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Reconquista de Granada
La Guerra de Granada es el nombre con el que suele conocerse el conjunto de campañas
militares que tuvieron lugar entre 1482 y 1492, durante el reinado de los Reyes Católicos, en el
interior del reino nazarí de Granada.
Culminaron con la rendición negociada mediante capitulaciones del rey Boabdil, que a lo largo
de la guerra había oscilado entre la alianza, el doble juego, la contemporización y el
enfrentamiento abierto con ambos bandos. Los diez años de guerra no fueron un esfuerzo
continuo: solía marcar un ritmo estacional de campañas iniciadas en primavera y detenidas en
el invierno. Además, el
conflicto estuvo sujeto a
numerosas vicisitudes
bélicas y civiles:
notablemente los
enfrentamientos intestinos
dentro del bando
musulmán; mientras que en
el cristiano fue decisiva la
capacidad de integración en
una misión común de las
ciudades y la nobleza
castellanas y el
imprescindible impulso
del clero bajo la autoridad de la emergente Monarquía Católica. La participación de la Corona
de Aragón (cuyos reinos estaban mucho menos sujetos al autoritarismo real) fue de menor
importancia: aparte de la presencia del propio rey Fernando consistió en la colaboración naval,
la aportación de expertos artilleros y algún empréstito financiero. Era evidente la naturaleza de
la empresa, claramente castellana, y la integración en la Corona de Castilla del reino
conquistado.
La protocolaria entrega de las llaves de la ciudad y la fortaleza-palacio de la Alhambra, el 2 de
enero de 1492, se sigue conmemorando todos los años en esa fecha con un tremolar de
banderas desde el Ayuntamiento de la Ciudad de Granada.
Significado
Modernidad
A pesar de mantener muchos rasgos medievales, fue una de las primeras guerras que pueden
considerarse modernas, por el armamento y tácticas empleadas (más que batallas en campo
abierto, fueron decisivos los asedios resueltos con artillería, y las maquiavélicas maniobras
políticas, aunque no faltaron ejemplos de heroísmo caballeresco, también propios de la
época). Se la puede considerar como una etapa intermedia clave en la evolución bélica de
Occidente, entre la Guerra de los Cien Años y las Guerras de Italia. También era moderna la
condición del ejército vencedor, al que, a pesar de su heterogénea composición, o
precisamente por ella (acudieron todo tipo de fuerzas, desde las tradicionales, reunidas por los
nobles, los concejos, las órdenes militares, los señoríos eclesiásticos; hasta otras como la
recientemente organizada Santa Hermandad y auténticos mercenarios profesionales
provenientes de toda Europa incluyendo un grupo de arqueros ingleses dirigidos por Lord
Scale ) se suele considerar como un precoz ejemplo de ejército moderno, permanente y
profesional (para la historiografía más tradicionalista, con rasgos de ejército nacional,
probablemente con abuso del término), en un momento en que se están definiendo las
monarquías autoritarias que conformarán los Estados-nación de Europa Occidental.
España, en trance de formar su unidad territorial, sería uno de los principales ejemplos tras el
matrimonio de los Reyes Católicos (1469) y su victoria en la Guerra de Sucesión
Castellana (1479). Se puede concluir que la Guerra de Granada fue utilizada para asociar a
Castilla y Aragón en un proyecto común, ofreciendo a la aristocracia una actividad al mismo
tiempo lucrativa para ella y útil a la monarquía, que puede ser exhibida al mismo tiempo como
empresa religiosa en conformidad con la nueva forma de identidad social más combativa: el
espíritu cristiano viejo.
El fin de la Reconquista y el comienzo del Imperio
Al ser la última posibilidad de
expansión territorial de los reinos
cristianos frente a los
musulmanes en la Península
Ibérica significó el fin de
la Reconquista, proceso histórico
de larga duración que había
comenzado en el siglo VIII. No
debe olvidarse que la
"Reconquista" es un término ideológico dotado de una carga semántica poco neutral, y debe
entenderse en sus justos términos: no había significado una continuidad de hostilidades en
todo el periodo; y de hecho, desde la crisis del siglo XIV se había detenido (se han
contabilizado 85 años de paz por 25 de guerra en el periodo 1350-1460), conformándose
el Reino de Castilla (único con frontera frente a los musulmanes) con el control del Estrecho de
Gibraltar y el mantenimiento del Reino de Granada como un Estado vasallo y tributario en cuya
política interior se intervenía en ocasiones. En momentos de debilidad castellana, ocurría al
contrario, que los nazaríes ejercían sus propias iniciativas, suspendiendo los pagos,
incendiando y saqueando localidades (algunas tan lejanas como Villarrobledo) o recuperando
algún pequeño territorio (Cieza y Carrillo en 1477),a veces en connivencia con alguna de las
facciones que dividían Castilla (las disputas entre el Marqués de Cádiz y el Duque de Medina
Sidonia llevaron a este último a aliarse con los granadinos, que arrebataron el castillo
de Cardela al primero con su ayuda).6La permeabilidad de la frontera en ambas direcciones
también produjo la existencia de categorías sociales mixtas: los elches, o cristianos (muchas
veces ex-cautivos) que se convertían al Islam y los tornadizos que eran la categoría
inversa.7 Transitaban sin ningún problema por el territorio fronterizo los ejeas, intermediarios
dotados de salvoconductos que negociaban los rescates de prisioneros.
Aunque no faltaron operaciones militares más importantes, fueron puntuales y limitadas en
extensión, como la toma de Antequera (1410), que sirvió fundamentalmente para prestigiar
a Fernando de Trastámara, que añadió el nombre de la ciudad conquistada al suyo, como los
generales romanos, siéndole muy útil para su elección como rey de Aragón en el compromiso
de Caspe (1412); o la batalla de La Higueruela(1431), en el reinado Juan II, que también en
este caso fue objeto de un aparato propagandístico desproporcionado en beneficio del valido
Álvaro de Luna.
La construcción de un Estado moderno, en el concepto que de tal cosa tenían los Reyes
Católicos, no era compatible con el mantenimiento de esa singularidad en la Europa cristiana,
que además quitaba libertad de movimientos a Castilla e impedía la explotación adecuada de
una gran cantidad de tierras a lo largo de una extensa e insegura frontera.
La noticia de la Toma de Granada fue celebrada con festejos en toda Europa: en Roma se
celebró una procesión de acción de gracias del colegio cardenalicio; en Nápoles se
representaron dramas alegóricos de Jacopo Sannazaro, en los que Mahoma huía del león
castellano; en la Catedral de San Pablo de Londres, Enrique VII hizo leer una elogiosa
proclama:
Este hecho acaba de ser consumado gracias a la valentía y a la devoción de Fernando e
Isabel, soberanos de España que, para su eterna honra, han recuperado el grande y rico reino
de Granada y tomado a los infieles la poderosa capital mora, de la cual los musulmanes eran
dueños desde hacía siglos.
El enfrentamiento entre Cristianismo e Islam dotaba al conflicto de un rasgo inequívocamente
religioso, que la implicación vigorosa del clero se encargó de remarcar, incluyendo la
concesión por el papado de la Bula de Cruzada. Cuando, terminada la guerra, el propio papa
sea el valenciano Alejandro VI, de la familia Borgia, Isabel y Fernando recibirán el título
de Católicos (1496), en un reconocimiento del ascenso de España como potencia europea
homologable, en lo que tampoco era ajena la política de "máximo religioso" de los Reyes, que
había producido la expulsión de los judíos en 1492, poco después de la toma de Granada. La
presión sobre los conversos, a través de la recién instaurada Inquisición española, estaba
siendo particularmente dura desde el primer auto de fe (Sevilla, 1481). Por si esto fuera poco,
el Papa también les concedió el Nuevo Mundo descubierto y por descubrir (de nuevo en ese
mismo año) a cambio de su evangelización, todo ello en el conjunto de documentos conocido
como Bulas Alejandrinas. Las referencias a la recuperación de Jerusalén no dejaron de estar
presentes como un horizonte retórico.
Desde una perspectiva más amplia, hay que tener en cuenta que en el otro extremo
del Mediterráneo se está formando el gigantesco Imperio otomano, que ha
tomado Constantinopla (1453) y aumentaba sus dominios en los Balcanes y el Próximo
Oriente, llegando incluso a ocupar temporalmente el puerto italiano de Otranto en 1480. No
obstante, los granadinos deberán enfrentarse solos a los cristianos, puesto que sus posibles
aliados, los sultanes de Fez, de Tremecén o de Egipto no se implicaron en la guerra.
