esa obra maestra que es 8 y ½ es precisamente la historia –bastante autobiográfica- de
un director de cine que se encuentra ante su peor pesadilla: no es capaz de rodar una
película que todos –especialmente las mujeres que le rodean- esperan que ruede.
La obra maestra dio lugar a un musical, Nine, y éste a la versión que presenta Rob
Marshall. Marshall tenía los mimbres heredados de una buena historia –metacine en
estado puro- y aportó un casting de lujo: empezando por Sofía Loren no falta casi nadie.

De un crítico se espera que puntúe. Y no es sencillo calificar a Nine. Habría que darle
dos notas, porque en Nine –como en Fellini 8 y ½ pero con más radicalidad y menos
unidad- hay dos películas; una que cuenta el drama del director y otra que narra sus
fantasías. En Nine hay un musical y un drama, hay un espectáculo de varietés y hay una
cinta de cine italiano clásico. El musical es francés y, siendo generosos, no pasa del
aprobado. La referencia de la mayoría de las coreografías es elFolies Bergère –como
nos recuerda una estupenda Judi Dench-. Y un Folies Bergère de muy poca clase. Los
bailes son básicos; pasos simples, tres o cuatro movimientos provocativos y mucha
lencería de lentejuelas.
Las letras, muy variables, unas aportan a la historia, otras parecen escritas en un
concurso de chirigotas procaces. Sin embargo, la orquesta es magnífica, hay buenos
cantantes –la propia Kidman en un tema muy moulin- y el montaje, aunque a ratos sea
un poco videoclipero, funciona. Además la iluminación de la película es sensacional. En
resumen, seis y medio.

                                                                                     16
Luego tenemos la película, una película italiana, un drama romántico con hechuras de
cine clásico. Y unos actores que consiguen lo imposible: que no añoremos ni a
Mastroianni ni, mucho menos, a Anouk Aimée. Daniel Day Lewis y Marion Cotillard
sostienen la historia con dos interpretaciones antológicas. En una película tan excesiva,
tan física, tan arrabalera,Lewis y Cotillard actúan con los ojos, con el gesto de una
mano, con una elegancia que les hace jugar en otra liga a la que juegan el resto. Si a
alguien le queda duda que Cotillard es una de las grandes que la compare con las otras o
que observe la transformación de la contención en dolor en el último número, el
desgarrado Take it all. Demasiado para una sola actriz.
Claro que el mérito no es solo de los actores. Nine hace una buena reescritura de la
película de Fellini. Consciente de que los tiempos son los que son –malos para la lírica y
de pensamiento débil- ha aligerado el denso contenido filosófico de su predecesora, ha
dejado algunas jugosas reflexiones sobre el mundo del cine y el trabajo del director y ha
respetado el carácter italiano de la cinta. Y ser italiano es ser latino, alegre, vividor,
machista, espiritual y carnal, elegante y chusco, caótico y católico. Y de todo esto hay
en Nine. Desorden, evasiones, fantasías, infidelidad y remordimientos, anhelos de virtud
y tentaciones de la lujuria y belleza –porque Roma es bellísima- y alegría, y esperanza y
un final que no estaba en Fellini pero que es bueno que esté y que también es muy
italiano.
En definitiva, como de un crítico se espera que compare, y como Fellini era un tipo
religioso, entre el paganismo de Avatar –frio y sin alma-, el protestantismo de Haneke –
riguroso y triste- y el catolicismo de Nine (con sus pros y contras) me quedo, sin dudas,
con el último. Qué gran película hubiera hecho Marshall si en vez de rodar dos películas
hubiera hecho un verdadero musical italiano.

Ana Sánchez de la Nieta




                                                                                       17

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El resurgir del musical cinematográfico

  • 1. 1
  • 2. El musical, uno de los géneros menos valorados, tanto en el cine como en el teatro, debido a la paridad con la que relaciona dos de los siete artes y los hace uno nuevo, ha sufrido una turbulenta evolución desde su innovador nacimiento hasta un claro caso de peligro de extinción, pasando por la Gloria de la añorada Edad de Oro y demás altibajos, llegando a un punto en el que su supervivencia pende, para los más escépticos, de un determinante hilo. Es este tumultuoso recorrido por el que ha pasado el género el que ha condicionado, en parte, su estatus de “caso perdido” del cine. Leves augurios de una dura decadencia comenzaron a brotar después de que los dos grandes éxitos de los años 60, “West Side Story” (1961) y “My Fair Lady” (1964), se estrenaran con sus correspondientes éxitos en taquilla, crítica y en premiaciones terminando, así, con la élite del gran cine musical. Diversos proyectos de gran relevancia se han sucedido después de esto a lo largo de tres décadas y media, con títulos tan populares como “Jesucristo Superstar” (1973), “Cabaret” (1979), “Hair” (mismo año) o “Grease” (1978), que han logrado mantener el cine musical vivo mas no en su mejor forma. Así, no dejan de ser excepciones en un ocaso de lo que un día fue el género estrella que mantuvieron el interés atrayéndolo a un futuro resurgir años más adelante. Es esta última década la que se va a analizar, intentando llegar al fondo de su futura influencia y entendiendo el momento actual que está experimentando el musical cinematográfico para, así, poder comprenderlo mejor. Para esto, nos centraremos en el mundo de la crítica especializada con dos grandes revistas, como son Cahiers Du Cinema y Dirigido, y haciendo uso de dos sitios webs, LaButaca y Fila7, para aquellos títulos que no disponían de espacio en dichas revistas. De esta manera, se busca saber cuál es el punto de vista profesional, en qué se fija el crítico y en qué no -pregunta más que importante puesto que este género implica diferentes realidades además de la propiamente cinematográfica- y esclarecer, así, si realmente es un género para enterrar o, por el contrario, una promesa del “nuevo hacer” cinematográfico. 2
