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Los cabildosafrocubanos*
Vaarias veces he tratado ya incidentalmente, en mis obras, de los cabildos
africanos, que en el Día de Reyes lograban su más solemne exteriorización.
La vozcabildo es de uso todavía frecuenteen nuestra habla común, yaunque
extinguidas ya esas institucionesnegras, por las supervivencias de algunos
de sus rasgos siguen recordándose a menudo. Trataré ahora concretamente
de tales cabildos.
Los negros procedentes de una misma tribu constituyeron en cada ciudad
una asociación así llamada, quizá por analogía con la corporaciónmunicipal,
que entonces recibía ese nombre. Pichardo en su Diccionario dice así,
explicando lo que era un cabildo: "Reunión de negros y negras bozales en
casas destinadas al efecto los días festivos, en que tocan sus atabales o
tambores y demás instrumentos nacionales, cantan y bailan en confusión y
desorden con un ritmo infernal y eterno, sin intermisión. Reúnen fondos y
forman una especie de sociedad de pura diversión y socorro, con su caja,
Capataz, Mayordomo, Rey, Reinas..." Fuera de La Habana se llamaban
también sociedades reinados, según Pichardo "para aquellas fiestas en que
hace de reina una negra, que sentada en su alto trono y acompañada de sus
oficiales, presencia y preside el baile continuoy tocatas de sus subditos".
Cada cabildo, repito, lo formaban los compatriotas africanos de una
misma nación. El cabildo era algo así como el capítulo, consejo o cámara
que ostentaba la representación de todos los negros de un mismo origen. Un
* Tomado del folíelo del mismo título, Imprenta y Papelería "La Universal", La Habana,
1921. Este folleto es, a su vez, un extracto de Revista Bimestre Cubana, vol XVI, no. 1,
enero-febrero de 1921.
magnate esclavizado, cuando no el mismojefe de la tribu, pero generalmente
el más anciano, eia el rcv de! cabildo, quien allá en su país recibía otro
nombre y a quien eu castellano se le daba el de capataz o capitán', nombre e!
primero tomado del jefe del trabajo a que estaban sometido los negros, y el
segundo, prestado por la jerarquía militar a que tan aficionados eran aque-
llos; y en uno y otro caso derivados, como también cabildo, de caput,
"cabeza". El rey disfrutabade considerable poder dentro del corto radio de
acción que le dejaba libre el poder social de los blancos. Durante el año era
el que custodiaba los fondos de la sociedad y el que imponía multas a sus
subditos. La reina ocupaba el rango inmediato. Algunos otros cargos exis-
tían, no todos bien definidos, de carácter ceremonial, de los cuales era muy
codiciado el de abanderado, cargo creado cuando íue admilida la bandera
como simbólica del cabildo. Al segundo jefe solía llamársele nwvor de plaza,
título tomado del ejército.
Dice Ramón Meza:" "Sacerdote del culto idólatra que profesaban las
tribus era el rey o capataz''; no obstante, creo más verosímil ¡a división de
los poderes sacerdotal y rea! en las autoridades de los cabildos, como es
común en los pueblos de donde procedían los asociados. Confirma, a mi
juicio, esta hipótesis el hecho de que los reyes de los cabildos se engalanasen
con prendas de vestir y atavíos de los blancos: galoneadas casacas, almido-
nadas camisas, enormes corbatas, flamantessombreros de dos picos, anchas
y chillonasbandas cruzadas sobre el pecho, condecoraciones, espada al cini o
y gran bastón con puño de plata,símbolo de su autoridad. Aún nos recuerdan
su figura dibujos de Landaluze. Todos estos adornos, lomados principal-
mente de! ejército español, sin que ostentasen ni un solo atavíodel carácter
religioso (amuleto,collar, etc.). No quiero decir, sin embargo, que el fcíichc-
ro africano no tomara parte en esas saturnalesnegras: al contrario, su papel
era el más importante, el que más impresionaba al espectador por sus
vestidos gcnuinamente africanos, sus danzas, cabriolas, etc. Me refiero a los
llamados por el vulgo diablilos. En otro lugar más oportuno insistiré con
detalles acerca de esta hipótesis; excuso, por tanto, extenderme aquí en una
digresión.
El Día de Reyes, el rey congo vestía casaca y pantalones, sombrero de dos
puntas, bastón borlado, etc. Todos esos atribuios de origen europeo y,
además, un manto real y un cetro, eran propios del rey congo africano,
recibidos en obsequio del rey de Portugal,en 1888.' Desde los tiempos de la
colonización alricana los reyes congos gastaban de vestir la indumentaria de
losgrandes magnates blancos, como signo de su poderío: coronas, sombreros
militares ymarinos, y hasta de copa (!), uniformes de todas clases, escopetas,
sables, paraguas, etcétera.
Bien se explica, pues, la estima y respeto que el rey o capataz merecía de
sus subditos; era el vínculo político que ios unía legahnente a la sociedad de
los blancos. Extraños aún a nuestra civilización, el rey era acreditado ante el
Capitán General como embajador de su colonia, mejor dicho, de la respec-
tiva nación africana. Su muerte era un acontecimientosocial, y hasta se
guardaba cierta cronología en la denominación de esos monarcas electivos.
Bacardf nos habla de la muerteen 1848 del rey congo José Trinidad XXXV,
en Santiago de Cuba; se le hi/.o un solemne entierro. Y a menudo, aun hoy,
con relativa frecuencia la prensa da cuenta en provincias de la muerte de
algún reyezuelo."
Un viejo congo me da los siguientes datos acerca de la elección del rey del
cabildo. La elección se hacía el Día de Reyes yrecaía en un congo que tuviera
talento (entú). La elección del rey (salí) se hacía por cuatro años en una junta
celebrada después de tres días de vela y ceremonias a San Antonio,' al cual
le daban comida. Escribían un signo correspondiente a cada candidato en
sendos papeles, los metían en un güiro hueco, y a la suerte salía el favorecido,
cuya designación se recibía con aplausos, ruido de cencerros y gritos repe-
tidos de muí...i UUU..Í. El rey no era reelcgible.
Además, designaban un rey suplente que se llamabaisiint, o sea, "chiqui-
to". Según este congo, los negros lucumís no tenían rey.
El capataz o rey era responsable ante las autoridades por las faltas que
cometían sus subordinados. Sabemos, por ejemplo, que en 1813 seimpusie-
ron multas a tres capataces de cabildo por haber éstos hecho candeladas en
la calle.8
Las mujeres formaban parte de los cabildos, como se ha visto, y aun en
las sociedades que hoy día sobreviven siguen ocupando cargos directivos. Y
así sucedió en otras colonias'de América. José M. Ots de Capdequí,9 en su
muy erudito trabajo sobre los "Derechos de la mujer en la legislación de
Indias", dice: "Cuando en el sigloxvill se concedió el derecho de asociación
a los esclavos,'°jugaron en las cofradías que aquellos formaron un papel muy
interesante las mujeres. A efecto,-considcramos oportuno reproducir lo que
dice el Sr. Palma en una de sus Tradiciones peruanas: 'En el siglo xvm se
permitió a los esclavos que se asociasen según sus nacionalidades en cofra-
días. Estas cofradías, formadas por tribus, llegaron muchas de ellas a tener
situación holgada. Y tenían por reina a una negra libre y rica. En el día de la
procesión de su patrona, que era muy solemne, salía la reina con traje de
raso blanco, cubierto de finísimas blondas valencianas, banda bordada de
piedras preciosas, cinturóny cetro de oro, arracadas y gargantilla de perlas.
Cada reina lleva a su corte, de esclavas jóvenes, mimadas por sus aristocrá-
ticas señoras y a las que alhajaban lujosamente. Luego seguía el populacho
de ia tribu con cirio en mano las mujeres ylos hombres tocando instrumentos
africanos'."11
Veamos cuál pudo ser el origen de tales cabildos afrocubanos. Con segun-
dad no surgieron espontáneamente en Cuba. Bien puede hoyasegurarse que
los cabildos de africanos se remontan al sigloXIV, más de cien años antes del
descubrimiento de América.
De los cabildos afrocubanos, así como de sus capataces, pueden encon-
trarse indubitados y muy antiguos antecedentes históricos en Sevilla, según
vemos en las crónicas de Ortiz de Zúñiga, el cual se refiere a los bailes y
fiestas de los esclavos africanosen la capital andaluzadurante el reinado de
Don Enrique III (o sea 1390), y a la instituciónde un mayoral entre ellos para
jefe y juez de todos, con el que s.; entendían las autoridades,1' al igual que
con el capataz de los cabildos habaneros.
Allá en Sevilla tuvierony tienen aún cofradía hasta los gitanos, ra2:a ésta
que, aun cuando en Andalucía está más soldada a la blanca que en otros
países, y en más íntima y permanente relación con la dominante, todavía se
puede estudiar en sus rasgos y costumbres para descubrir algo de io que
debió ser en los siglos XV a XVlil la posición social de los negros sevillanos,
con los que compartieron, si no todas sus persecuciones, sí muchos de los
menosprecios de que lueron víctimas. Gitanos y negros tuvieron en Sevilla
cosas comunes por la análoga inferioridad social que hallaron, por su exótico
lenguaje y costumbres, su color,13 sus supersticiones contagiosas, sus agru-
paciones tribales, etcétera. No se extrañe, pues, que los blancos los organi-
zaran también en cofradías y cabildos14}' que a losjefes délas tribusgitanas,
como a los de núcleos de nación, les llamaran rey o capitán'5 y que ambos
eligiesen rey y reina.16
La organización social del cabildo afrocubano, así como sus reyes y
capitanes, fue la que España dio y reconoció en su propio suelo a los
inmigrados extranjeros, especialmente a los de naciones incultas y someti-
das.
No fue, pues, invención caprichosa de nuestras autoridades coloniales el
capataz de los africanos, sino importaciónsevillana, muyacertada institución
española, a manera de cónsul de los extranjeros, que servía de lazo político
con los importados africanos.
Él cabildo, vocablo usado ya en la traducción al romance del Fuero Juzgo,
tanto quiere decir como: "ayuntamiento de hombres que viven en un orde-
namiento"; y de tales voces cabildo y ayuntamiento, aunque arcaicas, la
segunda aún la conservamos elegantemente en la nomenclatura de nuestras
instituciones municipales, como se mantienela primera más propiamente en
las instituciones eclesiásticas; y aun solemos usar por tradición la expresión
cabiido municipal, como sinónimo de ayuntamiento, que es la cámara legis-
lativa o deliberante de nuestro actual principio.
La voz cabildo se usaba en España, en la época de la colonización,
aplicada a las reuniones ojuntas de las cofradías religiosas.16 Y allí en Sevilla
hubo cabildos de negros, porque hubo cofradías de negros, muy notables19
y desde antiguo.
Y la hubo también de losmulatos en la calle de Mulatos, donde había una
capilla de la cofradía/0 que dio nombre a la calle. Es muy probable que,
puesto que fueron bastante anteriores al descubrimiento de las Indias, los
negros en Sevilla, sus cofradías o cabildos les fuesen impuestas por las
autoridades, como les era obligatorio organizarse en cofradías a todos los
gremios sevillanos, desde los tiempos del rey don Alfonso el Sabio, quien
"queriendo dar orden a las cosas civiles y eclesiásticas de Sevilla, dividió a
sus moradores en gremios y clases, y quiso que entre sí fundasen hermanda-
des ycofradías, tomando cada gremio algúnSanto por especial patrono, cuya
capilla sirviere a sus juntas o cabildos"." Esta organización gremial hispa-
lense subsistió algún tiempo después de pasada la Edad Media; y segura-
mente losnegros, esclavos o no, tuvieronen Sevilla,donde tantos hubo,22 que
amoldarse a esa disposición soberana y formar su cofradía religiosayen ella
tener sus cabildos; aparte del natural deseo de ellos de aprovecharse de las
ventajas de los cabildos o cofradías, no exclusivamente de carácter religio-
so.23
Y de Sevilla vinieron los cabildos y cofradías negras a las Indias, repro-
duciéndose la organización metropolitanadonde hubo gran núcleo de afri-•
canos."
Muy común fue además en ambas Castillas y ¡as tierras a ellas sometidas
la existencia de cofradías, cabildos o hermandades, contra cuyo abuso hubo
de luchar repetidas veces la autoridad real Don Enrique IV en 1462, como
don Carlos I en 1534, restringieronla libre asociación en hermandades.25
Las cofradías gremiales sevillanasdebieron de desaparecer, o transfor-
marse cuando menos, por Real Pragmática de 1552 del Emperador, que
formó la ley XIII del título XIII, libro XII de la Novísima Recopilación, la
cual dice así:
"Mandamos, que las cofradías, que hay en estos Reynos, de oficiales se
deshagan, y no las haya de aqui adelante, aunque estén por Nos confirma-
das26 y que á título de los tales oficios no se puedan ayuntar,ni hacer cabildo
ni ayuntamiento,so pena de cada diez mil maravedíes y destierro de un año
del Reyno."
A partir de esa fecha quedaron suprimidaslas cofradías que no fuesen de
finalidad religiosa y benéfica, y en tal carácter debieron de mantenerse las
de la gente de color, allí, como en Cuba.
En Cuba, el Ayuntamientoo Cabildo de La Habana dispuso en 10de abril
de 1573 que a la procesión del Corpus Christi asistieran todos !os negros
horros "que se presten a ayudar la dicha fiesta", lo mismo que asistieron a
la famosa de Sevilla.!? Claramente se deduce de estos antecedentes positivos,
que los cabildos africanos de Cuba tienen un sabio origen español: son una
supervivencia ultramarinade una organización medievalsevillana.Sevilla,la
metrópoli indiana,nos marcó en esto, como en tantas otras cosas que nos
son características, el sello de su maternidad.
La finalidad de los cabildos africanos en Cuba fue esencialmente la misma
que la de los cabildos o cofradías sevillanos: la organización de clase social
sobre la base de mutualidadbenéfica y religiosa."
Aparentemente, los cabildos tuvieron como finalidad el baile, porque nos
fijamos en su carácter más nudoso, más conocido extensamente por los
blancos; pero no creemos así si se examina la vida interna del cabildo. Sin
que esto quiera decir que el baile no fuera, especialmente en los últimos
tiempos, uno de^us alicientesmás sugestivospara el negro, una de las causas
más poderosas de su superviviencia, aun hoy día. El socorro mutuo como
carácter del cabildo afrocubano lo reconocen Pichardo y Arboleya, y R.
Meza se refiere a él cuando nos dice que el jefe del cabildo socorría a sus
subordinados si estaban enfermos, pagaba gastos de entierro, y parte de los
ahorros del cabildo se dedicaban a libertar a los ancianos y valetudinarios.
Es probable que este carácter benéfico loadquiriera lasociedad negra desde
su creación derivada de Sevilla; si bien debió desarrollarse del todo, tiempo
después de su aparición;no porque tal finalidad revele un altruismo que no
compagine por lo general con ios rasgos psicológicos de los negros apenas
arrancados del suelo africano,puesto que en África tambiénpueden hallarse
organizaciones análogas; sino porque ello supone una economía o riqueza
social de relativa importancia, que no pudieron tener los infelices esclavos
que primitivamentefundaron los cabildos y que hasta fecha avanzada esta-
ban en mayoría; aparte de que coa dificultad podría recaudarse yadminis-
trarse provechosamente, dada la escasa cultura de tales reyes africanos ysu
extrañeza en el nuevo ambientesocial. Por más que a esto puede objetarse
que la dirección de los antiguos cabildos debían de tenerla no los bozales,
sino los ladinos, y acaso en sus inicios los negros sevillanos traídos a Cuba.
Pichardo dice que a una corporación o reunión de hombres ineptos o
desordenados se la llamaba cabildo de congos.
El concepto general y claro de los cabildos cubanos, tal como el pueblo
los conocía, lo expresaba el siguiente párrafo: "Por cabildos de negros se
entiende la reunión de los de cada nación en los días festivos para bailar a
usanza de su país. Provienen estos cabildos, según noticias, del permiso que
para tales desahogos se concedía a los negros que compraba el rey con
destino aloscortes de madera, que sehacían en esta Isla parala construcción
de bajeles para la armada y dotación de los potreros de ganado aplicado a
los trabajos de la extracción de las minas. Concurren libres y esclavos y se
lespermite, desde tiempo inmemorial, tener susbanderas como insignias del
Cabildo, y aquí por lo menos, a la nación Congo Real, portar una muy
parecida al mismo pabellón nacional. Estas instituciones son útiles porque
ejercen actos humanitariosy piadosos, propendiendo a la manumisión de
aquellos asociados que por su moralidadybuen comportamiento consideran
digno de conseguirla a costa de los fondos de la reunión, que se nutren de
pequeñas limosnas que exhiben cuando concurren al baile, ysuelentambién
hacerse cargo de curar a sus paisanos enfermos."29
En la época del apogeo de la población africana en Cuba, los cabildos
tuvieron fondos cuantiosos, y podían además de atender a sus fines humani-
tarios, adquirir casas para su domicilio yhasta para beneficiarse de su renta,
de ías cuales, como se verá, aún conservamos algunos restos.
Los ingresos de los cabildos consistían en cuotas me'nsuales que pagaban
los cofrades,subditos o agremiados.En Sos bailes se recogía un real por cada
curioso que quería presenciarlos. Además, se hacían frecuentes colectas
entre afiliados.
En el siglo xviil casi todos los cabildos tenían casa propia, muchas de las
cuales aún pueden identificarse,3 además de estar incorporados como
cofradías a diversas iglesias parroquiales.
Primeramente, los cabildos tuvieron sus domicilios en el casco de La
Habana antigua.
Esos cabildos tenían sus domicilios fijos, donde se reunían. M, Pérez
Beato31 recuerda algunos de éstos, a saber: el domicilio del cabildo arará
estaba en la calle de Compostela frente a la de Conde; el apapá, en la calle
de Bernaza, frente a la casa de los Silveras; el apapá chiquito, en la calle de
Egido, frente a la entoncespuerta nueva del Arsenal; elcongoreal,en la calle
de la Florida, ya en tiemposrelativamente modernos; elmandinga, en la calle
Habana casi esquina a Merced; el oro en la llamada esquina de la Pólvora
en 1819, o sea, en la esquina de Progreso y Monserrate, donde en la
actualidad hay una bodega.
Por el Bando de Buen Gobierno y Policía de 1792 en su artículo 39, los
cabildos fueron echados a las orillasde la ciudad junto a las murallas. Decía
así el bando:
"Atendiendo que algunos Cabildos se hallan en calles habitadas de
vecinos honrados que justamentereclaman la incomodidad que causan con
el bronco y desgradable sonido de sus instrumentos, y a que los solares
ocupados con ellos merecen ser fabricados de modo que adornen, o com-
pleten la población, mando que dentro de un año contando desde día, todos
los citados Cabildos se paseri a las orillas de la Ciudad desde la puerta
antigua de la Tenaza, hasta la de la Punta, excepto el frente de la de Tierra".
El bando de 1842 reiteró en cierto modo esta disposición por su artículo
87, que prohibía que los cabildos se situaran dentro de la ciudad, debiendo
estar "en las casas que den frente a la muralla" y debiendo celebrarse
solamente los domingos yfiestas de guardar.
Algunos cabildos se alejaron de la ciudad a medida que, abiertas las
murallas, fue la población creciendo extramuros.
Algunos o quizá todos los cabildos tenían también carácter religioso, como
lo afirma Arboleya " yloprueba el hecho de llevarfetiches en sus comparsas.
Estas manifestaciones religiosas se prohibieron muy pronto, al menos en la
vía pública, por creerlas perjudiciales a la religión católica. Entonces los
negros resolvieron el problema simplemente, adoptando como patrono
algún ídolo del santoral católico que fuese afín al africano, trasmitiéndole
todo el poder de su íeliche, o mejor dicho, confundiéndolo con aquél. Tan
es así, que el fetiche llevado procesionalmente fue sustituido por el santo
pintado en una bandera; símbolo este último que sin duda fue tomado del
ejército español, que deslumhraba el ánimo infantil de aquellos negros.
Desde el punió de vista religioso, los cabildos debieron participar del
carácter de cofradías sibien en el concepto más ampliode esta palabra, pues
éstas, como se ve en mi libro Los negros brujos, eran la reunión de los
creyentes y adoradores de un determinado santo o ídolo, y dicho se está que
ninguna tribu africana fue monoteísta, ni tuvo un patrono divino nacional,
por más que la lógica sencilla de los africanos -repito- suplióesa diferencia
psicológica, africanizando algún personaje del santoral católico34 o catoli-
zando algunas de sus divinidades selváticas y fetichistas. Así, fácilmente se
adaptaron, allá en Ultramar, a la organización político-religiosahispalense,
y después siguieron el camino ya trazado, sin dificultad. En 1858 ya se
constituyó en La Habana la cofradía de NuestraSeñora de los Remedios por
los negros libres de nación zape (?) en la iglesiade Santo Domingo. Después,
uno a uno, como se verá, los cabildos fueron a la vez cofradías incorporadas
a las parroquias.
Otro aspecto del carácter religioso de los cabildos se observa en el hecho
de contribuir aquél alpago de laspompas funerarias, como nosdice R. Meza;
relacionándose así, por analogía, con esas sociedades fundadas expresamen-
te para la celebración de suntuososentierros, en el Brasil, en algunas Antillas
y, especialmente, en Bahamas, según escribe A. B. Ellis.35
8
En fin, que los cabildos tuvieron carácter religioso lo demuestran además
dos preceptos del Bando de Buen Gobierno y Policía de 1792, que dice así:
"Artículo 8VO Menos se permitiráa los Negros de Guinea que en las Casas
de sus Cabildos, levanten Altares de nuestros Santos para ios bailes que
forman a el uso de su tierra; cuya prohibición intimarán los Comisarios sin
pérdida de tiempo a los capataces de cada Nación; y si no obstante conti-
nuaren en el mismo abuso, incurrirán en la multa de ocho ducados con la
misma aplicación, y mandarán retirar los demás Negros y sus respectivas
Casas, deshaciendo ante todas cosas al Altar, cuya Imagen, piezas, y mue-
bles, se entregaránal Cura, o Teniente de la Parroquia del Barrio, para que
les dé el destino que tenga por conveniente."
"Artículo 9"°' Los Comisarios intimarán también a los capataces de estos
Cabildos, que en lo adelante con ningún motivo ni pretexto, conduzcan, o
permitan conducir a ellos los Cadáveres de Negros, para hacer bailes, o
llantos al uso de su tierra; y si despreciando este aviso reincidieranen tal
desorden pasarán los Comisarios al viudo, albacca, o interesado del difunto,
y les ordenarán que inmediatamente se encarguen del Cadáver para pasarlo
a la Casa mortuoria." No puede, pues, sorprender que se diga que en los
cabildos halló amparo y sostén la religión africana, que hoy se conoce
vulgarmente en Cuba con el título impropio de brujería.
Pero si no el alma de los cabildos, su corazón era el baile. Los domingosse
reunían los cabildos y tenían sus horas de diversiones, permitidas por las
autoridades," ante las que era responsable el rey o capataz del cabildo por
los desórdenes que ocurrieran.
El artículo 36 del bando de 1792 disponía losiguiente:
"En los cabildos negros, solo se permitirán los bailes en los días festivos,
desde las diez del día, concluidos¡osOficios Divinos,hasta las doce, y desde
las tres de la tarde, hasta ¡asocho de la noche, a cuya hora deberán de cesar
y cada uno retirarse para su casa, sin que se continúencon ningún motivo,
ni pretexto, baxo de la multa de seis ducados que se exigirán a los capataces
por la primera vez, aplicados a la Cámara y obras públicas,y de diez por la
segunda con otros tantos días de arresto a más de quedar privados de la
superioridad que entre ellos les hayan conferido los de la nación."
Y el artículo 37, en evitación de los excesos de tales fiestas prevenía:
"Prohibo también que en los Cabildos se vendan comistrajosy bebidas a
los Negros concurrentes, y hasta que las tengan a pretexto de haber contri-
buido todos para este gasto, y las que se hallaren se aplicarán igualmentea
los pobres de la Cárcel, vendiéndose los licores."
En el Bando de B. G. y P. de 1835 dictado por el brigadier Jáuregui para
Matanzas, hallamos la siguiente disposición (art. 71) que demuestra cómo
la reglamentación habanera se extendió a otras ciudades.
"Los cabildos y bailes de los negros no podrán celebrarse sino en dichos
días festivos y a las orillas de la ciudad, de diez a doce de la mañanay desde
ias tres de la tarde hasta las oraciones, bajo la multa de cuatro ducados a los
capataces por la primera contravención, doble por la segunda, y en tercera
quince días de cárcel y privados de la superioridad aue entre ellos íes hayan
conferido los de su nación."
