El documento describe las diferentes posturas corporales que se adoptan durante la celebración cristiana: de pie, de rodillas y sentado. Cada postura expresa actitudes internas distintas como la libertad, la humildad, la paz y la receptividad. Se anima a los fieles a identificar conscientemente sus posturas externas con las disposiciones espirituales adecuadas durante cada momento de la liturgia.
1. 26. Comer y beber
El gesto sacramental más importante de la comunidad cristiana es el comer
y el beber. En ninguna otra religión se da tanto relieve al comer y beber como en
el cristianismo. El comer pan y beber vino son un gesto muy humano.
Lo primero que "significa" el comer pan y beber vino es el alimento. Si
Cristo ha querido expresar con el pan y el vino su autodonación sacramental es
porque El constituye ahora nuestro verdadero alimento, el Pan de vida y la Vid
verdadera. Sólo podemos vivir si le comemos y le bebemos a El, si le asimilamos y
le hacemos parte de nuestro ser, como hacemos con el alimento humano: un
gesto sacramental que, por parte del Señor, es el colmo de la cercanía y de la
comunión a la que El quiere llegar con los suyos.
El pan es el alimento base. Las primeras comunidades vieron en el pan y su
composición como un símbolo de la unidad de la Iglesia (Didakhe 9). Pero el
simbolismo más transcendente se lo dio al pan el mismo Cristo cuando dijo: "yo
soy el Pan de la vida", el que da la verdadera fortaleza y subsistencia (Jn 6).
El vino es la bebida festiva por excelencia y dice alegría y vitalidad. Es
considerado como el signo de la felicidad, de la prosperidad y de la fecundidad.
Fue elegido por Cristo como el signo sacramental de su comunión.
El pan y el vino ¿Admiten sustitutos? Por su origen radical, y por las
resonancias bíblicas tan ricas, parecen —hasta ahora— a la Iglesia como
insustituibles en la celebración de la Eucaristía.
27. El pan y el vino en nuestra Eucaristía
Signos bien visibles. En el ofertorio, el pan y el vino son los que con mayor
visualidad deben ser llevados al altar eucarístico. Sobre el altar son ellos, el pan y
el vino, los dos elementos que más visibles deben aparecer para la comunidad.
El pan, "del día". Hay que recordar lo que dice el Misal: "es muy de desear
que los fieles participen del Cuerpo del Señor con Pan consagrado en esa misma
Misa" (IGMR 56). Es mucho más significativo consagrar en cada Misa la cantidad
de pan que se prevé que hará falta para la comunión. Habrá que guardar en el
sagrario un número adecuado de formas de pan para los casos previstos, pero lo
normal es que, si se puede calcular el número de comulgantes, se consagre cada
día el pan necesario.
2. Pan ácimo... El pan que utilizamos ahora para la Eucaristía sigue siendo
ácimo, o sea, sin levadura, como ha decidido el Misal (IGMR 282) y ha recogido el
nuevo Código (c. 924).
...pero que en verdad parezca pan. El mismo Misal recomienda que "la
naturaleza misma del signo exige que la materia de la celebración eucarística
aparezca verdaderamente como alimento" (IGMR 283). Por eso sería de desear
que el pan fuera más consistente, tostado, con color y sabor de pan, aún siendo
ácimo.
Vino auténtico. El Misal (y el nuevo Código) quieren que el vino de la
Eucaristía sea "fruto de la vid" (IGMR 284), es decir, "vino natural y puro, sin
mezcla de sustancias extrañas", que "no esté corrompido" (c. 924).
La mezcla del pan y el vino antes de comulgar. Llamada "inmixtión" o
"conmixtión". Su sentido apunta probablemente a que el Cristo que se nos va a
dar en la comunión es el Cristo vivo resucitado.
Comulgar bajo las dos especies. Tiene mucha mayor significación que los
fieles cristianos, y no sólo el sacerdote presidente, comulguen bajo los dos signos
que Cristo pensó: comiendo el pan y bebiendo el vino.
28. El agua y el vino en el cáliz
Cuando se prepara sobre el altar el pan y el vino, "el diácono —o el
sacerdote— echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto: per
huius aquae et vini mysterium..." (Misal n. 20).
Es un gesto sencillo que le acompaña una oración que se dice en secreto,
por parte del que echa el agua en el cáliz. Se dice en secreto, dejando a la
comunidad un momento de reposo silencioso.