  • 3. El comienzo de la nueva era “Moulin Rouge”. Ese es el nombre clave para entender todo el enorme desarrollo que el cine musical experimentó con la llegada del nuevo milenio hasta nuestros días, en que sigue avanzando e innovando. Fue en el año 2001, 5 años más tarde del último éxito del género, “Evita”, protagonizada por Madonna y Antonio Banderas, cuando un título nuevo irrumpió en la cartelera con un ambiente escéptico a su alrededor. Con un cartel de lujo, Ewan McGregor y Nicole Kidman interpretando los papeles de Christian y Satine, “Moulin Rouge” tuvo una polémica acogida crítica pero se llevó al público de su lado siendo, a día de hoy, uno de los musicales más queridos por la audiencia general. Aún así, las opiniones sobre este ecléctico filme son muy polarizadas. Analizando el especial que la revista Dirigido (adjunto al documento) le dedicó al Molino Rojo en su número de septiembre del 2001, podemos ver un claro ejemplo de la crítica negativa que tuvo la película. Así, el autor del análisis, Tomás Fernández Valentí, habla de una cinta de “artificio formalista” centrada en los efectos visuales huecos y en la anacrónica selección de temas para su adaptación orquestal de la banda sonora original. Así, aunque defiende a “Moulin Rouge” como una película con innumerables virtudes técnicas, resalta las “obvias limitaciones expresivas de un film directamente concebido para erigirse al instante una pieza de culto”. Aunque hasta cierto punto es cierto que el efecto digital se usa sin ningún tipo de base antropológica más que la mera exaltación pictórica de unos ambientes parisinos llenos de magia y metáfora, no parece justo que esto establezca puntos negativos al filme. Esta estética tan pictórica, que parece pintada a mano con luz, es muy propia del director Baz Luhrmann, gran seguidor de una dirección de fotografía surrealista e idílica. Además, aunque la historia no posea una trama enrevesada, complicada o llena de giros, parece poco realista decir que queda dejada en una esquina a favor de esta estética digital “hueca y superficial”, según opina Valentí. Así, la historia sencilla se desarrolla perfectamente aliándose al despliegue tecnológico y, sobre todo, a la maravillosa banda sonora que, por otro lado, ha sido tan criticada. El argumento de que es “un producto extraño y heterodoxo” que defiende el autor de Dirigido, lejos de ser algo negativo es algo muy rico y que otorga a la música (sería más correcto decir “las músicas”, pues de tan diferente índoles son) de la película un valor experimental y reconciliador en el que diferentes géneros, grupos, artistas y temáticas de las últimas décadas de la música convergen en una banda sonora homogénea en estilo. Sin embargo, lo interesante de esta crítica es la reflexión que, de hecho, queda resaltada en la primera página de la crítica en la que dice que la película “surge con la pretensión de pulverizar, de una vez por todas, las convenciones cinematográficas que han sustentado el género musical”. Esto es importante en relación con la relevancia que el filme tuvo como despertar del género tras una larguísima etapa hasta cierto punto 3
  • 4. mediocre, eclipsada por una increíble Edad de Oro que parecía nunca volvería. Así, la historia de Satine y Christian supone un bofetón a estas críticas apocalípticas y una bocanada de esperanza hacia una nueva era que acababa de nacer: el musical se estaba levantando de nuevo. Tras el boom que “Mouling Rouge” (2001) supuso en el mercado comercial con su consiguiente reactivación del género, diversos proyectos salieron adelante en un “in crescendo” cualitativo. Así, en el año 2005, con el primer fracaso de taquilla de la década de la mano de “Rent”, podría cerrarse el “antes” de la década, formada por otros dos títulos de gran importancia: “Chicago”, adaptada del musical de Broadway y estrenada en 2002, y “El Fantasma de la Ópera”, de mismo origen escénico que salió a las carteleras en el año 2004. Esta última no tuvo una muy buena recepción crítica y puede observarse esto en el documento adjunto, extraída del sitio web Fila7 y escrita por P. Antonio Urbina. Más allá de que Urbina critique la superficialidad de los personajes, de las actuaciones y de los escenarios, es decir, de todo, lo interesante de esta crítica es que nos lleva a una de las preguntas que ya nos hicimos en un principio y que se repite con “Mouling Rouge”: al ser el musical una mezcla de cine, música y, en ocasiones, danza… ¿hasta qué punto un crítico cinematográfico está capacitado para hacer crítica? ¿Ha de saber de esos tres artes? En este análisis, el crítico toma este papel omnipotente y no solo se ciñe a lo más propiamente ligado a la historia sino que, también, da su opinión sobre la ausencia de fuerza de la banda sonora, juzgándola como una obra que “no tiene la altura o vuelo de una ópera”. De esta manera, justifica en parte el fallo del guión a que la banda sonora puede “limitar la creatividad del director, no por ser música sino por ser ‘esa’ música”. Este guión, defiende Urbina, posee poca fuerza (lo achaca a que está escrito por el director, mediocre en su opinión, y por el compositor de la banda sonora, mediocre también) en relación a la historia original, la tacha de superficial y ñoña. Es cierto que el tratamiento de la historia y el guión no poseen la grandeza ni el misterio que un “musical operístico” con semejante historia debería poseer, sin embargo, su opinión sobre la banda sonora y sobre las interpretaciones me parecen, en cierta medida, excesivas. Con unas arias bastante espectaculares, los protagonistas, en especial Gerard Butler, totalmente fuera de su papel típico encarnando este carismático fantasma, logran salir notables de un musical complicado y, por tanto, muy exigente. Además, es de digno reconocimiento, cosa que ni se nombra en la crítica de P. Antonio Uruba a pesar de la enorme importancia que posee, la interpretación de las arias por parte de los propios actores con su voz original, hecho no tan común en la historia del musical, sobresaliendo Emmy Rossum en su papel de Christine. Así, el cine musical comenzó a despegar. Después de la explosión que supuso “Moulin Rouge” y del éxito de taquilla de “El Fantasma de la Ópera”, el género experimentó el primer batacazo de la década. Basado en el musical de Broadway homónimo, con una base fan muy amplia, y siendo visto como un musical “de culto”, “Rent” (2006), inspirado en la ópera “La Bohème”, fue adaptado al cine a manos de Chris Columbus, director de las dos primeras películas de “Harry Potter” o “Solo en Casa”, entre otras. 4