El bando de 1843 en su artículo 87, ya citado, reitera esas disposiciones
tocante a la celebración de los cabildos.
En los siglos primeros de la colonia, los cabildos salían a la calle en
procesión, con imágenes, atabalesy demás intrumentos a celebrar susfeste-
jos; pero ya el bando de 1792 lo prohibió severamente por su artículo 38.
"En ningúncaso saldrán los Negros por las calles en grupo de Nación con
Bandera u otra insignia, ni para ir a buscar a sus casas a los capataces, ni
menos para divertirse tocando susinstrumentos, ni con otro algún motivo, o
pretexto, y si lo hiciesen no obstante esta prevención, serán presos y desti-
nados por ocho días al trabajo de obras públicas."
Sin embargo, esta prohibición debió de caer en desuso, o por lo menos
fueron dándose por las autoridadespermisos especiales a los cabildos para
sus fiestas callejeras. Así vemosque esta costumbre se reconoce todavía en
el bando de 1842, que dice en su artículo. 88:
"En ningún caso saldrán los negros a la calle en cuerpo de nación con
bandera u otra insignia sin permiso del gobierno, pena de diez pesos de
multa, que pagará el capataz del cabildo. Sin embargo, ie será permitido
celebrar el día de los Santos Reyes la diversión conocida con el nombre de
diablitos en la misma forma que lohan hecho hasta el día yno de otro modo."
Dice Bachiller y Morales (Tipos y costumbres de la Isla de Cuba, p. 31)
que se formaban reglas que guardaba el escribano de cabildo. Tales reglas
paréceme que no han sido conservadashasta nuestros días. ¿Dónde han ido
a parar tales escritos? ¿Se encontrarán en bibliotecas particulares o en algún
archivo público? ¿Se habrán perdido irremisible y lastimosamente?
Los cabildos en su propio carácter fueron reguladospor el referidobando
de 1792, no solamente en cuanto a su aspecto religioso, sino en otros varios
ya citados o que citaré más adelante. Después de 1792, otros disponían
-mermar la vida legal de los mismos,especialmente en cuanto a su aspecto
de mayor relieve público: sus bailes y fiestas, hasta el punto que fueaplicán-
dose la voz cabildo a las fiestas de las asociaciones tambiénasí llamadas.
10
De la abolición de la esclavitud arranca la decadencia de los cabildos.
El Gobierno General dispuso en 2 de enero de 1877 que las reunionesdé-
los cabildos para elegir capataces y administrar fondos, fueran presididas
por el celador más antiguo del distrito, probablemente en vista de abusos y
desórdenes ocurridos, y como medio de lograr una más constante interven-
ción gubernativaen la.vida de las asociaciones negras.
En 1883, por Real Orden de 24 de abril y disposición del Gobernador
General de 7 de junio, se exigió que los cabildos renovaran anualmente la
licencia del gobierno, y se dispuso que no procedía prohibir la mezcla de
africanos y criollos en los cabildos "debiéndose, sin causar molestias a los
negros, ni violentar sus costumbres, y con habilidad y prudencia procurar
que aquellas asociaciones vayan perdiendo su actual carácter y se constitu-
yan en análoga forma que lassociedades derecreo,con arreglo a lalegislación
común". Como se ve, el gobierno español seguía creyendo, como el vulgo,
que la finalidad de los cabildos era el baile, el recreo.
Por Bando del Gobierno Civil Provincialde 19 de diciembre de 1884, se
prohibió la reunión de los cabildos de negros de África y su circulación por
las calles en Nochebuena y el día de los Santos Reyes. La saturnal africana
pasaba a la historia. La de 1884 fue la última: el 6 de enero de 1885 fue la
primera Epifanía silenciosa que tuvo Cuba.
Esa disposición no fue bien interpretada porque algunos creyeron que se
prohibía toda reunión de cabildos y una disposición del Gobierno Civil de 7
de enero de 1885 estableció que "los efectos de dicho bando solo debían
circunscribirseylimitarsea las reuniones ysalidas de los expresados cabildos
por la vía pública en los días que se determinan, que es cuando dicha
costumbre ha venido teniendo lugar; pero en cuanto a las reuniones que
dichos cabildos suelen verificar en sus respectivos domicilios, debe conti-
nuarse la práctica vigente en la actualidad".
Pero los cabildos iban decayendo. En 2 de enero de 1887 se estableció
por el Gobierno General que para que fuese legal la situaciónydomicilio de
los cabildos, era de necesidad que estuviesen empadronados, sometidos a la
ley de asociaciones; y por disposición de 4 de abril de 1888 del Gobierno
Civil se prohibió que en lo sucesivo se autorizara ningún cabildo con el
carácter antiguo, sino que debía exigirse su organización de acuerdo con la
legislación común.
Cuando el gobernador Rodríguez Batista reprimió las sociedades secre-
tas de los ñañigos, quiso regularizar las de los cabildos, que le parecían
anormales, y los obligó a adoptar una denominacióncatólica, la de un-santo
de la iglesia, y fijar un precepto para que a la disolución del cabildo o
sociedad losbienes pasaran a propiedad de una iglesia donde tuviereel santo
y constare la cofradía.
,
11
Revivía así a través de los mares y de los siglos el criterio medievalde las
cofradías sevillanas. Y así podemos hoy ver varias sociedades africanas,
supervivencias de los antiguos cabildos, sosteniéndose en fiera lucha por su
vida contra la creciente hostilidad y apatía del ambiente social que les es
adverso, cobijadas bajo una advocación católica pero sostenidas por el factor
social más misoneísta, por la fe y el rito religioso, -por el credo fetichista
africano, que confiesan y practican, mal encubierto por una catolización
superficial de los ídolos lucumís.
La transformación de los cabildos bajo la presión oficial en los moldes de
la legislaciónde asociaciones.es muy curiosa,y los minuciosos datos fidedig-
nos que he podido recopilar arrojanviva luz con las supervivenciasque aún
existen, y con las deformacionesque muestran,sobre la vida y significado
importantísimo de los cabildos en la época de su apogeo.
En 1909 todavía constaban inscritas en el correspondiente registro de
asociaciones del Gobierno Provincialde la Habana las siguientes derivacio-
nes, francas o encubiertas,de los cabildos antiguos.
Sociedad de Socorros Mutuos, Instrucción y Recreo, del Centro de
Cocineros y Reposteros "Nuestra Señora de las Mercedes".
Sociedad de Socorros Mutuos"NuestraSeñora de la Caridad del Cobre",
en Bejucal.
Sociedad de Socorros Mutuos de personas de color "Nuestra Señora de
Regla", en Bauta.
Sociedad de Socorros Mutuos "Nuestra Señora de las Mercedes", en
Ceiba del Agua.
Sociedad de Socorros Mutuos "San Diego de Alcalá", o sea el antiguo
Cabildo Carabalí Acocuá.
"Unión de los Hijos de la Nación Arará Cuévano".
Sociedad de Beneficencia y Socorros Mutuos.
"San Cayetano". Sociedad de Socorros Mutuosde personas de color.
"Congos Mambona", bajo la dirección de Nuestra Señora de Regla,
Cabildo Africano. Socorros Mutuos.
"Congos Masinga". Sociedad de Socorros Mutuos,bajo la advocación de
Nuestra Señora deMonserrate.
"Arará Magino". Sociedad de Socorros Mutuos, bajo la advocación del
Espíritu Santo.
Cabildo de "Congos Reales". Sociedad de Socorros Mutuos, bajo la
advocación del Santo Cristo del Buen Viaje.
Cabildo "Congo Mumbala". Sociedad de Socorros Mutuos.
Cabildo "Africano Lucumí". Sociedad de Socorros Mutuos, bajo la ad-
vocación de Santa Bárbara.
"Pobres de San Lázaro". Sociedad de Socorros Mutuos.
12
.
"La Evolución", Sociedad de Socorros Mutuosde lanaciónArará Sabalú,
africana, bajo la advocación del Espíritu Santo.
"La Caridad". Sociedad de Socorros Mutuos de la Nación Congo Mo-
bangué, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.
"Asociación Africana". Antiguo Cabildo de "Congos Reales", bajo la
advocación de Nuestra Señora de la Soledad.
Sociedad de Socorros Mutuos del antiguoCabildo de la Nación Carabalí.
San Cayetano Minas Popó Costa de Oro. Sociedad de Instrucción, Re-
creo ySocorros Mutuos.
El estudio de los reglamentos de estas asociaciones es interesante por
cuanto éstos describen, bajo sus formas últimas, las desnudeces pasadas de
los cabildos afrocubanos.
La sociedad Hijos de la Nación Arará Cuévano se fundó para "la protec-
ción a sus asociados en todas las formas". No tiene bienes propios. El
presidente, el director y el tesorero, dice, "serán los capataces de la asocia-
ción".
Tiene una junta de señoras,además de la de caballeros, compuesta por
una matrona, de dos a seis camareras,una mayordomo y seis vocales. Su
patrono católico es el Espíritu Santo y es obligatoria la asistencia a su fiesta
el segundo día de Pascua de Pentecostés. Esta sociedad no tuvo sino muy
efímera vida.
Otra hubo, llamada Unión de los Arará Cuévanos, cuyo objeto declarado
fue el socorro mutuo en caso de enfermedad o fallecimiento.Poseía fincas
propias, dedicaba una fiesta católica al Espíritu Santo y tenía su domicilio
en la calle de Antón Recio número 70.Su gobierno dependía de uh rey, un
secretario y cuatro vocales, además de una directiva de honor, de mujeres.
En 1895 fue disuelta solemnnemente por no quedar individuosmiembrosde
la misma.
La Sociedad de Socorros Mutuosdel Cabildo Carabalí IsuamoIsiegue de
Oro tuvounajuntacon trespresidentes o matronasyun administrador. Tuvo
como finca propia la casa sita en la calle de Monserrate número57.No exigía
cuota de pago a sus asociados. Sus fiestas religiosas eran el Día de Difuntos
ylaPurísima Concepción. Tenía alquiladauna posesión ofincarústica,"para
que pasasen las enfermedades los socios". El cabildo se llamó antes nada
menos que Cabildo de Oro, Carabalí, Isuama Isueque de la Pura y Limpia
Concepción, Nuestra Señora del Rosario, San Benedicto ySan Cristóbal.
La Sociedad de Socorros Mutuos del Cabildo Carabalí Ungrí tuvo casas
propias, como la de Monserrate número 57, y organización análoga al
anterior, con seis presidentas o matronas. Su patrona fue la Virgen del
Rosario.
13
La Sociedad de Socorros Mutuosde la Nación Mina Popó de la Costa de
Oro se fundó bajo el patronato celestial de San Cayetano, refundiéndose, así
dice el acta, el antiguo cabildo. Tuvo varios inmuebles, pero perdida su
posesión, celebraba su fiesta anual en la iglesia del Santo Cristo. La dirigían
un administrador, dos presidentes hombres y tres mujeres. Fue disuelta.
La Asociación Cabildo Rey Mago San Melchor la formaron los congos
reales. Le pertenecía la casa, su domicilio, calle de Florida número 46, que
hubo por escritura pública de 6 de junio de 1792 y 13 de abril de 1796; y
además otras casas que estaban en litigio. Su sello dice "Sociedad de
Socorros Mutuos descendientes (!) del Santo Rey Melchor".
El Cabildo Arará Magino se fundo o legalizó en 25 de febrero de 1890.
Para ser miembro de él hay que ser honrado y no haber pertenecido jamás
a la extinguida asociación de ñañigos. "El cabildo dará fiestas todos los días
festivos a uso de su nación, o sea el baile africano,prohibiéndose la ingeren-
cia de toques que no sean los de su nación." Los cargos directivos (un
presidente, dos vices,tres matronas,tesorero ysecretario) son vitalicios.Sus
propiedades (casa de San Nicolás número 276 y parte de Compostela
número 171, que hubo por escritura de 23de noviembre de 1691) no pueden
venderse sin acuerdo unánime de los asociados. Se reorganizó en 1892, En
1909 presentó nuevo reglamento con el nombre de Arará Magino y sus
descendientes. Debe celebrar el día 1°de enero de cada año una fiesta de
tradición al estilo de su país de origen con güiros y panderetas.37 Sus fines
son "perpetuar lo que fue nación arará en la Habana"; las mujeres ocupan
ahora doce cargos de vocal en su directiva.
El Cabildo Africano Lucumí se reorganizó en 16 de enero de 1891 por
Joaquín Cádiz, siendo su objeto el socorro mutuo en casos de enfermedad
*;, muerte. Todos los días festivos se darían bailes africanos "conocidos por
el nombre de tambor", prohibiéndose otro toque que el lucumí. El 4 de
diciembre se celebraba la fiesta de su patrona, Santa Bárbara.
Todos los cargos (un presidente, dos vices, tres matronas, un secretario,
un tesorero, dos vices y tres vocales) eran vitalicios.
Su domicilio era en Jesús Peregrino número 49. En 1839 se reorganizó)
adaptó una bandera de los colores punzó y blanco." El 4 de diciembre
celebraba en una iglesia misa solemne con sermón; el día 5 misa para los
socios difuntos yluegoprocesión. Se paga como cuotala de un peso mensual,
y otra de dos, de entrada. "Si algún socio se entregare al vicio gravemente
será expulsado". En 1905, nuevareorganización; entonces la sociedad paga
un médico para que asista a los socios. En 1909 y 1912, nuevos reglamentos.
El estudio de éstos, asícomo losde la historia ysignificación religiosa de este
muy interesante cabildo actual, así como el de otros análogos, se hará en
próxima edición de mi libro Los negros brujos, al analizar las cofradías
14
fetichistas de los afrocubanos.Tiene su domicilio en la calle de San Nicolás
número 302. En 1910 recaudaba unos 700pesos.
La Sociedad Arará Dajomé se legalizó, se modernizó en 16de marzo de
1889 por el moreno Ramón-Rodríguez en la calle de Esperanza número 37.
Esta casa, así como la de Florida número 40 y la 3a parte de Compostela
número 171, le pertenecían. Podía celebrar fiestas religiosas de acuerdocon
la iglesia católica, así como bailes y rifas. En caso de disolución sus bienes
serían de laparroquia del Espíritu Santo.Por acta senombróadministradora
a la morena María de Jesús Puig.
Tiempo después, Ernesto Noriega, vecino de Florida número 42, en su
calidad de presidente de laSociedad de Socorros Mutuos"África", presentó
denuncia al juzgado del Este, en la cual refiere que María de Jesús Puig,
titulándose administradora de la disuelta Asociación de Socorros Mutuos
Arará Dajomé, no sólo ocupaba indebidamente la casa, Esperanza número
37, legada al cabildo, sino que, además, ha callado la disolución de la
sociedad, dejándose despojar de otra casa, situada en Florida número 40,
que tambiénfue donada al cabildo por María Joaquina Mesa.
En 1892 se formaron dos sociedades: Cabildo Zabalino y Sociedad Ají-
caro o Ajícario, la procedencia de cuyos títulos los desconozco. Lo mismo
puedo decir de otra asociación inscrita con el nombre de Cabildo Cuatro
Ojos. La vida de éstas debió de ser muybreve.
La permanencia legal de casi todas las asociaciones africanas se debe de
modo predominante a la práctica de cultos fetichistas, y en segundo lugar, a
ia necesidad de sostener entidades tales para el manejo y disfrute de los
pocos y pobres inmueblesque a éstas pertenecen desde antiguo, heredados
de los extinguidos grandes cabildos del siglo pasado; bienes de que, aun
siendo de escaso valor, han interesado más de una vez la atención de los
tribunales cubanos. Un caso curioso de éstos es el de la casa Maloja número
149, legada por el negro SimónCarro en 1871 a favor de la Nación y Cabildo
Carabalí Brícamo San José. Este cabildo no se sometió nunca a la ley de
asociaciones; tuvo vida (si la tuvo) extralegal.35*
En 1892 se inició una muy curiosa asociación llamada Unión Africana y
sus Descendientes. Su reglamentorevela criterios modernos ycierta cultura.
El objeto de la misma era la unión en Cuba de los africanos, establecimiento
de escuelas, pago de médico, etcétera. En 1893 solicitó hacer uso de la
bandera africana, de ¡subandera!,de acuerdo con el tratado entre España y
la Asociación Internacional del Congo (sic) de 7 de enero de 1885, bandera
azul con estrella dorada en el centro. El gobernador español les negó el
permiso, afirmando que "no eran extranjeros!osafricanos en Cuba, sino que
seles venía considerandocomo españoles". El reglamentode tan pintoresca
15
sociedad dispone que "en caso de lutolasseñoras asistiránvestidasde blanco
con cabos negros".
En 1894 nombra la sociedad a míster Williams George Emanuel "único
representante de la raza africana ante el Gobierno", yen 1895 setransforma
aquélla con el título Aurora de la Esperanza, extendiendo su radio legal a
toda la Isla yadoptando la advocación del Santo Rey Mago Melchor. Entre
los objetos mutualistasde la sociedad se incluyeel de sostener el "tráfico de
vapores entre África y Cuba"(¡).
Míster Emanuel, fundador y,según me dicen, pastor protestante, propo-
níase refundir los diversoscabildos en una poderosa sociedad de finalidades
fantásticas, que con el pago de cuotasy adjudicaciónde las diferentes casas
de los cabildos, pudiera acometer la mutualidad en gran escala, amén de
monopolizar la representación de los centenares de miles de afrocubanos,
etcétera.Tal propósitono pasó de infeliz tentativa. En 1896 se celebrójunta,
a la que asistieron representantes de los cabildos Dahomé, Gabalú,Mina,
Carabalí, Mandinga, Mundukuka, Masinga,Mumbanque, Mundamba Lua-
mú Numbara ySanta Efigenia de Guanabacoa; y después de vivas protestas
resultó expulsado de la Aurora de la Esperanza el moreno místerEmanuel.
No cesó la Aurora ahí, pues en 18 de abril de 1897, reunidos Juan Sifré,
presidente de los gangas; Eduardo Bailó, presidente de los mandingas;
EusebioZayas,presidente de loscarabalis;yFederico Rencurell, presidente
de los minas, acordaron un nuevo reglamento con escasas variantes. Des-
pués, la actuación de esa extraña asociación no deja rastro; pero todavía en
1910 míster Emanueí da señales de no abandonar suideal, presentándose al
gobierno como representa'hte de los africanos oriundos para su civilización
en el país, ante el gobierno, etc., y como apoderado y liquidador de los
cabildos africanos, pidiendo certificados de las disoluciones de algunos
cabildos.
El autor de este libro ha conocido años después a míster Emanuel y ha
sabido por él que no abandona su plan de representar a todos los negros
africanos ante las autoridades cubanas yde reivindicar todaslas propiedades
que fueron de loscabildos yque éldice, yesposible que asísea,malbaratadas
por la ignorancia de sus dueños y la malicia de los blancos y de algunos de
losjefes de cabildo.
Estos datos demuestran la imposible, adaptación de los cabildos a la
legislación moderna; la inconstancia e incapacidad de sus directores para
las formalidades escritas y de una administración seria, propia de una
civilizaciónjurídicaadelantanda;lavidaartificial de algunosde esos cabildos
sin existencia real ypositiva,y la única razón de persistencia de unos pocos:
el culto fetichista traído de África y todavía vigoroso y extendido en toda
Cuba.
16
Los organismos gubernamentales hicieron, contra sus propósitos anun-
ciados, guerra a los cabildos; se creía que esos restos de la esclavitud debían
de aparecer como propios de una época de atraso; había cierta prisa en
enjalbegar la sociedad de nuevo, y en ocultar tras sendos revoques de
legislación moderna aquellas que se tomaban por pinturas anticuadas. Pero,
además, las autoridades de entonces creyeron que los cabildos y las socie-
dades secretas de ñañigos tenían entre sí relaciones peligrosas y hasta que
eran organizaciones idénticas en propósitos, si no en su forma, y a todas las
fueron midiendo por el mismo rasero.
Por otra parte, a los propios negros les pareció que los cabildos eran un
estigma social de su raza ya libre,ytuvieron marcado empeño en ir borrando,
externamente al menos, losperfiles más agudosde suvidapública para imitar
la de los blancos. Y, sobre todo, el cese de la inmigración africana y la
abundancia cada día más predominante de los negros criollos hicieron
menos sentida la necesidad de cabildos; no se experimentaban con tanto
apremio las conveniencias de la cohesión entre los compatriotas, los de una
misma nación.
El propósito gubernamental, acertadamente anunciado, de transformar
los cabildos en sociedades modernas, fracasó totalmente. El gobierno em-
peñóse en atacar las formas externas y anticuadasy no cuidóse de observar
la persistencia de la esencia interna. Desapareció el cabildo, con lo que de
bueno tenía: el socorro mutuo, el seguro contra las enfermedades, las bases,
en fin, de una tradicional y rigurosa mutualidad;desapareció en parte la
forma ruidosa del baile de tambores, inofensivo y tan grato al africano;
permaneció en cambio, semioculto, el fetichismo animista selvático bajo la
advocación católica y un reglamento adaptado al formulismo legal. Y la
autoridad quedó satisfecha.
¡Cuan mejor hubiera sido un resultado contrario! ¡Cuan mejor sería que
hoy tuviéramos cabildos mutualistasy bailes públicos de tambor, y no de
templos brujos, tolerados oclandestinos!
Haber despreciado y extinguidola secular tradición del socorro mutuo
africano, sin haberlo sabido sustituir por otra forma moderna de mutualidad
o de previsión oficial, ha sido una grave pérdida para nuestraconstitución
económica y para el bienestar de nuestras más humildes capas sociales.
Cuando el progreso nos apremie, y exija la fundación de determinadas
instituciones de previsión social, nos daremos cuenta de que tenemos que
reconstruir, naturalmente, con otras bases y formas, pero con la propia
esencia, ¡os extinguidos cabildos. Si hubiéramos sabido estudiar éstos a
tiempo y reforzar, civilizándola,su arraigada tradición benéfica, habríamos
adelantado muchos lustros en la historia de la cooperación social cubana.
No faltóalguna vozcubana que defendiera loscabildos en ese sentido;w pero
17
no supieron darse cuenta de la importancia trascendental de!problema. Hoy
qt'e admiramos en Cuba !as poderosas asociaciones mutualistas y regiona-
iis'.as fundadaspor inmigrantesespañoles,4' comprendemos cuan grande es
su labor y cuántas energías oficiales son ahorradas ysustituidascon ventajas
por esas inicia!ivas colectivas privadas. Pensemos lo que al Estado costaría
satisfacer esas necesidades que tales asociaciones dejan ampliamente satis-
fechas. Y pensemos que nuestras pobres e ínfimas clases sociales no tienen
nada análogo, y que entre la gente de color los cabildos habrían satisfecho
b.ü'/. COTJO attiaííe, iguales necesidades, si en vez de destruirlos con burocrá-
tica ignorancia, hubiéramos ayudado a su evolución y mejoramiento. Hoy,
en esfera modesta, serían como esas sociedades hispanas, que unen &la
cohesión propia de una oriundezcomún, la de una cooperación mutua muy
amplia, <",O::¡5 son acaso esas sociedades, sino gigantescos y civilizados
cabildos de brices?
Es curioso observar cómo el espíritu de asociación del africano lo llevó a
fundar kíeníicas organizaciones a los cabildos, aun en países más hostiles
cü-i el nuestro a sus ubres manifestaciones sociaícs. Así, podemos ver en
Píiiíüp:,'1'" cómo todavía en 1860 se fundaba en Nueva Orleáns la Union Band
Society con caracteres análogos a los de nuestro cabildo. Susdirectores eran
un presidente, un vice. un secretario, un tesorero, un marisca!, una madre y
seis varones camareros y doce hembrascamareras.
Las obligaciones eran !a paz y unión entre los miembros y pagar $ 0.50 al
mes. Los beneficios materiales -de la sociedad eran para los asociados: el
cuidado durante las enfermedades mediante la asistencia de uno de los
camareros, varón o hembra según el sexo del enfermo: el lavado de su ropa,
y el pago dci médico; y. en fin, el funeral. El cabildo afrolqisiano extendía su
protección a ios no asociados, y se hacía cargo de sus funerales mediante el
cobro de $ 50. SP caso de que el socio estuviera atrasado en el pago de sus
cuotas por tres mensualidades, era expulsado, salvo que, por su pobreza, se
pagaran sus atrasos por suscripciónvoluntaria entre los demás socios. En las
sociedades negras de Luisiana cabían libres y esclavos, por más que eran
preferidos Lo, últimos. En ellas se advierte un carácter que no hallamos en
¡os cabildos aírocubanos, el de ser secretas y, como dice Phillips, el de estar
fuertemente influenciadas por Sasprácticas masónicas y de otras sociedades
secretas de los blancos.Nuestroscabildos no fueron secretos, ni pueden ser
llamadoslogias negras, como hace elerudito historiador americano,refirién-
dose a los ue SaLuisiana. Ello debióse acaso a que, en Cuba, cuando el
sentimiento de asociación en e! negro era tan firme y cuando era orientado
hacia una más intensa actuación social, caía entonces en e! ñañiguismo, que
fue en Cuba la asociación secreta del afrocubano; y debióse acaso también
a que allá, en ¡os estados meridionales de la vecina república, los mismos
18
factores que habían de producir en Cuba el florecimicnío del ñaniguismo
actuaron también, aunque en forma algo distinta y acaso todavía no bien
estudiada por los sociólogos americanos. La superficialidad de las conside-
raciones que les merecen las asociaciones secretas de esclavos, nos hace
pensar así. Pero del ñaniguismo en los Estados Unidos trataremos en un
futuro libro sobre el ñaniguismo afrocubano.
