1. RESUMEN Lenguaje, Derecho y Realidad.
Jose María Abascal Zamora
Escribir es todo un proceso lógico, que nos pide ordenar de manera consecuente
unos conceptos, nos brinda la posibilidad de crear ideas, con la mayor claridad
posible, expresarlas diáfanamente. Este proceso lleva consigo no solo impregnar
un papel con unas palabras, llevarlas desde nuestro diálogo interno al otro, exige
darles vida a través de la interrelación con otras palabras para generar ideas y las
ideas generan un concepto definido y preciso. Pero para lograr esto se exige de uno
mismo a investigar, leer, analizar, buscar de ese acervo lingüístico amplio y nutrido,
pero a la vez claro y preciso.
La claridad y precisión en nuestros escritos como abogados debe ser fundamental.
Utilizar los términos adecuados permite que el lector pueda comprender eso que se
encuentra en nuestro pensamiento, eso que queremos decir, ni más ni menos; así
los textos no darán a una libre interpretación por parte del lector, no se dan
oportunidades de ambigüedades y nuestro pensamiento y sistematicidad en el
escribir será nuestra mejor carta de presentación. Además, las palabras serán la
principal herramienta con la que disponemos para conocer nuestra concepción e
interés del tema que estamos tratando.
Todo aquel que se anime a escribir, que el temor no lo venza, debe iniciar con una
serie de sencillos y muy productivos ejercicios y es el de leer, leer de derecho, donde
se pueda adquirir la claridad de los conceptos, de la precisión de los mismos, del
contexto en el cual deben ser aplicados. Luego de la lectura se debe iniciar un nuevo
ejercicio y es el de pensar antes de escribir, pensar eso que hemos leído, lo que
nos ha llenado de interés, pasando luego a hacer un esquema mental de las ideas
que queremos llevar a otros, definir el público y buscar el contexto para exponer
nuestras tesis.
Este proceso de creación debe ser lento, debe hacerse de manera pausada,
silenciosa por decir no más… La confrontación de ideas entre el lector, el texto y el
escritor, es el más certero objetivo que debe trazarse, solo así se podrá lograr que
los frutos del ensayo sean de la mayor claridad y profundidad posible.
El texto debe enriquecerse desde y para nuestro propio idioma, no debe llevar una
serie de barbarismos o extranjerismos que lo único que podrían hacer es restarle
esencia para darle un sentido de superficialidad, alejándolo del objetivo que se traza
cuando se decide escribir.
Si nos decidimos a escribir -como deberíamos hacerlo-, es porque previamente
hemos depurado una serie de información buscada de las diferentes fuentes
2. primarias, analizada, re-creada, vivida de manera individual para poder
organizarlas, añadirles nuestra experiencia y transformarlas en nuevas tesis dignas
de ser transmitidas.
Así pues, nuestra motivación al momento de escribir no debe ser que el texto será
publicado. El mayor anhelo buscado por parte de quien escribe es poder
confrontarse con el ensayo, comprenderlo, entenderlo y buscarlo de manera
profunda, solo así podemos transmitir la realidad que está en nuestro pensamiento.
Debemos dejar espacio al lector para que pueda disfrutar de nuestras tesis, o que
las pueda contra argumentar para lograr el fin último, y es el de servir de ejercicio
reflexivo.
Ningún jurista puede olvidar que más que un buen abogado (que debe alcanzar en
su formación), debe ser un buen escritor, el arte del ejercicio del derecho se
apalanca en la herramienta de la escritura, de poner en el papel los argumentos
más sólidos, claros y precisos que permitan persuadir de manera delicada al lector.
Persuadirlo con sensatez, con ideas construidas desde un ejercicio previo de
investigación, análisis, lectura y re-lectura.
En fin, solo podemos realizar una lectura como ejercicio reflexivo propio, cuando
nos lanzamos al mundo de la escritura, este ejercicio permite que de manera fluida,
clara y natural podamos acercarnos a la intimidad del lector, para despertarle
sentimientos, emociones o simplemente que sea él quien nos confronte con sus
comentarios al margen de los nuestros.
Elaborado por Gabriel Jaime Cuéllar Herrera.