2. “¡Quien no ha visto esta parte del mundo
no sabrá nunca para qué ha nacido!”
Escribía el poeta romano Giuseppe Gioachino Belli.
Han sido muchos los visitantes que desde la antigüedad y
desde varias partes del mundo decidieron acercarse a Roma, o
incluso mudarse definitivamente, para contagiarse del arte y la
energía que fluye por las calles de esta ciudad.
3. A pesar de haber nacido en la Toscana, Miguel
Ángel residió en la Ciudad Eterna unos 50 años.
Medio siglo al servicio del Papa y al servicio de
la ciudad que lo vio crecer como escultor, pintor
y arquitecto.
El genio florentino vivió en una casa que se
encontraba en la desaparecida Piazza Macel de’
Corvi y que hoy estaría cerca de la Plaza
Venecia. Fue allí donde murió a los 89 años de
edad. Sin embargo, la demora fue
posteriormente destruida y en su lugar puede
verse una placa.
Miguel Ángel murió el 18 de febrero de 1564. Su
cuerpo fue transportado a la cercana Iglesia de
los Santos Apóstoles, pues la intención era al
parecer aquella de enterrarlo en Roma. Sin
embargo, los florentinos se adelantaron y esa
misma noche se apoderaron de su cuerpo y lo
llevaron de vuelta a Florencia. Miguel Ángel fue
finalmente inhumado en la Santa Croce de
Florencia, pero en Roma quedaron la Piedad, las
pinturas de las capillas Sixtina y Paolina, el
Moisés o la Plaza del Campidoglio.
4. La gran sinfonía del Barroco se abre con Gian Lorenzo
Bernini, y es Roma el mejor museo para entender la
genialidad de este artista fuera de serie.
Bernini dejó en la ciudad eterna buena parte de su
talento. Suyos son monumentos como la Plaza de San
Pedro, la Fuente de los cuatro ríos en Plaza Navona y
numerosas iglesias, palacios, pinturas y esculturas,
como las que se encuentran en la Galleria Borghese.
Uno de los palacios en donde vivió Gian Lorenzo se
encuentra en Via della Mercede 11, muy cerca de la
conocida Plaza de España. Es en el piso inferior en
donde se encontraba su estudio, mientras que el
primero servía de habitación privada para él y su
numerosa familia. Fue allí donde el artista falleció en
1680, a la edad de 82 años.
Actualmente, un busto del 1898 esculpido por Ettore
Ferrari y una inscripción puesta sobre el edificio del
número 12 de la misma calle indican (erróneamente)
que fue allí donde vivió y murió Bernini. En realidad, en
este edificio contiguo, Bernini y sus colaboradores
tenían tan sólo un depósito de esculturas. De hecho fue
aquí en donde permanecieron hasta el siglo XVIII la
famosa pareja de ángeles que había realizado para el
puente de Castel Sant’Angelo y que uno de sus
herederos más tarde donó a la cercana iglesia de
Sant’Andrea delle Frate.
5. Giacomo Casanova visitó y residió en Roma en varias ocasiones.
Es precisamente en esta ciudad en donde en 1760 fue nombrado Caballero de la Orden de la
Espuela de Oro.
Este título se le confería a aquellos que, de algún modo, habían contribuido a difundir el mensaje de
la iglesia católica, bien a través de las armas, las letras o sus acciones. No olvidemos que personajes
como Tiziano, Mozart o Paganini pertenecieron a dicha orden.
De hecho, Casanova en el 1744 trabajaba al servicio del cardenal Acquaviva, que cumplía la función
de embajador de España. Por este motivo, ambos residieron en el Palacio de Plaza de España y que
es aún sede de la Embajada de España de cara a la Santa Sede.
Sin embargo, Casanova tuvo que abandonar dicha demora cuando se descubrió que en ella tenía
escondida una muchacha que se había escapado de casa.