Bastan estos párrafos para observar cuan vigorosos y estimables fue, en
todas partes donde pudo manifestarse, el sentimiento de asociación de los
negros importados por la trata esclavista.
Interesante desde el punto de vista de este estudio, es otra actual supervi-
vencia africana, franca derivación última de los antiguos carnavales afrocu-
banos, de diablitos y cabildos. Me refiere a las contemporáneas comparsas.
El lector que viva o haya vivido en Cuba habrá visto en ¡as noches de
carnaval, o en ocasión de festejos públicos, pasear por las calles abigarradas
comparsas formadas por las capas inferiores de la sociedad. A la cabeza de
la comitiva poliétnica marcha un sujeto, negro generalmente, que sostiene
una pintarrajeada linterna de papeles multicolores, no siempre desprovista
de efecto artístico. Tras él otros individuoscon disfraces chillones ycon otras
muchas linternas, y rodeándolos a todos una muchedumbre en la que
predominan los negros, gritando con voces destempladas y con frecuencia
aguardentosas una cantilena repetida hasia la saciedad con monotonía
desesperante, y cuyo texto suele ser de lo más disparatado. " Jesús Castella-
nos las describió como sigue:
"Es innegable que hay cierta poesía de sabor violento y exótico en esas
olas abigarradas que pasan enardecidas por las calles de los barrios bajos.
Tienen algo de ceremonias religiosas y de guerreros delirios, y sobre ellas
flota, colocándose en el seguro asilo de la civilización, el espíritu de los
primates, que todavía vive fuerte en los países de fiebre y fanatismo.
"Son columnas de gentes enardecidas que caminan roncas, graves,inyec-
tado en sangre lo blanco de los ojos. Un farol de papel volteando en lo alto
los hipnotiza, y el tambor hace infatigables sus pies, que batiendo al mismo
compás, tragan calles y plazas insensibles e hinchados. Los cuellos al aire,
brillando bajo el esmalte del sudor las venas gordas como cuerdas de violín,
sale el tango de las gargantas amplias, en ronquidos monótonos, ardiente,
bélico. El traje no hace al caso: indios emplumados, guerreros fantásticos,
chinos de cromo; todo va revuelto en una impropiedad que da más calor al
río de carne humana.Han salido tal vez en orden con carros yfaroles adhoc,
ordenados según una idea general. Pero la fiebre se propaga y contagia a las
máscaras perdidas por las esquinasya pocoel río arrastra un caudal confuso,
donde sólo el canto bárbaro y vibranterueda en armonía justa como sentida
19
por todos los pechos. No se ríe: se trata de algo magno de que todos van
poseídos y los semblantes tienen más bien aspecto patibulario.
"No se me negará que hay algo artístico, demasiado picante tal vez, pero
siempre artístico en estas escenas de paganismo negro. Lástima que los
nombres no correspondan al tono rabioso de las extrañas caravanas: El
Gavilán, Los Congos Libres, El Alacrán Chiquito, La Culebra...'"''''
Ésta es otra supervivencia africana importada probablemente por los
negros yolof. De una fiesta análoga, que es precedente de la afrocubana, nos
informa Berenguer-Feraud.'15 Dice así: "En Gorea ySan Luis,principalmen-
te en la primera de ambas poblaciones, se celebra una fiesta a la que no falta
originalidad: la fiesta de las linternas durante la Nochebuena. Todo negro
se pasea aquella noche antes ydespués de la misa de las doce con una linterna
en la mano; esta linterna tiene las más originales formas, y el que ha
conseguido llevar el modelo más original y vistoso es seguramente el más
feliz. La gente joven se reúne con cerca de un mes de anticipación para
construir una linterna monumental, que es llevada por ocho hombres o
arrastrada sobre una carretilla; el efecto de estas linternas es bastante bello
algunas veces. Todos los desocupados, hombres, mujeres y niños, siguen la
linterna monumental para admirarla sin cesar un instante; los promotores
de la fiesta se detienen en cada tienda para pedir sángara; inmediatamente
se cantan estribillosdiversos y monótonos en demasía."
Los nombres de tales comparsas csíán en perfecta consonancia con la
psiquis primitiva y casi siempre africana de sus componentes.No se descubre
un nombre civilizado, ni uno de los títulos tan en boga entre otras comparsas
cultas, como "La Armonía", "La Estudiantina", "La Obrera", etcétera. Sus
nombres son salvajes, aunque parezcan traducidos;asívemos"La Culebra",
"El Alacrán Chiquito","El Pájaro Lindo", que son remembranzas atávicas
_dcl tótem, nombre tomado de la fauna, que se daba con carácter sagrado a
la tribu, a la familia y al individuo. La intensidad del totemismo africano no
es preciso demostrarla en este lugar para deducir que el empleo de esos
nombres de animales, como títulos de las comparsas,no es sino una de sus
reminiscencias a través de los años y de los mares. Una de estas comparsas
se llamade "Los Hijosde Quirina" por supervivencia de un curiosomomento
folklórico de la historia de nuestra masa afrocubana, cuando la denomina-
ción de "Hijos de Quirina" significó algo así como la tradicional ortodoxia
contra la heterodoxia fetichista.""
Otras comparsas ¡lámanse "Mandinga Moro Rojo," "Mandinga Moro
Azul", títulos que nos recuerdan con exactitud el mahometanismo tan
extendido entre los negros mandingas;y por otra parte, al especificar un
color, tratan de revivir por un momento el simbolismode los colores en
África, como distintivos propios de tal o cual tribu. Sin duda, al saber una
20
de la otra, las comparsas mandingas moras buscaron algo que las diferencia-
ra y escogieron el color, exactamente como lo hubieran hecho sus antepasa-
dos en África. Y así estos títulos mandingas como los de "Congos de
Chávez", "Chinos de Venecia", "Turcos de Regla" (!) etc., nos revelan una
supervivencia del exagerado espíritu localista de la raza negra, localismo que
no se limita en este caso a la raza o tribu (congos, chinos, etc.) sino que llega
hasta el barrio habanero en que residen, como por ejemplo: Chávez, Regla.
De este localismo ofrece muchas y claras pruebas el estudio de la población
de color afrocubana, pero no es de este lugar insistir en él. Nótese que aun
en los casos en que se relaja algo, por así decirlo, la originalidad africana en
la organización, título, etc., de las comparsas, siempre permanecen éstas en
el más bajo nivel psíquico de nuestro pueblo, en esa capa gris de que ya he
hablado. Una comparsa de estos últimos años se llamaba "Los Húngaros
Amalianos" (!); otras, "Los Hijos de Quirina", "Los Hijos de Martín unidos
a los Nietos de Pires", etcétera. Cuando la comparsa no refleja totalmente
una supervivencia africana, se caracteriza con los salvajes adornos de los
cubanos precolombinos, o se viste con los atavíos de los chinos, de la raza
que compartió con la negra las penalidades de los forzados trabajos de las
plantaciones, o llega, cuando más, a querer retratar los tipos de nuestros
campesinos. Aun en este caso, junto a las guitarras y bandurrias y a la
obligada y pueril representación de un bohío, que dan, sin embargo, un
carácter más civilizado a la mascarada, cada uno de los individuosde ésta se
complace en representar a un guajiro algo matonesco, machete al cinto y
desenvainado a menudo, y luciendo al Cuello y a la cintura vistosos pañuelos
de seda; adornos éstos de origen rigurosamente africano, como demostraría
en estas páginas si no creyera que este tema merece un lugar más apropiado
en otro estudio del hampa negra en Cuba, continuación del presente. '
De antiguo se observan en La Habana esas farolas características de las
comparsas. Antiguamente "por lagente de color se daba el nombre de barrio
'del Cangrejo' al barrio del Ángel, a causa de que la comparsa popular que
la víspera de San Rafael recorría aquel vecindario llevaba una gran farola en
la que se veía pintado un cangrejo". (Aprovechando la extraordinaria con-
currencia a esas fiestas, algunas familias pobres del barrio pusieron a venta
unas tortillas especiales que ya en lo sucesivo, y hasta nuestros días, se
conocen por tortillas de San Rafael}
Modernamente, las comparsas han sufrido las injustasindecisiones de las
autoridades blancas tocante a su licitud. Algunos años, conociendo el encan-
to de nuestragente afrocubana por estas procesiones carnavalescas, ruidosas
y orgiásticas, las autoridades municipaleshan querido halagarlaspara cose-
char sufragios políticos, no solamente permitiéndolas sino organizando
certámenes carnavalescos de comparsas. Otros años, so capa de tendencias
21
culturales y de aversión a las supervivencias africanas las han prohibido o,
cuando menos, limitado a ciertos barrios. Y hasta 1914 se ha pretendido
someter las organizaciones transitorias de las comparsas a la ley de asocia-
ciones.
Una muestra de ese vacilante e injusto criterio que domina en las esferas
gubernamentales puede verse en el siguiente bando de policía.
"Habana, febrero 1"' de 1913.
"Esta jefatura, de acuerdo con lo dispuesto por la autoridad competente,
hace saber a ios capitanes y tenientes al mando de las estaciones, para su
más estricto cumplimiento, lo que sigue:
"Las comparsas no podrán salir a la calle haciendo uso de instrumento,
bien sea bombo o tambor, que produzca, remede el sonido seco del tambor
africano.
"Asimismo les está prohibido el usar güiros, marimbas y bailar o hacer
movimientos con el cuerpo al son de la música.
"Tan pronto salga una comparsa, el vigilante de la posta correspondiente,
lo avisará a la estación, a fin de que a la misma se una un oficial, o sargento
en ¡unciones de oficia!, el que cuidará de la referida comparsa hasta que
salga de su zona.
"Se dispone también, que en todo el trayecto que recorran las susodichas
comparsas vayan acompañadas por los vigilantes de las postas, por donde
crucen, hasta donde éstas terminen.
"Durante, las horas de! paseo, no se les permitiráde ningún modo, circular
por las calles de Paseo de Martí y Malecón."
En csie bando se observa, ante todo, la reiteración de ¡a prohibición del
tambor africano. Ésta es una de las constantes obsesiones policiacas de
nuestras autoridades. El tambor les molesta menos cuando se traía de
halagar políticamente al pueblo bajo. Entonces se permiten ios más vergon-
zosos desenfrenos orgiásticos al SOR de tambores africanos en las calles y
plaxas públicas. Y lo cieno es que, fuera de su ruido molesto y desesperante
para ios no iniciados en la música alricana (en cuyo aspecto ha de merecer
la raíüna represión que no merece, por ejemplo, el estridente, ofensivo e
insultante cornetín de nuestras orquestas vulgares), ei. tambor africano no
1 puede ser un peligro ni para el orden público, ni para la moral, ni para la
civsíi/jción. Vigflense ios bailes impúdicos, refrénense las rumbasorgiásti-
ca:-., •.»,¿¡•vénganse ¡as da:;/.a.s fetichistas y políticas e impídase e! loque de
u-;nr;;xs Hiera de ciertos días yhoras; pero no se prive a los negros de ciertas
expansiones inofensivas o. por ¡o menor,, no más perniciosas e insoportables
que oua> análogas permitidas a los blancos. Persígase el tambor, si se cree
conveniente, pero no se dé licencia al cornetín, que ambos por groseros
-
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¡•'¡gura J . Cabildo .ilVoculninu en e! Día de Reyes, 1837. De A. Galindo.
alentadores a la tranquilidad de los nervios acústicos y por herejes de la
ortodoxia estética musical, acaso mere/.can hasta el auto de fe.
No se persiga cí tambor por africano, que también los negros, y acaso más
que los blancos, necesitan dar salida franca a las impulsiones naturales e
inocentes de su espíritu. La Constitución ampara por igual ai cornetín que
al tambor. Y, sobre todo, unifórmeseel criterio gubernativo.
Que la policía acerca de las músicas y carnavales afrocubanos no quede
al arbitrio más o menos civilizado o cohechablc de un alcalde o de un policía,
o, lo que sí es verdaderamente triste, a las exigencias electorales de una
campaña política. Ello no es solamente una exigencia de justicia, sino una
cuestión sociológica de conveniencia nacional.
Y, además, también en esas comparsas de evidente primitividad, encon-
tramos su algo de arte, como dijo el excjuisito Jesús Castellanos. Y, ¿por que
hemos de perderlo cuando podemos transformarlo, mejorarlo, e incorpo-
rarlo, purificándolo, a nuestro folklore nacional? ¿Acaso no conservamos
otras costumbres tan salvajes, impuras e impurificables, de trascendentalis-
mo corruptor y antisocial, como la lotería y los gallos?Aun después de haber
demostrado una civilización activa capaz de borrar de nuestra vida social
estas costumbres legalizadas,aún creeríamos que otros hábitos inveterados
y poco cultos habrían de desaparecer de Cuba para poder justificar una
campaña de represión de esas supervivencias del infantil arte africano, libre
de prejuiciosy de condenaciones apriorísticas y p/esuntuosas.
24
La fiesta afrocubana
del Día de Reyes*
Huista la ley de abolición de la esclavitud, o sea hasta 1880, los"negros
afrocubanos, libres o esclavos, celebraban una fiesta, el 6 de enero de cada
año, que la iglesia católica consagra a la,Epifanía o a la Adoración de los
Reyes Magos, comúnmente,llamada Día de Reyes.
El Día de Reyes era de libre expansión para los africanosen Cuba, y a sus
clamorosas manifestaciones sumábanse los negros criollos con igual entu-
siasmo. Fue, sin duda, una de las más pintorescas escenas de la vida colonial,
que de antaño interesó el pincel de los artistas y la pluma de los escritores.
Por eso no es difícil darnos aún cuentade sus caracteres externos, acudiendo,
para conservar el sabor de la época, a su descripción por los contemporá-
neos.
Aquel día el África negra y ultratlántica con sus hijos, sus vestidos, sus
músicas, sus lenguajes y cantos, sus bailes y ceremonias, sus religiones e
instituciones políticas, se trasladaba a Cuba, principalmente a La Habana.
La esclavitud que fríamente separaba hijos y padres, maridos y mujeres,
hermanos y compatriotas, atenuaba aquel día su tiránico poderío y cada
negro se reunía en la calle, con lossuyos, con los de su tribu,con sus carabelas,
ufanamente trajeado con los atavíos ceremoniales e indumentariasde su
país, dando al aire sus monótonos y excitantes canturreos africanos, atur-
diendo con el ruido de sus atabales, campanas, tambores ydemás instrumen-
* Tomado del folleto del mismo título, publicado por la Dirección de Publicaciones del
Departamento de AsuntosCulturales del Ministerio de RelacionesExterioresde la República
de Cuba, La Habana, 1960. Edicionesanteriores bajo el título de La fiesta afrocubana del Día
de Reyes: Revista Bimestre Cubana, vol, XV, 1920. La Reforma Social, t. XVII, no. 4, 1920.
Archivos del Folklore Cubano, vol. I, no. 2, 192-1; nos. 3y 4, 1925. Imprenta El Siglo XX, 1925.
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tos primitivos y,sobre todo, gozando de la ilusión de la libertad, en una orgía
de ritos, baríes, música, cantos y aguardiente. Los artistas de la época nos
han dejado de la fiesta curiosos dibujos. (Véase Figura 2.)1
El pintor andaluz Landáluze, costumbrista, trató de pintar varias veces
ese mismo tema cubano. Véase la Figura 3, reproducción de uno de sus
cuadros, hoy en poder del arquitecto señor Evelio Govaníes (Habana).
Véanse algunos otros dibujos en la obra de F. Ortiz Los bailesy el teatro de
los negros en elfolklore de Cuba (La Habana, 1952)."
El literato cubano Ramón Meza nos ha dejado csia cabal descripción del
Día de Reyes.'
"Desde los primeros albores del día, oíase por todas partes el monótono
ritmo de aquellos grandes tambores, hechos de un tronco ahuecado y
cubiertos por un extremo con'un parche de cuero de buey que se templaba
al fuego. Los criados abandonaban !as casas muy de mañana, y de las fincas
cercanas a la población acudíanlas dotaciones: unas, atestandolos vagones
traseros del ferrocarril; otras, hacinadas en las carretas que conducían ios
enormes barriles de azúcar; y no pocos a pie. Todos corrían a incorporarse
a sus cabildos respectivos, que tenían por jefe, generalmente, al más anciano
de la tribu o nación a que pertenecían.
"Por dondequiera se formaba un gran corro. Los enormes tambores se
colocaban a un lado a guisa de batería. A horcajadas sobre ellos batían
incansables ios locadores con sus callosas manos, a ¡as cuales se ataban
esferas de metal o madera huecas llenas de granallas y rematadas por
plumas, el terso cuero de buey, agitando los hombros, crujiendo losdientes,
a medio cerrar los ojos, como embargados por fruición inefable. En el centro
del corro bailaban dos oires parejas, haciendo las más extravagantes con
torsiones, dando saltos, volteos y pasos, a compás del agitado riíino cíe ios
tambores. La agitación y ia alegría rayaban en frenesí. El cavilan, aqucí
conjunto de piel, huesos y nervios, aquella pobre arpa desvencijada, segura-
mente que recordaba ios días de su juventud, pues no tan sólo vociferaba
hasta enronquecer, sino que, entusiasmado,entraba a menudo a formar
parte del grupo de bailadores.El de ¡abanderóla la hacía llamear paseándola
sobre el grupo. Las abundantesplumas de pavo real que llevaban atadas a
la cabeza los bailadores, estremecidas por sus agües movimientos, brillaban
con tornasoles rncíálkos a h Suz que, sobre aquel abigarrado conjunto,
dejaba caer a ok n-.o ;1 arciiem ; sol. Les espejillos de los sombreros, ias
lentejuelas y los tisús de los trajes, las grandes argollas de pulido oro que
colgaban de las orejas de ébano, las alcancías que pasaban de rnano en mano
para-recibir de los espectadores el aguinaldo,los sableciHos. iodo destellaba
como para deslumhrar ia vista mientras el ¡"uido aturdía los oídos. Las
miradas chispeaban en aquellos rostros de pura raza etíope, ias bocas rojas
y de dientes blancos y agudos se abrían para dejar escapar salvajes gritos y
carcajadas. Los cencerros, cascabeles, tambores, fotutos, rayos, triángulos,
enormes marugas, acompañaban el vocerío que todo lo asordaba.
"A las doce del día la diversión llegaba a su apogeo. En las calles de
Mercaderes, Obispo y O'Reilly era una procesión no interrumpida de
diablitos. Todos se encaminaban a la Plaza de Armas. A poco lamuchedum-
bre colmaba aquel lugar y a duras penas podía transitarse per ios costados
del Palacio de Gobierno. Los espectadores invadíanlosbalcones, las aceras,
y se trepaban en las bases de las columnas, en las ventanas y en los balcones
de piedra que rodeaban la plaza. Las hileras de laureles con sus copas
enormes y de obscuro verde, los arbustos de !a plaza de hojas pintorreadas
y de flores varias, las esbeltas palmas que recortaban la silueta de sus
elegantes penachos sobre un cielo del mas puro y bello azul, los marineros
de todas las naciones que bajaban en grupo para presenciarmedio azorados
aquella exótica fiesta, los soldados que custodiabanlos edificios cercanos a
la plaza, las múltiples banderas que flameabancon el viento y los mil colores
con que adornaban sus trajes los negros, ofrecían, a la verdad, el más
pintoresco espectáculo. Los cabildos iban entrando por turno al patio del
Palacio, en cuyas bóvedas repercutía durante muchas horas el atronador
redoble de los tambores, los salvajes cantos y ¡os entusiastasvivas de los
africanos. Y mientras abajo extremaban sus habilidades los bailadores, el
capitán de cada cabildo, sombrero de picos bajo el brazo y bandaterciada
sobre el pecho; el abanderado, pendón al hombro, y el cajero cargado con su
alcancía de hojalata, subían las escaleras de! Palacio en medio del mayor
orden, y haciendo las más vivas demostraciones de adhesión, recibían, por
lo menos, media onza de oro de aguinaldo. Ese día se mostraba el Palacio
muy generoso. Por las ventanasque daban al patio llovían tabacos, medios,
reales y hasta escudos, sobre los cuales se precipitaban a disputárselos
ávidamente centenares de manos. Las negras viejas, más expresivas, o más
nerviosas, eran lasque con más fuerza agitabanen io altosus huecasmamgas,
metidas dentro de una red de cáñamo, y casi delirantes pedían a Dios que
guardase y conservase muchos años la salud,del eselcntísimo señó genera.
"Luego salían del Palacio para dejar espacio a otros e iban desfilando, en
perfecto orden, loscongos yluciimíes con sus grandes sombreros de plumas,
camisetas de rayas azulesypantalónde percal rojo; los araráscon sus mejillas
llenas de cicatrices de cortadurasyde hierrocandente, repletos de caracoles,
colmillos de perro y de caimán, cuentas de hueso y de vidrioensartadas y sus
bailadores metidos hasta la cintura en un gran rollete formado con un aro
cubierto de fibras vegetales; los mandingas, muy lujosos con sus anchos
pantalones, chaquetillas cortas y turbantes de género de seda azul o rosa, y
bordeados de marabú; y tantos otros, en fin, de nombre enrevesado y
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Filtra 3. "Ircmc" o diablito. Óleo de V. P. Ixi
caprichosos trajes que no estaban hechos enteramente a estilo de los de
África, sino reformados o modificados por la industria civilizada.
"Pero no todos los negros ingresaban en los cabildos, que los criollos, y
algunos de nación, lo tenían a menos. Y en vezde colgarse aquellos salvajes
adefesios, que constituíanlos trajes de sus paisanos, vestíanse por los figuri-
nes de París. La elegancia consistía en la exageración de la moda; por eso el
sexo débil tenía preferencia por las cintas, moños, flecos, grandes aretes,
vistosas mantas, profusión de sortijas, pulseras y contraste de colorines. En
e! sexo fuerte se traducía esta preferencia por el marcado propósito de
agrandar los cuellos, lucir rizada la pechera de la camisa, abultar la corbata
y escoger e¡ género de los pantalones y el chaleco con las pintas nías
señaladas. Otros vestíanse de marineros y a cuestas con un barco pequeño,
en vaivén continuo sobre un pedazo de arrugada lona pintada de verde y
blanco, que figuraba las olas espumosas del mar, iban repitiendo en ocasio-
nes más o menos aceptables, que les dieran el aguinaldo. Otros, inde-
pendientes, se vestían de minstrels y arrancaban la propina a fuerza de
payasadas. No pocos cargaban con una imagen de la Virgen de Regla o del
Cobre, la metían entre vidrieras, la encintaban, le colgaban unos cuantos
milagros e iban explotando en provecho propio la candida devoción de los
demás.
"En Sos barrios extremos y calles menos concurridas, campaban por sus
respetos los ñañigos cubiertos de un capuchón de burdo género, algo pare-
cido al de los sayones del Santo Oficio, pero tan grande y abultado que a su
lado las piernas y brazos sólo parecían simples apéndices. En el ñañigos se
extremó toda la grosera y bárbara imaginación de las tribus africanas.
Institución, signos, trajes, todo era en alto grado repugnante.Era de ver con
qué feroz entusiasmo seguían las masas de la clase más ínfima del pueblo,
sin distinción de edades, sexos ni razas, aquel ridículomadero emplumado,
símbolo que enarbolaba cada una de aquellas salvajes agrupaciones ahitas
de aguardiente y sangre de gallo, y que, según delataba la voz pública, tenía
por juramento una herida mortal en el pecho de cualquier humano. Las
demás tribus llamaban la atención por lo pintoresco y exóticode sus cantos,
trajes y bailes: en los ñañigos toda era feroz, sombrío, nauseabundo. La
horda repleta de navajas ypuñales, marchaba a paso lento, no agrupada, sino
apiñada, tras los bailadores, que no cesaban, en sus convulsiones chocantes,
de agitar el rimero de cencerros que llevaban de éstas, enemigas por lo
común, pues siempre se tenían declarada mutuaguerra, setrababa una lucha
en la que se herían y asesinaban feroz y cruelmente.