Asimismo puede decirse que, como proceso histórico, el avance territorial no se detuvo con la
toma de Granada y continuó de hecho durante el siglo siguiente, al seguir existiendo las
fuerzas sociales que alimentaban esa necesidad expansiva. Esa expansión pudo verse en el
exterior que, junto a los azares dinásticos que reunieron diversos territorios europeos, formó lo
que se terminará conociendo como Imperio español: la simultánea conquista de las Islas
Canarias y la posterior Conquista de América (descubierta el 12 de octubre de 1492, en la
expedición prevista en las Capitulaciones de Santa Fe firmadas por Colón y los Reyes frente a
la Granada asediada); de la
toma puntual de plazas del norte
de África; además de
la conquista del cristiano reino
de Navarra en 1512.
El ejército
Durante la marcha hizo talar los
campos y retó a combate al
enemigo. El temor a las
revueltas intestinas de los
granadinos obligó al rey
Albuhacén a rehusarle, no
presentando nunca sus batallas
ante las nuestras y limitándose
a esconder entre los olivares
multitud de peones y a colocar junto a los emboscados, prontos a acudir a la escaramuza,
algunos jinetes sueltos, que en revuelto pelotón fingían caminar a la ventura; todo a fin de caer
sobre los nuestros, si en su afán de pelear acometían incautamente a los moros en su marcha.
Adivinó D. Fernando el ardid, y dio orden a los soldados de no empeñar combate a
escondidas.
Luego, a medida que se iban acercando a Granada, cuidaba más de la seguridad de los
reales; no permitía a hombres de armas ni a peones romper el orden de las batallas, ni a los
destinados a la tala de los campos que saliesen sin fuerte escolta; a todo proveyó con maduro
consejo para evitar un descalabro como el ocurrido el año anterior junto a Loja. A ejemplo del
Rey, los Grandes y el ejército entero observaban la más estricta disciplina, yendo a la aguada
con la debida cautela, evitando con las patrullas las sorpresas del enemigo, procediendo, en
fin, en todo cual cumplía a un ejército perfectamente disciplinado. Sólo fue obstáculo para
continuar provocando a combate a la multitud enemiga, la insuficiencia de los víveres, porque,
fuera de las mieses, todos los demás alimentos escaseaban, y no hubieran podido los
soldados sufrir mucho tiempo sin quejarse la falta de víveres
Fue experimentada en estas Guerras de Granada una nueva formación militar mixta de
artillería e infantería dotada de armamento combinado (picas, espingardas, más tarde
arcabuces...), con utilización menor de la caballería que en las guerras medievales, y con
soldados mercenarios sometidos a una disciplina diferente a la del código de honor del
vasallaje feudal, y sin olvidar contingentes no combatientes, en ocasiones numerosísimos:
hasta 30.000 "obreros" en 1483, encargados de recoger o quemar cosechas (las famosas
talas para debilitar la economía enemiga) y realizar otras tareas con valor táctico y estratégico.
Esta innovadora unidad militar fue conocida posteriormente como tercios. A los pocos años se
utilizaron con éxito en las Guerras de Italia al mando de un militar experimentado en las
campañas andaluzas: Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán).
De todos modos, aunque se ha insistido en ello abundantemente por la historiografía, no
conviene exagerar el precedente: las entrenadas tropas de choque castellanas de las Guerras
de Granada seguían siendo esencialmente la caballería real y señorial, y las milicias a pie, en
su mayor parte eran de reclutamiento concejil, en gran parte no combatiente, y su rendimiento
fue mediocre.
Para Ladero Quesada fue la última hueste medieval de Castilla, claramente diferente de los
cuerpos profesionales del siglo siguiente. Lo que sí puede considerarse una clara muestra de
la forma moderna de hacer la guerra es el volumen de medios empleados: hasta 10.000
caballeros y 50.000 infantes, y más de 200 piezas de artillería construidas en Écija con ayuda
de técnicos franceses y bretones. Los artilleros pasaron de ser cuatro en 1479 a 75 en 1482 y
91 en 1485, muchos de los cuales proceden de Aragón, Borgoña o Bretaña. La cantidad de
animales de tiro y carga también se
contaba por decenas de miles (hasta
80.000 mulas requisadas en un año).
La guerra fue casi completamente
terrestre. Aunque hubo una
considerable presencia naval de
buques castellanos (del Atlántico
andaluz, vascos y de otros puertos
cantábricos) y aragoneses, no pasaron
de realizar una eficaz función de
bloqueo, vigilancia y corso, dificultando
la relación de los granadinos con sus
posibles aliados del otro lado del
Estrecho, que tampoco demostraron
mucho interés por intervenir.
En cuanto a los costes financieros, fueron inmensos. Ladero Quesada aventura una cifra de
mil millones de maravedíes para la Corona y otro tanto para los demás agentes que
intervinieron. Se consiguió recaudar, además de los ingresos ordinarios (siempre en
maravedíes): 650 millones con la Bula de Cruzada, 160 millones con subsidios o décimas del
clero (habitualmente exento) y 50 millones de las juderías y comunidades mudéjares. Sólo los
esclavos vendidos tras la toma de Málaga significaron más de 56 millones. Siendo
insuficientes, se recurrió al crédito tanto en Castilla (de forma obligatoria a concejos, a la
Mesta, a las colonias de mercaderes extranjeros y a algunos nobles) como fuera de ella (16
millones en Valencia) y la emisión de juros con un interés entre el 7 y el 10%.16
Protagonismos
Sin minusvalorar la presencia fundamental del clero (como la del confesor real, Hernando de
Talavera) y la más oscura de las clases medias (como la del secretario real Fernando de
Zafra),17 el protagonismo fundamental de la conquista correspondió a la nobleza, bajo la
dirección de la monarquía. La implicación personal de Fernando fue constante, e
incluso Isabel no dejaba de estar presente en lugares no demasiado seguros (acudió a
algunos asedios, e incluso estuvo presente en el campamento real durante un terrible
incendio). La famosa promesa de no cambiarse de camisa hasta no tomar la ciudad (que quizá
no fuera Granada, sino Baza) es un mito de imposible verificación, que también se ha
relacionado con el cierre de los baños moros, por cuestiones morales.18
Los caballeros castellanos
Ciertas familias de la aristocracia castellana destacaron por su participación en estas guerras,
aunque al contrario que en las anteriores Guerras civiles castellanas, en este caso sometidas
a una fuerte autoridad real. Destacó la familia de Mendoza en la persona de Iñigo López de
Mendoza y Quiñones, conde de Tendilla (no confundir con su homónimo antepasado el
Marqués de Santillana), que recibió el cargo hereditario de Alcaide de la Alhambra y los
de Capitán General y Virrey de Granada. La frontera, al comienzo de la guerra, quedó
militarmente a cargo de tres altos nobles: Alonso de Cárdenas, maestre de la Orden de
Santiago, en el oeste, con base en Écija; Pedro Manrique, duque de Nájera, en el norte, con
base en Jaén; y Pedro Fajardo y Chacón, adelantado de Murcia, con base en Lorca.19 El ya
nombrado Gonzalo Fernández de Córdoba alcanzó un protagonismo especial y un futuro
mucho más importante que el que parecía reservarle su posición de nacimiento, que si bien
era en la alta nobleza (la casa de Aguilar y Córdoba) no era más que un hijo segundón. La
capacidad de movilidad social ascendente no era imposible, pero estaban bien delimitadas las
formas de acceder a ella: Gonzalo sería un ejemplo de cómo era necesaria una buena
combinación de cuna, buena suerte, capacidad y esfuerzo personal para destacar en aquella
turbulenta ocasión. Su ocasión llegó como consecuencia de su especial habilidad para
contactar con los musulmanes, especialmente con el rey Boabdil que le consideraba amigo
personal desde que éste estuvo preso en el castillo de Lopera. Tras demostrar su ingenio y
capacidad militar y organizativa, logró la alcaidía de una fortaleza importante (Íllora) y sus
buenos oficios fueron trascendentales en el fin de la guerra.20 También se produjeron
ennoblecimientos de soldados de valor destacado, la última oportunidad de tal ascenso social,
tanto por acabarse el territorio peninsular a reconquistar como por la mutación fundamental
que se estaba produciendo en el concepto mismo de la guerra y de la función militar de la
nobleza.
