1. RECUERDOS ETERNOS
Por: Erlimargrca
Aquella vez que nos conocimos por casualidad, nuestras miradas se encontraron ¿recuerdas? Tú
tan perfecta y yo tan desaliñado. Sentí mucha vergüenza cuando me hablaste, estaba en un estado
deplorable, pero te dirigiste a mí de una forma tan amable que no pude evitar interesarme en ti. Ese
fue el comienzo de nuestra historia.
Ese día hablamos sin siquiera saber el nombre de ninguno, hablamos de cualquier cosa estúpida
que se nos ocurría y reíamos como idiotas. Nunca imaginé hablar con alguien que apenas conocía
tan naturalmente. Fijamos un lugar de encuentro en esa misma plaza, quedaba cerca de la estación
del metro, debíamos encontrarnos allí a las cuatro de la tarde todos los días solo para hablar y
distraernos.
Teníamos una química única, yo te hacía reír con mis pésimos chistes y tú me hablabas de las
cosas que más deseabas hacer como: Montar a caballo, saltar en bonji, manejar un auto de carreras
y por último me dijiste que querías subirte a la rueda de la fortuna porque ansiabas ver toda la
ciudad desde esa altura y saber cómo se sentía estar casi cerca de las estrellas, todavía faltaban
muchas otras cosas más que querías hacer, la lista era larga. Entonces pensé en hacer realidad todos
esos pequeños deseos que tenías y que disfrutaras de ellos.
Nos tardamos 3 meses en hacer todo lo que tenías escrito en tu lista, sólo nos faltaba subir a la
rueda de la fortuna. Tengo tan hermosos recuerdos de ti, tu sonrisa, tu ternura, tu voz suave, en fin.
Son tantas cosas, todo de ti me era perfecto. Intenté decirte infinidades de veces cuán hermosa me
parecías, pero no tuve el valor para hacerte saber mis sentimientos, sentía que no merecía tan bella
obra de arte; eras tan frágil que podría romperte si me lo proponía.
Habíamos quedado en encontrarnos un poco más tarde a la hora acostumbrada para hacer lo
último que nos faltaba de la lista. Ese día había decidido confesar mis sentimientos así a ti, estaba
tan nervioso que sudaba frio. Recuerdo que recibí una llamada tuya aquella mañana del 12 de mayo,
a las 10:30. Me llamabas para decirme que no podrías asistir a nuestra cita de ese día. Te disculpaste
infinidades de veces por cancelar de repente, pero me dijiste que iríamos en otro momento. Nunca
me dijiste la razón del por qué no íbamos a poder vernos y yo tampoco pregunté.
Al día siguiente te esperé en el mismo lugar de siempre, pero nunca llegaste. Ni ese día, ni los
cuatro siguientes días y cuando me di cuenta, había pasado una semana sin vernos, ni siquiera un
mensaje de texto. Volví a hacer el intento de esperarte a la semana siguiente y te vi correr hacia mi
agitada y sudada, mi felicidad fue notoria. Como siempre te disculpabas por haberme dejado
plantado por una semana sin siquiera avisarme, me dijiste que habías estado ocupada con la
universidad y tu mamá te había pedido quedarte en casa para que terminaras todos tus deberes. Solo
pude sonreírte, estaba tan feliz de verte que era imposible estar molesto. Al verte bien te noté
diferente, estabas muy pálida y un poco más delgada, tenías los ojos rojizos como de haber llorado
toda la noche y también te veías cansada. Hablamos por un largo rato y antes de despedirnos me
dijiste con una cara de tristeza que no íbamos a poder seguir viéndonos con tanta frecuencia porque
tendrías parciales la semana entrante y tenías que quedarte en casa a estudiar, sino tu mamá entraría
2. en una gran crisis si reprobabas alguno de ellos, pero que, sin embargo a escondidas ibas a
mensajearme y que no dejarías de escribirme. Eso me hizo estar tranquilo por un momento.
Los siguientes días eran sólo mensajearnos, pasábamos horas hablando, tanto así que se me
adormecían los dedos de tanto escribir, pero eso no me molestaba ni un poco, el hablar contigo me
hacía muy feliz. Pasaban los días tan rápido que ya habíamos olvidado hacer lo que faltaba en la
lista, y pasaron dos semanas.
Me armé de valor y fui a verte a tu universidad. Era inmensa, con bonitos lugares para hablar y
rodeado de muchas personas. Me acerqué a un grupo para preguntarles si por casualidad te conocían
y ellos me dijeron que si, que tenías dos semanas sin asistir a clases porque te habían internado de
emergencia en el hospital, habías tenido una recaída. Te habían diagnosticado leucemia hace 7
meses. Cuando ellos me dijeron tal cosa sentí un dolor punzante en mi pecho, estaba asustado.
