2. Un grupo de investigadores de la
Universidad de Cornell (Estados
Unidos) ha logrado crear un
material luminiscente que puede
estirarse más de seis veces su
tamaño original y aun así seguir
emitiendo luz. El ingenio podría
aplicarse especialmente en robótica
(para dotar de una piel a robots
que necesiten mostrar información
luminosa), pero también en el
desarrollo de nuevos wearables
que precisen adaptar su forma al
cuerpo humano.
3. Un avance importante es el que se
está produciendo a nivel de las
máquinas. Por ejemplo, hasta hace
poco, el clásico robot operaba en un
área restringida de la fábrica, rodeado
de vallas y otros dispositivos de
seguridad, con la idea de proteger a
las personas que estaban cerca de los
mismos. Ahora, con la aparición de los
robots colaborativos (cobots), la
máquina pasa a relacionarse más
estrechamente con el hombre y a
compartir el mismo espacio,
contribuyendo a liberarlo de tareas
ingratas y aumentar su productividad.
4. Una silla yace despedazada en el suelo. De pronto
con dificultad los trozos de madera empiezan a
moverse, se buscan, se encuentran y vuelven a
ensamblarse hasta recobrar su forma. El público
participa del esfuerzo, se le nota en la respiración
contenida y la mirada atenta, casi preocupada. Al
final rompe en un aplauso espontáneo: pese a no
ser antropomórfico, el robot ha conseguido
establecer una relación con el humano e
involucrarlo en su desafío. The Robotic Chair, de
Max Dean, que se estrenó en la Bienal de Venecia
de 1999, es una de las obras que aparecen en Arte
y robótica. La tecnología como experimentación
estética (Casimiro Libros, 2016), del artista y docente
Ricardo Iglesias (Madrid, 1965), que acaba de ganar
el Premio Internacional de Ensayo MADATAC,
otorgado en la 7ª edición del homónimo festival
madrileño.