  • 5. Con un gran reparto, en el que se encontraba la famosa actriz de musicales Indina Menzel (que años más tarde haría de madre de otra actriz de musicales, Lea Michele, en la serie “Glee”), “Rent” cuenta la historia de un barrio bohemio lleno de geste de baja clase social, enfermos de sida y demás gente “políticamente poco correcta”. Quizás el público general no estaba preparado para un musical así, quizás influyó que su estreno, en muchos casos, se realizara únicamente en festivales de temática homosexual o quizás no fue bien promocionada, pero está claro que este musical fue un batacazo de taquilla hasta tal punto que ni se han encontrado críticas especializadas en los medios de nuestros país, mientras que otros como el “New York Times” o el “Chicago Sun Times” hablan de ella como “parte del panteón de los musicales inmortales”. *** La bisagra del cambio Fuera como fuere, ya habían pasado 5 años desde el boom protagonizado por Kidman y McGregor y todo este auge estaba quedando en una simple ilusión cuando el punto de giro más radical se estrenó en el sitio menos esperado. Cuando Disney Channel decidió retomar un proyecto aparcado en los años 90, cuyos protagonistas iban a ser los presentadores del “Mickey Mouse Club”, ahora estrellas del Pop, Britney Spears, Justin Timberlake y Christina Aguilera, no esperaba que fuer a revolucionar el mercado musical convirtiéndolo, desde la base de la familia, es una obligación de entonces en adelante para cualquier proyecto nuevo juvenil. Así, en el año 2006 y con una excelente campaña de marketing, “High School Musical” se estrenó formando una de las mayores polémicas del género nunca vistas. Al ser la primera parte de la saga una TV Movie, no ha sido posible encontrar críticas especializadas; sin embargo, sí ha podido ser encontrado acerca de su tercer episodio, estrenado en la gran pantalla en el año 2008, del mismo patrón que los dos anteriores y cuya crítica nos servirá para analizar el fenómeno desde el punto de vista más profesional. José Arce, crítico de La Butaca.net, no pudo ser más claro con el titulo en lo referente a su opinión: “Arma de destrucción cerebral masiva”. Así, vayamos a las críticas que vayamos, encontraremos comentarios negativos y destructivos que comentan la superficialidad de los personajes, la estupidez de la trama y la poca personalidad de las bandas sonoras de los tres filmes. Un aspecto que parece un tanto exagerado es la supuesta incapacidad dramática de los actores haciendo, así, una generalización un tanto injusta pues actores como Vanesa Hudgens o Zac Efron (ambos protagonistas del filme) hicieron un trabajo bastante decente de sus roles y demostraron su capacidad de 5
  • 6. actuación en otros filmes, como “Sucker Punch” la primera o “Hairspray”, también musical que se analizará después, el segundo. Sin embargo, a pesar de ser todo esto cierto, es innegable la influencia que la saga juvenil ha tenido en el género musical. Los dos años siguientes al estreno de la película Disney, se produjeron cinco musicales de éxito, sin contar las partes 2 y 3 de la propia franquicia “HSM”, con buen recibimiento por parte de la crítica y de taquilla. Así, aunque “High School Musical” sea una TV Movie juvenil sin ninguna característica rescatable del buen cine, ha sido un fenómeno que no solo ha beneficiado al mercado infantil y juvenil, sino que ha permitido al género coger una carrerilla que le facilitó llegar a los títulos que se sucedieron y que analizaremos en adelante. Así, “High School Musical” pone fin a la fase “antes” de la década y supone un enorme “después” para el cine musical. De esta manera, al año siguiente de que Disney diera “el pelotazo”, Dreamworks apostó por uno de los musicales mejores recibidos por la crítica y con un elenco digno de película de Oscar: “Dreamgirls”. Con un telón de fondo retro propio de Bill Condom, director y guionista, “Dreamgirls” habla de los problemas raciales, de las relaciones humanas y, sobre todo, habla de la música. Con la evocación de grupos vocales y solistas reales de los años 60, Condom, adaptando la novela de Tom Eyen, logra contar una historia sencilla, pero bastante manida, de manera notable y con unas actuaciones brillantes. Aunque el autor de “Dreamgirls, ¿Un cine musical renovado?”, Tomás Fernández Valentí (Dirigido), opina que la película carece del drama amargo que necesita, reconociendo que no sabe si es a causa del libreto original, sí que alaba, con buen criterio, “lo bien engarzados que están los números musicales con el desarrollo del relato y la psicología de los personajes”. Este elemento puede parecer simple, pero en realidad es algo muy importante pues es fácil caer en las facilidades que interpretar un número en un escenario, de manera literal e intradiegética, supone. Sin embargo, “Dreamgirls” lucha con eso introduciendo los números en medio de la trama sin que quede artificioso, aunque también recurre al número de escenario pues la película trata sobre el grupo “The Supremes”, lo que hace difícil no recurrir a ello. Entre las actuaciones, Dirigido resalta a Eddie Murphy por su buena interpretación del decadente James Early, algo diferente a lo que dice Ana Sánchez de la Nieta, crítica de Fila7, que lo cataloga como “correcto”. Además se habla de Jamie Foxx, Dirigido lo trata de ‘increíble’ mientras que Fila7 de irregular, y de Jennifer Hudson, ex “American Idol”, que logra un buen papel co protagonista aunque su verdadero lucimiento sea en la parte vocal, haciendo parecer a Beyoncé Knowles una aficionada. La estrella del pop también se defiende muy bien en ambos planos. De esta manera, “Dreamgirls” supone una superación cualitativa del musical, logrando que la concepción de “género de puro entretenimiento” comience a quedar atrás. Esto fue apoyado por el siguiente estreno, ocho meses después, del clásico Broadway “Hairpsray”, estrenado en septiembre del 2007 con la cara de un John Travolta disfrazado de mujer y un Zac Efron que huye de su imagen infantil de “High School Musical”. 6
