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Violencia izquierda y debilidad política
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VIOLENTOS SIN CONTROL
Consecuencias de la debilidad política
Hace algunas semanas fuimos testigos de la intolerancia de la izquierda chilena, con ocasión del
homenaje al Brigadier Miguel Krassnoff, preso político por haber servido a Chile. En aquella
oportunidad, se pudo observar como una turba perfectamente coordinada, golpeaba cobardemente a un
anciano indefenso que con su digna presencia intentaba agradecer a los militares la gesta libertaria de
1973. Seguidamente, vimos la furibunda reacción de los líderes de izquierda, quienes ─por medio de
amenazas y declaraciones cargadas de odio─ intentaban anular los efectos de la sorpresa táctica sufrida
con la inesperada aparición de una llama de independencia moral en medio del dominio
comunicacional que han ejercido por años. Dicha sorpresa, a pesar de su pequeña escala, si no era
controlada de inmediato podía alcanzar repercusiones estratégicas, al incentivar a muchos más a
reconocer públicamente la Verdad Histórica, esa que la izquierda se ha preocupado de encubrir con un
manto de falsedades para mantener su condición de “víctimas”.
Como parte de la reacción desatada, se escucharon diversos llamados y proclamas incendiarias
de parte de los grupos de derechos humanos y políticos de izquierda, como también de algunos de sus
cínicos acólitos ─pseudo-cristianos─ que hoy olvidan convenientemente el rol que jugaron en su
derrocamiento en 1973. Entre otros, llamó la atención el peligroso proyecto de Ley presentado por un
grupo de parlamentarios PS, PPD y DC, que pretende penalizar todo acto de negación o divergencia
acerca de la torcida versión de la historia reciente de nuestro país, impuesta por su persistente acción
propagandística, muestra concreta de que no han renunciado a sus sueños totalitarios del más puro
estilo estaliniano.
Junto con confirmarse que la odiosidad de la izquierda y su sed de venganza se mantiene
intacta, las reacciones observadas nos indican que su mañosa campaña psicológica ha conseguido
engañar a una buena parte de la sociedad, en especial al segmento de los inadaptados de siempre, el que
incluye sectores burgueses “progresistas”, que ─en conjunto─ empujan la estabilidad cívica de nuestra
nación hacia un vacío moral sin retorno. Pese a los esfuerzos de esta casta anarquista y sus inconcientes
“ayudistas”, ha quedado en evidencia que buena parte de la sociedad chilena aún mantiene vivos sus
valores patrios, asegurando que la Verdad ─con mayúsculas─ no será jamás acallada por la
manipulación realizada a través de museos de la memoria, rutas de la tortura o archivos de cardenales,
medios usados para intentar lavar el cerebro de los chilenos.
La destemplada reacción de la izquierda neo-revolucionaria nos demuestra el valor crítico dado
por ésta a este primer alzamiento de la voz en apoyo a los militares injustamente encarcelados. No cabe
duda de ello, al haber visto a la izquierda valiéndose de todos los medios a su alcance para aplastar los
efectos que el inesperado homenaje pudiera tener sobre algún audaz que quisiera repetirlo o hacerlo
extensivo a otros presos políticos. Una vez controlada la amenaza inicial, los dardos apuntaron a
neutralizar cualquier apoyo posible a la causa de los militares, coartando a todo aquel que osase emitir
declaraciones a favor de su causa. Los políticos de derecha recibieron de lleno el efecto de los fuegos
de la izquierda, quedando anulados desde el primer momento, salvo escasísimas y honrosas
excepciones. El miedo a ser relacionados con el gobierno militar y verse expuestos a la agresión
pública de los violentistas de izquierda pudo más que el honor y la hidalguía, valores prácticamente
desconocidos por esta sociedad post-concertacionista y por la casta política actual.
Junto con una profusa campaña de difusión de los supuestos horrores cometidos por los
militares y por el Brigadier Krassnoff, hasta el Instituto Médico Legal ─cuyo director formó parte del
grupo de violentos instalados frente a la Municipalidad de Providencia─ contribuyó con su granito de
arena a la operación de contención y neutralización desplegada por la izquierda, haciendo entrega en
los días posteriores al homenaje de la identidad de algunos restos del Patio 29, hecho evidentemente
destinado a exacerbar el odio y la victimización de los supuestos ofendidos por este acto.