Entonces miles de pensamientos vinieron a mi cabeza. Hace 7 meses exactamente cuándo nos
conocimos, estabas bastante alterada y preocupada. Y si tal vez ese día te enteraste de tu
enfermedad y no sabías que hacer e intentabas no pensar en ello y nuestro encuentro fue una forma
de distraerte para no llegar con ese aspecto a tu casa, todo tendría mucho sentido porque te fui de
ayuda para despejar tu mente y pensar en cómo ibas a tratar de llevar tal noticia. La decisión de no
vernos más no era por asuntos de la universidad (eso me quedo claro), la verdadera razón era
porque no querías que te viera en tus últimos momentos. Entonces recordé que todavía faltaba algo
que teníamos que hacer, antes de que partieras, eso último que aún no habías podido tachar de tu
lista, quería hacer eso por ti.
Fui hasta el hospital donde te encontrabas y te vi ahí, postrada en una cama de la que no ibas a
poder levantarte, estabas tan delgada que no podía creerlo, vi en tu rostro resignación. Al verme
rompiste en llanto, mientras me decías que lo sentías; no pude contener mis lágrimas y solo fui
capaz de abrazarte y te abracé tan fuerte que no quería soltarte. No era necesario que me explicaras
el por qué no me hablaste de tu enfermedad, solo quería que supieras que iba a estar a tu lado,
acompañándote.
Me acerqué a tu oído y te dije que ese día tendríamos nuestra última cita, todo estaba preparado.
Le había pedido permiso con anterioridad a tus padres y a tu doctor para sacarte por solo dos horas,
solo les dije que era algo que desde hace tiempo teníamos pendiente, dudaron por un momento pero
terminaron aceptando. Les agradecí por eso. Te subí a una silla de ruedas y emprendimos hacia el
lugar, el lugar donde terminaría nuestra historia. Mientras nos íbamos acercando a la rueda de la
fortuna vi como tus pequeños ojos se humedecían de felicidad, al subirnos y llegar a la cima
quedaste encantada por lo hermoso que se veía la ciudad desde tan arriba. Tuvimos la suerte de ver
una estrella fugaz, yo cerré los ojos para pedir un deseo y me aferré a él. Cuando los abrí tú estabas
observando aún por la ventana y me dijiste que no tenías nada más que pedir, que gracias a mi
habías logrado en tan poco tiempo todo lo que te habías propuesto a hacer. Me contaste que esa
libreta había nacido en medio de la desesperación y el miedo, escribiste allí tantas cosas como
forma de desquitarte con el mundo por tener esa enfermedad y que antes de irte por lo menos
querías proponerte a realizar ciertas cosas, porque querías vivir al máximo y disfrutar de la vida
antes de partir. Esa noche me hiciste entrega de esa libreta, donde guardabas todos tus sentimientos
y me pediste que no la leyera hasta que ya no estuvieras. Lloramos por largo rato y luego nos
fuimos.
Me quedé a dormir esa noche en el hospital y a las 4:45am de esa madrugada, ya habías partido.
Pude escuchar el grito desgarrador de tu madre llorando a tu lado y a tu padre tratando de ser fuerte
para no quebrarse. Y yo solo pude llorarte a lo lejos, no fui valiente para acercarme y ver tu cuerpo
sin vida. Dios, fue tan doloroso, no sabía qué tan difícil era perder a alguien que amabas y lo supe
3. ese día. Es un dolor aterrador. Tus padres se acercaron a mí y me abrazaron, llorando aún. Me
agradecieron por haberte hecho pasar momentos gratos y que lamentaban no haberme conocido
mucho antes, también me dijeron que hablabas mucho de mí y que estabas feliz de haberme
conocido. Escuchar eso me hizo sonreír un poco.
El día de tu funeral hasta el cielo estaba triste, había estado lloviendo toda la mañana. Asistieron
todos tus familiares, compañeros de clases, conocidos; y estaba yo, acompañándote por última vez,
me quedé ahí hasta que tu tumba fue tapada por completo con la húmeda arena.
Al llegar a casa vi tu libreta arriba de la mesita de noche junto a mi cama, me dispuse a leerla ese
día y en ella decía: “El día que decidí chequearme con el médico llevaba tiempo sintiéndome
agotada, había tenido una pequeña recaída en una de mis clase en la universidad, desde ese
momento nada iba a volver a ser como antes. Fui sola porque pensé que no había nada del cual
preocuparse. Después de varios exámenes el doctor me llamó y me dijo que iba a necesitar hablar
con mis padres porque mis exámenes habían arrojado algo grave, le exigí que me dijera qué era lo
que tenía y fue cuando me dijo que tenía leucemia linfocítica aguda. Mi cuerpo se paralizó por
completo, estaba tan asustada que no sabía cómo reaccionar, tomé los exámenes y salí corriendo del
consultorio, sentía tanto miedo y unas inmensas ganas de llorar, no sabía a dónde ir, entonces te
conocí. En medio de mi desesperación y agonía por tal noticia fuiste de gran ayuda, eras un extraño
en ese momento, pero te noté tan inquieto también que por un momento sentí que estábamos
pasando por algo similar y te usé para calmar mi ansiedad. Luego de nuestro encuentro fui a mi casa
y le tuve que contar todo a mis padres, no quería sentirme sola; ellos lloraron tan desgarradoramente
que no pude evitar llorar con ellos. Al día siguiente nos vimos con el doctor que iba a empezar a
tratarme y nos dijo que mi enfermedad estaba muy avanzada y que solo me quedaban 7 meses de
vida. No lo podía creer, era increíble como tu vida puede dar un giro tan bruscamente. Al llegar a
casa me dije que iba a vivir y a hacer cosas arriesgadas,entonces empecé a hacer una lista.
