1. Maravillas ocultas.
(José Acevedo Jiménez)
Cuando era niño, recuerdo mi fascinación al ver pasar un rayo de luz por un
orificio. Observaba como el círculo, que se formaba al incidir el rayo de luz sobre
una superficie plana, poco a poco se iba alargando hasta adoptar una forma
elíptica. ¿Por qué ocurre? – me preguntaba ignorando a Apolonio de Perga. Luego
crecí y aprendí de matemáticas y secciones cónicas, pero olvidé lo que es sentir
asombro por aquellas cosas que para un adulto simplemente son insignificantes.
Olvidé que para descubrir algo nuevo debemos ser curiosos y nunca perder el
sentido del asombro. Porque en ciencias, algo que aparenta ser tan sólo una
curiosidad puede en realidad ser un gran descubrimiento.
Ya sea porque no tenemos tiempo o sencillamente porque no nos interesa, muy
pocas veces nos detenemos a observar las cosas que nos rodean. Esas cosas
sencillas y simples que esconden una gran belleza. Al crecer, perdemos esas ganas
de curiosear que sentíamos de niños y a la vez desaprovechamos la oportunidad
de poder apreciar las maravillas ocultas.