En cuanto a la consecución de gloria individual, puede citarse a Hernán Pérez del Pulgar, el
alcaide de las Hazañas, que terminó luciendo en su escudo once castillos por las plazas
tomadas (destacando Málaga y Baza) y uno más por un temerario golpe de mano nocturno en
que clavó a las puertas de la Mezquita Mayor de Granada un Ave María e incendió
la Alcaicería (1490). Si la búsqueda de la fama póstuma era uno de los principios que más
animaba al hombre del Renacimiento, no hay duda de que también la consiguió el menos
afortunado Martín Vázquez de Arce (el Doncel de Sigüenza), con su muerte en batalla y su
extraordinaria tumba en esa catedral.
En el Privilegio rodado de Asiento y Capitulación para la entrega de la ciudad de Granada de
30 de diciembre de 1491 se enumeran un total de 48confirmantes de la entrega de Granada,
los más altos nobles laicos y eclesiásticos que tomaron parte en la guerra de Granada hasta
su capitulación.21
Los sultanes nazaríes
La guerra tuvo mucho que ver con el hecho de que, al mismo tiempo que los reinos cristianos
se habían pacificado y reorganizado, el reino de Granada se enfrentaba a la crisis dinástica de
los últimos sultanes nazaríes (habitualmente referidos como "reyes" en las fuentes cristianas),
concretada por la lucha de poder entre estos tres personajes emparentados (entre paréntesis
se indican sus periodos de gobierno efectivo):
 Abu -l-Hasan «Alí Muley Hacén» (1464-1482 y 1483-1485).
 Abu Abd-Alah, Mohámed XII «Boabdil» también llamado el Chico (1482-1483 y 1486-1492),
hijo del anterior. Es el más implicado con los Reyes Católicos, con los que había acordado
la entrega de Granada si se le garantizaba un señorío en las Alpujarras.
 Mohámed XIII «el Zagal» (1485-1486), hermano del primero y tío del segundo.
Aparte de los enfrentamientos dentro de la familia real, la aristocracia granadina presentaba
otras divisiones, como la rivalidad que adquirió tintes legendarios entre la familia de
los zegríes (fronterizos o defensores de la frontera) y la de los abencerrajes (Banu Sarray, o
sea, hijos del talabartero). También se registraron enfrentamientos entre los Alamines,
los Venegas y los Abencerrajes en 1412. Estos últimos se sublevaron en Málaga en 1473 y
fueron duramente reprimidos por Muley Hacén (incluyendo, según la leyenda, una matanza a
traición en un salón de la Alhambra). Muchos huyeron a Castilla.22
Desarrollo
Se distinguen varias fases en la guerra:
Primera fase, de 1482 a 1487
Conquista de la parte occidental del reino (actual provincia de Málaga, Loja y la Vega de
Granada), aunque las conquistas territoriales se hicieron esperar hasta 1485, tras unos
primeros años de improvisación.23
Hasta entonces, las treguas entre Castilla y Granada se habían renovado regularmente (en
1475, 1476 y 1478). No obstante, los incidentes fronterizos no eran extraños, y la inestabilidad
del reino musulmán empujó a una acción poco meditada: a finales del año 1481, como
represalia por hostigamientos puntuales de parte cristiana, los musulmanes tomaron Zahara.
Eso dio una excusa plausible para una operación de más envergadura el 28 de febrero de
1482: la toma de Alhama, a cargo de Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, autorizado
por Diego de Merlo, representante real en Sevilla. El duque de Medina Sidonia, aristócrata
enemigo del de Cádiz (en un ejemplo de sumisión a las órdenes reales y coordinación en un
proyecto común) acude a reforzar las posiciones recién ganadas. En abril es el mismo
Fernando el que acude a Alhama. Esta plaza será objeto de una especial atención durante el
resto de la guerra, y confiada como un honor a personajes importantes (desde 1483 al conde
de Tendilla).24 Si bien mantener una plaza avanzada y aislada era un disparate desde el
punto de vista estratégico, se hicieron todos los esfuerzos necesarios para mantenerla
abastecida y relevadas periódicamente las tropas de su guarnición, funcionando como uno de
los elementos propagandísticos movilizadores de la guerra.9 No es extraño que algunas
piezas del romancero, destacadamente el Romance de la pérdida de Alhama, eligiendo este
episodio ejercieran a esa función:25
Las siguientes operaciones significaron un fracaso para los cristianos: en el fallido ataque a
Loja (julio de 1482) muere el maestre de la Orden de Calatrava, Rodrigo Téllez Girón, y en la
primavera siguiente tampoco se consigue tomar Málaga ni Vélez Málaga, cayendo prisioneros
importantes nobles, como Juan de Silva, conde de Cifuentes.26
En abril de 1483, en medio de las disensiones internas, y con el fin de adquirir prestigio,
Boabdil intenta sin éxito tomar Lucena, cayendo prisionero. El destino del rey chico se debatió
en un consejo celebrado en Córdoba. El Marqués de Cádiz era consciente de las
implicaciones en la política interior granadina.
Los Reyes Católicos hacen una jugada que demostró ser decisiva: lo liberan tras asegurarse
su alianza, incluyendo el pago de tributos. Desde Almería, hará la guerra a su padre el
sultán Muley Hacén.26 Al poco tiempo (en otoño), Zahara, la plaza que había originado el
conflicto, vuelve a manos cristianas.26 También tuvo importancia la toma de Tájara durante
una vasta expedición de aprovisionamiento a Alhama y de tala de la vega granadina dirigida
por el propio Fernando. Su situación frente a Loja la harán clave en la fase siguiente.28
El resentimiento contra Boabdil repuso a su padre en el trono de Granada y le valió
una fatwa o condena por un tribunal compuesto de los más
prestigiosos cadíes, muftíes, imanes y profesores el 17 de octubre de 1483, que a pesar de
citar gravísimas consecuencias fundamentadas en el Corán, también deja prudentemente un
margen para la reconciliación:
De esto dijo el Enviado de Allah - Allah lo bendiga y salve - «No es otra cosa que la muerte»,
por lo que significa: destrucción de los musulmanes, incitación al enemigo a extirpar de raíz la
flor y nata de los creyentes y violar sus cosas más sagradas, todo lo cual está declarado ilícito
en el Libro de Allah, en la sunna de su Enviado - Allah lo bendiga y salve -, y en la opinión
unánime de los ulemas, aparte otros peligros evidentes, ya que apoyarse en los no
musulmanes y pedirles ayuda cae con toda evidencia bajo la amenaza contenida en las
palabras de Allah Altísimo: «¡Oh, creyentes! No toméis por amigos a los judíos y a los
cristianos, porque unos son amigos de los otros. Aquel de entre vosotros que los tome por
amigos se convertirá en uno de ellos. Allah no es guía de la gente injusta». Y en estas otras
palabras: «Aquel de vosotros que lo hiciere, se apartaría del camino llano».
Haber prestado juramento de fidelidad al príncipe prisionero es obstinarse en los errores y
hechos ilícitos a que nos hemos referido e insistir en los crímenes y maldades que ya han
perpetrado. Todo aquel que les dé amparo o les ayude de palabra o de obra, presta ayuda a la
rebeldía contra Allah Altísimo y se pone en contra de la sunna de su profeta. Y todo aquel que
se complazca en lo que hacen, o desee su victoria, tiene el deseo de rebelarse contra Allah en
la tierra de Allah con la más grave de las rebeldías. Esta es la cualificación en tanto persistan
en tal conducta.
Ahora bien, si vuelven a Allah y renuncian a la disensión y a la rebeldía en que se encuentran,
los musulmanes tienen el deber de aceptarlos, porque Allah Altísimo dice: «Quien después de
haber cometido injusticia vuelve a Allah y se enmienda, también Allah se vuelve a él». A Allah
pedimos para que nos inspire el recto camino que debemos seguir, nos libre de la maldad de
nuestras almas y afiance con bien nuestra concordia. Él, que puede hacerlo, nos valga en ello.