"A las dos de la tarde ya tenía que hacer la policía, representada por los
legendarios calador ysalvaguardia, para arrojar fuera del antiguo recinto de
la ciudad, más allá de las murallas, la numerosa turba."
30
Otras varias firmas han tratado en Cuba del Día de Reyes, pero siempre
en sentido descriptivo. De ellas entresacaré unos párrafos, los más expresi-
"El Día de Reyes todos los individuos de color, nombre que aplicamos a
los que no son blancos, están facultados para pedir su aguinaldo, bien en
particular, en tandas de cuatro o seis personas, o en cuadrillasmás numero-
sas, que llaman tangos, con tamboriles, fotutos y cantos diabólicos, que sin
duda han dado lugar a que se califique de diablitos a los que los emplean
para conseguir su objeto.
"Le? Dardos y mórcaos ^curve.-., y a'.giv;:-cy i'bv-js. c.:: :.n;js •^••..ü-o-ocpeya,
capataces de muelle, de cuadrilla o jornaleros por su cuenta, se presentan
de casaca ysombrero de pelo, aliasbomba,alfiler de pecho, gemelos de oro,
reloj y hasta caña de india y guantesde algodón,décima en mano, que les ha
costado una o dos pesetas, felicitando a cuantos caballeros encuentranal
paso, conózcanlo o no, y a las señoras, que por lo general se encierran para
librarse de impertinencias, y suelen dejarse ver en las ventanas o balcones,
para divertirsecon los mamarrachos, sus saltos, bailes y carreras.
"Con las tales décimas suelen ganar algunos reales, que les dan tanto los
que los conocen o los que se han valido de sus servicios, como las personas
de buen humor o a quienes hace gracia el porte obligado, ias escenas
dramáticas que a veces representan a su insistencia.
"En tandas o cortas partidas recorren la ciudad las mulatas o negras más
elegantes, en númerode cuatroo seis a losumo,con /ñañigas o sonajas: güiros
o cascabeles, o cantando a secas, sin ton ni son y con una monotonía
exasperante unas tonadas chillonas que penetran hasta lo más retirado de
las habitaciones. No deja de ser curioso examinar sus vestidos: casi todas lo
llevan de raso, tul o muselina, con cintas,mediasy zapatos de seda (este año
probablemente ostentarán sus mulacoes, adornos de cabeza, quillas, dobles
faldas y quién sabe cuántomás), buenas prendas, abanico, pañuelo, bandas,
flores y coronas, y algunas se precavende los molestos rayos de) sol con sus
sombrillas; a mediodía e! calor y el cansancio suelen descomponer su esme-
rada toilette, y algunas no pueden resistir el calzado, que procuran aligerar.
"Estas tandas con susmodisturas, sus cantos ysusbailes especiales, en los
cuales no se introduce el otro sexo, tienen mejor acogida y más positivo
resultado, permitiéndose en muchas casas que entren a bailar en el comedor
o en el patio por espacio de diez minutos en cambio de un real o peseta que
después dividen o gastan en alguna confitería o puesto de dulce ambulante,
a que dan preferencia porque les venden mayorcantidad.
"Los tangos o cuadrillas son las más temibles, por su ruido tronador, por
los saltos y asaltos de los diablitos que las capitanean y por que ocupan la
calle de una a otra acera, obstruyendo el paso, y privando a los transeúntes
31
hasta el derecho a la acera, que ocupan por lo regular con su comitiva,
tamboriles y acompañantes. Estos tangos generalmente los forma el sexo
fuerte sin cuidarse muchode la elegancia del vestido, pues por lo común son
saltimbanquis y gimnásticos que se entretienen en evoluciones, carreras,
contorsiones, movimientos grotescos, suertes enzancos,bailar rueda de gran
diámetro y otras faenas por este estilo. Así es que unos se visten de indios
con plumas, cascabeles, collares de maní o de hormillas de botones; otros se
pintorretean la cara, los brazos, el pecho ylas piernas, yendo descalzos para
tener mayor agilidad; otros se adornan con cintas, flores, gorras de raso,
capitas cortas a lo trovador, pantalón galoneado de oro, zapatos de charol o
de seda, de corte bajo.
"El acompañamiento, además de los fotutos, tamboriles,güiros,botijas y
otros instrumentos rústicos, lleva banderas, estandartes, bandas los capata-
ces, que son los recaudadores tesoreros, sobre la casaca y el pantalón,
distintivo de su cargo.
"Fácil es comprender por la simple vista cómo quedarán los cuerpos de
esos individuosal cabo de doce horas de continuo ejercicio, tan violento que
muchos no pueden continuarlo por la tarde. Pero al fin, ellos sacan su
utilidad y se divierten a su modo aunque sea un solo día en el año."
Otro escritor, P. Riesgo, dice lo que sigue:5
"Grupos numerososde negrosynegrascruzanpor la gran ciudad en todas
direcciones, al son de sus tamboras,vestidos ridiculamente,adornados con
profusión de cintas, cuentas de vidrio, espejos, plumasviejas y pedazos de
telas de todos colores. En medio de cada uno de estos grupos lleva uno de
sus amigos, de colosal estatura, cubierta la cara con un pañuelo, o bien
pintada de blanco y encarnado, lo que le da un aspecto risible y en extremo
ridículo. Este hombre lleva pendiente de la cintura un arco cubierto de
estopa y adornado con cintas, formando una especie de sayuelas que le
cubren hasta la rodilla, la que mueve violentamente cada vez que baila
delante de las ventanas o balcones de sus amos o de los amos de susamigos
y acompañantes. Cuando concluyen sus bailes, un negro viejo solicita la
acostumbrada ofrenda, ylasniñas oniños que han gustado la danza africana,
y que se han reído con los saltos y visajes de sus esclavos, dejan caer sobre
el sombrero del negro la dádiva solicitada.
"Y en medio de esta especie de algazara, de este desencadenamiento, no
se altera ni un segundo la públicatranquilidad, no sucede una sola desgracia,
no se olvida cada cual de su respectivo deber. Las sombras de la noche
empiezan a cubrir la tierra y los grandes grupos de negros se disuelven
tranquilamente, retirándose a las casas de sus amos para descansar detanta
agitación, para contar a los compañeros que no han salido, las ocurrencias
del día, los sucesos acaecidos en la celebración de su gran fiesta."
De Pérez Zamora son estos párrafos:
"Innumerables grupos de comparsas de negros africanos recorren todas
las calles de la capital: la turba es inmensa: su aspecto horroriza... El ruido
que forman los tambores, los cuernos y los pitos aturde por doquiera los
oídos del transeúnte: aquí se ve un falso rey lucumí en medio de su negra
falanje: allíunganga; allá otro de nación carabalí, etcétera, etc., ytodos ellos
soberanos de un día, cantan con monótonoydesagradable sonidoenlengua-
je africano, las memorias de sus pueblos: y centenares de voces, chillonas
unas, roncas las otras, y todas salvajes, responden en coro al rey etíope,
formando un diabólico concierto difícil de describir. ¿Veis más allá, en los
grupos que acabamos de mencionar, otros no menos alborotadores, cuyos
individuos danzan como fantasmas de la noche o como sombras del averno,
chillando, gesticulando,moviéndoseacompasadamente al ruido de lostam-
bores yde lospitos en torno de una negra a quien han proclamado soberana?
Pues bien, todos son hijos de la abrasada Etiopía, que celebran con frenesí
el 6 de enero en la capitalde Cuba; todos conmemoran las tradicionesde su
patria; y, ai conmemorarlas cada año, todo esclavo es allí libre... ¡pero por
un solo día!
"Los reyes negros tienen por vestidura una piel de carnero con cola; el
rostro lo llevan matizadode colores vivos que les dan un aspecto aterrador;
algunos empuñan en sus manos un gran báculo; otros se levantan sobre
zancos como gigantes, paseando así las calles de la ciudad con sus cohortes,
y unos y otros lanzan al aire espantosos gritos, semejantes a los ladridos de
grandes mastines, o bien al rugido de los leones en los bosques.
"Y todos medio desnudos, reyes y subditos, forman en diferentesgrupos
el cuadro más repugnante que se puede presentar a la vista del hombre
civilizado. Y unostocan los desacordes instrumentos de que ya hemos hecho
mención arriba, para herir nuestros oídos, y otros danzan estrepitosamente
como condenados, haciendo con sus cuerpos diferentes contorsiones que
ofenden nuestras miradas.
"Los negros de Cuba no tienen en todo el año otras horas de más alegría
que las del día de los Santos Reyes;se derraman en todas direcciones, como
una negra nube por la ciudad: desde por la mañana desaparece el sirviente
esclavo como por encanto de la casa de su señor; el que ha logrado rescatar
su libertad, toma también parte en el entusiasmo, en el frenesí general; y
todos, en fin, roban al duro yugo de su suerte aquellos momentos de locura.
Porque el hombre en todos los países, en todas las condiciones de la vida, en
todos los estados, en todas las edades, necesita de cierto lenitivo para
fortalecer el espíritu a fin de sobrellevar las amarguras de la existencia; y
vano es pretender ahogar para siempre los placeres y los goces que el alma
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pide, porque eso sería querer encerrar en vida en un ataúd al pobre corazón
humano.
"El Día deReyes enLa Habana esnecesario tener continuamente abierto
el bolsillo, caros lectores. ¿Y sabéis para qué? -Para regalar... Si vais a un
café, si os sentáis a descansar en el canapé de algún pasco público, sientráis
en alguna casa amiga, o bien de persona que no conocéis, por todas partes
os veréis acosados por negros y negritos de ambos sexos que os salen al
encuentro, pidiendo con importuna insistencia el popular aguinaldo. -'¡El
aguinaldo!, iel aguinaldo!' He ahí la voz que sonará incesantemente en
vuestros oídos; he ahí la sacrosanta palabra que se ha de oír perennemente,
tanto en el retiro de los gabinetes como en ias plazas y en las calles.
"Y la algazara de una muchedumbre üena de expansión de libertad de
vida, va llenando los espacios como una nube... y la alegría y la locura se
desbordan como torrentes alentadas con el vino, con el aguardiente y los
licores; ymientras los esclavos en la ciudad están gozando al aire libre de sus
placeres, los grandes señores huyen a los campos como golondrinas para
pasar encerrados en sus fincas con sus familias, o bien en compañía de sus
amigos, un día de tranquilidadde quietud, de completa calma.
"Los negros tienen en La Habana sus cabildos o congregaciones, y todos
los individuosque pertenecen a una misma tribu proclamanentre los negros
de su misma nación una superiora a quien dan el nombre de maestra. La
maestra representa entre ellos un papel importante, y todos los miembros
de cada una de las respectivas congregaciones le dan mensualmenie para
fondo de aquella especie de sociedad, un medio sencillo, moneda que
equivale a un real de vellón.
"Las maestras son las reinas que salen en triunfo el 6 de enero rodeadas
de un séquito compuesto de gente de sus respectivas tribus. El aspecto
salvaje de todos aquellos rostros, las pieles que usan muchos por vestimenta,
el variado color de las sombrillas y de los vestidos de las negras ya medio
civilizadas, he ahí los tonos que resultan más en el cuadro, y que llama por
un momento la atención del viajero y de todo aquel que pasa por primera
vez un Día de Reyes en La Habana.
"Entre los negros es el baile un verdadero delirio; así los hombres y las
mujeres de esa raza desgraciada no cesan de danzar en el citado día, a usanza
de su tierra natal."
El periodista A. de García escribía en El Faro Industrial de la Habana (6
de enero de 1842) lo siguiente:
"...en este día no sólo tenemos que admirar ese conjuntoestraordinario,
sino que tenemos que ver yvemos con estos ojos que ha de comerse la tief ra,
los tangos de diablitos que recorren la población durante el día á caza de
aguinaldos, tipos originalísimos que arriba ofrecemos á nuestros lectores.
por creer débil e! lenguaje para espresar la estravagancia que de sí arrojan.
"Vosotros, lectores de mí ánima, que veis los originales de esta copia, no
me dejaréis mentir: vosotros que contempláis esos rostros marisalados con
mi!colores, esos ademanes hiperbólicos, esos trages, más estravagantes que
la más exagerada idea de la mayor estravagancia y esos instrumentos sin
iguales: que los oís, y á esa vocería ahulladora é inarmónica, á cuyo eco
ejecutan sus singulares danzas,.y que admiráis a! mismo tiempo la risible
gravedad con que los cabildos practican sus ceremonias, llevando ai frente
susestandartesbenditos; el viso de religiosa solemnidad que dan áesos actos
profanos, y el lujo de las negras de nación asociado a la vestimenta estram-
bótica de sus camaradas y diablitos."
Un año después publicábanse en el mismo periódico habanero estos
párrafos firmados por Escolástico Gallardo, refiriéndose a un grabado:
"...¿y qué me dicen ustedes de! negrito bobo, Canga Cajú, que ocupa el
primer lugar de la derecha? ¿No se os antoja que estáis mirándole bailarel
ó, ñaña-ó con aquellas contorsiones scmi lúbricas y semi frenéticas, que
vuelven la cabeza á una inmensa muchedumbre de negritos haraposos que
se agitan á par suyoimitándole los movimientos, yacompañando con inferna]
y discordante coro eí canto monótono y salvage con que él compasa sus
meneos? Y dónde dejamos al Brichi descomunal que disfrazado con los
arreos grotescos de Diabliío, se ofrece ávuestras miradas,plantado en medio
del cuadro y en primer término, e! pie derecho en alto, entreambas manos
en la cintura, y en ademán imponente, mirando de hito en hito á una negra
ñaca, de cara tan inclasificable."
Esta fiesta de la Epifanía afrocubana, como era natural, llamó la atención
de los viajeros que la presenciaron, y algunos la recogieron en sus notas,
-como Wurdiman, Beauvaliet, Marmicr y otros.
Beauvallet describe el rey de un cabildo, observando e! Día de Reyes de
1856 en La Habana: "Llevaba una muyapropiada vestimenta real de la Edad
Media, un túnico rojo de terciopelo con una magnífica corona de papel
dorado. Este negro, que era enormemente alto y de buena presencia, daba
su mano con toda gravedad a una negra, que representaba una reina.
Caminaba con paso deliberadamente majestuoso, nunca reía y parecía
reflexionar profundamente acerca de la grandiosidad de su misión en este
mundo."
"Hay negros -dice Marmier en su obra Letíres surl'Amérique, citada en
un valioso estudio de Luciano de Acevedo- que llevan sobre la cabeza un
castillo de plumas, un bosque de ramos de flores artificiales.Los hay cuya
cara y el cuello están cubiertos de una careta espesa, distinguiéndose detrás
de ella el movimiento de los brillantes ojos; hay otros que se han esforzado
por dar a su cara la apariencia de un avede presa o de una fiera; gran número
de ellos están desnudos hasta la cintura, tatuados o pintados en las mejillas,
en los hombros o en el pecho; éstos con rayas amarillas,aquéllos con rayas
blancas. Algunos que no se consideran bastante negros, se han llenado el
cuerpo de rayas hechas con betún. Las mujeres van cubiertas con trajes de
colores brillantes, una flor en la cabeza, un tabaco en la boca., una capa de
pintura roja, verde o blanca en la cara."
Léase, por fin, esta descripción en verso:8
Si a estepueblo un extranjero
Fuese hoy el día primero
Que lo pudiera estudiar,
En eljuicio quefonnase,
De lo que en él obsédase,
Se habría de equivocar.
Pues hoy la gente africana
Corre por toda La Habana
Dando gritos de placer,
Y entona cantos salvajes,
Grita, ríe, hace visajes,
Sin cesar en su correr.
De liañna el rostro embarrado,
Risiblemente adornado
Con cinta, estopa y papel;
Un negro alto, corpulento,
Baila mirando contento
A los que hay en tomo de él.
Negras, negros que se ríen,
Se pavonean, seengríen,
Dando vueltas en redor.
Vestidos de relumbrones,
Haciendo mil contorsiones
A los golpes del tambor.
36
Y cuando la danza acaba,
Prosigue la genteesclava
Su paseoy su gritar;
Y si las calles transitan,
Donde sus amos habitan,
Vuelven de nuevo a bailar.
Y vuelve la gritería,
Los cantos, la algarabía,
Con un estruendo infernal,
Se mueven furiosamente,
El sudor baña su frente,
Parecen genios del mal.
Se ve en los zancos elevado
El diablito engalanado
Cual un feo mascarón
Para él la calle espoco,
Se agita, se vuelve loco
Bramando como un león.
Mordíanse luegoy repiten
Sus bailes, si los permiten,
De una u otra reja alpie,
Y de tan loca alegría
A cualquier hora del día » • •• •
El mismo cuadro se ve.
Tales descripciones dan una idea general de lo que debió de ser el Día
de Reyes habanero. Pero, convengamos en que todas ellas carecen de
observaciones analíticas, minuciosas y metódicas; no distinguen, por ejem-
plo, vestimentas, bailes y cantos de una nación y otra; y presentan un cuadro
abigarrado de conjunto, con muchos rasgos borrosos. Hoy día, naturalmen-
te, la distancia hace aún más confusos losperfiles.
El Día de Reyes se celebraba en todas las grandes poblaciones de Cuba,
aunque, naturalmente, no con la concurrencia que en la capital. Un autor
anglosajón se refería así, en 1844, al Día de Reyes en Güines (provincia de
37
La Habana): "Ese día se concede casi ilimitada libertad a los negros. Cada
tribu, después de elegir a su rey y a su reina, recorre las calles con una
bandera que ostenta pintados el nombre de la tribu y las palabras ¿Viva
Isabel!,'1 con el escudo de España. Sus majestades van vestidas con todas las
exigencias de >u moda y muy ceremoniosamente escoltadas por las damas y
caballeros negros de su corte. Una de las damas lleva un quitasol que cubre
la cabeza de la reina."'"Tresnaciones concurrían en Güines a laparada, que
parecía presidida por un negro atlético en traje fantástico, quien ejecutaba
una danza salvaje y todo género de contorsiones, es decir, el diabüto.
En Matanzas ocurría lo mismo, como puede ver eí lector en las recién
publicadas "Memorias de Lola María".1 Y así en'otras ciudades.
No solamente el Día de Reyes fue ocasión de fiestas callejeras de los
cabildos, si bien en los años últimos de esos festejos sí se limitaron a tal día,
Anteriormente, durante e! sigio xvín y comienzos del XIX, el día 8 de
septiembre acudían los cabildos a la ermita, hoy parroquia, de, Monserrate.
Rosaínz, en su artículo (1881) sobre dicha iglesia, escribía:
"También protegió este ermita la clase de color. Con sus cabildos de
araráes, lucuniíes, congos, cíe., y banderas desplegadas concurrían a ella eí
día de Nuestra Señora de Regla, vistiendolos más de los negros en trajes de
etiqueta, con anchas bandas de raso los capataces o reyes de cabildo, y
bastones, algunos de éstos de costo, de gruesa madera de India: los más con
puño de plata. Las damas etiópicas vestían con lujo y elegancia, luciendo
grandes quitasoles y costosas sombrillas." (Véase Figura 4.) Los amos
prestaban esas vestimentas,
En la descripción que del carnaval haitiano hace Texier12 puede verse
todavía una notable semejanza con la antigua saturnal afrocubana.
Como se ve, con sus asociaciones o cabildos trataban los negros de hacer
revivir en Cuba la vidade su patriaen lo que ofrecía más relieve, ycuyo olvido
para la psiquis infantil del negro era imposible, íntima relación con el Día
de Reyes tuvieron los cabildos afrocubanos. y tienen todavía las comparsas
carnavalescas que aún recorren las calles de los barrios pobres de La
Habana; pero su estudio queda para otro lugar.13
Aún hoy, cuando han transcurridomuchos años sin que eí Día de Reyes
sea consagrado a las bacanales negras, he visto animarse infantilmente el
rostro de algunavieja africana al hablarle del Día de Reyes, yhastaintentar,
con esa aguda emotividad que les es característica, algunos pasos del tango
o baile cié su nación, sugestionada por mi evocación, que la hacía retroceder
a unos días felices de los pocos que en su vida habían dejado recuerdo de
alegría, y cantando con voz gangosa:
38
¡Reina del cabildo.'...
¡Ueleléa!"
¿Cuál fue el origen de la fiesta del Día de Reyes?
Dicho sea en sentido general, el Día de Reyes es uno de los días del año
más folklóricos,de más tradiciones y más extendida observancia. Entre los
cristianos está consagrado a los tres magos que, según la leyenda, adoraron
en Belén al recién nacido Mesías, quienes por suponerse de regio linaje
suelen ser llamados los Reyes Magos y figurados con sendas coronas y
mantos reales de terciopelo y armiño. En algunos pueblos se le llama el
Doceno Día, porque en el concluyenlos antiguos doce días festivos que se
iniciaban con la Navidad del Señor o, más bien, con el solsticio de invierno,
el 25 de diciembre.14
En Cuba no podía pasar inobservada tal solemnidad universal; pero los
folkloristas e historiadorescubanos no han podido todavía relacionarlacon
las tradiciones de todos los pueblos al explicar su origen y significado.
En un articulejo publicadoen El Museo (7 de enero de 1883) se dice que
la fiesta de Reyes obedecía a que los cabildos tenían un rey y una reina
electivos. Tal opinión me parece infantil.
Verbalmente se me ha dicho que los negros festejaban al rey mago
Melchor, santo que por ser al parecer de su raza, habían adoptado como su
patrono celestial. Algún fundamento pudiera tener esta opinión, teniendo
en cuenta que aún hoy existenen Cuba variasasociaciones de negros bajo la
advocación de dicho santo, como la que lleva por título "Congos Reales del
Santo Rey Melchor". Sin embargo, no pasa de ser una suposición sin base
sólida. Esto aparte, no hay constancia alguna del número ni de los nombres
de esos mitológicos tres Reyes Magos. Ei Evangelio de San Mateo, único
que se refiere a tales magos, nada expresa. En los países de la llamada
cristiandad hay una confusión en eso. En unos el rey negro es Melchor, en
otros es Baltasar o Gaspar. Además, el rey negro es pura innovación folkló-
rica, sin fundamento histórico. El rey negro sólo comienza a aparecer en la
historia en las imágenes del siglo XV, cuando los negros africanosfueron de
nuevo reintroducidos en gran número como esclavos en los pueblos- cristia-
nos, como consecuencia de los descubrimientosy tropelías de los cristianos
de Europa contra los negros de África, a quienes sometieron a servidumbre
en gran número.
Con las tres "razas" de los Reyes Magos se quiso simbolizar las de todo
el mundo,blanca, amarillayafricana.
Con la "raza" de los Reyes Magos pasó como con sus edades: uno viejoy
de blanca barba, otro en su plena hombría y barbinegro, y otro joven y
lampino. Como ocurrió en el cubano folklore de "los tres Juanes" de la
39
¡•'igíira 4. Rey del cabildo en el Día de Reyes. De A. Gaiindo (detalle).
legendaria canoa de losmarineros a quienes se apareció laVirgen del Cobre:
uno blanco y anciano, otro indio yjoven, y un tercero, negrito y mozalbete.
Bachiller yMorales confiesa15 que no pudo averiguar el origen de la fiesta
de referencia,suponiendo que los negros al ver pedir el aguinaldo a la tropa
el Día de Reyes con pitos, tambores y cornetas, la imitaron. Pero ¿por qué
fue tal imitación? ¿Poi qué las autoridades la toleraron hasta llegar a ser en
La Habana una fiesta anual arraigadísima? Parece posible deducirlo de lo
que escribe el propio Bachillery Morales.
"A los días de los Santos Reyes desde tiempo inmemorial, ofrecían en las
colonias de España en Indias la ocasión de que se tributarana los virreyesy
jefes españoles los respetos y consideraciones atribuidasa la majestad que
representaban en Indias."16 Dice asimismo que la tropa ese día pedía el
aguinaldo, como es costumbre darlo a los niños diciéndolcs que los Reyes
leshan traído losregalos. El mismoautor en un artículoya citado1 dice: ''Los
esclavos del rcy,w que eran muchos en toda la América, acudían a pedir el
aguinaldo alrepresentante de su amo." Este último párrafoes suficiente para
explicar el origen de la fiesta. Con el tiempo acudirían a ella los demás
esclavos, solicitados quizá por los mismos gobernadores que encontraban
así un modo de sostener una fiesta popular y captarse las simpatías de los
esclavos en general, de cuyaadhesión no se estuvo nunca muy seguro, según
ya se ha dicho. Prueba el origen expuesto de la fiesta de referencia la
prohibición posterior de que formasen cabildos y asistieran a Palacio en
busca del aguinaldo los negros que no eran de nación, es decir, de África.
