El periodista y abogado uruguayo Gabriel Pombo nuevamente nos sorprende con sus escritos sobre asesinos seriales, en este caso, refiriéndose al vulgarmente llamado "asesino fantasma" o "asesino del zodíaco".
Avanzamos en aspectos tecnológicos cada vez más, y las personas hoy día tienen enormes posibilidades que hace apenas una o dos décadas no tenían, y esto por cierto es positivo, aunque en muchos aspectos económico-sociales también es visible un retroceso o al menos un estancamiento (en muchos países, seguridad comprometida, pobreza en aumento, sistemas de seguros de salud y de pensiones que se desmoronan, y notorios malos resultados en sectores clave como por ejemplo la educación).
En este comienzo del siglo XXI asistimos atónitos tanto a asesinatos demenciales y sin sentido, como a estafas y robos de enormes proporciones, así como a burbujas financieras e inmobiliarias que dejan sin ahorros y endeudados a numerosas familias a lo largo y ancho del planeta.
Debemos repensar nuestra sociedad, y este esfuerzo de meditación y de reflexión debe ser colectivo, es una tarea de todos, pues lo que está pasando a todos nos afecta y nos compromete.
Y por cierto, como insumos debemos utilizar ensayos, editoriales de opinión, y también (por qué no) literatura de ficción, la que también nos previene, la que también nos educa, la que también nos hace pensar.
Muchos de los ensayos y los escritos cortos de Gabriel Pombo son directos e informativos, y nos arrojan luz sobre hechos y situaciones concretas, poniendo también de relieve las dificultades de las investigaciones policiales en este siglo XXI, especialmente en los grandes centros urbanos.
Obviamente otros analistas y otros pensadores nos aportan otros insumos en relación a la sociedad y en relación en particular a la literatura, como por ejemplo Tzvetan Tódorov, filósofo, historiador, y teórico literario de expresión y nacionalidad francesa y nacido en Bulgaria en 1939, o como por ejemplo Stanisław Lem, escritor polaco cuya obra se ha caracterizado por su tono satírico y filosófico, y que nos ha hecho reflexionar, entre muchas otras cosas, con sus enfoques prospectivistas y su creativa acuñación de nuevos términos y conceptos (tales como por ejemplo ciberiada, intelectrónica, electrocracia etc.).
En el nuevo aporte que aquí se adjunta, Gabriel Eduardo Pombo se ocupa del caso del matador múltiple conocido por el alias de “El Asesino del Zodíaco” (en inglés “Zodiac Killer”), y cuya identidad representa un misterio hasta el día de hoy, a despecho de haber realizado una intensísima búsqueda policial.
2. Introducción y perfil criminal
Jamás se pudo capturar al matador múltiple conocido por el alias de
“El Asesino del Zodíaco” (“Zodiac Killer”), a despecho de una
intensísima búsqueda policial, y su identidad representa un misterio
hasta el día de hoy.
Dicho delincuente constituyó un asesino secuencial cuyo coto de
caza se radicó en California del Norte y en la Bahía de San
Francisco (Estados Unidos de Norteamérica).
La historia data de fines de la sexta década de la pasada centuria,
cuando un fantasmal asesino perpetró un rosario de –cuando
menos- cinco homicidios carentes de motivo, que mantuvieron en
vilo a la sociedad estadounidense.
Sus atentados iban precedidos por espectaculares acciones
mediáticas donde incluía la amenaza de que volvería a atacar.
Al igual que Jack el Destripador, fue el propio individuo quien habría
elegido y publicitado su seudónimo delictivo.
El envío de cartas a la policía y a la prensa conformó una de las
características cruciales en la personalidad de este psicópata,
cuyos actos estuvieron signados por un compulsivo afán de
notoriedad.
En el haber mortuorio de Zodiac Killer se le reconoce un mínimo de
cinco víctimas de su segura facturación -que los estudiosos de su
saga denominan "canónicas"-, igual que en el caso de Jack the
Ripper; y de aquí que la coincidencia en el número de vidas que
segaron deviene otra de las curiosas semejanzas entre ambos
homicidas seriales.
El Zodíaco difiere del Destripador de Londres, sin embargo, por el
hecho de que no todas sus víctimas resultaron mujeres.
Su modus operandi consistía en disparar contra parejas de
enamorados, a los cuales sorprendía en lugares solitarios.
A su vez, en el decurso de una de tales agresiones pereció el
muchacho que acompañaba a una de las chicas, e igualmente un
taxista resultó victimado por este maníaco.
