1. Educación moral, ética y cívica
Antonio Bolívar EDUCAR EN VALORES. Una educación de la ciudadanía.
Educación moral, ética y cívica La moral es el conjunto de normas (implícitas en su mayor parte)
que una sociedad tiene, o considera válidas, para vivir en común. En ese sentido, incluye —en
primer lugar— el comportamiento cívico, que hay o —como aspiración— debía haber. Pues el
civismo es, de hecho, como dicen Camps y Giner (1998), el nombre de una moral laica, compartible
por todos los que, independientemente de sus creencias, participan en la vida colectiva. La moral
es, por tanto, el conjunto de comportamientos que tiene un individuo o, mejor, un grupo social. Y,
desde esta perspectiva, algo es moralmente correcto en cuanto que se ajusta o concuerda con los
valores o normas morales mayoritariamente vigentes o deseables. Desde la modernidad, la moral
social y cívica no se fundamenta, o es independiente de, en la religión. No obstante en España, en
la medida en que durante mucho tiempo la moral ha ido unida a la religión, todavía perviven
determinadas reticencias a hablar de «educación moral» en la escuela pública, prefiriendo —por
eso— a veces emplear los giros «educación ética», «cívica» o, en el giro actual, «educación en
valores». En Francia, donde —por su tradición laica— la educación moral ha sido independiente de
la religión, Freinet (1975) podía reclamar la necesidad de la educación moral y cívica. Conviene,
pues, sin reparos, reapropiarse el término «educación moral» como la que se imparte o promueve
en la escuela pública, siendo la moral religiosa aquella que practican determinados creyentes en el
ámbito privado, aunque la escuela pública pluralista deba respetar. Así, de hecho, se emplea en el
contexto internacional el término («moral education»). La Ética, como reflexión crítica de segundo
orden sobre los valores o comportamientos previos, pretenden proporcionar razones que justifican
o no las acciones, 8 comprender y analizar los comportamientos morales. En este sentido, la moral
es el objeto que estudia la disciplina de la Ética. Ésta pretende explicar, desde patrones de
generalidad o universalidad, la experiencia moral humana. Ha existido, no obstante, una oscilación
entre describir los hechos morales (ética «descriptiva»), y proponer modelos o ideales de vida
deseables (ética «normativa»), cuya función es señalar cómo hay que actuar moralmente. De
hecho, no hay oposición entre una y otra: analizar la moral vivida o vigente conduce a señalar qué
formas serían más justificables o deseables. En propiedad, entonces, «educación ética» o, mejor,
«enseñanza de la Ética» se refiere a una reflexión filosófica sobre la moral, a partir de los
contenidos, teorías y modos de razonar procedentes de la filosofía moral. La educación cívica, en
sentido estricto, pretende desarrollar las actitudes y normas consideradas válidas y necesarias para
la convivencia. La educación moral pretendería el desarrollo hacia la autonomía, más allá de los
normas convencionalmente establecidas, en función de unos principios éticos universales. En ese
sentido la educación moral se asentaría sobre una primera educación cívica. Pero, por ello mismo,
en la edad escolar la primera educación moral comienza con el civismo. La formación de una
ciudadanía se convierte en el objetivo prioritario de la educación, sabiendo que con ello estamos
formando a personas con un mayor desarrollo moral. Como señalaba Freinet (1975, 14): «por
cuestión de método, hemos procurado distinguir en este estudio entre educación moral y
educación cívica. Pero en la práctica los dos temas se confunden muy a menudo. En la actual
coyuntura un individuo no puede ser realmente moral si no es al mismo tiempo un buen
ciudadano, y, por otra parte, el miembro consciente de una comunidad social es necesariamente
moral». A este respecto, conviene señalar, que la educación en determinados valores (ambientales,
paz, salud, consumo responsable, etc.) que se deba hacer, tiene que asentarse — en primer lugar—
2. sobre la formación y educación cívica. El civismo de los ciudadanos comprende todo aquello que
hace posible una convivencia en el espacio público. Se suele, con razón, señalar los déficits que
arrastramos en España en este terreno. Enseñar a respetar y a conservar los bienes que son
comunes, es decir públicos, por ser propiedad de todos, es una de las primeras bases del civismo.
Como comentan Victoria Camps y Salvador Giner (1998: 135): «que el civismo y la cooperación son
imprescindibles para mejorar la calidad de la vida es demasiado obvio. Se trata, en definitiva, de
cuidar y conservar lo que no es patrimonio de nadie en privado porque es esencialmente público.
No hay leyes ni políticas que consigan ese objetivo si no cuentan, al mismo tiempo, con la buena
voluntad de los ciudadanos y con su connivencia». *** Por último, el problema de educar en
valores hoy no concierne sólo a los educadores y profesorado, porque el objetivo de una
ciudadanía educada es una meta de todos los agentes e instancias sociales. Por eso este libro,
dirigido en primer lugar al profesorado de los centros educativos andaluces, pretende también que
sea leído y debatido por los padres y otros agentes educativos. Sin su compromiso y acción
conjunta la educación moral de la escuela siempre estará abocada a fracasar o, cuando menos, a
tener efectos menos perdurables. Durante los últimos años, con motivo de la demanda de
información sobre esta temática, he trabajado con distintos colectivos de profesores e impartido
cursos para el profesorado. Esto me ha forzado a ir reelaborando algunas de las ideas expuestas en
anteriores libros (Bolívar, 1992, 1993, y 1995) y trabajos, cuyo fruto es este texto. El intercambio de
ideas y diálogo con tantos profesores y maestros/as, así como con otros colegas preocupados por
estas mismas cuestiones, han determinado (y estimulado) mucho de 9 lo que aparece en las
páginas que siguen. En cierta medida este período de maduración me ha llevado, por una parte, a
ser más consciente de los problemas que tiene una educación en valores; por otra, a conectar con
las demandas reales de los profesores. Agradezco, finalmente, a la Consejería de Educación y
Ciencia de la Junta de Andalucía el encargo de dar forma escrita a estas ideas, por la confianza
depositada, así como las observaciones realizadas al primer manuscrito, que han contribuido en
gran medida a mejorar esta versión fina l.