Pero también iban a Palacio los negros libres, si eran negros de nación, y
asistían con sus cabildos porque éstos fueron su representación social orga-
nizada., como sus reyes o capataces, o dicho en otros términos,desde ese
punto de vista,como sus cónsules. Al leer el estudio dedicado a los cabildos
se comprenderá mejor esta idea.
Por otra parte, también los esclavos de otros países americanos celebra-
ban su fiesta el día del reparto de aguinaldos por sus amos. Así, según
Bachiller y Morales, la bacanal negra sucedía en las colonias inglesas al día
de Natividad19 y el de Año Nuevo. Véase, además, lo que escribe referente
a dicha fiesta en Santiagode Chile.
Tiene, sin duda, relación con lo anterior lo que dice Torquemada: "En
1609 hubo en México un alboroto yrumorde alzamientode negros, diciendo
que la noche de Reyes se habíanjuntado muchos de ellos y elegido Rey (...)
averiguada la verdad se halló ser todo cosa de negros (...) y pues en ello no
hubo nada, no quiero referir las muchas beberías que dicen pasaron entre
ellos aquella noche.""0
En la Antillainglesade St. Kitts, los negros desde Nochebuena hasta Año
Nuevo bailan todos los días en la calle, ataviados con máscaras y trajes
41
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LOS CABILDOS EN CUBA Y LA ACTUALIDAD

  • 1. Los cabildosafrocubanos* Vaarias veces he tratado ya incidentalmente, en mis obras, de los cabildos africanos, que en el Día de Reyes lograban su más solemne exteriorización. La vozcabildo es de uso todavía frecuenteen nuestra habla común, yaunque extinguidas ya esas institucionesnegras, por las supervivencias de algunos de sus rasgos siguen recordándose a menudo. Trataré ahora concretamente de tales cabildos. Los negros procedentes de una misma tribu constituyeron en cada ciudad una asociación así llamada, quizá por analogía con la corporaciónmunicipal, que entonces recibía ese nombre. Pichardo en su Diccionario dice así, explicando lo que era un cabildo: "Reunión de negros y negras bozales en casas destinadas al efecto los días festivos, en que tocan sus atabales o tambores y demás instrumentos nacionales, cantan y bailan en confusión y desorden con un ritmo infernal y eterno, sin intermisión. Reúnen fondos y forman una especie de sociedad de pura diversión y socorro, con su caja, Capataz, Mayordomo, Rey, Reinas..." Fuera de La Habana se llamaban también sociedades reinados, según Pichardo "para aquellas fiestas en que hace de reina una negra, que sentada en su alto trono y acompañada de sus oficiales, presencia y preside el baile continuoy tocatas de sus subditos". Cada cabildo, repito, lo formaban los compatriotas africanos de una misma nación. El cabildo era algo así como el capítulo, consejo o cámara que ostentaba la representación de todos los negros de un mismo origen. Un * Tomado del folíelo del mismo título, Imprenta y Papelería "La Universal", La Habana, 1921. Este folleto es, a su vez, un extracto de Revista Bimestre Cubana, vol XVI, no. 1, enero-febrero de 1921.
  • 2. magnate esclavizado, cuando no el mismojefe de la tribu, pero generalmente el más anciano, eia el rcv de! cabildo, quien allá en su país recibía otro nombre y a quien eu castellano se le daba el de capataz o capitán', nombre e! primero tomado del jefe del trabajo a que estaban sometido los negros, y el segundo, prestado por la jerarquía militar a que tan aficionados eran aque- llos; y en uno y otro caso derivados, como también cabildo, de caput, "cabeza". El rey disfrutabade considerable poder dentro del corto radio de acción que le dejaba libre el poder social de los blancos. Durante el año era el que custodiaba los fondos de la sociedad y el que imponía multas a sus subditos. La reina ocupaba el rango inmediato. Algunos otros cargos exis- tían, no todos bien definidos, de carácter ceremonial, de los cuales era muy codiciado el de abanderado, cargo creado cuando íue admilida la bandera como simbólica del cabildo. Al segundo jefe solía llamársele nwvor de plaza, título tomado del ejército. Dice Ramón Meza:" "Sacerdote del culto idólatra que profesaban las tribus era el rey o capataz''; no obstante, creo más verosímil ¡a división de los poderes sacerdotal y rea! en las autoridades de los cabildos, como es común en los pueblos de donde procedían los asociados. Confirma, a mi juicio, esta hipótesis el hecho de que los reyes de los cabildos se engalanasen con prendas de vestir y atavíos de los blancos: galoneadas casacas, almido- nadas camisas, enormes corbatas, flamantessombreros de dos picos, anchas y chillonasbandas cruzadas sobre el pecho, condecoraciones, espada al cini o y gran bastón con puño de plata,símbolo de su autoridad. Aún nos recuerdan su figura dibujos de Landaluze. Todos estos adornos, lomados principal- mente de! ejército español, sin que ostentasen ni un solo atavíodel carácter religioso (amuleto,collar, etc.). No quiero decir, sin embargo, que el fcíichc- ro africano no tomara parte en esas saturnalesnegras: al contrario, su papel era el más importante, el que más impresionaba al espectador por sus vestidos gcnuinamente africanos, sus danzas, cabriolas, etc. Me refiero a los llamados por el vulgo diablilos. En otro lugar más oportuno insistiré con detalles acerca de esta hipótesis; excuso, por tanto, extenderme aquí en una digresión. El Día de Reyes, el rey congo vestía casaca y pantalones, sombrero de dos puntas, bastón borlado, etc. Todos esos atribuios de origen europeo y, además, un manto real y un cetro, eran propios del rey congo africano, recibidos en obsequio del rey de Portugal,en 1888.' Desde los tiempos de la colonización alricana los reyes congos gastaban de vestir la indumentaria de losgrandes magnates blancos, como signo de su poderío: coronas, sombreros militares ymarinos, y hasta de copa (!), uniformes de todas clases, escopetas, sables, paraguas, etcétera.
  • 3. Bien se explica, pues, la estima y respeto que el rey o capataz merecía de sus subditos; era el vínculo político que ios unía legahnente a la sociedad de los blancos. Extraños aún a nuestra civilización, el rey era acreditado ante el Capitán General como embajador de su colonia, mejor dicho, de la respec- tiva nación africana. Su muerte era un acontecimientosocial, y hasta se guardaba cierta cronología en la denominación de esos monarcas electivos. Bacardf nos habla de la muerteen 1848 del rey congo José Trinidad XXXV, en Santiago de Cuba; se le hi/.o un solemne entierro. Y a menudo, aun hoy, con relativa frecuencia la prensa da cuenta en provincias de la muerte de algún reyezuelo." Un viejo congo me da los siguientes datos acerca de la elección del rey del cabildo. La elección se hacía el Día de Reyes yrecaía en un congo que tuviera talento (entú). La elección del rey (salí) se hacía por cuatro años en una junta celebrada después de tres días de vela y ceremonias a San Antonio,' al cual le daban comida. Escribían un signo correspondiente a cada candidato en sendos papeles, los metían en un güiro hueco, y a la suerte salía el favorecido, cuya designación se recibía con aplausos, ruido de cencerros y gritos repe- tidos de muí...i UUU..Í. El rey no era reelcgible. Además, designaban un rey suplente que se llamabaisiint, o sea, "chiqui- to". Según este congo, los negros lucumís no tenían rey. El capataz o rey era responsable ante las autoridades por las faltas que cometían sus subordinados. Sabemos, por ejemplo, que en 1813 seimpusie- ron multas a tres capataces de cabildo por haber éstos hecho candeladas en la calle.8 Las mujeres formaban parte de los cabildos, como se ha visto, y aun en las sociedades que hoy día sobreviven siguen ocupando cargos directivos. Y así sucedió en otras colonias'de América. José M. Ots de Capdequí,9 en su muy erudito trabajo sobre los "Derechos de la mujer en la legislación de Indias", dice: "Cuando en el sigloxvill se concedió el derecho de asociación a los esclavos,'°jugaron en las cofradías que aquellos formaron un papel muy interesante las mujeres. A efecto,-considcramos oportuno reproducir lo que dice el Sr. Palma en una de sus Tradiciones peruanas: 'En el siglo xvm se permitió a los esclavos que se asociasen según sus nacionalidades en cofra- días. Estas cofradías, formadas por tribus, llegaron muchas de ellas a tener situación holgada. Y tenían por reina a una negra libre y rica. En el día de la procesión de su patrona, que era muy solemne, salía la reina con traje de raso blanco, cubierto de finísimas blondas valencianas, banda bordada de piedras preciosas, cinturóny cetro de oro, arracadas y gargantilla de perlas. Cada reina lleva a su corte, de esclavas jóvenes, mimadas por sus aristocrá- ticas señoras y a las que alhajaban lujosamente. Luego seguía el populacho
  • 4. de ia tribu con cirio en mano las mujeres ylos hombres tocando instrumentos africanos'."11 Veamos cuál pudo ser el origen de tales cabildos afrocubanos. Con segun- dad no surgieron espontáneamente en Cuba. Bien puede hoyasegurarse que los cabildos de africanos se remontan al sigloXIV, más de cien años antes del descubrimiento de América. De los cabildos afrocubanos, así como de sus capataces, pueden encon- trarse indubitados y muy antiguos antecedentes históricos en Sevilla, según vemos en las crónicas de Ortiz de Zúñiga, el cual se refiere a los bailes y fiestas de los esclavos africanosen la capital andaluzadurante el reinado de Don Enrique III (o sea 1390), y a la instituciónde un mayoral entre ellos para jefe y juez de todos, con el que s.; entendían las autoridades,1' al igual que con el capataz de los cabildos habaneros. Allá en Sevilla tuvierony tienen aún cofradía hasta los gitanos, ra2:a ésta que, aun cuando en Andalucía está más soldada a la blanca que en otros países, y en más íntima y permanente relación con la dominante, todavía se puede estudiar en sus rasgos y costumbres para descubrir algo de io que debió ser en los siglos XV a XVlil la posición social de los negros sevillanos, con los que compartieron, si no todas sus persecuciones, sí muchos de los menosprecios de que lueron víctimas. Gitanos y negros tuvieron en Sevilla cosas comunes por la análoga inferioridad social que hallaron, por su exótico lenguaje y costumbres, su color,13 sus supersticiones contagiosas, sus agru- paciones tribales, etcétera. No se extrañe, pues, que los blancos los organi- zaran también en cofradías y cabildos14}' que a losjefes délas tribusgitanas, como a los de núcleos de nación, les llamaran rey o capitán'5 y que ambos eligiesen rey y reina.16 La organización social del cabildo afrocubano, así como sus reyes y capitanes, fue la que España dio y reconoció en su propio suelo a los inmigrados extranjeros, especialmente a los de naciones incultas y someti- das. No fue, pues, invención caprichosa de nuestras autoridades coloniales el capataz de los africanos, sino importaciónsevillana, muyacertada institución española, a manera de cónsul de los extranjeros, que servía de lazo político con los importados africanos. Él cabildo, vocablo usado ya en la traducción al romance del Fuero Juzgo, tanto quiere decir como: "ayuntamiento de hombres que viven en un orde- namiento"; y de tales voces cabildo y ayuntamiento, aunque arcaicas, la segunda aún la conservamos elegantemente en la nomenclatura de nuestras instituciones municipales, como se mantienela primera más propiamente en
  • 5. las instituciones eclesiásticas; y aun solemos usar por tradición la expresión cabiido municipal, como sinónimo de ayuntamiento, que es la cámara legis- lativa o deliberante de nuestro actual principio. La voz cabildo se usaba en España, en la época de la colonización, aplicada a las reuniones ojuntas de las cofradías religiosas.16 Y allí en Sevilla hubo cabildos de negros, porque hubo cofradías de negros, muy notables19 y desde antiguo. Y la hubo también de losmulatos en la calle de Mulatos, donde había una capilla de la cofradía/0 que dio nombre a la calle. Es muy probable que, puesto que fueron bastante anteriores al descubrimiento de las Indias, los negros en Sevilla, sus cofradías o cabildos les fuesen impuestas por las autoridades, como les era obligatorio organizarse en cofradías a todos los gremios sevillanos, desde los tiempos del rey don Alfonso el Sabio, quien "queriendo dar orden a las cosas civiles y eclesiásticas de Sevilla, dividió a sus moradores en gremios y clases, y quiso que entre sí fundasen hermanda- des ycofradías, tomando cada gremio algúnSanto por especial patrono, cuya capilla sirviere a sus juntas o cabildos"." Esta organización gremial hispa- lense subsistió algún tiempo después de pasada la Edad Media; y segura- mente losnegros, esclavos o no, tuvieronen Sevilla,donde tantos hubo,22 que amoldarse a esa disposición soberana y formar su cofradía religiosayen ella tener sus cabildos; aparte del natural deseo de ellos de aprovecharse de las ventajas de los cabildos o cofradías, no exclusivamente de carácter religio- so.23 Y de Sevilla vinieron los cabildos y cofradías negras a las Indias, repro- duciéndose la organización metropolitanadonde hubo gran núcleo de afri-• canos." Muy común fue además en ambas Castillas y ¡as tierras a ellas sometidas la existencia de cofradías, cabildos o hermandades, contra cuyo abuso hubo de luchar repetidas veces la autoridad real Don Enrique IV en 1462, como don Carlos I en 1534, restringieronla libre asociación en hermandades.25 Las cofradías gremiales sevillanasdebieron de desaparecer, o transfor- marse cuando menos, por Real Pragmática de 1552 del Emperador, que formó la ley XIII del título XIII, libro XII de la Novísima Recopilación, la cual dice así: "Mandamos, que las cofradías, que hay en estos Reynos, de oficiales se deshagan, y no las haya de aqui adelante, aunque estén por Nos confirma- das26 y que á título de los tales oficios no se puedan ayuntar,ni hacer cabildo ni ayuntamiento,so pena de cada diez mil maravedíes y destierro de un año del Reyno."
  • 6. A partir de esa fecha quedaron suprimidaslas cofradías que no fuesen de finalidad religiosa y benéfica, y en tal carácter debieron de mantenerse las de la gente de color, allí, como en Cuba. En Cuba, el Ayuntamientoo Cabildo de La Habana dispuso en 10de abril de 1573 que a la procesión del Corpus Christi asistieran todos !os negros horros "que se presten a ayudar la dicha fiesta", lo mismo que asistieron a la famosa de Sevilla.!? Claramente se deduce de estos antecedentes positivos, que los cabildos africanos de Cuba tienen un sabio origen español: son una supervivencia ultramarinade una organización medievalsevillana.Sevilla,la metrópoli indiana,nos marcó en esto, como en tantas otras cosas que nos son características, el sello de su maternidad. La finalidad de los cabildos africanos en Cuba fue esencialmente la misma que la de los cabildos o cofradías sevillanos: la organización de clase social sobre la base de mutualidadbenéfica y religiosa." Aparentemente, los cabildos tuvieron como finalidad el baile, porque nos fijamos en su carácter más nudoso, más conocido extensamente por los blancos; pero no creemos así si se examina la vida interna del cabildo. Sin que esto quiera decir que el baile no fuera, especialmente en los últimos tiempos, uno de^us alicientesmás sugestivospara el negro, una de las causas más poderosas de su superviviencia, aun hoy día. El socorro mutuo como carácter del cabildo afrocubano lo reconocen Pichardo y Arboleya, y R. Meza se refiere a él cuando nos dice que el jefe del cabildo socorría a sus subordinados si estaban enfermos, pagaba gastos de entierro, y parte de los ahorros del cabildo se dedicaban a libertar a los ancianos y valetudinarios. Es probable que este carácter benéfico loadquiriera lasociedad negra desde su creación derivada de Sevilla; si bien debió desarrollarse del todo, tiempo después de su aparición;no porque tal finalidad revele un altruismo que no compagine por lo general con ios rasgos psicológicos de los negros apenas arrancados del suelo africano,puesto que en África tambiénpueden hallarse organizaciones análogas; sino porque ello supone una economía o riqueza social de relativa importancia, que no pudieron tener los infelices esclavos que primitivamentefundaron los cabildos y que hasta fecha avanzada esta- ban en mayoría; aparte de que coa dificultad podría recaudarse yadminis- trarse provechosamente, dada la escasa cultura de tales reyes africanos ysu extrañeza en el nuevo ambientesocial. Por más que a esto puede objetarse que la dirección de los antiguos cabildos debían de tenerla no los bozales, sino los ladinos, y acaso en sus inicios los negros sevillanos traídos a Cuba. Pichardo dice que a una corporación o reunión de hombres ineptos o desordenados se la llamaba cabildo de congos. El concepto general y claro de los cabildos cubanos, tal como el pueblo los conocía, lo expresaba el siguiente párrafo: "Por cabildos de negros se
  • 7. entiende la reunión de los de cada nación en los días festivos para bailar a usanza de su país. Provienen estos cabildos, según noticias, del permiso que para tales desahogos se concedía a los negros que compraba el rey con destino aloscortes de madera, que sehacían en esta Isla parala construcción de bajeles para la armada y dotación de los potreros de ganado aplicado a los trabajos de la extracción de las minas. Concurren libres y esclavos y se lespermite, desde tiempo inmemorial, tener susbanderas como insignias del Cabildo, y aquí por lo menos, a la nación Congo Real, portar una muy parecida al mismo pabellón nacional. Estas instituciones son útiles porque ejercen actos humanitariosy piadosos, propendiendo a la manumisión de aquellos asociados que por su moralidadybuen comportamiento consideran digno de conseguirla a costa de los fondos de la reunión, que se nutren de pequeñas limosnas que exhiben cuando concurren al baile, ysuelentambién hacerse cargo de curar a sus paisanos enfermos."29 En la época del apogeo de la población africana en Cuba, los cabildos tuvieron fondos cuantiosos, y podían además de atender a sus fines humani- tarios, adquirir casas para su domicilio yhasta para beneficiarse de su renta, de ías cuales, como se verá, aún conservamos algunos restos. Los ingresos de los cabildos consistían en cuotas me'nsuales que pagaban los cofrades,subditos o agremiados.En Sos bailes se recogía un real por cada curioso que quería presenciarlos. Además, se hacían frecuentes colectas entre afiliados. En el siglo xviil casi todos los cabildos tenían casa propia, muchas de las cuales aún pueden identificarse,3 además de estar incorporados como cofradías a diversas iglesias parroquiales. Primeramente, los cabildos tuvieron sus domicilios en el casco de La Habana antigua. Esos cabildos tenían sus domicilios fijos, donde se reunían. M, Pérez Beato31 recuerda algunos de éstos, a saber: el domicilio del cabildo arará estaba en la calle de Compostela frente a la de Conde; el apapá, en la calle de Bernaza, frente a la casa de los Silveras; el apapá chiquito, en la calle de Egido, frente a la entoncespuerta nueva del Arsenal; elcongoreal,en la calle de la Florida, ya en tiemposrelativamente modernos; elmandinga, en la calle Habana casi esquina a Merced; el oro en la llamada esquina de la Pólvora en 1819, o sea, en la esquina de Progreso y Monserrate, donde en la actualidad hay una bodega. Por el Bando de Buen Gobierno y Policía de 1792 en su artículo 39, los cabildos fueron echados a las orillasde la ciudad junto a las murallas. Decía así el bando: "Atendiendo que algunos Cabildos se hallan en calles habitadas de vecinos honrados que justamentereclaman la incomodidad que causan con
  • 8. el bronco y desgradable sonido de sus instrumentos, y a que los solares ocupados con ellos merecen ser fabricados de modo que adornen, o com- pleten la población, mando que dentro de un año contando desde día, todos los citados Cabildos se paseri a las orillas de la Ciudad desde la puerta antigua de la Tenaza, hasta la de la Punta, excepto el frente de la de Tierra". El bando de 1842 reiteró en cierto modo esta disposición por su artículo 87, que prohibía que los cabildos se situaran dentro de la ciudad, debiendo estar "en las casas que den frente a la muralla" y debiendo celebrarse solamente los domingos yfiestas de guardar. Algunos cabildos se alejaron de la ciudad a medida que, abiertas las murallas, fue la población creciendo extramuros. Algunos o quizá todos los cabildos tenían también carácter religioso, como lo afirma Arboleya " yloprueba el hecho de llevarfetiches en sus comparsas. Estas manifestaciones religiosas se prohibieron muy pronto, al menos en la vía pública, por creerlas perjudiciales a la religión católica. Entonces los negros resolvieron el problema simplemente, adoptando como patrono algún ídolo del santoral católico que fuese afín al africano, trasmitiéndole todo el poder de su íeliche, o mejor dicho, confundiéndolo con aquél. Tan es así, que el fetiche llevado procesionalmente fue sustituido por el santo pintado en una bandera; símbolo este último que sin duda fue tomado del ejército español, que deslumhraba el ánimo infantil de aquellos negros. Desde el punió de vista religioso, los cabildos debieron participar del carácter de cofradías sibien en el concepto más ampliode esta palabra, pues éstas, como se ve en mi libro Los negros brujos, eran la reunión de los creyentes y adoradores de un determinado santo o ídolo, y dicho se está que ninguna tribu africana fue monoteísta, ni tuvo un patrono divino nacional, por más que la lógica sencilla de los africanos -repito- suplióesa diferencia psicológica, africanizando algún personaje del santoral católico34 o catoli- zando algunas de sus divinidades selváticas y fetichistas. Así, fácilmente se adaptaron, allá en Ultramar, a la organización político-religiosahispalense, y después siguieron el camino ya trazado, sin dificultad. En 1858 ya se constituyó en La Habana la cofradía de NuestraSeñora de los Remedios por los negros libres de nación zape (?) en la iglesiade Santo Domingo. Después, uno a uno, como se verá, los cabildos fueron a la vez cofradías incorporadas a las parroquias. Otro aspecto del carácter religioso de los cabildos se observa en el hecho de contribuir aquél alpago de laspompas funerarias, como nosdice R. Meza; relacionándose así, por analogía, con esas sociedades fundadas expresamen- te para la celebración de suntuososentierros, en el Brasil, en algunas Antillas y, especialmente, en Bahamas, según escribe A. B. Ellis.35 8
  • 9. En fin, que los cabildos tuvieron carácter religioso lo demuestran además dos preceptos del Bando de Buen Gobierno y Policía de 1792, que dice así: "Artículo 8VO Menos se permitiráa los Negros de Guinea que en las Casas de sus Cabildos, levanten Altares de nuestros Santos para ios bailes que forman a el uso de su tierra; cuya prohibición intimarán los Comisarios sin pérdida de tiempo a los capataces de cada Nación; y si no obstante conti- nuaren en el mismo abuso, incurrirán en la multa de ocho ducados con la misma aplicación, y mandarán retirar los demás Negros y sus respectivas Casas, deshaciendo ante todas cosas al Altar, cuya Imagen, piezas, y mue- bles, se entregaránal Cura, o Teniente de la Parroquia del Barrio, para que les dé el destino que tenga por conveniente." "Artículo 9"°' Los Comisarios intimarán también a los capataces de estos Cabildos, que en lo adelante con ningún motivo ni pretexto, conduzcan, o permitan conducir a ellos los Cadáveres de Negros, para hacer bailes, o llantos al uso de su tierra; y si despreciando este aviso reincidieranen tal desorden pasarán los Comisarios al viudo, albacca, o interesado del difunto, y les ordenarán que inmediatamente se encarguen del Cadáver para pasarlo a la Casa mortuoria." No puede, pues, sorprender que se diga que en los cabildos halló amparo y sostén la religión africana, que hoy se conoce vulgarmente en Cuba con el título impropio de brujería. Pero si no el alma de los cabildos, su corazón era el baile. Los domingosse reunían los cabildos y tenían sus horas de diversiones, permitidas por las autoridades," ante las que era responsable el rey o capataz del cabildo por los desórdenes que ocurrieran. El artículo 36 del bando de 1792 disponía losiguiente: "En los cabildos negros, solo se permitirán los bailes en los días festivos, desde las diez del día, concluidos¡osOficios Divinos,hasta las doce, y desde las tres de la tarde, hasta ¡asocho de la noche, a cuya hora deberán de cesar y cada uno retirarse para su casa, sin que se continúencon ningún motivo, ni pretexto, baxo de la multa de seis ducados que se exigirán a los capataces por la primera vez, aplicados a la Cámara y obras públicas,y de diez por la segunda con otros tantos días de arresto a más de quedar privados de la superioridad que entre ellos les hayan conferido los de la nación." Y el artículo 37, en evitación de los excesos de tales fiestas prevenía: "Prohibo también que en los Cabildos se vendan comistrajosy bebidas a los Negros concurrentes, y hasta que las tengan a pretexto de haber contri- buido todos para este gasto, y las que se hallaren se aplicarán igualmentea los pobres de la Cárcel, vendiéndose los licores."