  • 7. Con esos dos ganchos, una puesta en escena luminosa y divertida y una banda sonora clásica del género, “Hairspray” en seguida conquistó a crítica y público demostrando que el “happy ending” no es solo cosa de niños. Así, para esta película compararemos las críticas de Jaime Pena, crítico de Cahiers Du Cinema, y de Israel Paredes Badía, representante de Dirigido. Ambos defienden el tono feliz y divertido como algo digno resaltándolo en cada crítica. Aún así, si bien ambos defienden esto, será Cahiers más duro con el filme, criticando la floja dirección de Adam Shankman, “Lástima que detrás de “Hairspray” no tenga a un director en lugar de a un coreógrafo”, la banda sonora poco original, “repertorio de temas referentes retomados para el consumo de nuevos públicos”, o la interpretación de Travolta desmereciendo, según opina Pena, el papel interpretado originalmente por Divina, un travesti que, gracias a este papel, “ha terminado por convertirse en un icono aceptado universalmente”. Un apunte contradictorio es que, a pesar de criticar la música de la película, Jaime Pena también la alaba, diciendo que “son capaces de sintetizar el conflicto dramático entre música blanca [...] y música negra […], incluso con propuestas híbridas intermedias”. Este es un buen apunte acerca de la banda sonora, que emplea dos formas de ver la música americana en el momento y su mestizaje: justo de lo que trata la película. Paredes Badía será más positivo con el filme aunque enfocará toda su crítica en alabar la sencillez del fin de no pretender transmitir complicadas teorías ni pensamientos sino de querer llegar, mediante las actuaciones de los protagonistas y los números musicales, “a un punto de encuentro y diversión” que, según opina, no es algo negativo ni indigno. De esta manera, la película resalta por sus números musicales y por la temática y el punto de vista desde el que esta es descrita. Tratar las igualdades sociales y raciales desde un filtro divertido, optimista y esperanzador no es un cliché y “Hairspray” lo logra gracias a una trama interracial de los personajes y a la simpatía del protagonista, añadido a las canciones llenas de color y luz. Las coreografías de los números son brillantes gracias al director del filme, coreógrafo profesional, que además supo sacarles toda la fuerza posible dirigiendo a los cámaras y la edición para sacar el mayor partido a cada baile individual y a los movimientos grupales. Cabe resaltar el papel de Zac Efron, muy “resultón” en su papel de Link, y a Nikki Blonsky, protagonista. Además de estos, dos actuaciones hacen la película más agradable y entretenida de ver, como son la de Michelle Pfeiffer y Amanda Bynes, muy acertada en un papel muy cómico y logrado que logra sacar la sonrisa en todo momento. En resumen y tratando temas que las dos revistas especializadas mentan, “Hairspray” es un musical divertido pero muy poco arriesgado cuya función principal es entretener con una puesta en escena de gran calidad, personajes simpáticos y una historia entrañable. Con actuaciones muy notables, el filme trata de la convivencia entre gente diferente y eso se plasma en la banda sonora, que mezcla música rockabilly con soul e incluso la mezcla con el mestizaje de estilos musicales que se dio en los Estados Unidos de los años 60 que dio lugar a estilos como funky o el rythm ‘n’ blues. Una entretenida apuesta que ofrece el musical en su estado más puro y típico. 7
  • 8. Tras este 2007 tan explotado, recordemos que se estrenó también “High School Musical 2”, el 2008 se avecinaba parecido con grandes estrenos prometedores con carteles espectaculares. Primero llegó el musical de Tim Burton y después llegó el verano de la mano de Meryl Streep con un clásico de Broadway que, ahora, se ha convertido en un clásico del cine musical también: “Mamma Mía”. Fue en febrero, cuando el demoníaco barbero de la calle Fleet llegó a nuestras grandes pantallas dispuesto a sorprendernos con su estética gótica y sus canciones oscuras. Cómo no, llevaba el sello “Tim Burton” en cada segundo de la película tanto en la imagen, en el sonido como en sus actores: el actor fetiche del director, Johnny Deep, y su mujer, Helena Bonham Carter. Así, este melodrama victoriano, como lo denomina Roberto Cueto, crítico de Cahiers du Cinema, está envuelto por un Londres demoníaco digital que parece condicionar todas las horribles acciones que van a suceder en esta sangrienta historia. La magistral dirección artística y de fotografía, dos aspectos que poseen mucho peso en el cine de este director, logran que el espectador se meta de lleno en la película, a pesar de aquello que el crítico Cueto dice acerca de que los espacios de la ciudad “no aspiran a transmitir ilusión de realidad”, que logre oler y sentir las calles húmedas londinenses y que se esfuerce en ver porque lo hace con dificultad debido a la espesa niebla de principio de la era industrial. La banda sonora, formada por una “orquesta inicial de 27 miembros reconvertida en una formación de 78”, logra transmitir a la perfección ese espíritu del que se hablaba antes, un espíritu cruel y oscuro, pero que deja entrever bocanadas de aire romántico y esperanzador. Además, habla de la sociedad del