1. z
Unidad 2
LA VIDA EN
CRISTO
INSTITUTO ESPECIALIZADO EN EDUCACIÓN SUPERIOR “ELESPÍRITU SANTO”
ESPIRITUALIDAD
LIC. JUAN JOSÉ ESTRADA
2. z
CONFIGURACIÓN CON JESUCRISTO
No seremos santos si no en la medida en que
vivamos la vida de Cristo y en la medida en
que Cristo vivirá Su vida en nosotros.
El proceso de santificación es en definitiva un
proceso de cristificación.
El cristiano está llamado a ser otro Cristo y
sólo cuando pueda decir “vivo, pero no yo,
sino es Cristo que vive en mí” (Gal 2, 20),
estará seguro de haber alcanzado la
perfección cristiana.
3. z
“No se trata aquí solamente de
escuchar una enseñanza y de
cumplir un mandamiento, sino de
algo mucho más radical: adherirse a
la persona misma de Jesús,
compartir su vida y su destino,
participar de su obediencia libre y
amorosa a la voluntad del Padre.
4. z
Jesús ha restablecido el plan divino de nuestra salvación,
destruido por el pecado de Adán “En esto se manifestó el amor
que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito,
para que vivamos por medio de Él” (1 Jn 4, 9).
Desde este momento en adelante, Cristo es la única vía para ir
al Padre. Es más, sin Él no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5)
5. z
“El amor de Dios por el hombre no se limita a restablecer en
estricta justicia el equilibrio destruido por el pecado, mucho más
allá de esto quiere el éxito de su plan de salvación. Es por eso
que la encarnación es vista como una manuductio, un tomar de
la mano al hombre para conducirlo por el camino de Dios. Es es
la vía “nueva y viviente”
6. z
Cristo, entonces, es la única vía para ir al Padre y la única forma
posible de santidad, el plan actual de la Providencia. Ahora
comprendemos como los santos, iluminados por Dios por una
luz especial para entender el misterio de Cristo, deseaban
desaparecer y dejarse tomar por Él, para que Cristo viviese en
ellos Su vida.
7. z
Santa Isabel de la Trinidad dirigiéndose a Cristo le rogaba así:
“Revísteme de Ti, identifica mi alma con todos los movimientos de
Tu alma, sumérgeme, invádeme, sustitúyete a mí, para que mi vida
no sea sino una irradiación de la Tuya. Ven en mí como adorador,
reparador y salvador. ¡Oh Verbo eterno, palabra de mi Dios, quiero
pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a toda
enseñanza Tuya, para aprender todo de ti…Oh fuego consumante,
Espíritu de amor, desciende en mí, para que se haga en mi alma,
casi una encarnación del Verbo! Que yo sea una prolongación de
Su humanidad, en la que Él pueda renovar todo Su misterio. Y tu
oh Padre, inclínate hacia tu pobre y pequeña creatura, cúbrela de
Tu sombra, no veas en ella sino a tu amado en el cual has puesto
Tus complacencias” (Elevación a la Trinidad)