  • 10. En el Bando de B. G. y P. de 1835 dictado por el brigadier Jáuregui para Matanzas, hallamos la siguiente disposición (art. 71) que demuestra cómo la reglamentación habanera se extendió a otras ciudades. "Los cabildos y bailes de los negros no podrán celebrarse sino en dichos días festivos y a las orillas de la ciudad, de diez a doce de la mañanay desde ias tres de la tarde hasta las oraciones, bajo la multa de cuatro ducados a los capataces por la primera contravención, doble por la segunda, y en tercera quince días de cárcel y privados de la superioridad aue entre ellos íes hayan conferido los de su nación." El bando de 1843 en su artículo 87, ya citado, reitera esas disposiciones tocante a la celebración de los cabildos. En los siglos primeros de la colonia, los cabildos salían a la calle en procesión, con imágenes, atabalesy demás intrumentos a celebrar susfeste- jos; pero ya el bando de 1792 lo prohibió severamente por su artículo 38. "En ningúncaso saldrán los Negros por las calles en grupo de Nación con Bandera u otra insignia, ni para ir a buscar a sus casas a los capataces, ni menos para divertirse tocando susinstrumentos, ni con otro algún motivo, o pretexto, y si lo hiciesen no obstante esta prevención, serán presos y desti- nados por ocho días al trabajo de obras públicas." Sin embargo, esta prohibición debió de caer en desuso, o por lo menos fueron dándose por las autoridadespermisos especiales a los cabildos para sus fiestas callejeras. Así vemosque esta costumbre se reconoce todavía en el bando de 1842, que dice en su artículo. 88: "En ningún caso saldrán los negros a la calle en cuerpo de nación con bandera u otra insignia sin permiso del gobierno, pena de diez pesos de multa, que pagará el capataz del cabildo. Sin embargo, ie será permitido celebrar el día de los Santos Reyes la diversión conocida con el nombre de diablitos en la misma forma que lohan hecho hasta el día yno de otro modo." Dice Bachiller y Morales (Tipos y costumbres de la Isla de Cuba, p. 31) que se formaban reglas que guardaba el escribano de cabildo. Tales reglas paréceme que no han sido conservadashasta nuestros días. ¿Dónde han ido a parar tales escritos? ¿Se encontrarán en bibliotecas particulares o en algún archivo público? ¿Se habrán perdido irremisible y lastimosamente? Los cabildos en su propio carácter fueron reguladospor el referidobando de 1792, no solamente en cuanto a su aspecto religioso, sino en otros varios ya citados o que citaré más adelante. Después de 1792, otros disponían -mermar la vida legal de los mismos,especialmente en cuanto a su aspecto de mayor relieve público: sus bailes y fiestas, hasta el punto que fueaplicán- dose la voz cabildo a las fiestas de las asociaciones tambiénasí llamadas. 10
  • 11. De la abolición de la esclavitud arranca la decadencia de los cabildos. El Gobierno General dispuso en 2 de enero de 1877 que las reunionesdé- los cabildos para elegir capataces y administrar fondos, fueran presididas por el celador más antiguo del distrito, probablemente en vista de abusos y desórdenes ocurridos, y como medio de lograr una más constante interven- ción gubernativaen la.vida de las asociaciones negras. En 1883, por Real Orden de 24 de abril y disposición del Gobernador General de 7 de junio, se exigió que los cabildos renovaran anualmente la licencia del gobierno, y se dispuso que no procedía prohibir la mezcla de africanos y criollos en los cabildos "debiéndose, sin causar molestias a los negros, ni violentar sus costumbres, y con habilidad y prudencia procurar que aquellas asociaciones vayan perdiendo su actual carácter y se constitu- yan en análoga forma que lassociedades derecreo,con arreglo a lalegislación común". Como se ve, el gobierno español seguía creyendo, como el vulgo, que la finalidad de los cabildos era el baile, el recreo. Por Bando del Gobierno Civil Provincialde 19 de diciembre de 1884, se prohibió la reunión de los cabildos de negros de África y su circulación por las calles en Nochebuena y el día de los Santos Reyes. La saturnal africana pasaba a la historia. La de 1884 fue la última: el 6 de enero de 1885 fue la primera Epifanía silenciosa que tuvo Cuba. Esa disposición no fue bien interpretada porque algunos creyeron que se prohibía toda reunión de cabildos y una disposición del Gobierno Civil de 7 de enero de 1885 estableció que "los efectos de dicho bando solo debían circunscribirseylimitarsea las reuniones ysalidas de los expresados cabildos por la vía pública en los días que se determinan, que es cuando dicha costumbre ha venido teniendo lugar; pero en cuanto a las reuniones que dichos cabildos suelen verificar en sus respectivos domicilios, debe conti- nuarse la práctica vigente en la actualidad". Pero los cabildos iban decayendo. En 2 de enero de 1887 se estableció por el Gobierno General que para que fuese legal la situaciónydomicilio de los cabildos, era de necesidad que estuviesen empadronados, sometidos a la ley de asociaciones; y por disposición de 4 de abril de 1888 del Gobierno Civil se prohibió que en lo sucesivo se autorizara ningún cabildo con el carácter antiguo, sino que debía exigirse su organización de acuerdo con la legislación común. Cuando el gobernador Rodríguez Batista reprimió las sociedades secre- tas de los ñañigos, quiso regularizar las de los cabildos, que le parecían anormales, y los obligó a adoptar una denominacióncatólica, la de un-santo de la iglesia, y fijar un precepto para que a la disolución del cabildo o sociedad losbienes pasaran a propiedad de una iglesia donde tuviereel santo y constare la cofradía. , 11
  • 12. Revivía así a través de los mares y de los siglos el criterio medievalde las cofradías sevillanas. Y así podemos hoy ver varias sociedades africanas, supervivencias de los antiguos cabildos, sosteniéndose en fiera lucha por su vida contra la creciente hostilidad y apatía del ambiente social que les es adverso, cobijadas bajo una advocación católica pero sostenidas por el factor social más misoneísta, por la fe y el rito religioso, -por el credo fetichista africano, que confiesan y practican, mal encubierto por una catolización superficial de los ídolos lucumís. La transformación de los cabildos bajo la presión oficial en los moldes de la legislaciónde asociaciones.es muy curiosa,y los minuciosos datos fidedig- nos que he podido recopilar arrojanviva luz con las supervivenciasque aún existen, y con las deformacionesque muestran,sobre la vida y significado importantísimo de los cabildos en la época de su apogeo. En 1909 todavía constaban inscritas en el correspondiente registro de asociaciones del Gobierno Provincialde la Habana las siguientes derivacio- nes, francas o encubiertas,de los cabildos antiguos. Sociedad de Socorros Mutuos, Instrucción y Recreo, del Centro de Cocineros y Reposteros "Nuestra Señora de las Mercedes". Sociedad de Socorros Mutuos"NuestraSeñora de la Caridad del Cobre", en Bejucal. Sociedad de Socorros Mutuos de personas de color "Nuestra Señora de Regla", en Bauta. Sociedad de Socorros Mutuos "Nuestra Señora de las Mercedes", en Ceiba del Agua. Sociedad de Socorros Mutuos "San Diego de Alcalá", o sea el antiguo Cabildo Carabalí Acocuá. "Unión de los Hijos de la Nación Arará Cuévano". Sociedad de Beneficencia y Socorros Mutuos. "San Cayetano". Sociedad de Socorros Mutuosde personas de color. "Congos Mambona", bajo la dirección de Nuestra Señora de Regla, Cabildo Africano. Socorros Mutuos. "Congos Masinga". Sociedad de Socorros Mutuos,bajo la advocación de Nuestra Señora deMonserrate. "Arará Magino". Sociedad de Socorros Mutuos, bajo la advocación del Espíritu Santo. Cabildo de "Congos Reales". Sociedad de Socorros Mutuos, bajo la advocación del Santo Cristo del Buen Viaje. Cabildo "Congo Mumbala". Sociedad de Socorros Mutuos. Cabildo "Africano Lucumí". Sociedad de Socorros Mutuos, bajo la ad- vocación de Santa Bárbara. "Pobres de San Lázaro". Sociedad de Socorros Mutuos. 12
  • 13. . "La Evolución", Sociedad de Socorros Mutuosde lanaciónArará Sabalú, africana, bajo la advocación del Espíritu Santo. "La Caridad". Sociedad de Socorros Mutuos de la Nación Congo Mo- bangué, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. "Asociación Africana". Antiguo Cabildo de "Congos Reales", bajo la advocación de Nuestra Señora de la Soledad. Sociedad de Socorros Mutuos del antiguoCabildo de la Nación Carabalí. San Cayetano Minas Popó Costa de Oro. Sociedad de Instrucción, Re- creo ySocorros Mutuos. El estudio de los reglamentos de estas asociaciones es interesante por cuanto éstos describen, bajo sus formas últimas, las desnudeces pasadas de los cabildos afrocubanos. La sociedad Hijos de la Nación Arará Cuévano se fundó para "la protec- ción a sus asociados en todas las formas". No tiene bienes propios. El presidente, el director y el tesorero, dice, "serán los capataces de la asocia- ción". Tiene una junta de señoras,además de la de caballeros, compuesta por una matrona, de dos a seis camareras,una mayordomo y seis vocales. Su patrono católico es el Espíritu Santo y es obligatoria la asistencia a su fiesta el segundo día de Pascua de Pentecostés. Esta sociedad no tuvo sino muy efímera vida. Otra hubo, llamada Unión de los Arará Cuévanos, cuyo objeto declarado fue el socorro mutuo en caso de enfermedad o fallecimiento.Poseía fincas propias, dedicaba una fiesta católica al Espíritu Santo y tenía su domicilio en la calle de Antón Recio número 70.Su gobierno dependía de uh rey, un secretario y cuatro vocales, además de una directiva de honor, de mujeres. En 1895 fue disuelta solemnnemente por no quedar individuosmiembrosde la misma. La Sociedad de Socorros Mutuosdel Cabildo Carabalí IsuamoIsiegue de Oro tuvounajuntacon trespresidentes o matronasyun administrador. Tuvo como finca propia la casa sita en la calle de Monserrate número57.No exigía cuota de pago a sus asociados. Sus fiestas religiosas eran el Día de Difuntos ylaPurísima Concepción. Tenía alquiladauna posesión ofincarústica,"para que pasasen las enfermedades los socios". El cabildo se llamó antes nada menos que Cabildo de Oro, Carabalí, Isuama Isueque de la Pura y Limpia Concepción, Nuestra Señora del Rosario, San Benedicto ySan Cristóbal. La Sociedad de Socorros Mutuos del Cabildo Carabalí Ungrí tuvo casas propias, como la de Monserrate número 57, y organización análoga al anterior, con seis presidentas o matronas. Su patrona fue la Virgen del Rosario. 13
  • 14. La Sociedad de Socorros Mutuosde la Nación Mina Popó de la Costa de Oro se fundó bajo el patronato celestial de San Cayetano, refundiéndose, así dice el acta, el antiguo cabildo. Tuvo varios inmuebles, pero perdida su posesión, celebraba su fiesta anual en la iglesia del Santo Cristo. La dirigían un administrador, dos presidentes hombres y tres mujeres. Fue disuelta. La Asociación Cabildo Rey Mago San Melchor la formaron los congos reales. Le pertenecía la casa, su domicilio, calle de Florida número 46, que hubo por escritura pública de 6 de junio de 1792 y 13 de abril de 1796; y además otras casas que estaban en litigio. Su sello dice "Sociedad de Socorros Mutuos descendientes (!) del Santo Rey Melchor". El Cabildo Arará Magino se fundo o legalizó en 25 de febrero de 1890. Para ser miembro de él hay que ser honrado y no haber pertenecido jamás a la extinguida asociación de ñañigos. "El cabildo dará fiestas todos los días festivos a uso de su nación, o sea el baile africano,prohibiéndose la ingeren- cia de toques que no sean los de su nación." Los cargos directivos (un presidente, dos vices,tres matronas,tesorero ysecretario) son vitalicios.Sus propiedades (casa de San Nicolás número 276 y parte de Compostela número 171, que hubo por escritura de 23de noviembre de 1691) no pueden venderse sin acuerdo unánime de los asociados. Se reorganizó en 1892, En 1909 presentó nuevo reglamento con el nombre de Arará Magino y sus descendientes. Debe celebrar el día 1°de enero de cada año una fiesta de tradición al estilo de su país de origen con güiros y panderetas.37 Sus fines son "perpetuar lo que fue nación arará en la Habana"; las mujeres ocupan ahora doce cargos de vocal en su directiva. El Cabildo Africano Lucumí se reorganizó en 16 de enero de 1891 por Joaquín Cádiz, siendo su objeto el socorro mutuo en casos de enfermedad *;, muerte. Todos los días festivos se darían bailes africanos "conocidos por el nombre de tambor", prohibiéndose otro toque que el lucumí. El 4 de diciembre se celebraba la fiesta de su patrona, Santa Bárbara. Todos los cargos (un presidente, dos vices, tres matronas, un secretario, un tesorero, dos vices y tres vocales) eran vitalicios. Su domicilio era en Jesús Peregrino número 49. En 1839 se reorganizó) adaptó una bandera de los colores punzó y blanco." El 4 de diciembre celebraba en una iglesia misa solemne con sermón; el día 5 misa para los socios difuntos yluegoprocesión. Se paga como cuotala de un peso mensual, y otra de dos, de entrada. "Si algún socio se entregare al vicio gravemente será expulsado". En 1905, nuevareorganización; entonces la sociedad paga un médico para que asista a los socios. En 1909 y 1912, nuevos reglamentos. El estudio de éstos, asícomo losde la historia ysignificación religiosa de este muy interesante cabildo actual, así como el de otros análogos, se hará en próxima edición de mi libro Los negros brujos, al analizar las cofradías 14
  • 15. fetichistas de los afrocubanos.Tiene su domicilio en la calle de San Nicolás número 302. En 1910 recaudaba unos 700pesos. La Sociedad Arará Dajomé se legalizó, se modernizó en 16de marzo de 1889 por el moreno Ramón-Rodríguez en la calle de Esperanza número 37. Esta casa, así como la de Florida número 40 y la 3a parte de Compostela número 171, le pertenecían. Podía celebrar fiestas religiosas de acuerdocon la iglesia católica, así como bailes y rifas. En caso de disolución sus bienes serían de laparroquia del Espíritu Santo.Por acta senombróadministradora a la morena María de Jesús Puig. Tiempo después, Ernesto Noriega, vecino de Florida número 42, en su calidad de presidente de laSociedad de Socorros Mutuos"África", presentó denuncia al juzgado del Este, en la cual refiere que María de Jesús Puig, titulándose administradora de la disuelta Asociación de Socorros Mutuos Arará Dajomé, no sólo ocupaba indebidamente la casa, Esperanza número 37, legada al cabildo, sino que, además, ha callado la disolución de la sociedad, dejándose despojar de otra casa, situada en Florida número 40, que tambiénfue donada al cabildo por María Joaquina Mesa. En 1892 se formaron dos sociedades: Cabildo Zabalino y Sociedad Ají- caro o Ajícario, la procedencia de cuyos títulos los desconozco. Lo mismo puedo decir de otra asociación inscrita con el nombre de Cabildo Cuatro Ojos. La vida de éstas debió de ser muybreve. La permanencia legal de casi todas las asociaciones africanas se debe de modo predominante a la práctica de cultos fetichistas, y en segundo lugar, a ia necesidad de sostener entidades tales para el manejo y disfrute de los pocos y pobres inmueblesque a éstas pertenecen desde antiguo, heredados de los extinguidos grandes cabildos del siglo pasado; bienes de que, aun siendo de escaso valor, han interesado más de una vez la atención de los tribunales cubanos. Un caso curioso de éstos es el de la casa Maloja número 149, legada por el negro SimónCarro en 1871 a favor de la Nación y Cabildo Carabalí Brícamo San José. Este cabildo no se sometió nunca a la ley de asociaciones; tuvo vida (si la tuvo) extralegal.35* En 1892 se inició una muy curiosa asociación llamada Unión Africana y sus Descendientes. Su reglamentorevela criterios modernos ycierta cultura. El objeto de la misma era la unión en Cuba de los africanos, establecimiento de escuelas, pago de médico, etcétera. En 1893 solicitó hacer uso de la bandera africana, de ¡subandera!,de acuerdo con el tratado entre España y la Asociación Internacional del Congo (sic) de 7 de enero de 1885, bandera azul con estrella dorada en el centro. El gobernador español les negó el permiso, afirmando que "no eran extranjeros!osafricanos en Cuba, sino que seles venía considerandocomo españoles". El reglamentode tan pintoresca 15
  • 16. sociedad dispone que "en caso de lutolasseñoras asistiránvestidasde blanco con cabos negros". En 1894 nombra la sociedad a míster Williams George Emanuel "único representante de la raza africana ante el Gobierno", yen 1895 setransforma aquélla con el título Aurora de la Esperanza, extendiendo su radio legal a toda la Isla yadoptando la advocación del Santo Rey Mago Melchor. Entre los objetos mutualistasde la sociedad se incluyeel de sostener el "tráfico de vapores entre África y Cuba"(¡). Míster Emanuel, fundador y,según me dicen, pastor protestante, propo- níase refundir los diversoscabildos en una poderosa sociedad de finalidades fantásticas, que con el pago de cuotasy adjudicaciónde las diferentes casas de los cabildos, pudiera acometer la mutualidad en gran escala, amén de monopolizar la representación de los centenares de miles de afrocubanos, etcétera.Tal propósitono pasó de infeliz tentativa. En 1896 se celebrójunta, a la que asistieron representantes de los cabildos Dahomé, Gabalú,Mina, Carabalí, Mandinga, Mundukuka, Masinga,Mumbanque, Mundamba Lua- mú Numbara ySanta Efigenia de Guanabacoa; y después de vivas protestas resultó expulsado de la Aurora de la Esperanza el moreno místerEmanuel. No cesó la Aurora ahí, pues en 18 de abril de 1897, reunidos Juan Sifré, presidente de los gangas; Eduardo Bailó, presidente de los mandingas; EusebioZayas,presidente de loscarabalis;yFederico Rencurell, presidente de los minas, acordaron un nuevo reglamento con escasas variantes. Des- pués, la actuación de esa extraña asociación no deja rastro; pero todavía en 1910 míster Emanueí da señales de no abandonar suideal, presentándose al gobierno como representa'hte de los africanos oriundos para su civilización en el país, ante el gobierno, etc., y como apoderado y liquidador de los cabildos africanos, pidiendo certificados de las disoluciones de algunos cabildos. El autor de este libro ha conocido años después a míster Emanuel y ha sabido por él que no abandona su plan de representar a todos los negros africanos ante las autoridades cubanas yde reivindicar todaslas propiedades que fueron de loscabildos yque éldice, yesposible que asísea,malbaratadas por la ignorancia de sus dueños y la malicia de los blancos y de algunos de losjefes de cabildo. Estos datos demuestran la imposible, adaptación de los cabildos a la legislación moderna; la inconstancia e incapacidad de sus directores para las formalidades escritas y de una administración seria, propia de una civilizaciónjurídicaadelantanda;lavidaartificial de algunosde esos cabildos sin existencia real ypositiva,y la única razón de persistencia de unos pocos: el culto fetichista traído de África y todavía vigoroso y extendido en toda Cuba. 16
  • 17. Los organismos gubernamentales hicieron, contra sus propósitos anun- ciados, guerra a los cabildos; se creía que esos restos de la esclavitud debían de aparecer como propios de una época de atraso; había cierta prisa en enjalbegar la sociedad de nuevo, y en ocultar tras sendos revoques de legislación moderna aquellas que se tomaban por pinturas anticuadas. Pero, además, las autoridades de entonces creyeron que los cabildos y las socie- dades secretas de ñañigos tenían entre sí relaciones peligrosas y hasta que eran organizaciones idénticas en propósitos, si no en su forma, y a todas las fueron midiendo por el mismo rasero. Por otra parte, a los propios negros les pareció que los cabildos eran un estigma social de su raza ya libre,ytuvieron marcado empeño en ir borrando, externamente al menos, losperfiles más agudosde suvidapública para imitar la de los blancos. Y, sobre todo, el cese de la inmigración africana y la abundancia cada día más predominante de los negros criollos hicieron menos sentida la necesidad de cabildos; no se experimentaban con tanto apremio las conveniencias de la cohesión entre los compatriotas, los de una misma nación. El propósito gubernamental, acertadamente anunciado, de transformar los cabildos en sociedades modernas, fracasó totalmente. El gobierno em- peñóse en atacar las formas externas y anticuadasy no cuidóse de observar la persistencia de la esencia interna. Desapareció el cabildo, con lo que de bueno tenía: el socorro mutuo, el seguro contra las enfermedades, las bases, en fin, de una tradicional y rigurosa mutualidad;desapareció en parte la forma ruidosa del baile de tambores, inofensivo y tan grato al africano; permaneció en cambio, semioculto, el fetichismo animista selvático bajo la advocación católica y un reglamento adaptado al formulismo legal. Y la autoridad quedó satisfecha. ¡Cuan mejor hubiera sido un resultado contrario! ¡Cuan mejor sería que hoy tuviéramos cabildos mutualistasy bailes públicos de tambor, y no de templos brujos, tolerados oclandestinos! Haber despreciado y extinguidola secular tradición del socorro mutuo africano, sin haberlo sabido sustituir por otra forma moderna de mutualidad o de previsión oficial, ha sido una grave pérdida para nuestraconstitución económica y para el bienestar de nuestras más humildes capas sociales. Cuando el progreso nos apremie, y exija la fundación de determinadas instituciones de previsión social, nos daremos cuenta de que tenemos que reconstruir, naturalmente, con otras bases y formas, pero con la propia esencia, ¡os extinguidos cabildos. Si hubiéramos sabido estudiar éstos a tiempo y reforzar, civilizándola,su arraigada tradición benéfica, habríamos adelantado muchos lustros en la historia de la cooperación social cubana. No faltóalguna vozcubana que defendiera loscabildos en ese sentido;w pero 17
  • 18. no supieron darse cuenta de la importancia trascendental de!problema. Hoy qt'e admiramos en Cuba !as poderosas asociaciones mutualistas y regiona- iis'.as fundadaspor inmigrantesespañoles,4' comprendemos cuan grande es su labor y cuántas energías oficiales son ahorradas ysustituidascon ventajas por esas inicia!ivas colectivas privadas. Pensemos lo que al Estado costaría satisfacer esas necesidades que tales asociaciones dejan ampliamente satis- fechas. Y pensemos que nuestras pobres e ínfimas clases sociales no tienen nada análogo, y que entre la gente de color los cabildos habrían satisfecho b.ü'/. COTJO attiaííe, iguales necesidades, si en vez de destruirlos con burocrá- tica ignorancia, hubiéramos ayudado a su evolución y mejoramiento. Hoy, en esfera modesta, serían como esas sociedades hispanas, que unen &la cohesión propia de una oriundezcomún, la de una cooperación mutua muy amplia, <",O::¡5 son acaso esas sociedades, sino gigantescos y civilizados cabildos de brices? Es curioso observar cómo el espíritu de asociación del africano lo llevó a fundar kíeníicas organizaciones a los cabildos, aun en países más hostiles cü-i el nuestro a sus ubres manifestaciones sociaícs. Así, podemos ver en Píiiíüp:,'1'" cómo todavía en 1860 se fundaba en Nueva Orleáns la Union Band Society con caracteres análogos a los de nuestro cabildo. Susdirectores eran un presidente, un vice. un secretario, un tesorero, un marisca!, una madre y seis varones camareros y doce hembrascamareras. Las obligaciones eran !a paz y unión entre los miembros y pagar $ 0.50 al mes. Los beneficios materiales -de la sociedad eran para los asociados: el cuidado durante las enfermedades mediante la asistencia de uno de los camareros, varón o hembra según el sexo del enfermo: el lavado de su ropa, y el pago dci médico; y. en fin, el funeral. El cabildo afrolqisiano extendía su protección a ios no asociados, y se hacía cargo de sus funerales mediante el cobro de $ 50. SP caso de que el socio estuviera atrasado en el pago de sus cuotas por tres mensualidades, era expulsado, salvo que, por su pobreza, se pagaran sus atrasos por suscripciónvoluntaria entre los demás socios. En las sociedades negras de Luisiana cabían libres y esclavos, por más que eran preferidos Lo, últimos. En ellas se advierte un carácter que no hallamos en ¡os cabildos aírocubanos, el de ser secretas y, como dice Phillips, el de estar fuertemente influenciadas por Sasprácticas masónicas y de otras sociedades secretas de los blancos.Nuestroscabildos no fueron secretos, ni pueden ser llamadoslogias negras, como hace elerudito historiador americano,refirién- dose a los ue SaLuisiana. Ello debióse acaso a que, en Cuba, cuando el sentimiento de asociación en e! negro era tan firme y cuando era orientado hacia una más intensa actuación social, caía entonces en e! ñañiguismo, que fue en Cuba la asociación secreta del afrocubano; y debióse acaso también a que allá, en ¡os estados meridionales de la vecina república, los mismos 18
  • 19. factores que habían de producir en Cuba el florecimicnío del ñaniguismo actuaron también, aunque en forma algo distinta y acaso todavía no bien estudiada por los sociólogos americanos. La superficialidad de las conside- raciones que les merecen las asociaciones secretas de esclavos, nos hace pensar así. Pero del ñaniguismo en los Estados Unidos trataremos en un futuro libro sobre el ñaniguismo afrocubano. Bastan estos párrafos para observar cuan vigorosos y estimables fue, en todas partes donde pudo manifestarse, el sentimiento de asociación de los negros importados por la trata esclavista. Interesante desde el punto de vista de este estudio, es otra actual supervi- vencia africana, franca derivación última de los antiguos carnavales afrocu- banos, de diablitos y cabildos. Me refiere a las contemporáneas comparsas. El lector que viva o haya vivido en Cuba habrá visto en ¡as noches de carnaval, o en ocasión de festejos públicos, pasear por las calles abigarradas comparsas formadas por las capas inferiores de la sociedad. A la cabeza de la comitiva poliétnica marcha un sujeto, negro generalmente, que sostiene una pintarrajeada linterna de papeles multicolores, no siempre desprovista de efecto artístico. Tras él otros individuoscon disfraces chillones ycon otras muchas linternas, y rodeándolos a todos una muchedumbre en la que predominan los negros, gritando con voces destempladas y con frecuencia aguardentosas una cantilena repetida hasia la saciedad con monotonía desesperante, y cuyo texto suele ser de lo más disparatado. " Jesús Castella- nos las describió como sigue: "Es innegable que hay cierta poesía de sabor violento y exótico en esas olas abigarradas que pasan enardecidas por las calles de los barrios bajos. Tienen algo de ceremonias religiosas y de guerreros delirios, y sobre ellas flota, colocándose en el seguro asilo de la civilización, el espíritu de los primates, que todavía vive fuerte en los países de fiebre y fanatismo. "Son columnas de gentes enardecidas que caminan roncas, graves,inyec- tado en sangre lo blanco de los ojos. Un farol de papel volteando en lo alto los hipnotiza, y el tambor hace infatigables sus pies, que batiendo al mismo compás, tragan calles y plazas insensibles e hinchados. Los cuellos al aire, brillando bajo el esmalte del sudor las venas gordas como cuerdas de violín, sale el tango de las gargantas amplias, en ronquidos monótonos, ardiente, bélico. El traje no hace al caso: indios emplumados, guerreros fantásticos, chinos de cromo; todo va revuelto en una impropiedad que da más calor al río de carne humana.Han salido tal vez en orden con carros yfaroles adhoc, ordenados según una idea general. Pero la fiebre se propaga y contagia a las máscaras perdidas por las esquinasya pocoel río arrastra un caudal confuso, donde sólo el canto bárbaro y vibranterueda en armonía justa como sentida 19