momento, escudándose en el origen popular del cuento para otorgarle ciertas licencias que analizan, mediante un transfondo sociopolítico, el día a día de los nuevos tiempos. Es este análisis socio antropológico en el que Roberto Cueto se centra. El crítico ve al musical como un “objeto de culto en una vitrina” que “se acerca [...] a los ostentosos musicales que florecieron en la agonía del género” y admira la capacidad de transmitir la melancólica decadencia de este principio de siglo. De esta manera, “Sweeney Todd” es un film elegante, sobrio hasta la saciedad, si es que esa paradoja es posible, y oscuro, muy oscuro. Todos estos elementos introducen al espectador en la tensión continua en la que vive el Barbero asesino y le forma una inquietud directamente acorde a la trama principal. Además, las brillantes actuaciones de dos increíbles actores del celuloide hacen de este musical de Tim Burton una delicia no apta para todos los públicos. Este ambiente invernal que Tim Burton nos ofrecía acorde con la fecha de su estreno fue calentándose conforme llegaba y pasaba la primavera. De esta manera, en pleno agosto, se estrenó la veraniega versión cinematográfica del musical de Abba. Así, basado en el espectáculo homónimo de Broadway, “Mamma Mía” es criticada de modo muy duro por Tomás Fernandez Valentí, el crítico de Dirigido que ya ha aparecido en otros filmes, argumentando que de la película no se salva nada. Sin hacer referencia a la magistral actuación de Meryl Streep, como suele ser común en ella, o al descubrimiento que Amanda Seyfried ha sido en referente a su faceta musical, Valentí 8
  • 9. critica la nefasta dirección de una directora teatral, de hecho la de “Mamma Mia”: Phyllida Lloyd, que “demuestra no tener ni idea de las diferencias de lenguaje existentes entre el teatro y el cine, o simplemente le tienen sin cuidado.” Con esta dura crítica, el representante de Dirigido resalta las malas decisiones de dirección, con “los reencuadres más nefastos que se hayan visto en mucho tiempo”, o la sorpresa de que, a pesar de ser directora teatral de musicales, haya realizado “los números musicales peor coreografiados, filmados y montados que se hayan visto en años”. Con este amargo sabor de boca nos deja una crítica totalmente negativa, que si bien puede tener razón en la crítica final sobre cómo termina el film en una “patética resolución «políticamente correcta» en la que los jovencitos no se casan porque-no-se- lleva y los mayores sí lo hacen porque-ya-va-siendo-hora, y casi cada oveja con su pareja, sea homo u heterosexual” parece llevar todos los elementos más flojos a un extremo en el que parecen insultos a la inteligencia humana, y tampoco sucede así. La premisa de la historia es original y, aunque no guste, es la que viene del libretto directo de Broadway; este factor se suma, además, a que este guión teatral fue escrito por Catherine Johnson, la misma que lo adaptó al cine, por lo que las licencias tomadas serán mínimas por no decir nulas. Las actuaciones son desbordantes y, al contrario de lo que dice Tomás Fernández Valentí, los números tienen mucha fuerza y, sobre todo, mucha naturalidad, Maryl Streep es un factor de bastante peso para que esto sea así, a pesar de ser un musical, factor que define bastante bien la totalidad de la obra. Tan bien hecha está esta adaptación que seguramente supere con creces a la obra original teatral, al menos la versión española, con actores con muchísimo más carisma, voces y números mucho más naturales y una trama mejor desarrollada. De tal manera, “Mamma Mia” se erige como una película musical popular debido a todo esto: es fresca, es divertida, es natural… es humana. Una fórmula perfecta para un público familiar de todas las edades que quiere divertirse de modo parecido a cómo se sucedió con “Hairspray”, pero con menos teatralidad plástica y más realismo, demostrando, así, que el género sí lo permite. El musical de hoy Un largo silencio musical se sucedió después de este último estreno del 2008. Así, tras dos años de espera llenos de promoción y de ilusiones puestas en el nuevo proyecto, se estreno “Nine”. Sin embargo, su estreno no estuvo lejos de polémicas: el largometraje estaba basado en el idolatrado “8½” y había reunido a “más estrellas que en el firmamento” para poder protagonizarlo. Para muchos, esto fue una herejía, para otros, un alivio narrativo. De la mano de Valentí y del sitio Web Fila7, cuya crítico es, en este caso, Ana Sánchez de la Nieta, analizaremos este remake musical. 9
  • 10. El autor de Dirigido muestra una crítica bastante neutra, sobre todo comparada con otras que se han analizado anteriormente, y establece un resumen general de la película antes de pasar a analizar los números individuales de las estrellas que protagonizan el filme junto a Daniel Day-Lewis. Así, Valentí comienza con la inevitable referencia al clásico de Fellini 8½, defendiendo que compararlas”sería una crueldad innecesaria”, y defiende que “Nine” es un resultado poco brillante, mas no despreciable, de adaptación. Atiende a una excesiva cantidad de propósitos para cumplir como razones resienten el filme: habla de hacer una película de masas pero “como las de antes” y culta, con Fellini “como piedra angular” y, también, de tratar de no desmerecer la versión teatral. Es por esto, continúa Valentí, que la película ha tratado de atender tantos puntos que no ha logrado bordar ninguno de ellos. Un asunto relevante que apunta el autor de Dirigido es la poca delicadeza con la que se han tratado en el filme los pasos a las escenas musicales, siendo algunos”bruscos y forzados”, y cómo le da al fin “más que un tono artificial, artificioso”. Esto conecta con la crítica de Fila7, pues defiende que “Nine” diferencia excesivamente las dos partes de su narrativa: la realidad y los sueños están aún menos conectados que en el clásico de Fellini y se separan aún más en dos películas independientes: “Qué gran película hubiera hecho Marshall si