Punto de inflexión: 1485
Esos momentos pueden considerarse un punto de inflexión: si hasta entonces, los dos
primeros años de la guerra habían sido no muy distintos a la forma medieval de la guerra, en
adelante, el ataque cristiano adquirió una intensidad y continuidad que demostraban la
voluntad de suprimir definitivamente la existencia independiente del reino de Granada. A partir
de entonces y sucesivamente, caen Ronda (mayo de 1485), Marbella (sin
combatir),Loja (mayo de 1486, con un uso decisivo de la artillería pesada), gran parte de
la Vega de Granada (fortalezas de Íllora, Moclín, Montefrío y Colomera), y en la costa Vélez
Málaga y la propia Málaga (19 de agosto de 1487). Esta plaza era especialmente significativa
por ser el principal puerto y por la reducción a esclavitud de la mayoría de sus 8.000
habitantes (los que no reunieron un rescate de 20 doblas) y de los 3.000 gomeres de su
guarnición, de procedencia norteafricana, dirigidos por Hamet el Zegrí.
En el aspecto interior de la política granadina, las luchas intestinas eran no menos violentas e
incluso más decisivas para la suerte final de la guerra. En 1485 el Zagal parecía haber
derrotado a sus parientes, destronando a su hermano Muley Hacén (que murió poco después)
y expulsando a su sobrino de las zonas que ocupaba. Boabdil se vio forzado a recuperar la
imagen de guerrero islámico con una nueva ofensiva contra los cristianos, aunque en el
transcurso de ésta vuelve a caer prisionero de Castilla. No obstante, el hecho no le fue
desfavorable, ya que fue excusa suficiente para sellar un nuevo trato con los Reyes Católicos,
poniéndose al frente de un ejército cristiano-musulmán que toma Granada para Boabdil en
1487. Quedaba para el Zagal buena parte del resto del territorio, incluyendo ciudades
asediadas, como Baza.
Segunda fase, de 1488 a 1490
Consistió en la conquista de la parte oriental del reino (actual provincia de Almería) y el resto
del territorio, excepto la capital.
Las campañas militares se vieron frenadas en 1488 como consecuencia de varios factores:
una epidemia de peste por toda Andalucía, la convocatoria de Cortes en los reinos de la
Corona de Aragón, que requería la atención de Fernando y el cansancio propio de los años
transcurridos de guerra. También existieron razones de política exterior, pues la cuestión
sucesoria de Bretaña, que involucraba a Navarra, proporcionaba una oportunidad que no
podía desaprovecharse. Aunque la campaña dirigida contra el rey de Francia fue un fracaso
militar, la jugada supuso un éxito diplomático y proporcionó la base de la futura invasión de
Navarra e incluso de la alianza con Maximiliano de Habsburgo, al que apoyaron en una
coyuntura apurada.
Trasladada la base de operaciones a Murcia, se producen unas primeras conquistas
relativamente sencillas (Vera, Vélez Blanco y Vélez Rubio). No obstante, localidades mejor
defendidas, como Baza y Almería, se resisten firmemente, en lo que significó la campaña más
dura de toda la guerra (1489). La toma de Baza, asediada de junio a diciembre de 1489, llevó
en poco tiempo a la capitulación de Almería, Guadix, Almuñécar y Salobreña, mientras el
Zagal se rendía a los Reyes Católicos, pasando a su servicio desde su señorío de Andarax.
Granada quedaba totalmente aislada. Más tarde (1491) se retiró a África, donde el sultán de
Fez, por sugerencia de su sobrino Boabdil, le encarceló y cegó.
Tercera fase, de 1490 a 1492
Las operaciones se limitaron al asedio de la ciudad, dirigido desde el campamento-ciudad
de Santa Fe. Con más intrigas que acontecimientos militares, los Reyes Católicos exigieron a
Boabdil la entrega de la ciudad en cumplimiento de sus tantas veces renovados pactos.
El desenlace se demoró no tanto por resistencia de éste, cuanto por su falta de control interno
efectivo, que los cristianos tampoco deseaban erosionar en exceso. Las últimas negociaciones
secretas incluían el respeto a la religión islámica de los que decidieran quedarse, la posibilidad
de emigrar, una exención fiscal por tres años y un perdón general por los delitos cometidos
durante la guerra; según tres documentos negociados entre Abul Kasim (el Muleh o el Malih)
como emisario de Boabdil, y por los Reyes Católicos Gonzalo Fernández de Córdoba y
el secretario real Fernando de Zafra.
El de Zafra, portador de la propuesta definitiva de los Reyes de Castilla, se retrasaba aquel día
en el interior de la plaza. Había caído ya la noche, y en el cuartel de los Reyes su tardanza
infundía sospechas... Hernando de Zafra, que allá tarda, se cree le hayan muerto o preso... al
quarto de la modorra, con ánimo enhiesto, sin que ningún peligro le apasionase, salió [Gonzalo
de Córdoba] del real, hurtándose de las guardas; antes de la luz primera llegó a la Alhambra,
donde halló con el Rey y los Alfaquíes Corrud y Pequeni y al Alcaide Muley y secretario
Fernando de Zafra. Se discutían aún las garantías y certidumbre que los Reyes daban a
Boabdil por su dominio de las Alpujarras. Y el recién llegado fue quien zanjó la discusión que
ponía fin a lo tratado: El debdo y tierras, señor alcayde, durará quanto durare su señoría en el
servicio de sus altezas
El 25 de noviembre de 1491 fueron firmadas las capitulaciones, que concedían además un
plazo de dos meses para la rendición. No hubo necesidad de agotarlo, porque los rumores
difundidos entre el pueblo granadino de lo pactado causaron tumultos, sofocados tanto por los
cristianos como por los fieles a Boabdil, que acaba por entregar Granada el 2 de enero de
1492.11
El destino de los moriscos
Boabdil comenzó retirándose a las tierras alpujarreñas que le garantizaban los Reyes, pero
finalmente (noviembre de 1493, tras una fuerte indemnización), optó por cruzar el Estrecho,
como la mayor parte de la élite andalusí. Otros, como la familia Abén Humeya, se convirtieron
al cristianismo y fueron recompensados con la conservación e incluso el incremento de su
status social (señorío de Válor). No obstante, las conversiones fueron muy minoritarias entre la
población musulmana, que quedó sometida al dominio cristiano —categoría social que durante
la Edad Media venían recibiendo el nombre de mudéjares y que a partir de ahora serán
denominados moriscos—. Dicha población estaba constituida fundamentalmente por
campesinos sometidos a un duro régimen señorial, ahora con señores cristianos. Se calcula
en casi mil el número de mercedes, que en este caso eran transferencias de propiedad a
grandes señores, militares destacados o clérigos importantes, e incluso musulmanes aliados.
Algunas serán incluso devoluciones parciales de tierras confiscadas durante la guerra, como
la Merced a Fernando Enríquez Pequeñí (converso cuyo nombre árabe era Mohamed el
Pequeñí), regidor de Granada, de parte de la hacienda de su yerno Mohamed Alhaje Yuçef,
muerto en el combate de Andarax cuando luchaba contra las tropas reales. En la práctica
totalidad eran señoríos de pequeñas dimensiones, con la excepción del marquesado del
Cenete, que se formará con la concesión hecha al Cardenal Mendoza. Se puede decir que
desde antes de acabar la conquista se está diseñando un proceso repoblador, planificado en
buena parte por Fernando de Zafra, no exento de contradicciones.
La población morisca pasó en poco tiempo de ser tratada con una inicial política de
apaciguamiento, como correspondía a las condiciones de la capitulación, dirigida en lo
religioso por fray Hernando de Talavera, confesor de la reina y primer arzobispo de la ciudad;
a otra de mayor firmeza a partir de la visita del nuevo confesor, el cardenal Cisneros (1499).
Como resultado, se obtiene un incremento de las "conversiones", pero también un motín en
el Albaycín (arrabal granadino que había pasado a ser el ghetto islámico de la ciudad, mientras
la antigua medina pasaba a ser remodelada y ocupada por repobladores cristianos) y una
sublevación en las Alpujarras. Tales desórdenes fueron considerados como una ruptura de las
condiciones de la capitulación por la parte islámica, con lo que, libres de toda cortapisa, los
reyes emitieron la Pragmática de 11 de febrero de 1502, que obligaba al bautismo o al exilio
de los musulmanes.41 En la práctica los bautismos fueron masivos, con una coerción poco
disimulada. Más que un remedio, se originó un problema de integración, incluyendo la rebelión
de las Alpujarras (1568-1571, considerada una nueva Guerra de Granada), su dispersión por
los territorios castellanos del interior (siendo sustituidos por colonos cristianos viejos, en
perjuicio de una agricultura tradicional extraordinariamente adaptada a un entorno natural muy
delicado) y, con el tiempo, su expulsión (1609), junto con los moriscos de la Corona de
Aragón.

