La rana Sofía no se sentía bonita porque era verde y gordita. Un día se miró en el agua y pensó que era otra rana porque se veía bonita, aunque no se reconoció. Al día siguiente se reconoció riéndose y divirtiéndose en el agua, dándose cuenta que era bonita tal como es. Desde entonces, cambió su nombre a la Bonita Rana Sofía.