en vez de rodar dos películas hubiera hecho un verdadero musical italiano”. Otro aspecto en el que conectan ambas críticas es en los números musicales, alabando especialmente el de Marion Cotillard. Mientras Fila7 critica la excesivamente ágil edición “videoclipera”, cosa que Valentí también menciona al hablar de los números de Kate Hudson y Penélope Cruz como herramienta para ocultar sus nulas dotes musicales y danzarinas, Cahiers du Cinema atiende más a las aptitudes de cada actriz como condicionante de que el número funcione o no. Así, “Nine” se atreve a desmontar a Fellini con un cast de estrellas excesivamente independizadas en el filme dando, al contrario que opinan los dos artículos adjuntos al documento, una sensación de que la trama está entrecortada para poder dar, así, a cada actriz su momento de gloria y promoción, el número donde “ella” sea la protagonista desapareciendo, casi de golpe, inmediatamente después de haber cumplido su cometido. Resaltando a Marion Cotillard y la saturación que puede sentir el espectador al ver a Penélope Cruz hacer de ella misma año tras año, película tras película, “Nine” fue el musical de la decepción donde se esperaba más de todo. Nicole Kidman defraudó en su momento estelar, aunque los dos críticos, especialmente Valentí, defiendan lo contrario; Sofía Loren, última reliquia viviente del cine italiano, funcionó de “mujer florero” a la perfección en los momentos que le tocaba mostrarse, pareciendo que su única función era que el espectador exclamara entre sonrisas “¡mira, es Sofía Loren!”, y Kate Hudson, junto a la ayuda de la edición nombrada en Cahiers, salió del paso con una animada “Cinema Italiano”. La única sorpresa que se vio fue la de Fergie, voz de los Black Eyed Peas que, entre kilos y maquillaje de más, defendió un espectacular “Be Italian”, coreografía y voz impecables, que ha quedado en la mente de todos, superando popularmente, así, a todas esas estrellas en las que se basa el proyecto completo. 10
  • 11. Y ahora, ¿qué? Comenzando con “Moulin Rouge” y terminando con “Nine”, y obviando otros muchos musicales que se estrenaron entre medio y después (una lástima no haber podido analizar el último musical estrenado, “Burlesque”, de Cher y Christina Aguilera, o “Across The Universe”, de los Beatles, entre otros), se ha tratado de plasmar una evolución del género musical en nuestra última década Esta necesidad de análisis se ve forzada por la g”gran depresión” que sufrió el género después de los años 60, en los que tres décadas de éxitos aislados, y poco logrados en algún caso, auguraban un final apocalíptico que todos los críticos no tienen problema en recordar película tras película. Es gracias a películas como “Moulin Rouge” o “High School Musical”, por mucho que sea duro de reconocer para muchos, que el género ha revivido y ha vuelto a la primera plana poniendo, incluso, de moda los musicales de nuevo y avivando la producción de espectáculos. Es esta esperanzadora situación lo que nos lleva a analizar la última década para ver dónde estamos y qué nos depara, y co nesta crítica se ha visto que estamos en un punto de buen cine, y no solo musical, con grandes actuaciones que, quizás, algún día cercan podrán ser el relevo de las de Gene Kelly o Donald O’Connor. Así, la década del 2000 nos ha ayudado a romper con clichés acerca del musical viendo que buenas historias poco convencionales y buenas actuaciones, una enorme enumeración se podría hacer con los buenos papeles realizados en estos diez años, hacen que el género vuelva a tener la relevancia que merece. ¿Su evolución en el cine? Los números musicales se han mermado, quizás por la sensación de necesitar romper clichés de números grandilocuentes y vistosos pero huecos que parecen querer ocupar metraje en una cinta sin historia base, y las bandas sonoras se han hecho más “cultas”, fomentado –quizás- por las duras críticas que bandas sonoras pop como “High SchoolM” o hasta “Moulin Rouge” han recibido, aunque todavía falta una evolución musical más evidente para poder hacer norma. Parece ya algo impensable, además, el doblaje de las voces originales de los actores como se hacía antes, sobre todo en la idolatrada Edad de Oro, siendo esto visto, ya, como un engaño al espectador; esto le da más valor al film como resultado global. Además, un aspecto muy relevante es la profundidad temática que el género ha adquirido con los años, pareciendo indispensable introducir algún tipo de temática social como cimientos de la trama, véase “Hairspray”, “Sweeney Todd” o “Dreamgirls”, convirtiéndolo en bienes imperecederos. Se agradece ver, pues, que, aunque el cine musical ha hecho una evolución continua desde que nació, es ahora, en esta década, cuando el público parece exigir calidad en el género. Porque realmente ese es el resurgir del género: no es solo que la gente ahora pida musicales, es también la actitud con la que van a verse. El cine musical ha pasado de ser un puro entretenimiento evasivo a ser otra forma de arte, de contar historias profundas con personajes profundos y bandas sonoras de calidad y, en parte, esto es gracias a que el público general y la crítica así lo exigen. 11
  • 12. 12