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  • 1. Reconquista de Granada La Guerra de Granada es el nombre con el que suele conocerse el conjunto de campañas militares que tuvieron lugar entre 1482 y 1492, durante el reinado de los Reyes Católicos, en el interior del reino nazarí de Granada. Culminaron con la rendición negociada mediante capitulaciones del rey Boabdil, que a lo largo de la guerra había oscilado entre la alianza, el doble juego, la contemporización y el enfrentamiento abierto con ambos bandos. Los diez años de guerra no fueron un esfuerzo continuo: solía marcar un ritmo estacional de campañas iniciadas en primavera y detenidas en el invierno. Además, el conflicto estuvo sujeto a numerosas vicisitudes bélicas y civiles: notablemente los enfrentamientos intestinos dentro del bando musulmán; mientras que en el cristiano fue decisiva la capacidad de integración en una misión común de las ciudades y la nobleza castellanas y el imprescindible impulso del clero bajo la autoridad de la emergente Monarquía Católica. La participación de la Corona de Aragón (cuyos reinos estaban mucho menos sujetos al autoritarismo real) fue de menor importancia: aparte de la presencia del propio rey Fernando consistió en la colaboración naval, la aportación de expertos artilleros y algún empréstito financiero. Era evidente la naturaleza de la empresa, claramente castellana, y la integración en la Corona de Castilla del reino conquistado. La protocolaria entrega de las llaves de la ciudad y la fortaleza-palacio de la Alhambra, el 2 de enero de 1492, se sigue conmemorando todos los años en esa fecha con un tremolar de banderas desde el Ayuntamiento de la Ciudad de Granada. Significado
  • 2. Modernidad A pesar de mantener muchos rasgos medievales, fue una de las primeras guerras que pueden considerarse modernas, por el armamento y tácticas empleadas (más que batallas en campo abierto, fueron decisivos los asedios resueltos con artillería, y las maquiavélicas maniobras políticas, aunque no faltaron ejemplos de heroísmo caballeresco, también propios de la época). Se la puede considerar como una etapa intermedia clave en la evolución bélica de Occidente, entre la Guerra de los Cien Años y las Guerras de Italia. También era moderna la condición del ejército vencedor, al que, a pesar de su heterogénea composición, o precisamente por ella (acudieron todo tipo de fuerzas, desde las tradicionales, reunidas por los nobles, los concejos, las órdenes militares, los señoríos eclesiásticos; hasta otras como la recientemente organizada Santa Hermandad y auténticos mercenarios profesionales provenientes de toda Europa incluyendo un grupo de arqueros ingleses dirigidos por Lord Scale ) se suele considerar como un precoz ejemplo de ejército moderno, permanente y profesional (para la historiografía más tradicionalista, con rasgos de ejército nacional, probablemente con abuso del término), en un momento en que se están definiendo las monarquías autoritarias que conformarán los Estados-nación de Europa Occidental. España, en trance de formar su unidad territorial, sería uno de los principales ejemplos tras el matrimonio de los Reyes Católicos (1469) y su victoria en la Guerra de Sucesión Castellana (1479). Se puede concluir que la Guerra de Granada fue utilizada para asociar a Castilla y Aragón en un proyecto común, ofreciendo a la aristocracia una actividad al mismo tiempo lucrativa para ella y útil a la monarquía, que puede ser exhibida al mismo tiempo como empresa religiosa en conformidad con la nueva forma de identidad social más combativa: el espíritu cristiano viejo. El fin de la Reconquista y el comienzo del Imperio
  • 3. Al ser la última posibilidad de expansión territorial de los reinos cristianos frente a los musulmanes en la Península Ibérica significó el fin de la Reconquista, proceso histórico de larga duración que había comenzado en el siglo VIII. No debe olvidarse que la "Reconquista" es un término ideológico dotado de una carga semántica poco neutral, y debe entenderse en sus justos términos: no había significado una continuidad de hostilidades en todo el periodo; y de hecho, desde la crisis del siglo XIV se había detenido (se han contabilizado 85 años de paz por 25 de guerra en el periodo 1350-1460), conformándose el Reino de Castilla (único con frontera frente a los musulmanes) con el control del Estrecho de Gibraltar y el mantenimiento del Reino de Granada como un Estado vasallo y tributario en cuya política interior se intervenía en ocasiones. En momentos de debilidad castellana, ocurría al contrario, que los nazaríes ejercían sus propias iniciativas, suspendiendo los pagos, incendiando y saqueando localidades (algunas tan lejanas como Villarrobledo) o recuperando algún pequeño territorio (Cieza y Carrillo en 1477),a veces en connivencia con alguna de las facciones que dividían Castilla (las disputas entre el Marqués de Cádiz y el Duque de Medina Sidonia llevaron a este último a aliarse con los granadinos, que arrebataron el castillo de Cardela al primero con su ayuda).6La permeabilidad de la frontera en ambas direcciones también produjo la existencia de categorías sociales mixtas: los elches, o cristianos (muchas veces ex-cautivos) que se convertían al Islam y los tornadizos que eran la categoría inversa.7 Transitaban sin ningún problema por el territorio fronterizo los ejeas, intermediarios dotados de salvoconductos que negociaban los rescates de prisioneros. Aunque no faltaron operaciones militares más importantes, fueron puntuales y limitadas en extensión, como la toma de Antequera (1410), que sirvió fundamentalmente para prestigiar a Fernando de Trastámara, que añadió el nombre de la ciudad conquistada al suyo, como los generales romanos, siéndole muy útil para su elección como rey de Aragón en el compromiso de Caspe (1412); o la batalla de La Higueruela(1431), en el reinado Juan II, que también en este caso fue objeto de un aparato propagandístico desproporcionado en beneficio del valido Álvaro de Luna. La construcción de un Estado moderno, en el concepto que de tal cosa tenían los Reyes Católicos, no era compatible con el mantenimiento de esa singularidad en la Europa cristiana,
  • 4. que además quitaba libertad de movimientos a Castilla e impedía la explotación adecuada de una gran cantidad de tierras a lo largo de una extensa e insegura frontera. La noticia de la Toma de Granada fue celebrada con festejos en toda Europa: en Roma se celebró una procesión de acción de gracias del colegio cardenalicio; en Nápoles se representaron dramas alegóricos de Jacopo Sannazaro, en los que Mahoma huía del león castellano; en la Catedral de San Pablo de Londres, Enrique VII hizo leer una elogiosa proclama: Este hecho acaba de ser consumado gracias a la valentía y a la devoción de Fernando e Isabel, soberanos de España que, para su eterna honra, han recuperado el grande y rico reino de Granada y tomado a los infieles la poderosa capital mora, de la cual los musulmanes eran dueños desde hacía siglos. El enfrentamiento entre Cristianismo e Islam dotaba al conflicto de un rasgo inequívocamente religioso, que la implicación vigorosa del clero se encargó de remarcar, incluyendo la concesión por el papado de la Bula de Cruzada. Cuando, terminada la guerra, el propio papa sea el valenciano Alejandro VI, de la familia Borgia, Isabel y Fernando recibirán el título de Católicos (1496), en un reconocimiento del ascenso de España como potencia europea homologable, en lo que tampoco era ajena la política de "máximo religioso" de los Reyes, que había producido la expulsión de los judíos en 1492, poco después de la toma de Granada. La presión sobre los conversos, a través de la recién instaurada Inquisición española, estaba siendo particularmente dura desde el primer auto de fe (Sevilla, 1481). Por si esto fuera poco, el Papa también les concedió el Nuevo Mundo descubierto y por descubrir (de nuevo en ese mismo año) a cambio de su evangelización, todo ello en el conjunto de documentos conocido como Bulas Alejandrinas. Las referencias a la recuperación de Jerusalén no dejaron de estar presentes como un horizonte retórico. Desde una perspectiva más amplia, hay que tener en cuenta que en el otro extremo del Mediterráneo se está formando el gigantesco Imperio otomano, que ha tomado Constantinopla (1453) y aumentaba sus dominios en los Balcanes y el Próximo Oriente, llegando incluso a ocupar temporalmente el puerto italiano de Otranto en 1480. No obstante, los granadinos deberán enfrentarse solos a los cristianos, puesto que sus posibles aliados, los sultanes de Fez, de Tremecén o de Egipto no se implicaron en la guerra.