  • 20. por todos los pechos. No se ríe: se trata de algo magno de que todos van poseídos y los semblantes tienen más bien aspecto patibulario. "No se me negará que hay algo artístico, demasiado picante tal vez, pero siempre artístico en estas escenas de paganismo negro. Lástima que los nombres no correspondan al tono rabioso de las extrañas caravanas: El Gavilán, Los Congos Libres, El Alacrán Chiquito, La Culebra...'"'''' Ésta es otra supervivencia africana importada probablemente por los negros yolof. De una fiesta análoga, que es precedente de la afrocubana, nos informa Berenguer-Feraud.'15 Dice así: "En Gorea ySan Luis,principalmen- te en la primera de ambas poblaciones, se celebra una fiesta a la que no falta originalidad: la fiesta de las linternas durante la Nochebuena. Todo negro se pasea aquella noche antes ydespués de la misa de las doce con una linterna en la mano; esta linterna tiene las más originales formas, y el que ha conseguido llevar el modelo más original y vistoso es seguramente el más feliz. La gente joven se reúne con cerca de un mes de anticipación para construir una linterna monumental, que es llevada por ocho hombres o arrastrada sobre una carretilla; el efecto de estas linternas es bastante bello algunas veces. Todos los desocupados, hombres, mujeres y niños, siguen la linterna monumental para admirarla sin cesar un instante; los promotores de la fiesta se detienen en cada tienda para pedir sángara; inmediatamente se cantan estribillosdiversos y monótonos en demasía." Los nombres de tales comparsas csíán en perfecta consonancia con la psiquis primitiva y casi siempre africana de sus componentes.No se descubre un nombre civilizado, ni uno de los títulos tan en boga entre otras comparsas cultas, como "La Armonía", "La Estudiantina", "La Obrera", etcétera. Sus nombres son salvajes, aunque parezcan traducidos;asívemos"La Culebra", "El Alacrán Chiquito","El Pájaro Lindo", que son remembranzas atávicas _dcl tótem, nombre tomado de la fauna, que se daba con carácter sagrado a la tribu, a la familia y al individuo. La intensidad del totemismo africano no es preciso demostrarla en este lugar para deducir que el empleo de esos nombres de animales, como títulos de las comparsas,no es sino una de sus reminiscencias a través de los años y de los mares. Una de estas comparsas se llamade "Los Hijosde Quirina" por supervivencia de un curiosomomento folklórico de la historia de nuestra masa afrocubana, cuando la denomina- ción de "Hijos de Quirina" significó algo así como la tradicional ortodoxia contra la heterodoxia fetichista."" Otras comparsas ¡lámanse "Mandinga Moro Rojo," "Mandinga Moro Azul", títulos que nos recuerdan con exactitud el mahometanismo tan extendido entre los negros mandingas;y por otra parte, al especificar un color, tratan de revivir por un momento el simbolismode los colores en África, como distintivos propios de tal o cual tribu. Sin duda, al saber una 20
  • 21. de la otra, las comparsas mandingas moras buscaron algo que las diferencia- ra y escogieron el color, exactamente como lo hubieran hecho sus antepasa- dos en África. Y así estos títulos mandingas como los de "Congos de Chávez", "Chinos de Venecia", "Turcos de Regla" (!) etc., nos revelan una supervivencia del exagerado espíritu localista de la raza negra, localismo que no se limita en este caso a la raza o tribu (congos, chinos, etc.) sino que llega hasta el barrio habanero en que residen, como por ejemplo: Chávez, Regla. De este localismo ofrece muchas y claras pruebas el estudio de la población de color afrocubana, pero no es de este lugar insistir en él. Nótese que aun en los casos en que se relaja algo, por así decirlo, la originalidad africana en la organización, título, etc., de las comparsas, siempre permanecen éstas en el más bajo nivel psíquico de nuestro pueblo, en esa capa gris de que ya he hablado. Una comparsa de estos últimos años se llamaba "Los Húngaros Amalianos" (!); otras, "Los Hijos de Quirina", "Los Hijos de Martín unidos a los Nietos de Pires", etcétera. Cuando la comparsa no refleja totalmente una supervivencia africana, se caracteriza con los salvajes adornos de los cubanos precolombinos, o se viste con los atavíos de los chinos, de la raza que compartió con la negra las penalidades de los forzados trabajos de las plantaciones, o llega, cuando más, a querer retratar los tipos de nuestros campesinos. Aun en este caso, junto a las guitarras y bandurrias y a la obligada y pueril representación de un bohío, que dan, sin embargo, un carácter más civilizado a la mascarada, cada uno de los individuosde ésta se complace en representar a un guajiro algo matonesco, machete al cinto y desenvainado a menudo, y luciendo al Cuello y a la cintura vistosos pañuelos de seda; adornos éstos de origen rigurosamente africano, como demostraría en estas páginas si no creyera que este tema merece un lugar más apropiado en otro estudio del hampa negra en Cuba, continuación del presente. ' De antiguo se observan en La Habana esas farolas características de las comparsas. Antiguamente "por lagente de color se daba el nombre de barrio 'del Cangrejo' al barrio del Ángel, a causa de que la comparsa popular que la víspera de San Rafael recorría aquel vecindario llevaba una gran farola en la que se veía pintado un cangrejo". (Aprovechando la extraordinaria con- currencia a esas fiestas, algunas familias pobres del barrio pusieron a venta unas tortillas especiales que ya en lo sucesivo, y hasta nuestros días, se conocen por tortillas de San Rafael} Modernamente, las comparsas han sufrido las injustasindecisiones de las autoridades blancas tocante a su licitud. Algunos años, conociendo el encan- to de nuestragente afrocubana por estas procesiones carnavalescas, ruidosas y orgiásticas, las autoridades municipaleshan querido halagarlaspara cose- char sufragios políticos, no solamente permitiéndolas sino organizando certámenes carnavalescos de comparsas. Otros años, so capa de tendencias 21
  • 22. culturales y de aversión a las supervivencias africanas las han prohibido o, cuando menos, limitado a ciertos barrios. Y hasta 1914 se ha pretendido someter las organizaciones transitorias de las comparsas a la ley de asocia- ciones. Una muestra de ese vacilante e injusto criterio que domina en las esferas gubernamentales puede verse en el siguiente bando de policía. "Habana, febrero 1"' de 1913. "Esta jefatura, de acuerdo con lo dispuesto por la autoridad competente, hace saber a ios capitanes y tenientes al mando de las estaciones, para su más estricto cumplimiento, lo que sigue: "Las comparsas no podrán salir a la calle haciendo uso de instrumento, bien sea bombo o tambor, que produzca, remede el sonido seco del tambor africano. "Asimismo les está prohibido el usar güiros, marimbas y bailar o hacer movimientos con el cuerpo al son de la música. "Tan pronto salga una comparsa, el vigilante de la posta correspondiente, lo avisará a la estación, a fin de que a la misma se una un oficial, o sargento en ¡unciones de oficia!, el que cuidará de la referida comparsa hasta que salga de su zona. "Se dispone también, que en todo el trayecto que recorran las susodichas comparsas vayan acompañadas por los vigilantes de las postas, por donde crucen, hasta donde éstas terminen. "Durante, las horas de! paseo, no se les permitiráde ningún modo, circular por las calles de Paseo de Martí y Malecón." En csie bando se observa, ante todo, la reiteración de ¡a prohibición del tambor africano. Ésta es una de las constantes obsesiones policiacas de nuestras autoridades. El tambor les molesta menos cuando se traía de halagar políticamente al pueblo bajo. Entonces se permiten ios más vergon- zosos desenfrenos orgiásticos al SOR de tambores africanos en las calles y plaxas públicas. Y lo cieno es que, fuera de su ruido molesto y desesperante para ios no iniciados en la música alricana (en cuyo aspecto ha de merecer la raíüna represión que no merece, por ejemplo, el estridente, ofensivo e insultante cornetín de nuestras orquestas vulgares), ei. tambor africano no 1 puede ser un peligro ni para el orden público, ni para la moral, ni para la civsíi/jción. Vigflense ios bailes impúdicos, refrénense las rumbasorgiásti- ca:-., •.»,¿¡•vénganse ¡as da:;/.a.s fetichistas y políticas e impídase e! loque de u-;nr;;xs Hiera de ciertos días yhoras; pero no se prive a los negros de ciertas expansiones inofensivas o. por ¡o menor,, no más perniciosas e insoportables que oua> análogas permitidas a los blancos. Persígase el tambor, si se cree conveniente, pero no se dé licencia al cornetín, que ambos por groseros
  • 23. - •;,¿fe| |ft¿L?WN ¿«i - ._ > ¡•'¡gura J . Cabildo .ilVoculninu en e! Día de Reyes, 1837. De A. Galindo.
  • 24. alentadores a la tranquilidad de los nervios acústicos y por herejes de la ortodoxia estética musical, acaso mere/.can hasta el auto de fe. No se persiga cí tambor por africano, que también los negros, y acaso más que los blancos, necesitan dar salida franca a las impulsiones naturales e inocentes de su espíritu. La Constitución ampara por igual ai cornetín que al tambor. Y, sobre todo, unifórmeseel criterio gubernativo. Que la policía acerca de las músicas y carnavales afrocubanos no quede al arbitrio más o menos civilizado o cohechablc de un alcalde o de un policía, o, lo que sí es verdaderamente triste, a las exigencias electorales de una campaña política. Ello no es solamente una exigencia de justicia, sino una cuestión sociológica de conveniencia nacional. Y, además, también en esas comparsas de evidente primitividad, encon- tramos su algo de arte, como dijo el excjuisito Jesús Castellanos. Y, ¿por que hemos de perderlo cuando podemos transformarlo, mejorarlo, e incorpo- rarlo, purificándolo, a nuestro folklore nacional? ¿Acaso no conservamos otras costumbres tan salvajes, impuras e impurificables, de trascendentalis- mo corruptor y antisocial, como la lotería y los gallos?Aun después de haber demostrado una civilización activa capaz de borrar de nuestra vida social estas costumbres legalizadas,aún creeríamos que otros hábitos inveterados y poco cultos habrían de desaparecer de Cuba para poder justificar una campaña de represión de esas supervivencias del infantil arte africano, libre de prejuiciosy de condenaciones apriorísticas y p/esuntuosas. 24
  • 25. La fiesta afrocubana del Día de Reyes* Huista la ley de abolición de la esclavitud, o sea hasta 1880, los"negros afrocubanos, libres o esclavos, celebraban una fiesta, el 6 de enero de cada año, que la iglesia católica consagra a la,Epifanía o a la Adoración de los Reyes Magos, comúnmente,llamada Día de Reyes. El Día de Reyes era de libre expansión para los africanosen Cuba, y a sus clamorosas manifestaciones sumábanse los negros criollos con igual entu- siasmo. Fue, sin duda, una de las más pintorescas escenas de la vida colonial, que de antaño interesó el pincel de los artistas y la pluma de los escritores. Por eso no es difícil darnos aún cuentade sus caracteres externos, acudiendo, para conservar el sabor de la época, a su descripción por los contemporá- neos. Aquel día el África negra y ultratlántica con sus hijos, sus vestidos, sus músicas, sus lenguajes y cantos, sus bailes y ceremonias, sus religiones e instituciones políticas, se trasladaba a Cuba, principalmente a La Habana. La esclavitud que fríamente separaba hijos y padres, maridos y mujeres, hermanos y compatriotas, atenuaba aquel día su tiránico poderío y cada negro se reunía en la calle, con lossuyos, con los de su tribu,con sus carabelas, ufanamente trajeado con los atavíos ceremoniales e indumentariasde su país, dando al aire sus monótonos y excitantes canturreos africanos, atur- diendo con el ruido de sus atabales, campanas, tambores ydemás instrumen- * Tomado del folleto del mismo título, publicado por la Dirección de Publicaciones del Departamento de AsuntosCulturales del Ministerio de RelacionesExterioresde la República de Cuba, La Habana, 1960. Edicionesanteriores bajo el título de La fiesta afrocubana del Día de Reyes: Revista Bimestre Cubana, vol, XV, 1920. La Reforma Social, t. XVII, no. 4, 1920. Archivos del Folklore Cubano, vol. I, no. 2, 192-1; nos. 3y 4, 1925. Imprenta El Siglo XX, 1925. 25
  • 26. tos primitivos y,sobre todo, gozando de la ilusión de la libertad, en una orgía de ritos, baríes, música, cantos y aguardiente. Los artistas de la época nos han dejado de la fiesta curiosos dibujos. (Véase Figura 2.)1 El pintor andaluz Landáluze, costumbrista, trató de pintar varias veces ese mismo tema cubano. Véase la Figura 3, reproducción de uno de sus cuadros, hoy en poder del arquitecto señor Evelio Govaníes (Habana). Véanse algunos otros dibujos en la obra de F. Ortiz Los bailesy el teatro de los negros en elfolklore de Cuba (La Habana, 1952)." El literato cubano Ramón Meza nos ha dejado csia cabal descripción del Día de Reyes.' "Desde los primeros albores del día, oíase por todas partes el monótono ritmo de aquellos grandes tambores, hechos de un tronco ahuecado y cubiertos por un extremo con'un parche de cuero de buey que se templaba al fuego. Los criados abandonaban !as casas muy de mañana, y de las fincas cercanas a la población acudíanlas dotaciones: unas, atestandolos vagones traseros del ferrocarril; otras, hacinadas en las carretas que conducían ios enormes barriles de azúcar; y no pocos a pie. Todos corrían a incorporarse a sus cabildos respectivos, que tenían por jefe, generalmente, al más anciano de la tribu o nación a que pertenecían. "Por dondequiera se formaba un gran corro. Los enormes tambores se colocaban a un lado a guisa de batería. A horcajadas sobre ellos batían incansables ios locadores con sus callosas manos, a ¡as cuales se ataban esferas de metal o madera huecas llenas de granallas y rematadas por plumas, el terso cuero de buey, agitando los hombros, crujiendo losdientes, a medio cerrar los ojos, como embargados por fruición inefable. En el centro del corro bailaban dos oires parejas, haciendo las más extravagantes con torsiones, dando saltos, volteos y pasos, a compás del agitado riíino cíe ios tambores. La agitación y ia alegría rayaban en frenesí. El cavilan, aqucí conjunto de piel, huesos y nervios, aquella pobre arpa desvencijada, segura- mente que recordaba ios días de su juventud, pues no tan sólo vociferaba hasta enronquecer, sino que, entusiasmado,entraba a menudo a formar parte del grupo de bailadores.El de ¡abanderóla la hacía llamear paseándola sobre el grupo. Las abundantesplumas de pavo real que llevaban atadas a la cabeza los bailadores, estremecidas por sus agües movimientos, brillaban con tornasoles rncíálkos a h Suz que, sobre aquel abigarrado conjunto, dejaba caer a ok n-.o ;1 arciiem ; sol. Les espejillos de los sombreros, ias lentejuelas y los tisús de los trajes, las grandes argollas de pulido oro que colgaban de las orejas de ébano, las alcancías que pasaban de rnano en mano para-recibir de los espectadores el aguinaldo,los sableciHos. iodo destellaba como para deslumhrar ia vista mientras el ¡"uido aturdía los oídos. Las miradas chispeaban en aquellos rostros de pura raza etíope, ias bocas rojas
  • 27. y de dientes blancos y agudos se abrían para dejar escapar salvajes gritos y carcajadas. Los cencerros, cascabeles, tambores, fotutos, rayos, triángulos, enormes marugas, acompañaban el vocerío que todo lo asordaba. "A las doce del día la diversión llegaba a su apogeo. En las calles de Mercaderes, Obispo y O'Reilly era una procesión no interrumpida de diablitos. Todos se encaminaban a la Plaza de Armas. A poco lamuchedum- bre colmaba aquel lugar y a duras penas podía transitarse per ios costados del Palacio de Gobierno. Los espectadores invadíanlosbalcones, las aceras, y se trepaban en las bases de las columnas, en las ventanas y en los balcones de piedra que rodeaban la plaza. Las hileras de laureles con sus copas enormes y de obscuro verde, los arbustos de !a plaza de hojas pintorreadas y de flores varias, las esbeltas palmas que recortaban la silueta de sus elegantes penachos sobre un cielo del mas puro y bello azul, los marineros de todas las naciones que bajaban en grupo para presenciarmedio azorados aquella exótica fiesta, los soldados que custodiabanlos edificios cercanos a la plaza, las múltiples banderas que flameabancon el viento y los mil colores con que adornaban sus trajes los negros, ofrecían, a la verdad, el más pintoresco espectáculo. Los cabildos iban entrando por turno al patio del Palacio, en cuyas bóvedas repercutía durante muchas horas el atronador redoble de los tambores, los salvajes cantos y ¡os entusiastasvivas de los africanos. Y mientras abajo extremaban sus habilidades los bailadores, el capitán de cada cabildo, sombrero de picos bajo el brazo y bandaterciada sobre el pecho; el abanderado, pendón al hombro, y el cajero cargado con su alcancía de hojalata, subían las escaleras de! Palacio en medio del mayor orden, y haciendo las más vivas demostraciones de adhesión, recibían, por lo menos, media onza de oro de aguinaldo. Ese día se mostraba el Palacio muy generoso. Por las ventanasque daban al patio llovían tabacos, medios, reales y hasta escudos, sobre los cuales se precipitaban a disputárselos ávidamente centenares de manos. Las negras viejas, más expresivas, o más nerviosas, eran lasque con más fuerza agitabanen io altosus huecasmamgas, metidas dentro de una red de cáñamo, y casi delirantes pedían a Dios que guardase y conservase muchos años la salud,del eselcntísimo señó genera. "Luego salían del Palacio para dejar espacio a otros e iban desfilando, en perfecto orden, loscongos yluciimíes con sus grandes sombreros de plumas, camisetas de rayas azulesypantalónde percal rojo; los araráscon sus mejillas llenas de cicatrices de cortadurasyde hierrocandente, repletos de caracoles, colmillos de perro y de caimán, cuentas de hueso y de vidrioensartadas y sus bailadores metidos hasta la cintura en un gran rollete formado con un aro cubierto de fibras vegetales; los mandingas, muy lujosos con sus anchos pantalones, chaquetillas cortas y turbantes de género de seda azul o rosa, y bordeados de marabú; y tantos otros, en fin, de nombre enrevesado y 27
  • 28. . •W , V • - . ' k ¿^ ^
  • 29. Filtra 3. "Ircmc" o diablito. Óleo de V. P. Ixi
  • 30. caprichosos trajes que no estaban hechos enteramente a estilo de los de África, sino reformados o modificados por la industria civilizada. "Pero no todos los negros ingresaban en los cabildos, que los criollos, y algunos de nación, lo tenían a menos. Y en vezde colgarse aquellos salvajes adefesios, que constituíanlos trajes de sus paisanos, vestíanse por los figuri- nes de París. La elegancia consistía en la exageración de la moda; por eso el sexo débil tenía preferencia por las cintas, moños, flecos, grandes aretes, vistosas mantas, profusión de sortijas, pulseras y contraste de colorines. En e! sexo fuerte se traducía esta preferencia por el marcado propósito de agrandar los cuellos, lucir rizada la pechera de la camisa, abultar la corbata y escoger e¡ género de los pantalones y el chaleco con las pintas nías señaladas. Otros vestíanse de marineros y a cuestas con un barco pequeño, en vaivén continuo sobre un pedazo de arrugada lona pintada de verde y blanco, que figuraba las olas espumosas del mar, iban repitiendo en ocasio- nes más o menos aceptables, que les dieran el aguinaldo. Otros, inde- pendientes, se vestían de minstrels y arrancaban la propina a fuerza de payasadas. No pocos cargaban con una imagen de la Virgen de Regla o del Cobre, la metían entre vidrieras, la encintaban, le colgaban unos cuantos milagros e iban explotando en provecho propio la candida devoción de los demás. "En Sos barrios extremos y calles menos concurridas, campaban por sus respetos los ñañigos cubiertos de un capuchón de burdo género, algo pare- cido al de los sayones del Santo Oficio, pero tan grande y abultado que a su lado las piernas y brazos sólo parecían simples apéndices. En el ñañigos se extremó toda la grosera y bárbara imaginación de las tribus africanas. Institución, signos, trajes, todo era en alto grado repugnante.Era de ver con qué feroz entusiasmo seguían las masas de la clase más ínfima del pueblo, sin distinción de edades, sexos ni razas, aquel ridículomadero emplumado, símbolo que enarbolaba cada una de aquellas salvajes agrupaciones ahitas de aguardiente y sangre de gallo, y que, según delataba la voz pública, tenía por juramento una herida mortal en el pecho de cualquier humano. Las demás tribus llamaban la atención por lo pintoresco y exóticode sus cantos, trajes y bailes: en los ñañigos toda era feroz, sombrío, nauseabundo. La horda repleta de navajas ypuñales, marchaba a paso lento, no agrupada, sino apiñada, tras los bailadores, que no cesaban, en sus convulsiones chocantes, de agitar el rimero de cencerros que llevaban de éstas, enemigas por lo común, pues siempre se tenían declarada mutuaguerra, setrababa una lucha en la que se herían y asesinaban feroz y cruelmente. "A las dos de la tarde ya tenía que hacer la policía, representada por los legendarios calador ysalvaguardia, para arrojar fuera del antiguo recinto de la ciudad, más allá de las murallas, la numerosa turba." 30
  • 31. Otras varias firmas han tratado en Cuba del Día de Reyes, pero siempre en sentido descriptivo. De ellas entresacaré unos párrafos, los más expresi- "El Día de Reyes todos los individuos de color, nombre que aplicamos a los que no son blancos, están facultados para pedir su aguinaldo, bien en particular, en tandas de cuatro o seis personas, o en cuadrillasmás numero- sas, que llaman tangos, con tamboriles, fotutos y cantos diabólicos, que sin duda han dado lugar a que se califique de diablitos a los que los emplean para conseguir su objeto. "Le? Dardos y mórcaos ^curve.-., y a'.giv;:-cy i'bv-js. c.:: :.n;js •^••..ü-o-ocpeya, capataces de muelle, de cuadrilla o jornaleros por su cuenta, se presentan de casaca ysombrero de pelo, aliasbomba,alfiler de pecho, gemelos de oro, reloj y hasta caña de india y guantesde algodón,décima en mano, que les ha costado una o dos pesetas, felicitando a cuantos caballeros encuentranal paso, conózcanlo o no, y a las señoras, que por lo general se encierran para librarse de impertinencias, y suelen dejarse ver en las ventanas o balcones, para divertirsecon los mamarrachos, sus saltos, bailes y carreras. "Con las tales décimas suelen ganar algunos reales, que les dan tanto los que los conocen o los que se han valido de sus servicios, como las personas de buen humor o a quienes hace gracia el porte obligado, ias escenas dramáticas que a veces representan a su insistencia. "En tandas o cortas partidas recorren la ciudad las mulatas o negras más elegantes, en númerode cuatroo seis a losumo,con /ñañigas o sonajas: güiros o cascabeles, o cantando a secas, sin ton ni son y con una monotonía exasperante unas tonadas chillonas que penetran hasta lo más retirado de las habitaciones. No deja de ser curioso examinar sus vestidos: casi todas lo llevan de raso, tul o muselina, con cintas,mediasy zapatos de seda (este año probablemente ostentarán sus mulacoes, adornos de cabeza, quillas, dobles faldas y quién sabe cuántomás), buenas prendas, abanico, pañuelo, bandas, flores y coronas, y algunas se precavende los molestos rayos de) sol con sus sombrillas; a mediodía e! calor y el cansancio suelen descomponer su esme- rada toilette, y algunas no pueden resistir el calzado, que procuran aligerar. "Estas tandas con susmodisturas, sus cantos ysusbailes especiales, en los cuales no se introduce el otro sexo, tienen mejor acogida y más positivo resultado, permitiéndose en muchas casas que entren a bailar en el comedor o en el patio por espacio de diez minutos en cambio de un real o peseta que después dividen o gastan en alguna confitería o puesto de dulce ambulante, a que dan preferencia porque les venden mayorcantidad. "Los tangos o cuadrillas son las más temibles, por su ruido tronador, por los saltos y asaltos de los diablitos que las capitanean y por que ocupan la calle de una a otra acera, obstruyendo el paso, y privando a los transeúntes 31
  • 32. hasta el derecho a la acera, que ocupan por lo regular con su comitiva, tamboriles y acompañantes. Estos tangos generalmente los forma el sexo fuerte sin cuidarse muchode la elegancia del vestido, pues por lo común son saltimbanquis y gimnásticos que se entretienen en evoluciones, carreras, contorsiones, movimientos grotescos, suertes enzancos,bailar rueda de gran diámetro y otras faenas por este estilo. Así es que unos se visten de indios con plumas, cascabeles, collares de maní o de hormillas de botones; otros se pintorretean la cara, los brazos, el pecho ylas piernas, yendo descalzos para tener mayor agilidad; otros se adornan con cintas, flores, gorras de raso, capitas cortas a lo trovador, pantalón galoneado de oro, zapatos de charol o de seda, de corte bajo. "El acompañamiento, además de los fotutos, tamboriles,güiros,botijas y otros instrumentos rústicos, lleva banderas, estandartes, bandas los capata- ces, que son los recaudadores tesoreros, sobre la casaca y el pantalón, distintivo de su cargo. "Fácil es comprender por la simple vista cómo quedarán los cuerpos de esos individuosal cabo de doce horas de continuo ejercicio, tan violento que muchos no pueden continuarlo por la tarde. Pero al fin, ellos sacan su utilidad y se divierten a su modo aunque sea un solo día en el año." Otro escritor, P. Riesgo, dice lo que sigue:5 "Grupos numerososde negrosynegrascruzanpor la gran ciudad en todas direcciones, al son de sus tamboras,vestidos ridiculamente,adornados con profusión de cintas, cuentas de vidrio, espejos, plumasviejas y pedazos de telas de todos colores. En medio de cada uno de estos grupos lleva uno de sus amigos, de colosal estatura, cubierta la cara con un pañuelo, o bien pintada de blanco y encarnado, lo que le da un aspecto risible y en extremo ridículo. Este hombre lleva pendiente de la cintura un arco cubierto de estopa y adornado con cintas, formando una especie de sayuelas que le cubren hasta la rodilla, la que mueve violentamente cada vez que baila delante de las ventanas o balcones de sus amos o de los amos de susamigos y acompañantes. Cuando concluyen sus bailes, un negro viejo solicita la acostumbrada ofrenda, ylasniñas oniños que han gustado la danza africana, y que se han reído con los saltos y visajes de sus esclavos, dejan caer sobre el sombrero del negro la dádiva solicitada. "Y en medio de esta especie de algazara, de este desencadenamiento, no se altera ni un segundo la públicatranquilidad, no sucede una sola desgracia, no se olvida cada cual de su respectivo deber. Las sombras de la noche empiezan a cubrir la tierra y los grandes grupos de negros se disuelven tranquilamente, retirándose a las casas de sus amos para descansar detanta agitación, para contar a los compañeros que no han salido, las ocurrencias del día, los sucesos acaecidos en la celebración de su gran fiesta."