  • 13. El Fantasma de la Opera según Fila7 A priori no parece Joel Schumacher el adecuado para dirigir El fantasma de la ópera. Si recordamos anteriores trabajos suyos -El cliente, Última llamada, Batman & Robin, 8 mm...-, en ninguno de ellos, ni por el tema ni por su tratamiento, ha dado muestra de una especial sensibilidad artística. Sin embargo aquí le tenemos como director, y co- guionista. Guionista con Andrew Lloyd Webber, autor de la música de este Fantasma de la ópera convertido en musical, sólo en musical. No, no tiene la altura o vuelo de una ópera este Fantasma de la ópera, valga la "contra redundancia". Supongo que Schumacher se habrá visto constreñido o habrá estado limitado por la intervención de Lloyd Webber en el guión. Sometido, lógicamente, al desarrollo de la partitura y del libreto. Y a su vez esta partitura musical puede limitar la creatividad del director, no por ser música, sino por ser "esa" música. La novela de Gaston Leroux es de 1911, y desde entonces no ha cesado de ser recreada y adaptada. Al cine, unas veinte veces. Los nostálgicos cinéfilos nombran siempre al actor Lon Chaney como Erik, en la versión de R. Julian (1925). La música de Lloyd Weber no permite grandes vuelos, ni dramáticos ni de ningún tipo. La obra de Leroux sí que los permite, pues los tiene: Erik el fantasma posee la envergadura de un príncipe Segismundo de La vida es sueño, que al mismo tiempo fuera un don Juan Tenorio de Zorrilla, o un Fausto de Goethe. En esta película éste es el único personaje que se acerca a la grandeza, quizá por la categoría personal del actor Gerard Butler, y quizá porque la música para este personaje es menos melíflua. Como se sabe, al lado de don Juan está doña Inés, y al lado del Dr. Fausto está Margarita; pero la Christine de la película, que debería ser como ellas, se queda en un cristinita de organdí rosa, así como su otro pretendiente, el verditierno Raoul, vizconde de Cagny, y los demás personajes, y el entorno. No hay fuerza ni profundidad. Es cierto que el final y el desenlace cobran cierta fuerza, pero hay que esperar dos horas (dura dos y media). Tampoco digo que lo "light" sea repugnante, ni lo descafeinado ni lo rebajado de sabor. Digo que pudiendo, y quizá debiendo, ser un plato fuerte, un drama grandioso, no lo es. Con esta calificación de la música quedan calificados los personajes, su poca entidad, que obliga a interpretaciones superficiales o tópicas. Y los decorados omnipresentes -la luz es muy plana o si hay sombras tienen poco misterio- son tan espectaculares como postizos, y a veces cursis hasta el ahogo. Pedro Antonio Urbina 13
  • 14. Dreamgirls según Fila7 Detroit 1962. Tres jóvenes afroamericanas –The Dreamettes- se presentan a un concurso musical que no ganan. Curtis Taylor, un vendedor de cadillacs con ganas de entrar en el mundo del espectáculo, se ofrece a actuar como manager del trío. Empieza entonces una exitosa carrera musical que despega totalmente cuando la talentosa y gordita solista sea sustituida por la joven y mucho más espectacular Deena Jones, Beyoncé para los amigos. El musical Dreamgirls se estrenó en Broadway en 1981 y en 1982 fue nominado a 13 Tonys. Además de ponerse detrás de las cámaras, el realizador americano Bill Condon (Dioses y monstruos), fue el encargado de adaptar el guión. No era un género nuevo para él: suyo es el oscarizado libreto de Chicago. Dreamgirls fue una de las grandes sorpresas en la reciente edición de los Globos de Oro: se alzó con el premio a la mejor película (en la categoría de comedia y musical) y se condecoró también a sus dos secundarios. A los Oscar se presenta con la friolera de ocho nominaciones… algo engañosas (tres de las menciones corresponden a otras tantas canciones). De todas formas, en esta ocasión los Oscar pueden dar pistas: además de las susodichas canciones, Dreamgirls opta a estatuilla en las categorías de mejores actores secundarios, mejor diseño de producción (John Myhre, ganador de dos Oscar porMemorias de una geisha y Chicago), vestuario y sonido. Efectivamente, Dreamgirls es un musical mimado desde el punto de vista de la puesta en escena: la cinta es un alarde de color, de efectos, de luz… un espectáculo, que de eso se trata (otra cosa es que guste más o menos el tono del musical). En la parte musical, Henry Krieger, creador de la partitura original de Dreamgirls, ha sido el encargado de la adaptación al cine. Para ello ha añadido cuatro nuevos temas a la banda sonora. La simpleza de la mayoría de las canciones se contrarresta con un ritmo pegadizo y buenas interpretaciones. No hay tanto mimo en el guión: una historia ramplona, mil veces vista, poco original y un dibujo de los personajes principales –lástima de Jamie Foxx- desarrollado a trompicones. Menos mal que para salvar la historia están los secundarios: un correcto Eddie Murphy y una destacable Jennifer Hudson (candidata al Oscar), que debuta en el cine después de haber quedado finalista en el concurso American Idol. Ana Sánchez de la Nieta 14
  • 15. High School Musical : Fin de curso 3 según LaButaca ¿Qué determina que una producción artística ─ teatral, musical, literaria, cinematográfica, es indiferente─ pase de ser un elemento más del vasto catálogo cultural universal a convertirse en un fenómeno, en un éxito de masas? Cuestión peliaguda, sin duda, en los tiempos que vivimos, en los que los maestros del marketing y la publicidad tienen buena parte de la culpa-el mérito, en ocasiones─ de que una determinada propuesta arrase allí donde sea presentada, al margen de sus méritos intrínsecos. Es el caso que nos ocupa uno de los ejemplos más espectaculares de los últimos años. En un mundo muy, muy lejano, una realidad paralela de barrios residenciales de amplias avenidas y eternas barbacoas, de casas en los árboles de perfecta construcción y estructura, de diversión desenfadada y pura, de adultos vitalmente anulados e increíblemente estúpidos ─¿alguien conoce a un padre como Jack Bolton (Bart Johnson)?