Ese día que nos vimos te comenté de esa lista y fui inmensamente feliz cuando me dijiste que me
ayudarías a cumplirlas todas, me puse un límite de tiempo, 3 meses para hacer más de la mitad de
las cosas que había escrito. Tú aceptaste sin preguntarme nada y agradecí porque no lo hiciste.
Fueron los mejores días de mi vida, los disfruté como nadie.
Semanas después tuve una recaída, los síntomas empezaron a hacerse más presentes. Moretones,
falta de apetito, palidez y cansancio. Me sentía sin fuerzas, ni siquiera era capaz de hablar bien,
estaba triste por haberte dejado plantado por una semana. Cuando por fin pude ser capaz de
levantarme fui a verte, sabía que habías notado que no estaba bien pero no preguntaste qué me
sucedía o por qué no había podido venir, también lo agradecí. No quería hablar al respecto, solo
quería escuchar tu voz, no entendía por qué pero me tranquilizaba escucharla. Al final terminé
mintiéndote para que no nos viéramos más, ya no iba a poder ni siquiera caminar, se me era
imposible. Iban a internarme dentro de dos días, pero no iba a decirte eso. Traté lo más que pude
para que no te enteraras de mi enfermedad, fui egoísta, lo sé y lo siento. Cómo iba a desaparecer sin
decirte nada cuando hiciste tantas cosas por mí, no era justo. Ese día cuando te vi llegar estaba por
dejarte un mensaje de texto explicándote todo, pero te me adelantaste. Al verte me invadieron unas
ganas de llorar, solo pude disculparme mientras lloraba, pero tú te acercaste y me abrazaste tan
fuerte que por primera vez desee no morir. Quería vivir y seguir a tu lado, reír como idiota contigo
porque me di cuenta que te habías vuelto importante para mí, que te amaba y sabía que tú también
sentías lo mismo, aunque nunca me lo dijiste. Pero era mejor así, que ninguno se dijera nada, no
merecíamos esta clase de dolor, en fin. Quiero agradecerte por tanto que me hiciste vivir, por las
cantidades de veces que me hiciste reír, por acompañarme a realizar todos mis deseos apresurados,
por no preguntarme nada, por mirarme con esos ojos de alegría y por ser mi primer amor. Me
llevaré los mejores recuerdos conmigo, me aferré a vivir hasta el último día y fui capaz de hacer
4. gran parte de lo que me había propuesto. Estoy feliz de que hayamos podido ir a la rueda de la
fortuna esa noche, quise saber el deseo que habías pedido, pero me dio miedo preguntar. Por favor
no me olvides y sé feliz por ambos. Te amo”.
Lloré tanto al terminar de leer esa libreta, no pude controlarme, solté toda mi frustración y
tristeza, estaba tan molesto. Ella lo sabía, siempre lo supo y lo peor era que teníamos los mismos
sentimientos. Pudimos haber hecho tantas cosas, pero ahora te has ido. Esa noche, mi deseo había
sido volver a verte en la otra vida y ser capaz de encontrarnos de nuevo, me aferraré a ese deseo.
Me llevó 9 años superarte y aceptar que ya no estabas. Fueron solo 7 meses los que compartimos
juntos, pero sin duda fueron los 212 días más significativos de toda mi vida. No quiero
entristecerme al recordarte, porque quiero que seas uno de los más hermoso recuerdos. Serás mí
pilar, mi fuerza, porque quiero vivir el día a día como si fuera el último, como tú lo hiciste. Ahora
me toca a mí agradecerte, por ser simplemente tú, porque cuando sentía que estaba a punto de
hundirme en el abismo, tú llegaste a llenarme de sueños y metas. Sé que ahora podré seguir adelante
y te prometo no arrepentirme nunca.
Por eso, sin importar las adversidades que se nos presenten, vivamos al máximo cada día. No
esperes para poder decir lo que sientes porque esos silencios pueden hacerte ruido más adelante,
arriésgate para que no te arrepientas de no haber sido valiente.
FIN