  • 33. De Pérez Zamora son estos párrafos: "Innumerables grupos de comparsas de negros africanos recorren todas las calles de la capital: la turba es inmensa: su aspecto horroriza... El ruido que forman los tambores, los cuernos y los pitos aturde por doquiera los oídos del transeúnte: aquí se ve un falso rey lucumí en medio de su negra falanje: allíunganga; allá otro de nación carabalí, etcétera, etc., ytodos ellos soberanos de un día, cantan con monótonoydesagradable sonidoenlengua- je africano, las memorias de sus pueblos: y centenares de voces, chillonas unas, roncas las otras, y todas salvajes, responden en coro al rey etíope, formando un diabólico concierto difícil de describir. ¿Veis más allá, en los grupos que acabamos de mencionar, otros no menos alborotadores, cuyos individuos danzan como fantasmas de la noche o como sombras del averno, chillando, gesticulando,moviéndoseacompasadamente al ruido de lostam- bores yde lospitos en torno de una negra a quien han proclamado soberana? Pues bien, todos son hijos de la abrasada Etiopía, que celebran con frenesí el 6 de enero en la capitalde Cuba; todos conmemoran las tradicionesde su patria; y, ai conmemorarlas cada año, todo esclavo es allí libre... ¡pero por un solo día! "Los reyes negros tienen por vestidura una piel de carnero con cola; el rostro lo llevan matizadode colores vivos que les dan un aspecto aterrador; algunos empuñan en sus manos un gran báculo; otros se levantan sobre zancos como gigantes, paseando así las calles de la ciudad con sus cohortes, y unos y otros lanzan al aire espantosos gritos, semejantes a los ladridos de grandes mastines, o bien al rugido de los leones en los bosques. "Y todos medio desnudos, reyes y subditos, forman en diferentesgrupos el cuadro más repugnante que se puede presentar a la vista del hombre civilizado. Y unostocan los desacordes instrumentos de que ya hemos hecho mención arriba, para herir nuestros oídos, y otros danzan estrepitosamente como condenados, haciendo con sus cuerpos diferentes contorsiones que ofenden nuestras miradas. "Los negros de Cuba no tienen en todo el año otras horas de más alegría que las del día de los Santos Reyes;se derraman en todas direcciones, como una negra nube por la ciudad: desde por la mañana desaparece el sirviente esclavo como por encanto de la casa de su señor; el que ha logrado rescatar su libertad, toma también parte en el entusiasmo, en el frenesí general; y todos, en fin, roban al duro yugo de su suerte aquellos momentos de locura. Porque el hombre en todos los países, en todas las condiciones de la vida, en todos los estados, en todas las edades, necesita de cierto lenitivo para fortalecer el espíritu a fin de sobrellevar las amarguras de la existencia; y vano es pretender ahogar para siempre los placeres y los goces que el alma 33
  • 34. pide, porque eso sería querer encerrar en vida en un ataúd al pobre corazón humano. "El Día deReyes enLa Habana esnecesario tener continuamente abierto el bolsillo, caros lectores. ¿Y sabéis para qué? -Para regalar... Si vais a un café, si os sentáis a descansar en el canapé de algún pasco público, sientráis en alguna casa amiga, o bien de persona que no conocéis, por todas partes os veréis acosados por negros y negritos de ambos sexos que os salen al encuentro, pidiendo con importuna insistencia el popular aguinaldo. -'¡El aguinaldo!, iel aguinaldo!' He ahí la voz que sonará incesantemente en vuestros oídos; he ahí la sacrosanta palabra que se ha de oír perennemente, tanto en el retiro de los gabinetes como en ias plazas y en las calles. "Y la algazara de una muchedumbre üena de expansión de libertad de vida, va llenando los espacios como una nube... y la alegría y la locura se desbordan como torrentes alentadas con el vino, con el aguardiente y los licores; ymientras los esclavos en la ciudad están gozando al aire libre de sus placeres, los grandes señores huyen a los campos como golondrinas para pasar encerrados en sus fincas con sus familias, o bien en compañía de sus amigos, un día de tranquilidadde quietud, de completa calma. "Los negros tienen en La Habana sus cabildos o congregaciones, y todos los individuosque pertenecen a una misma tribu proclamanentre los negros de su misma nación una superiora a quien dan el nombre de maestra. La maestra representa entre ellos un papel importante, y todos los miembros de cada una de las respectivas congregaciones le dan mensualmenie para fondo de aquella especie de sociedad, un medio sencillo, moneda que equivale a un real de vellón. "Las maestras son las reinas que salen en triunfo el 6 de enero rodeadas de un séquito compuesto de gente de sus respectivas tribus. El aspecto salvaje de todos aquellos rostros, las pieles que usan muchos por vestimenta, el variado color de las sombrillas y de los vestidos de las negras ya medio civilizadas, he ahí los tonos que resultan más en el cuadro, y que llama por un momento la atención del viajero y de todo aquel que pasa por primera vez un Día de Reyes en La Habana. "Entre los negros es el baile un verdadero delirio; así los hombres y las mujeres de esa raza desgraciada no cesan de danzar en el citado día, a usanza de su tierra natal." El periodista A. de García escribía en El Faro Industrial de la Habana (6 de enero de 1842) lo siguiente: "...en este día no sólo tenemos que admirar ese conjuntoestraordinario, sino que tenemos que ver yvemos con estos ojos que ha de comerse la tief ra, los tangos de diablitos que recorren la población durante el día á caza de
  • 35. aguinaldos, tipos originalísimos que arriba ofrecemos á nuestros lectores. por creer débil e! lenguaje para espresar la estravagancia que de sí arrojan. "Vosotros, lectores de mí ánima, que veis los originales de esta copia, no me dejaréis mentir: vosotros que contempláis esos rostros marisalados con mi!colores, esos ademanes hiperbólicos, esos trages, más estravagantes que la más exagerada idea de la mayor estravagancia y esos instrumentos sin iguales: que los oís, y á esa vocería ahulladora é inarmónica, á cuyo eco ejecutan sus singulares danzas,.y que admiráis a! mismo tiempo la risible gravedad con que los cabildos practican sus ceremonias, llevando ai frente susestandartesbenditos; el viso de religiosa solemnidad que dan áesos actos profanos, y el lujo de las negras de nación asociado a la vestimenta estram- bótica de sus camaradas y diablitos." Un año después publicábanse en el mismo periódico habanero estos párrafos firmados por Escolástico Gallardo, refiriéndose a un grabado: "...¿y qué me dicen ustedes de! negrito bobo, Canga Cajú, que ocupa el primer lugar de la derecha? ¿No se os antoja que estáis mirándole bailarel ó, ñaña-ó con aquellas contorsiones scmi lúbricas y semi frenéticas, que vuelven la cabeza á una inmensa muchedumbre de negritos haraposos que se agitan á par suyoimitándole los movimientos, yacompañando con inferna] y discordante coro eí canto monótono y salvage con que él compasa sus meneos? Y dónde dejamos al Brichi descomunal que disfrazado con los arreos grotescos de Diabliío, se ofrece ávuestras miradas,plantado en medio del cuadro y en primer término, e! pie derecho en alto, entreambas manos en la cintura, y en ademán imponente, mirando de hito en hito á una negra ñaca, de cara tan inclasificable." Esta fiesta de la Epifanía afrocubana, como era natural, llamó la atención de los viajeros que la presenciaron, y algunos la recogieron en sus notas, -como Wurdiman, Beauvaliet, Marmicr y otros. Beauvallet describe el rey de un cabildo, observando e! Día de Reyes de 1856 en La Habana: "Llevaba una muyapropiada vestimenta real de la Edad Media, un túnico rojo de terciopelo con una magnífica corona de papel dorado. Este negro, que era enormemente alto y de buena presencia, daba su mano con toda gravedad a una negra, que representaba una reina. Caminaba con paso deliberadamente majestuoso, nunca reía y parecía reflexionar profundamente acerca de la grandiosidad de su misión en este mundo." "Hay negros -dice Marmier en su obra Letíres surl'Amérique, citada en un valioso estudio de Luciano de Acevedo- que llevan sobre la cabeza un castillo de plumas, un bosque de ramos de flores artificiales.Los hay cuya cara y el cuello están cubiertos de una careta espesa, distinguiéndose detrás de ella el movimiento de los brillantes ojos; hay otros que se han esforzado
  • 36. por dar a su cara la apariencia de un avede presa o de una fiera; gran número de ellos están desnudos hasta la cintura, tatuados o pintados en las mejillas, en los hombros o en el pecho; éstos con rayas amarillas,aquéllos con rayas blancas. Algunos que no se consideran bastante negros, se han llenado el cuerpo de rayas hechas con betún. Las mujeres van cubiertas con trajes de colores brillantes, una flor en la cabeza, un tabaco en la boca., una capa de pintura roja, verde o blanca en la cara." Léase, por fin, esta descripción en verso:8 Si a estepueblo un extranjero Fuese hoy el día primero Que lo pudiera estudiar, En eljuicio quefonnase, De lo que en él obsédase, Se habría de equivocar. Pues hoy la gente africana Corre por toda La Habana Dando gritos de placer, Y entona cantos salvajes, Grita, ríe, hace visajes, Sin cesar en su correr. De liañna el rostro embarrado, Risiblemente adornado Con cinta, estopa y papel; Un negro alto, corpulento, Baila mirando contento A los que hay en tomo de él. Negras, negros que se ríen, Se pavonean, seengríen, Dando vueltas en redor. Vestidos de relumbrones, Haciendo mil contorsiones A los golpes del tambor. 36
  • 37. Y cuando la danza acaba, Prosigue la genteesclava Su paseoy su gritar; Y si las calles transitan, Donde sus amos habitan, Vuelven de nuevo a bailar. Y vuelve la gritería, Los cantos, la algarabía, Con un estruendo infernal, Se mueven furiosamente, El sudor baña su frente, Parecen genios del mal. Se ve en los zancos elevado El diablito engalanado Cual un feo mascarón Para él la calle espoco, Se agita, se vuelve loco Bramando como un león. Mordíanse luegoy repiten Sus bailes, si los permiten, De una u otra reja alpie, Y de tan loca alegría A cualquier hora del día » • •• • El mismo cuadro se ve. Tales descripciones dan una idea general de lo que debió de ser el Día de Reyes habanero. Pero, convengamos en que todas ellas carecen de observaciones analíticas, minuciosas y metódicas; no distinguen, por ejem- plo, vestimentas, bailes y cantos de una nación y otra; y presentan un cuadro abigarrado de conjunto, con muchos rasgos borrosos. Hoy día, naturalmen- te, la distancia hace aún más confusos losperfiles. El Día de Reyes se celebraba en todas las grandes poblaciones de Cuba, aunque, naturalmente, no con la concurrencia que en la capital. Un autor anglosajón se refería así, en 1844, al Día de Reyes en Güines (provincia de 37
  • 38. La Habana): "Ese día se concede casi ilimitada libertad a los negros. Cada tribu, después de elegir a su rey y a su reina, recorre las calles con una bandera que ostenta pintados el nombre de la tribu y las palabras ¿Viva Isabel!,'1 con el escudo de España. Sus majestades van vestidas con todas las exigencias de >u moda y muy ceremoniosamente escoltadas por las damas y caballeros negros de su corte. Una de las damas lleva un quitasol que cubre la cabeza de la reina."'"Tresnaciones concurrían en Güines a laparada, que parecía presidida por un negro atlético en traje fantástico, quien ejecutaba una danza salvaje y todo género de contorsiones, es decir, el diabüto. En Matanzas ocurría lo mismo, como puede ver eí lector en las recién publicadas "Memorias de Lola María".1 Y así en'otras ciudades. No solamente el Día de Reyes fue ocasión de fiestas callejeras de los cabildos, si bien en los años últimos de esos festejos sí se limitaron a tal día, Anteriormente, durante e! sigio xvín y comienzos del XIX, el día 8 de septiembre acudían los cabildos a la ermita, hoy parroquia, de, Monserrate. Rosaínz, en su artículo (1881) sobre dicha iglesia, escribía: "También protegió este ermita la clase de color. Con sus cabildos de araráes, lucuniíes, congos, cíe., y banderas desplegadas concurrían a ella eí día de Nuestra Señora de Regla, vistiendolos más de los negros en trajes de etiqueta, con anchas bandas de raso los capataces o reyes de cabildo, y bastones, algunos de éstos de costo, de gruesa madera de India: los más con puño de plata. Las damas etiópicas vestían con lujo y elegancia, luciendo grandes quitasoles y costosas sombrillas." (Véase Figura 4.) Los amos prestaban esas vestimentas, En la descripción que del carnaval haitiano hace Texier12 puede verse todavía una notable semejanza con la antigua saturnal afrocubana. Como se ve, con sus asociaciones o cabildos trataban los negros de hacer revivir en Cuba la vidade su patriaen lo que ofrecía más relieve, ycuyo olvido para la psiquis infantil del negro era imposible, íntima relación con el Día de Reyes tuvieron los cabildos afrocubanos. y tienen todavía las comparsas carnavalescas que aún recorren las calles de los barrios pobres de La Habana; pero su estudio queda para otro lugar.13 Aún hoy, cuando han transcurridomuchos años sin que eí Día de Reyes sea consagrado a las bacanales negras, he visto animarse infantilmente el rostro de algunavieja africana al hablarle del Día de Reyes, yhastaintentar, con esa aguda emotividad que les es característica, algunos pasos del tango o baile cié su nación, sugestionada por mi evocación, que la hacía retroceder a unos días felices de los pocos que en su vida habían dejado recuerdo de alegría, y cantando con voz gangosa: 38
  • 39. ¡Reina del cabildo.'... ¡Ueleléa!" ¿Cuál fue el origen de la fiesta del Día de Reyes? Dicho sea en sentido general, el Día de Reyes es uno de los días del año más folklóricos,de más tradiciones y más extendida observancia. Entre los cristianos está consagrado a los tres magos que, según la leyenda, adoraron en Belén al recién nacido Mesías, quienes por suponerse de regio linaje suelen ser llamados los Reyes Magos y figurados con sendas coronas y mantos reales de terciopelo y armiño. En algunos pueblos se le llama el Doceno Día, porque en el concluyenlos antiguos doce días festivos que se iniciaban con la Navidad del Señor o, más bien, con el solsticio de invierno, el 25 de diciembre.14 En Cuba no podía pasar inobservada tal solemnidad universal; pero los folkloristas e historiadorescubanos no han podido todavía relacionarlacon las tradiciones de todos los pueblos al explicar su origen y significado. En un articulejo publicadoen El Museo (7 de enero de 1883) se dice que la fiesta de Reyes obedecía a que los cabildos tenían un rey y una reina electivos. Tal opinión me parece infantil. Verbalmente se me ha dicho que los negros festejaban al rey mago Melchor, santo que por ser al parecer de su raza, habían adoptado como su patrono celestial. Algún fundamento pudiera tener esta opinión, teniendo en cuenta que aún hoy existenen Cuba variasasociaciones de negros bajo la advocación de dicho santo, como la que lleva por título "Congos Reales del Santo Rey Melchor". Sin embargo, no pasa de ser una suposición sin base sólida. Esto aparte, no hay constancia alguna del número ni de los nombres de esos mitológicos tres Reyes Magos. Ei Evangelio de San Mateo, único que se refiere a tales magos, nada expresa. En los países de la llamada cristiandad hay una confusión en eso. En unos el rey negro es Melchor, en otros es Baltasar o Gaspar. Además, el rey negro es pura innovación folkló- rica, sin fundamento histórico. El rey negro sólo comienza a aparecer en la historia en las imágenes del siglo XV, cuando los negros africanosfueron de nuevo reintroducidos en gran número como esclavos en los pueblos- cristia- nos, como consecuencia de los descubrimientosy tropelías de los cristianos de Europa contra los negros de África, a quienes sometieron a servidumbre en gran número. Con las tres "razas" de los Reyes Magos se quiso simbolizar las de todo el mundo,blanca, amarillayafricana. Con la "raza" de los Reyes Magos pasó como con sus edades: uno viejoy de blanca barba, otro en su plena hombría y barbinegro, y otro joven y lampino. Como ocurrió en el cubano folklore de "los tres Juanes" de la 39
  • 40. ¡•'igíira 4. Rey del cabildo en el Día de Reyes. De A. Gaiindo (detalle).
  • 41. legendaria canoa de losmarineros a quienes se apareció laVirgen del Cobre: uno blanco y anciano, otro indio yjoven, y un tercero, negrito y mozalbete. Bachiller yMorales confiesa15 que no pudo averiguar el origen de la fiesta de referencia,suponiendo que los negros al ver pedir el aguinaldo a la tropa el Día de Reyes con pitos, tambores y cornetas, la imitaron. Pero ¿por qué fue tal imitación? ¿Poi qué las autoridades la toleraron hasta llegar a ser en La Habana una fiesta anual arraigadísima? Parece posible deducirlo de lo que escribe el propio Bachillery Morales. "A los días de los Santos Reyes desde tiempo inmemorial, ofrecían en las colonias de España en Indias la ocasión de que se tributarana los virreyesy jefes españoles los respetos y consideraciones atribuidasa la majestad que representaban en Indias."16 Dice asimismo que la tropa ese día pedía el aguinaldo, como es costumbre darlo a los niños diciéndolcs que los Reyes leshan traído losregalos. El mismoautor en un artículoya citado1 dice: ''Los esclavos del rcy,w que eran muchos en toda la América, acudían a pedir el aguinaldo alrepresentante de su amo." Este último párrafoes suficiente para explicar el origen de la fiesta. Con el tiempo acudirían a ella los demás esclavos, solicitados quizá por los mismos gobernadores que encontraban así un modo de sostener una fiesta popular y captarse las simpatías de los esclavos en general, de cuyaadhesión no se estuvo nunca muy seguro, según ya se ha dicho. Prueba el origen expuesto de la fiesta de referencia la prohibición posterior de que formasen cabildos y asistieran a Palacio en busca del aguinaldo los negros que no eran de nación, es decir, de África. Pero también iban a Palacio los negros libres, si eran negros de nación, y asistían con sus cabildos porque éstos fueron su representación social orga- nizada., como sus reyes o capataces, o dicho en otros términos,desde ese punto de vista,como sus cónsules. Al leer el estudio dedicado a los cabildos se comprenderá mejor esta idea. Por otra parte, también los esclavos de otros países americanos celebra- ban su fiesta el día del reparto de aguinaldos por sus amos. Así, según Bachiller y Morales, la bacanal negra sucedía en las colonias inglesas al día de Natividad19 y el de Año Nuevo. Véase, además, lo que escribe referente a dicha fiesta en Santiagode Chile. Tiene, sin duda, relación con lo anterior lo que dice Torquemada: "En 1609 hubo en México un alboroto yrumorde alzamientode negros, diciendo que la noche de Reyes se habíanjuntado muchos de ellos y elegido Rey (...) averiguada la verdad se halló ser todo cosa de negros (...) y pues en ello no hubo nada, no quiero referir las muchas beberías que dicen pasaron entre ellos aquella noche.""0 En la Antillainglesade St. Kitts, los negros desde Nochebuena hasta Año Nuevo bailan todos los días en la calle, ataviados con máscaras y trajes 41