6. Actualmente, el edificio es una de las memorias que nos recuerdan la presencia inglesa en
Roma, pues es la sede de la casa-museo de Keats y del poeta británico Percy Bysshe
Shelley, marido de la conocida autora de Frankenstein, el cual residió en varias ciudades de
Italia (incluido Roma) hasta el día de su muerte.
Cuando en 1820 el poeta
romántico John Keats se
trasladó a Roma desde
Londres, lo hizo escapando en
vano del que ya se perfilaba
como su destino, o quizás
simplemente abrazando la idea
de que su corta vida estaba
llegando a su fin.
De hecho, Keats murió en
silencio a los pocos meses en
su casa del número 26 de Plaza
de España y con tan sólo 25
años. Era el año 1821.
7. Keats no regresó jamás a su Londres natal.
El que fue uno de los poetas más lúcidos y relevantes del romanticismo
inglés, acabó siendo enterrado en el cementerio de los “no católicos”
que perecieron en Roma, a los pies de la pirámide Cestia.
Su tumba no lleva su nombre, ni tampoco la fecha en que murió, sino
un epitafio que nos recuerda que bajo esa lápida yace un hombre “cuyo
nombre fue escrito en el agua”.
8. Miembro de una familia proveniente de Siena, Scipione Borghese se ganó los favores de su tío el Papa, hasta
el punto que en 1605 lo nombró cardenal.
En poco tiempo nuestro personaje se convirtió en uno de los mecenas y coleccionistas más importantes de
Roma. Los Borghese contaban con varias propiedades en Roma, de entre las cuales destacaba la villa que el
cardenal había mandado construir a principios del siglo XVII a las afueras de la ciudad y como lugar de recreo.
La Galería Borghese era el edificio principal y contiene aún parte de la colección que Scipione y sus herederos
reunieron a lo largo de sus años como mecenas. Se trata sin duda de uno de los museos más interesantes de
Italia, ya que cuenta con obras de Bernini, Caravaggio, Rafael o Tiziano.
A principios del siglo pasado, la familia decidió vender no sólo la galería con la colección de arte, sino también
los jardines, por lo que ambos se pueden visitar hoy en día para recordar la gloria y el estilo de vida de los
nobles de la Roma barroca.
9. También el pintor y, sobre todo, escultor veneciano
Antonio Canova decidió trasladarse a Roma en el año
1779. En 1803 adquirió el estudio que todavía se conserva
en Via delle Colonnette 27, para trabajar en el gran
número de encargos a los que tenía que hacer frente.
La fachada del edificio aún conserva fragmentos de
esculturas antiguas, que demuestran su interés y el de sus
colaboradores por el arte de inspiración clásica.
10. El americano Samuel Finley Morse, inventor
del telégrafo y del conocido código que lleva
su nombre, también resultó ser un pintor,
célebre sobre todo en el ámbito del retrato.
Atraído por la pintura, Morse vino a Roma y
residió en la casa que aún se conserva en el
n. 17 de Via dei Prefetti, entre 1830 y 1831.
Durante ese periodo, el artista pudo conocer
la ciudad a fondo, recorrer Italia y concluir
varias de sus obras.
La experiencia resultó positiva para nuestro
hombre, aun siendo Roma la capital del
catolicismo. Se sabe que Morse era un
acérrimo protestante y se conocen varias
anécdotas de su estancia en Roma, una de las
cuales nos presenta a un Morse provocador e
incapaz de quitarse el sombrero delante del
Papa, como claro reflejo de sus preferencias
religiosas.
Samuel Morse tuvo que dejar Roma en 1831,
a causa de los movimientos revolucionarios
que afectaron a los Estados Pontificios.
En 1832, y ya de camino a los EEUU, es
cuando empezó a pensar en el concepto de
un telégrafo basado en el
electromagnetismo.
11. En plaza de la Minerva 69, lo que es hoy el
hotel Minerva, una placa nos recuerda que
el escritor francés apasionado de Italia
Stendhal vivió allí entre 1834 y 1836.
