Las dos armas más poderosas del mundo, son la oración y la Palabra de Dios. ¡Pueden tener mayores efectos que la fisión del átomo! Son capaces de transformar corazones, algo que ninguna bomba atómica ha hecho aún. Jesús nos abre los tesoros de Su Palabra cuando se lo pedimos, como lo hizo el rey David: «Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu ley» (Salmo 119:18).