Los crímenes
3. Su campaña de terror vio su principio el 20 de diciembre de 1968
cuando la emprendió contra dos adolescentes -David Arthur
Farraday de 17 años y Betty Lou Jensen de 16 años-, ejecutándolos
a tiros con un arma de fuego de grueso calibre en Lake Herman
Road, región limítrofe a la ciudad de Benicia.
Se trataba de la primera cita de los chicos, quienes planeaban
asistir a un concierto de navidad en Hogan Higt, a escasa distancia
de la casa de Betty.
Para su desgracia, a último momento modificaron sus planes y
resolvieron visitar a un amigo que vivía más lejos. Por tal razón,
antes de tomar rumbo al concierto, se detuvieron en un restaurante
local para comer un bocadillo.
Luego, a las 22.15, llegaron a un cruce existente en Lake Herman
Road. Mientras aguardaban que se les franqueara el paso, el
criminal aparcó su rodado contiguo al de sus futuras víctimas.
Descendió raudamente y, revolver en mano, descerrajó una
andanada contra la juvenil pareja. El primer impactó destrozó la
cabeza del adolecente, y las cinco balas siguientes penetraron por
la espalda de la muchacha, quien había salido de su vehículo
intentando desesperadamente huir.
Este doble crimen se investigó por los detectives del condado de
Solano, en cuya jurisdicción fuera consumado; pero no se hallaron
pistas dignas de seguir.
El segundo lance fatídico volvió a tener por blanco a una pareja de
jóvenes.
El 4 de julio de 1969 en Blue Rocks Spring, en un campo de golf a
las afueras de Vallejo, baleó a Michael Renault Mageau de 19 años
y a Darlene Ferrin de 22 años, mientras conversaban dentro de un
automóvil. Darlene falleció a consecuencia de sus heridas, siendo
estériles los auxilios médicos que se le prodigaron en el Hospital
Kaiser Foundation. Michael en cambio, aunque gravemente herido,
logró sobrevivir.
La agresión se llevó a cabo a la medianoche en el estacionamiento
del citado campo de golf, área bajo la competencia de la policía del
condado de Vallejo.
En tanto los jóvenes permanecían en su coche, otro vehículo
aparcó repentinamente próximo a ellos, y enseguida arrancó
alejándose de allí. Sin embargo, en menos de diez minutos el
mismo rodado regresó conducido a alta velocidad por el malhechor
y se estacionó detrás de quienes constituían su objetivo, a fin de
impedirles cualquier escapatoria.
4. Con un salto veloz el conductor salió de su automóvil. Portaba en
una de sus manos una linterna cuyo potente haz lumínico dirigió
sobre la cara de los chicos quienes, cegados por el resplandor, no
advirtieron el revólver de grueso calibre que su atacante empuñaba
con la otra mano.
El agresor jaló del gatillo y una sucesión de balas se estrellaron en
los cuerpos de los indefensos jóvenes, matando a la chica y
salvando la vida el muchacho tras sufrir impactos en el cuello, el
pecho, y el rostro.
Por primera vez el criminal se hizo público al llamar desde una
cabina telefónica a la comisaría de Vallejo. Informó haber asesinado
a dos personas, y señaló con precisión dónde se aparcaba el
vehículo en cuyo interior encontrarían a los presuntos cadáveres. Y
no sólo ello, sino que se atribuyó haber dado muerte a dos
adolescentes en Lake Herman Road, Benicia, en alusión a los
homicidios de David Faraday y Betty Lou Jensen.
El tercer acometimiento lo llevó a cabo el 27 de septiembre de 1969
en la costa de un lago artificial -Lake Berriesa- ubicado en el
condado de Napa. En dicha ocasión el perpetrador, vistiendo un
extraño atuendo de corte militar con capucha negra, apuntó con su
revólver a los jóvenes Bryan Calvin Hartnell de 20 años y Cecilia
Ann Shepard de 22 años.
A pesar de que el muchacho le ofreció su billetera y las llaves de su
auto al asaltante, éste amarró a la pareja por medio de cuerdas y,
acto seguido, extrajo una afilada cuchilla con la cual les infirió
feroces incisiones.
Hartnell sobrevivió milagrosamente, tras permanecer durante tres
meses en estado de coma, luego de que seis puñaladas le
atravesaron su espalda. La joven Shepard, por el contrario, expiró
dos días más tarde, no obstante los febriles cuidados que se le
dispensaron en el Hospital Queen of Valley de Napa.
La última persona cuyo deceso se debió a la saña del monstruo fue
un taxista que lo tuvo por pasajero.
Paul Lee Stine, de 29 años, cayó bajo las balas de Zodíaco el 11 de
octubre de 1969 en Presidio Heights, San Francisco.