En 1831 había sido nombrado cónsul
francés de los Estados Pontificios, lo que
fue visto en Roma con aspereza por
algunos, debido a su ateísmo y
pensamiento demasiado liberal. Es por ello
que en un principio tuvo que ser
constantemente vigilado por temor a una
posible participación en actos
revolucionarios.
Al principio vivió en la zona de Torre
Argentina, mientras que más tarde se
trasladó a via dei Cestari, y luego a una
nueva casa en piazza della Minerva, en
donde escribió la “Vie de Henry Brulard”.
Sus últimos años romanos los transcurrió
en otra residencia situada en via Condotti.
En 1841 dejaba Italia para no volver más,
pues falleció al año siguiente en Paris.
Constantin, Mérimée o Dumas fueron
algunos de los ilustres personajes con los
que nuestro escritor tuvo contacto a lo
largo de estos años en la Ciudad Eterna.
12. Cuando el 23 de diciembre de 1655, Cristina de Suecia entró con solemnidad
por la Puerta del Popolo, quedaba claro que Roma se había ganado una
reina.
De espíritu rebelde e inconformista, Cristina fue educada como un príncipe y
no tanto como una princesa y reinó del 1632 al 1654, fecha en la que abdicó.
Se trata de unas personalidades más fascinantes que hubo en la Europa del
siglo XVII y es una de las pocas mujeres que actualmente yacen en la Basílica
de San Pedro.
Su conversión del protestantismo al catolicismo no dejó indiferentes ni a sus
súbditos ni tampoco al Papa Alejandro VII, que aceptó su presencia en Roma
de buena gana.
La llegada de Cristina a la ciudad fue vista como un gran triunfo y para ello se
organizó una gran fiesta. Bernini llegó a diseñar el carro con el que marcharía
la antigua reina o incluso hasta restaurar, por orden del Papa, la puerta de
entrada a la ciudad. El día de Navidad, Cristina recibió en San Pedro todos los
sacramentos de la mano del Papa, y fue en su honor por lo que añadió a su
nombre aquellos de Alessandra Maria.
Cristina Alejandra María vivió en un principio en el Palacio Farnesio, en
donde organizaba periódicamente tertulias con los artistas, poetas y
pensadores de la ciudad.
En años sucesivos se estableció en el Palacio de la familia Riario en
Trastevere, que es hoy el Palacio Corsini y la sede de una importante
colección de arte. En dicho palacio, y desde 1663, se organizaron importantes
reuniones y es donde dio inicio la que será una de academias de intelectuales
más importantes de Italia: la Academia de la Arcadia.
Esta promotora de las artes, la ciencia y la cultura falleció en 1689. El palacio
en donde Cristina vivió durante treinta años en Roma, fue transformado
radicalmente en años sucesivos, pero se decidió el conservar el dormitorio en
el que la reina durmió hasta el día de su muerte.
Una inscripción en italiano y sueco lo demuestran.
13. “Dame tú, Roma, a cambio de mis penas, tanto como dejé para tenerte”.
En el número 20 de la via di Monserrato vivió, a finales de 1963, Rafael Alberti.
Poco después, con el dinero que obtuvo del Premio Lenin por la Paz, Alberti se trasladó a su
residencia definitiva, en via Garibaldi 88. Dicha casa aún se encuentra en el barrio de Trastevere
y fue punto de encuentro de exiliados y disidentes de la España de Franco.
No lejos de allí Alberti tenía su estudio, precisamente en vicolo del Bologna. Y al visitante
curioso le gustará saber que todavía puede tomarse un café en Il Settimiano, tal y como lo hacia
el poeta, mientras leía las páginas de algún periódico.
Alberti dejo plasmada su particular visión de Roma en varios libros, el más interesante de los
cuales es “Roma, peligro para caminantes”.
En 1998 el escritor fue nombrado ciudadano de honor de Roma.