Santo Tomás recogió todos los simbolismos del agua y el vino en su Suma
Teológica, al hablar de la materia de la Eucaristía (III, 74,6-8): se mezcla un poco
de agua en el vino —a) porque así lo hizo ya probablemente Cristo, siguiendo la
costumbre de su época; —b) porque conviene a la representación de la pasión de
Cristo, de cuyo costado salió sangre y agua; —c) porque significa bien el efecto
del sacramento, que es la unión del pueblo con Cristo: al añadir agua al vino se
une el pueblo a Cristo, y —d) significa bien el último efecto del sacramento, que es
el paso a la vida eterna.
3. 29. Partir el pan
La fracción del pan es un gesto al que el Misal Romano da mucha
importancia, y que no falta tampoco en ninguna de las liturgias tanto orientales
como occidentales. Pero que, por desgracia, se suele hacer bastante pobremente
y, por ello, no tiene mucha eficacia simbólica; entre otras cosas porque la mayoría
de sacerdotes siguen partiendo sólo el pan que ellos van a comer, y para los fieles
siguen utilizando las "hostias" pequeñas, haciendo así muy poco significativo el
gesto.
El origen del gesto en nuestra Eucaristía lo conocemos todos. La cena
judía, sobre todo la pascual, comenzaba con un pequeño rito: el padre de la
familia partía el pan para repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de
bendición a Dios. Cristo también lo hizo en su última cena. Ninguno de los relatos
se olvida de decirlo: "tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio..." Más
aún: fue este gesto el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su
encuentro con Jesús Resucitado: "le reconocieron al partir el pan". Y fue éste el
rito simbólico que vino a dar nombre a toda la celebración eucarística en la
primera generación: se reunían, sobre todo el domingo, "para partir el pan".
El sentido de la unidad y de la fraternidad es, pues, el que más se acentúa
en este momento con el rito de partir delante de todos el Pan en el que vamos a
participar.
Gestos como que el pan, aún siendo ácimo, "aparezca verdaderamente
como alimento" (IGMR 283), que se consagre en cada celebración el pan que va a
servir para la comunión (IGMR 56), que se participe más frecuentemente en la
Eucaristía bajo las dos especies, la del pan y la del vino, porque "la comunión
tiene una expresión más plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos
especies" (IGMR 240)... O sea, se trata de que la acción culminante de la
Eucaristía —la comunión— se haga con autenticidad. Y entonces las palabras y
los gestos nos ayudan a que participemos consciente y fructuosamente en esta
acción de comulgar con el Señor, compartiéndolo en fraternidad con los otros
creyentes.
4. 30. Las posturas del cuerpo
Son tres las principales y clásicas posturas del cristiano que participa en la
celebración: de pie, de rodillas y sentado.
La postura de pie ha sido la postura de oración más clásica.
— para un cristiano es un signo de su libertad, como redimido por Cristo, de su
condición de hijo en la familia, de su confianza ante Dios.
— participa, así, de la dignidad del Resucitado, unido al Cristo Glorioso, como
miembro de su Cuerpo;
— y es también la postura típica de todo sacerdote que actúa en su ministerio,
sobre todo cuando dirige a Dios su oración en nombre de toda la comunidad.
La postura de rodillas es muy expresiva de algunas actitudes interiores:
— indica humildad ante la presencia del misterio o de una persona a la que
dirigimos nuestra oración: ante Dios todos somos pequeños;
— es el modo como más explícitamente manifestamos nuestra postura interior de
adoración y también de nuestra penitencia;
— ha sido la clásica postura para la oración personal, privada, más tarde fue la
postura normal comunitaria, subrayando el aspecto de adoración en la Misa.
Cuando nos mantenemos sentados, estamos expresando unas actitudes
determinadas:
— que estamos en paz, distendidos, presenciando algo o en actitud de espera,
— es la postura que más favorece la concentración y la meditación,
— así permanece el que enseña, el que tiene autoridad, el que juzga, el que actúa
como ministro de la Reconciliación,
— y así también estamos cuando escuchamos una lectura o una homilía: es la
actitud del discípulo ante el maestro, expresando su receptividad y atención.
Es cuestión de que cada uno, consciente de la dirección expresiva de estas
posturas, se ejercite a sí mismo en las actitudes de fe que manifiestan: con
presteza y atención, cuando está de pie escuchando el Evangelio o la Plegaria
Eucarística; con adoración y humildad, cuando se arrodilla; con paz y apertura,
cuando escucha las otras lecturas o después de recibir la comunión. Es toda una
pedagogía, en la que cada uno es maestro, para ir identificando la postura exterior
con las actitudes interiores que supone.