1. TENEMOS QUE OLER A OVEJA COMO JESÚS
Por Octavio J. Esqueda
Hace varios años asistí al servicio de ordenación de un amigo mío compañero en el Seminario Teológico
de Dallas. Tanto él como su familia son chilenos y su papá fue el encargado de dar el mensaje durante el
servicio. Sus padres son misioneros en México y viajaron a Dallas para participar en la ordenación. El
mensaje fue sencillo y se ha quedado en mi memoria como uno de los mejores ejemplos del ministerio
cristiano. Su padre le recordó a su hijo que como pastor su función principal sería estar al lado de sus
ovejas y que, como resultado de su interacción con ellas, inevitablemente olería a oveja. Las ovejas tienen
un olor característico y al convivir con ellas su olor se impregna y se vuelve parte del pastor. Su papá le
recordó a mi amigo, y a la vez a todos nosotros, que si no olía a oveja esto significaba que no estaba
siendo fiel a su llamado. Aunque predicar y enseñar son parte del trabajo pastoral, guiar y estar con las
ovejas es esencial para ser un buen pastor.
A lo largo de los años he comprobado que el ministerio cristiano sería muy fácil si no fuera por la gente.
De hecho, no se puede trabajar con gente sin darse cuenta que todos desprendemos un "olor" especial que
refleja nuestras debilidades, temores y defectos. Nadie es perfecto y solamente basta convivir con otros
para comprobar que todos somos pecadores con una gran necesidad de gracia. Sin embargo, aunque se
puede impresionar a la gente a la distancia, solamente se puede impactarlos cuando se está cerca.
Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado el máximo ejemplo de lo que significa servir a los demás. Juan, uno
de sus discípulos más cercanos, nos relata cómo fue impactado por su cercanía con Jesús. Su evangelio
inicia con la descripción del Creador del universo fuente de todo lo que existe:
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con
Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho" (Juan 1:1-3).
Jesús es Dios y la fuente de todo lo que existe. Sin embargo, Juan resalta que Dios hizo su morada entre
los hombres: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14). Jesús era tan personal que no le importó ser
conocido por sus discípulos y convivir con la humanidad como uno de ellos.
La grata impresión que Jesús dejó en Juan fue tan grande que en su primera carta reitera su cercanía con
el Señor todopoderoso. Note especialmente como Juan enfatiza de que manera sus sentidos tuvieron
contacto con Jesús:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la
hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos
manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión
con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 1:13)
2. Si alguien tenía derecho a permanecer alejado de los pecadores era Jesús. Jesús podía perfectamente
decidir no acercarse a los demás para contaminarse con su "olor." No obstante, Jesús se hizo hombre y
habitó entre nosotros de una manera tan cercana que Juan pudo verlo, oírlo y tocarlo. Nosotros como
seguidores de Jesús debemos hacer lo mismo con nuestros semejantes. Un buen discípulo de Jesús es
aquel que "huele a oveja" y de esta manera refleja a Cristo.
Hace años que aprendí la importancia de oler a oveja. No es fácil, pero no existe otra opción para
realmente ministrar a los demás y seguir el ejemplo del Maestro. ¿Y cómo está su olor?
Tomado de Baptist Press News: www.bpnews.net
Usado con el permiso del autor.
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