La cara mediática de "Zodiac Killer"
5. El primero de agosto de 1969 tres cartas escritas por este
trastornado arribaron a las redacciones de los periódicos Vallejo
Times Heralds, San Francisco Chronicle y San Francisco Examiner.
Las misivas estaban redactadas de manera prácticamente idéntica,
y en ellas su autor se atribuía la comisión de los tres homicidios
cometidos hasta la fecha.
En el interior de los sobres que portaban los mensajes se incluía
una hoja con el dibujo de un criptograma de unos trescientos
caracteres. Según pretendía, allí se develaba la identidad del
emisor, y se brindaba a la policía pistas para posibilitar su captura.
Comenzaba la lucha mediática entre el Zodíaco y las autoridades.
El remitente exigía que los comunicados salieran impresos en
primera plana de los periódicos y amenazaba con que, en caso
contrario, asesinaría a una docena de personas escogidas por las
calles al azar ese fin de semana.
Por fortuna, nunca concretó los anunciados crímenes.
Aquella amenaza configuraría únicamente la primera en una
sucesión de alardes y chapuzas que -en el marco de un perverso
juego del gato con el ratón- la vanidad del psicópata emprendió, aún
a riesgo de dejar indicios aptos para conducir a su arresto.
Todas las comunicaciones lucían, a guisa de extraña firma, un
logotipo en forma de símbolo reticular con una cruz trazada dentro
de un pequeño círculo.
Días después, el matrimonio compuesto por Donald y Bettye
Harden de Salinas, California, finalmente descifró y tradujo el tenor
del criptograma. Empero, en aquel texto no se mencionaba el apodo
Zodíaco ni se revelaba- claro está- su nombre verdadero.
La traducción al castellano de aquel intrigante recado
aproximadamente mentaba así:
"Me gusta matar gente porque es mucho más divertido que cazar
animales en el bosque, porque el hombre es el animal más
peligroso de todos. Matar a alguien es la experiencia más excitante.
Es mejor aún que tener sexo con una chica, y lo mejor de todo es
que cuando yo muera voy a renacer en el paraíso, y todos aquellos
a los que he matado serán mis esclavos. No daré mi nombre porque
ustedes tratarán de retrasar mi recolección de esclavos para mi vida
en el más allá..."
Sospechosos
6. Varios individuos –al presente todos ellos difuntos- fueron
nominados para ocupar la identidad del escurridizo criminal.
Cabe destacar, entre los mismos, a Arthur Leigh Allen, pedófilo
que expiró el 26 de agosto de 1992.
Un amigo denunció a Allen, y la policía de San Francisco lo
interrogó. Ante su negativa, se cotejó su caligrafía con la contenida
en las misivas adjudicadas a Zodíaco, y la escritura no concordó.
Señal de que, en el fondo, los investigadores no lo reputaron como
un sospechoso viable es que nunca le fueron levantados cargos.
Se insistió, asimismo, con que el periodista Richard Gaikowski
-quien, según colegas suyos, estaba obsesionado con el caso-
podría haber sido el homicida múltiple.
Su rostro, en el cual habitualmente usaba lentes, pareció muy
semejante a los retratos robot que circularon describiendo la
apariencia del matador, y una de las cartas codificadas cita la
palabra Gyke, diminutivo por el cual se conocía a Gaycowski.
Por último, la sheriff que en 1969 atendió la llamada en la comisaría
de Vallejo afirmó recientemente que –por más que habían
transcurrido muchos años- estaba convencida de que la voz
anónima que entonces escuchó era idéntica a la emitida por aquel
hombre en una cinta grabada que le hicieron oír.
Pese a todo, la evidencia contra este periodista, fallecido en el año
2002, se muestra muy endeble y meramente circunstancial.
El nombre del –hasta el momento- último de los sospechosos de
haber sido este verdugo, surgió en mayo de 2009.
Una sensacional noticia revolucionó el ambiente cuando una
norteamericana de 47 años, Deborah Pérez, salió a la opinión
pública pretendiendo que su padre Guy Henrikson -un carpintero
del condado de Orange fallecido 26 años atrás- había sido el
tristemente célebre y nunca desenmascarado Zodiac Killer.
La tardía denunciante apoyó sus afirmaciones esgrimiendo -en
apariencia- algunas evidencias.
Por ejemplo, exhibió unos lentes que, conforme adujo,
pertenecieron al taxista ultimado por el homicida. Asimismo, hizo
referencia a una carta dirigida al abogado Melvin Bell, la cual
aseguró haber escrito ella misma a pedido de su progenitor cuando
tan sólo contaba con 7 años de edad.
Pero, al igual que aconteciera con los otros sospechosos, el caso
contra Guy Henrikson pronto se diluyó por ausencia de pruebas
convincentes.