─, de besos en la mejilla y cariño ─que no amor─ verdadero. En este cosmos tan ficticio como alarmantemente purista, Troy (Zac Efron), Gabriella (Vanessa Hudgens), Chad (Corbin Bleu), Sharpay (Ashley Tisdale), Ryan (Lucas Grabeel) y Taylor (Monique Coleman) se enfrentan a cuestiones de tremenda relevancia: ¿Standford o Yale? ¿Teatro o baloncesto? ¿Maquillarse con paleta o con spray? Bienvenidos al plastificado, artificial y chirriante entorno en el que se desarrolla “High School Musical 3: Fin de curso”, el amorfo vehículo de transmisión de los más rancios valores de la sociedad americana que arrasa en todos los países a los que las perfectas sonrisas de la cuadrilla protagonista llegan con un mensaje preocupante para las generaciones que han de determinar el futuro de la humanidad. Porque no se trata de una de las típicas cintas de animación infantil que hablan a los más pequeños de amor, familia y amistad, sino de un arma que apunta directamente a los moldeables cerebros de aquellos que se encuentran a las puertas de la auténtica vida, una vez abandonado el instituto. La puesta en escena de Kenny Ortega es limpia, narrativamente dinámica y ampulosamente coreografiada, desde luego, pero el texto subyacente ─ y único, aquí no existe un guión─ es tan vergonzante como turbador. Y es que lo que no se puede pretender es abogar por la igualdad desde la perfección, de suerte que no encontramos ni una sola tara física en el elenco central, y las trágicas ambiciones de algunos de ellos se solapan en un permanente festival que pretende celebrar la individualidad, algo del todo imposible en semejante circo. Así, Ashley Tisdale personifica un rol ambicioso, ávido de poder y gloria, secundada por su lacaya inglesa (Jemma McKenzie-Brown), primero servil y posteriormente maquiavélica, abusiva lectura de la relación entre las dos principales potencias anglosajonas; encontramos mezcolanza racial, y blancos, negros y latinos conviven en desahogada comparsa con la salvedad hecha de los asiáticos, que no tienen cabida en tan dulzón armatoste; incluso es posible el sobrepeso, 15
  • 16. siempre que el exceso de grasa no impida bailar al mismo nivel que el de los epicúreos chicos/anuncio que centran las miradas de un palco adolescente que ni siquiera se plantea la ausencia total de deseo carnal en el extenso metraje, quizá la máxima hipocresía de una franquicia que ha transformado a Zac Efron, a sus veinte primaveras, en uno de los seres humanos más deseados del globo por millones de mozas con las hormonas lógicamente aceleradas por sus sudorosos contoneos. Puede que todo esto no sea más que una lectura personal, y que los responsables de este rompetaquillas no pretendan, en el fondo ni en la forma, adoctrinar a la chavalería sobre cómo han de vivir, conformes a una serie de normas tácitas de conducta y avenencia. Pero, personalmente, me resulta bastante inquietante. Nadie es perfecto. Al menos, quien esto escribe, no lo es. Calificación: 1/10 José Arce Nine según Fila7 La historia –o mito- es conocida. La novena película de Federico Fellini se quedó en 8 y media por culpa del bloqueo creativo del emblemático cineasta italiano. Y lo que cuenta esa obra maestra que es 8 y ½ es precisamente la historia –bastante autobiográfica- de un director de cine que se encuentra ante su peor pesadilla: no es capaz de rodar una película que todos –especialmente las mujeres que le rodean- esperan que ruede. La obra maestra dio lugar a un musical, Nine, y éste a la versión que presenta Rob Marshall. Marshall tenía los mimbres heredados de una buena historia –metacine en estado puro- y aportó un casting de lujo: empezando por Sofía Loren no falta casi nadie. De un crítico se espera que puntúe. Y no es sencillo calificar a Nine. Habría que darle dos notas, porque en Nine –como en Fellini 8 y ½ pero con más radicalidad y menos unidad- hay dos películas; una que cuenta el drama del director y otra que narra sus fantasías. En Nine hay un musical y un drama, hay un espectáculo de varietés y hay una cinta de cine italiano clásico. El musical es francés y, siendo generosos, no pasa del aprobado. La referencia de la mayoría de las coreografías es elFolies Bergère –como nos recuerda una estupenda Judi Dench-. Y un Folies Bergère de muy poca clase. Los bailes son básicos; pasos simples, tres o cuatro movimientos provocativos y mucha lencería de lentejuelas. Las letras, muy variables, unas aportan a la historia, otras parecen escritas en un concurso de chirigotas procaces. Sin embargo, la orquesta es magnífica, hay buenos cantantes –la propia Kidman en un tema muy moulin- y el montaje, aunque a ratos sea un poco videoclipero, funciona. Además la iluminación de la película es sensacional. En resumen, seis y medio. 16
  • 17. Luego tenemos la película, una película italiana, un drama romántico con hechuras de cine clásico. Y unos actores que consiguen lo imposible: que no añoremos ni a Mastroianni ni, mucho menos, a Anouk Aimée. Daniel Day Lewis y Marion Cotillard sostienen la historia con dos interpretaciones antológicas. En una película tan excesiva, tan física, tan arrabalera,Lewis y Cotillard actúan con los ojos, con el gesto de una mano, con una elegancia que les hace jugar en otra liga a la que juegan el resto. Si a alguien le queda duda que Cotillard es una de las grandes que la compare con las otras o que observe la transformación de la contención en dolor en el último número, el desgarrado Take it all. Demasiado para una sola actriz. Claro que el mérito no es solo de los actores. Nine hace una buena reescritura de la película de Fellini. Consciente de que los tiempos son los que son –malos para la lírica y de pensamiento débil- ha aligerado el denso contenido filosófico de su predecesora, ha dejado algunas jugosas reflexiones sobre el mundo del cine y el trabajo del director y ha respetado el carácter italiano de la cinta. Y ser italiano es ser latino, alegre, vividor, machista, espiritual y carnal, elegante y chusco, caótico y católico. Y de todo esto hay en Nine. Desorden, evasiones, fantasías, infidelidad y remordimientos, anhelos de virtud y tentaciones de la lujuria y belleza –porque Roma es bellísima- y alegría, y esperanza y un final que no estaba en Fellini pero que es bueno que esté y que también es muy italiano. En definitiva, como de un crítico se espera que compare, y como Fellini era un tipo religioso, entre el paganismo de Avatar –frio y sin alma-, el protestantismo de Haneke – riguroso y triste- y el catolicismo de Nine (con sus pros y contras) me quedo, sin dudas, con el último. Qué gran película hubiera hecho Marshall si en vez de rodar dos películas hubiera hecho un verdadero musical italiano. Ana Sánchez de la Nieta 17