  • 5. Asimismo puede decirse que, como proceso histórico, el avance territorial no se detuvo con la toma de Granada y continuó de hecho durante el siglo siguiente, al seguir existiendo las fuerzas sociales que alimentaban esa necesidad expansiva. Esa expansión pudo verse en el exterior que, junto a los azares dinásticos que reunieron diversos territorios europeos, formó lo que se terminará conociendo como Imperio español: la simultánea conquista de las Islas Canarias y la posterior Conquista de América (descubierta el 12 de octubre de 1492, en la expedición prevista en las Capitulaciones de Santa Fe firmadas por Colón y los Reyes frente a la Granada asediada); de la toma puntual de plazas del norte de África; además de la conquista del cristiano reino de Navarra en 1512. El ejército Durante la marcha hizo talar los campos y retó a combate al enemigo. El temor a las revueltas intestinas de los granadinos obligó al rey Albuhacén a rehusarle, no presentando nunca sus batallas ante las nuestras y limitándose a esconder entre los olivares multitud de peones y a colocar junto a los emboscados, prontos a acudir a la escaramuza, algunos jinetes sueltos, que en revuelto pelotón fingían caminar a la ventura; todo a fin de caer sobre los nuestros, si en su afán de pelear acometían incautamente a los moros en su marcha. Adivinó D. Fernando el ardid, y dio orden a los soldados de no empeñar combate a escondidas. Luego, a medida que se iban acercando a Granada, cuidaba más de la seguridad de los reales; no permitía a hombres de armas ni a peones romper el orden de las batallas, ni a los destinados a la tala de los campos que saliesen sin fuerte escolta; a todo proveyó con maduro consejo para evitar un descalabro como el ocurrido el año anterior junto a Loja. A ejemplo del Rey, los Grandes y el ejército entero observaban la más estricta disciplina, yendo a la aguada con la debida cautela, evitando con las patrullas las sorpresas del enemigo, procediendo, en fin, en todo cual cumplía a un ejército perfectamente disciplinado. Sólo fue obstáculo para continuar provocando a combate a la multitud enemiga, la insuficiencia de los víveres, porque, fuera de las mieses, todos los demás alimentos escaseaban, y no hubieran podido los soldados sufrir mucho tiempo sin quejarse la falta de víveres
  • 6. Fue experimentada en estas Guerras de Granada una nueva formación militar mixta de artillería e infantería dotada de armamento combinado (picas, espingardas, más tarde arcabuces...), con utilización menor de la caballería que en las guerras medievales, y con soldados mercenarios sometidos a una disciplina diferente a la del código de honor del vasallaje feudal, y sin olvidar contingentes no combatientes, en ocasiones numerosísimos: hasta 30.000 "obreros" en 1483, encargados de recoger o quemar cosechas (las famosas talas para debilitar la economía enemiga) y realizar otras tareas con valor táctico y estratégico. Esta innovadora unidad militar fue conocida posteriormente como tercios. A los pocos años se utilizaron con éxito en las Guerras de Italia al mando de un militar experimentado en las campañas andaluzas: Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán). De todos modos, aunque se ha insistido en ello abundantemente por la historiografía, no conviene exagerar el precedente: las entrenadas tropas de choque castellanas de las Guerras de Granada seguían siendo esencialmente la caballería real y señorial, y las milicias a pie, en su mayor parte eran de reclutamiento concejil, en gran parte no combatiente, y su rendimiento fue mediocre. Para Ladero Quesada fue la última hueste medieval de Castilla, claramente diferente de los cuerpos profesionales del siglo siguiente. Lo que sí puede considerarse una clara muestra de la forma moderna de hacer la guerra es el volumen de medios empleados: hasta 10.000 caballeros y 50.000 infantes, y más de 200 piezas de artillería construidas en Écija con ayuda de técnicos franceses y bretones. Los artilleros pasaron de ser cuatro en 1479 a 75 en 1482 y 91 en 1485, muchos de los cuales proceden de Aragón, Borgoña o Bretaña. La cantidad de animales de tiro y carga también se contaba por decenas de miles (hasta 80.000 mulas requisadas en un año). La guerra fue casi completamente terrestre. Aunque hubo una considerable presencia naval de buques castellanos (del Atlántico andaluz, vascos y de otros puertos cantábricos) y aragoneses, no pasaron de realizar una eficaz función de bloqueo, vigilancia y corso, dificultando la relación de los granadinos con sus posibles aliados del otro lado del Estrecho, que tampoco demostraron mucho interés por intervenir.
  • 7. En cuanto a los costes financieros, fueron inmensos. Ladero Quesada aventura una cifra de mil millones de maravedíes para la Corona y otro tanto para los demás agentes que intervinieron. Se consiguió recaudar, además de los ingresos ordinarios (siempre en maravedíes): 650 millones con la Bula de Cruzada, 160 millones con subsidios o décimas del clero (habitualmente exento) y 50 millones de las juderías y comunidades mudéjares. Sólo los esclavos vendidos tras la toma de Málaga significaron más de 56 millones. Siendo insuficientes, se recurrió al crédito tanto en Castilla (de forma obligatoria a concejos, a la Mesta, a las colonias de mercaderes extranjeros y a algunos nobles) como fuera de ella (16 millones en Valencia) y la emisión de juros con un interés entre el 7 y el 10%.16 Protagonismos Sin minusvalorar la presencia fundamental del clero (como la del confesor real, Hernando de Talavera) y la más oscura de las clases medias (como la del secretario real Fernando de Zafra),17 el protagonismo fundamental de la conquista correspondió a la nobleza, bajo la dirección de la monarquía. La implicación personal de Fernando fue constante, e incluso Isabel no dejaba de estar presente en lugares no demasiado seguros (acudió a algunos asedios, e incluso estuvo presente en el campamento real durante un terrible incendio). La famosa promesa de no cambiarse de camisa hasta no tomar la ciudad (que quizá no fuera Granada, sino Baza) es un mito de imposible verificación, que también se ha relacionado con el cierre de los baños moros, por cuestiones morales.18 Los caballeros castellanos Ciertas familias de la aristocracia castellana destacaron por su participación en estas guerras, aunque al contrario que en las anteriores Guerras civiles castellanas, en este caso sometidas a una fuerte autoridad real. Destacó la familia de Mendoza en la persona de Iñigo López de Mendoza y Quiñones, conde de Tendilla (no confundir con su homónimo antepasado el Marqués de Santillana), que recibió el cargo hereditario de Alcaide de la Alhambra y los de Capitán General y Virrey de Granada. La frontera, al comienzo de la guerra, quedó militarmente a cargo de tres altos nobles: Alonso de Cárdenas, maestre de la Orden de Santiago, en el oeste, con base en Écija; Pedro Manrique, duque de Nájera, en el norte, con base en Jaén; y Pedro Fajardo y Chacón, adelantado de Murcia, con base en Lorca.19 El ya nombrado Gonzalo Fernández de Córdoba alcanzó un protagonismo especial y un futuro mucho más importante que el que parecía reservarle su posición de nacimiento, que si bien era en la alta nobleza (la casa de Aguilar y Córdoba) no era más que un hijo segundón. La capacidad de movilidad social ascendente no era imposible, pero estaban bien delimitadas las formas de acceder a ella: Gonzalo sería un ejemplo de cómo era necesaria una buena combinación de cuna, buena suerte, capacidad y esfuerzo personal para destacar en aquella turbulenta ocasión. Su ocasión llegó como consecuencia de su especial habilidad para contactar con los musulmanes, especialmente con el rey Boabdil que le consideraba amigo
