1. El hombre siempre ha tenido la
necesidad de marcar el tiempo. En
un principio hacía marcas en madera
para marcar el paso de un día.
El hombre de las cavernas se dio
cuenta que la sombra de un árbol
que estaba enfrente, se alargaba
conforme el día avanzaba y
discurrió dejar una piedra en ese
sitio para indicar a qué hora
regresaba.
Continuando con sus
observaciones pensó que si ponía
una secuencia de piedras, marcaría
las diferentes horas, luego cambió
el árbol por una estaca puntiaguda
y así creó el primer reloj de sol.
Los egipcios utilizaban el reloj de
sol: se clavaba una barita de metal
casi derecha y su sombra iba
recorriendo el paso de las horas.
Pero el reloj de sol no era
perfecto porque en la noche o en un
día nublado no servía.
Los romanos usaron relojes de
agua llamados clepsidras. Eran
recipientes de agua con un agujero
en el fondo y con marcas que
indicaban el paso del tiempo. Pero,
si el agua se helaba tampoco
servían.
Los relojes de arena aparecieron
en la Edad Media y estaban formados
por dos botellitas de cristal con
arena. La arena tardaba quince,
treinta o sesenta minutos en pasar
de una botellita a otra.
Pero estos relojes sólo indican
cuánto tiempo ha pasado desde que
se puso a funcionar.
En la Edad Media, alguien
inventó una máquina que hacía sonar
una campana.
No se sabe cuándo aparecieron
los relojes pero alrededor de 1300
ya se veían en todas partes.
2. En 1851 un muchacho italiano0
llamado Galileo descubrió el
péndulo. Al principio lo usó para
ver las pulsaciones del corazón.
En 1865 un holandés Cristian
Huygens hizo un péndulo de gran
tamaño para registrar los
movimientos de las estrellas. Hoy
existen muchas clases de relojes de
bolsillo, de pared, de mesa. Los
que más se usan son los de muñeca.
El cristal de cuarzo mide el
tiempo con mucha exactitud.
Los relojes atómicos son tan
precisos que sirven para medir
otros relojes.