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En medio de la polémica y buscando aprovechar el momento, hubo un gesto de descaro que casi
pasó desapercibido para el común de los chilenos: ni más ni menos que uno de los asesinos del General
Carol Urzúa, su chofer y su escolta, se presentó sorpresivamente en el Aeropuerto Arturo Merino
Benítez, intentando ingresar al territorio nacional, pese a encontrase condenado a la pena de
extrañamiento en Europa, concedida graciosamente por los gobiernos de la Concertación en subsidio de
una cadena perpetua con la que ya le habían conmutado la pena de muerte a que había sido condenado
originalmente por los tribunales. Felizmente, este símbolo del “doble estándar jurídico-político” fue
reembarcado a su exilio dorado en Finlandia, antes que un juez ─del equipo de siempre─ le otorgara el
permiso para entrar a Chile.
Un asesino que actuó a mansalva para ultimar a una autoridad y a su chofer y que junto a sus
cobardes “compañeros” remató en el suelo a un sargento escolta que se arrastraba con sus intestinos
fuera del cuerpo, hoy goza de los beneficios de una conmutación reiterada de penas, viviendo a costas
de un gobierno extranjero, gracias a la gentileza de los gobiernos de la Concertación y del paladín de
los delincuentes: Francisco Cumplido. Esto, mientras los militares son sometidos a un trato jurídico tan
discriminatorio como inconstitucional, aplicándoseles tratados y normas jurídicas con efecto retroactivo
y violándose todos los derechos que la Ley supuestamente garantiza para los nacidos en este suelo.
Pero lo mejor se vino a dar en las últimas horas, con la situación vivida durante el fallido
homenaje a Jaime Guzmán Errázuriz, Senador de la República cobardemente asesinado por los mismos
violentistas de siempre. Allí, una parte de los representantes de la derecha política que ha renegado de
su relación con los militares y ha vuelto la espalda a su justo reclamo por una justicia igualitaria, se vio
directamente enfrentada a la violencia revolucionaria, siendo humillados por una turba que decía estar
realizando una inocente “funa”. Fue patético observar a autoridades en ejercicio escapando por la
cocina, después de haber soportado sin hacer nada la euforia revolucionaria expresada con consignas,
lanzamiento de huevos, golpes a las ventanas, etc, actos que demostraban el dominio de un “Poder
Popular” que hace casi cuarenta años nos llevó al quiebre del orden institucional. Entre los “escapistas”
se encontraba el mismo ex – ocupante de la cartera de Justicia que negó sistemáticamente los derechos
carcelarios a los militares y les impuso asistir esposados a los hospitales institucionales.
Al igual que ayer, queda en evidencia que la violencia es y será el medio de acción preferido por
la izquierda y que siempre lo atribuirán a sus oponentes, tal como lo hizo ahora el Presidente del PS,
quien ¡responsabilizó de los actos violentos de la funa ni más ni menos que al gobierno…! La verdad es
que los únicos responsables de ello son los políticos que han permitido la imposición impune de una
escalada de dominio social por parte de una izquierda criminal, claudicando ante su amenaza, sin
atreverse a usar el poder con el que el pueblo los invistió. Ahora los afectados ya no fueron los
ancianos agredidos por la turba marxista por asistir al homenaje a un soldado, si no que un grupo de
ministros y parlamentarios e incluso el propio Presidente, a los que se negó el derecho de expresar su
respeto hacia un político asesinado que ─a diferencia de muchos─ sí supo ser consecuente con sus
principios y dio la vida por ello. La división entre los chilenos sigue viva y al servicio de los intereses
de una izquierda que ─a pesar de sus problemas internos─ sigue superando a sus contrincantes en el
campo estratégico y en el táctico, gracias a la debilidad clásica de sus oponentes.
En estas fiestas de fin de año, es de esperar que nuestra Patria pueda conseguir algo de Paz y se
supere el odio sembrado por estos grupúsculos anárquicos. Para ello, es fundamental que se inunde de
valor el corazón de los débiles que aún sucumben ante su juego, permitiendo con su silencio que
cientos de militares sigan siendo objeto de una abyecta y asimétrica persecución judicial. Mientras ello
ocurre ─y ocurrirá, no me cabe duda─ ojalá la paciencia y la paz llegue a los hogares de todos los
ciudadanos de bien de nuestro país, en especial a los de aquellos militares en cautiverio por haber
servido fielmente a su Patria.
17 de Diciembre de 2011
Patricio Quilhot Palma