Este documento resume la infancia de Gabriel García Márquez. Creció en una casa llena de mujeres, con solo su abuelo y él como los únicos hombres. Su abuelo lo inició en el arte del dibujo y lo alentó a desarrollar su afición, comprándole materiales. García Márquez absorbía como una esponja las conversaciones de los adultos, aunque pensaban que no las entendía, y luego contaba esas historias añadiéndoles detalles fantásticos.
1. Pablo Neruda
Por mi parte soy o creo ser duro de nariz,
mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza,
creciente de abdomen, largo de piernas,
ancho de suelas, amarillo de tez,
generoso de amores, imposible de cálculos,
confuso de palabras, tierno de manos,
lento de andar, inoxidable de corazón,
aficionado a las estrellas, mareas, maremotos,
admirador de escarabajos, caminante de arenas,
torpe de instituciones, chileno a perpetuidad,
amigo de mis amigos, mudo de enemigos,
entrometido entre pájaros, maleducado en casa,
tímido en los salones, arrepentido sin objeto,
horrendo administrador, navegante de boca
y yerbatero de la tinta, discreto entre los animales,
afortunado de nubarrones, investigador de mercados,
oscuro en las bibliotecas, melancólico en las cordilleras,
incansable en los bosques, lentísimo de contestaciones,
ocurrente años después, vulgar durante todo el año,
resplandeciente con mi cuaderno, monumental de apetito,
tigre para dormir, sosegado en la alegría,
inspector del cielo nocturno, trabajador invisible,
desordenado, persistente, valiente por necesidad,
cobarde sin pecado, soñoliento de vocación,
amable de mujeres, activo por padecimiento,
poeta por maldición y tonto de capirote.
Gabriel García Márquez
Vivir para contarla
"No puedo imaginarme un medio familiar más propicio para mi vocación que aquella
casa lunáticaG, en especial por el carácter de las numerosas mujeres que me criaron. Los
únicos hombres éramos mi abuelo y yo, y él me inició en la triste realidad de los adultos con
relaciones de batallas sangrientas y explicaciones escolares del vuelo de los pájaros y los
truenos del atardecer, y me alentó en mi afición al dibujo. Al principio dibujaba en las paredes,
hasta que las mujeres de la casa pusieron el grito en el cielo: la pared y la muralla son el papel
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2. de la canalla. Mi abuelo se enfureció, e hizo pintar de blanco un muro de su platería y me
compró lápices de colores, y más tarde un estuche de acuarelas para que pintara a gusto,
mientras el fabricaba sus célebres pescaditos de oro. Alguna ves le oí decir que nieto iba a ser
pintor, y no me llamó la atención, porque yo creía que lo pintores eran sólo los que pintaban
puertas.
Quienes me conocieron a los cuatro años dicen que era pálido y ensimismado, y que
sólo hablaba para contar disparates, pero mis relatos eran en gran parte episodios simples de
la vida cotidiana, que yo hacía más atractivos con detalles fantásticos para que los adultos me
hicieran caso. Mi mejor fuente de inspiración eran las conversaciones que los mayores
sostenían delante de mí, porque pensaban que no las entendía, o las que citaban aposta para
que no las entendiera. Y era todo lo contrario: yo las absorbía como una esponja, las
desmontaba en piezas, las trastocaba para escamotear el origen, y cuando se las contaba a los
mismos que las habían contado se quedaban perplejos por las coincidencias entre lo que yo
decía y lo que ellos pensaban."
García Márquez, Gabriel: Vivir para contarla. Ed. Mondadori., Barcelona, 2002, págs. 103-104.
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