  • 8. personal desde que éste estuvo preso en el castillo de Lopera. Tras demostrar su ingenio y capacidad militar y organizativa, logró la alcaidía de una fortaleza importante (Íllora) y sus buenos oficios fueron trascendentales en el fin de la guerra.20 También se produjeron ennoblecimientos de soldados de valor destacado, la última oportunidad de tal ascenso social, tanto por acabarse el territorio peninsular a reconquistar como por la mutación fundamental que se estaba produciendo en el concepto mismo de la guerra y de la función militar de la nobleza. En cuanto a la consecución de gloria individual, puede citarse a Hernán Pérez del Pulgar, el alcaide de las Hazañas, que terminó luciendo en su escudo once castillos por las plazas tomadas (destacando Málaga y Baza) y uno más por un temerario golpe de mano nocturno en que clavó a las puertas de la Mezquita Mayor de Granada un Ave María e incendió la Alcaicería (1490). Si la búsqueda de la fama póstuma era uno de los principios que más animaba al hombre del Renacimiento, no hay duda de que también la consiguió el menos afortunado Martín Vázquez de Arce (el Doncel de Sigüenza), con su muerte en batalla y su extraordinaria tumba en esa catedral. En el Privilegio rodado de Asiento y Capitulación para la entrega de la ciudad de Granada de 30 de diciembre de 1491 se enumeran un total de 48confirmantes de la entrega de Granada, los más altos nobles laicos y eclesiásticos que tomaron parte en la guerra de Granada hasta su capitulación.21 Los sultanes nazaríes La guerra tuvo mucho que ver con el hecho de que, al mismo tiempo que los reinos cristianos se habían pacificado y reorganizado, el reino de Granada se enfrentaba a la crisis dinástica de los últimos sultanes nazaríes (habitualmente referidos como "reyes" en las fuentes cristianas), concretada por la lucha de poder entre estos tres personajes emparentados (entre paréntesis se indican sus periodos de gobierno efectivo):  Abu -l-Hasan «Alí Muley Hacén» (1464-1482 y 1483-1485).  Abu Abd-Alah, Mohámed XII «Boabdil» también llamado el Chico (1482-1483 y 1486-1492), hijo del anterior. Es el más implicado con los Reyes Católicos, con los que había acordado la entrega de Granada si se le garantizaba un señorío en las Alpujarras.  Mohámed XIII «el Zagal» (1485-1486), hermano del primero y tío del segundo. Aparte de los enfrentamientos dentro de la familia real, la aristocracia granadina presentaba otras divisiones, como la rivalidad que adquirió tintes legendarios entre la familia de los zegríes (fronterizos o defensores de la frontera) y la de los abencerrajes (Banu Sarray, o sea, hijos del talabartero). También se registraron enfrentamientos entre los Alamines,
  • 9. los Venegas y los Abencerrajes en 1412. Estos últimos se sublevaron en Málaga en 1473 y fueron duramente reprimidos por Muley Hacén (incluyendo, según la leyenda, una matanza a traición en un salón de la Alhambra). Muchos huyeron a Castilla.22 Desarrollo Se distinguen varias fases en la guerra: Primera fase, de 1482 a 1487 Conquista de la parte occidental del reino (actual provincia de Málaga, Loja y la Vega de Granada), aunque las conquistas territoriales se hicieron esperar hasta 1485, tras unos primeros años de improvisación.23 Hasta entonces, las treguas entre Castilla y Granada se habían renovado regularmente (en 1475, 1476 y 1478). No obstante, los incidentes fronterizos no eran extraños, y la inestabilidad del reino musulmán empujó a una acción poco meditada: a finales del año 1481, como represalia por hostigamientos puntuales de parte cristiana, los musulmanes tomaron Zahara. Eso dio una excusa plausible para una operación de más envergadura el 28 de febrero de 1482: la toma de Alhama, a cargo de Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, autorizado por Diego de Merlo, representante real en Sevilla. El duque de Medina Sidonia, aristócrata enemigo del de Cádiz (en un ejemplo de sumisión a las órdenes reales y coordinación en un proyecto común) acude a reforzar las posiciones recién ganadas. En abril es el mismo Fernando el que acude a Alhama. Esta plaza será objeto de una especial atención durante el resto de la guerra, y confiada como un honor a personajes importantes (desde 1483 al conde de Tendilla).24 Si bien mantener una plaza avanzada y aislada era un disparate desde el punto de vista estratégico, se hicieron todos los esfuerzos necesarios para mantenerla abastecida y relevadas periódicamente las tropas de su guarnición, funcionando como uno de los elementos propagandísticos movilizadores de la guerra.9 No es extraño que algunas piezas del romancero, destacadamente el Romance de la pérdida de Alhama, eligiendo este episodio ejercieran a esa función:25 Las siguientes operaciones significaron un fracaso para los cristianos: en el fallido ataque a Loja (julio de 1482) muere el maestre de la Orden de Calatrava, Rodrigo Téllez Girón, y en la primavera siguiente tampoco se consigue tomar Málaga ni Vélez Málaga, cayendo prisioneros importantes nobles, como Juan de Silva, conde de Cifuentes.26 En abril de 1483, en medio de las disensiones internas, y con el fin de adquirir prestigio, Boabdil intenta sin éxito tomar Lucena, cayendo prisionero. El destino del rey chico se debatió en un consejo celebrado en Córdoba. El Marqués de Cádiz era consciente de las implicaciones en la política interior granadina.
  • 10. Los Reyes Católicos hacen una jugada que demostró ser decisiva: lo liberan tras asegurarse su alianza, incluyendo el pago de tributos. Desde Almería, hará la guerra a su padre el sultán Muley Hacén.26 Al poco tiempo (en otoño), Zahara, la plaza que había originado el conflicto, vuelve a manos cristianas.26 También tuvo importancia la toma de Tájara durante una vasta expedición de aprovisionamiento a Alhama y de tala de la vega granadina dirigida por el propio Fernando. Su situación frente a Loja la harán clave en la fase siguiente.28 El resentimiento contra Boabdil repuso a su padre en el trono de Granada y le valió una fatwa o condena por un tribunal compuesto de los más prestigiosos cadíes, muftíes, imanes y profesores el 17 de octubre de 1483, que a pesar de citar gravísimas consecuencias fundamentadas en el Corán, también deja prudentemente un margen para la reconciliación: De esto dijo el Enviado de Allah - Allah lo bendiga y salve - «No es otra cosa que la muerte», por lo que significa: destrucción de los musulmanes, incitación al enemigo a extirpar de raíz la flor y nata de los creyentes y violar sus cosas más sagradas, todo lo cual está declarado ilícito en el Libro de Allah, en la sunna de su Enviado - Allah lo bendiga y salve -, y en la opinión unánime de los ulemas, aparte otros peligros evidentes, ya que apoyarse en los no musulmanes y pedirles ayuda cae con toda evidencia bajo la amenaza contenida en las palabras de Allah Altísimo: «¡Oh, creyentes! No toméis por amigos a los judíos y a los cristianos, porque unos son amigos de los otros. Aquel de entre vosotros que los tome por amigos se convertirá en uno de ellos. Allah no es guía de la gente injusta». Y en estas otras palabras: «Aquel de vosotros que lo hiciere, se apartaría del camino llano». Haber prestado juramento de fidelidad al príncipe prisionero es obstinarse en los errores y hechos ilícitos a que nos hemos referido e insistir en los crímenes y maldades que ya han perpetrado. Todo aquel que les dé amparo o les ayude de palabra o de obra, presta ayuda a la rebeldía contra Allah Altísimo y se pone en contra de la sunna de su profeta. Y todo aquel que se complazca en lo que hacen, o desee su victoria, tiene el deseo de rebelarse contra Allah en la tierra de Allah con la más grave de las rebeldías. Esta es la cualificación en tanto persistan en tal conducta. Ahora bien, si vuelven a Allah y renuncian a la disensión y a la rebeldía en que se encuentran, los musulmanes tienen el deber de aceptarlos, porque Allah Altísimo dice: «Quien después de haber cometido injusticia vuelve a Allah y se enmienda, también Allah se vuelve a él». A Allah pedimos para que nos inspire el recto camino que debemos seguir, nos libre de la maldad de nuestras almas y afiance con bien nuestra concordia. Él, que puede hacerlo, nos valga en ello. Punto de inflexión: 1485 Esos momentos pueden considerarse un punto de inflexión: si hasta entonces, los dos primeros años de la guerra habían sido no muy distintos a la forma medieval de la guerra, en
  • 11. adelante, el ataque cristiano adquirió una intensidad y continuidad que demostraban la voluntad de suprimir definitivamente la existencia independiente del reino de Granada. A partir de entonces y sucesivamente, caen Ronda (mayo de 1485), Marbella (sin combatir),Loja (mayo de 1486, con un uso decisivo de la artillería pesada), gran parte de la Vega de Granada (fortalezas de Íllora, Moclín, Montefrío y Colomera), y en la costa Vélez Málaga y la propia Málaga (19 de agosto de 1487). Esta plaza era especialmente significativa por ser el principal puerto y por la reducción a esclavitud de la mayoría de sus 8.000 habitantes (los que no reunieron un rescate de 20 doblas) y de los 3.000 gomeres de su guarnición, de procedencia norteafricana, dirigidos por Hamet el Zegrí. En el aspecto interior de la política granadina, las luchas intestinas eran no menos violentas e incluso más decisivas para la suerte final de la guerra. En 1485 el Zagal parecía haber derrotado a sus parientes, destronando a su hermano Muley Hacén (que murió poco después) y expulsando a su sobrino de las zonas que ocupaba. Boabdil se vio forzado a recuperar la imagen de guerrero islámico con una nueva ofensiva contra los cristianos, aunque en el transcurso de ésta vuelve a caer prisionero de Castilla. No obstante, el hecho no le fue desfavorable, ya que fue excusa suficiente para sellar un nuevo trato con los Reyes Católicos, poniéndose al frente de un ejército cristiano-musulmán que toma Granada para Boabdil en 1487. Quedaba para el Zagal buena parte del resto del territorio, incluyendo ciudades asediadas, como Baza. Segunda fase, de 1488 a 1490 Consistió en la conquista de la parte oriental del reino (actual provincia de Almería) y el resto del territorio, excepto la capital. Las campañas militares se vieron frenadas en 1488 como consecuencia de varios factores: una epidemia de peste por toda Andalucía, la convocatoria de Cortes en los reinos de la Corona de Aragón, que requería la atención de Fernando y el cansancio propio de los años transcurridos de guerra. También existieron razones de política exterior, pues la cuestión sucesoria de Bretaña, que involucraba a Navarra, proporcionaba una oportunidad que no podía desaprovecharse. Aunque la campaña dirigida contra el rey de Francia fue un fracaso militar, la jugada supuso un éxito diplomático y proporcionó la base de la futura invasión de Navarra e incluso de la alianza con Maximiliano de Habsburgo, al que apoyaron en una coyuntura apurada. Trasladada la base de operaciones a Murcia, se producen unas primeras conquistas relativamente sencillas (Vera, Vélez Blanco y Vélez Rubio). No obstante, localidades mejor defendidas, como Baza y Almería, se resisten firmemente, en lo que significó la campaña más
  • 12. dura de toda la guerra (1489). La toma de Baza, asediada de junio a diciembre de 1489, llevó en poco tiempo a la capitulación de Almería, Guadix, Almuñécar y Salobreña, mientras el Zagal se rendía a los Reyes Católicos, pasando a su servicio desde su señorío de Andarax. Granada quedaba totalmente aislada. Más tarde (1491) se retiró a África, donde el sultán de Fez, por sugerencia de su sobrino Boabdil, le encarceló y cegó. Tercera fase, de 1490 a 1492 Las operaciones se limitaron al asedio de la ciudad, dirigido desde el campamento-ciudad de Santa Fe. Con más intrigas que acontecimientos militares, los Reyes Católicos exigieron a Boabdil la entrega de la ciudad en cumplimiento de sus tantas veces renovados pactos. El desenlace se demoró no tanto por resistencia de éste, cuanto por su falta de control interno efectivo, que los cristianos tampoco deseaban erosionar en exceso. Las últimas negociaciones secretas incluían el respeto a la religión islámica de los que decidieran quedarse, la posibilidad de emigrar, una exención fiscal por tres años y un perdón general por los delitos cometidos durante la guerra; según tres documentos negociados entre Abul Kasim (el Muleh o el Malih) como emisario de Boabdil, y por los Reyes Católicos Gonzalo Fernández de Córdoba y el secretario real Fernando de Zafra. El de Zafra, portador de la propuesta definitiva de los Reyes de Castilla, se retrasaba aquel día en el interior de la plaza. Había caído ya la noche, y en el cuartel de los Reyes su tardanza infundía sospechas... Hernando de Zafra, que allá tarda, se cree le hayan muerto o preso... al quarto de la modorra, con ánimo enhiesto, sin que ningún peligro le apasionase, salió [Gonzalo de Córdoba] del real, hurtándose de las guardas; antes de la luz primera llegó a la Alhambra, donde halló con el Rey y los Alfaquíes Corrud y Pequeni y al Alcaide Muley y secretario Fernando de Zafra. Se discutían aún las garantías y certidumbre que los Reyes daban a Boabdil por su dominio de las Alpujarras. Y el recién llegado fue quien zanjó la discusión que ponía fin a lo tratado: El debdo y tierras, señor alcayde, durará quanto durare su señoría en el servicio de sus altezas El 25 de noviembre de 1491 fueron firmadas las capitulaciones, que concedían además un plazo de dos meses para la rendición. No hubo necesidad de agotarlo, porque los rumores difundidos entre el pueblo granadino de lo pactado causaron tumultos, sofocados tanto por los cristianos como por los fieles a Boabdil, que acaba por entregar Granada el 2 de enero de 1492.11 El destino de los moriscos Boabdil comenzó retirándose a las tierras alpujarreñas que le garantizaban los Reyes, pero finalmente (noviembre de 1493, tras una fuerte indemnización), optó por cruzar el Estrecho, como la mayor parte de la élite andalusí. Otros, como la familia Abén Humeya, se convirtieron
  • 13. al cristianismo y fueron recompensados con la conservación e incluso el incremento de su status social (señorío de Válor). No obstante, las conversiones fueron muy minoritarias entre la población musulmana, que quedó sometida al dominio cristiano —categoría social que durante la Edad Media venían recibiendo el nombre de mudéjares y que a partir de ahora serán denominados moriscos—. Dicha población estaba constituida fundamentalmente por campesinos sometidos a un duro régimen señorial, ahora con señores cristianos. Se calcula en casi mil el número de mercedes, que en este caso eran transferencias de propiedad a grandes señores, militares destacados o clérigos importantes, e incluso musulmanes aliados. Algunas serán incluso devoluciones parciales de tierras confiscadas durante la guerra, como la Merced a Fernando Enríquez Pequeñí (converso cuyo nombre árabe era Mohamed el Pequeñí), regidor de Granada, de parte de la hacienda de su yerno Mohamed Alhaje Yuçef, muerto en el combate de Andarax cuando luchaba contra las tropas reales. En la práctica totalidad eran señoríos de pequeñas dimensiones, con la excepción del marquesado del Cenete, que se formará con la concesión hecha al Cardenal Mendoza. Se puede decir que desde antes de acabar la conquista se está diseñando un proceso repoblador, planificado en buena parte por Fernando de Zafra, no exento de contradicciones. La población morisca pasó en poco tiempo de ser tratada con una inicial política de apaciguamiento, como correspondía a las condiciones de la capitulación, dirigida en lo religioso por fray Hernando de Talavera, confesor de la reina y primer arzobispo de la ciudad; a otra de mayor firmeza a partir de la visita del nuevo confesor, el cardenal Cisneros (1499). Como resultado, se obtiene un incremento de las "conversiones", pero también un motín en el Albaycín (arrabal granadino que había pasado a ser el ghetto islámico de la ciudad, mientras la antigua medina pasaba a ser remodelada y ocupada por repobladores cristianos) y una sublevación en las Alpujarras. Tales desórdenes fueron considerados como una ruptura de las condiciones de la capitulación por la parte islámica, con lo que, libres de toda cortapisa, los reyes emitieron la Pragmática de 11 de febrero de 1502, que obligaba al bautismo o al exilio de los musulmanes.41 En la práctica los bautismos fueron masivos, con una coerción poco disimulada. Más que un remedio, se originó un problema de integración, incluyendo la rebelión de las Alpujarras (1568-1571, considerada una nueva Guerra de Granada), su dispersión por los territorios castellanos del interior (siendo sustituidos por colonos cristianos viejos, en perjuicio de una agricultura tradicional extraordinariamente adaptada a un entorno natural muy delicado) y, con el tiempo, su expulsión (1609), junto con los moriscos de la Corona de Aragón.